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martes, 11 de febrero de 2025

Víctor Sono, atrapado en las adicciones, ha vivido en la calle, era carterista internacional, y fue encarcelado 30 años: «Dije: ‘Dios, te entrego mi vida y mi voluntad’; al Señor Jesús lo amo más cada día, es mi vida»


Víctor Sono Neira / Foto: Diego López Marina - ACI Prensa

* «Jesús está aquí, al lado mío, sentado conmigo. Él es mi amigo. Dios está presente, conversando con nosotros, hablándome a través de los hermanos. Recuerdo la última vez que fui a buscar al Señor de los Milagros, y escuché decir que ‘Jesús ha venido a buscar a quien está perdido, al enfermo del alma, de la mente y el corazón’. No ha venido por los sanos, ha venido por quien está enfermo por dentro, como yo. Porque la verdadera enfermedad no está fuera, está en lo profundo de mi ser y Él ha venido a sanarme… Dios hizo un milagro con mis hijos... Una de mis hijas es capitán de la policía. La otra es doctora»

Camino Católico.-   Víctor Sono Neira vivió años atrapado en las adicciones y la delincuencia como carterista internacional. En un giro radical, eligió vivir en las calles del Centro Histórico de Lima en busca de redención. Devoto del Señor de los Milagros, entregó a Jesús sus fragmentos rotos y hoy, a sus 72 años, es un testimonio vivo de su misericordia y perdón.

“¿Cómo es posible que un hombre tan malo, viejo y criminal como yo, que cometió tantos pecados, incluso llegó a quitarle la vida a otros, haya sido tan amado por Él? ¿Por qué a mí? ¿Quién soy yo?”, se pregunta Víctor en una entrevista con ACI Prensa.

“La misericordia de Dios la tengo que aceptar, aunque me cueste… Soy terco, peleo con Él como un hijo lo hace con su padre. Pero eso es lo que a Él le gusta: ver cómo, a pesar de todo, lo amo más cada día. Él es mi vida”, añade.

Nacido el 5 de octubre de 1952, en la Maternidad de Lima, Víctor vive hoy en la casa hogar Sembrando Esperanza del distrito de Villa María del Triunfo, un espacio que brinda atención integral a personas vulnerables, la mayoría en situación de abandono y con problemas de salud.

Al visitarlo y conversar con él para conocer su historia de primera mano, se pueden ver las cicatrices en su piel: huellas de las balas que lo atravesaron durante atracos a bancos o persecuciones policiales, y las marcas de accidentes y de los cuchillazos que recibió en sus brazos en enfrentamientos del pasado.

Conocerlo es sentir el peso de un pasado difícil, un relato que, aunque doloroso, forma parte de la experiencia que le permitió reencontrarse con Dios en su momento más sombrío. A pesar de haber tenido grandes riquezas gracias al robo, hoy no posee bienes materiales y vive confiado en la Providencia.

Víctor Sono Neira / Foto: Diego López Marina - ACI Prensa

Víctor es diabético, hipertenso y enfrenta problemas de depresión. Sin embargo, desde hace varios años no deja de asistir a Misa, recibir los sacramentos, leer la Biblia, recibir acompañamiento espiritual y buscar sanar sus heridas, entregándose completamente a la voluntad de Dios y a servir a sus hermanos y a quienes llegan a visitarlo para entablar una amistad sincera.

“Jesús está aquí, al lado mío, sentado conmigo. Él es mi amigo. Dios está presente, conversando con nosotros, hablándome a través de los hermanos. Recuerdo la última vez que fui a buscar al Señor de los Milagros, y escuché decir que ‘Jesús ha venido a buscar a quien está perdido, al enfermo del alma, de la mente y el corazón’. No ha venido por los sanos, ha venido por quien está enfermo por dentro, como yo. Porque la verdadera enfermedad no está fuera, está en lo profundo de mi ser y Él ha venido a sanarme”, asegura.

De una vida humilde en el Rímac al primer robo que cambió su vida  

Víctor quedó al cuidado de su abuelita tras ser abandonado por su madre, a quien nunca llegó a conocer. Esto le representa un vacío que le sigue doliendo en lo más profundo del alma. 

