«Cuando sonrío ahora, es como si lo hiciera junto con Jesús, junto con Dios. Sigo en el camino. La “llama del Amor” está dentro de mí y procuro hacerle más espacio a Jesús. Conforme voy avanzando en mi camino, descubro que el Evangelio no es un libro que se lee desde una mirada externa, sino desde el interior, desde nuestras vidas, se adhiere a nuestras vidas. Lo que deseo es hacer el bien, alabar a Dios desde mi humildad, y cultivar la alegría de confiar en Él. Su ternura es inagotable. Le pido la fuerza para que nunca me aleje de Él. Espero poder mantener intacto este sentimiento de "nunca tener bastante", siempre tener sed y hambre de Dios, agua viva, fuente de vida. En la Pascua podré recibir el sacramento de la Confirmación. Dios sigue sembrando en mi alma, siento que todo se mueve de nuevo en mi corazón. Emociones muy fuertes me inundan, pero con la experiencia previa de mi bautismo, sé que puedo estar tranquila, estoy en camino, buscando sin parar el rostro de Dios»
«A partir de este encuentro con Jesús, mi vida cambió por completo, dio un giro radicalmente. Faltarían palabras en el mundo entero y en todos los idiomas para poder describir lo que significó para mí. Comprobé que la cárcel no fue un castigo, sino un regalo, que Dios me hizo para que me encontrara con él. Bendita prisión que me dio a Jesús. Hoy en día, después de cinco años de ese maravilloso encuentro, tengo que decir que sigo teniendo la inmensa suerte de contar con Jesús en mi vida. He entrado a pertenecer a la escuela de Cursillos de Cristiandad de Córdoba y quiero anunciar a otros muchos que sólo el Amor de Dios salva la vida»