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Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

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miércoles, 21 de mayo de 2008

Cardenal Saraiva: Es imprevisible la fecha de beatificación de Juan Pablo II / Autora: Marta Lago

Declaraciones del prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos

ROMA, miércoles, 21 mayo 2008 (ZENIT.org).- Las rigurosas etapas por las que debe pasar la causa de Juan Pablo II impiden prever una fecha precisa para su eventual beatificación, confirma el cardenal prefecto de la Congregación vaticana para las Causas de los Santos.

Desde el martes distintos medios de comunicación se hacen eco de declaraciones del postulador de la causa, monseñor Slawomir Oder.

Éste ha expresado su «personal esperanza» de que el proceso de beatificación de Juan Pablo II esté concluido en 2009.

Así lo recoge, por ejemplo, la agencia «Sir» de la Conferencia Episcopal italiana, apuntando la respuesta del postulador sobre la fecha de beatificación del Papa Karol Wojtyla:
«En primavera de 2009, al haber entregado ya la "positio"».

La «positio» es el informe que recoge sistemáticamente todos los documentos sobre el Siervo de Dios. En este caso se trata de no menos de dos mil páginas.

El prefecto de la Congregación vaticana correspondiente, el cardenal José Saraiva Martins, ha precisado, respecto a una fecha concreta, la imposibilidad
«de hacer previsiones de ningún tipo, porque todo depende de la forma en que proceda el desarrollo de la causa en sus distintas fases».

El purpurado atendió así -en la noche del martes- la petición, por parte de algunos medios, de confirmación del citado extremo, al margen de la presentación en Roma del libro «Benedictus» (del vaticanista de la RAI, Giuseppe de Carli) en la que acababa de participar.

«Una vez entregada la "positio" a la Congregación que tengo el honor de presidir, hay diversas etapas: el estudio de los historiadores, el estudio de los teólogos, el estudio después de los médicos sobre la existencia de un presunto milagro, el examen de los cardenales --recordó--, y no se pueden hacer previsiones» en cuanto a una fecha final.

El cuarto aniversario del fallecimiento del Papa Karol Wojtyla -2 de abril de 2009- es el día que protagoniza los rumores mediáticos sobre la beatificación. «Sólo digo que no se pueden hacer previsiones -subraya el purpurado portugués--; puede ser en esa época, puede ser antes, puede ser después; pero razonablemente no se pueden hacer previsiones porque faltan los datos de fondo».

Tras los estudios necesarios de la Congregación para las Causas de los Santos, si se llega a un juicio positivo, corresponderá a Benedicto XVI aprobar el decreto de reconocimiento de virtudes heroicas que permita proclamar venerable a Juan Pablo II. A continuación el proceso deberá demostrar la existencia de un milagro atribuido a la intercesión pontífice polaco tras su muerte; entonces se abrirán las puertas a su beatificación.

domingo, 8 de junio de 2008

Qué sacrificio y misericordia pide Dios / Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo

Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la Liturgia de la Palabra del próximo domingo.

* * *
X Domingo del Tiempo Ordinario
Oseas 6,3-6; Romanos 4,18-25; Mateo 9, 9-13

Misericordia quiero y no sacrificios

Hay algo conmovedor en el Evangelio dominical. Mateo no relata algo que Jesús dijo o hizo un día a alguien, sino lo que dijo e hizo personalmente por él. Es una página autobiográfica, la historia del encuentro con Cristo que cambió su vida. "Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: 'Sígueme'. Él se levantó y le siguió".

El episodio, sin embargo, no se cita en los Evangelios por la importancia personal que revestía para Mateo. El interés se debe a cuanto sigue al momento de la llamada. Mateo quiso ofrecer "un gran banquete en su casa" para despedirse de sus antiguos compañeros de trabajo, "publicanos y pecadores". No podía faltar la reacción de los fariseos y la respuesta de Jesús: "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio". ¿Qué significa esta frase del profeta Oseas que repite Jesús? ¿Acaso que es inútil todo sacrificio y mortificación y que basta con amar para que todo vaya bien? Partiendo de este pasaje se puede llegar a rechazar todo el aspecto ascético del cristianismo, como residuo de una mentalidad aflictiva o maniquea, hoy superada.

Ante todo hay que observar un profundo cambio de perspectiva en el paso de Oseas a Cristo. En Oseas, la expresión se refiere al hombre, a lo que Dios quiere de él. Dios quiere del hombre amor y conocimiento, no sacrificios exteriores y holocaustos de animales. En labios de Jesús, la expresión se refiere en cambio a Dios. El amor del que se habla no es el que Dios exige del hombre, sino el que da al hombre. "Misericordia quiero, que no sacrificio" significa: quiero usar misericordia, no condenar. Su equivalente bíblico es la palabra que se lee en Ezequiel: "No quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva". Dios no quiere "sacrificar" a su criatura, sino salvarla.

Con esta puntualización se entiende mejor también la expresión de Oseas. Dios no quiere el sacrificio "a toda costa", como si disfrutara viéndonos sufrir; no quiere tampoco el sacrificio realizado para alegar derechos y méritos ante Él, o por un malentendido sentido del deber. Quiere en cambio el sacrificio que es requerido por su amor y por la observancia de los mandamientos. "No se vive en amor sin dolor", dice la Imitación de Cristo, y la misma experiencia cotidiana lo confirma. No hay amor sin sacrificio. En este sentido, Pablo nos exhorta a hacer de toda nuestra vida "un sacrificio vivo, santo y agradable a Dios".

Sacrificio y misericordia son ambas cosas buenas, pero pueden hacerse uno y otra perjudiciales si se reparten mal. Son cosas buenas si (como hizo Cristo) se elige el sacrificio para uno y la misericordia para los demás; se vuelven malas si se hace lo contrario y se elige la misericordia para uno y el sacrificio para los demás. Si se es indulgente con uno mismo y riguroso con los demás, dispuestos siempre a excusarnos y a ser despiadados al juzgar a los demás. ¿No tenemos nada que revisar al respecto en nuestra conducta?

No podemos concluir el comentario de la vocación de Mateo sin dedicar un pensamiento afectuoso y agradecido a este evangelista que nos acompaña, con su Evangelio, en el curso de todo este año litúrgico primero. Gracias, Mateo, llamado también Levi. Sin ti, ¡qué pobre sería nuestro conocimiento de Cristo!

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[Traducción del original italiano por Marta Lago]

Evangelio del domingo 8 de junio - Mateo 9, 9-13
Para ver el video haz click sobre la imagen


"Misericordia quiero y no sacrificios" / Video-reflexión: P.Jesús Higueras

jueves, 13 de diciembre de 2007

Dios ha «desposado» nuestra humanidad / Autor: Benedicto XVI

Intervención en la oración mariana del Angelus

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 16 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos las palabras que pronunció Benedicto XVI este domingo al introducir la oración mariana del Ángelus ante varios miles de fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro en el Vaticano.

* * *

¡Queridos hermanos y hermanas!

«Gaudete in Domino semper - Estad siempre alegres en el Señor» (Flp 4,4). Con estas palabras de san Pablo se abre la Santa Misa del III domingo de Adviento, que por ello se llama domingo «gaudete». El Apóstol exhorta a los cristianos a alegrarse porque la venida del Señor, esto es, su retorno glorioso, es seguro y no tardará. La Iglesia hace propia esta invitación, mientras se prepara a celebrar la Navidad y su mirada se dirige cada vez más hacia Belén. En efecto, aguardamos con esperanza cierta la segunda venida de Cristo porque hemos conocido la primera. El misterio de Belén nos revela al Dios-con-nosotros, al Dios cercano a nosotros, no sencillamente en sentido espacial y temporal; Él está cerca de nosotros porque ha «desposado», por así decirlo, nuestra humanidad; ha tomado sobre sí nuestra condición, eligiendo ser en todo como nosotros, menos en el pecado, para hacer que nos convirtamos como Él. La alegría cristiana brota por lo tanto de esta certeza: Dios está próximo, está conmigo, está con nosotros, en la alegría y en la tristeza, en la salud y en la enfermedad, como amigo y esposo fiel. Y esta alegría permanece también en la prueba, en el sufrimiento mismo, y permanece no superficialmente, sino en lo profundo de la persona que se entrega a Dios y confía en Él.