Creció en una casa pequeña y muy pobre en el distrito del Rímac de Lima, donde vivían él, algunos tíos y su abuelito. La hermana de su mamá había fallecido de cáncer en Barcelona, dejando tres hijos pequeños: Aurora, Amelia y Manuelito. A menudo, dormían ellos cuatro en una sola cama.

Vista aérea de la Plaza de Acho en el Rímac, la plaza de toros más grande de Lima, y a la vez la más antigua del país / Foto: Jan Schneckenhaus - Shutterstock

Según narra, estudió en el Colegio María Jesús, un colegio cristiano en esos tiempos. Cuando creció un poco más, lo matricularon en el Colegio Filomeno. En la Iglesia San Lázaro, se ofrecía desayuno, algo que era un verdadero alivio para Víctor. Cada mañana, tomaba el tranvía y acudía con regularidad. Un sacerdote les enseñaba a rezar a todos los niños del lugar, los llevaba al Catecismo y les brindaba formación.

“Todo en esa época giraba en torno al Señor de los Milagros, Santa Rosa de Lima. Iba a visitar a San Martín de Porres, a su iglesia que está en Caquetá, también a tomar desayuno. Ese era mi mundo”, relata.

Parroquia Santuario San Martín de Porres en Caquetá, Rímac / Foto: Parroquia Santuario San Martín de Porres

Víctor cuenta que no era muy bueno para los estudios. En aquellos años, su abuelita lavaba ropa para el ejército y él, a sus 9 años, la ayudaba. Como en cualquier barrio, había una tienda, y él recordaba la cantina de Don Manolo. En ese lugar, los carteristas solían ingerir licor.

“No había droga, pero sí alcohol. En la esquina de la casa había un hotel donde uno miraba a las prostitutas por la ventana. Todos los chiquitos se paraban en la noche a mirar. Y todo eso te llama. Veía en la cantina cómo sacaban las billeteras robadas y contaban el dinero. Y no eran asaltantes, eran carteristas”, relata.

La primera vez que robó ocurrió de manera casi automática, impulsado por lo que observaba a su alrededor. Tomaba el tranvía a diario y, viendo cómo otras personas robaban dinero de los bolsillos sin ser detectados, comenzó a imitarlos. “A la hora que salíamos del colegio a comprar frutas”, recordaba, “yo metía la mano en los bolsillos y sacaba dinero”. En una de esas ocasiones, logró conseguir cien soles, una cantidad que lo sorprendió. “Me volví loco”, dice. El impacto de lo que había hecho fue tan grande que casi instantáneamente sintió pánico, recuerda.

Con el paso del tiempo, Víctor comenzó a observar a las mujeres que llegaban a la cantina, pero también a sus tíos, quienes solían tomar los viernes después de cobrar. “Veía las ropas que tenían, me gustaban. Estaban bien vestidos, bien elegantes. Yo quería eso”, explica Víctor.

En ese punto, decidió dejar la escuela y comenzó a trabajar como lustrabotas en la Plaza de Armas de Lima. “Todo lo que juntaba se lo daba a mi abuelita, que lo guardaba sin gastarlo”, añade Víctor.

Plaza de Armas de Lima en la actualidad / Foto: Shutterstock

“Ahí conocí a otros chicos que lustraban zapatos, bien vestidos, y veía a las chicas con vestidos elegantes. Un día las vi abriendo carteras antiguas, lo hicieron tres veces. Fue entonces cuando decidí entrar en ese mundo”, asegura.

Víctor y su camino como carterista internacional y atracador de bancos

Un día, a los once años, robó a la esposa de un diplomático en la Plaza de Acho. Fue arrestado y llevado a la cuarta comisaría en el Rímac, según relata. En ese entonces, no existía el conocido centro penitenciario de menores “Maranguita”, por lo que fue recluido en el hogar infantil, donde permaneció casi tres años.


Plaza de Acho, en el Rímac / Foto: Milton Rodriguez - Shutterstock

“Con el tiempo, mi mente ya estaba más metida en el robo. Los chicos con los que andaba no eran cualquiera. Empecé a vestirme bien. Pero también empecé a ver cosas que nunca había visto, como que algunos de ellos le compraban casas para sus mamás”, cuenta.

