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30 de marzo de 2024.- (Camino Católico) El Sábado Santo es el día de la espera. La Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su pasión y su muerte. En la meditación de este día, emitida por 13 TV, el obispo auxiliar de Madrid, Jesús Vidal, nos indica que se trata de un día muy particular, un día “único en la historia porque no hay otro igual”, pero nos revela que “Dios no da nunca nada por perdido, siempre hay esperanza”.
Como él mismo señala, el Señor está ausente, está muerto. “Son expresiones que intentan describir lo que se nos hace indescriptible” sostiene Jesús Vidal. También explica las peculiaridades litúrgicas de este día en el que no se recibe la Eucaristía, no se proclama la Palabra de Dios y en donde el templo queda desvestido. Todo es “espera” hasta la llegada de la “noche cuando, después de la solemne Vigilia Pascual, se inaugure el tiempo de Pascua”.
Sin embargo el obispo auxiliar de Madrid recuerda que Dios nunca deja de actuar incluso “cuando parece que está oculto o pensamos que es imposible que pueda estar en tal o cual situación”. Y ahí precisamente radica el sentido de la espera que culminará con la resurrección.
Por último, Jesús Vidal nos invita a mirar a la Madre con la misma esperanza que ella: “Descubrimos que en realidad es ella quien nos acompaña en la espera de la Resurrección”.
29 de marzo de 2024.- (Camino Católico)Es un diálogo con Jesús el que desarrolla, el Papa Francisco en su texto íntegro de las meditaciones del Vía Crucis del Viernes Santo en el Coliseo, una conversación cara a cara con Cristo, compuesta de reflexiones, interrogantes, introspecciones, confesiones e invocaciones. Una larga oración íntima que, en este Año de la Oración, preludio del Jubileo, deja hablar al corazón humano. En las catorce estaciones, los sufrimientos de Jesús camino del Gólgota, los encuentros a lo largo de la Vía Dolorosa, la mirada amorosa de María que bajo la Cruz se convierte en Madre de todos los hombres, las mujeres capaces de gestos tiernos y valientes en los momentos más dramáticos, el Cirineo dispuesto a ofrecer su ayuda al Nazareno condenado a muerte, José de Arimatea que ofrece ese sepulcro donde Dios vencerá a la muerte, provocan un examen de conciencia que luego se convierte en oración, con una invocación final que repite catorce veces el nombre de Jesús.
Video completo de la transmisión en directo de Vatican News de todo el Vía Crucis
De acuerdo a Vatican News, 20 mil personas se han congregado este Viernes Santo en el Coliseo Romano para participar en el Via Crucis. El Vaticano ha informado, en el momento de iniciar la oración, de la ausencia del Papa Francisco “para preservar su salud”. En un comunicado difundido por la Oficina de Prensa de la Santa Sede, se indica que “para preservar su salud de cara a la Vigilia de mañana y a la Santa Misa del Domingo de Resurrección, esta tarde el Santo Padre Francisco recorrerá el Via Crucis en el Coliseo desde Casa Santa Marta”. El Papa Francisco ha participado horas antes de la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro. A la par que se comunicaba la ausencia del Santo Padre en el Coliseo Romano, su silla fue retirada del lugar. El texto completo de las meditaciones escrito por el Papa Francisco es el siguiente:
* «Cualquier venganza sería incompatible con el amor que Cristo quiso testimoniar a los hombres con su pasión… La invitación que Jesús dirige al mundo desde lo alto de su cruz: ‘Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré’. ¡Parecería casi una ironía, una burla! Aquel que no tiene una piedra sobre la que apoyar su cabeza, aquel que ha sido rechazado por los suyos, condenado a muerte, aquel ‘ante quien uno se cubre el rostro para no ver’, se dirige a toda la humanidad, de todos los lugares y de todos los tiempos, y dice ‘¡Venid a mí todos y yo os aliviaré!’»
