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viernes, 22 de febrero de 2008

"Jesús comenzó a predicar" / Autor: Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap.

I Meditación de Cuaresma al Papa y a la Curia del padre Raniero Cantalamessa, O.F.M. Cap.,

«Viva y eficaz es la Palabra de Dios» (Hebreos, 4, 12) es el tema de las meditaciones que siguen esta Cuaresma Benedicto XVI y sus colaboradores de la Curia por el predicador de la Casa Pontifica --el padre Raniero Cantalamessa O.F.M. Cap.-. La primera de ellas, este viernes, ha tenido por título «Jesús comenzó a predicar - La Palabra de Dios en la vida de Cristo». Ofrecemos íntegramente su contenido.


* * *
Cuaresma 2008 en la Casa Pontificia

Primera Predicación

"JESÚS COMENZÓ A PREDICAR"

La Palabra de Dios en la vida de Cristo


A la vista del Sínodo de los obispos del próximo octubre, he pensado dedicar la predicación cuaresmal de este año al tema de la Palabra de Dios. Meditaremos sucesivamente sobre el anuncio del evangelio en la vida de Cristo, esto es, sobre el Jesús «que predica», sobre el anuncio en la misión de la Iglesia, o sea, sobre el Cristo «predicado», sobre la Palabra de Dios como medio de santificación personal, la lectio divina, y sobre la relación entre el Espíritu y la Palabra, en la práctica, la lectura espiritual de la Biblia.

Empezamos esta predicación el día en que la Iglesia celebra la festividad de la Cátedra de san Pedro, y esto no carece de significado en nuestro tema. Nos ofrece ante todo la ocasión de rendir el homenaje de nuestro afecto y devoción a quien ocupa hoy la sede petrina, el Santo Padre Benedicto XVI. Nos recuerda también aquello que el propio apóstol Pedro escribe en su Segunda Carta, esto es, que «ninguna profecía de la Escritura puede interpretarse por cuenta propia» (2 P 1,20) y que por ello toda interpretación de la Palabra de Dios debe conmensurarse con la tradición viva de la Iglesia, cuya interpretación auténtica está confiada al magisterio apostólico y, de manera singular, al magisterio petrino.

Es bello, en una circunstancia como ésta y en el contexto del actual diálogo ecuménico, recordar un conocido texto de san Ireneo: «Dado que sería demasiado extenso enumerar las sucesiones de todas las Iglesias, tomaremos la Iglesia grandísima y antiquísima y de todos conocida, la Iglesia fundada y establecida en Roma por los gloriosísimos apóstoles Pedro y Pablo... Con esta Iglesia, en razón de su origen más excelente (propter potentiorem principalitatem), debe necesariamente estar de acuerdo toda Iglesia, esto es, los fieles que proceden de toda parte -aquella en la que para todos los hombres siempre se ha conservado la Tradición que viene de los apóstoles» [1].

Con este espíritu, no sin temor y temblor, me preparo a presentar mis reflexiones sobre el tema vital de la Palabra de Dios, en presencia del sucesor de Pedro, obispo de la Iglesia de Roma.

1. La predicación en la vida de Jesús

Después del relato el bautismo de Jesús, el evangelista Marcos prosigue su narración diciendo: «Marchó Jesús a Galilea y proclamaba el Evangelio de Dios: "El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertios y creed en el Evangelio"» (Mc 1, 14 s.). Mateo escribe más brevemente: «Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir: "Convertios, porque el Reino de los Cielos ha llegado"» (Mt 4, 17). Con estas palabras empieza el «Evangelio», entendido como la buena noticia «de» Jesús -esto es, traída por Jesús y de la que Él es el sujeto--, diferente de la buena noticia «sobre» Jesús de la sucesiva predicación apostólica, en la que Jesús es el objeto.

Se trata de un evento que ocupa un lugar bien preciso en el tiempo y en el espacio: sucede «en Galilea», «después de que Juan fue arrestado». El verbo empleado por los evangelistas, «comenzó a predicar», pone fuertemente de relieve que se trata de un «inicio», de algo nuevo no sólo en la vida de Jesús, sino en la historia misma de la salvación. La Carta a los Hebreos expresa así la novedad: «Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo» (Hb 1,1-2). Comienza un tiempo particular de salvación, un kairos nuevo, que se extiende durante cerca de dos años y medio (desde el otoño del año 27 hasta la primavera del año 30 d.C.).

Jesús atribuía a esta actividad suya tal importancia como para decir que había sido enviado por el Padre y consagrado con la unción del Espíritu precisamente para esto, o sea, «para anunciar a los pobres la Buena Nueva» (Lc 4, 18). En una ocasión, cuando algunos querían entretenerle, pide a los apóstoles partir, diciéndoles: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique, pues para eso he venido» (Mc 1,38).

La predicación forma parte de los llamados «misterios de la vida de Cristo» y es como tal que a él nos acercamos. Con la palabra «misterio» se entiende, en este contexto, un evento de la vida de Jesús portador de un significado salvífico que como tal se celebra por la Iglesia en su liturgia [2]. Si no existe una fiesta litúrgica específica de la predicación de Jesús es porque ésta se recuerda en cada liturgia de la Iglesia. La «liturgia de la Palabra» en la Misa no es sino la actualización litúrgica del Jesús que predica. Un texto del Concilio Vaticano II dice: Cristo «está presente en su palabra, pues cuando se lee en la Iglesia la Sagrada Escritura, es Él quien habla» [3].

Igual que, en la historia, después de haber predicado el Reino de Dios, Jesús fue a Jerusalén a ofrecerse en sacrificio al Padre, en la liturgia, después de haber proclamado nuevamente su palabra, Jesús renueva el ofrecimiento de sí al Padre a través de la acción eucarística. Cuando al final del prefacio decimos: «Bendito el que viene en nombre del Señor: Hosanna en lo alto del Cielo», nos trasladamos idealmente a ese momento en que Jesús entra en Jerusalén para celebrar allí su Pascua; es donde termina el tiempo de la predicación y comienza el tiempo de la pasión.

La predicación de Jesús es por lo tanto un «misterio» porque no contiene sólo la revelación de una doctrina, sino que explica el misterio mismo de la persona de Cristo; es esencial para entender tanto el precedente -el misterio de la encarnación- como el siguiente: el misterio pascual. Sin la palabra de Jesús, serían eventos mudos. Feliz intuición la de Juan Pablo II cuando introdujo la predicación del Reino entre los «misterios luminosos» que añadió a los gozosos, dolorosos y gloriosos del Rosario, junto al bautismo de Jesús, las bodas de Caná, la transfiguración y la institución de la Eucaristía.

2. La predicación de Cristo continúa en la Iglesia

El autor de la epístola a los Hebreos escribía bastante tiempo después de la muerte de Jesús, por lo tanto mucho después de que Él hubiera dejado de hablar; sin embargo dice que Dios nos ha hablado por medio del Hijo «en estos últimos tiempos». Así que considera los días en que vive como parte de los «días de Jesús». Por eso, un poco más adelante, citando la palabra del Salmo «Si oís hoy su voz no endurezcáis vuestros corazones», la aplica a los cristianos diciendo: «¡Mirad hermanos! Que no haya en ninguno de vosotros un corazón maleado por la incredulidad que le haga apostatar de Dios vivo; antes bien exhortaos mutuamente cada día mientras dure este hoy» (Hb 3, 7s.).

Dios habla, por lo tanto, también hoy en la Iglesia, y habla «por medio del Hijo». «Dios -se lee en la Dei Verbum--, que habló en otro tiempo, habla sin intermisión con la Esposa de su amado Hijo; y el Espíritu Santo, por quien la voz del Evangelio resuena viva en la Iglesia, y por ella en el mundo, va induciendo a los creyentes en la verdad entera, y hace que la palabra de Cristo habite en ellos abundantemente» [4].

¿Pero cómo y dónde podemos oír esta «voz suya»? La revelación divina está cerrada; en cierto sentido, ya no hay más palabras de Dios. Más he aquí que descubrimos otra afinidad entre Palabra y Eucaristía. La Eucaristía está presente en toda la historia de la salvación: en el Antiguo Testamento, como figura (el cordero pascual, el sacrificio de Melquisedec, el maná), en el Nuevo Testamento, como evento (la muerte y resurrección de Cristo), en la Iglesia, como sacramento (la Misa).

El sacrificio de Cristo está consumado y concluido en la cruz; en cierto sentido, por lo tanto, ya no hay más sacrificios de Cristo; con todo, sabemos que existe todavía un sacrificio y es el único sacrificio de la Cruz que se hace presente y operante en el sacrificio eucarístico; el evento continúa en el sacramento, la historia en la liturgia. Algo análogo sucede con la palabra de Cristo: ha cesado de existir como evento, pero existe aún como sacramento.

En la Biblia, la palabra de Dios (dabar), especialmente en la forma particular que asume en los profetas, constituye siempre un aconteciendo; es una palabra-evento, o sea, una palabra que crea una situación que lleva a cabo siempre algo nuevo en la historia. La repetida expresión: «la palabra de Yahveh se dirigió a...», podría traducirse por: «la palabra de Yahveh asumió forma concreta en...» (en Ezequiel, en Ageo, en Zacarías, etcétera).

Este tipo de palabra-evento se prolonga hasta Juan bautista; en Lucas, de hecho, leemos: «En el año quince del imperio de Tiberio César..., la palabra de Dios fue dirigida a (factum est verbum Domini super) Juan, hijo de Zacarías, en el desierto» (Lc 3, 1 ss.). Después de este momento, tal fórmula desaparece por completo de la Biblia y en su lugar surge otra: ya no «Factum est verbum Domini», sino: «Verbum caro fac­tum est»: la Palabra se hizo carne (Jn 1, 14). ¡El evento ahora es una persona! Jamás se encuentra la frase: «la palabra de Dios se dirigió a Jesús», porque Él es la Palabra. A las realizaciones provisionales de la palabra de Dios en los profetas, sucede ahora la realización plena y definitiva.

Dándonos al Hijo -escribe san Juan de la Cruz-- Dios nos ha dicho todo de una sola vez y ya no tiene más que revelar. Dios se ha hecho, en cierto sentido, mudo, al no tener más que decir [5]. Pero hay que entenderlo bien: Dios calla en cuanto que no dice cosas nuevas respecto de las que dijo Jesús, no en el sentido de que ya no habla más; ¡Él dice siempre de nuevo lo que dijo una vez en Jesús!

