7 de noviembre de 2024.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Luminosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy jueves, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.
jueves, 7 de noviembre de 2024
Palabra de Vida 7/11/2024: «Habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta» / Por P. Jesús Higueras
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 7 de noviembre de 2024, jueves de la 31ª semana del Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Lucas 15, 1-10:
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«¿Quién de vosotros que tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja las noventa y nueve en el desierto y va tras la descarriada, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, se la carga sobre los hombros, muy contento; y, al llegar a casa, reúne a los amigos y a los vecinos, y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la oveja que se me había perdido”.
Os digo que así también habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.
O ¿qué mujer que tiene diez monedas, si se le pierde una, no enciende una lámpara y barre la casa y busca con cuidado, hasta que la encuentra? Y, cuando la encuentra, reúne a las amigas y a las vecinas y les dice:
“¡Alegraos conmigo!, he encontrado la moneda que se me había perdido”.
Os digo que la misma alegría tendrán los ángeles de Dios por un solo pecador que se convierta».
Adoración Eucarística con el P. José Aurelio Martín en la Basílica de la Concepción de Madrid, 7-11-2024
7 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín Jiménez, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.
miércoles, 6 de noviembre de 2024
Papa Francisco en la Audiencia, 6-11-2024: «El Espíritu Santo nos enseña a interceder por los hermanos y esta oración agrada a Dios; al rezar por los demás y los demás por nosotros, la oración se multiplica»
* «El Espíritu Santo viene, sí, en auxilio de nuestra debilidad, pero hace algo aún más importante: nos confirma que somos hijos de Dios y pone en nuestros labios el grito: ‘¡Padre!’ (Rm 8,15; Gal 4,6). Nosotros no podemos decir “Padre, Abba” sin la fuerza del Espíritu Santo. La oración cristiana no es el ser humano que, a un lado del teléfono, habla con Dios que está al otro lado, no, ¡es Dios que reza en nosotros! Rezamos a Dios a través de Dios. Rezar es ponernos dentro de Dios y que Dios entre en nosotros. Recen con el corazón y no con los labios»
Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa ha hecho en nuestro idioma
* «He querido saludar a la Virgen de los Desamparados, la Virgen que cuida de los pobres, la patrona de Valencia, que sufre tanto, y también otros lugares de España, pero sobre todo Valencia, que está bajo el agua y sufre. Hoy, de manera especial, rezamos por Valencia y por otras zonas de España que están sufriendo a causa del agua. Y oramos por la paz. No olvidemos a la martirizada Ucrania, que tanto sufre; No olvidemos a Gaza e Israel. El otro día, 153 civiles que caminaban por la calle fueron ametrallados. Es muy triste. No olvidemos a Myanmar»
6 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) Durante la Audiencia General de este miércoles 6 de noviembre, el Papa Francisco continuó el ciclo de catequesis sobre el Espíritu Santo, destacando el aspecto santificador del Espíritu a través de la oración. El Pontífice subrayó que el Espíritu Santo es a la vez “sujeto y objeto” de la oración cristiana, indicando que es Aquel que reza en nosotros y Aquel que es recibido a través de la oración y ha subrayado la importancia de la oración de intercesión:
“El Espíritu Santo intercede por nosotros, y también nos enseña a interceder, a nuestra vez, por nuestros hermanos y hermanas; nos enseña la oración de intercesión: rezar por esta persona, rezar por aquel enfermo, por el que está en la cárcel, rezar...; rezar también por la suegra, y rezar siempre, siempre. Esta oración es especialmente agradable a Dios, porque es la más gratuita y desinteresada. Cuando cada uno reza por todos los demás, sucede – lo decía san Ambrosio – que todos los demás rezan por cada uno y la oración se multiplica”.
Las víctimas de la Dana en Valencia siguen inquietando el corazón del Papa, quien hoy, antes de dar inicio a su Audiencia General, ha pedido oración por los damnificados españoles que han perdido todo tras las fuertes inundaciones que han azotado varias zonas del país. Francisco ha depositado una flor ante la imagen de la «Virgen de los Desamparados», patrona de Valencia. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:
PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles, 6 de noviembre de 2024
Palabras pronunciadas espontáneamente antes del inicio de la audiencia general:
Video de la transmisión en directo realizada por Vatican News con las palabras del Papa en que pide oración por los afectados de la DANA
He querido saludar a la Virgen de los Desamparados, la Virgen que cuida de los pobres, la patrona de Valencia, que sufre tanto, y también otros lugares de España, pero sobre todo Valencia, que está bajo el agua y sufre. He querido que esté aquí la patrona de Valencia, esta pequeña imagen que me regalaron los propios valencianos. Hoy, de manera especial, rezamos por Valencia y por otras zonas de España que están sufriendo a causa del agua.