Video completo de la transmisión en directo de Vatican News con la homilía del Cardenal Raniero Cantalamessa ante el Papa traducida al español
* «Una vez resucitado, Jesús se aparece sólo a unos pocos discípulos, fuera del foco de atención. Con esto quería decirnos que después de haber sufrido no debemos esperar un triunfo externo, visible, como la gloria terrenal. El triunfo se da en lo invisible y es de orden infinitamente superior porque es eterno. Los mártires de ayer y de hoy son testigos de ello»
29 de marzo de 2024.- (Camino Católico) 29 de marzo de 2024.- (13 TV / Vatican News / Camino Católico) (Camino Católico) El Papa Francisco ha presidido la celebración de la Pasión del Señor esta tarde en la Basílica de San Pedro en el Vaticano. El Cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa pontificia, ha pronunciado la homilía, destacando que “la verdadera omnipotencia de Dios es la impotencia total del Calvario”. Al renunciar a la idea humana de omnipotencia, mantiene intacta la suya propia, que es la omnipotencia del amor. Tras la proclamación del pasaje evangélico de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan, el Cardenal Cantalamessa recordó en su homilía cómo Jesús “proclama su divino ‘YO SOY’”. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración de la Pasión del Señor.
Después de la oración universal, ha comenzado la Adoración a la Santa Cruz. El Papa Francisco ha sido el primero en contemplar la cruz con Cristo crucificado para adorarlo y darle un beso en la rodilla. A continuación, todos los presentes en la Basílica de San Pedro se han acercado para adorar la cruz de Cristo. Tras la Comunión con las hostias consagradas en la Misa de la Cena del Señor, el Jueves Santo, concluyó la celebración de la Pasión del Señor en la Basílica de San Pedro.
29 de marzo de 2024.- (Camino Católico).- Celebración de la Pasión del Señor, Viernes Santo, presidida por el P. Javier Martín, FM, emitida porMagníficat TV.
29 de marzo de 2022.- (Camino Católico).-Sermón de las Siete Palabras de Cristo en la Cruz predicado por el P. Santiago Martín el Viernes Santo de la Pasión del Señor, emitido por Magníficat TV.
* «Jesús clavado en la Cruz es «el más bello de los hombres» porque ha amado hasta el extremo, anteponiendo la voluntad del Padre y la salvación de los hombres a la preservación de su belleza física y de su vida. Es la belleza del que se ha negado a sí mismo por amor, para vivir en todos y dar vida a todos… y ‘el Señor lo bendice eternamente’»
29 de marzo de 2024.- (Camino Católico) El Viernes Santo es propiamente el día en el que comienza la celebración de la Pascua, el paso de la muerte a la nueva vida. Sin embargo en esta jornada no conviene centrarse solamente en el episodio de la muerte porque va unida a la victoria sobre ella y a la esperanza. Es precisamente lo que nos recuerda el obispo auxiliar de Madrid Jesús Vidal en su meditación de Viernes Santo, emitida por 13 TV. Asegura que “hoy la cruz nos muestra el camino de la libertad que no puede desligarse del amor” aunque hoy pueda resultarnos extraño en “una cultura que exalta la total autonomía de la libertad”.
La plenitud de la vida no está en guardarla y conservarla para uno mismo sino en entregarla por los que uno ama como hizo el mismo Cristo. Jesús Vidal nos invita a entregarnos por los demás, a cargar nuestras cruces y en reconocer en el que sufre el verdadero rostro de Cristo. La Iglesia debe caminar “con los ojos fijos en la Cruz, cerca de los que más sufren, las víctimas de todo tipo, los pobres y excluidos y los migrantes”.
El Viernes Santo es día de Via Crucis, de cargar pasos procesionales sobre los hombros o de contemplarlos por nuestras calles. El obispo auxiliar de Madrid nos invita a unirnos hoy a ese camino de Jesús respondiendo a sus palabras: “El que quiera seguirme que cargue con su cruz”.
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TVdel 29 de marzo de 2024, Viernes Santo de la Pasión del Señor, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Juan 18, 1-19, 42:
En aquel tiempo, Jesús pasó con sus discípulos al otro lado del torrente Cedrón, donde había un huerto, en el que entraron él y sus discípulos. Pero también Judas, el que le entregaba, conocía el sitio, porque Jesús se había reunido allí muchas veces con sus discípulos. Judas, pues, llega allí con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y fariseos, con linternas, antorchas y armas. Jesús, que sabía todo lo que le iba a suceder, se adelanta y les pregunta: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Díceles: «Yo soy». Judas, el que le entregaba, estaba también con ellos. Cuando les dijo: «Yo soy», retrocedieron y cayeron en tierra. Les preguntó de nuevo: «¿A quién buscáis?». Le contestaron: «A Jesús el Nazareno». Respondió Jesús: «Ya os he dicho que yo soy; así que si me buscáis a mí, dejad marchar a éstos». Así se cumpliría lo que había dicho: «De los que me has dado, no he perdido a ninguno». Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco. Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?».