3. La palabra sacramento que se oye

Ya no hay más palabras-evento en la Iglesia, pero hay palabras-sacramento. Las palabras-sacramento son las palabras de Dios «sucedidas» una vez para siempre y recogidas en la Biblia, que vuelven a ser «realidad activa» cada vez que la Iglesia las proclama con autoridad y el Espíritu que las ha inspirado vuelve a encenderlas en el corazón de quien las escucha. «Él recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros», dice Jesús del Espíritu Santo (Jn 16,14).

Cuando se habla de la Palabra como «sacramento», se toma este término no en el sentido técnico y restringido de los «siete sacramentos», sino en el sentido más amplio por el que se habla de Cristo como el «primordial sacramento del Padre» y de la Iglesia como del «sacramento universal de salvación» [6]. Teniendo presente la definición que san Agustín da del sacramento como «una palabra que se ve» (verbum visibile) [7], se suele definir, por contraste, la palabra como «un sacramento que se oye» (sacramentum audibile).

En cada sacramento se distingue un signo visible y la realidad invisible que es la gracia. La palabra que leemos en la Biblia, en sí misma, no es más que un signo material (como el agua y el pan), un conjunto de sílabas muertas o, como mucho, una palabra del vocabulario humano como las demás; pero cuando interviene la fe y la iluminación del Espíritu Santo, a través de este signo entramos misteriosamente en contacto con la viva verdad y voluntad de Dios y oímos la voz misma de Cristo.

«El cuerpo de Cristo -escribe Bossuet-- no está más realmente presente en el adorable sacramento de cuanto la verdad de Cristo lo está en la predicación evangélica. En el misterio de la Eucaristía las especies que veis son signos, pero lo que en ellas se encierra es el mismo cuerpo de Cristo; en la Escritura, las palabras que oís son signos, pero el pensamiento que os dan es la verdad misma del Hijo de Dios».

La sacramentalidad de la palabra de Dios se revela en el hecho de que a veces aquella actúa manifiestamente más allá de la comprensión de la persona, que puede ser limitada e imperfecta; obra casi por sí misma, ex opere operato, como se dice en teología.

Cuando el profeta Eliseo dijo a Naamán el sirio, quien había ido a verle para que le curara de la lepra, que se lavara siete veces en el Jordán, le respondió indignado. «¿Acaso el Abaná y el Farfar, ríos de Damasco, no son mejores que todas las aguas de Israel? ¿No podría bañarme en ellos para quedar limpio?» (2 R 5, 12). Naamán tenía razón: los ríos de Siria eran, sin duda, mejores y más caudalosos; sin embargo, se curó bañándose en el Jordán y su carne quedó como la de un niño, cosa que jamás habría ocurrido si se hubiera bañado en los grandes ríos de su país.

Así es la palabra de Dios contenida en las Escrituras. Entre la gente y también en la Iglesia ha habido y habrá libros mejores que algunos libros de la Biblia, más refinados literariamente y más edificantes religiosamente (piénsese en La imitación de Cristo), pero ninguno de ellos obra como lo hace el más modesto de los libros inspirados. Existe, en las palabras de la Escritura, algo que actúa más allá de toda explicación humana; hay una desproporción evidente entre el signo y la realidad que produce, cosa que permite pensar, precisamente, en la eficacia de los sacramentos.

Las «aguas de Israel», que son las Escrituras divinamente inspiradas, continúan hoy curando de la lepra de los pecados; al terminar de leer el pasaje del evangelio de la Misa, la Iglesia invita al ministro a besar el libro y a decir: «Las palabras del Evangelio borren nuestros pecados» (per evangelica dicta deleantur nostra delicta). El poder sanador de la palabra de Dios se atestigua en la propia Escritura: «No los curó hierba ni emoliente alguno -se dice de Israel en el desierto--, sino tu palabra, Señor, que todo lo sana» (Sb 16,12).

La experiencia lo confirma. Oí a una persona dar el siguiente testimonio en un programa de televisión en el que participé. Se trataba de un alcohólico en fase avanzada; no aguantaba más de dos horas sin beber; la familia estaba al borde de la desesperación. Le invitaron con su esposa a un encuentro sobre la palabra de Dios. Allí alguien leyó un pasaje de la Escritura. Una frase le atravesó como una llamarada de fuego y sintió que se había sanado. Después, cada vez que le tentaba la bebida, corría a abrir la Biblia en aquel punto y sólo con releer las palabras sentía que le volvía la fortaleza, ahora que estaba del todo recuperado. Cuando quiso decir cuál era la frase, se le quebró la voz de la emoción. Era la palabra del Cantar de los cantares: «Mejor son que el vino tus amores» (Ct 1,2). Estas sencillas palabras, aparentemente ajenas a su situación, habían realizado el milagro. Un episodio similar se lee en El peregrino ruso. Pero el más célebre es el de Agustín. Al leer las palabras de Pablo a los Romanos (13, 11 ss.): «Despojémonos de las obras de las tinieblas... Como en pleno día, procedamos con decoro: nada de lujurias y desenfrenos», sintió una «luz de serenidad» que le asaltaba el corazón y comprendió que se había curado de la esclavitud de la carne [8].

4. La liturgia de la palabra

Hay un ámbito y un momento en la vida de la Iglesia donde Jesús habla hoy de la manera más solemne y más segura, y es la liturgia de la palabra en la Misa. En los inicios de la Iglesia la liturgia de la palabra estaba separada de la liturgia eucarística. Los discípulos -refieren los Hechos de los Apóstoles-- «acudían al templo todos los días» (Hch 2, 43); allí escuchaban la lectura de la Biblia, recitaban los salmos y las oraciones junto a los demás judíos; realizaban lo que se hace en la liturgia de la palabra; luego se reunían aparte, en sus casas, para «partir el pan», o sea, para celebrar la Eucaristía (Hch 2, 43)

Pronto esta praxis se hizo imposible tanto por la hostilidad respecto a ellos, por parte de la comunidad judía, como porque las Escrituras ya habían adquirido para ellos un sentido nuevo, del todo orientado a Cristo. Fue así como también la escucha de la Escritura se trasladó del templo y de la sinagoga a los lugares de culto cristianos, transformándose en la actual liturgia de la palabra que precede a la oración eucarística.

San Justino, en el siglo II, hace una descripción de la celebración eucarística en la que ya están presentes todos los elementos esenciales de la futura Misa. No sólo la liturgia de la palabra es parte integrante de ella, sino que a las lecturas del Antiguo Testamento se han sumado las que el santo llama «las memorias de los apóstoles», o bien los evangelios y las cartas, en la práctica el Nuevo Testamento.

Escuchadas en la liturgia, las lecturas bíblicas adquieren un sentido nuevo y más fuerte que cuando se leen en otros contextos. No tienen tanto el objetivo de conocer mejor la Biblia, como cuando ésta se lee en casa o en una escuela bíblica, cuanto el de reconocer a quién se hace presente al partir el pan, iluminar cada vez un aspecto particular del misterio que se va a recibir. Esto aparece de modo casi programático en el episodio de los dos discípulos de Emaús: fue escuchando la explicación de las Escrituras como su corazón empezó a arder, de manera que fueron capaces de reconocerle después al partir el pan.

Un ejemplo entre muchos: las lecturas del XXIX domingo del tiempo ordinario del ciclo B. La primera lectura es un pasaje del siervo doliente que carga con las iniquidades del pueblo (Is 53, 2-11); la segunda lectura habla de Cristo sumo sacerdote probado en todo como nosotros, excepto en el pecado; el pasaje evangélico habla del Hijo del hombre que ha venido a dar la vida en rescate de muchos. Juntos, estos tres pasajes sacan a la luz un aspecto fundamental del misterio que se va a celebrar y a recibir en la liturgia eucarística.

En la Misa las palabras y los episodios de la Biblia no sólo se narran, sino que se reviven; la memoria se convierte en realidad y presencia. Lo que sucedió «en aquel tiempo», ocurre «en este tiempo», «hoy» (hodie), como ama expresarse la liturgia. No somos sólo oyentes de la palabra, sino interlocutores y actores en ella. Es a nosotros, ahí presentes, a quienes se dirige la palabra; estamos llamados a ocupar el lugar de los personajes evocados.

También aquí algunos ejemplos ayudan a entender. Se lee, en la primera lectura, el episodio de Dios que habla a Moisés desde la zarza ardiente: nosotros estamos, en Misa, ante la verdadera zarza ardiente... Se lee de Isaías que recibió en los labios la brasa que le purifica para la misión: nosotros vamos a recibir en los labios la verdadera brasa, a aquél que ha venido a traer fuego a la tierra... Ezequiel es invitado a comer el rollo de los oráculos proféticos y nosotros nos preparamos para comer a quien es la palabra misma hecha carne y hecha pan.

La cuestión se aclara más aún si pasamos del Antiguo al Nuevo Testamento, de la primera lectura al pasaje evangélico. La mujer que sufría hemorragias está segura de curarse sólo con tocar la orla del manto de Jesús: ¿qué decir de nosotros, que estamos a punto de tocar mucho más que el borde de sus vestidos? Una vez escuchaba en el evangelio el episodio de Zaqueo y me impactó su «actualidad». Era yo Zaqueo; se dirigían a mí las palabras: «Hoy debo ir a tu casa»; era de mí de quien se podía decir: «¡Se ha ido a alojar a casa de un pecador!»; y era a mí, después de recibirle en la comunión, a quien Jesús decía: «Hoy la salvación ha entrado en esta casa».

Y así con cada episodio evangélico. ¿Cómo no identificarse en Misa con el paralítico a quien Jesús dice: "Tus pecados te son perdonados" y "Levántate y ve a tu casa", con Simeón que estrecha entre sus brazos al Niño Jesús, con Tomás que toca vacilante sus llagas? En la celebración del día, el evangelio de este viernes de la segunda semana de Cuaresma narra la parábola de los viñadores homicidas (Mt 21, 33-45): «Finalmente les envió a su hijo diciendo: "A mi hijo le respetarán"». Recuerdo el efecto de estas palabras sobre mí mientras las oía en una ocasión, más bien distraídamente. Ese mismo Hijo está a punto de entregárseme en la comunión: ¿estaba yo preparado para recibirle con el respeto que el Padre celestial se esperaba?