Algunos se preguntan: ¿pero todavía hoy es posible esta alegría? ¡La respuesta la dan, con sus vidas, hombres y mujeres de toda edad y condición social, felices de consagrar su existencia a los demás! ¿Acaso no fue la beata Madre Teresa de Calcuta, en nuestro tiempo, un testimonio inolvidable de la verdadera alegría evangélica? Vivía a diario en contacto con la miseria, la degradación humana, la muerte. Su alma conoció la prueba de la noche oscura de la fe; sin embargo, dio a todos la sonrisa de Dios. Leemos en un escrito suyo: «Esperamos con impaciencia el paraíso, donde está Dios, pero tenemos en nuestro poder estar en el paraíso ya desde aquí y desde este momento. Ser felices con Dios significa: amar como Él, ayudar como Él, dar como Él, servir como Él» (La gioia di darsi agli altri, Ed. Paoline, 1987, p. 143). Sí, la alegría entra en el corazón de quien se pone al servicio de los pequeños y de los pobres. En quien ama así, Dios hace morada, y el alma está en la alegría. Si en cambio se hace de la felicidad un ídolo, se yerra de camino y es verdaderamente difícil encontrar la alegría de la que habla Jesús. Es ésta, lamentablemente, la propuesta de las culturas que sitúan la felicidad individual en el lugar de Dios, mentalidades que tienen su efecto emblemático en la búsqueda del placer a toda costa, en la difusión del consumo de drogas como huída, como refugio en paraísos artificiales, que se revelan después completamente ilusorios.

Queridos hermanos y hermanas: también en Navidad se puede equivocar el camino, cambiar la verdadera fiesta con la que no abre el corazón a la alegría de Cristo. Que la Virgen María ayude a todos los cristianos, y a los hombres que buscan a Dios, a llegar a Belén para encontrar al Niño que ha nacido por nosotros, por la salvación y la felicidad de todos los hombres.

[Al término del rezo del Ángelus, Benedicto XVI saludó a los peregrinos en varios idiomas. En español dijo:]

Saludo con afecto a los fieles de lengua española. Queridos hermanos: Siguiendo la invitación de la liturgia de este domingo de Adviento, os aliento a vivir con alegría la cercanía del Señor, que viene a nuestro encuentro, para que, llenos de esperanza y confianza en su amor, prosigáis vuestra preparación espiritual para la Navidad meditando la Palabra divina, e intensificando la oración y las obras de caridad. ¡Feliz domingo!

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Traducción del original italiano realizada por Marta Lago.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Testimonio de Sylvie Menard: Víctima del cáncer, una oncóloga modifica su postura pro eutanasia / Autora: Marta Lago

MILÁN, lunes, 10 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Lo que verdaderamente quieren los enfermos de cáncer es la lucha contra el dolor, no la lucha pro eutanasia, confirma una oncóloga parisina con un tumor incurable.

Casada y madre de un hijo, Sylvie Menard, de sesenta años, dirige el Departamento de Oncología Experimental del Instituto de Tumores de Milán (Italia), donde trabaja desde 1969.

«Anteriormente partidaria de la eutanasia, la doctora Menard ha declarado en un reciente congreso en Milán que, desde que se descubrió enferma, su perspectiva sobre estos temas ha cambiado», publicó el 28 de noviembre el diario italiano «Avvenire».

El 26 de abril de 2005 «la mujer que había sido hasta entonces había muerto. El examen mostraba un tumor en la médula, un tumor incurable. Me miré en el espejo de casa: "imposible", me decía; me encuentro muy bien. Logré dormir sólo cuando me convencí de que se trataba de un error», cuenta la especialista.

Las páginas del diario recogen amplias citas del testimonio de la doctora Menard en la evolución de su enfermedad y de su postura ante la vida. Sigue en terapia. Padece un cáncer para el que no existe aún curación. Trabaja y lleva una vida normal. Se describe como laica no creyente.

«Conocí la imposibilidad, de golpe, de trazar cualquier proyecto. Era como tener delante un muro --reconoce la oncóloga--. El futuro sencillamente ya no existía» y «descubrí que existe todavía una palabra tabú, la palabra cáncer», pues «hay quien te teme, como si fuera contagioso».

Vaciló en someterse a terapia, consciente de que no habría curación. «Quería permanecer todavía entre los sanos», dice. Se sucedían las noches difíciles, pues, como alerta, «cuando tienes un cáncer lo que cuenta son las noches». Finalmente eligió la terapia.

«Algo en mí reaccionó. Aún sin meta de curación, prolongar la vida algunos años, de improviso, se convirtió en mí en algo fundamental; quería vivir hasta el final»,
relata.

«Cambió la conciencia de la vida misma. Cuando estás sano, piensas que eres inmortal. Cuando en cambio tu final ya no es virtual, la perspectiva se da la vuelta», expresa.

«También yo, antes, hablaba de "dignidad de la vida", una dignidad que me parecía mellada en ciertas condiciones de enfermedad. Como sano se piensa que pasar por que te laven o te den de comer es intolerable, "indigno". Cuando llega la enfermedad, se acepta hasta vivir en un pulmón de acero. Lo que se quiere es vivir. No hay nada de indigno en una vida totalmente dependiente de los demás. Es indigno más bien quien no logra ver en ello la dignidad», subraya.

En su itinerario por la quimioterapia, la doctora Menard reflexiona sobre el debate de la eutanasia y sobre el caso de Eluana, la joven italiana en estado vegetativo cuyo padre quiere dejar morir.

«¿Pero sabemos que esa joven no tiene ningún cable que desconectar? --advierte la oncóloga--. ¿Que la hipótesis es la de dejarla morir de hambre y sed? ¿Sabemos que "estado vegetativo permanente" no quiere decir que no exista ninguna actividad cerebral? En un reciente trabajo científico se ha demostrado que si se pone ante los ojos de uno de estos enfermos una fotografía de personas queridas, y se hace una resonancia magnética, se ve la puesta en marcha de una actividad cerebral. ¿Cómo se puede decidir suspender la alimentación?».

En síntesis, para la doctora Menard «el favor de muchos por la eutanasia se explica con un tipo de exorcismo inconsciente, un deseo de alejar de sí la posibilidad de la enfermedad y del dolor»; pero «cuando te encuentras ahí, cambias de idea».

Insiste en que la verdadera petición de los enfermos es la de no sufrir: «Debe hacerse todo lo posible contra el dolor», pide.

«La verdadera batalla, dice, es contra el dolor. No [una batalla] por una muerte que, en la experiencia amplísima del Instituto de los Tumores, los "verdaderos" enfermos no piden. Reclaman, en cambio, no ser abandonados», escribe «Avvenire».

Y cita de nuevo a la doctora Menard, quien admite: «Temo que la eutanasia pueda ser la lógica que avance si de muchos enfermos, cuando mueren, se dice sólo: "por fin"».

lunes, 14 de abril de 2008

Mensaje vaticano a todos los sacerdotes: «Prioridad de la oración» / Autora: Marta Lago

Exhortación desde la Congregación para el Clero

CIUDAD DEL VATICANO, (ZENIT.org).-Ante la certeza de que el ministerio sacerdotal y la misión de la Iglesia dependen de la relación personal con Jesús, los sacerdotes están llamados a dar prioridad a la oración respecto a la acción, subraya la Congregación vaticana para el Clero.