Catequesis. El Espíritu y la Esposa. El Espíritu Santo guía al Pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza
12. «El Espíritu intercede por nosotros». El Espíritu Santo y la oración cristiana
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La acción santificadora del Espíritu Santo, además de en la Palabra de Dios y en los Sacramentos, se expresa en la oración, y es a ella a la que queremos dedicar la reflexión de hoy: la oración. El Espíritu Santo es, al mismo tiempo, sujeto y objeto de la oración cristiana. Es decir, Él es el que dona la oración y Él es el que se nos dona mediante la oración. Nosotros oramos para recibir al Espíritu Santo, y recibimos al Espíritu Santo para poder orar verdaderamente, es decir, como hijos de Dios, no como esclavos.
Pensemos un poco en esto: rezar como hijos de Dios, no como esclavos. Hay que rezar siempre con libertad. «Hoy debo rezar esto, esto, esto, porque he prometido esto, esto, esto... ¡De lo contrario iré al infierno!». No, esto no es rezar. La oración es libre. Se reza cuando el Espíritu ayuda a rezar. Se ora cuando se siente en el corazón la necesidad de orar; y cuando no se siente nada, hay que detenerse y preguntarse: ¿por qué no siento el deseo de orar? ¿Qué está pasando en mi vida? La espontaneidad en la oración es siempre lo que más nos ayuda. Esto es lo que significa rezar como hijos, no como esclavos.
En primer lugar, debemos rezar para recibir el Espíritu Santo. A este respecto, hay unas palabras muy precisas de Jesús en el Evangelio: «Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre del Cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!» (Lc 11,13). Todos nosotros sabemos darles cosas buenas a los pequeños, ya sean hijos, nietos, sobrinos o amigos. Los pequeños siempre reciben cosas buenas de nosotros. ¿Y cómo no nos va a dar el Padre el Espíritu? Esto nos anima y podemos seguir adelante.
En el Nuevo Testamento, vemos que el Espíritu Santo desciende siempre durante la oración. Desciende sobre Jesús tras el bautismo en el Jordán, mientras «estaba en oración» (Lc 3,21); y desciende sobre los discípulos en Pentecostés, mientras «todos ellos perseveraban juntos en la oración» (Hechos 1,14).
Es el único «poder» que tenemos sobre el Espíritu de Dios. El «poder» de la oración: Él no resiste a la oración. Rezamos y llega. En el monte Carmelo, los falsos profetas de Baal - recuerden ese paso de la Biblia - se agitaban para invocar fuego del cielo sobre su sacrificio, pero no ocurrió nada, porque eran idólatras, adoraban a un dios que no existe; Elías se puso a orar y el fuego descendió y consumió el holocausto (cfr. 1 Re 18,20-38). La Iglesia sigue fielmente este ejemplo: siempre tiene en los labios la invocación «¡Ven! ¡Ven!» cuando se dirige al Espíritu Santo. Y lo hace sobre todo en la Misa, para que descienda como rocío y santifique el pan y el vino para el sacrificio eucarístico.
Pero también existe el otro aspecto, que es el más importante y alentador para nosotros: el Espíritu Santo es el que nos dona la verdadera oración. San Pablo dice: «El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables; y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios.» (Rm 8,26-27).
Es cierto, no sabemos rezar, no sabemos. Tenemos que aprender cada día. La razón de esta debilidad en nuestra oración se expresaba en el pasado en una sola palabra, utilizada de tres formas distintas: como adjetivo, como sustantivo y como adverbio. Es fácil de recordar, incluso para los que no saben latín, y merece la pena tenerla presente, porque ella sola encierra todo un tratado. Nosotros, los seres humanos, decía aquel dicho, “mali, mala, male petimus”, que significa: siendo malos (mali), pedimos cosas equivocadas (mala) y de la manera equivocada (male). Jesús dice: «Busquen primero el Reino y la Justicia de Dios, y se les darán también todas esas cosas por añadidura» (Mt 6,33); en cambio, nosotros buscamos en primer lugar “las añadiduras”, es decir, nuestros intereses - ¡muchas veces! - y nos olvidamos totalmente de pedir el Reino de Dios. Pidamos al Señor el Reino, y todo vendrá con él.
