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lunes, 21 de enero de 2008

Balance de cien años de ecumenismo / Autor: Benedicto XVI

En la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Publicamos la intervención de Benedicto XVI durante la audiencia general dedicada a la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se celebra del 18 al 25 de enero.

* * *

Queridos hermanos y hermanas:


Estamos celebrando la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que se concluirá el viernes próximo, 25 de enero, fiesta de la conversión del apóstol Pablo. Los cristianos de las diferentes iglesias y comunidades eclesiales se unen en estos días a una invocación conjunta para pedir al Señor Jesús el restablecimiento de la unidad plena entre todos sus discípulos.

Es una súplica hecha con un solo espíritu y un solo corazón respondiendo al anhelo mismo del Redentor, que en la Última Cena se dirigió al Padre con estas palabras: «No ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17, 20-21). Pidiendo la gracia de la unidad, los cristianos se unen a la oración misma de Cristo y se comprometen a obrar activamente para que toda la humanidad le acoja y le reconozca como al único Pastor y Señor y de este modo pueda experimentar la alegría de su amor.

Este año, la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos asume un valor y un significado particulares, pues recuerda los cien años de su inicio. Desde sus inicios fue una intuición verdaderamente fecunda. Fue en 1908: un anglicano estadounidense, que después entró en la comunión de la Iglesia católica, fundador de la «Society of the Atonement» (comunidad de hermanos y hermanas del Atonement), el padre Paul Wattson, junto a otro episcopaliano, el padre Spencer Jones, lanzó la idea profética de un octavario de oraciones por la unidad de los cristianos.

La idea fue acogida favorablemente por el arzobispo de Nueva York y por el nuncio apostólico. El llamamiento a rezar por la unidad después se extendió, en 1916, a toda la Iglesia católica, gracias a la intervención de mi venerado predecesor, el Papa Benedicto XVI, con el breve «Ad perpetuam rei memoriam». La iniciativa, que mientras tanto había suscitado gran interés, fue progresivamente asentándose por doquier y, con el tiempo, fue precisando su estructura, desarrollándose gracias a la aportación del padre Couturier (1936).

Cuando después sopló el viento profético del Concilio Vaticano II se experimentó aún más la urgencia de la unidad. Después de la asamblea conciliar continuó el camino paciente de la búsqueda de la plena comunión entre todos los cristianos, camino ecuménico que año tras año ha encontrado precisamente en la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos uno de los momentos más apropiados y fecundos.

Cien años después del primer llamamiento a rezar juntos por la unidad, esta Semana de Oración se ha convertido en una tradición consolidada, conservando el espíritu y las fechas escogidas al inicio por el padre Wattson. Las escogió por su carácter simbólico. El calendario de aquella época preveía que el 18 de enero era la fiesta de la Cátedra de San Pedro, que es el firme fundamento y la garantía de unidad de todo el pueblo de Dios, mientras que el 25 de enero, tanto entonces como hoy, la liturgia celebra la fiesta de la conversión de san Pablo. Mientas damos gracias al Señor por estos cien años de oración y de compromiso común entre tantos discípulos de Cristo, recordamos con reconocimiento al pionero de esta providencial iniciativa espiritual, el padre Wattson y, junto a él, a todos los que la han promovido y enriquecido con sus aportaciones, haciendo que se convierta en patrimonio común de todos los cristianos.

Poco antes recordaba que al tema de la unidad de los cristianos el Concilio Vaticano II prestó gran atención, especialmente con el decreto sobre el ecumenismo («Unitatis redintegratio»), en el que, entre otras cosas, se subrayan con fuerza el papel y la importancia de la oración por la unidad. La oración, observa el Concilio, está en el corazón mismo de todo el camino ecuménico. «Esta conversión del corazón y santidad de vida, juntamente con las oraciones privadas y públicas por la unidad de los cristianos, han de considerarse como el alma de todo el movimiento ecuménico» («Unitatis redintegratio», 8).

Gracias precisamente a este ecumenismo espiritual --santidad de vida, conversión del corazón, oraciones privadas y pública--, la búsqueda común de la unidad ha experimentado en estas décadas un gran desarrollo, que se ha diversificado en múltiples iniciativas: del recíproco conocimiento al contacto fraterno entre miembros de diversas iglesias y comunidades eclesiales, de conversaciones cada vez más amistosas a colaboraciones en diferentes campos, del diálogo teológico a la búsqueda de formas concretas de comunión y de colaboración. Lo que ha vivificado y sigue vivificando este camino hacia la plena comunión entre todos los cristianos es ante todo la oración: «No ceséis de orar» (1Tesalonicenses 5, 17) es el tema de la Semana de este año; es al mismo tiempo la invitación que no deja de resonar nunca en nuestras comunidades para que la oración sea la luz, la fuerza, la orientación de nuestros pasos, con una actitud de humilde y dócil escucha de nuestro Señor común.

En segundo lugar, el Concilio subraya la oración común, la que es elevada conjuntamente por católicos y por otros cristianos hacia el único Padre celestial. El decreto sobre el ecumenismo afirma en este sentido: «Tales preces comunes son un medio muy eficaz para impetrar la gracia de la unidad» («Unitatis redintegratio», 8). En la oración común las comunidades cristianas se unen ante el Señor y, tomando conciencia de las contradicciones generadas por la división, manifiestan la voluntad de obedecer a su voluntad, recorriendo con confianza a su auxilio omnipotente.

El decreto añade, después, que estas oraciones son «la expresión genuina de los vínculos con que están unidos los católicos con los hermanos separados [seiuncti]» (ibídem). La oración común no es, por tanto, un acto voluntarista o meramente sociológico, sino que es expresión de la fe que une a todos los discípulos de Cristo. En el transcurso de los años se ha instaurado una fecunda colaboración en este campo y desde 1968 el Secretariado para la Unidad de los Cristianos, convertido después en Consejo Pontificio para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, y el Consejo Ecuménico de las Iglesias, preparan juntos los subsidios de la Semana de Oración por la Unidad, que después son divulgados conjuntamente en el mundo, cubriendo zonas que no se hubieran podido alcanzar si se trabajara separadamente.

El decreto conciliar sobre el ecumenismo hace referencia a la oración por la unidad cuando, precisamente al final, afirma que el Concilio es consciente de que «este santo propósito de reconciliar a todos los cristianos en la unidad de la única Iglesia de Jesucristo excede las fuerzas y la capacidad humana. Por eso pone toda su esperanza en la oración de Cristo por la Iglesia» («Unitatis redintegratio», 24).

La conciencia de nuestros límites humanos nos lleva a abandonarnos confiadamente en las manos del Señor. Si se analiza detenidamente, el sentido profundo de esta Semana de Oración es precisamente el de apoyarse firmemente en la oración de Cristo, que en su Iglesia sigue rezando para que «todos sean uno... para que el mundo crea...» (Juan 17, 21). Hoy percibimos intensamente el realismo de estas palabras. El mundo sufre por la ausencia de Dios, por la inaccesibilidad de Dios, desea conocer el rostro de Dios. Pero, ¿cómo podrían y pueden los hombres de hoy reconocer este rostro de Dios en rostro de Jesucristo si los cristianos estamos divididos, si uno enseña contra el otro, si uno está contra el otro? Sólo en la unidad podemos mostrar realmente a este mundo, que lo necesita, el rostro de Dios, el rostro de Cristo.