En una carta a todos los presbíteros del mundo, el dicasterio prepara así la Jornada mundial de oración por la santificación de los sacerdotes, que se celebra en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, el próximo 30 de mayo.

Firmada por el cardenal prefecto Cláudio Hummes y el secretario de la Congregación, el arzobispo Mauro Piacenza, la misiva exhorta a contemplar «la perfecta y fascinante humanidad de Jesucristo, vivo y operante ahora», seguros de su Misericordia.

De aquí el dicasterio hace un llamamiento «a la prioridad de la oración respecto a la acción», porque de aquélla depende una acción incisiva, esto es, la misión debe alimentarse de la oración, «de la relación personal de cada uno con el Señor Jesús».

Se reafirma la importancia de la oración frente al activismo y el secularismo, según señaló Benedicto XVI en su Encíclica «Deus caritas est». El paso siguiente, para los sacerdotes, es ser «expertos de la Misericordia de Dios», apunta el cardenal Hummes en la carta, íntegramente publicada en italiano en la edición de «L'Osservatore Romano» del sábado.

Y lanza una alerta: el sacerdocio no se puede contemplar como una especie de carga inevitable «que se puede cumplir "mecánicamente", tal vez con un articulado y coherente programa pastoral».

Realmente «el sacerdocio es la vocación, es el camino, el modo a través del cual Cristo nos salva, nos ha llamado y nos llama ahora, para vivir con Él», precisa a los sacerdotes.

Esta «santa vocación» sólo tiene una «medida adecuada»: «la radicalidad» --recuerda la carta--, la «total dedicación», que «Cristo realiza día a día» en el sacerdote a través de su «renovada y orante decisión».

«El mismo don del celibato sacerdotal hay que acogerlo y vivirlo en esta dimensión de radicalidad y de plena configuración con Cristo -advierte el purpurado--. Cualquier otra postura, respecto a la realidad de la relación con Él, corre el riesgo de ser ideológica».

«Incluso la cantidad, a veces extraordinariamente grande, de trabajo que las condiciones contemporáneas del ministerio nos piden sostener, lejos de desalentarnos debe impulsarnos a cuidar, aún con mayor atención, nuestra identidad sacerdotal, que tiene una raíz irreduciblemente divina», anima la carta.

«En este sentido, en una lógica opuesta a la del mundo, precisamente las particulares condiciones del ministerio nos deben llevar a "elevar el tono" de nuestra vida espiritual --insiste--, testimoniando con mayor convicción y eficacia nuestra pertenencia exclusiva al Señor».

Pues «lugar de la totalidad por excelencia es la Eucaristía», añade el cardenal Hummes, recordando que es el sacramento en el que Jesús ofrece su Cuerpo y su Sangre, «la totalidad de la propia existencia».

Por eso exhorta a los sacerdotes del mundo a la fidelidad «en la celebración diaria de la Santísima Eucaristía» y a la adoración de Jesús sacramentado. Tampoco aquí se trata de un mero cumplimiento, «sino de la absoluta necesidad que advertimos» del Sacramento, «como respirar, como la luz de nuestra vida, como única razón adecuada para una existencia presbiteral realizada», constata.
De la relación con Jesús, «siempre alimentada con la oración continua», brota «la necesidad de hacer partícipes de ello a cuantos nos rodean», o sea, brota la misión, «intrínseca a la naturaleza misma de la Iglesia» y «connatural a la identidad sacerdotal», sintetiza el cardenal Hummes.

De aquí también se deduce el sentido de la Jornada que se celebrará próximamente. «La santidad que pedimos diariamente -se lee en la carta a los sacerdotes-, de hecho, no puede concebirse según una acepción individualista, estéril y abstracta, sino que es, necesariamente, la santidad de Cristo, la cual es contagiosa para todos».

Ello se concreta en el pueblo que es confiado al sacerdote y en la responsabilidad de atenderlo. Aquí hay que ceder al amor de Jesús «para que actúe Él a través de nosotros --advierte la carta a los sacerdotes--, porque o dejamos que Cristo salve el mundo, obrando en nosotros, o bien corremos el riesgo de traicionar la propia naturaleza de nuestra vocación».

Clave de ayuda en esta llamada es el «fundamento imprescindible de toda la vida sacerdotal»: la Virgen María -recuerda el dicasterio--, pues reconduce continuamente «bajo la Cruz de su Hijo» «para contemplar, con Ella, el Amor infinito de Dios».

Orar y acompañar espiritualmente a los sacerdotes

Como hizo hace pocos meses, ahora, en vista de la Jornada mundial de oración por la santificación de los sacerdotes, el dicasterio reitera la importancia de que los presbíteros se encomienden a la oración de toda la Santa Madre Iglesia, «a la maternidad del pueblo» del que son pastores y del que, a su vez, tienen confiada su custodia y santidad.
«Pidamos este apoyo fundamental», exhorta.

Es urgente «un movimiento de oración que tenga en el centro la adoración eucaristía continua -recuerda el cardenal Hummes, remitiéndose a otra misiva anterior--, durante las veinticuatro horas, de manera que desde todo rincón del mundo siempre se eleve a Dios una plegaria de adoración, acción de gracias, alabanza, petición y reparación».

El objetivo es «suscitar un número suficiente de vocaciones santas al estado sacerdotal y, a la vez, acompañar espiritualmente --como Cuerpo Místico- con una especie de maternidad espiritual a cuantos ya han sido llamados al sacerdocio ministerial», para que cada vez sirvan mejor a Jesús y a los hermanos.

martes, 4 de diciembre de 2007

«Emergencia Belén»: urge ayuda para niños, ancianos y enfermos / Autora: Marta Lago

S.O.S. de la Custodia Franciscana de Tierra Santa

(ZENIT.org).- La parroquia franciscana de Belén -a través de la Custodia de Tierra Santa (CTS)- hace un llamamiento global de ayuda por la minoría cristiana local, dada la permanente situación de emergencia social que padecen por el prolongado conflicto regional.

«EMERGENCIA BELÉN - Tu contribución de Navidad en apoyo a los cristianos de Belén» es el nombre de la campaña que ha dado a conocer la Custodia en su web.

El mayor desafío «ante el que nos encontramos ahora [en Tierra Santa] es el de no limitarnos a sufrir las difíciles situaciones en las que vivimos, sino lograr introducirnos en ellas con una actitud activa y crítica», escribe el padre Pierbattista Pizzaballa ofm., custodio de Tierra Santa.

El grito de socorro se lanza a través de la Asociación Tierra Santa (ATS), una ONG (Organización no Gubernamental sin fin de lucro) cuyo objetivo es sostener las obras e iniciativas de la Custodia de Tierra Santa -provincia franciscana de la Orden de los Frailes Menores (franciscanos)--, desde hace casi ocho siglos en los Santos Lugares.

Bajo la presidencia del custodio de Tierra Santa, la citada asociación promueve proyectos en el campo socio-educativo y socio-asistencial, además de intervenciones de recuperación y valoración de santuarios y áreas arqueológicas

Niños maltratados, ancianos abandonados y enfermos necesitados son la prioridad de la petición de ayuda que hace la ATS con ocasión de la próxima Navidad, en coordinación con la parroquia latina de Santa Catalina de Alejandría en Belén, que garantiza arraigo en el territorio y una dilatada experiencia en la realización de iniciativas educativas y sociales.