Entonces la cohorte, el tribuno y los guardias de los judíos prendieron a Jesús, le ataron y le llevaron primero a casa de Anás, pues era suegro de Caifás, el Sumo Sacerdote de aquel año. Caifás era el que aconsejó a los judíos que convenía que muriera un solo hombre por el pueblo. Seguían a Jesús Simón Pedro y otro discípulo. Este discípulo era conocido del Sumo Sacerdote y entró con Jesús en el atrio del Sumo Sacerdote, mientras Pedro se quedaba fuera, junto a la puerta. Entonces salió el otro discípulo, el conocido del Sumo Sacerdote, habló a la portera e hizo pasar a Pedro. La muchacha portera dice a Pedro: «¿No eres tú también de los discípulos de ese hombre?». Dice él: «No lo soy». Los siervos y los guardias tenían unas brasas encendidas porque hacía frío, y se calentaban. También Pedro estaba con ellos calentándose. El Sumo Sacerdote interrogó a Jesús sobre sus discípulos y su doctrina. Jesús le respondió: «He hablado abiertamente ante todo el mundo; he enseñado siempre en la sinagoga y en el Templo, donde se reúnen todos los judíos, y no he hablado nada a ocultas. ¿Por qué me preguntas? Pregunta a los que me han oído lo que les he hablado; ellos saben lo que he dicho». Apenas dijo esto, uno de los guardias que allí estaba, dio una bofetada a Jesús, diciendo: «¿Así contestas al Sumo Sacerdote?». Jesús le respondió: «Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?». Anás entonces le envió atado al Sumo Sacerdote Caifás. Estaba allí Simón Pedro calentándose y le dijeron: «¿No eres tú también de sus discípulos?». El lo negó diciendo: «No lo soy». Uno de los siervos del Sumo Sacerdote, pariente de aquel a quien Pedro había cortado la oreja, le dice: «¿No te vi yo en el huerto con Él?». Pedro volvió a negar, y al instante cantó un gallo.
De la casa de Caifás llevan a Jesús al pretorio. Era de madrugada. Ellos no entraron en el pretorio para no contaminarse y poder así comer la Pascua. Salió entonces Pilato fuera donde ellos y dijo: «¿Qué acusación traéis contra este hombre?». Ellos le respondieron: «Si éste no fuera un malhechor, no te lo habríamos entregado». Pilato replicó: «Tomadle vosotros y juzgadle según vuestra Ley». Los judíos replicaron: «Nosotros no podemos dar muerte a nadie». Así se cumpliría lo que había dicho Jesús cuando indicó de qué muerte iba a morir. Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio y llamó a Jesús y le dijo: «¿Eres tú el Rey de los judíos?». Respondió Jesús: «¿Dices eso por tu cuenta, o es que otros te lo han dicho de mí?». Pilato respondió: «¿Es que yo soy judío? Tu pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?». Respondió Jesús: «Mi Reino no es de este mundo. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente habría combatido para que no fuese entregado a los judíos: pero mi Reino no es de aquí». Entonces Pilato le dijo: «¿Luego tú eres Rey?». Respondió Jesús: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz». Le dice Pilato: «¿Qué es la verdad?». Y, dicho esto, volvió a salir donde los judíos y les dijo: «Yo no encuentro ningún delito en Él. Pero es costumbre entre vosotros que os ponga en libertad a uno por la Pascua. ¿Queréis, pues, que os ponga en libertad al Rey de los judíos?». Ellos volvieron a gritar diciendo: «¡A ése, no; a Barrabás!». Barrabás era un salteador.