También es evidente que no podemos alcanzar esta unidad únicamente con nuestras estrategias, con el diálogo y con todo lo que hacemos, aunque es sumamente necesario. Lo que podemos hacer es ofrecer nuestra disponibilidad y capacidades para acoger esta unidad cuando el Señor nos la da. Este es el sentido de la oración: abrir nuestros corazones, crear en nosotros esta disponibilidad que abre el camino a Cristo. En la liturgia de la Iglesia antigua, tras la homilía del obispo o del presidente de la celebración, el celebrante principal decía: «Conversi ad Dominum». A continuación, él mismo y todos se levantaban y todos miraban hacia Oriente. Todos querían mirar hacia Cristo. Sólo si nos convertimos a Cristo, en esta común mirada a Cristo, podemos encontrar el don de la unidad.

Podemos decir que la oración por la unidad ha alentado y acompañado las diferentes etapas del movimiento ecuménico, particularmente a partir del Concilio Vaticano II. En este período la Iglesia católica ha entrado en contacto con las demás iglesias y comunidades eclesiales de oriente y occidente con diferentes formas de diálogo, afrontando con cada una esos problemas teológicos e históricos surgidos en el transcurso de los siglos y que se han convertido en elementos de división. El Señor ha permitido que estas relaciones amistosas hayan mejorado el recíproco conocimiento, que hayan intensificado la comunión, haciendo al mismo tiempo más clara la percepción de los problemas que todavía quedan abiertos y que fomentan la división. Hoy, en esta semana, damos gracias a Dios que ha apoyado e iluminado el camino hasta ahora recorrido, camino fecundo que el decreto conciliar sobre el ecumenismo describía como «surgido por el impuso del Espíritu Santo» y «cada día más amplio» («Unitatis redintegratio», 1).

Queridos hermanos y hermanas: acojamos la invitación a «no cesar de orar» que el apóstol Pablo dirigía a los primeros cristianos de Tesalónica, comunidad que él mismo había fundado. Y precisamente porque sabía que habían surgido confrontaciones quiso recomendar que fueran pacientes con todos, que no devolvieran mal por mal, que buscaran siempre el bien entre sí y con todos, permaneciendo felices en toda circunstancia, felices porque el Señor está cerca.

Los consejos que san Pablo daba a los tesalonicenses pueden inspirar también hoy el comportamiento de los cristianos en el ámbito de las relaciones ecuménicas. Sobre todo, dice: «Vivid en paz unos con otros» y añade: «Orad constantemente. En todo dad gracias» (Cf. 1 Tesalonicenses 5,13.18). Acojamos también nosotros esta apremiante exhortación del apóstol ya sea para dar gracias al Señor por los progresos realizados en el movimiento ecuménico, ya sea para pedir la unidad plena.

Que la Virgen María, Madre de la Iglesia, alcance para todos los discípulos de su divino Hijo la gracia de vivir cuanto antes en paz y en la caridad recíproca, para ofrecer un testimonio convincente de reconciliación ante el mundo entero, para hacer accesible el rostro de Dios en el rostro de Cristo, que es el Dios-con-nosotros, el Dios de la paz y de la unidad.

[Al final de la audiencia general, Benedicto XVI saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Queridos hermanos y hermanas:


El próximo viernes, fiesta de la Conversión de san Pablo, concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, que este año tiene como lema la exhortación que el Apóstol dirigía a los primeros cristianos de Tesalónica: «Sed constantes en orar».

Desde hace exactamente cien años, los cristianos de las varias Iglesias y Comunidades eclesiales se unen en una invocación común pidiendo al Señor el restablecimiento de la plena unidad entre todos los discípulos de Cristo, para dar un testimonio convincente ante el mundo, para que la humanidad acoja a Cristo y lo reconozca como único Pastor y Señor.

El Concilio Vaticano Segundo ha prestado gran atención a este tema, especialmente con el Decreto sobre el ecumenismo «Unitatis redintegratio». La oración, afirma, es el elemento central de todo el camino ecuménico que ha vivificado y continúa vivificando este itinerario hacia la plena comunión. Subraya, además, la oración común como expresión de la fe que une a todos los discípulos de Cristo, con el fin de que las comunidades cristianas tomen conciencia de las contradicciones generadas por las divisiones y manifiesten la voluntad de obedecer a su voluntad: «para que todos sean uno...para que el mundo crea».

Saludo a los peregrinos de lengua española, especialmente a la Guardia de Honor del Sagrado Corazón de Jesús de México, a la Scuola italiana de Valparaíso, Chile, y a los grupos llegados de España y de otros países latinoamericanos. Os invito a «ser constantes en la oración» para impetrar la plena comunión de los bautizados en Cristo y a vivir en paz y caridad fraterna, que son requisitos de toda concordia y unidad. ¡Muchas gracias!

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana]

Cardenal Tettamanzi a los divorciados: «La Iglesia no os ha olvidado»

Les exhorta a participar en la misa y en la caridad

MILÁN,(ZENIT.org).- No poder comulgar no significa quedar excluido de la Iglesia, explica el arzobispo de Milán, el cardenal Dionigi Tettamanzi.

Lo aclara la carta pastoral «El Señor está cerca de quien tiene el corazón herido», dirigida a personas que se han divorciado y que viven una nueva unión.

«La imposibilidad de acceder a la comunión eucarística para los casados que viven establemente un segundo enlace», observa, no implica un juicio sobre «la relación que une a los divorciados vueltos a casar».

«El hecho de que con frecuencia estas relaciones sean vividas con sentido de responsabilidad y con amor en la pareja y hacia los hijos es una realidad que tienen en cuenta la Iglesia y sus pastores», reconoce.

«Es un error considerar que la norma que reglamenta el acceso a la comunión eucarística signifique que los cónyuges divorciados y vueltos a casar estén excluidos de una vida de fe y de caridad, vividas dentro de la comunidad eclesial».

Ciertamente «la vida cristiana tiene su cumbre en la plena participación en la Eucaristía, pero no se reduce sólo a su cumbre».

Por este motivo, el purpurado italiano pide a los divorciados vueltos a casar que «participen con fe en la misa», aunque no puedan comulgar, pues «la riqueza de la vida de la comunidad eclesial sigue a disposición de quien no puede acercarse a la santa comunión».

Y asegura que la Iglesia espera de estas personas «una presencia activa y una disponibilidad para servir a quienes tienen necesidad e su ayuda», comenzando por la tarea educativa que como padres tienen que desempeñar con las familias de origen.

El cardenal afirma que escribe la carta para «entablar un diálogo», «para tratar de escuchar algo de vuestra vida cotidiana, para dejarme interpelar por algunas de vuestras preguntas».

«¡La Iglesia no os ha olvidado y no os rechaza ni os considera indignos», escribe. «Para la Iglesia y para mí, como obispo, sois hermanos y hermanas amados».

Cuando se rompe un matrimonio, según el cardenal, no sólo sufren los interesados, sino que también sufre la Iglesia: «¿Por qué permite el Señor que se rompa el vínculo que constituye el gran signo de su amor total, fiel e inquebrantable?».

«Cuando se rompe este lazo, la Iglesia en cierto sentido se empobrece, queda privada de un signo luminoso que debía ser motivo de alegría y consuelo», concluye.

El bautismo, plenitud de vida / Autor: Benedicto XVI

Homilía en la fiesta del Bautismo del Señor, 13 de enero

Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI el domingo 13 de enero, fiesta del Bautismo del Señor, en la eucaristía en la que bautizó en la capilla Sixtina a trece niños nacidos en la segunda mitad del año 2007: ocho eran niñas y cinco niños.