«Pedimos vuestra ayuda para sostener a las "piedras vivas" en Tierra Santa -escriben los promotores--, precisamente donde Dios se hizo Niño».

Belén sufre prácticamente la imposibilidad de cruzar a diario los límites establecidos; son muchos los que han perdido su trabajo o tienen fuertes dificultades para desarrollar su actividad laboral.

Además, la afluencia turística que aporta recursos a las pequeñas actividades de carácter familiar comerciales y artesanales se detiene en Belén sólo en una rápida visita, insuficiente para que se recupere la economía local.

Actualmente -se lee en la web de la CTS-- escasean recursos de primera necesidad, como educación, alimentos, medicinas y servicios hospitalarios.

De ahí la apremiante ayuda requerida para la parroquia franciscana de Belén en la acción de socorro de la minoría cristiana.

El primer proyecto en que se emplearán los donativos se denomina «Niños y chavales en dificultad». Sostendrá algunas necesidades primarias y las redes escolares de estos pequeños, que no sólo afrontan situaciones económicas durísimas -con el riesgo de abandono de las aulas, en busca de medios de subsistencia--, sino hogares rotos. Asimismo se ofrecerán doscientas becas de estudio -cuidadosamente atribuidas-- para el próximo año.

El párroco y los directores de las escuelas de Tierra Santa, masculinas y femeninas, supervisan la ejecución del proyecto.

La «Acogida de ancianos» centra el segundo proyecto, a fin de ofrecer a aquellos una vida digna. Se realiza con la Sociedad Antoniana de Caridad de Belén, la cual funciona como casa de reposo de ancianas --actualmente son treinta y cinco--, la mayor parte sin capacidad para cubrir sus gastos. Se preve además crear un espacio para acoger de día a ancianos y darles un ámbito de convivencia y de asistencia. En la nueva estructura se ofrecerán comidas calientes y actividades de esparcimiento. Se desea crear, lo antes posible, una zona con camas para ofrecer, en situaciones urgentes, una asistencia completa.

La «Asistencia médica» es igualmente apremiante, dado que en los territorios palestinos no existe atención pública sanitaria; ello depende sólo de las familias, pero aquellas de la parroquia franciscana de Belén en situación de pobreza son más numerosas que en el pasado, dada la desocupación tras las segunda Intifada.

De acuerdo con la CTS, estas familias se dirigen a la parroquia en busca de ayuda cuando son diagnosticadas de afecciones graves o necesitan tratamientos económicamente inaccesibles. El párroco verifica la seriedad y urgencia de la necesidad, busca ayuda financiera primero en la Custodia, y si es posible en donantes privados sensibilizando a las comunidades locales e internacionales.

La parroquia intenta ayudar a las familias más pobres (se trata de casos de leucemias, infartos, tumores o diálisis) comprando medicinas en farmacias locales y a veces cubriendo los costes hospitalarios en intervenciones en estructuras sanitarias israelíes capaces de cirugía; ésta, frecuentemente y en forma creciente los hospitales del Territorio Palestino no pueden llevarla a cabo. Los fondos que se piden, para este tercer proyecto, se destinarán a la adquisición de fármacos y a tales internamientos hospitalarios por razones quirúrgicas urgentes.

La ATS se compromete con el donante a dar cuentas con precisión de los gastos que se hayan sostenido, además de preparar una valoración completa del proyecto en una política de transparencia para favorecer un sostenimiento eficaz de la parroquia y de sus necesidades.

Se puede solicitar más información escribiendo a: t.saltini@custodia.org

Los datos bancarios para enviar donativos son los siguientes:

Titular de la cuenta: ATS - ASSOCIAZIONE DI TERRA SANTA
Banco: CARIGE
Número de cuenta corriente: 1833 80
Código ABI 6175
Código CAB 5018
Código CIN K
Concepto a especificar: EMERGENZA BETLEMME

Datos para enviar donativos desde otros países fuera de Italia:

Código SWIFT CRGEITGG511
Código IBAN IT25 K061 7505 0180 0000 0183380


La Custodia franciscana de Tierra Santa, en nombre de la Iglesia católica, realiza su misión por la reconciliación y la paz en Israel, Palestina, Jordania, Siria, El Líbano, Egipto y las islas de Chipre y Rodas. En ella trabajan tres centenares de religiosos, a los que ayudan un centenar de religiosas de diversas congregaciones.

Los franciscanos prestan asimismo su servicio en medio centenar de lugares queridos por la Cristiandad, como el Santo Sepulcro en Jerusalén, la Natividad en Belén, o la iglesia de la Anunciación en Nazaret.

Además del ministerio pastoral, son numerosas las obras de carácter social de la Custodia, la cual subraya que la misión de la Iglesia no se dirige sólo a los cristianos, sino también a los que no lo son, como es el caso de musulmanes y judíos.

La presencia franciscana en Belén se remonta a 1347.

domingo, 1 de junio de 2008

La Palabra de Dios, roca eterna / Autor: Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Comentario del padre Cantalamessa a la liturgia del próximo domingo


Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, OFM Cap. --predicador de la Casa Pontificia-- a la liturgia de la Palabra del próximo domingo.

* * *
IX Domingo del Tiempo Ordinario

Deuteronomio 11, 18.26-28; Romanos 3, 21-25a.28; Mateo 7, 21-27

La casa en la roca
Todos sabían, en tiempos de Jesús, que es de necios construir la propia casa sobre arena, en el fondo de los valles, en lugar de hacerlo en lo alto de la roca. Después de cada lluvia abundante se forma, en efecto, casi de inmediato un torrente que barre las casitas que encuentra a su paso. Jesús se basa en esta observación, que probablemente había hecho en persona, para construir a partir de ella la parábola de este domingo sobre las dos casas, que es como una doble parábola.

"Así pues todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca; cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos y embistieron contra aquella casa; pero no cayó, porque estaba cimentada sobre roca".

Con simetría perfecta, variando sólo poquísimas palabras, Jesús presenta la misma escena en negativo: "Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena; cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina".

Construir la propia casa sobre arena quiere decir volver a poner las propias esperanzas y certezas en cosas inestables y aleatorias que no se sustraen al tiempo y a los vuelcos de fortuna. Tales son el dinero, el éxito, la propia salud. La experiencia lo pone ante nuestros ojos cada día: es muy poco lo que basta -un pequeño coágulo en la sangre, decía el filósofo Pascal- para que todo se derrumbe.

Construir la casa sobre roca quiere decir, al contrario, fundar la propia vida y las propias esperanzas en aquello que "los ladrones no pueden robar ni la polilla deshacer", sobre lo que no pasa. "Los cielos y la tierra pasarán -decía Jesús--, pero mis palabras no pasarán".

Construir la casa en la roca significa, muy sencillamente, construir en Dios. Él es la roca. Roca es uno de los símbolos preferidos de la Biblia para hablar de Dios: "Nuestro Dios es una roca eterna" (Is 26,4); "Él es la Roca, perfecta es su obra" (Dt 32,4).

La casa construida sobre la roca ya existe; ¡se trata de entrar en ella! Es la Iglesia. No, evidentemente, la que está hecha a base de ladrillos, sino la formada por las "piedras vivas" que son los creyentes, edificados en la "piedra angular" que es Cristo Jesús. La casa en la roca es aquella de la que hablaba Jesús cuando decía a Simón: "Tú eres Pedro y sobre esta piedra (literalmente ‘roca')" edificaré mi Iglesia (Mt 16, 18).

