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jueves, 22 de mayo de 2025

Jeevan Kumar Suravarapu y su madre se convirtieron del hinduismo al catolicismo al morir el padre: «El único refugio que encontramos fue Jesús y nos bautizamos en 2005 y con 13 años Dios me llamó a ser sacerdote»

 

Jeevan Kumar Suravarapu junto a su madre Parvathi, que se convirtieron del hinduismo al catolicismo al morir el padre

* «Mi madre acogió con alegría mi deseo de ser sacerdote, pero me pidió que me tomara un tiempo y reflexionara porque era demasiado joven para tomar una decisión tan grande. Sin embargo, esa idea seguía en mi corazón mientras iba creciendo. Mi madre desempeñó un papel fundamental en mi vocación. Realmente le agradezco su valiente paso de ofrecer a su único hijo al servicio del Señor en una situación realmente complicada para una mujer en India, que ya ha perdido a su marido y que ahora vive sola sin su hijo cerca de ella» 

Jeevan cuenta su testimonio de conversión y vocación en este vídeo. Habilitar los subtítulos en español para ver la traducción

Camino Católico.-  Jeevan Kumar Suravarapu nació en 1998 en la India, en el estado de Andhra Pradesh. Su vida no ha sido fácil. La conversión al cristianismo desde el hinduismo en una provincia donde la gran mayoría de la población es de religión hindú (más del 90.89%) es incluso peligroso. Jeevan y su madre se convirtieron al catolicismo y él fue llamado por Dios a ser sacerdote.

Una tragedia originó su conversión al cristianismo

Cuando contaba con apenas 4 años la tragedia truncó la felicidad de su familia con el fallecimiento de su padre, Bhaskar. Su madre, Parvathi, y Jeevan, hijo único, se quedaron solos. «Nadie vino en nuestra ayuda». «El único refugio que encontramos fue Jesús» dice Jeevan a CARF.

Parvathi empezó poco a poco a ir a una iglesia protestante porque algunos familiares lejanos practicaban esta religión. Un encuentro providencial con un sacerdote la llevó junto a su pequeño hijo a la Iglesia Católica, donde encontró mucho consuelo y mucha ayuda, algo que nadie les daba.

Así comenzó su viaje del hinduismo al cristianismo. Su casta y la comunidad hindú desaprobaron su conversión al cristianismo. A día de hoy, Jeevan y su madre son los únicos cristianos en todo su clan y familia, que sigue siendo hindú. «Mi madre nunca se rindió ante las dificultades y continuó con su fe. Aprendí de ella a ir a la iglesia y luego a servir en la Misa. Nos bautizamos en 2005 – tenía yo 7 años – y, por fin, comenzamos nuestro camino como hijos de Dios y miembros de la Iglesia Católica».

«Mi madre, la persona a quien le debo todo»

Su felicidad era inmensa, aunque la vida siguiera llena de dificultades. Parvathi seguía siendo el único sustento de la familia. Pese a todo, consiguió dar a su hijo una buena educación y transmitirle la fe. «He aprendido mucho de sus prácticas piadosas y de sus valores morales».

El amor de su madre por la Santa Misa despertó en Jeevan la idea de hacerse sacerdote para servir al pueblo de Dios. Con 13 años se lo contó a su madre. «Ella acogió con alegría mi deseo, pero me pidió que me tomara un tiempo y reflexionara porque era demasiado joven para tomar una decisión tan grande. Sin embargo, esa idea seguía en mi corazón mientras iba creciendo».

«Mi madre desempeñó un papel fundamental en mi vocación. Realmente le agradezco su valiente paso de ofrecer a su único hijo al servicio del Señor en una situación realmente complicada para una mujer en India, que ya ha perdido a su marido y que ahora vive sola sin su hijo cerca de ella».

Jeevan Kumar Suravarapu junto a su madre Parvathi, en la imagen de la izquierda antes de su conversión  y en la de la izquierda siendo ya católicos

Choque de culturas y tradiciones

El comienzo en el seminario tampoco fue fácil. Jeevan tuvo muchas dificultades para aprender y ponerse al día con las asignaturas. Venía de una religión y de una cultura completamente diferentes. Sin embargo, por la gracia de Dios consiguió superarlas todas. Durante 3 años hizo el curso de discernimiento para el sacerdocio a la vez que terminaba los estudios seculares en Eluru. Los primeros años en el seminario fueron duros al dejar su hogar. Sin embargo, la nostalgia pasó con el tiempo y el deseo de ser sacerdote se hizo cada vez más fuerte.