No sólo los hechos, sino también las palabras del evangelio escuchadas en Misa adquieren un sentido nuevo y más fuerte. Un día de verano estaba celebrando Misa en un pequeño monasterio de clausura. El pasaje evangélico era de Mateo, 12. Jamás olvidará la impresión que me causaron las palabras de Jesús: «Ahora aquí hay algo más que Jonás... Ahora aquí hay algo más que Salomón». Era como si las escuchara en aquel momento por primera vez. Comprendía que esos dos adverbios «ahora» y «aquí» significaban verdaderamente ahora y aquí, o sea, en aquel momento y en aquel lugar, no sólo en el tiempo en que Jesús estaba en la tierra, hace tantos siglos. Desde ese día de verano, tales palabras me son queridas y familiares de forma nueva. Con frecuencia, en Misa, en el momento en que hago la genuflexión y me levanto después de la consagración, me brota repetir, para mis adentros: «¡Ahora aquí hay algo más que Jonás! ¡Ahora aquí hay algo más que Salomón!».

«Vosotros que estáis acostumbrados a tomar parte en los divinos misterios -decía Orígenes a los cristianos de su tiempo--, cuando recibís el cuerpo del Señor lo conserváis con todo cuidado y toda veneración para que ni una partícula caiga al suelo, para que nada ser pierda del don consagrado. Estáis convencidos, justamente, de que es una culpa dejar caer sus fragmentos por descuido. Si por conservar su cuerpo sois tan cautos -y es justo que lo seáis--, sabed que descuidar la palabra de Dios no es culpa menor que descuidar su cuerpo» [9].

Entre las muchas palabras de Dios que oímos cada día en Misa o en la Liturgia de las Horas, hay casi siempre una destinada en particular a nosotros. Por sí sola puede llenar toda nuestra jornada e iluminar nuestra oración. Se trata de no dejarla caer en el vacío. Diversas esculturas y bajorrelieves del antiguo Oriente muestran al escriba en acto de recoger la voz del soberano que dicta o habla; se le ve absolutamente pendiente: piernas cruzadas, tronco erguido, ojos bien abiertos, oído atento. Es la actitud que en Isaías se atribuye al Siervo del Señor: «Cada mañana despierta mi oído para escuchar como los discípulos» (Is 50, 4). Así deberíamos ser nosotros cuando se proclama la palabra de Dios.

Acojamos, por lo tanto, como dirigida a nosotros, la exhortación que se lee en el Prólogo de la Regla de san Benito [10]: «Abiertos nuestros ojos a la luz divina, escuchemos con oído atento y lleno de estupor la voz divina que cada día se nos dirige y grita: Si escucháis hoy su voz, no endurezcáis vuestro corazón (Sal 94, 8), y también: El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias» [v. Ap 2 y 3. Ndt]

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[Traducción del original italiano por Marta Lago]

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[1] S. Ireneo, Adv. Haer. III, 2.

[2] Cf. S. Agostino, Lettere, 55, 1,2.

[3] Sacrosanctum concilium 7.

[4] Dei Verbum, 8.

[5] Cf. S. Giovanni della Croce, Salita al monte Carmelo II, 22, 4-5.

[6] Cf. Lumen Gentium, 48.

[7] S. Agostino, Trattati sul vangelo di Giovanni, 80,3;

[8] S. Agostino, Confessioni, VIII,12.

[9] Origene, In Exod. hom. XIII, 3.

[10] Regole monastiche d'occidente, Qiqajon, Comunità di Bose, 1989, p. 53.


“La palabra que leemos en la Biblia, en sí misma, no es un signo material, pero gracias a la fe y a la iluminación del Espíritu Santo, a través de este signo, entramos misteriosamente en contacto con la verdad viva de Dios y escuchamos la misma voz de Cristo”. (P. Raniero Cantalamessa)

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Jordi Roglà, : "El sistema no ofrece posibilidad para repescar a los excluidos" / Autora: Catalina Gayà

ENTREVISTA CON JORDI ROGLÀ, DIRECTOR DE CÀRITAS DIOCESANA DE BARCELONA



Foto: RICARD CUGAT

Publicamos por su interés la entrevista, editada por El Periódico de Catalunya el sábado 23 de febrero de 2008, a Jordi Roglà, Director de Cáritas Diocesana de Barcelona, que amplia las propuestas hechas por la entidad ante las elecciones del 9 de Marzo para que las aplique el gobierno de España que resulte elegido.

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--Haga un balance de los últimos cuatro años.
-- Creo que aunque este periodo se ha caracterizado por un crecimiento económico sostenido, la brecha entre los pobres y la población acomodada se ha hecho mayor. En España, sigue habiendo entre 8 y 8,5 millones de personas por debajo del umbral de pobreza. Solo en Catalunya, hay 1.100.000 personas que se encuentran en esta situación.

--Siempre es lo mismo...
--Bueno, hay que reconocer que en los últimos 10 años se han reducido las tasas de pobreza extrema. En este sentido, el sistema de prestaciones ha funcionado bastante bien.

--En algo hemos mejorado...
--No tanto. Hay una bolsa de pobreza generada por el propio sistema, y esto es muy preocupante. En Catalunya tenemos 200.000 personas que reciben prestaciones económicas mínimas, es decir, por debajo del umbral de pobreza. Y todo esto a pesar de la situación de superávit que han presentado los presupuestos generales del Estado.

--¿Hay manera de solucionarlo?
--Si se dedicara un 1% de los presupuestos de la Generalitat, el sistema no generaría pobreza estructural. Esta afecta sobre todo a personas mayores que cobran pensiones no contributivas o pensiones de viudedad. De momento, España solo dedica entre el 19% y el 20% del PIB al gasto de protección social. Debería ser un 27%, la media de los países de la Unión Europea.

-- ¿Cuál es el perfil de la pobreza?
--En España, la pobreza afecta al 20% de la población. Si cogemos a los mayores de 65 años, la pobreza está sobre el 30%. Hay más. Una de cada dos personas mayores de 65 años que viven solas es pobre.

--¿Sigue afectando más a las mujeres?
--La pobreza es femenina. Afecta a las mujeres solas y viudas y a las mujeres jóvenes y solas. En Càritas trabajamos con los dos extremos. Mujeres ancianas que no pueden bajar a la calle porque su edificio no tiene ascensor. Eso no se puede consentir.

-- ¿Qué hay que hacer ante este panorama?
-- La prevención es muy importante. ¿Sabía que el 49% de las llamadas que atendemos son de niños y adolescentes de entre 8 y 15 años? Hay mucha soledad, y esta ya afecta a los niños. El Estado debería ocuparse de la prevención. Desde el nacimiento hasta los 6 años es cuando se adquieren los hábitos.

-- ¿Qué pasa con las madres de estos niños?
--A la feminización de la pobreza se suma que cada vez hay más mujeres solas con hijos. El 40% está en situación de exclusión social. Se trata de mujeres extranjeras con niveles socioeconómicos bajos y con pequeños a su cargo.

--¿Cómo es la situación de estas mujeres?
-- Nosotros atendemos a 27.000 personas. Tenemos estudios que demuestran que el 56% de las mujeres que llegan hasta nosotros tienen que realquilar habitaciones, algunas ni siquiera tienen una habitación para ellas y para sus hijos, y sus ingresos solo les permiten ocupar una cama durante unas horas. Esto no es lo peor.

--¿...?
--Sus hijos tienen que estar la mayor parte del tiempo callados o sin hacer ruido, ya que las madres viven con el miedo de que puedan echarles del piso. Esto tiene que marcarte para toda la vida.

--¿No ha servido el Plan Nacional de Vivienda?
-- El Plan Nacional de Vivienda es un gran avance, pero más de la mitad de las personas que atendemos viven en situación de realquiler y dos de cada tres no tienen ningún tipo de ingreso. El 25% de la población no tiene posibilidad para acceder a una vivienda. Pedimos que no solo se aumente el parque de vivienda de protección oficial, sino que se cree vivienda de protección social para las personas excluidas.

--¿Cómo arreglarlo?
--El sector social debe estar presente en el sector urbanístico.

--El sistema no funciona igual para todos.
--El modelo económico actual es selectivo. Las personas que no tienen éxito quedan excluidas y con este sistema no tienen posibilidad de repesca. Hay estigmas todavía muy vigentes en la sociedad. Las personas con sida, las que han sufrido drogodependencias y los niños con familias desestructuradas lo tienen muy difícil.


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Fuente: El Periódico de Catalunya

Mensaje del Papa para la Jornada de Oración por las Vocaciones 2008 / Autor: Benedicto XVI

«Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión»

Publicamos el mensaje que ha escrito Benedicto XVI con motivo de la XLV Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones que se celebra el 13 de abril, cuarto domingo de Pascua y cuyo tema es este año «Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión».

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Queridos hermanos y hermanas:

1. Para la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, que se celebrará el 13 de abril de 2008, he escogido como tema: Las vocaciones al servicio de la Iglesia-misión. Jesús Resucitado confió a los Apóstoles el mensaje: «Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo» (Mt 28, 19), garantizándoles: «Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo» (Mt 28, 20). La Iglesia es misionera en su conjunto y en cada uno de sus miembros. Si por los sacramentos del Bautismo y de la Confirmación cada cristiano está llamado a dar testimonio y a anunciar el Evangelio, la dimensión misionera está especial e íntimamente unida a la vocación sacerdotal. En la alianza con Israel, Dios confió a hombres escogidos, llamados por Él y enviados al pueblo en su nombre, la misión profética y sacerdotal. Así lo hizo, por ejemplo, con Moisés: «Ve, pues, -le dijo el Señor- yo te envío al faraón para que saques de Egipto a mi pueblo... cuando hayas sacado al pueblo de Egipto, me daréis culto en este monte» (Ex 3, 10.12). Y lo mismo hizo con los profetas.