Fundar la propia vida sobre la roca significa por lo tanto vivir en la Iglesia; no quedarse fuera apuntando sólo el dedo contra las incoherencias y los defectos de los hombres de Iglesia. Del diluvio universal se salvaron sólo pocas almas, las que habían entrado con Noé en el arca; del diluvio del tiempo que todo engulle se salvan sólo los que entran en el arca nueva que es la Iglesia (cf. 1 P 3, 20). Esto no quiere decir que todos los que están fuera de ella no se salven; existe una pertenencia a la Iglesia de otro tipo, "conocida sólo a Dios", dice el Concilio Vaticano II respecto a quienes, sin conocer a Cristo, obran según los dictados de la propia conciencia.

El tema de la palabra de Dios, que está en el centro de las lecturas de este domingo y sobre el que se celebrará en octubre el próximo Sínodo de los obispos, me sugiere una aplicación práctica. Dios se ha servido de la palabra para comunicarnos la vida y revelarnos la verdad. ¡Los seres humanos usamos a menudo la palabra para dar muerte y esconder la verdad! En la introducción a su famoso Dizionario delle opere e dei personaggi, Valentino Bompiani relata el siguiente episodio. En julio de 1938 tuvo lugar en Berlín el congreso internacional de los editores, en el que él también participó. La guerra se palpaba ya en el aire y el gobierno nazi se mostraba maestro en la manipulación de las palabras con fines de propaganda. El penúltimo día, Goebbels, que era ministro de Propaganda del Tercer Reich, invitó a los congresistas al aula del Parlamento. Se pidió a los delegados de los distintos países una palabra de saludo. Cuando llegó el turno a un editor sueco, éste subió al estrado y con voz grave pronunció estas palabras: "Señor Dios, debo pronunciar un discurso en alemán. Carezco de vocabulario y de gramática, y soy un pobre hombre perdido en el género de los nombres. No sé si la amistad es femenino o si el odio es masculino, o si el honor, la lealtad y la paz son neutros. Así que, Señor Dios, recobra las palabras y déjanos nuestra humanidad. Tal vez lograremos comprendernos y salvarnos". Estalló un aplauso, mientras Goebbels, que había captado la alusión, salía airado de la sala.

Un emperador chino, interrogado sobre qué era lo más urgente para mejorar el mundo, respondió sin dudar: ¡reformar las palabras! Quería decir: devolver a las palabras su verdadero significado. Tenía razón. Hay palabras que, poco a poco, han sido vaciadas completamente de su significado original y colmadas de un significado diametralmente opuesto. Su uso no puede más que resultar perjudicial. Es como poner en una botella de arsénico la etiqueta "digestivo efervescente": alguien se envenenará. Los Estados se han dotado de leyes severísimas contra los falsificadores de moneda, pero de ninguna contra la falsificación de las palabras. A ninguna palabra le ha ocurrido lo mismo que a la pobre palabra "amor". Un hombre abusa de una mujer y se justifica diciendo que lo ha hecho por amor. La expresión "hacer el amor" frecuentemente representa el acto más vulgar de egoísmo, en el que cada uno piensa en su satisfacción, ignorando totalmente al otro y reduciéndole a simple objeto.

La reflexión sobre la palabra de Dios nos puede ayudar, como se ve, también a reformar y rescatar de la vanidad la palabra de los hombres.
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[Traducción del original italiano por Marta Lago]
El evangelio del domingo en video
Mateo 7, 21-27
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La casa estaba cimentada sobre roca / Video-reflexión: P. Jesús Higueras

jueves, 15 de mayo de 2008

Ver los movimientos como «don providencial»: invitación a obispos del mundo / Autora: Marta Lago

Llamada del cardenal Rylko, presidente del Pontificio Consejo para los Laicos a los obispos del mundo

ROCCA DI PAPA, (ZENIT.org).- El presidente del Pontificio Consejo para los Laicos llama a los obispos del mundo a contemplar los movimientos eclesiales y nuevas comunidades no como un «problema», sino como «un don providencial» que Iglesia debe recibir con gratitud y responsabilidad.

Así ha abierto este jueves el cardenal Stanislaw Rylko el Seminario de Estudio -en la localidad romana de Rocca di Papa- en el que, convocados por el dicasterio (v. www.zenit.org/article-27280?l=spanish), un centenar de prelados de más de cincuenta países de los cinco continentes profundizan sobre el significado teológico-eclesial y pastoral del fenómeno de los movimientos eclesiales, así como en su deber de pastores ante los mismos.

Clave de estas jornadas es la invocación comunitaria al Espíritu Santo para «conocer y comprender mejor el proyecto de Dios en estos nuevos carismas, discernir correctamente el carácter genuino y el uso ordenado en el seno de las comunidades cristianas, acogerlos con confianza y gratitud en el tejido de las Iglesias encomendadas a nuestra atención pastoral» y brindar el acompañamiento «en su misión con auténtico sentido de paternidad espiritual», explica el cardenal Rylko.

La exhortación de Benedicto XVI (en 2006, a un grupo de obispos), «Os pido que salgáis al encuentro de los movimientos con mucho amor», es la guía del Seminario, apoyado en el magisterio de los dos últimos pontífices sobre las nuevas realidades eclesiales -que siempre han contemplado con confianza--, «uno de los frutos más significativos del Concilio Vaticano II», apunta el purpurado.

Y es que, «una vez más --añade--, el Espíritu Santo intervino en la historia, donando a la Iglesia carismas portadores de un extraordinario dinamismo misionero y respondiendo tan oportunamente a los dramáticos desafíos de nuestra época», entre los que subrayaba el Papa Karol Wojtyla el dominio «de una cultura secularizada que fomenta y reclama modelos de vida sin Dios».

«Es innegable» -continúa el cardenal Rylko- que «movimientos y nuevas comunidades se han convertido para millones de bautizados, en todo rincón del planeta, en verdaderos "laboratorios de la fe", auténticas escuelas de santidad y de misión»; con todo, «representan un recurso que aún no se conoce o valora plenamente».

«Los movimientos lanzan el desafío de una Iglesia misionera, valientemente proyectada a nuevas fronteras», «y en nuestros días la Iglesia tienen gran necesidad de abrirse a esta novedad generada por el Espíritu Santo»; «de estas "cosas nuevas" deberían ser los pastores los primeros en percatarse», «pero sabemos que no siempre es así», lamenta el cardenal Rylko.

Y exhorta: «Los pastores -y esto hay que subrayarlo con fuerza- no deben contemplar los movimientos y nuevas comunidades como un "problema" más del que se tienen que ocupar, sino más bien como un "don providencial" que la Iglesia debe recibir con gratitud y sentido de responsabilidad, para no desperdiciar el recurso que representan».

Puntos de discernimiento

Tal don comporta deberes para los laicos y para los obispos, subraya el cardenal Stanislaw Rylko en su intervención introductiva; de hecho, el propio Juan Pablo II «insistía mucho en el hecho de que estas nuevas realidades están llamadas a insertarse en las diócesis y en las parroquias "con humildad"», «al servicio de la misión de la Iglesia y evitando todo tipo de exclusivismo y de absolutización de sus propias experiencias» o «actitud de superioridad unas respecto a otras».

Pero el desaparecido pontífice «también pedía a los Pastores -obispos y párrocos- que las acogieran "con cordialidad" y con paterna solicitud».

El deber de discernimiento de estos carismas compete a los pastores de la Iglesia, y a ello ayudan «cinco "criterios de eclesialidad"» que formuló Juan Pablo II y recuerda el cardenal Rylko al centenar de obispos: «Que se dé primacía, en el seno de cualquier agregación de fieles laicos, a la vocación a la santidad; la obediencia al magisterio de la Iglesia; el testimonio de una comunión sólida y convencida con los obispos y con el Sucesor de Pedro; la evangelización; la presencia incisiva en la sociedad como levadura evangélica».