Esta fue la primera vez que Benedicto XVI, desde el comienzo del pontificado, celebró la misa en público en un altar tradicional, es decir, en el antiguo altar de la capilla Sixtina, para no alterar la belleza y armonía de esta joya arquitectónica, preservando su estructura desde el punto de vista celebrativo y utilizando una posibilidad contemplada en las normas litúrgicas.

Así, en algunos momentos el Papa estaba de espalda a los fieles, vuelto hacia la cruz, orientando de esta forma la actitud de toda la asamblea.


* * *

Queridos hermanos y hermanas:


La celebración de hoy es siempre para mí motivo de especial alegría. En efecto, administrar el sacramento del bautismo en el día de la fiesta del Bautismo del Señor es, en realidad, uno de los momentos más expresivos de nuestra fe, en la que podemos ver de algún modo, a través de los signos de la liturgia, el misterio de la vida. En primer lugar, la vida humana, representada aquí en particular por estos trece niños que son el fruto de vuestro amor, queridos padres, a los cuales dirijo mi saludo cordial, extendiéndolo a los padrinos, a las madrinas y a los demás parientes y amigos presentes. Está, luego, el misterio de la vida divina, que hoy Dios dona a estos pequeños mediante el renacimiento por el agua y el Espíritu Santo. Dios es vida, como está representado estupendamente también en algunas pinturas que embellecen esta Capilla Sixtina.

Sin embargo, no debe parecernos fuera de lugar comparar inmediatamente la experiencia de la vida con la experiencia opuesta, es decir, con la realidad de la muerte. Todo lo que comienza en la tierra, antes o después termina, como la hierba del campo, que brota por la mañana y se marchita al atardecer. Pero en el bautismo el pequeño ser humano recibe una vida nueva, la vida de la gracia, que lo capacita para entrar en relación personal con el Creador, y esto para siempre, para toda la eternidad.

Por desgracia, el hombre es capaz de apagar esta nueva vida con su pecado, reduciéndose a una situación que la sagrada Escritura llama "segunda muerte". Mientras que en las demás criaturas, que no están llamadas a la eternidad, la muerte significa solamente el fin de la existencia en la tierra, en nosotros el pecado crea una vorágine que amenaza con tragarnos para siempre, si el Padre que está en los cielos no nos tiende su mano.

Este es, queridos hermanos, el misterio del bautismo: Dios ha querido salvarnos yendo él mismo hasta el fondo del abismo de la muerte, con el fin de que todo hombre, incluso el que ha caído tan bajo que ya no ve el cielo, pueda encontrar la mano de Dios a la cual asirse a fin de subir desde las tinieblas y volver a ver la luz para la que ha sido creado. Todos sentimos, todos percibimos interiormente que nuestra existencia es un deseo de vida que invoca una plenitud, una salvación. Esta plenitud de vida se nos da en el bautismo.

Acabamos de oír el relato del bautismo de Jesús en el Jordán. Fue un bautismo diverso del que estos niños van a recibir, pero tiene una profunda relación con él. En el fondo, todo el misterio de Cristo en el mundo se puede resumir con esta palabra: "bautismo", que en griego significa "inmersión". El Hijo de Dios, que desde la eternidad comparte con el Padre y con el Espíritu Santo la plenitud de la vida, se "sumergió" en nuestra realidad de pecadores para hacernos participar en su misma vida: se encarnó, nació como nosotros, creció como nosotros y, al llegar a la edad adulta, manifestó su misión iniciándola precisamente con el "bautismo de conversión", que recibió de Juan el Bautista. Su primer acto público, como acabamos de escuchar, fue bajar al Jordán, entre los pecadores penitentes, para recibir aquel bautismo. Naturalmente, Juan no quería, pero Jesús insistió, porque esa era la voluntad del Padre (cf. Mt 3, 13-15).

¿Por qué el Padre quiso eso? ¿Por qué mandó a su Hijo unigénito al mundo como Cordero para que tomara sobre sí el pecado del mundo? (cf. Jn 1, 29). El evangelista narra que, cuando Jesús salió del agua, se posó sobre él el Espíritu Santo en forma de paloma, mientras la voz del Padre desde el cielo lo proclamaba "Hijo predilecto" (Mt 3, 17). Por tanto, desde aquel momento Jesús fue revelado como aquel que venía para bautizar a la humanidad en el Espíritu Santo: venía a traer a los hombres la vida en abundancia (cf. Jn 10, 10), la vida eterna, que resucita al ser humano y lo sana en su totalidad, cuerpo y espíritu, restituyéndolo al proyecto originario para el cual fue creado.

El fin de la existencia de Cristo fue precisamente dar a la humanidad la vida de Dios, su Espíritu de amor, para que todo hombre pueda acudir a este manantial inagotable de salvación. Por eso san Pablo escribe a los Romanos que hemos sido bautizados en la muerte de Cristo para tener su misma vida de resucitado (cf. Rm 6, 3-4). Y por eso mismo los padres cristianos, como hoy vosotros, tan pronto como les es posible, llevan a sus hijos a la pila bautismal, sabiendo que la vida que les han transmitido invoca una plenitud, una salvación que sólo Dios puede dar. De este modo los padres se convierten en colaboradores de Dios no sólo en la transmisión de la vida física sino también de la vida espiritual a sus hijos.

Queridos padres, juntamente con vosotros doy gracias al Señor por el don de estos niños e invoco su asistencia para que os ayude a educarlos y a insertarlos en el Cuerpo espiritual de la Iglesia. A la vez que les ofrecéis lo que es necesario para el crecimiento y para la salud, vosotros, con la ayuda de los padrinos, os habéis comprometido a desarrollar en ellos la fe, la esperanza y la caridad, las virtudes teologales que son propias de la vida nueva que han recibido con el sacramento del bautismo.

Aseguraréis esto con vuestra presencia, con vuestro afecto; y lo aseguraréis, ante todo y sobre todo, con la oración, presentándolos diariamente a Dios, encomendándolos a él en cada etapa de su existencia. Ciertamente, para crecer sanos y fuertes, estos niños y niñas necesitarán cuidados materiales y muchas atenciones; pero lo que les será más necesario, más aún indispensable, es conocer, amar y servir fielmente a Dios, para tener la vida eterna. Queridos padres, sed para ellos los primeros testigos de una fe auténtica en Dios.

En el rito del bautismo hay un signo elocuente, que expresa precisamente la transmisión de la fe: es la entrega, a cada uno de los bautizandos, de una vela encendida en la llama del cirio pascual: es la luz de Cristo resucitado que os comprometéis a transmitir a vuestros hijos. Así, de generación en generación, los cristianos nos transmitimos la luz de Cristo, de modo que, cuando vuelva, nos encuentre con esta llama ardiendo entre las manos.

Durante el rito, os diré: "A vosotros, padres y padrinos, se os confía este signo pascual, una llama que debéis alimentar siempre". Alimentad siempre, queridos hermanos y hermanas, la llama de la fe con la escucha y la meditación de la palabra de Dios y con la Comunión asidua de Jesús Eucaristía.

Que en esta misión estupenda, aunque difícil, os ayuden los santos protectores cuyos nombres recibirán estos trece niños. Que estos santos les ayuden sobre todo a ellos, los bautizandos, a corresponder a vuestra solicitud de padres cristianos. En particular, que la Virgen María los acompañe a ellos y a vosotros, queridos padres, ahora y siempre. Amén.