2. Las promesas hechas a los padres se realizaron plenamente en Jesucristo. A este respecto, el Concilio Vaticano II dice: «Vino, pues, el Hijo, enviado por el Padre, que nos eligió en Él antes de la creación del mundo, y nos predestinó a ser sus hijos adoptivos... Cristo, por tanto, para hacer la voluntad del Padre, inauguró en la tierra el reino de los cielos, nos reveló su misterio, y nos redimió con su obediencia» (Const. dogm. Lumen gentium, 3). Y Jesús escogió como estrechos colaboradores suyos en el ministerio mesiánico a unos discípulos, ya en su vida pública, durante la predicación en Galilea. Por ejemplo, cuando en la multiplicación de los panes, dijo a los Apóstoles: «Dadles vosotros de comer» (Mt 14, 16), impulsándolos así a hacerse cargo de las necesidades del gentío, al que quería ofrecer pan que lo saciara, pero también revelar el pan «que perdura, dando vida eterna» (Jn 6, 27). Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque mientras recorría pueblos y ciudades, los encontraba cansados y abatidos «como ovejas que no tienen pastor» (cf. Mt 9, 36). De aquella mirada de amor brotaba la invitación a los discípulos: «Rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies» (Mt 9, 38), y envió a los Doce «a la ovejas perdidas de Israel», con instrucciones precisas. Si nos detenemos a meditar el pasaje del Evangelio de Mateo denominado «discurso misionero», descubrimos todos los aspectos que caracterizan la actividad misionera de una comunidad cristiana que quiera permanecer fiel al ejemplo y a las enseñanzas de Jesús. Corresponder a la llamada del Señor comporta afrontar con prudencia y sencillez cualquier peligro e incluso persecuciones, ya que «un discípulo no es más que su maestro, ni un esclavo más que su amo» (Mt 10, 24). Al hacerse una sola cosa con el Maestro, los discípulos ya no están solos para anunciar el Reino de los cielos, sino que el mismo Jesús es quien actúa en ellos: «El que os recibe a vosotros, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me ha enviado» (Mt 10, 40). Y además, como verdaderos testigos, «revestidos de la fuerza que viene de lo alto» (cf. Lc 24, 49), predican «la conversión y el perdón de los pecados» (Lc 24, 47) a todo el mundo.

3. Precisamente porque el Señor los envía, los Doce son llamados «apóstoles», destinados a recorrer los caminos del mundo anunciando el Evangelio como testigos de la muerte y resurrección de Cristo.
San Pablo escribe a los cristianos de Corinto: «Nosotros -es decir, los Apóstoles- predicamos a Cristo crucificado» (1 Co 1, 23). En ese proceso de evangelización, el libro de los Hechos de los Apóstoles atribuye un papel muy importante también a otros discípulos, cuya vocación misionera brota de circunstancias providenciales, incluso dolorosas, como el ser expulsados de la propia tierra por ser seguidores de Jesús (cf. 8, 1-4). El Espíritu Santo permite que esta prueba se transforme en ocasión de gracia, y se convierta en oportunidad para que el nombre del Señor sea anunciado a otras gentes y se ensanche así el círculo de la comunidad cristiana. Se trata de hombres y mujeres que, como escribe Lucas en el libro de los Hechos, «han dedicado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo» (15, 26). El primero de todos, llamado por el mismo Señor a ser un verdadero Apóstol, es sin duda alguna Pablo de Tarso. La historia de Pablo, el mayor misionero de todos los tiempos, lleva a descubrir, bajo muchos puntos de vista, el vínculo que existe entre vocación y misión. Acusado por sus adversarios de no estar autorizado para el apostolado, recurre repetidas veces precisamente a la vocación recibida directamente del Señor (cf. Rm 1, 1; Ga 1, 11-12.15-17).

4. Al principio, como también después, lo que «apremia» a los Apóstoles (cf. 2 Co 5, 14) es siempre «el amor de Cristo». Fieles servidores de la Iglesia, dóciles a la acción del Espíritu Santo, innumerables misioneros han seguido a lo largo de los siglos las huellas de los primeros apóstoles. El Concilio Vaticano II hace notar que «aunque la tarea de propagar la fe incumbe a todo discípulo de Cristo según su condición, Cristo Señor llama siempre de entre sus discípulos a los que quiere para que estén con Él y para enviarlos a predicar a las gentes (cf. Mc 3, 13-15)» (Decr. Ad gentes, 23). El amor de Cristo, de hecho, viene comunicado a los hermanos con ejemplos y palabras; con toda la vida. «La vocación especial de los misioneros ad vitam -escribió mi venerado predecesor Juan Pablo II- conserva toda su validez: representa el paradigma del compromiso misionero de la Iglesia, que siempre necesita donaciones radicales y totales, impulsos nuevos y valientes» (Encl. Redemptoris missio, 66).

5. Entre las personas dedicadas totalmente al servicio del Evangelio se encuentran de modo particular los sacerdotes llamados a proclamar la Palabra de Dios, administrar los sacramentos, especialmente la Eucaristía y la Reconciliación, entregados al servicio de los más pequeños, de los enfermos, de los que sufren, de los pobres y de cuantos pasan por momentos difíciles en regiones de la tierra donde hay tal vez multitudes que aún hoy no han tenido un verdadero encuentro con Jesucristo. A ellos, los misioneros llevan el primer anuncio de su amor redentor. Las estadísticas indican que el número de bautizados aumenta cada año gracias a la acción pastoral de esos sacerdotes, totalmente consagrados a la salvación de los hermanos. En ese contexto, se expresa un agradecimiento especial «a los presbíteros fidei donum, que con competencia y generosa dedicación, sin escatimar energías en el servicio a la misión de la Iglesia, edifican la comunidad anunciando la Palabra de Dios y partiendo el Pan de Vida. Hay que dar gracias a Dios por tantos sacerdotes que han sufrido hasta el sacrificio de la propia vida por servir a Cristo... Se trata de testimonios conmovedores que pueden impulsar a muchos jóvenes a seguir a Cristo y a dar su vida por los demás, encontrando así la vida verdadera» (Exhort. apost. Sacramentum caritatis, 26). A través de sus sacerdotes, Jesús se hace presente entre los hombres de hoy hasta los confines últimos de la tierra.

6. Siempre ha habido en la Iglesia muchos hombres y mujeres que, movidos por la acción del Espíritu Santo, han escogido vivir el Evangelio con radicalidad, haciendo profesión de los votos de castidad, pobreza y obediencia. Esas pléyades de religiosos y religiosas, pertenecientes a innumerables Institutos de vida contemplativa y activa, «han tenido hasta ahora y siguen teniendo gran participación en la evangelización del mundo» (Decr. Ad gentes, 40). Con su oración continua y comunitaria, los religiosos de vida contemplativa interceden incesantemente por toda la humanidad; los de vida activa, con su multiforme acción caritativa, dan a todos el testimonio vivo del amor y de la misericordia de Dios. Refiriéndose a estos apóstoles de nuestro tiempo, el Siervo de Dios Pablo VI escribió: «Gracias a su consagración religiosa, ellos son, por excelencia, voluntarios y libres para abandonar todo y lanzarse a anunciar el Evangelio hasta los confines de la tierra. Ellos son emprendedores y su apostolado está frecuentemente marcado por una originalidad y una imaginación que suscitan admiración. Son generosos: se les encuentra no raras veces en la vanguardia de la misión y afrontando los más grandes riesgos para su santidad y su propia vida. Sí, en verdad, la Iglesia les debe muchísimo» (Exhort. apost. Evangelii nuntiandi, 69).

7. Además, para que la Iglesia pueda continuar y desarrollar la misión que Cristo le confió, y no falten los evangelizadores que el mundo tanto necesita, es preciso que nunca deje de haber en las comunidades cristianas una constante educación en la fe de los niños y de los adultos; es necesario mantener vivo en los fieles un sentido activo de responsabilidad misional y una participación solidaria con los pueblos de toda la tierra. El don de la fe llama a todos los cristianos a cooperar en la evangelización. Esta toma de conciencia se alimenta por medio de la predicación y la catequesis, la liturgia y una constante formación en la oración; se incrementa con el ejercicio de la acogida, de la caridad, del acompañamiento espiritual, de la reflexión y del discernimiento, así como de la planificación pastoral, una de cuyas partes integrantes es la atención vocacional.

8. Las vocaciones al sacerdocio ministerial y a la vida consagrada sólo florecen en un terreno espiritualmente bien cultivado. De hecho, las comunidades cristianas que viven intensamente la dimensión misionera del ministerio de la Iglesia nunca se cerrarán en sí mismas. La misión, como testimonio del amor divino, resulta especialmente eficaz cuando se comparte «para que el mundo crea» (cf. Jn 17, 21). El don de la vocación es un don que la Iglesia implora cada día al Espíritu Santo. Como en los comienzos, reunida en torno a la Virgen María, Reina de los Apóstoles, la comunidad eclesial aprende de ella a pedir al Señor que florezcan nuevos apóstoles que sepan vivir la fe y el amor necesarios para la misión.

9. Mientras confío esta reflexión a todas las Comunidades eclesiales, para que la hagán suya y, sobre todo, les sirva de inspiración para la oración, aliento el esfuerzo de cuantos trabajan con fe y generosidad en favor de las vocaciones, y envío de corazón a los educadores, a los catequistas y a todos, especialmente a los jóvenes en etapa vocacional, una especial Bendición Apostólica.


Vaticano, 3 diciembre 2007
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[Traducción del original italiano distribuida por la Santa Sede

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

lunes, 18 de febrero de 2008

POBREZA 0: Presiona! No puedes ser indiferente!

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No te rindas - Tu eres amado - Don`t Give Up - You are Loved

Dedicado a quienes dan su vida por los demás, a la Madre Teresa de Calcuta y a cuantos viven de su ejemplo, y a quienes sufren.

Càritas, Arrels, FATEC y CCOO urgen medidas concretas contra la Pobreza






Ante las próximas Elecciones generales, Arrels, FATEC (Federación de Asociaciones de Gente Mayor de Catalunya), CCOO y Càritas D. Barcelona, entidades que están en contacto diariamente con colectivos de personas que viven situaciones de exclusión social, de vulnerabilidad, percibiendo ingresos insuficientes, en precariedad y /o pobreza severa, quieren manifestar a la opinión pública, a través de los medios de comunicación, su preocupación por la evolución del Estado del Bienestar en el Estado Español.