Asimismo, como recuerda el purpurado, el Papa Karol Wojtyla, respecto a la identidad eclesial de los movimientos, subrayaba que «en la Iglesia no existe contraste y contraposición entre la dimensión institucional y la dimensión carismática, de la que los movimientos son una expresión significativa».

Ambas «son co-esenciales a la constitución divina de la Iglesia fundada por Jesucristo --añadía--, porque concurren a hacer presente el misterio de Cristo y su obra salvífica en el mundo».

Estando al frente de la Congregación vaticana para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger también brindó puntos para el discernimiento y la inserción de estas nuevas realidades en el tejido de las Iglesias particulares: «La integración --decía-- jamás puede significar homologación porque la comunión eclesial no es uniformidad absoluta, sino unidad en la diversidad».

«Como pontífice [Joseph Ratzinger] sigue insistiendo en la importancia del criterio de la docilidad a la acción del Espíritu en el seno de la comunión eclesial», señala; también constata el Papa en los movimientos su fuerza en testimoniar la belleza de ser cristianos.

Sobre la relación «Iglesia/movimientos», el actual pontífice ha expresado la prioridad de la regla paulina: «no apaguéis los carismas», y como segunda regla: «la Iglesia es una», y sintetiza ambas directrices en las palabras «gratitud, paciencia y aceptación también de los sufrimientos que son inevitables», cita el cardenal Rylko.

E insiste: «El Papa Benedicto XVI pide a los obispos abiertamente "salir al encuentro de los movimientos con mucho amor". Aquí y allí [estos] deben ser corregidos, introducidos en el conjunto de la parroquia o de la diócesis. Pero debemos respetar el carácter específico de sus carismas y estar alegres de que nazcan formas comunitarias de fe en donde la Palabra de Dios se hace vida"».

Más que simple acogida

Siguiendo el magisterio de Benedicto XVI --explica el cardenal Rylko--, es necesario un acompañamiento paterno de los nuevos carismas por parte del obispo que los acoge en el seno de la propia Iglesia particular.

«No basta con acoger un movimiento; es necesario seguirlo con la debida solicitud pastoral», una tarea -recalca el purpurado- que implica esfuerzo y «conocimiento adecuado de las realidades singulares presentes y activas en la diócesis», «diálogo paciente» y respeto de sus carismas específicos.

En esta tarea de acompañamiento también se cuenta con el Pontificio Consejo para los Laicos, «casa común -describe su presidente- de los movimientos eclesiales y de las nuevas comunidades, y expresión directa, respecto a estos, de la paternidad del Sucesor de Pedro».

Estos puntos sobresalientes del magisterio de los dos últimos pontífices -en perfecta continuidad-- permiten comprender «la importancia del fenómeno de los movimientos eclesiales», si bien siguen requiriendo profundización.

«Pero es indudable que el rostro de la Iglesia del tercer milenio dependerá de nuestra capacidad de escuchar lo que el Espíritu Santo dice hoy a la Iglesia, también mediante estos nuevos carismas --admite el cardenal Rylko ante los prelados--. Dependerá de nuestra capacidad de dejarnos sorprender por el Espíritu Santo y de la prudencia pastoral de saber acoger los dones "con amor"».

Benedicto XVI recibirá a los participantes del Seminario el próximo sábado.

lunes, 19 de mayo de 2008

La belleza de ser jóvenes y de compartirlo, explica el Papa / Autora: Marta Lago

Llama a los jóvenes a no "quemar" la juventud en modas pasajeras
En su visita pastoral a Génova

GÉNOVA, (ZENIT.org).- El secreto y la belleza de una juventud permanente es vivir abierto a la esperanza, cosa que sólo da el encuentro real con Jesucristo, reconoce Benedicto XVI.

La plaza genovesa de Matteotti vivió, en la mañana de este domingo, el ambiente propio de una Jornada de la Juventud en el rato de fe y fiesta que compartieron los jóvenes con el Papa -visiblemente felices--, en visita pastoral en la región italiana de Liguria.

La lluvia torrencial que hacía acto de presencia no desanimó esta cita, sino que entre aplausos los jóvenes recibieron la confidencia de Benedicto XVI: «La lluvia me está persiguiendo un poco estos días, pero tomémosla como signo de bendición, de fecundidad de la tierra y como símbolo del Espíritu Santo que viene y renueva también la tierra reseca de nuestras almas».

Los años de la juventud están «llenos de expectativas y de sueños», pero cuando hayan pasado «en el corazón todos debemos permanecer jóvenes», dijo el Papa en su discurso a la multitud de chicas y chicos.

«Es bello ser jóvenes; todos quieren serlo» --reflexionó--; y es que «la juventud tiene aún todo el futuro por delante», y futuro significa «tiempo de esperanza».

Benedicto XVI en muchos momentos dejó aparte su discurso escrito, entrando en una especie de diálogo espontáneo con los jóvenes. Y compartió su inquietud, dándoles voz: «¿Encontraré un puesto de trabajo? ¿Encontraré casa? ¿Encontraré el amor, que será mi verdadero futuro?».

En lugar de consumir la vida cuando está empezando, «es importante elegir las verdaderas promesas que abren al futuro, aún con renuncias -subrayó el Papa--. Y quien ha elegido a Dios, tiene aún en la vejez un futuro sin fin y sin amenazas ante sí».

Por eso es «importante elegir bien y no destruir el futuro», y «la primera elección fundamental debe ser Dios», que «se ha revelado en su Hijo Jesucristo»; «a la luz de esta elección» «se encuentran los criterios para las otras opciones necesarias», explicó.

«Ser jóvenes implica ser buenos y generosos» --continuó Benedicto XVI--; y «la bondad en persona es Jesús, a quien conocéis o a quien busca vuestro corazón».

Es Jesús «el Amigo que jamás traiciona», «fiel hasta el don de la vida en la Cruz». Así que Benedicto XVI exhortó a los numerosos jóvenes: «¡Rendios a su amor!»; «como lleváis escrito en las camisetas de este encuentro, "derretios" ante Jesús, porque sólo Él puede disolver vuestras ansias y temores y colmar vuestras expectativas».

Punto de partida: un encuentro en persona

«Para encontrar el amor con Cristo, para encontrarle realmente como compañero de mi vida, tenemos ante todo que conocerle, como los dos discípulos que le siguen después de las parábolas del Bautista y le dicen: "Maestro, ¿dónde vives?"», «porque quieren conocerle de cerca -fue desgranando el Papa--, y el Señor, hablando con los discípulos distingue: "¿Quién dice la gente que soy yo?"», refiriéndose a quienes «le conocen de lejos, de segunda mano», y prosigue Jesús: «¿Quién decís vosotros que soy yo?», dirigiéndose a «quienes le conocen de primera mano, habiendo vivido con Él, habiendo entrado realmente en su vida personalísima hasta su diálogo con el Padre».

Y «entrar en una relación personal» y real con Cristo «exige el conocimiento de la Escritura, sobre todo del Evangelio, donde el Señor habla con nosotros», recordó.

En sus palabras espontáneas, Benedicto XVI admitió: «No siempre son fáciles estas palabras, pero entrando en ellas, entrando en diálogo, llamando a la puerta de la Palabra diciendo al Señor: "¡Ábreme!", encontramos realmente palabras de vida eterna para hoy, actuales como lo fueron en su momento y como lo serán en el futuro».

Y precisó que «este coloquio con el Señor en la Escritura debe realizarse no sólo individualmente, sino también en la gran comunión de la Iglesia, donde Cristo está siempre presente, en la comunión de la Liturgia, del encuentro personalísimo de la Eucaristía y del sacramento de la Reconciliación en el que el Señor» dice a cada uno: «Te perdono».