Así fue como comenzó a viajar. El grupo de muchachos viajó a Cusco, Trujillo y otras provincias en busca de billeteras. Con el tiempo, la migración de carteristas los llevó más lejos. Algunos se dirigieron a Brasil, otros a Chile. Él terminó en Argentina en 1969, a los 15 años, donde ganaba mucho más que en Lima.

“Nunca había visto tantos dólares en mi vida. Pero nosotros teníamos un código de no robarle a los pobres, y si nos equivocábamos, lo devolvíamos”, afirma.    

Un día, una compañera le propuso ir a Italia. El pasaje en barco costaba 100 dólares y aceptó. Tras llegar, en dos o tres días, Víctor había conseguido suficiente dinero para comprarle una casa a su madre en Lima. Con tan sólo 15 años, aseguró que podía sacar una billetera con 3.000 o 4.000 dólares.  

Sin embargo, el problema llegó cuando viajó a México, donde se unió a  una banda llamada “Los Angelitos”, que se dedicaba al asalto de bancos y al robo de maletines en motocicleta. Durante uno de esos asaltos, Víctor fue herido de bala en el cuello.  “No todo era ganancia. También perdimos. Aquella vez yo estuve en la morgue, y al parecer estaba muerto, pero descubrieron que aún seguía con vida”, cuenta.

A lo largo de los años, robó en México, Italia, España, Alemania, Grecia y Malasia, donde pasó dos años preso. Para él y su grupo, viajar era fácil, pues sabían “cómo arreglar en la agencia de viajes o cómo pagarle al que sella el pasaporte en la ventanilla del aeropuerto”.

A pesar de su vida de robos, siempre llevaba consigo al Señor de los Milagros y varias estampitas de santos. En esa época, recuerda que asistía a Misa y luego salía a robar billeteras.

Víctor lleva hoy en su cuello un crucifijo y el Santo Rosario, que ha aprendido a rezar con el paso del tiempo / Foto: Diego López Marina - ACI Prensa

El comienzo de la caída de Víctor

Todo comenzó cuando regresó a Lima. En ese momento, ya estaba casado, pero no le prestaba mucha atención a su esposa Julia. Él se veía a sí mismo como “el papá del barrio” porque siempre trataba de ayudar a los necesitados. Había logrado construir su casa, pero en cuanto a su relación con Julia, pensaba muy poco. La indiferencia que le mostró a su esposa, que él mismo reconocía, fue lo que terminó afectando gravemente el vínculo.

En medio de los problemas personales, Víctor recuerda un episodio de su vida en el que participó en una balacera en el distrito de Surquillo, con el auto en marcha y la policía persiguiéndolo. “Mi carro chocó en un barranco y se hizo como un acordeón. Aparecí en la morgue de nuevo”, relata. “¿Cómo es posible que haya seguido vivo? Así habrá querido Dios que sea”. A raíz de ese incidente, estuvo paralítico por un tiempo.

El periodo de persecuciones, robos y balaceras continuó, pero todo empeoró cuando Julia lo dejó. “Ahí vino mi caída”, confiesa. Tras su separación, Víctor comenzó a consumir licor en exceso.

En 1986, cuando tenía 34 años, aceptó participar en un robo en banda en la empresa de productos farmacéuticos Química Suiza, un atraco que rápidamente se convirtió en un caso mediático. “El robo salió mal y me condenaron a 25 años y un día de prisión, aunque en realidad estuve 30 años en la cárcel”, comenta. En prisión, se volvió adicto a los fármacos y probó todo tipo de sustancias. “Fue horrible, pasé por diferentes cárceles del Perú”, explica.

Esos años en prisión fueron un periodo oscuro para él, lleno de drogas, ira, cólera e impotencia. “Me enteré que mi papá se ahorcó. Me sentía fatal, inundado de problemas”, recuerda con tristeza.

Un clamor de rescate a Dios

“No aguanté, ya no aguanté. Decía a Dios: ‘Señor, sácame, compadre. Y nunca más vuelvo acá, Papá. Pero sácame de aquí, viejo’”. Así fue como Víctor comenzó a clamar a Dios, buscando una salida de su vida de encierro, adicción y sufrimiento.