Pilato entonces tomó a Jesús y mandó azotarle. Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza y le vistieron un manto de púrpura; y, acercándose a Él, le decían: «Salve, Rey de los judíos». Y le daban bofetadas. Volvió a salir Pilato y les dijo: «Mirad, os lo traigo fuera para que sepáis que no encuentro ningún delito en Él». Salió entonces Jesús fuera llevando la corona de espinas y el manto de púrpura. Díceles Pilato: «Aquí tenéis al hombre». Cuando lo vieron los sumos sacerdotes y los guardias, gritaron: «¡Crucifícalo, crucifícalo!». Les dice Pilato: «Tomadlo vosotros y crucificadle, porque yo ningún delito encuentro en Él». Los judíos le replicaron: «Nosotros tenemos una Ley y según esa Ley debe morir, porque se tiene por Hijo de Dios». Cuando oyó Pilato estas palabras, se atemorizó aún más. Volvió a entrar en el pretorio y dijo a Jesús: «¿De dónde eres tú?». Pero Jesús no le dio respuesta. Dícele Pilato: «¿A mí no me hablas? ¿No sabes que tengo poder para soltarte y poder para crucificarte?». Respondió Jesús: «No tendrías contra mí ningún poder, si no se te hubiera dado de arriba; por eso, el que me ha entregado a ti tiene mayor pecado». Desde entonces Pilato trataba de librarle. Pero los judíos gritaron: «Si sueltas a ése, no eres amigo del César; todo el que se hace rey se enfrenta al César». Al oír Pilato estas palabras, hizo salir a Jesús y se sentó en el tribunal, en el lugar llamado Enlosado, en hebreo Gabbatá. Era el día de la Preparación de la Pascua, hacia la hora sexta. Dice Pilato a los judíos: «Aquí tenéis a vuestro Rey». Ellos gritaron: «¡Fuera, fuera! ¡Crucifícale!». Les dice Pilato: «¿A vuestro Rey voy a crucificar?». Replicaron los sumos sacerdotes: «No tenemos más rey que el César». Entonces se lo entregó para que fuera crucificado.
Tomaron, pues, a Jesús, y Él cargando con su cruz, salió hacia el lugar llamado Calvario, que en hebreo se llama Gólgota, y allí le crucificaron y con Él a otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio. Pilato redactó también una inscripción y la puso sobre la cruz. Lo escrito era: «Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Esta inscripción la leyeron muchos judíos, porque el lugar donde había sido crucificado Jesús estaba cerca de la ciudad; y estaba escrita en hebreo, latín y griego. Los sumos sacerdotes de los judíos dijeron a Pilato: «No escribas: ‘El Rey de los judíos’, sino: ‘Éste ha dicho: Yo soy Rey de los judíos’». Pilato respondió: «Lo que he escrito, lo he escrito». Los soldados, después que crucificaron a Jesús, tomaron sus vestidos, con los que hicieron cuatro lotes, un lote para cada soldado, y la túnica. La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos; sino echemos a suertes a ver a quién le toca». Para que se cumpliera la Escritura: «Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica». Y esto es lo que hicieron los soldados. Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dice: «Tengo sed». Había allí una vasija llena de vinagre. Sujetaron a una rama de hisopo una esponja empapada en vinagre y se la acercaron a la boca. Cuando tomó Jesús el vinagre, dijo: «Todo está cumplido». E inclinando la cabeza entregó el espíritu.
Los judíos, como era el día de la Preparación, para que no quedasen los cuerpos en la cruz el sábado —porque aquel sábado era muy solemne— rogaron a Pilato que les quebraran las piernas y los retiraran. Fueron, pues, los soldados y quebraron las piernas del primero y del otro crucificado con Él. Pero al llegar a Jesús, como lo vieron ya muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El que lo vio lo atestigua y su testimonio es válido, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis. Y todo esto sucedió para que se cumpliera la Escritura: «No se le quebrará hueso alguno». Y también otra Escritura dice: «Mirarán al que traspasaron».
Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, aunque en secreto por miedo a los judíos, pidió a Pilato autorización para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se lo concedió. Fueron, pues, y retiraron su cuerpo. Fue también Nicodemo —aquel que anteriormente había ido a verle de noche— con una mezcla de mirra y áloe de unas cien libras. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en vendas con los aromas, conforme a la costumbre judía de sepultar. En el lugar donde había sido crucificado había un huerto, y en el huerto un sepulcro nuevo, en el que nadie todavía había sido depositado. Allí, pues, porque era el día de la Preparación de los judíos y el sepulcro estaba cerca, pusieron a Jesús.