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Traducción distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2008 - Libreria Editrice Vaticana

Presentado el Año de San Pablo

El Papa bendice a los corderos

Aprobado el milagro de Lolo, periodista ciego y paralítico

Nace un sitio dedicado a los conflictos olvidados

Irlanda festeja a su nuevo cardenal

Nuevo Centro de Joven Beata Laura Vicuña

Día 22 / Tienes un mensaje: Evangelio y reflexión de hoy

Día 22 / Buenos días, Señor: Oración para hacer la voluntad de Dios

Meditación para el sexto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos



















DÍA SEXTO. Orad siempre para obtener la gracia de colaborar con Dios


Estad siempre alegres. No ceséis de orar (1 Tes 5,16)

2 Sm 7,18-29. La oración de alabanza y de alegría de David

Sal 86. Señor, escucha

1 Tes 5,(12a)13b-18. Estad siempre alegres

Lc 10,1-24. El envío de los setenta y dos discípulos

Comentario

En la oración modelamos nuestra voluntad según Dios y participamos así en la realización de su deseo. Tenemos necesidad que el Espíritu Santo cambie el corazón de los creyentes y nos dé la gracia de colaborar con Dios y participar en su misión y proyecto de unidad. Mientras pedimos sin cesar por eso, somos conscientes de que son necesarios más obreros para la cosecha. Con motivo de numerosos encuentros ecuménicos, y en particular del National Workshop on Christian Unity que se celebra todos los años en los Estados Unidos, se destacó la necesidad de promover la participación de los jóvenes para que el movimiento ecuménico pueda prosperar hoy y en las generaciones futuras. Es necesario que aún más obreros conozcan la alegría de la oración para contribuir a la obra de Dios.

Las lecturas del sexto día nos ayudan a comprender mejor lo que significa trabajar en el servicio del Evangelio. David, sorprendido de ser elegido por el Señor para participar en la edificación de un espléndido templo, afirma: ¿"De verdad Dios podrá vivir sobre la tierra?" y concluye: "Quieres ahora bendecir la casa de tu criado, para que permanezca siempre en tu presencia".

El salmista ruega: "Señor, enséñame tu camino, para que te sea fiel, guía mi corazón para que tema tu nombre. Señor Dios mío, te daré gracias de todo corazón, daré gloria a tu nombre por siempre".

En el envío de los setenta y dos discípulos, Jesús confirma que gracias a ellos y a todos los que creerán en él a través de su palabra, su paz y la buena noticia que declarará que "el Reino de Dios ha llegado hasta nosotros" serán anunciadas al mundo. Cuando sus discípulos vuelven contentos de nuevo, aunque también traen la experiencia del rechazo, Jesús se alegra de sus éxitos al someter los demonios: es necesario seguir extendiendo la noticia, sin detenerse.

Dios quiere que su pueblo sea uno. Como los cristianos de Tesalónica, se nos exhorta a ser "siempre alegres" y a orar "sin cesar", manteniendo la esperanza de que, si nos comprometemos plenamente a colaborar con Dios, se realizará por fin la unidad según su voluntad.

Oración

Señor Dios, en la perfecta unidad de tu ser, guarda en nuestros corazones el ardiente deseo y la esperanza de la unidad para que nunca dejemos de trabajar al servicio de tu Evangelio. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

La familia, clave para el auténtico desarrollo / Autores: Hermes Rodrigues Nery y Alexandre Ribeiro

Habla la doctora Christine de Vollmer, miembro de la Academia Pontificia para la Vida

CARACAS, (ZENIT.org).- «Sin familias, y familias sanas, amorosas y completas, no abra ni desarrollo ni futuro», afirma la doctora Christine de Vollmer, residente en Venezuela, miembro de la Academia Pontificia para la Vida, y presidente de la Alianza Latinoamericana para la Familia (ALAFA).

Participará en el primer Congreso Internacional en Defensa de la Vida, que se celebrará en el Santuario de Nuestra Señora Aparecida, en Brasil, del 6 al 10 de febrero.

En este contexto, Zenit la ha entrevistado.

--Qué expectativas tiene usted para el primer Congreso Internacional en Defensa de la Vida?

-Dra. Christine de Vollmer: Vengo con grandes expectativas a este Santuario donde recientemente la Iglesia de América se reunió con el Papa para trazar el camino para el próximo decenio. Pienso que este Congreso Internacional reunirá los mejores pensadores en materia de familia: familia que es el futuro no sólo de América, sino del mundo. Sin familias, y familias sanas, amorosas y completas, no abra ni desarrollo ni futuro. Pienso que esta iniciativa dará pautas para corregir el rumbo equivocado que tienden a seguir nuestros países. Aplaudo el gran trabajo que hace la Conferencia Episcopal de Brasil para liderar este gran esfuerzo.

--En el congreso, usted hablar de «Ética sexual y doctrina moral católica». ¿Qué aspectos pretende abordar?

-Dra. Christine de Vollmer: Principalmente voy a enfocar la verdad antropológica de la familia y la importancia de enseñar sobre esta de manera efectiva. La familia es imprescindible para los seres humanos y es por eso que la Iglesia la protege de mil maneras. Es importante hacer oír nuestras voces en el ambiente internacional para decir que la familia no es un invento de la Iglesia católica, sino que la Iglesia la protege porque es anterior a la sociedad, del Estado y no puede «pasar de moda», porque radica en la naturaleza misma del ser humano. También destacaré la importancia de enseñar nuevamente y de forma eficaz las virtudes universales que son fundamentales para el bienestar de las personas, la estabilidad de las familias, y el buen funcionamiento de las sociedades. Éstas han sido obviadas por la cultura del egoísmo y negadas convincentemente por los medios de comunicación. Es urgente volverlos a descubrir, entendiéndolos en su esencia y en su práctica.

--¿Cómo es posible afrontar la avalancha de ataques contra la familia y cómo presentar a los jóvenes el valor del sentido de la familia, como santuario de vida?

-Dra. Christine de Vollmer: De eso, precisamente, se trata nuestro trabajo y nuestro apostolado. Tenemos que empezar con los niños, formándolos en las virtudes y su lógica. Es sólo viviendo las virtudes de forma convencida que la persona puede ser feliz, como lo comprobó el neurólogo y psiquiatra famoso Viktor Frankl y otros investigadores recientes. El hombre fue creado para reflejar a Dios su Creador, y tenemos que conducir a los niños y jóvenes a entender esta verdad esencial por métodos modernos y en términos que pueden entender en el día de hoy, tan diferente a otras épocas. El camino es largo, porque la industrialización, la comercialización y las ideologías ateas han deformado la cultura casi completamente. Pensamos que debemos volver al estilo de nuestro Señor Jesús Cristo, y enseñar por vía de parábolas que los jóvenes pueden entender. Como trabajamos por medio de las escuelas, primarias y secundarias, también estamos llegando a formar a los docentes, maestras y maestros. Éstos acogen con alegría nuestros programas porque les ayuda mucho a tener orden en sus aulas, y a poder enfrentar con éxito muchos problemas de conducta.

--¿Qué propuestas concretas de políticas públicas podría sugerir para fortalecer el valor de la maternidad, así como el de la paternidad, en una sociedad en la que ha penetrado la cultura de la antinatalidad?

-Dra. Christine de Vollmer: Naturalmente tenemos que hacer conocer por todos los medios la función indispensable de la madre como formadora y primera maestra. Pero también tenemos que hacer conocer las cifras ya reconocidas que muestran que la ausencia de matrimonio y del padre en el hogar es la gran causa de la pobreza, la delincuencia y todos los males sociales. Esto seria importantísimo para empezar.