Durante ese tiempo, su vocación sufrió también un tiempo de prueba. Los formadores del seminario le pidieron que se tomara un descanso de sus estudios al sacerdocio. Al ser hijo único y su madre viuda, le aconsejaron que volviera a casa por vacaciones para discernir con fortaleza su vocación al ministerio sacerdotal. Estas vacaciones se convirtieron en tres años de estudios seculares. Fue un periodo arduo que sirvió para fortalecer su vocación.

Finalmente, recibió una carta invitándole a ingresar de nuevo en el seminario. Después de dos años de licenciatura en Filosofía en Visakhapatnam, su obispo, Mons. Rayarala Vijay Kumar, le ofreció proseguir sus estudios de Teología en Roma.

Jeevan Kumar Suravarapu está en Roma estudiando para ser ordenado sacerdote

Un sacerdote hindú en Roma, cuna del cristianismo

«Nunca se me había pasado por la cabeza que pudiera llegar a estudiar en Roma, la ciudad eterna. Pero Dios sabe más y lo hace todo, así que llegué a Italia en agosto de 2022».

Al llegar al Collegio Ecclesiastico Internazionale Sedes Sapientiae hizo dos meses de curso intensivo de italiano, lo que no le libró de tener problemas con el idioma. Otra dificultad fue la comida, no es fácil adaptarse a un cambio tan radical. Después de unos meses, todo se hizo cada día más fácil.

jueves, 6 de marzo de 2025

Jennifer Donzé Benson buscaba la paz en la India con un lama tibetano y después de ver a un jesuita tuvo una experiencia mística: «Supe que era Jesús, que estaba vivo, que vivía en mí , que quería recibirle en la Eucaristía»


Jennifer Donzé Benson, durante la entrevista en KTO para contar su historia de conversión / Foto: KTO

* «¡Todo cambió en mí! Le conté al padre jesuita lo que había sucedido y me escuchó, luego se levantó y me trajo la Biblia de Jerusalén y me dijo que leyera el Evangelio de San Juan. Comprendí que Jesús vino a salvar a la humanidad y que el medio que ha elegido para ello es el perdón. Jesús me invita al perdón para liberarme, para poder amar y ser amada por Él»

Camino Católico.- Para contar la conversión de Jennifer Donzé Benson hay que empezar contando la historia de su célebre padre, lo que hace  Carmelo López-Arias en Religión en Libertad.

Bernard Benson: genio inventor, escritor pacifista

Tras combatir como piloto en la Segunda Guerra Mundial, el ingeniero británico Bernard Benson (1922-1996) se convirtió en uno de los principales diseñadores de misiles para su país. Posteriormente emigró a Estados Unidos y se asentó en California, donde siguió trabajando en el mismo sector. Luego fundó su propia empresa, diversificó su creatividad y en los años 50 hizo grandes aportaciones al tratamiento de datos con computadoras y a la fabricación de cámaras fotográficas ultrarrápidas.



Bernard Benson, de fabricante de armas a pacifista, y célebre en todo el mundo por ambos conceptos

A principios de los años 60 fue de los primeros en advertir de los riesgos de la informática para la libertad y la intimidad de las personas, al dejarlas a merced de 'quién' (o de 'qué') las manejara.


En 1962 se mudó a Francia y compró el castillo de Chaban, en Dordoña (en el centro sureste del Hexágono), donde empezó a vivir con su primera esposa, Jane, y los siete hijos que tuvo con ella.


Uno de esos siete hijos era Jennifer, nacida en Estados Unidos, que tenía 13 años cuando llegaron a Europa. 


Benson era famoso como empresario y lo sería aún más como escritor de varios libros y activista anticapitalista y pacifista. En 1981 alcanzaría gran celebridad mundial con un título que sería traducido a numerosos idiomas, El libro de la paz, un alegato contra el riesgo de guerra atómica inspirado por las corrientes de budismo tibetano en las que llevaba años introduciéndose. 