El Espíritu Santo viene, sí, en auxilio de nuestra debilidad, pero hace algo aún más importante: nos confirma que somos hijos de Dios y pone en nuestros labios el grito: «¡Padre!» (Rm 8,15; Gal 4,6). Nosotros no podemos decir “Padre, Abba” sin la fuerza del Espíritu Santo. La oración cristiana no es el ser humano que, a un lado del teléfono, habla con Dios que está al otro lado, no, ¡es Dios que reza en nosotros! Rezamos a Dios a través de Dios. Rezar es ponernos dentro de Dios y que Dios entre en nosotros.
Es precisamente en la oración cuando el Espíritu Santo se revela como «Paráclito», es decir, abogado y defensor. No nos acusa ante el Padre, sino que nos defiende. Sí, nos defiende, nos convence del hecho de que somos pecadores (cfr. Jn 16,8), pero lo hace para hacernos experimentar la alegría de la misericordia del Padre, no para destruirnos con estériles sentimientos de culpa. Incluso cuando nuestro corazón nos reprocha algo, Él nos recuerda que «Dios es mayor que nuestro corazón» (1 Jn 3,20).
Dios es más grande que nuestro pecado. Todos somos pecadores... Pensemos: quizá algunos de ustedes -no lo sé- tienen mucho miedo por las cosas que han hecho, tienen miedo de ser reprendidos por Dios, tienen miedo de muchas cosas y no encuentran la paz. Pónganse en oración, invoquen al Espíritu Santo y Él les enseñará a pedir perdón. ¿Y saben qué? Dios no sabe mucha gramática y cuando pedimos perdón, ¡no nos deja terminar! «Perd...» y ahí, Él no nos deja terminar la palabra perdón. Él nos perdona primero, siempre está ahí para perdonarnos, antes de que terminemos la palabra perdón. Decimos «Perd...» y el Padre siempre nos perdona.
El Espíritu Santo intercede por nosotros, y también nos enseña a interceder, a nuestra vez, por nuestros hermanos y hermanas; nos enseña la oración de intercesión: rezar por esta persona, rezar por aquel enfermo, por el que está en la cárcel, rezar...; rezar también por la suegra, y rezar siempre, siempre. Esta oración es especialmente agradable a Dios, porque es la más gratuita y desinteresada. Cuando cada uno reza por todos los demás, sucede – lo decía san Ambrosio – que todos los demás rezan por cada uno y la oración se multiplica [1]. La oración es así. He aquí una tarea muy valiosa y necesaria en la Iglesia, especialmente en este tiempo de preparación al Jubileo: unirnos al Paráclito, cuya “intercesión a favor de todos nosotros es según Dios”.
Pero no recen como los loros, ¡por favor! No digan: «bla, bla, bla...». No. Digan «Señor», pero díganlo de corazón. «Ayúdame, Señor», «Te quiero, Señor». Y cuando recen el Padre Nuestro, recen «Padre, Tú eres mi Padre». Recen con el corazón y no con los labios, no sean como los loros.
Que el Espíritu nos ayude en la oración, ¡porque la necesitamos tanto! Gracias.
Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:
Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre el Espíritu Santo y la oración cristiana. El Espíritu de Dios es, al mismo tiempo, objeto y sujeto de la oración. Es objeto cuando rezamos para recibirlo; lo pedimos, lo invocamos —por ejemplo, la Iglesia lo implora en la Santa Misa, para que descienda y santifique el pan y el vino—. Y es sujeto cuando es Él mismo el que reza en nosotros, ayudándonos en nuestra debilidad, porque —como dice san Pablo— no sabemos orar como conviene.