Pero al mismo tiempo tenemos que luchar una vez más, como se hizo ante el llamamiento del Papa León XIII hace un siglo (y que fue exitoso en su momento) a que se vuelva a exigir ante los gobiernos, los sindicatos y uniones de trabajadores, los empresarios y la opinión publica, el «salario familiar» que permitiera a las esposas quedarse en sus casas para poder cuidar, nutrir y formar a sus hijos correctamente. Esto no es «volver la mujer a la esclavitud del hogar», como nos han querido convencer las feministas y los anti-familia, sino que le da a la mujer la libertad de escoger formar familia, formando sus hijos para que sean excelentes en todos los aspectos, en vez de obligarla a dejar sus pequeños en cuidados inferiores a los que una madre preparada podría darles.

-¿No le da la impresión de que comienzan a organizarse por todas las partes del mundo redes de resistencia y de solidaridad para afrontar las amenazas contra la familia y la vida humana?

--Dra. Christine de Vollmer: Precisamente, el éxito que han tenido estos ideólogos para destruir la familia sólo ha logrado un creciente caos social y una baja natalidad, incompatible con un futuro. Como los hombres y mujeres son inteligentes, se están informando y organizando en todas partes, con convicción y gran entusiasmo. Una organización que crece exponencialmente es el World Congress of Families, WCF, (www.worldcongress.org) una organización internacional que reúne y beneficia a las organizaciones, para informarles y unirlos. Mediante congresos grandes y pequeños y por Internet les ayuda a saber cómo dar marcha atrás a estas tendencias mortíferas. Nuestras organizaciones Alianza Latinoamericana para la Familia (ALAFA) y Alliance for the Family (AFF) forman parte de esta gran alianza de WCF.

-La mentalidad vigente, que separa sexualidad de procreación, ha servido para difundir la maternidad como un dato meramente cultural y opresor, del que tiene que liberarse la mujer, deseando un «cuerpo perfecto» como nueva utopía. ¿Considera que hay alternativas a esta visión?

-Dra. Christine de Vollmer: Como sabemos, la «ideología feminista» no representa a las mujeres. Las feministas originales, hace un siglo, sí, porque defendían a la mujer y entendían que la maternidad es de importancia capital para las sociedades. Hoy día, la ciencia nos comprueba cómo para los bebés la presencia de la madre en los primeros dos años es imprescindible para su formación neurológica y por tanto emocional. En los próximos años veremos un trágico aumento de problemas psicológicos, emocionales y sociales por la obligatoriedad de que la madre salga a ganarse la vida. Veremos también un continuo aumento de la pobreza y de crímenes violentos, debido a la falta de padres en el hogar. Esto es un hecho comprobado científicamente y no puede ser evitado por un discurso ideológico.

--¿Cómo pueden crear los grupos pro-vida, en el seno de la Iglesia y de la sociedad, una red de solidaridad para defender a la familia y a la vida humana?

--Dra. Christine de Vollmer: Nos hace falta ser muy valientes, no debemos dejarnos llevar por «la corriente» y a la vez tenemos el deber de informarnos. Yo temo que en el futuro las sociedades se van a dividir en dos nuevas clases sociales: los que han tenido las ventajas del amor y sostén emocional del padre y la madre, por un lado; y por otro los que sólo han conocido las guarderías, la calle, la televisión violenta y los video-juegos. Esta será la más cruel de las divisiones, porque la estructura cerebral de los sin-hogar será inferior, según nos muestran ahora los más modernos estudios sobre el desarrollo cerebral.

-¿Cómo es su trabajo en la Alianza para la Familia? ¿Qué experiencias puede compartir de iniciativas a favor de la familia y de la vida humana?

-Dra. Christine de Vollmer: Nosotros seguimos prestando servicios médicos y sociales, pero nuestro interés ha ido concentrándose cada vez más en dos direcciones. Uno es la educación en valores y virtudes, a través de nuestro programa «Aprendiendo a querer» («Alive to the World», en ingles). Este programa, diseñado en América Latina para escuelas de todo tipo, es una forma de enseñar los valores universales, y su aplicación, que son las virtudes. Empieza desde los 6 anos hasta los 18, de forma continua, pedagógica y efectiva. Está teniendo mucho éxito y hemos tenido que hacer una versión en inglés y otra para África.

La otra dirección es ayudar y fomentar la unión de las organizaciones. Nuestra Alianza Latinoamericana ya colabora con el Congreso Mundial de Familias, que antes mencioné, y puede informar, ser informada e también influir a nivel mundial. La guerra contra la familia, que es ideológica y tiene su base en el lucro farmacológico, es global, y nuestra respuesta y defensa tiene que ser global, también.

--¿Qué sugerencias puede ofrecer para una acción conjunta en defensa de la familia y de la vida humana, especialmente en América Latina, donde crece la presión por la legalización del aborto?

-Dra. Christine de Vollmer: Como he dicho, estamos bajo una agresión internacional que utiliza la desinformación y la corrupción de gobernantes para imponer las leyes que destruyen familias y vidas. Nuestra defensa tiene que ser con información correcta, científica y reciente. Tenemos que unirnos para entender el peligro, impedir el paso de leyes anti-vida y anti-familia, mientras insistimos en la protección de las familias y de la maternidad. Lo fundamental también es educar las nuevas generaciones para que entiendan, y sepan formar, las bases de una sociedad feliz, que es el matrimonio y la familia.

--¿Cómo tiene lugar la lucha pro-vida en Venezuela?

--Dra. Christine de Vollmer: Los venezolanos son un pueblo muy pro-vida. Lamentablemente nuestra institución familiar es principalmente matriarcal, lo que ha sido causal de una gran pobreza y mucho desorden social. Esto se está entendiendo poco a poco, creo. Pero en materia de lucha, podría decir que en este momento la atención de todos es tratar de preservar la libertad y no caer en un marxismo a ultranza.

-¿Qué considera que debería subrayar la Declaración de Aparecida en Defensa de la Vida, que se presentará en el Congreso?

-Dra. Christine de Vollmer: Pienso que lo más urgente de todo es preparar a los jóvenes y a las parejas para un matrimonio santo y fértil, resaltando tres cosas: el enorme valor de los niños y la importancia de la madre, la madre preparada desde chica a ser madre y maestra, como reflejo de lo que es la Iglesia, por una parte. Y la importancia capital de la paternidad, la presencia activa y amorosa del padre en el hogar, que es el reflejo, a su vez, de Dios Padre, que crea y sostiene, que da la ley y ama sin limites.

Cáritas alerta ante el riesgo de epidemias entre los desplazados de Kenia
















CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 21 enero 2008 (ZENIT.org).- Cáritas Kenia ha dado la voz de alarma sobre la precaria situación sanitaria que afecta a una parte de las más 250.000 personas que en las últimas semanas han huido de sus hogares a causa de la ola de violencia desatada tras las pasadas elecciones.

La situación es especialmente crítica en la Archidiócesis de Kisumu, donde se han disparado los casos de diarrea, lo que hace temer por una epidemia de cólera entre los desplazados de la zona, explica esta institución de ayuda dependiente de la Iglesia católica.

A pesar de esta situación de riesgo sanitario, el estado nutricional de los desplazados no es, por el momento, preocupante, aunque la Cáritas local advierte que se trata de una situación alimenticia muy volátil que puede deteriorarse rápidamente si por alguna razón cesa el suministro de comida a los afectados.

Actualmente, los equipos de voluntarios de la Cáritas Kenia están distribuyendo ayuda de primera necesidad (comida, mantas, mosquiteras y enseres domésticos) a varios asentamientos de desplazados: 8.500 personas en Bungoma, 36.000 en Eldoret, 1.000 en Kericho, 800 en Mombasa y 12.500 en Nairobi, Kitale y Nakuru. Asimismo, ha suministrado material sanitario urgente a ocho centros hospitalarios en Nairobi, Migori, Eldoret, Kisumu, Mombasa y Kericho.