Benson, junto a uno de los maestros tibetanos que le visitaban en su castillo francés.Peace Child International


Ese año fundó Peace Child International junto -entre otros- a David Gordon, hermano de Cat Stevens y responsable en buena medida de la conversión al islam del autor de hits como Father & Son, Morning has broken o Moonshadow.


El dolor de Jennifer

Pero este ambiente happy flower tan característico de la época no había sido nada happy para Jennifer. A los dos años de llegar a Europa, sus padres se divorciaron. Los hijos se quedaron con su padre y el régimen de visitas de la madre se reducía a merendar con ella en casa de la abuela una vez cada quince días. 


Con 15 años, Jennifer, que estaba justo en el medio de los hermanos,  tuvo que hacer de madre de los tres más pequeños... y casi también de padre, porque Bernard se consagraba a sus ocupaciones personales y profesionales. Para Jennifer fueron años de gran soledad y sufrimiento, incrementados cuando Bernard se casó con una amiga de su hija mayor, Maryse, con quien tendría otros tres hijos.


Jennifer alimentaba bastante resentimiento hacia su padre, por su falta de empatía emocional con su situación, y hacia su madre, a quien culpaba de no haber peleado lo suficiente para estar cerca de sus hijos, que crecieron necesitándola.



  • El testimonio de Jennifer en KTO, en francés


La India, un lama y un jesuita


Todo iba a cambiar cuando cumplió veinte años. Jennifer confiesa que se sentía "perdida" en la vida. 


El año anterior, su padre había hecho un viaje a la India. Allí conoció a un lama que había huido del Tíbet por la invasión china y, tras cruzar a pie el Himalaya, se había asentado en la ciudad de Darjeeling, en el estado indio de Bengala Occidental. Bernard le sugirió a Jennifer que acudiese a ver al monje para desconectar de sus angustias y aprender técnicas de meditación que le aportasen paz.


Así lo hizo, y fue muy bien acogida en casa de lama y su familia. El hombre le regaló un rosario tibetano y le sugirió un mantra para "refugiarse en el dharma y entrar en confianza": debía repetirlo 108.000 veces. 


Jennifer se puso a la tarea. Y no le fue mal. "Creo que aquello ayudó que se decantasen muchas cosas en mí", explicó al contar su historia hace dos años en el programa Un Coeur qui écoute, de la televisión católica francesa KTO: "Me aparté de una parte difícil de mi vida. Todo se tranquilizó, como si se 'lavase'".

La joven tenía un encargo de su padre que cumplir: entregar una carta a un sacerdote canadiense de la misión jesuita en Darjeeling, allí asentada desde 1888, a quien también hacía conocido un año antes.


Se encontraron en la plaza Chowrasta. Era un hombre alto y simpático con quien enseguida emprendió un animado diálogo, el padre Vincent Curmi (1918-2005), que había recorrido medio mundo como misionero y no tardó en preguntarle si creía en Cristo.



"¿Y cómo quiere que crea en Él, si no le conozco?", respondió. Había asistido a escuelas católicas tanto en Estados Unidos como en Francia, pues sus padres las consideraban de mejor calidad educativa, pero nunca había vivido la fe. El padre Vince no dijo nada, pero, a tenor de lo que sucedió después, Jennifer cree que rezó mucho por ella.


El encuentro

¿Y qué fue eso que sucedió después? A los pocos días de ver al padre Curmi, vivió una experiencia mística: "Me encontré como en otro plano, encima de mí. Con los ojos cerrados, vi a un hombre magnífico que tenía sobre su mano derecha el globo terráqueo. ¡Y él lo miraba con tal compasión que quedé traspasada! ¡Interiormente, supe enseguida que ese hombre era Jesús!".


Y pasaron tres cosas simultáneamente, añade Jennifer: "Supe que era Jesús y que estaba vivo. Supe que vivía en mí. Y sentí un gran deseo de recibirle en el Pan de la Eucaristía".

"¡Todo cambió en mí!", resume.


Tras esta experiencia, supo que el lama con cuya familia se alojaba no podría llevarla más lejos en el camino que había emprendido. Pero había alguien que sí: al cabo de unos días, acudió a ver de nuevo al padre Vince. Le contó lo que había sucedido: "Me escuchó, luego se levantó y me trajo la Biblia de Jerusalén y me dijo que leyera el Evangelio de San Juan".