A pesar de la situación de superávit que presentan los presupuestos del Estado, los niveles de convergencia en gasto social con los países de la Unión Europea van disminuyendo. Por ejemplo, en el Estado español desde 1997 en el 2005 se ha reducido la inversión a gente mayor de un 3 '6% en relación con el PIB.

MANIFESTO ANTE LAS ELECCIONES GENERALES del 9 de marzo de 2008:

SON NECESARIAS MEDIDAS CONCRETAS Y URGENTES CONTRA LA POBREZA

Las entidades que presentamos este manifiesto (Arrels, FATEC, CCOO y Càritas D. Barcelona) queremos expresar a la opinión pública en general, y a los representantes políticos en concreto, nuestra preocupación por la evolución del Estado del Bienestar en el Estado Español, dado que el análisis de los datos estadísticos demuestran que, a pesar de la situación de superávit que presentan los presupuestos del Estado, los niveles de convergencia en gasto social con los países de la Unión Europea van disminuyendo, ya que no crece la inversión en Bienestar Social al mismo ritmo que ha crecido el PIB del Estado español. A modo de ejemplo, desde 1997 en el 2005 se ha reducido la inversión a gente mayor un 3'6% en relación en el PIB.

Una de las consecuencias directas de este distanciamiento es la del aumento de la pobreza, tal como evidencian los últimos estudios que se están realizando. En este sentido la Fundación Un Sol Món y la Fundació Bofill presentaron recientemente en el Parlamento de Catalunya los primeros datos de nuevos estudios donde se reafirma -en la línea de lo que anteriormente reflejaban datos facilitados por el IDESCAT y por el INE- que el 20% de la población española está por debajo del umbral de la pobreza (definido por la Unión Europea en el 60% de la renta mediana del país: 7.470€ anuales en Cataluña, y 6.860€ en el conjunto del Estado), y de este porcentaje de pobres, afirman que la mitad reciben prestaciones económicas del Estado, mayoritariamente pensiones por debajo del umbral de la pobreza.

Ante esta situación, Arrels, FATEC, CCOO y Càritas D. Barcelona, como entidades que trabajamos e intervenimos día a día en la realidad de la gente mayor, la marginación, la pobreza y la precariedad, queremos transmitir a los partidos políticos que quieren conducir el gobierno del Estado español los próximos cuatro años unas propuestas concretas para hacer frente a la pobreza estructural, definida como aquella situación de pobreza determinada por la asignación de ingresos públicos por debajo del umbral de la pobreza. Y que podría llegar a afectar hasta un 10% de los ciudadanos españoles. Así pues, creemos que la aplicación de estas propuestas podría implicar la reducción a la mitad de la pobreza en el Estado.

1. - Adoptar para el conjunto del Estado el concepto de “Umbral de la pobreza: ingresos equivalentes al 60% de la renta mediana del país donde se vive", como nivel de mínimos para las prestaciones económicas que tengan carácter de pensión pública; entendiendo que, partiendo de estos mínimos, hay que mantener un diferencial entre las provenientes del sistema contributivo y el resto.

2. - Garantizar que todas las personas con discapacidad puedan alcanzar o complementar con financiación pública, sus ingresos hasta el Índice del Umbral de la Pobreza, en Cataluña nombrado Indicador de Renta de Suficiencia (IRSC).

3. - Facilitar el acceso a la vivienda de alquiler, mediante ayudas directas a la persona y con la promoción pública de viviendas de alquiler; teniendo en cuenta que muchas personas que perciben pensiones estructurales de pobreza se ven obligadas a vivir de realquiler, sin que el propietario quiera reconocer este hecho, dificultando el acceso del pensionista a las ayudas públicas.

4. - También hay que promover una fiscalidad adecuada a la situación de los pensionistas con pensiones bajas, ya que se encuentran agravios comparativos.

5. - Hay que promover recursos residenciales para personas menores de 65 años que, encontrándose en situación de pobreza estructural y enfermedad crónica o dependencia social, se ven llebadas a sobrevivir en condiciones indignas.


Barcelona, 20 de febrero de 2008

Entidades firmantes:

Arrels Fundació---- FATEC ----CCOO---- Càritas D. Barcelona








Adolescente de 15 años muere en aborto legal en México

Testimonio: 30 años ante Jesús Eucaristia para reencontrar a mi familia / Autora: Emanuela

Me llamo Emanuela, tengo 48 años y vivo en Reggio Emilia.

Escribo este testimonio, que se refiere a aspectos estrictamente personales, para dar gloria al Señor, en particular a Jesús presente en el Santísimo Sacramento del Altar.

Desde el Primero de Enero de este año 2008, en la capilla del Hospital Santa Maria Nuova de Reggio Emilia, comenzó la adoración perpetua al Santísimo Sacramento. Como tantos otros hermanos y hermanas que han ofrecido una o más horas a la semana, participo puntualmente de la adoración yendo a la capilla para permanecer junto a nuestro Señor, que se nos ofrece ininterrumpidamente para colmarnos de toda gracia.
Para presentar mi testimonio de manera exhaustiva debo regresar al pasado, un pasado lejano que, sin embargo, ha dejado profundas heridas en mi corazón y en mi vida.

Tenía 15 años cuando mi madre y mi padre, después de mucha “violencia”, se divorciaron y, desde entonces, vivieron en el más profundo rencor. Sin entrar en detalles, confieso que en todos estos años jamás pude perdonar a mi madre que se casó con otro hombre y que a mí y a mi hermana nos relegó a un rincón de su vida.
Con la ayuda de la gracia de Dios llegué a reconciliarme con mi padre tres días antes que muriese, en 1994.

Volviendo al presente, ahora os cuento qué gran gracia he recibido ante el Santísimo Sacramento expuesto en la capilla del hospital.

Hace unos 15 días atrás supe que mi madre tenía leucemia y, justo algún día después, que estaba internada, casi en fin de vida, en este hospital. Ayudada por el Espíritu Santo convencí a su marido que no la visitase durante unas horas y, apenas llegada yo a su habitación, la alcé (ahora pesa porquísimo) y con una silla de ruedas la acompañé a la capilla de la adoración (ella estaba un poco aturdida pero consciente y consentía).

Cuando estuvimos frente al Señor (mamá quiso que la acercase para estarle cerquísima!) lo miré y le ofrecí todo mi sufrimiento pasado y presente, y ambas rezamos en silencio. Recibí de inmediato, de parte del Señor, el valor de preguntarle a mi madre si había perdonado a papá (hasta aquel momento era tabú pronuciar su nombre) y ella me respondió que sí, y rezamos entonces por el alma de mi padre. Infinita, visceral era mi alegría. Sentí que un océano de Amor y de gratitud invadía mi corazón y toda mi persona. Dejé que el Amor obrase en mí y me abriese al perdón. ¡Desde hacía tanto tiempo que rezaba para lograr perdonar! En ese momento sentí que la roca que tenía dentro se disolvía como nieve al sol.

Mi madre, aunque sufriente, estaba serena, y -¡gracia de las gracias!- decidió confesarse después de muchísimos años que no lo hacía. ¡Justo en ese momento entraba un sacerdote a la capilla!

Salí de la capilla llena de alegría y las personas con las que me cruzaba en los corredores del hospital al verme me miraban perplejas.

Sí, he reencontrado a mi mamá. Su cuerpo está marcado por la enfermedad y decrépito pero su alma está limpia y pronta.

Quizás dentro de poco nos dejará, pero será en la paz y en la esperanza.
Estoy cierta que papá la está esperando para abrazarla una vez más y juntos intercederán por nosotras sus hijas.

Después de 30 años, delante de Jesús Eucaristía, ¡he reencontrado a mi familia!

Estoy segura que Él me ayudará a permanecer en su paz y a perdonar también a aquel hombre por el cual mi madre nos abandonó... PORQUE NO HAY NADA IMPOSIBLE A DIOS!

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Fuente: Adoración Eucaristica Perpetua en Toledo

Generación Benedicto España


www.generacion-benedicto.es

Arzobispo de París: reconocer estatuto jurídico de no nacido

Entrevista al P. Rufus Pereira, Vicepresidente de la Asociación de Exorcistas

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En el Vientre Materno

El nacimiento de un nuevo ser, un documental de la evolución biológica de una nueva vida. Por The National Geographics.

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Seguir a Agustín como gran divulgador del Evangelio / Autor: Benedicto XVI

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San Agustín vive en sus obras

Intervención con motivo de la audiencia general

Publicamos la intervención de Benedicto XVI en la audiencia general de este miércoles, la cuarta que dedica a presentar la figura de san Agustín de Hipona, y en particular, a sus obras.


* * *

Queridos hermanos y hermanas:


Tras la pausa de los ejercicios espirituales de la semana pasada, volvemos hoy a presentar la gran figura de san Agustín, sobre quien ya he hablado varias veces en las catequesis del miércoles. Es el padre de la Iglesia que ha dejado el mayor número de obras, y de éstas quiero hablar brevemente. Algunos de los escritos de Agustín son de importancia capital, y no sólo para la historia del cristianismo sino también para la formación de toda la cultura occidental: el ejemplo más claro son las «Confesiones», sin duda uno de los libros de la antigüedad cristiana más leídos todavía hoy. Al igual que varios padres de la Iglesia de los primeros siglos, aunque en una medida incomparablemente más amplia, también el obispo de Hipona ejerció una influencia persistente, como se puede ver por la sobreabundante tradición manuscrita de sus obras, que son extraordinariamente numerosas.

Él mismo las revisó años antes de morir en las «Retractaciones» y poco después de su muerte fueron cuidadosamente registradas en el «Indiculus» (Índice), añadido por el fiel amigo Posidio a la biografía de san Agustín, «Vita Augustini». La lista de las obras de Agustín fue realizada con el objetivo explícito de salvaguardar su memoria, mientras la invasión de los vándalos se extendía por toda África romana y contabiliza 1.300 escritos numerados por su autor, junto con otros «que no pueden numerarse porque no puso ningún número». Obispo de una ciudad cercana, Posidio dictaba estas palabras precisamente en Hipona, donde se había refugiado y donde había asistido a la muerte de su amigo, y casi seguramente se basaba en el catálogo de la biblioteca personal de Agustín. Hoy han sobrevivido más de 300 cartas del obispo de Hipona, y casi 600 homilías, pero éstas eran originalmente muchas más, quizá incluso entre 3.000 y 4.000, fruto de cuatro décadas de predicación del antiguo orador, que había decidido seguir a Jesús y dejar de hablar a los grandes de la corte imperial para dirigirse a la población sencilla de Hipona.