Lo trasladaron de un centro de confinamiento a un pabellón dentro de la prisión. Allí conoció a dos religiosas que se convirtieron en una mano amiga. “Prácticamente empecé a vivir en la capellanía. Fue una nueva etapa para mí. Era la década de los ochenta”, recuerda. Aunque este nuevo camino no estuvo exento de recaídas, donde volvió a consumir alcohol y drogas, algo dentro de él comenzaba a cambiar.

Después de evaluar su caso, las autoridades penitenciarias se dieron cuenta de que ya había cumplido más tiempo del que correspondía. Así fue como salió de prisión y las cosas empezaron a cambiar poco a poco. “En mi interior, ya no quería robar, ni drogarme. Pero la necesidad... Tú sabes, eso te lleva a hacer cosas. Pero ya no fue como antes. Mi mente ya había cambiado. Estaba más centrado en Dios. Ya era diferente, ya estaba más cerca del Señor de los Milagros”, reflexiona.

Tras ser excarcelado, decidió vivir en la calle, buscando la felicidad para los dos hijos que tuvo con Julia y que vivieran lejos de sus adicciones. “Quería que la mujer que los cuidaba sea feliz. Ella ya vivía con otra pareja. Y yo entonces rompí la dependencia familiar”, cuenta.

Víctor vivió durante varios años en las calles y comió de la basura. En algún momento, empezó a recibir alimento de las Madres Nazarenas Carmelitas Descalzas, que regentan la Iglesia de las Nazarenas, donde está la imagen del Señor de los Milagros. “Como todo el mundo se sentaba en la banca cercana al monasterio, un día dije voy a quedarme una noche. Eso se convirtió en mi vida. Luego también ingresé a un grupo de alcohólicos anónimos”, contó. Comenzó a vender caramelos en los buses y así aprendió a ganarse la vida.

Santuario y Monasterio de Las Nazarenas / Foto: Christian Vinces - Shutterstock

Fue en ese contexto cuando Tuto, su padrino del centro de rehabilitación, le planteó una pregunta que marcaría un antes y un después. “¿Quieres dejar esto, Víctor? ¿Quieres dejar de llorar?”. Luego, Tuto le dijo: “Si de verdad amas a Dios y confías en Él, debes poner tu confianza en Él, entregarle todo’”, recordó.

Víctor, en ese instante, dijo: “Dios, te entrego mi vida y mi voluntad”. Y Tuto continuó: “Entrégale todo. Pero para hacerlo, primero debes limpiar tu interior. Saca todo ese escombro que llevas dentro: el odio, la ira, el resentimiento, la manipulación, la mentira... Todos esos defectos. Porque tu enfermedad no está afuera, está dentro de ti. Y la enfermedad del alma es muy poderosa”.

Luego, Víctor aseguró en la entrevista: “Jesús ha venido por lo último del mundo, como yo”. “Cuando tú vives en la calle y vienen personas con comida, te dicen: ‘Señor, aquí mismo te doy dos comiditas. ¿Quieres comer?’. Ese es el amor del alma. Un amor puro que proviene de Dios y que nunca había experimentado”.

A medida que recibía amor y caridad en las calles, Víctor empezó a cambiar en su interior. “Yo le agradezco al suelo por haberme permitido dormir. Le agradezco a la lluvia por haberme bañado con amor y cariño. En la noche, sintiendo frío. Durmiendo así... con la lluvia, ahí sentado, todo empapadito, no importa”, expresando gratitud por los momentos difíciles. 

Además, confiesa: “Yo jamás voy a ser blanco como la nieve. Pero por lo menos, aprendí a detener todas esas inclinaciones al mal que toda la vida me llevaron a la locura”.

Víctor Sono en la capilla de Sembrando Esperanza / Foto: Diego López Marina

A lo largo de los años, Víctor nunca dejó de asistir a la Santa Misa en la Iglesia de las Nazarenas. “Escuchaba a diario las homilías y mensajes de los sacerdotes para crecer espiritualmente. Así fue día tras día y año tras año”, dice.

Una mañana, al despertar, se dio cuenta de que una hermana carmelita le había puesto al costado, mientras dormía, un hábito de la Hermandad del Señor de los Milagros. Así, Víctor también empezó a cargar al Cristo Moreno en el mes de octubre.   