Volvió a casa del monje tibetano, lo hizo, y desde entonces el relato de la Encarnación del Hijo de Dios que se cuenta en su capítulo 1 se convirtió en su "fundamento".



Los dos libros publicados por Jennifer sobre el perdón, inspirados en su propia historia: El poder del perdón (Éditions des Béatitudes, 2011) y la novela Diario de una mujer de rojo (Unixtus, 2022)

Fue el inicio de su conversión cristiana, que completó al regresar a Francia poco después. Pasó el tiempo, se casó, se fue a vivir a Suiza, donde trabajó en acompañamiento de enfermos terminales, tuvo hijos y nietos... pero había algo que no terminaba de encajar en su vida.

El perdón

Hasta que un día, en el año 2006, estaba limpiando con fuerza una mancha de un pantalón, cuando sintió que Jesús le decía que aplicase con ese vigor el perdón a su propia existencia. Algo que no había conseguido del todo con sus padres, entretanto ya fallecidos.


"Comprendí que Jesús vino a salvar a la humanidad y que el medio que ha elegido para ello es el perdón. Jesús me invita al perdón para liberarme, para poder amar y ser amada por Él", concluye.


Darlo a conocer se convirtió, desde entonces, en el eje de su vida mediante conferencias y libros, donde nunca olvida proclamar otra cosa: "El agradecimiento por todo lo que Jesús hizo por mí".

lunes, 7 de octubre de 2024

El padre José Maniyangat tuvo un accidente y el médico certificó que estaba muerto, su ángel de la guarda lo llevó al infierno, al purgatorio y al cielo, pero Cristo le mandó volver a la vida para sanar a personas

* «Mientras llevaban mi cuerpo muerto al depósito de cadáveres, mi alma volvió al cuerpo. Sentí un dolor atroz, tenía muchas heridas y huesos rotos.  Empecé a gritar, la gente se asustó, y gritando salió corriendo.  Una de las personas se acercó al médico, y le dijo: ”el cuerpo muerto está gritando".   El doctor vino a examinar mi cuerpo, y comprobó que estaba vivo.  Así que dijo: ‘el padre está vivo, es un milagro, llévenlo de nuevo al hospital’. Después de dos meses, me dejaron salir del hospital, pero el médico traumatólogo dijo que nunca más podría caminar.  Entonces le conteste: ‘el Señor que me devolvió la vida, y me envió de nuevo al mundo, me curará’.   Una vez en mi casa todos rezamos por un milagro.  Sin embargo, después de un mes, cuando me sacaron el yeso, todavía no podía moverme.  Pero un día, mientras rezaba, sentí un dolor espantoso en la pelvis.  Después de un ratito, desapareció todo dolor, y oí una voz:  ‘Estás curado.  Levántate y camina’. Sentí paz, y el poder sanador en mi cuerpo.  Inmediatamente me levanté y caminé.  Alabé, y le di gracias a Dios por el milagro. Comuniqué mi curación al doctor, y quedó asombrado.  Me dijo: ‘Tu Dios es el Dios verdadero.  Debo seguir a tu Dios’. El médico era hindú, y me pidió que le enseñara sobre nuestra Religión.   Después de estudiar la fe, lo bauticé y se hizo Católico»

Camino Católico.- El 14 de abril de 1985 -día de la Divina Misericordia, para mayor gracia- y cuando se levantó por la mañana, para dirigirse al norte de Kerala, el sacerdote José Maniyangat estaba a punto de ser llevado por su ángel de la guarda hasta el infierno, como también al purgatorio y el cielo…, aunque él no lo sabía. Tuvo un accidente, fue declarado muerto y cuando lo llevaban a la morgue volvió a la vida para cumplir la misión de sanación que Jesús le encomendó en el cielo, habiendo vivido una experiencia cercana a la muerte (ECM). 

El médico traumatólogo le dijo al padre Maniyangat que nunca más podría caminar y él le respondió: ”El Señor que me devolvió la vida, y me envió de nuevo al mundo, me curará". La sanación se produjo cuando él escuchó una voz que le decía: “Estás curado. Levántate y camina”. Ante su curación milagrosa, el médico que era hindú pidió formarse para ser católico y el padre José Maniyangat lo bautizó e ingresó en la Iglesia. Cuenta su testimonio de vida en primera persona en su propia web con el siguiente relato:


Nací el 16 de julio de 1949 en el estado de Kerala, India. 