Cáritas Kenia ha lanzado una petición urgente de ayuda a las Cáritas donantes por valor de 2,6 millones de dólares para hacer frente a las necesidades de esta emergencia, al que respondió inmediatamente Cáritas Española, con el envío, la semana pasada, de 100.000 euros.

Experto europeo: No hay motivos para destruir embriones

Para el cardenal de Barcelona la Iglesia es madre

Meditación para el quinto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

Publicamos el comentario a los textos bíblicos escogidos para el quinto día de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, el 19 de enero.

El texto forma parte de los materiales distribuidos por la Comisión Fe y Constitución del Consejo Ecuménico de las Iglesias y el Consejo Pontificio para la promoción de la Unidad de los Cristianos.


DÍA QUINTO. Orad sin cesar con un corazón paciente

Tened paciencia con todos (1 Tes 5,14

Ex 17,1-4. ¿Por qué?

Sal 1. Dar fruto a su tiempo

1 Tes 5,(12a)13b-18. Tened paciencia con todos

Lc 18,9-14. Una humilde oración

Comentario

No podemos estar satisfechos con la división de los cristianos y en consecuencia no somos impacientes hasta que venga el día de nuestra reconciliació n. Somos legítimamente impacientes a que venga por fin el día de nuestra reconciliació n. Por ello, también debemos ser conscientes de que el ecumenismo no se vive por todas partes al mismo ritmo. Algunos avanzan a grandes pasos, otros son más prudentes. Como Pablo predica, debemos seguir siendo pacientes con todos.

Como el fariseo en su oración, podemos fácilmente presentarnos ante Dios con la arrogancia de los que hacen todo muy bien: "yo no soy como el resto de los hombres". Si a veces se intentan denunciar las lentitudes o las imprudencias de los miembros de nuestra Iglesia, o las de nuestros interlocutores ecuménicos, la invitación a la paciencia resuena como una advertencia importante.

En ocasiones, incluso, nos mostramos impacientes para con Dios. Como el pueblo en el desierto, a veces gritamos hacia Dios: ¿por qué toda esta marcha, dolorosa, si todo se debe acabar ahora? Tengamos confianza: Dios responde a nuestras oraciones, a su manera, a su debido tiempo. Él sabrá suscitar nuevas iniciativas para la reconciliació n de los cristianos, aquellas que en nuestro tiempo se necesitan.

Oración

Señor, haz de nosotros tus discípulos, que escuchemos tu Palabra día y noche. En nuestro camino hacia la unidad, danos saber esperar los frutos a su tiempo. Cuando los prejuicios y la desconfianza triunfan, concédenos la humilde paciencia necesaria para la reconciliació n. Así te lo pedimos.

Marcha por la Vida en Washington D.C.

Entradas para Museos Vaticanos podrán comprarse on line

Tienes un mensaje: Evangelio y reflexión para hoy

Buenos días, Señor: Quiero hacer tu voluntad !!!

domingo, 20 de enero de 2008

Testimonio de Lillina, salesiana cooperadora: 25 años acogiendo jóvenes como Don Bosco

Desde muy joven, no tenía aún dieciocho años cuando recibí el diploma de cooperadora salesiana directamente de manos de don Ricceri, siempre he esperado con ansiedad el aguinaldo del Rector Mayor porque constituía para mí, ya entonces como hoy, el proyecto de vida para enfrentarme al nuevo año.

En el fondo, hace tiempo que esperaba un aguinaldo como el de este año... agradezco, pues, de todo corazón al Rector Mayor que haya tenido la sensibilidad y el valor de empujarnos a una reflexión realmente actual y fascinante para nosotros salesianos, hoy.

Las palabras del "aguinaldo" me han trasladado a los años '80 cuando, recién llegada del Ecuador después de una experiencia en la selva amazónica como misionera seglar, cargada de las experiencias de vida tenidas con los indios jíbaros, decidí, junto a mi marido, dedicar mi vida, mejor nuestra vida, a las misiones.

Nacimiento de un hijo

Nuestra vuelta definitiva a la Amazonia fue entorpecida primero por la llegada de nuestro primer niño, Giampiero, y luego por motivos personales de salud.
Parecía normal considerar que todo se conjuraba contra nuestra decisión; sólo más tarde he comprendido que, quizás, el Buen Dios tenía otros proyectos para nosotros y para nuestra vida.

Recuerdo aquellos años (del 78 al 80) un poco grises aunque alegrados por la sonrisa de nuestro hijo que había enriquecido, con su nacimiento, nuestro matrimonio: nos sentimos como entrampados en lo cotidiano (trabajo-casa, casa-trabajo) que ataba los que fueron nuestros sueños, las que fueron las decisiones fundamentales sobre las que se basó nuestro amor… mientras, a nuestro alrededor había un mundo que gritaba: ayuda, un mundo, sobre todo el juvenil, acechado por peligros enormes, demasiado grandes y demasiado ensordecedores como para dejarnos tranquilos, anclados a un sistema de vida que preveía un compromiso casi exclusivo por nuestro hijo y nuestra vida de pareja.

Fueron los años en los que muchos, demasiados jóvenes, sucumbieron bajo el peso aplastante de la heroína. Demasiados, muchos jóvenes, entraron y salieron de la cárcel rechazados por las propias familias y eran pocas las personas que se interesaban por sus historias.

Me martilleaban insistentemente por dentro las palabras que don Bosco dijo después de haber visitado la cárcel de Turín a la vista de tantos muchachos tras los barrotes: "¡Ay! Si estos jovencitos hubieran tenido una mano amiga…" Sentí dentro de mí el deber y el deseo de convertirme en aquella mano amiga para impedir la ruina de tanta bella juventud: Fue así como que nos pusimos a la búsqueda de un lugar donde poder acoger aquellos jóvenes que interpelaban nuestra conciencia y nos imponían, sin demasiados miramientos, un estilo de vida un poco “sui generis”, ciertamente lejos de la vida "tranquila" que quizás nuestros padres soñaron para nosotros.

Jóvenes en un "establo"

Tal vez porque todo comenzó por una serie de coincidencias fortuitas: nos fue indicada por el Rector del Santuario del Divino Amor a quien nos dirigimos, una vieja ruina abandonada; era un establo con los pesebres todavía intactos, propiedad del marqués Gerini, conocido amigo y bienhechor de las obras salesianas. No nos costó mucho convencerlo para que lo pusiera a nuestra disposición para una actividad en favor de jóvenes en dificultad. Quizás ni él ni nosotros imaginábamos entonces que aquel "establo" llegaría a calentar a más de 400 jóvenes que a lo largo de estos años (25) han encontrado una mano tendida a sus necesidades.

No es la primera vez que un "establo", lugar anónimo y ciertamente rechazado por la gente "de bien", hace de cuna a los sueños de quien quiere anunciar una existencia renovada a los pobres, a los oprimidos… a los últimos.Con la ayuda de muchos cooperadores, salesianos, hermanas,… aquel establo se transformó enseguida en casa acogedora para aquellos jóvenes que nos pidieron ayuda.Nuestra familia creció así, sobre todo abriendo las puertas a los pequeños, a los adolescentes que se encontraban en situaciones difíciles personales, sociales o familiares.