«¡Hay tantas dimensiones para entrar en el conocimiento de Jesús!», constató el Santo Padre, aludiendo igualmente al «importante camino» de la ayuda a los pobres y necesitados, brindando tiempo para los demás, y «naturalmente también a la vida de los santos, que ayudan a encontrar el verdadero rostro de Jesús».

«Sólo así conocemos personalmente a Jesús --sintetizó-- y podemos también comunicar esta amistad nuestra a los demás», y «superar la indiferencia», porque aunque parezca que no se tiene necesidad de un Dios, «en realidad todos saben que algo falta en sus vidas», y al descubrir a Jesús dicen: «Es lo que estaba esperando».

«Cuanto más seamos de verdad amigos de Jesús, más podemos abrir el corazón a los demás para que también ellos sean verdaderamente jóvenes, o sea, tengan ante sí un gran futuro», afirmó.

Claves misioneras

Al término del encuentro, Benedicto XVI hizo entrega del Evangelio -como signo de envío misionero-- a algunos jóvenes en representación de cuantos el próximo curso emprenden en la archidiócesis genovesa la misión de los jóvenes hacia los jóvenes. «Anunciad a Cristo Señor, esperanza del mundo», les dijo.

«Cuanto más se aleja el hombre de Dios, su Fuente, más se extravía y más difícil se hace la convivencia humana»; por eso, antes de despedirse, el Papa quiso aconsejar a los jóvenes: «Estad unidos entre vosotros; ayudaos a vivir y a crecer en la fe y en la vida cristiana para poder ser testigos valientes del Señor».

«Estad unidos, pero no cerrados. Sed humildes, pero no temerosos. Sed sencillos, pero no ingenuos. Sed reflexivos, pero no complicados. Entrad en diálogo con todos, pero sed vosotros mismos», les advirtió.

Y exhortó: «Permaneced en comunión con vuestros Pastores: son ministros del Evangelio, de la Divina Eucaristía, del perdón de Dios», «padres y amigos, compañeros de vuestro camino».

«Les necesitáis, y ellos -todos nosotros- os necesitamos», reconoció el Papa entre fortísimos aplausos de los jóvenes.

«Cada uno de vosotros», «si permanece unido a Cristo y a la Iglesia, puede hacer grandes cosas», un deseo y consigna que dejó Benedicto XVI a la juventud, citándola a la Jornada Mundial de Sydney (Australia) del próximo julio.

Además de poner en manos de la Virgen María la tarea misionera de los jóvenes genoveses, a continuación el Papa, al introducir el Ángelus, que rezó junto a todos ellos en italiano -no en latín, como es habitual--, invocó su materna asistencia con la plegaria de San Bernardo.

«"¡Confía en mí!". Esto nos repite hoy María --recalcó--. Una antigua oración, muy querida a la tradición popular, nos permite dirigirle estas palabras confiadas, que hoy hacemos nuestras: "Acuérdate, oh Virgen María, que jamás se ha oído decir que ninguno que haya acudido a tu protección, implorado tu auxilio, reclamado tu socorro, ha sido abandonado"».


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El Papa visita el hospital infantil de Génova

El Papa en Génova: la Iglesia llamada a dar comunión al mundo

El Papa en la diócesis italiana Savona

Audiencia al Consejo Superior de las Obras Misionales Pontificias

sábado, 22 de diciembre de 2007

Descubrir la paternidad de Dios, propuesta a e-peregrinos de la JMJ’08 / Autora: Marta Lago






La gran cita del Papa con los jóvenes del mundo en Sydney

SYDNEY, diciembre 2007 (ZENIT.org).- Descubrir, conocer y tratar a Dios como Padre amoroso y misericordioso: es la invitación a los jóvenes que ya peregrinan «virtualmente» hacia Sydney (Australia), diócesis anfitriona de la Jornada Mundial de la Juventud 2008 (JMJ).

La propuesta se lanza en la edición de diciembre de e-PEREGRINACIÓN («e-PILGRIMAGE>»), un instrumento nuevo en las JMJ para llegar a los jóvenes y prepararles al gran encuentro de fe y fiesta con el Papa del próximo verano.

«En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo (Mt 28,19)» es el versículo evangélico que recorre el boletín. Con él inicia su «Mensaje de esperanza» el obispo Anthony Fisher --coordinador de la JMJ'08--, empezando por la primera persona de la Santísima Trinidad.

Consciente de que «todos ansiamos el amor de un padre, que siempre esté allí para nosotros, para darnos la fortaleza y la seguridad que todos necesitamos», el prelado exhorta a los jóvenes a contar con Dios.

Y ello contemplando a Jesús, que «es también Hijo de Alguien, es Hijo del Padre, de Dios Padre, que también es nuestro Padre», explica.

Además «Jesús nos muestra la paternidad de Dios en todo su esplendor», por ejemplo en la parábola del hijo pródigo, en la que «Dios se da a conocer como Padre amoroso y misericordioso, manifestando un amor sin medida como un rasgo fundamental de la paternidad por encima de cualquier otra característica», subraya el obispo Fisher.

Es evidencia de «la opción de Dios por el hombre, el compromiso total de Dios hacia nosotros como Nuestro Padre, aún cuando nos hayamos extraviado del camino», confirma.

La misericordiosa paternidad de Dios es el eje de la revelación de Cristo; de ahí que «la confianza filial y amorosa, y la obediencia», sean «las actitudes básicas que Cristo nos invita a vivir», y «Él nos ayuda con la presencia del Espíritu a alcanzar su propia plenitud, el modelo del Hijo», sintetiza el prelado.

Y como «en Cristo hemos sido adoptados como hijos de Dios», «nuestra identidad es vivir la confianza filial en Dios Padre», aclara a los jóvenes peregrinos.

También de la mano de Jesús aprendemos cómo debe ser nuestra relación con el Padre: con confianza e intimidad, porque Cristo dijo: «Abbà, Padre».

«El Señor Jesús revela plenamente que Dios es "Abbà" ("papá") y anima a los hombres a hablarle a Dios Padre de esa manera», subraya el obispo Fisher, citando posteriormente a San Pablo, quien dice: «No habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor, sino el Espíritu de hijos adoptivos que nos permite clamar: Abbà, Padre».

«Que la preparación de la JMJ'08 te acerque cada vez más a casa, al corazón de Tu Padre», desea a los jóvenes.

La sección «Fundamentos de Fe» de esta edición de e-PEREGRINACIÓN> profundiza en la paternidad de Dios, y en «Escritos inspirados» ofrece un extracto del libro «Cruzando el umbral de la esperanza», en el que Juan Pablo II apuntó la «actitud padre-hijo» como «una actitud permanente» que «pertenece al misterio trinitario de Dios mismo, que se irradia desde Él hacia el hombre y hacia su historia».

Este mes, el boletín publica además la Letanía de la Jornada Mundial de la Juventud 2008, adaptada de una tradicional Letanía al Espíritu Santo. La ofrecemos íntegramente:

Señor ten piedad.
Cristo ten piedad.
Señor ten piedad.

Dios Padre Todopoderoso - ten piedad de nosotros.
Dios Hijo, Redentor del mundo - sálvanos.
Dios Espíritu Santo, amor infinito del Padre y del Hijo - santifícanos.
Santísima Trinidad, un solo Dios - escúchanos.