Mis padres eran José y Teresa Maniyangat.  Soy el mayor de los siete hermanos: José, Maria, Teresa, Lissama, Zachariah, Valsa y Tom.

A los catorce años, entré en el seminario menor de Santa Maria, en la ciudad de Thiruvalla, para empezar a estudiar para sacerdote.  Cuatro años más tarde, fui al seminario mayor pontifical de San José en Alwaye, Kerala, para proseguir mi formación sacerdotal.  Después de terminar los siete años de filosofía y teología, fui ordenado sacerdote el 1 de enero de 1975 para servir como misionero en la diócesis de Thiruvalla.

En 1978, mientras enseñaba en el seminario menor de San Tomas en Bathery, me convertí en un miembro activo del movimiento Carismático de Renovación, y empecé a dirigir retiros y conferencias carismáticas en Kerala.

El día de la Divina Misericordia, domingo 14 de abril de 1985, me dirigía al norte de Kerala, a una Iglesia de la misión, para celebrar Misa, y tuve un accidente fatal.  Yo iba en motocicleta, y fui embestido, de frente por un jeep de un hombre intoxicado (¿quizás borracho?), que volvía de un festival hindú.  Me llevaron a un hospital que quedaba a 35 millas.   En el camino, mi alma salio de mi cuerpo, y experimente la muerte.  Inmediatamente me encontré con mi ángel de la guarda.  Veía mi cuerpo, y la gente que me llevaba al hospital.  Los oía llorar, y rezar por mí.  En ese momento el ángel me dijo: ”voy a llevarte al cielo, el Señor quiere verte, y hablar contigo".  También me dijo que en el camino, me mostraría el infierno y el purgatorio.

Primero, el ángel me llevó al infierno.  Espantosa visión.   Vi a satanás, los demonios, un fuego infernal -de cerca de 2.000 grados Fahrenheit-, gusanos que se arrastraban, gente que gritaba y peleaba, otros eran torturados por demonios.  El ángel me dijo que todos estos sufrimientos se debían a pecados mortales cometidos, sin arrepentimiento.  Entonces, comprendí que había siete grados de sufrimiento, según el número y la clase de pecados mortales cometidos en la vida terrenal.  Las almas se veían feísimas, crueles y horribles.  Fue una experiencia espantosa.  Vi a gente que conocía, pero no puedo revelar la identidad.   Los pecados por los que fueron condenados, principalmente fueron por el aborto, la homosexualidad, la eutanasia, el odio, el rencor y el sacrilegio.  El ángel me dijo que si se hubieran arrepentido habrían evitado el infierno, y hubieran ido al purgatorio.  También entendí que algunas personas que se arrepienten de estos pecados, pueden ser purificados en la tierra a través del sufrimiento.  De esta manera pueden evitar el purgatorio, e ir derecho al cielo.

Después de la visita al infierno, mi ángel de la guarda me escolto al Purgatorio.  Allí también, había siete grados de sufrimiento, y el fuego que no se extingue.  Pero es mucho menos intenso que en el infierno, y no hay peleas ni luchas.  El principal sufrimiento de estas almas es su separación de Dios. Algunos de los que están en el Purgatorio cometieron pecados mortales; pero antes de morir, se reconciliaron con Dios. Aun cuando estas almas sufren, gozan de paz, y saben que un día podrán ver cara a cara a Dios.

Tuve una oportunidad de comunicarme con las almas del purgatorio.  Me pidieron que rezara por ellas,  y que también digiera a la gente que rezara, para que ellas pudieran pronto ir al cielo.   Cuando rezamos por estas almas, recibimos su agradecimiento por medio de sus oraciones,  y una vez que las almas entran al cielo sus oraciones llegan a ser todavía más meritorias.

Es difícil para mí, poder describir la belleza de mi ángel de la guarda.  Resplandece, y reluce.  Él es mi constante compañero, y me ayuda en todos mis ministerios, especialmente el ministerio de sanación. Experimento su presencia en todas partes a donde voy, y agradezco su protección en mi vida diaria.