Como en la mejor tradición salesiana partimos sin medios económicos, confiando exclusivamente en las ofrendas de muchos amigos pero sobre todo en la ayuda de Dios y para que el buen Dios no se olvidara de nosotros, llamamos la obra "Providencia". La nuestra no quiso ser una comunidad ni terapéutica ni mucho menos un casi-colegio, sino, desde el primer día, una "Familia" que se abría a los jóvenes que, encontrándose en dificultad ya de carácter familiar y ambiental ya por haber faltado a la ley ya por el peligro de recaer, etcétera, buscaban un apoyo moral-educativo durante el tiempo que fuera necesario para hacer madurar una situación diferente, como la de permitirles una reintegración en el contexto familiar y social, privilegiando la prevención ante una posible caída o recaída, al estilo que nos enseñó don Bosco.

Hacer un balance de la actividad desarrollada durante estos 25 años no es sencillo. Sólo Dios conoce verdaderamente el corazón del hombre; sólo Él sabe si la fatiga ha dado o dará los frutos deseados. Nosotros intentamos dar un testimonio cristiano, agradecidos a Él si lo fecundara.

Ley de defensa del menor

Los primeros años nos vieron ocupados sobre todo en la acogida de los pequeños que nos eran confiados por el Tribunal de menores en virtud de la ley 266 que dictaba que un menor no fuera introducido en el circuito carcelario al primer delito para evitar la consolidación de actitudes negativas.

Lo entrada en vigor de esta ley representó una importante inflexión cultural y social. El menor era por primera vez considerado sujeto de derechos y, como tal, defendido y sostenido.

La sociedad es siempre deudora hacia los más jóvenes, siempre está en la obligación de ofrecer lo máximo de sus capacidades para permitir vivir un presente digno y para preparar un futuro responsable y libre y al mismo tiempo que el Tribunal nos confiaba a adolescentes turbulentos nos exigía implícitamente ser garantes de una cualificada propuesta educativa… que no podía no estar empapada de la pedagogía de don Bosco.

Así Providencia se caracterizó enseguida como un lugar privilegiado y raro, en cuyo interior un adolescente en dificultad se convertía, por fin, en natural y espontáneo centro de atenciones, gracias a las formas de vida familiar, ricas en estímulos y a las múltiples ocasiones para reflexionar libremente y con confianza sobre los problemas de la propia identidad todavía incierta y marcada por el enfrentamiento/desencuentro con la sociedad.

El joven que llega a la casa familia advierte enseguida el clima particular que se respira allí: Las tensiones, los miedos, los rechazos que el menor lleva consigo, se reajustan en la novedad de la situación que comienza a vivir. El menor ahora se encuentra en contacto con adultos que ya no siente necesariamente hostiles y autoritariamente impositivos, sino con los que en cambio es posible entretejer relaciones positivas y estructurantes de entendimiento, colaboración, amistad, en un respeto recíproco. Todo eso sin embargo presupone un mínimo de preparación e implicación del menor en la nueva experiencia que está llamado a vivir, de otro modo todo se vuelve más difícil.

Sin teorías y siguiendo a Don Bosco

Cuando la relación menor-casa familia es positiva, uno se da cuenta, y la experiencia lo confirma, de que se agrieta el muro de desconfianza hacia los adultos que el adolescente ha construido como defensa en las anteriores experiencias ante los problemas familiares y sociales. Empieza a emerger viva la nostalgia de cariños olvidados, sobre todo maternos, revividos ahora con una inédita voluntad de protección respecto de aquellos factores traumáticos que han provocado serios problemas en la infancia. Se abre paso en el joven la conciencia de tener dentro de sí fuerzas interiores totalmente suyas, que se pueden orientar hacia objetivos por ahora poco definidos, pero que su realización sabe ahora que puede contar con alguien que es de hecho un amigo.

De este modo el joven está en condiciones de apropiarse de su vida, de poder pensar en sus heridas (retrasos escolares, dureza afectiva, dificultad expresiva, incompetencias profesionales, problemas laborales etcétera) y de crear, en un tiempo que es ahora ya demasiado corto, las condiciones para un futuro "suyo", libre, en una relación, esta vez, no marginalizante de la sociedad.

Nuestra tarea, como se ve, es ardua… pero en todo caso algo queda claro: los muchachos que han vivido algún tiempo con nosotros, todos, extranjeros e italianos, han vivido aquel período de sus vidas no como una "desgracia" que se suma a las otras, sino como un momento importante y enriquecedor y que, en todo caso, queda como expresión de una cultura de la solidaridad: Esta cultura de la solidaridad siempre ha sido una convicción expresa por nuestra parte, que hunde sus raíces no sólo en una fe religiosa y salesiana sino también en una alternativa para una sociedad más humana. Lo que queremos ofrecer es un espacio de "justicia", en el sentido de que nos proponemos darle al menor aquello que o no ha tenido nunca o ha tenido de modo inadecuado.

Sinceramente, nunca hemos teorizado sobre nuestro modo de acercamiento al muchacho, porque el estilo salesiano, el estilo de don BOSCO es ya de por sí un modelo vencedor: excluye toda forma de paternalismo o asistencialismo para ofrecer una propuesta de acogida sincera, materializada en la amistad, la escucha, la coparticipación, la exigente y justa coherencia en los comportamientos.
Aceptar y hacerse aceptar se convierte así en el punto clave y, en cuanto tal, en el objetivo prioritario de nuestra casa-familia. Si no se llega a implicar al menor en las decisiones que se toman para él y sobre él, no se puede sacar adelante ningún proyecto educativo y todo se limitará a tareas de represión o custodia muy lejos del pensamiento de don Bosco.

Escapados de la guerra

Estos últimos años nos hemos visto implicados exclusivamente en la acogida a menores extranjeros procedentes del Norte de África, de Albania, Rumania y Afganistán. Estos últimos, en particular, nos reenvían al recuerdo de cómo ha querido don Bosco a los jóvenes: "me basta que seáis jóvenes para que yo os quiera mucho". Son chicos escapados de la guerra, obligados a dejar su País para evitar la suerte de sus padres muertos a manos de los talibanes. Tienen historias tristes, en los ojos el terror de la muerte, en el corazón la conciencia de no poder volver a su tierra: Lejos de las propias raíces, sin la posibilidad de echar otras nuevas, suspendidos entre el pasado y el futuro, en un presente pobre, de privaciones. Muchos de ellos llevan sobre el cuerpo las señales evidentes de las torturas padecidas antes de lograr salvarse: Las historias de sus viajes alucinantes no pueden no estimularnos a ser para ellos aquella mano amiga, aquel hombro sobre el que poder apoyarse y, por qué no, llorar cuando resurge vivo el recuerdo de sus seres queridos y de su tierra lejana.

Son muchachos fuertes, sumando todo: no sé cuántos de nuestros muchachos italianos acostumbrados a una vida más o menos cómoda tendrían la fuerza interior que ellos muestran. Solos, extranjeros en una tierra diferente, a menudo hostil y desconfiada en sus confrontaciones, saben incluso arremangarse las mangas en el evidente esfuerzo por aprender nuestra lengua, nuestras costumbres, nuestro perseguir una vida tranquila, sin demasiados obstáculos o problemas. Nuestro compromiso como pareja y como salesianos cooperadores para estos muchachos es lo que el Rector Mayor ha subrayado en su aguinaldo: educar con el corazón de don Bosco para el desarrollo integral de la vida de los jóvenes, sobre todo de los más pobres y más desfavorecidos, promoviendo sus derechos.