* «El lavatorio de pies. Es un gesto que llama la atención sobre la vocación de servicio. Pidamos al Señor que nos haga crecer, a todos, en la vocación de servicio»
Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican Newstraducido al español con las homilía del Papa
28 de marzo de 2024.- (Camino Católico) “Jesús perdona todo. Jesús perdona siempre. Sólo pide que le pidamos perdón”. Esta es la invitación del Papa Francisco en la breve homilía de la Misa “in Coena Domini” de este Jueves Santo, celebrada, como ya es tradición en la sede de un penitenciario romano. En la sección femenina de la cárcel de Rebibbia, bajo una gran carpa en el patio de la prisión, el Santo Padre presidió la misa de la Cena del Señor en presencia de unas 200 personas, entre las que se encontraban reclusas, ex reclusas, personal penitenciario y algunas familias. La cárcel de mujeres de Rebibia cuenta con 370 reclusas, y es uno de los dos centros más importantes del este de la capital italiana. En el vídeo deVatican News se visualiza y escucha toda la celebración.
El Papa llegó a la cárcel por la tarde y saludó a las mujeres de la asamblea, antes de colocarse junto al altar dispuesto para la ocasión. Tras leer el Evangelio de la Última Cena de Cristo, tomado del relato de San Juan, Francisco quiso llamar la atención sobre dos momentos particulares. En primer lugar, el lavatorio de los pies que Jesús hace a los discípulos antes de la última cena y luego, Francisco menciona como segundo “triste” episodio, la traición de Judas.
* «Un corazón dócil, liberado por el espíritu de las Bienaventuranzas, se inclina naturalmente a hacer compunción por los demás; en vez de enfadarse o escandalizarse por el mal que cometen los hermanos, llora por sus pecados. No se escandaliza. Se realiza entonces una especie de vuelco, donde la tendencia natural a ser indulgentes consigo mismo e inflexibles con los demás se invierte y, por gracia de Dios, uno se vuelve severo consigo mismo y misericordioso con los demás»
Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican Newstraducido al español con las homilía del Papa
* «La compunción no es el fruto de nuestro trabajo, sino que es una gracia y como tal ha de pedirse en la oración. El arrepentimiento es don de Dios, es fruto de la acción del Espíritu Santo… dedicarnos a una oración que no sea de compromiso y funcional, sino gratuita, serena y prolongada. Hermano, ¿cómo está tu oración? Volvamos a la adoración y volvamos a la oración del corazón. ¿Te has olvidado de adorar? Repitamos: Jesús, Hijo de Dios, ten piedad de mí, pecador. Sintamos la grandeza de Dios en nuestra bajeza de pecadores, para mirarnos dentro y dejarnos atravesar por su mirada. Redescubriremos la sabiduría de la Santa Madre Iglesia, que nos introduce siempre en la oración con la invocación del pobre que grita: Dios mío, ven en mi auxilio»
28 de marzo de 2024.- (Camino Católico) Este Jueves Santo, el Papa Francisco ha presidido a las 9.30 a.m. (hora de Roma), la Misa Crismal en la Basílica de San Pedro del Vaticano junto a 4000 de fieles, cardenales, obispos y 1500 sacerdotes que han renovado sus promesas hechas en el momento de la Sagrada Ordenación. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.
En el transcurso de la celebración, el Papa ha bendecido el Santo Crisma y los demás Óleos Sagrados, Óleo de los Catecúmenos y Óleo de los Enfermos, que se usarán a lo largo del año para impartir los sacramentos.
«La compunción es una punción en el corazón, un pinchazo que lo hiere, haciendo brotar lágrimas de arrepentimiento», ha dicho el Santo Padre en su homilía de más de 23 minutos y ha subrayado: “No es un sentimiento de culpa que nos tumba por tierra, no es el escrúpulo que paraliza, sino un aguijón benéfico que quema por dentro y cura, porque el corazón, cuando ve el propio mal y se reconoce pecador, se abre, acoge la acción del Espíritu Santo, agua viva que lo sacude haciendo correr las lágrimas sobre el rostro. Quien se quita la máscara y deja que Dios mire su corazón recibe el don de estas lágrimas, que son las aguas más santas después de las del Bautismo”.
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TVdel 28 de marzo de 2024, Jueves Santo, la Cena del Señor, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Juan 13, 1-15:
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo.