Después, mi ángel me escoltó al cielo, pasando a través de un gran túnel, deslumbrantemente blanco.  Nunca en mi vida experimenté tanta paz y alegría.   Inmediatamente el cielo se abrió, y percibí la música más deliciosa, que nunca antes hubiera oído.  Los ángeles cantaban y alababan a Dios.  Vi a todos los santos, especialmente a la Santa Madre, a san José, y a muchos piadosos santos obispos y sacerdotes que brillaban como estrellas.  Y cuando aparecí ante el Señor, Jesús me dijo: "quiero que vuelvas al mundo.  En tu segunda vida serás un instrumento de paz y sanación para mi gente.  Caminarás en tierra extranjera, y hablarás una lengua extranjera.  Con Mi gracia, todo es posible para ti".  Después de estas palabras, la Santa Madre me dijo: ”haz lo que Él te diga.  Te ayudaré en tu ministerio”.

No hay palabras para poder expresar la belleza del cielo.  Encontramos tanta paz y felicidad, que excede millones de veces nuestra imaginación.  Nuestro Señor es mucho más indescriptible de lo que cualquier imagen puede transmitir.   Su cara es radiante y luminosa,  más esplendida que el amanecer de mil soles.  Las imágenes que vemos en el mundo son solo una sombra de su magnificencia.  La Santa Madre estaba al lado de Jesús; es tan linda y radiante.  Ninguna de las imágenes que vemos en este mundo pueden llegar a compararse con su real belleza.  El cielo es nuestro verdadero hogar, todos hemos sido creados para alcanzar el cielo, y gozar de Dios para siempre.  Entonces, volví con mi ángel al mundo.

Mientras mi cuerpo estaba en el hospital, el médico terminó todos los exámenes necesarios, y dictaminó que estaba muerto.  La causa de la muerte fue una hemorragia. Lo notificaron a mi familia, y como estaban muy lejos, el personal del hospital decidió llevar mi cuerpo muerto a la morgue.  Como el hospital no tenía aire acondicionado, sabían que el cuerpo se iba a descomponer rápidamente.  Mientras llevaban mi cuerpo muerto al depósito de cadáveres, mi alma volvió al cuerpo. Sentí un dolor atroz, tenía muchas heridas y huesos rotos.  Empecé a gritar, la gente se asustó, y gritando salió corriendo.  Una de las personas se acercó al médico, y le dijo: ”el cuerpo muerto está gritando".   El doctor vino a examinar mi cuerpo, y comprobó que estaba vivo.  Así que dijo: ”el padre está vivo, es un milagro, llévenlo de nuevo al hospital".

Ahora, de vuelta en el hospital, me hicieron una transfusión de sangre, y me llevaron a cirugía para reparar los huesos quebrados.  Trabajaron en mi mandíbula, costillas, pelvis, muñecas, y pierna derecha.  Después de dos meses, me dejaron salir del hospital, pero el médico traumatólogo dijo que nunca más podría caminar.   Entonces le contesté: ”el Señor que me devolvió la vida, y me envió de nuevo al mundo, me curará". Una vez en mi casa todos rezamos por un milagro. Sin embargo, después de un mes, cuando me sacaron el yeso, todavía no podía moverme. Pero un día, mientras rezaba, sentí un dolor espantoso en la pelvis.  Después de un ratito, desapareció todo dolor, y oí una voz:  "Estás curado.  Levántate y camina”.    Sentí paz, y el poder sanador en mi cuerpo.  Inmediatamente me levanté y caminé.  Alabé, y le di gracias a Dios por el milagro.

Comuniqué mi curación al doctor, y quedó asombrado.   Me dijo: "Tu Dios es el Dios verdadero.  Debo seguir a tu Dios”.  El médico era hindú, y me pidió que le enseñara sobre nuestra Religión.   Después de estudiar la fe, lo bauticé y se hizo Católico.

El 10 de noviembre de 1986, siguiendo el mensaje de mi ángel de la guarda, llegué a los Estados Unidos como sacerdote misionero.  Primero, desde 1987 a 1989, trabajé en la diócesis de Boise, Idaho, y después, desde 1989 a 1992, como director del Ministerio de los Presos, en la diócesis de Orlando, Florida.