De ese modo, el Espíritu Santo se revela en la oración como “Paráclito”, es decir, abogado y defensor, que intercede ante el Padre para que podamos gustar la alegría de su misericordia. Pero, además de interceder por nosotros, el Espíritu Santo nos enseña a interceder por los hermanos. Esta oración de intercesión agrada a Dios, porque es gratuita y desinteresada. Cuando rezamos por los demás y los demás rezan por nosotros, la oración se multiplica.
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. En este tiempo de preparación al Jubileo, pidamos al Espíritu Santo que interceda por nosotros, para que seamos peregrinos de esperanza dispuestos a seguir siempre a Jesús, que es camino, verdad y vida. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.
Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho:
Por último, mi pensamiento se dirige a los jóvenes, a los enfermos, a los ancianos y a los recién casados. Animo a todos a vivir su vida cotidiana con fidelidad al Evangelio, sostenidos por la fe y la esperanza.
Y oramos por la paz. No olvidemos a la martirizada Ucrania, que tanto sufre; No olvidemos a Gaza e Israel. El otro día, 153 civiles que caminaban por la calle fueron ametrallados. Es muy triste. No olvidemos a Myanmar. Y no nos olvidemos de Valencia o España. Por ello, como decía, hoy preside la Virgen de los Desamparados, que es la patrona de Valencia. Os invito a rezarle un Avemaría por Valencia.
Y rogamos al Señor para vivir siempre con esperanza. ¡Mi bendición para todos!
Francisco
[1] De Cain et Abel, I, 39.
Fotos: Vatican Media, 6-11-2024
Papa Francisco: «La esperanza es un don que Dios nos ofrece cada día y hay que acoger; Es esperar algo que ya se nos ha dado: la salvación en el amor eterno e infinito de Dios»
* «Dios nos es fiel, nuestra tarea es responder a esa fidelidad. Pero cuidado: no somos nosotros quienes generamos esta fidelidad, es un don de Dios que actúa en nosotros si nos dejamos modelar por su fuerza de amor, el Espíritu Santo que actúa como un soplo de inspiración en nuestros corazones. Nos corresponde, pues, invocar este don: ‘¡Señor, concédeme serte fiel en la esperanza!’»
Camino Católico.- Publicamos el texto íntegro, -avanzado por Vatican News- del prefacio de Francisco al libro "La esperanza es una luz en la noche", una antología de meditaciones del Pontífice publicada por LEV sobre la "humilde virtud" en vista del Año Santo: "Entrenémonos a reconocer la esperanza, nos asombraremos de cuánto bien existe en el mundo". Así lo explica el Santo Padre:
Portada del libro del Papa Francisco "La esperanza es una luz en la noche"
El Jubileo de 2025, Año Santo que he querido dedicar al tema "Peregrinos de la esperanza", es una ocasión propicia para reflexionar sobre esta virtud cristiana fundamental y decisiva. Sobre todo en tiempos como los que estamos viviendo, en los que la tercera guerra mundial en pedazos que se desarrolla ante nuestros ojos puede llevarnos a asumir actitudes de sombrío desaliento y de mal disimulado cinismo.
La esperanza, en cambio, es un don y una tarea para todo cristiano. Es un don porque es Dios quien nos la ofrece. Esperar, en efecto, no es un mero acto de optimismo, como cuando a veces esperamos aprobar un examen en la universidad ("Esperemos que lo consigamos") o esperamos que haga buen tiempo para salir de viaje un domingo de primavera ("Esperemos que haga buen tiempo"). No, esperar es esperar algo que ya se nos ha dado: la salvación en el amor eterno e infinito de Dios. Ese amor, esa salvación que da sabor a nuestro vivir y que constituye el gozne sobre el que el mundo se mantiene en pie, a pesar de todas las maldades y nefandades causadas por nuestros pecados de hombres y mujeres. Esperar, pues, es acoger este don que Dios nos ofrece cada día. Esperar es saborear la maravilla de ser amados, buscados, deseados por un Dios que no se ha encerrado en sus cielos impenetrables, sino que se ha hecho carne y sangre, historia y días, para compartir nuestra suerte.