En años recientes, el descubrimiento de un grupo de cartas y de algunas homilías han enriquecido el conocimiento de este gran padre de la Iglesia. «Muchos libros --escribe Posidio-- fueron redactados por él y publicados, muchas predicaciones fueron pronunciadas en la iglesia, trascritas y corregidas, ya sea para confutar a herejes ya sea para interpretar las Sagradas Escrituras para edificación de los santos hijos de la Iglesia. Estas obras --subraya el obispo amigo-- son tan numerosas que a duras penas un estudioso tiene la posibilidad de leerlas y aprender a conocerlas» («Vita Augustini», 18, 9).

Entre la producción literaria de Agustín, por tanto, más de mil publicaciones divididas en escritos filosóficos, apologéticos, doctrinales, morales, monásticos, exegéticos y contra los herejes, así como las cartas y homilías, destacan algunas obras excepcionales de gran importancia teológica y filosófica. Ante todo, hay que recordar las «Confesiones», antes mencionadas, escritas en trece libros entre los años 397 y 400 para alabanza de Dios. Son una especie de autobiografía en forma de diálogo con Dios. Este género literario refleja la vida de san Agustín, que no estaba cerrada en sí misma, despistada en mil cosas, sino vivida esencialmente como un diálogo con Dios y, de este modo, una vida con los demás.

Ya de por sí el título, «Confesiones», indica el carácter específico de esta biografía. Esta palabra «confessiones» en el latín cristiano desarrollado por la tradición de los Salmos tiene dos significados, que se entrecruzan. «Confessiones» indica, en primer lugar, la confesión de las propias debilidades, de la miseria de los pecados; pero al mismo tiempo, «confessiones» significa alabanza a Dios, reconocimiento de Dios. Ver la propia miseria a la luz de Dios se convierte en alabanza de Dios y en acción de gracias, pues Dios nos ama y nos acepta, nos transforma y nos eleva hacia sí mismo.

Él mismo escribió sobre estas «Confesiones», que tuvieron gran éxito ya en vida de san Agustín: «Han ejercido sobre mí un gran impacto mientras las escribía y lo siguen ejerciendo todavía cuando las vuelvo a leer. Hay muchos hermanos a quienes les gustan estas obras» («Retractaciones», II, 6): y tengo que reconocer que yo también soy uno de estos «hermanos». Y gracias a las «Confesiones» podemos seguir, paso a paso, el camino interior de este hombre extraordinario y apasionado de Dios.

Menos difundidas, aunque igualmente originales y muy importantes son, además, las «Retractationes» [Revisiones], redactadas en dos libros en torno al año 427, en las que san Agustín, ya anciano, hace una «revisión» («retractatio») de toda su obra escrita, dejando así un documento literario singular y sumamente precioso, pero al mismo tiempo una enseñanza de sinceridad y de humildad intelectual.

«De civitate Dei» [La Ciudad de Dios] obra imponente y decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia, fue escrita entre los años 413 y 426 en 22 libros. La ocasión era el saqueo de Roma por parte de los godos en el año 410. Muchos paganos, todavía en vida, así como muchos cristianos habían dicho: Roma ha caído, ahora el Dios cristiano y los apóstoles ya no pueden proteger la ciudad. Durante la presencia de las divinidades paganas, Roma era la «caput mundi», la gran capital, y nadie podía imaginar que cayera en manos de los enemigos. Ahora, con el Dios cristiano, esta gran ciudad ya no parecía segura. Por tanto, el Dios de los cristianos no protegía, no podía ser el Dios a quien encomendarse. A esta objeción, que también tocaba profundamente el corazón de los cristianos, responde san Agustín con esta grandiosa obra, el «De civitate Dei», aclarando qué es lo que debían esperarse de Dios y qué es lo que no podían esperar de Él, cuál es la relación entre la esfera política y la esfera de la fe, de la Iglesia. Todavía hoy este libro es una fuente para definir bien la auténtica laicidad y la competencia de la Iglesia, la gran esperanza que nos da la fe.

Este gran libro es una presentación de la historia de la humanidad gobernada por la Providencia divina, pero actualmente dividida en dos amores. Y este es el designio fundamental, su interpretación de la historia, la lucha entre dos amores: el amor propio, «hasta llegar a menospreciar a Dios» y el amor a Dios «hasta llegar al desprecio de sí mismo», («De civitate Dei», XIV, 28), a la plena libertad de uno mismo a través de los demás a la luz de Dios. Este es quizá el libro más grande de san Agustín, de una importancia permanente.

Asimismo es importante el «De Trinitate» [Sobre la Trinidad], obra en quince libros sobre el núcleo principal de la fe cristiana, la fe en el Dios trinitario, escrita en dos tiempos: entre los años 399 y 412 los primeros doce libros, publicados sin que Agustín lo supiera, quien los completó hacia el año 420 y revisó la obra completa. En él reflexiona sobre el rostro de Dios y trata de comprender este misterio de Dios que es único, el único creador del mundo, de todos nosotros, y que sin embargo este Dios único es trinitario, un círculo de amor. Trata de comprender el misterio insondable: precisamente su ser trinitario, en tres Personas, es la unidad más real y profunda del único Dios.

El «De doctrina Christiana» [Sobre la doctrina cristiana] es una auténtica introducción cultural a la interpretación de la Biblia y, en definitiva, al mismo cristianismo, que tuvo una importancia decisiva en la formación de la cultura occidental.

A pesar de toda su humildad, Agustín fue ciertamente consciente de su propia talla intelectual. Pero para él era más importante llevar el mensaje cristiano a los sencillos que redactar grandes obras de elevado nivel teológico. Su intención más profunda, que le guió durante toda su vida, se puede ver en una carta escrita al colega Evodio, en la que le comunica la decisión de dejar de dictar por el momento los libros del «De Trinitate», «pues son demasiado cansados y creo que pueden ser entendidos por unos pocos; hacen más falta textos que esperamos que sean útiles para muchos» («Epistulae», 169, 1, 1). Por tanto, para él era más útil comunicar la fe de manera comprensible para todos, que escribir grandes obras teológicas.

La responsabilidad agudamente experimentada por la divulgación del mensaje cristiano se encuentra en el origen de escritos como el «De catechizandis rudibus», una teoría y también una aplicación de la catequesis, o el «Psalmus contra partem Donati». Los donatistas eran el gran problema de África y de san Agustín, un cisma que quería ser africano. Decían: la auténtica cristiandad es la africana. Se oponían a la unidad de la Iglesia. Contra este cisma, el gran obispo luchó durante toda su vida, tratando de convencer a los donatistas de que sólo en la unidad incluso la africanidad puede ser verdadera. Y para que le entendieran los sencillos, que no podían comprender el gran latín del orador, dijo: tengo que escribir incluso con errores gramaticales, en un latín muy simplificado. Y lo hizo, sobre todo en este «Psalmus», una especie de sencilla poesía contra los donatistas para ayudar a toda la gente a comprender que sólo en la unidad de la Iglesia se realiza realmente nuestra relación con Dios y crece la paz en el mundo.

En esta producción destinada a un gran público tiene una particular importancia el gran número de sus homilías, con frecuencia improvisadas, transcritas por taquígrafos durante la predicación e inmediatamente puestas en circulación. Entre éstas, destacan las bellísimas «Enarrationes in Psalmos», muy leídas en la Edad Media. La publicación de los miles de homilías de Agustín, con frecuencia sin control del autor, explica tanto su amplia difusión como su vitalidad. Inmediatamente las predicaciones del obispo de Hipona se convertían, por la fama del autor, en textos sumamente requeridos y eran utilizados también por los demás obispos y sacerdotes como modelos, adaptados siempre a nuevos contextos.

En la tradición iconográfica, un fresco de Letrán que se remonta al siglo IV, representa a san Agustín con un libro en la mano, no sólo para expresar su producción literaria, que tanta influencia tuvo en el pensamiento de los cristianos, sino también para expresa su amor por los libros, por la literatura y el conocimiento de la gran cultura precedente. A su muerte no dejó nada, cuenta Posidio, pero «recomendaba siempre que se conservara para las futuras generaciones la biblioteca de la iglesia con todos sus códices», sobre todo los de sus obras. En éstas, subraya Posidio, Agustín está «siempre vivo» y es de utilidad para quien lee sus escritos, aunque como él dice, «creo que pudieron sacar más provecho de su contacto los que le pudieron ver y escuchar cuando hablaba personalmente en la iglesia, y sobre todo los que fueron testigos de su vida cotidiana entre la gente» («Vita Augustini», 31). Sí, también para nosotros sería hermoso poderle sentir vivo. Pero está realmente vivo en sus escritos, está presente en nosotros y de este modo vemos también la permanente vitalidad de la fe por la que dio toda su vida.

[Al final de la audiencia, el Papa saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español, dijo:]

Queridos hermanos y hermanas:

Continuamos la catequesis sobre san Agustín, gran testigo de Cristo, muy querido por mis predecesores y al que yo mismo he estudiado y meditado mucho. De su inmensa producción literaria, destacan algunas obras de capital importancia. Así las Confesiones, donde podemos seguir paso a paso su camino interior de conversión. También las Retractationes, en las cuales el obispo, ya anciano, hace una revisión de toda su obra escrita.

En De civitate Dei, obra decisiva para el desarrollo del pensamiento político occidental y para la teología cristiana de la historia, presenta la historia de la humanidad gobernada por la divina Providencia. En De Trinitate trata sobre el principal núcleo de la fe cristiana y el De doctrina Cristiana es una verdadera introducción al cristianismo, que tuvo una importancia decisiva en la formación de la cultura occidental.

Consciente de la necesidad de la divulgación del mensaje cristiano escribe el De catechizandis rudibus, dedicado a la instrucción de muchos cristianos analfabetos y el Psalmus contra partem Donati, de argumento doctrinal. En Enarrationes in Psalmos se hallan muchas homilías recogidas por taquígrafos durante las predicaciones del santo, cuya fama hizo que se divulgasen ampliamente y fuesen muy consultadas.