En 1992,  fui a la diócesis de san  Agustín, en donde, por dos años, me   asignaron a la parroquia de san Mateo en Jacksonville.    Más tarde, desde 1994 a 1999, me nombraron vicario parroquial de la Iglesia de la Asunción.   En 1997 quedé incardinado, como miembro permanente de la diócesis.    Desde junio de 1999, he sido pastor de Santa María Madre de la Misericordia, Iglesia católica en Macclenny, Florida.  También soy capellán católico de la prisión del estado de Florida, en Starke, Union Correctional Institution, en Raiford, y del hospital Northeast Florida State, del estado de Florida en Macclenny.  También soy  director espiritual diocesano de la legión de Maria.

El primer sábado de cada mes, en mi parroquia, Santa Maria Madre de la Misericordia, dirijo un ministerio Eucarístico y sanador carismático.  La gente viene de toda la diócesis, de muchas partes de Florida, hasta de fuera del estado. Me han invitado a dirigir el ministerio sanador en otras ciudades importantes de los Estados Unidos: New York, Philadelphia, Washington, San José, Dallas, Chicago, Birmingham, Denver, Boise, Idaho Falls,  Miami, Ft. Lauderdale, Poolsville; y en muchos otros países: Irlanda, España, República Checa, La India, Francia, Portugal, Yugoslavia, Italia, Canadá, México, Islas Cayman, Islas Hawaianas.

Por medio de este ministerio Eucarístico-sanador, he visto a mucha gente curarse física, espiritual, mental y emocionalmente.  Gente con diferentes enfermedades: cáncer, sida, artritis, problemas del corazón, de la vista, enfisema, asma, dolores de espalda, sordera, y muchos otros han quedado totalmente curados.  Además, varias veces durante el año conduzco un especial servicio curativo para sanar el árbol genealógico de la familia. En muchos casos necesitamos sanación generacional.  

Durante el ministerio de sanación, mucha gente, ante el Santísimo Sacramento, descansa en el Espíritu, y algunos experimentan una renovación en el alma, y la curación del cuerpo.

P. José Maniyangat

lunes, 22 de abril de 2024

Alicia Abresch: «Me eduqué a la vez como musulmana e hindú, me ofrecí a ayudar en catequesis, pedí una señal, soñé con la Virgen María y me he bautizado católica»

 


* «Esa noche soñé con mi propia madre, con quien rara vez sueño, y a su lado estaba María, la Madre de Dios. Y mi madre me dijo: ‘Alicia, te veo y te amo, vas por el camino correcto, aquí es donde tú perteneces’. Ésa fue mi señal y me desperté sollozando y abrumada de alegría y de amor»

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martes, 2 de enero de 2024

Brandon Vaidyanathan era hindú, se hizo ateo, se apuntó a un retiro sólo para fastidiar a su ex novia y «vi que Dios era un padre que me amaba incondicionalmente»

 


 «Sentí como si hubiera muerto en ese retiro y hubiera vuelto a nacer otra persona. Hablando con la chica, me dijo que yo ya no era la misma persona y que si volvíamos a estar juntos. Desde que pasó lo de la chica hasta que me bauticé pasaron nueve meses. Todo había cambiado muy rápido. La relación con la chica, con mi familia. Vi que todos eran importantes para Él, y cambió mi forma de verlos. No les dije a mis padres que me había bautizado hasta pasado un año» 

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domingo, 11 de junio de 2023

Rajesh Mohur era hindú y fue contratado para cuidar al Beato Acutis cuando era niño: «Carlo me cautivó con su fe, caridad y pureza. Yo y mi mamá nos bautizamos católicos»


 * «Carlo Acutis me dijo que sería más feliz si me acercaba a Jesús. Siempre hablaba de la Eucaristía, de Jesús, de cómo sufrió por nosotros… sacrificó su vida por nosotros. Carlo me dijo que… dondequiera que vayas, puedes encontrar a Jesús presente en Carne, Alma y Sangre en el sagrario. Él sabía el Catecismo de la Iglesia Católica casi de memoria y me lo explicó tan brillantemente que logró emocionarme sobre la importancia de los sacramentos. Entonces, despacio, despacio… me explicaba la importancia del Bautismo y tantas otras cosas también. Todas esas experiencias cambiaron mi vida. Y pude ver al Dios vivo. Cuando vi los actos de Carlo, ya sabes, de un niño tan pequeño, me convertí»

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