Estaban cenando, ya el diablo había suscitado en el corazón de Judas, hijo de Simón Iscariote, la intención de entregarlo; y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido.
Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:
– «Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?».
Jesús le replicó:
– «Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde».
Pedro le dice:
– «No me lavaras los pies jamás».
Jesús le contestó:
– «Si no te lavo, no tienes parte conmigo».
Simón Pedro le dice:
– «Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza».
Jesús le dice:
– «Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos».
Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: «No todos estáis limpios».
Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:
– «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis «el Maestro» y «el Señor», y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis».
28 de marzo de 2024.- (Camino Católico) Es Jueves Santo, con el que se da inicio al Triduo Pascual. Durante la tarde se rememora la Última Cena del Señor con sus discípulos. Durante la cena, lavó los pies a sus apóstoles como signo sacramental de que no ha venido a ser servido, sino a servir. Además, nos dejó su mayor regalo, la Eucaristía que conecta las diferentes generaciones a lo largo de los siglos: “Es como un hilo que va tejiendo las diferentes generaciones de hombre y mujeres de todos los tiempos, de todas las razas y naciones, para conducirnos a la comunión con el Padre”, ha precisado en su meditación de Jueves Santo, emitida por 13 TV, el obispo auxiliar de Madrid, Mons. Jesús Vidal.
Precisamente, Vidal invita a los fieles a fijarnos en las palabras que pronunció Jesús en aquella Última Cena, por las que instituyó el sacramento de su cuerpo y de su sangre que llamamos Eucaristía, palabra que significa Acción de Gracias: “Mientras cenaba con sus discípulos, Jesús tomó pan, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: ‘Tomad y comed todos de él, porque esto es mi cuerpo que será entregado por vosotros’. Después tomó el cáliz lleno de vino, pronunció la acción de gracias y dijo: ‘Tomad y bebed todos de él porque este es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva y eterna que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía’.
“Jesús toma un alimento pobre, sencillo, al alcance de todos. Jesús ha pasado la mayor parte de su vida trabajando con sus manos para ganarse el pan. Cuando en la misa, el sacerdote toma el pan, nos acordamos de todos los que trabajan la tierra y los que trabajan para que el alimento llegue a nuestras mesas. Y por tantos que no pueden tomar alimento, a lo mejor, ni siquiera algo tan sencillo como un trozo de pan”, ha explicado Mons. Jesús Vidal.
Una vez que al tomar pan lo consagra, es el que ingieren los sacerdotes, perdiendo su sentido original para ser instrumento de la presencia de Dios.
Luego, Jesús parte el pan y lo da a los discípulos para generar la comunión de los hijos, que participan todos del mismo pan: “Jesús, al partir el pan, se entrega a sí mismo. Y en la Eucaristía sucede algo sorprendente. Al partir el pan eucarístico, no recibimos un trozo. Recibimos todo. Porque en cada porción está todo el Cuerpo de Cristo. Cristo no nos da una parte, se nos da todo entero. Muchas veces nos sentimos partidos, fraccionados por las tensiones de la familia, del trabajo… parece que no llegamos a todo y nos rompemos. Dejemos que el Señor sea nuestra fuente de unidad. En él, nada se pierde. El pecador es perdonado, el cansado es sostenido, el triste y agobiado es consolado”, ha pedido el obispo auxiliar de Madrid.
Respecto al cáliz con la sangre de Cristo, se hace referencia a la sangre de los primogénitos en Egipto, a la sangre de los corderos con la que se señalaron las puertas de los hijos de Israel, a la sangre de los corderos que se derramaba sobre el altar y sobre el pueblo: “Es una referencia a la sangre de Abel, a la sangre derramada a lo largo de la historia por tanta violencia y tanta guerra. Jesucristo convierte esta sangre que hunde al hombre en la desesperación de la muerte, en sangre de la Nueva Alianza. Una alianza que ninguna otra sangre podrá romper, porque esta es la sangre de la obediencia del Hijo. Frente a tanta mentira de pecado, tanta violencia de muerte, Jesús, entregándose en la Cruz ha dicho sí a la vida de los hombres, para que todo el que mire a la Cruz y reciba esta sangre, pueda entrar en la comunión con Dios”, ha explicado Vidal en su meditación de este Jueves Santo.