Saludo a los peregrinos de lengua española, especialmente a las Hijas de María Auxiliadora y a los estudiantes del Colegio Mater Salvatoris y Nuestra Señora del Huerto. Que en esta Cuaresma, el ejemplo de san Agustín, la lectura de sus obras, su mensaje y su camino interior os ayuden a un encuentro personal con Jesucristo que cambie totalmente vuestras vidas. ¡Muchas gracias!

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

Testimonios acerca del aborto

El arrepentimiento de una madre:
Testimonio de Ana Lía López, voluntaria de Vida Humana Internacional



Testimonio de Lili acerca de un aborto practicado en su propia vida

Abre el corazón al Señor: la Cuaresma es la primavera de los cristianos

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Testimonio de Jóvenes RCCE - ¡Decídete a Vivir!

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Juristas cristianos cuestionan "ley de templos" en Cataluña

MADRID, 18 Feb. 08 (ACI).- La Junta Directiva de la Asociación de Juristas Cristianos de Cataluña emitió este domingo un comunicado solicitando la suspensión de la controvertida "Ley de Centros de Culto" que discute el parlamento catalán, y que abriría las puertas a la persecución religiosa pasiva por parte de las autoridades civiles.

La ley, justificada por la multiplicación incontrolada de mezquitas en Catalunya, supuestamente establecería normas para la construcción y funcionamiento de los templos en Cataluña. Sin embargo, según la Asociación, el texto de la ley "afecta a una materia tan fundamental como es el ejercicio del derecho a establecer lugares de culto o reunión con fines religiosos", protegido por el artículo 16 de la Constitución Española.

"En el actual contexto político y legislativo –dice el comunicado- no puede parecer exagerado el temor de que algunos artículos del proyecto se contemplen como el anuncio o la posibilidad de futuras medidas legislativas, administrativas y políticas que conlleven el cierre de lugares de culto que llevan decenas de años dedicados a este fin".

"Además de una chapuza jurídica más de las que viene produciendo el actual Gobierno catalán –sigue el mensaje-, no es extraño que recaiga sobre el proyecto la sospecha de que nos encontramos frente a un nuevo ataque a los derechos de los ciudadanos, y en este caso, también una vez más, al derecho fundamental a la libertad religiosa, y en particular al derecho que deriva de éste a establecer lugares de culto".

Los Juristas Cristianos señalan que la legislación urbanística actual "es suficiente para regular y controlar estas situaciones, y no es de ningún modo necesario un cuerpo legal nuevo sobre el particular".

Por ello, la Asociación "insta al Gobierno de la Generalitat a retirar el proyecto y a manifestar con toda claridad y de manera rotunda, con actos políticos y administrativos inequívocos, su respeto al derecho fundamental a la libertad religiosa".

"Instamos por último a las entidades públicas y privadas a que manifiesten su oposición frente a este proyecto y exijan al Gobierno de la Generalitat que respete el derecho, que huya de sectarismos de todo tipo, y sirva a todos los ciudadanos de Cataluña por igual, sin discriminaciones de ningún tipo, y con respeto a los derechos del hombre reconocidos por la Constitución Española y por el Estatuto de Cataluña",
concluye el documento.

Seminario de Vida en el Espíritu Santo

VIDEO 1

Una de las presentaciones que se proyectaron durante el Seminario de Vida en el Espíritu organizado por el grupo Sión, de la Renovación Carismática Católica, los días 11 al 13 de Mayo de 2007, en la Casa Emaús de Pozuelo de Alarcón. Esta presentación fue la que sirvió para abrir el Seminario y su canción el himno elegido para el retiro.



VIDEO 2
Una de las presentaciones que se proyectaron durante el Seminario de Vida en el Espíritu organizado por el grupo Sión, de la Renovación Carismática Católica, los días 11 al 13 de Mayo de 2007, en la Casa Emaús de Pozuelo de Alarcón. Esta presentación fue la que sirvió para introducir el tema del Señorio de Cristo.



VIDEO 3
Una de las presentaciones que se proyectaron durante el Seminario de Vida en el Espíritu organizado por el grupo Sión, de la Renovación Carismática Católica, los días 11 al 13 de Mayo de 2007, en la Casa Emaús de Pozuelo de Alarcón. Esta presentación fue la que sirvió para introducir los temas del Crecimiento y la Vida Nueva en el Espíritu, después de la Efusión.



VIDEO 4
Una de las presentaciones que se proyectaron durante el Seminario de Vida en el Espíritu organizado por el grupo Sión, de la Renovación Carismática Católica, los días 11 al 13 de Mayo de 2007, en la Casa Emaús de Pozuelo de Alarcón. Esta presentación clausuró el Seminario de Vida.


Vivir la Eucaristía: El gran Misterio de la fe

Vivir la Eucaristía: El gran Misterio de la fe en 13 breves documentales.Este DVD está producido por GOYA Producciones. Agradecemos la comprensión y la generosidad de esta Productora. Puede adquiirir este DVD -con gran calidad- en la siguiente página: http://www.goyaproducciones.es/

Vivir la Eucaristía: Presencia de Dios


Vivir la Eucaristía: El Pan de la Vida




Vivir la Eucaristía: Anticipo del cielo


viernes, 15 de febrero de 2008

OLGA BEJANO, pentapléjica de 44 años,escribe su tercer libro / Autora: Sara Martín

Para ver el video haz click sobre la imagen
«Los garabatos de Dios», tercer libro de una mujer pentapléjica

Entrevista con Olga Bejano


MADRID, lunes, 18 febrero 2008 (ZENIT.org).- Lleva más de dos décadas sin poder hablar. Respira a través de un respirador artificial, se alimenta con una sonda, ha sufrido casi 200 neumonías durante este tiempo, varias decenas de intervenciones quirúrgicas... La vida es cada vez menos fácil para Olga Bejano, de 44 año, pero ha decidido continuar «trabajando» y luchando para dar a conocer todo el potencial de sabiduría que lleva dentro.

Después de haber escrito «Voz de Papel» y «Alma de Color Salmón», sale ahora a la luz su última obra, «Los Garabatos de Dios», en la editorial LibrosLibres. Con motivo de su publicación, Olga ha concedido esta entrevista en la que explica los porqués de esta obra, repasa su situación actual y da razones de su esperanza en medio del dolor.

--Lo primero, lo que todos quieren saber, la pregunta que siempre surge en los foros... ¿Cómo estás?

--Olga Bejano:
Fatal, físicamente una neumonía cada semana y psicológicamente muy cansada de tanto luchar con la burocracia. Llevamos dos meses sin enfermera y como soy una enferma de U.C.I., mi madre hace tres turnos ella sola. Estoy encamada todo el día y casi incomunicada.

--En segundo lugar, enhorabuena por tu tercer libro, y por todo el esfuerzo que ha supuesto. Dices en tu libro que el Cielo te pidió «en sueños, como quien no quiere la cosa», que escribieras otro libro. ¿Cómo fue?

--Olga Bejano:
En este libro explico cómo el Señor me ha ido enviando a lo largo de estos veinte años porciones de conocimiento y sabiduría. Estos maravillosos regalos, eslabones de una misteriosa cadena, me han permitido abrir mi mente, madurar y crecer espiritualmente. Al principio no era consciente de lo que el Señor estaba haciendo conmigo y, ante la aparición de los regalos divinos, decía lo que casi todos los mortales: «¡Qué casualidad, qué coincidencia!». Hasta que, poco a poco, me fui dando cuenta de que todas esas casualidades y coincidencias no eran tales, y que todas, toditas, todas venían del Cielo. El Cielo hace las cosas más grandes de la manera más sencilla y todos sentimos cuándo un sueño es diferente.

--¿No quedaba suficientemente reflejada la importancia que la religión tiene en tu vida en los otros dos libros? ¿Por qué añadir más?

--Olga Bejano:
¡Ni muchísimo menos! De toda mi evolución espiritual y religiosa he dicho lo que me ha salido del corazón en cada momento, pero queda mucho en mi interior.

--Ahora ya, por fin, ¿tienes los deberes cumplidos?

--Olga Bejano:
Eso sólo Dios lo sabe, aunque a mí trabajo no me falta, pero lo más importante ya lo he hecho y lo he comprendido.

--¿La relación con Dios que tienes ahora ha sido un regalo de tu enfermedad, o más bien de tu experiencia cercana a la muerte?

--Olga Bejano:
Las dos cosas van unidas. Para mí la enfermedad no es ningún regalo. Los seres humanos somos materia y alma. La materia se puede deteriorar por muchas circunstancias y si uno acepta la situación de forma positiva, puede ser una oportunidad para madurar y crecer como persona humana y espiritualmente. Dios me da otro tipo de regalos poniendo en mi vida un equipo médico de cuidados paliativos fabuloso, un montón de amigos que siempre están cuando los necesito, mi familia, vosotros los lectores, etc.

--¿Deseas decir algo a tantas personas que alrededor del mundo te conocen, te quieren y rezan por ti cada día, aunque nunca te han visto personalmente?

--Olga Bejano:
Desearía gritar que valoren su vida, que la sepan vivir sanamente, que vivan en paz y que sepan ser felices con lo que son y con lo que tienen.

Que aprendan a ser felices y así podrán hacer felices a los demás. No se puede dar lo que no se tiene.

--¿Cómo te gustaría terminar esta entrevista?

--Olga Bejano:
Todos sabemos que lo peor de una enfermedad incurable es el principio y el final. Mi «sprint» final, por muchos motivos, me está resultando muy difícil, por eso pido oraciones en abundancia y a mis lectores siempre os estaré agradecida porque habéis sido un estímulo para seguir viviendo al límite de lo imposible.

jueves, 14 de febrero de 2008

Testimonio de Olivier Sachs: la conversión del banquero que lo tenía todo

La historia real de un triunfador, ateo racionalista, cuando empezó a entender que “Dios me ha dado todo lo que quería”.
Desde su juventud como estudiante brillante, Olivier Sachs era ateo convencido. Alcanzó el éxito en las finanzas en Nueva York, cargos de importancia en la banca en la City de Londres, en Zurich. Felizmente casado, con tres hijos preciosos, dinero de sobras, obras de arte... todo lo que la vida puede ofrecer.

Por insistencia de unos amigos, en 2004 se apuntó a un Curso Alpha en Londres: “¿por qué no intentarlo? Soy un ateo convencido, me gusta el reto intelectual y tengo mucho tiempo. No me van a lavar el cerebro. De hecho, podría ser bastante divertido.”

