* «Mi vida ha cambiado. Ahora, intento no dejarme ahogar ni por mis sentimientos, ni por los demás, ni por la cólera, ni por los acontecimientos imprevistos, porque suceden sin cesar, la vida está llena de imprevistos… Intento aceptar con confianza. ¡No es fácil! Es un camino que dura toda la vida. Pero, con el Señor, aprendo todos los días. Eso me ayuda a purificarme, a purificar lo que aún queda por purificar. Me ayuda a decir sí cada día: no porque dijeras que sí una vez hace 27 años está todo ganado. Es algo de todos los días: Sí, Señor, quiero seguirte, quiero amarte y hacer tu voluntad. Y gracias, Señor, sobre todo porque te rebajaste para venir a mí, que pensaba no ser amada, que me creía indigna de amor, y por acompañarme hasta allí donde yo estaba. ¡Amén!»