* «Sabía que yo no estaba viviendo mi sacerdocio como tenía que vivirlo. ¡Imagínate! ¡Ni vestía de sacerdote! Incluso, a veces, me había hecho unas mechas en el pelo, otra vez me hice incluso un tatuaje. A veces llegaba tarde a Misa. Nunca me sentaba a confesar. No sé, era hacer de todo menos lo que ser propiamente un sacerdote. Y así aproximadamente durante ocho o nueve años. Conocí a una persona y le dije: “Te tienes que confesar”. Había llevado una vida bastante difícil y bastante ambigua en muchos sentidos. Se confesó. Eso había sido casi al principio de mi ministerio sacerdotal. Cuando yo llevaba ya en la parroquia cinco o seis años, entonces él apareció y me dijo: “¿Te acuerdas de aquella confesión? Pues vengo a devolverte el favor. No te veo bien, lo siento, pero no veo que estés viviendo el sacerdocio como tienes que vivirlo. Roque, algo te pasa. Vas mal, por donde vas, vas muy mal. La gente ya se ha dado cuenta por donde vas, vas mal”… De repente, caí de rodillas, me confesé, creo que hice una buena confesión. Y ahí pues ¡imagínate!, realmente fue lo de “sueña y te quedarás corto”. Toda mi vida comenzó a cambiar radicalmente»
Camino Católico.- Roque Jiménez comenzó a acercarse a la Iglesia en su adolescencia, cuando un nuevo párroco llegó al pueblo. Descubrió su vocación sacerdotal y entró al seminario, pero recibió algunos malos ejemplos que le hicieron daño. Llevaba una vida muy mediocre, lejos de lo que debe ser realmente un sacerdote.
No hay comentarios:
Publicar un comentario