* «Los valores cristianos como la dignidad inviolable de todo ser humano o la vida entendida como entrega a Dios y al prójimo estarán en lucha permanente con otros valores del mundo, lo cual generará graves conflictos a nivel familiar y social (‘os echarán mano, os perseguirán ... hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos ... os odiarán por mi causa’)»
Domingo XXXIII del tiempo ordinario - C
Malaquías 3, 19-20a / Salmo 97 / 2 Tesalonicenses 3, 7-12 / San Lucas 21, 5-19
P. José María Prats / Camino Católico.- Estamos terminando el año litúrgico y las lecturas de hoy nos hablan del fin del mundo y del juicio final. El evangelio nos presenta el discurso escatológico de Jesús, un texto complejo y difícil, escrito con lenguaje apocalíptico, donde se mezclan muchas cosas.
Jesús empieza anunciando la destrucción del Templo de Jerusalén que acaeció en el año 70 y, en cambio, sus discípulos parecen preguntarle más bien por el fin del mundo y las señales que lo acompañarán. Y es que los judíos de aquella época creían que destrucción del Templo, catástrofe universal y Reino del Mesías iban a ser hechos conexos y simultáneos.
Jesús responde a las inquietudes de sus oyentes profetizando sobre lo que iba a ser la vida de sus discípulos a lo largo de la historia, hasta el fin del mundo. Como no puede ser de otra manera, esta profecía está tejida a partir de las vicisitudes concretas que estaban viviendo las comunidades cristianas cuando se escribió el evangelio de San Lucas: conflictos con las sinagogas y con los familiares no convertidos al cristianismo, persecución, comparecencia ante los gobernadores para ser juzgados, proliferación de falsos profetas... Pero la esencia de la profecía puede aplicarse a los cristianos de todos los tiempos y podríamos sintetizarla en estos puntos:
La vida de los cristianos se desarrollará dentro de un marco histórico muy duro marcado por conflictos políticos y sociales (guerras, revoluciones...) y por desastres naturales (terremotos, epidemias, hambre...).
La fe que sostiene la vida cristiana se verá continuamente amenazada por la seducción de otras comprensiones del hombre y del mundo («muchos vendrán usurpando mi nombre ... no vayáis tras ellos»). Los humanismos ateos, la ideología de género o la Nueva Era son ejemplos actuales de estas seducciones.
Los valores cristianos como la dignidad inviolable de todo ser humano o la vida entendida como entrega a Dios y al prójimo estarán en lucha permanente con otros valores del mundo, lo cual generará graves conflictos a nivel familiar y social («os echarán mano, os perseguirán ... hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos ... os odiarán por mi causa»).
Los cristianos podrán superar todas estas amenazas y dificultades humanamente insalvables gracias a la asistencia del Espíritu Santo, el Paráclito, el Defensor, que les dará «palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario».
La comunidad de los discípulos de Jesús se nos presenta, pues, como un frágil barquito que navega en un mar embravecido, amenazado por olas gigantes: guerras, hambre, enfermedades, desastres naturales, incomprensión, persecuciones, conflictos familiares, seducciones, engaños... Pero este barquito que sube y baja zarandeado por las olas, está todo él envuelto, como en una burbuja, por el poder del Espíritu Santo con el que el Padre lo defiende y sostiene en todo momento para que llegue a buen puerto. Para garantizar esta asistencia del Espíritu Santo, los cristianos deberán perseverar en la fe hasta el final, con la convicción inquebrantable de que «ni un cabello de sus cabezas perecerá» y que cuando sea destruido su cuerpo, templo del Espíritu Santo, será reconstruido en plenitud y para siempre.
P. José María Prats
Evangelio:
En aquel tiempo, como dijeran algunos, acerca del Templo, que estaba adornado de bellas piedras y ofrendas votivas, Él dijo:
«Esto que veis, llegarán días en que no quedará piedra sobre piedra que no sea derruida».
Le preguntaron:
«Maestro, ¿cuándo sucederá eso? Y ¿cuál será la señal de que todas estas cosas están para ocurrir?».
Él dijo:
«Mirad, no os dejéis engañar. Porque vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo: ‘Yo soy’ y ‘el tiempo está cerca’. No les sigáis. Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os aterréis; porque es necesario que sucedan primero estas cosas, pero el fin no es inmediato».
Entonces les dijo:
«Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos, peste y hambre en diversos lugares, habrá cosas espantosas, y grandes señales del cielo. Pero, antes de todo esto, os echarán mano y os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y cárceles y llevándoos ante reyes y gobernadores por mi nombre; esto os sucederá para que deis testimonio. Proponed, pues, en vuestro corazón no preparar la defensa, porque yo os daré una elocuencia y una sabiduría a la que no podrán resistir ni contradecir todos vuestros adversarios. Seréis entregados por padres, hermanos, parientes y amigos, y matarán a algunos de vosotros, y seréis odiados de todos por causa de mi nombre. Pero no perecerá ni un cabello de vuestra cabeza. Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas».
San Lucas 21, 5-19