Publicamos un extracto de su testimonio, aparecido en inglés en Alpha News, revista editada en Londres, en la iglesia Holy Trinity Brompton.

Un joven genio de las finanzas

Nací y crecí en París. No me bautizaron ni me dieron una educación religiosa de niño. Mi padre es ateo y mi madre es católica.

A los 16 años me propusieron encontrarme con un grupo de gente de distintas religiones, para conocer sus creencias y decidirme sobre qué creer. Por ejemplo, el tío de mi madre era fuertemente católico, y había personas judías. Y leí libros sobre otras religiones.

Decidí que no creía que hubiese un Dios. Estudié ciencia y llegué a ser un ateo racionalista, convencido.

A los veinte años entré en la Escuela Politécnica con muy buenas notas, acabé mi carrera e hice tres años más de ingeniería civil y economía. Estaba convencido de ser lo mejor de lo mejor, la élite de la sociedad francesa, que el éxito era mérito mío y que era más inteligente que los demás. Era arrogante, egoísta y ambicioso.

En 1985, con 24 años, estaba en Nueva York cuando empezaban a abrirse los mercados financieros. Allí descubrí el mundo de las finanzas y los bancos. Y pensé: “Esto es lo que quiero. Quiero hacer dinero”.

Mi vida romántica seguía el ritmo del resto de mi vida: muy egoísta. De los 23 a 31 años tuve una novia a largo plazo, pero no estaba completamente comprometido. Yo tenía una carrera exitosa en Londres, era el típico chico de oro y amasaba cantidades absurdas de dinero.

Amor instantáneo

En 1991 el banco me invitó a volver a París, lo que era una promoción. Mi equipo allí supo que había roto con mi novia de siempre y se daban cuenta que estaba un poco perdido y triste. Me invitaron a una fiesta y allí conocí a Valerie. Fue amor instantáneo para los dos. Yo tenía 31 años, ella, 27.

Me declaré a Valerie en el día de San Valentín de 1993 y dijo “sí”. Su familia era católica y muy cristiana. Sabían que yo era ateo pero realmente me acogieron en su hogar. Había algo diferente en ellos.

Valerie tenía fe pero no iba a la iglesia con regularidad. Hablamos de nuestras creencias y dijo que quería casarse por la iglesia y bautizar nuestros hijos. Y yo no tenía objeción. Nos casamos en una gran boda en Francia en una iglesia católica el 29 de abríl de 1994. Vivíamos en Londres, me iba muy bien y aún me motivaba completamente el dinero.

A mi amigo Mark y a mí nos invitaron a ser profesores en una grande Ecole de París, algo muy inusual para gente de nuestra edad. Iba a Francia cada fin de semana a dar conferencias. Y pensaba: ”No sólo soy un tío importante en la City en Londres, sino también profesor en esta famosa escuela de Francia”.

Después, el banco me invitó a ir a Suiza, a la oficina principal de Zurich, y allí estábamos en 1995. Estuvimos cinco años. Profesionalmente fue un gran éxito para mí, y allí nacieron nuestros tres hijos: Charlotte, 10 años, Valentine, 8, y Sebastien, 6.

Cautivado por la belleza

En Suiza empecé a interesarme por el arte y el coleccionismo. Compré mis primeras esculturas y pinturas. Como en todo lo que hacía, era bastante perfeccionista y quería aprender mucho del tema, y si estás interesado en los grandes maestros, tienes que aprender de sus temas religiosos.

Realmente me tocaron algunas obras de arte y la inspiración espiritual tras ellas, como la Pietá de Miguel Ángel. Había una fuerte sensación de que él había tenido una inspiración divina. Inconscientemente, aquello me tocó.

Volvimos a Londres en el 2000. Para entonces mi amigo Mark se había casado con Florence y enpezaron a hablarnos de su iglesia, Holy Trinity Brompton (HTB) y del Curso Alpha. Me preocupaba bastante que fuera una secta.

Yo había conseguido un estilo de vida bastante confortable, y la única razón para seguir trabajando era bastante futil: mantener mi fuerte ego en una cultura de triunfadores mostrando que podía ser aún más triunfador y continuar coleccionando obras de arte. Estaba más y más tentado a dejar de trabajar.

En este tiempo Mark se tomó una temporada sabática para intentar convencer a algunos obispos clave de la Iglesia católica en Francia de que usaran Alpha. Y empezaron Alpha en Francia.

En el 2001 Mark y Florence nos dijeron: ”En HTB están haciendo un Curso de Matrimonios. No es religioso”. Y pensé: ”¿Por qué no ir? Tenemos un buen matrimonio, pero siempre puedes mejorarlo. Vamos.”

Había entre 30 y 50 parejas. Fue una oportunidad para descubrir que la gente en HTB era normal, más aún, geniales, amigables e inteligentes. Mark y Florence impartían Alpha en Francia, y nos contaban esas increíbles historias de pequeños milagros que pasaban en los cursos. Yo simplemente pensaba que se autoengañaban.

Dejé el banco en 2003. Pasé un año yendo a museos y subastas de arte. Pasaba mucho tiempo con mi familia y de vacaciones. Era genial.

“Me gusta el reto intelectual”

Y pensé: ”Bien, hacen el curso Alpha en HTB, ¿por qué no intentarlo? Soy un ateo convencido, me gusta el reto intelectual y tengo mucho tiempo. Conozco la gente de HTB, son inteligentes e interesantes. No me van a lavar el cerebro. De hecho, podría ser bastante divertido.” Hablé con Valerie y decidimos ir juntos.

Fuimos a Alpha Matutino (el curso diurno de Alpha) en enero de 2004. Pensé que la gente era muy agradable, pero aún me mantenía a la defensiva pensando: ”Esta gente se autoengaña, de una manera u otra”. Decidí que eran sinceros pero que se engañaban.

Encontré las charlas interesantes, me gustaba su aproximación sistemática y racional porque soy una persona muy racional. Siempre había estado convencido de que el cristianismo estaba equivocado, lleno de contradicciones, que no tenía sentido. ¡Y el comportamiento contradictorio de la Iglesia a lo largo de la historia!

Pensaba: ”No hay manera de reconciliar todo esto, así que no puede ser verdadero”. Pasaban las semanas, y seguía diciéndo a la gente: “Soy ateo, no me creo todo esto”, pero no agresivamente.

Hacía preguntas todo el rato, buscaba comprobaciones, lecturas y referencias cruzadas, dobles y triples. A lo largo del curso me di cuenta de que en el supuesto de que creas en Dios entonces había una lógica y todo el tema se hacía plausible. ¡Era un supuesto grande!

Un asunto que resultaba ser un gran problema para mí era lo del salto de fe. Simplemente no podía captar a qué se referían. ¿Cómo puedes decidir que vas a creer en algo? ¡O lo crees o no lo crees!

“Deseaba que algo me sucediese”

Fuimos al fin de semana Alpha a Chichester. Nos llevamos los niños y nos encantó. Tuvimos la sesión del Espíritu Santo el sábado por la tarde. Esperaba que hubiese rayos o algo así, veía muchas cosas sucediendo a la gente a mi alrededor, pero nada pasaba conmigo. “¿Es que se engañan o soy la única persona racional aquí?”, pensaba. Pero también sabía que deseaba que algo me sucediese.

Fui a Nicky Gumbel [el fundador de Alpha que impartía el curso] y le pedí que rezara por mí. Y me dirigió en una oración. Fui feliz de decir la oración y pienso que fue genuina. La oración era básicamente: ”Perdón (por lo que he hecho mal), gracias (por morir por mí, aunque esto no lo entendía realmente), por favor (ven a mi vida)”.

Aquel primer curso Alpha respondió a la mayoría de mis inquietudes intelectuales sobre el cristianismo. Ahora empezaba a mirar mi vida ligeramente diferente.

Regalos de Dios
¿No podía ser que todo lo que había conseguido no fuese por mérito mío sino regalos de Dios? Inconscientemente me iba dando cuenta de que el Señor había sido paciente y bueno conmigo. Él me había dado todos estos regalos, bendiciones y libertad que me habían permitido triunfar en el mundo humano.

Me había dado todo lo que quería: una esposa maravillosa, una familia fantástica, una gran casa. Pero aún no estaba seguro, no habría dicho que era cristiano en ese momento, estaba en proceso, pero debía tener algo de fe, porque cada día rezaba y leía la Biblia. Realmente algo estaba cambiando.

Valerie había disfrutado del curso y su fe había reavivado completamente. Nos invitaron a ayudar en el siguiente curso Alpha Matutino.

En este curso llegó el segundo elemento: el salto de fe. Veía tantas vidas transformadas a mi alrededor, más allá de la comprensión humana que tenía que ser verdad. Un día, caminando por la calle, me di cuenta de que yo era cristiano. Fue el 2 de marzo de 2004.

Me bauticé en junio de 2004 al acabar el segundo curso, y me confirmé en diciembre con el obispo de Londres.

Dios nos equipa
Ahora, dos años después [diciembre 2006], ha habido un gran cambio en mi vida. Desde fuera no se nota, porque vivimos el mismo estilo de vida, pero ha cambiado dramáticamente. Continuamos ayudando en los siguientes cursos y acudimos a los servicios del domingo. También me pidieron ayudar en Alpha en el lugar de trabajo, por mi historial laboral. Tenemos 35 cursos en el Reino Unido y quiero hacer un curso con mis antiguos empleados.

Ayudamos a Mark y Florence en Alpha Francia. Por mi hambre académica estoy en la escuela de teología de HTB. Valerie y yo estudiaremos juntos el Curso de Biblia. Valerie ha vuelto a la guitarra y dirige la adoración. Sabemos que algún día esta época de nuestras vidas en HTB acabará y se nos llamará a hacer algo más. Pienso que Dios nos está equipando para ello.

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Traducido y extractado de Alpha News, diciembre 2006-abril 2007, página 24-25. Se puede contactar con Olivier escribiendo a su oficina de "Alpha en el Sitio de Trabajo": tel. 0845 644 7544, workplace@alpha.org )
Cursos Alpha: millones de personas exploran la fe
http://www.forumlibertas.com/frontend/forumlibertas/noticia.php?id_noticia=6861