Más tarde, uno de los capataces de la Hermandad del Señor de los Milagros lo invitó a servir. “Me llevó a un comedor para que atendiera a hermanitos, a los alcohólicos, a todos ellos. Empecé a servir a personas como yo. Aprendí a lavar los pies a mis hermanos”, relata.

Su llegada a la Casa de Todos y Sembrando Esperanza

En medio de la pandemia de COVID-19, un nuevo capítulo se abrió en su vida. La Plaza de Acho se convirtió en un refugio para personas indigentes, y allí se gestó la Casa de Todos. “Los mejores años de mi vida estaban por llegar. Empecé a ayudar con mucho amor a edificar ese lugar e inclusive fui la cara visible del proyecto”, recuerda Víctor, quien encontró en esa iniciativa no solo un lugar físico, sino también un propósito.

Víctor en la Casa de Todos, un programa social de la Beneficencia de Lima en alianza con la Municipalidad Metropolitana de Lima / Foto: Casa de Todos.

Sin embargo, tras la pandemia, Víctor regresó a las calles. Fue entonces cuando recibió una nueva oportunidad en el hogar Sembrando Esperanza. Este lugar, lleno de personas con discapacidad y ancianos, lo acogió con brazos abiertos, y Víctor comenzó a servir a los demás con dedicación. 

A través de Jenny, la directora del hogar, y de algunos sacerdotes, comenzó a profundizar en su fe. “En esta casa sólo basta con mirar los milagros para ver a Dios actuando. No pensé que iba a ver esta casa. Acá hay más personas que son milagros vivos, milagros reales. Esto no es un sueño, no es una mentira”, comparte con emoción.

Víctor y su profundo amor a Dios

En este hogar, Víctor experimentó una profunda sanación interior, abrazando los sacramentos y encontrando un nuevo sentido a su vida. Entre los milagros que Dios realizó en su vida, Víctor mencionó a sus hijos: “Dios hizo un milagro con mis hijos... Una de mis hijas es capitán de la policía. La otra es doctora”.  

Residentes de la casa hogar Sembrando Esperanza, en Villa María del Triunfo  / Foto: Cortesía de Sicar Perú

Sin embargo, aún hay un dolor profundo en su corazón: la ausencia de su madre. “Quiero conocer a mi madre. Ese es el único dolor que cargo ahora. Por eso este viejo anda con tanta ira, porque siento que me falta algo… A veces pienso que, si sigo en la calle, tal vez el Señor me haga el milagro de recogerme para poder verla allá arriba. Ese es mi anhelo”.

Víctor reconoce que su vida no ha sido fácil y que lleva consigo errores y faltas graves. Pero a pesar de todo, siente que Dios lo mantiene vivo por una razón que aún no entiende del todo. “Soy una persona como cualquiera, con errores, defectos, dificultades en mi vida. Pero no sé por qué Dios me mantiene vivo, no sé por qué a mí”, reflexiona.

Víctor, agradecido con Dios por el don de la vida / Foto: Diego López Marina

Hoy en día, Víctor se siente agradecido por lo que tiene y asegura que su misión es sencilla pero llena de significado. “Mi misión es simple: cuidar mi lavandería, cuidar a mis hermanos, mi ropita, tratarlos bien. Sentarme a la mesa y bromear con los demás, con los viejos. Ir al hospital con ellos, eso es mi vida”.

Y, como un hombre que ha conocido el dolor, el perderlo todo, pero también el valor de lo simple, hoy agradece el don de lo cotidiano: “El regalo más grande que me da Dios es a veces el simple hecho de tener mis 50 céntimos, los que me permiten comprar el periódico todos los días, aunque a veces no los tengo. Pero siempre hay alguien que aparece y me ayuda”.

“Al Señor Jesús le gusta ver cómo, a pesar de todo, lo amo más cada día. Él es mi vida”, concluyó Víctor, cuyo testimonio de redención sigue resonando en las vidas de personas que como él, combaten día a día las adicciones y los caminos errados, pero que están en camino a abrirse a la misericordia y el amor de Dios. 

Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Misa de hoy, martes, Nuestra Señora de Lourdes, 11-2-2025

11 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. José Blanco y lecturas de la Santa Misa de hoy, martes de la 5ª semana de Tiempo Ordinario, Nuestra Señora de Lourdes, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid. 

Santa Misa de hoy, martes, Nuestra Señora de Lourdes, 11-2-2025

11 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, martes de la 5ª semana de Tiempo Ordinario, Nuestra Señora de Lourdes, presidida por el P. José Blanco, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 11-2-2025

11 de febrero de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy martes, Fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 11/2/2025: «Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 11 de febrero de 2025, martes de la 5ª semana de Tiempo Ordinario, Nuestra Señora de Lourdes, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Marcos 7, 1-13:

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén; y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones, de lavar vasos, jarras y ollas).

Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?».

Él les contestó:

«Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito:

«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos.»

Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres».

Y añadió:

«Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición. Moisés dijo: «Honra a tu padre y a tu madre» y «el que maldiga a su padre o a su madre es reo de muerte». Pero vosotros decís: “Si uno le dice a su padre o a la madre: los bienes con que podría ayudarte son ‘corbán’, es decir, ofrenda sagrada”, ya no le permitís hacer nada por su padre o por su madre, invalidando la palabra de Dios con esa tradición que os trasmitís; y hacéis otras muchas cosas semejantes».

Adoración Eucarística con el P. José Aurelio Martín en la Basílica de la Concepción de Madrid, 11-2-2025

11 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Virgen de Lourdes, Madre de Dios, salud de los enfermos, ruega por nosotros / Por P. Carlos García Malo

 


lunes, 10 de febrero de 2025

Finita Márquez: «Aborté y al abrir la puerta a este espíritu de muerte vinieron muchos más; orando la Virgen me dijo: 'No sufras, que tu hijo lo tendré entre mis brazos hasta que te reúnas con él; reza el Rosario'»

"Le dije a Dios: 'Yo sé que tú me has perdonado, porque sé que eres bueno'. Sin embargo, dentro de mí, yo no tenía esa paz, no tenía ese consuelo", reconoce la mexicana Finita Márquez

* «La Virgen María intercedió por mí, yo estaba muerta en vida, pero era como si Ella se hubiera llevado todos esos demonios que habitaban en mí: la lujuria, el adulterio, la muerte, la depresión, la ansiedad. Nuestra Señora de Guadalupe se llevó todo este pecado que habitaba en mí. Por eso, quiero invitarte a que si eres madre le des la oportunidad a la vida. Si tú has decidido abortar en alguna ocasión, si sientes que no eres capaz de perdonarte, ve al amor de la Madre del cielo, ese mismo amor y esas bendiciones están para ti como hija de Dios»

Vídeo de El Rosario de las 11 PM en el que Finita Márquez cuenta su testimonio

Camino Católico.- Finita Márquez es mexicana, tiene 52 años, lleva casada más de 20 años y nació en una familia de 10 hermanos. Su infancia estuvo marcada por una enfermedad, que marcó su carácter, y, ya de mayor, vivió grandes dramas personales que le acercaron a Dios y a la Virgen María. En El Rosario de las 11 PM cuenta su testimonio relatando que “aborté y al abrir la puerta a este espíritu de muerte vinieron muchos más; orando la Virgen me dijo: 'No sufras, que tu hijo lo tendré entre mis brazos hasta que te reúnas con él; reza el Rosario'”.

"Yo tuve rechazo de mis compañeros del colegio por mi enfermedad, me imagino que mi imagen repugnaba a los demás porque la gente no se me acercaba, me miraban demasiado. Crecí con esta timidez hacia la gente, el amor de mis padres fue importante para seguir en mi camino. Mi madre hizo lo imposible para buscar a un especialista de esta enfermedad y, gracias a Dios, me recuperé", comienza diciendo Finita.

Su infancia entre numerosos hermanos transcurrió feliz, a pesar de las carencias económicas por las que atravesaba la familia. Hasta que llegó a la juventud y se quedó embarazada. "Me sometí a un legrado y decidí que no iba a tener ese bebé. Hay quienes piensan que por ser unas horas solo ya no se mata la vida, sin embargo, puedo testimoniar que a pocos días de quedarme embarazada ahí ya había vida", asegura la mexicana.