Ciertamente nos esforzamos por educar y querer con el corazón de don Bosco, pero no llegaremos nunca a tener un corazón tan grande como el suyo… indudablemente entendemos y nos afanamos para que estos nuestros amigos sean respetados en sus derechos. Tal vez hoy entiendo la gran dificultad experimentada por don Bosco cuando buscaba por las obras a sus chicos para animarlos, pero sobre todo para cerciorarse de que los empresarios respetaran por ello sus derechos. También a nosotros a menudo nos ocurre tener que emplearnos no sólo para insertarlos en el mundo del trabajo que se revela cada vez más estrecho, sino, sobre todo, para que cuantos les ofrecen trabajo sean correctos y justos en sus obligaciones... Cuántas veces ha ocurrido tener que recordar y exigir el respeto del horario de trabajo y de una justo retribución… y al mismo tiempo tener que excusarnos ante nuestros muchachos por la innoble explotación de parte de muchos buenos cristianos. Nuestro compromiso se concreta, así, en promover con los hechos y en la medida que nos es posible la dignidad de estos jóvenes.

Cien lieras por favor !!!

Ya no basta sólo con abrir y agrandar el corazón para acogerlos: hoy más que nunca se trata de batirnos para que sean reconocidos sus derechos, para que a nadie le falte la esperanza en un futuro más humano. Pienso que si don Bosco viviera hoy, indudablemente emplearía a fondo toda su creatividad para alimentar una cultura de formación de las conciencias para el reconocimiento de los derechos fundamentales de la persona humana sea cual fuere el color de su piel y para responder concretamente al grito de Cristo que pide ayuda revestido del angoleño sediento, del afgano huérfano que ha visto morir a sus seres queridos bajo su mirada, del muchacho que huye de una situación insoportable en su país…

Son muchos los recuerdos que los muchachos han gravado en mi mente y en mi corazón, si tuviera que contar las historias de cuantos han pasados por nuestra casa... no bastarían los años que me quedan todavía por vivir... pero quiero dejaros al menos uno a vosotros:

Era la víspera de Navidad, hace ahora 24 años. Estaba metida en la cocina para preparar la cena, cuando un muchacho vino a decirme que Merak (un chico Romaní, llegado hacia poco a Providencia, lloraba desconsoladamente. Merak había sido vendido a una caravana de gitanos por sus parientes cuando apenas tenía dos años. Obligado a pedir limosna, pegado y torturado (tenía sobre la espalda las señales indelebles de las quemaduras de los cigarrillos apagados sobre su piel) a la edad de 10 años logró escapar y que se perdiera su pista; fue encontrado por la policía medio aterido bajo un banco en el parque del Eur. Las únicas palabras que supo decir en italiano fueron: un monedita, cien liras, por favor. Fue internado en un instituto a la espera de ser adoptado pero... ¿quién tiene el ánimo para adoptar a un niño que no es rubio ni tiene los ojos azules y que además es Romaní?

Una Crisis

La institución que lo había acogido cerraba y tuvieron que buscar una nueva situación para los internos más grandecitos: Tenía 14 años cuando nos lo trajeron, después de haber sabido de nuestra existencia por un artículo leído en el periódico El Mensajero. Trabajaba en una pizzería justo al lado de la institución que lo hospedaba. El propietario, obviamente, no lo tenía en regla, más bien le había hecho pesado el propio trabajo. Merak, aquel día, había visto en Providencia un vaivén de amigos que venían a desear las “felices pascuas”: fue el momento de la crisis.

Lo animé a hablar y a explicarme el motivo de su llanto. Nos llevó un buen rato ante de que me respondiera: "lloro porque pienso en mi situación; estoy solo en el mundo, no conozco a mis padres, no tengo parientes, no tengo amigos… si tuviera que ir a dar desear unas felices navidades a alguien no sabría a quien hacerlo".

Podía parecer una respuesta banal porque en casa había muchos otros más o menos en su misma situación... pero Merak tenía una mirada triste, casi desesperada. ¡Qué pudo pensar! Lo abracé diciéndole que estaba mintiendo porque en aquel mismo momento podría y debía desearnos las felices navidades a nosotros, a Carlo y a Lillina, y a los muchos amigos que había conocido en Providencia.

Se serenó enseguida regalándome su sonrisa más espléndida. Volví así a la cocina. Después de una buena media hora me lo encontré en la cocina; me pidió que lo acompañara a la habitación de al lado, allí fui; en el centro de la mesa, bien puesta, había una Estrella de Navidad, un billete escrito a toda prisa: "¡querida mamá, te quiero!"

Fue la primera de una larga serie porque desde aquel día cada año Merak, que ya no es un muchacho, tiene amigos a los que decir: ¡Feliz Navidad!

Acabo aquí deseando a todos los presentes y a toda la familia salesiana el poder ser en la vida aquella mano y aquellos brazos abiertos para acoger el Feliz Navidad y la sonrisa sincera de los muchos Merak que vagan por nuestras calles y que esperan oír una voz que les diga: A partir de hoy ya no estás solo, estoy YO.

Sacerdote exorcista advierte contra esoterismo en México

MÉXICO D.F.,(ACI).- El P. José Luis del Río y Santiago, de la diócesis mexicana de Saltillo, que se vio forzado a realizar un exorcismo durante una Misa de curación el lunes pasado, alertó contra el esoterismo, los curanderos y las prácticas de adivinación porque "están abriendo las puertas al satanismo".

Durante la Misa celebrada en la parroquia del Ojo de Agua, una joven mujer presentó signos de posesión demoníaca, obligando al P. del Río a practicar el exorcismo frente a los asistentes.

El P. del Río, autorizado por el Obispo para practicar el rito de exorcismo en la diócesis, advirtió que las prácticas de adivinación, la brujería y el ocultismo está llevando a que aumenten notablemente los casos de posesión satánica.

"Hay gente que se involucra en ese tipo de prácticas sin saber que lo que está haciendo es abrir la puerta al demonio", destacó.

"La gente comienza a ver el ocultismo o la adivinación como algo natural y legítimo; y ve en los medios los programas de astrología, de parasicólogos y maestros síquicos. Por la ignorancia se dejan llevar y pueden caer en prácticas de ocultismo. Hay que advertir a los fieles que estas prácticas abre la puerta al demonio", agregó.

La joven exorcizada, que el lunes pasado abandonó el templo con paso vacilante, asistida por sus familiares, "tendrá que volver a recibir varias sesiones para asegurar su recuperación", dijo el P. del Río.

Aprueban presunto milagro por intercesión de numeraria del Opus Dei

BARCELONA, (ACI).- El Arzobispo de Barcelona, Cardenal Lluís Martínez Sistach, clausuró el proceso que evaluó un presunto milagro realizado por intercesión de una de las primeras numerarias del Opus Dei, la Sierva de Dios Guadalupe Ortiz de Landázuri i Fernández de Heredia, por lo que ahora el postulador P. José Carlos Martín de la Hoz, llevará la causa a Roma.

El Arzobispado de Barcelona señaló que el posible milagro es la curación de un quiste canceroso en los ojos. La probable intercesión de la numeraria fue experimentada por Antonio Sedano.

En el acto estuvieron presentes el Vicario Regional de la Prelatura del Opus Dei en España, Ramón Herrando; y el Vicario de la Prelatura en Cataluña, Antoni Pujals.

La Sierva de Dios Guadalupe Ortiz de Landázuri, fue una de las primeras mujeres del Opus Dei.

Profesional en química, Guadalupe realizó un intenso trabajo evangelizador en España, México e Italia, donde también se dedicó a la promoción social, especialmente de la mujer. Murió en Pamplona en 1975.