La esperanza es también una tarea que los cristianos tienen el deber de cultivar y poner en valor para el bien de todos sus hermanos y hermanas. La tarea consiste en permanecer fieles al don recibido, como acertadamente observó Madeleine Delbrêl, una mujer francesa del siglo XX, capaz de llevar el Evangelio a las periferias, tanto geográficas como existenciales, del París de mediados de siglo, marcado por la descristianización. Madeleine Delbrêl escribió: "La esperanza cristiana nos asigna como lugar esa estrecha línea de cresta, esa frontera donde nuestra vocación exige que optemos, cada día y cada hora, por ser fieles a la fidelidad de Dios para con nosotros". Dios nos es fiel, nuestra tarea es responder a esa fidelidad. Pero cuidado: no somos nosotros quienes generamos esta fidelidad, es un don de Dios que actúa en nosotros si nos dejamos modelar por su fuerza de amor, el Espíritu Santo que actúa como un soplo de inspiración en nuestros corazones. Nos corresponde, pues, invocar este don: "¡Señor, concédeme serte fiel en la esperanza!".
He dicho que esperar es un don de Dios y una tarea de los cristianos. Y vivir la esperanza requiere una "mística de los ojos abiertos", como la llamaba el gran teólogo Joseph-Baptist Metz: saber discernir, en todas partes, las pruebas de la esperanza, la irrupción de lo posible en lo imposible, la gracia allí donde parecería que el pecado ha erosionado toda confianza. Hace algún tiempo tuve la oportunidad de dialogar con dos testigos excepcionales de la esperanza, dos padres: uno israelí, Rami, y otro palestino, Bassam. Ambos han perdido a sus hijas en el conflicto que ensangrienta Tierra Santa desde hace ya demasiadas décadas. Pero sin embargo, en nombre de su dolor, del sufrimiento que sintieron por la muerte de sus dos pequeñas hijas -Smadar y Abir- se han convertido en amigos, más aún, en hermanos: viven el perdón y la reconciliación como un gesto concreto, profético y auténtico. Conocerlos me dio tanta, tanta esperanza. Su amistad y fraternidad me enseñaron que el odio, concretamente, puede no tener la última palabra. La reconciliación que experimentan como individuos, profecía de una reconciliación mayor y más amplia, es un signo invencible de esperanza. Y la esperanza nos abre a horizontes impensables.
Invito a cada lector de este texto a realizar un gesto sencillo pero concreto: por la noche, antes de acostarse, repasando los acontecimientos que ha vivido y los encuentros que ha tenido, vaya en busca de un signo de esperanza en el día que acaba de terminar. Una sonrisa de alguien de quien no se lo esperaban, un acto de gratuidad observado en la escuela, una amabilidad encontrada en el lugar de trabajo, un gesto de ayuda, aunque sea pequeño: la esperanza es, en efecto, una "virtud infantil", como escribió Charles Péguy. Y tenemos que volver a ser niños, con sus ojos asombrados sobre el mundo, para encontrarlo, conocerlo y apreciarlo. Entrenémonos a reconocer la esperanza. Entonces podremos maravillarnos de todo lo bueno que existe en el mundo. Y nuestro corazón se iluminará de esperanza. Entonces podremos ser faros de futuro para quienes nos rodean.
Ciudad del Vaticano, 2 de octubre de 2024
Francisco
Fotos: Vatican Media, 6-11-2024
Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Misa de hoy, miércoles, santos mártires del siglo XX en España, 6-11-2024
6 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 31ª semana del Tiempo Ordinario, santos mártires del siglo XX en España, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.
Santa Misa de hoy, miércoles, santos mártires del siglo XX en España, 6-11-2024
6 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 31ª semana del Tiempo Ordinario, santos mártires del siglo XX en España, presidida por el P. Jesús Luis Sacristán, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.
Misterios Gloriosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 6-11-2024
6 de noviembre de 2024.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy miércoles, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.
Palabra de Vida 6/11/2024: «Aquel que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío» / Por P. Jesús Higueras
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 6 de noviembre de 2024, miércoles de la 31ª semana del Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Lucas 14, 25-33:
En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo:
«Si alguno viene a mí y no pospone a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío.
Quien no carga con su cruz y viene en pos de mí, no puede ser discípulo mío.
Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? No sea que, sí echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, diciendo:
«Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar.»
¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil?
Y si no, cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir condiciones de paz.
Así pues, todo aquel de entre vosotros que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío».
Adoración Eucarística con el P. José Aurelio Martín en la Basílica de la Concepción de Madrid, 6-11-2024
6 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín Jiménez, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.