Finita Márquez junto al actor mexicano Eduardo Verástegui.


"Después de haber abortado, mi vida cambió radicalmente en muchos aspectos. De haber sido una joven tranquila y obediente, sin vicios, me convertí en todo lo contrario. Comencé a salir de noche, intentaba fumar y me enojaba por todo. Tenía pensamientos suicidas, no le encontraba el sentido a la vida, todos los días me cuestionaba el para qué estaba aquí. Al abrirle la puerta a este espíritu de muerte vinieron muchos muchos más", relata Finita.


"Cuando una mujer, que está diseñada para dar vida, decide renunciar a ella, matando a esa vida que está en su vientre, da entrada a un espíritu de muerte que comienza a habitarla. En ese tiempo me descubrí como una persona desagradable, no tenía ningún espejo porque no toleraba verme, me volví una mujer celosa, cosa que nunca había sido. Me dije que no era esa mujer, que de mí no quedaba nada y le pedí a mi esposo que me ayudara".


"Comencé a asistir a misa y fui a un retiro en una comunidad donde confesé este pecado del aborto. Le dije a Dios: 'Yo sé que tú me has perdonado, porque sé que eres bueno'. Sin embargo, dentro de mí, yo no tenía esa paz, no tenía consuelo, seguía viviendo sin esperanza, todo se había muerto dentro de mí", comenta Finita.



Finita Márquez pidió ayuda a Dios y sintió el dolor de todos sus pecados


Y, entonces, ocurrió algo muy especial. "Estaba sentada hablando con la Virgen durante una oración comunitaria, pidiéndole perdón, y una señora me rogó que la dejara pasar. Ella llevaba unas bolsas y se las pedí, para ayudarla. Cuando tenía la bolsa en mi mano se desprendió un olor a rosas impresionante. Cuando ella tomó asiento le dije que revisara su bolsa, porque se le había roto un perfume. Ella me dijo que no tenía nada y abrió la bolsa y, efectivamente, no había nada".

"Continué en mi momento de oración con la Virgen, estaba hablando con Ella, le decía: 'Madre, ayúdame, porque me duele mucho haberlo hecho'. En ese momento fue como si me hubiera hablado a la mente. La Virgen me dijo: 'No sufras más que tu hijo lo tendré entre mis brazos hasta que tú puedas reunirte con él, mientras, reza el Rosario'. Esto fue lo que me dijo, yo lo guardé en mi corazón".


Pero, Finita, seguía inmersa en el dolor. "Sufría depresión severa, todos los días lloraba. No era consciente de que hubiera sido por el aborto, simplemente era una tristeza profunda que habitaba en mí (...). Entonces escuché un vídeo de un predicador que en ese momento decía: 'Ábrele tu corazón al Señor, Dile que ya no puedes más', y empezó a describir tal cual yo me estaba sintiendo. En ese momento reconocí que necesitaba la ayuda de Dios y comencé a experimentar un calor dentro de mí. Un calor muy fuerte que recorría todo mi ser, ahora sé que era el Espíritu Santo, terminé en el suelo, postrada, sintiendo el dolor de todos mis pecados", recuerda la mexicana.


Tiempo después, falleció su padre frente a ella, y fue un momento que le tocó mucho. "La Virgen María intercedió por mí, yo estaba muerta en vida, pero era como si Ella se hubiera llevado todos esos demonios que habitaban en mí: la lujuria, el adulterio, la muerte, la depresión, la ansiedad. Nuestra Señora de Guadalupe se llevó todo este pecado que habitaba en mí (...). Por eso, quiero invitarte a que si eres madre le des la oportunidad a la vida. Si tú has decidido abortar en alguna ocasión, si sientes que no eres capaz de perdonarte, ve al amor de la Madre del cielo, ese mismo amor y esas bendiciones están para ti como hija de Dios".

Homilía del P. Carmelo Donoso y lecturas de la Misa de hoy, lunes, Santa Escolástica, virgen, 10-2-2025


10 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. Carmelo Donoso y lecturas de la Santa Misa de hoy, lunes de la 5ª semana de Tiempo Ordinario, Santa Escolástica, virgen, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.