Padre Amantísimo - te consagramos la Jornada Mundial de la Juventud.
Padre Amantísimo - guía al Papa Benedicto y a todos los líderes de tu Iglesia.
Padre Amantísimo - inspira a todos los organizadores de la Jornada Mundial de la Juventud.
Padre Amantísimo - únelos y protégelos con tu amor paternal.
Padre Amantísimo - envíanos el Espíritu Santo.

Señor Jesucristo - haznos Tus testigos.
Señor Jesucristo - multiplica los esfuerzos de todos los que trabajan para la Jornada Mundial de la Juventud.
Señor Jesucristo - ayúdanos a llevar tu cruz y a seguirte.
Señor Jesucristo - dirígenos bajo el signo celestial de la Cruz del Sur.
Señor Jesucristo - envíanos el Espíritu Santo.

Espíritu Santo, que procedes del Padre y del Hijo - ten piedad de nosotros.
Espíritu Santo, co-substancial con el Padre y con el Hijo - ten piedad de nosotros.
Promesa del Padre - ten piedad de nosotros.
Consolador y Santificador - ten piedad de nosotros.
Rayo de luz celestial - ten piedad de nosotros.
Creador de todo lo que es bueno - ten piedad de nosotros.
Fuente de agua celestial - ten piedad de nosotros.
Fuego ardiente - ten piedad de nosotros.
Caridad ardiente - ten piedad de nosotros.
Unción Espiritual -ten piedad de nosotros.
Soberano de la Iglesia y del Universo - ten piedad de nosotros.
Los Siete Dones de Dios - ten piedad de nosotros.
Espíritu de sabiduría y entendimiento - entra en nuestros corazones.
Espíritu de consejo y fortaleza - entra en nuestros corazones.
Espíritu de ciencia y piedad -entra en nuestros corazones.
Espíritu de reverencia y maravilla - entra en nuestros corazones.
Espíritu de gracia y oración - entra en nuestros corazones.
Espíritu de paz y mansedumbre - entra en nuestros corazones.
Espíritu de modestia e inocencia - entra en nuestros corazones.
Espíritu de amor y piedad -entra en nuestros corazones.
Espíritu de verdad, belleza y bondad - entra en nuestros corazones.

Nuestra Señora de la Cruz del Sur, Auxilio de los Cristianos - ruega por nosotros.

San Pedro Chanel, testigo del Pacífico de la fe hasta la muerte - ruega por nosotros.
Santa Teresa de Lisieux, testigo de confianza y sencillez - ruega por nosotros.
Santa María Goretti, testigo de castidad y de perdón - ruega por nosotros.
Santa Faustina, testigo de la misericordia y de la compasión de Dios - ruega por nosotros.

Beata Maria MacKillop, testigo para los jóvenes y los que están alejados - ruega por nosotros.
Beato Pier Giorgio Frassati, testigo de justicia y caridad - ruega por nosotros.
Beata Teresa de Calcuta, testigo de los pobres y de los moribundos - ruega por nosotros.
Beato Pedro To Rot, testigo de la fe y de la familia - ruega por nosotros.

Siervo de Dios, Juan Pablo II, padre de la Jornada Mundial de la Juventud - ruega por nosotros.

Santos y santas de Dios - rogad por nosotros.

Ven Espíritu Santo, ilumina los corazones de Tus fieles - enciende en ellos el fuego de Tu amor.
Envía Tu Espíritu y serán creados - y renovarás la faz de la tierra.

Oremos:

Espíritu Santo, derrama Tu gracia
sobre la Gran Tierra del Sur del Espíritu Santo
y concédenos un nuevo Pentecostés.
Haz de esta tierra un verdadero lugar de bienvenida
para los jóvenes del mundo.
Concédeles a todos los jóvenes que participarán
la conversión de sus vidas, una fe más profunda y amor por todos.
Permíteles que construyan una nueva civilización de vida, amor y verdad.
Hazles verdaderos testigos de Tu gracia y poder. Amén

En el enlace http://www.wyd2008.org/index.php/es/pilgrims_registration/epilgrimage se puede descargar íntegramente el boletín en formato pdf.

Del 15 al 20 de julio de 2008 la JMJ reunirá a jóvenes de todo el mundo junto al Papa. Las palabras de Jesús «Recibiréis la fuerza del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros, y seréis mis testigos» (Hechos 1, 8) es el lema elegido para la convocatoria.

Más información e inscripciones en la web oficial plurilingüe www.wyd2008.org.

sábado, 9 de febrero de 2008

Benedicto XVI: Dimensión y visibilidad del diaconado

Encuentro del Papa con los párrocos y el clero de Roma (I)

ROMA, lunes, 11 febrero 2008 (ZENIT.org).- Como es tradicional a inicios de Cuaresma, Benedicto XVI se reunió con los párrocos y el clero de la diócesis de Roma el pasado 7 de febrero. El encuentro se desarrolló en forma de diálogo, entre el Santo Padre y los participantes. Publicamos la primera de las preguntas y respuestas que dio el Papa espontáneamente.

* * *

[Giuseppe Corona, diácono:]


Santo Padre: desearía expresar ante todo mi gratitud y la de mis hermanos diáconos por el ministerio que tan providencialmente la Iglesia ha retomado con el Concilio (*), ministerio que nos permite dar plena expresión a nuestra vocación. Estamos comprometidos en una gran variedad de tareas que desarrollamos en ámbitos muy diferentes: la familia, el trabajo, la parroquia, la sociedad, también en las misiones en África y América Latina, entornos que usted ya indicó en la audiencia que nos concedió con ocasión del veinticinco aniversario del diaconado romano. Ahora nuestro número ha aumentado: somos 108. Y nos gustaría que nos indicara una iniciativa pastoral que pueda convertirse en signo de una presencia más incisiva del diaconado permanente en la ciudad de Roma, como sucedió en los primeros siglos de la Iglesia romana. De hecho, compartir un objetivo significativo, común, por un lado incrementaría la cohesión de la fraternidad diaconal, por otro daría mayor visibilidad a nuestro servicio en esta ciudad. Le presentamos, Santo Padre, el deseo de que nos indique una iniciativa que podamos compartir en los modos y en las formas que desee señalar. En nombre de todos los diáconos le saludo, Santo Padre, con filial afecto.

[Benedicto XVI:]

Gracias por este testimonio de uno de los más de cien diáconos de Roma. Desearía también yo expresar mi alegría y mi gratitud al Concilio, porque repuso este importante ministerio en la Iglesia universal. Debo decir que cuando era arzobispo de Munich no encontré tal vez más que a tres o cuatro diáconos y favorecí mucho este ministerio porque me parece que pertenece a la riqueza del ministerio sacramental en la Iglesia. Al mismo tiempo, puede ser igualmente un vínculo entre el mundo laico, el mundo profesional y el mundo del ministerio sacerdotal --dado que muchos diáconos continúan desenvolviendo sus profesiones y mantiene sus posiciones, importantes o también de vida sencilla, mientras que sábado y domingo trabajan en la Iglesia--. De esta forma testimonian en el mundo de hoy, asimismo en el mundo laboral, la presencia de la fe, el ministerio sacramental y la dimensión diaconal del sacramento del Orden. Esto me parece muy importante: la visibilidad de la dimensión diaconal.

Naturalmente asimismo todo sacerdote sigue siendo diácono y debe siempre pensar en esta dimensión, porque el Señor mismo se hizo nuestro ministro, nuestro diácono. Pensamos en el gesto del lavatorio de los pies, con el que explícitamente se muestra que el Maestro, el Señor, actúa como diácono y quiere que cuantos le siguen sean diáconos, que desempeñen este ministerio para la humanidad, hasta el punto de ayudar también a lavar los pies ensuciados de los hombres confiados a nosotros. Esta dimensión me parece de gran importancia.

En esta ocasión traigo a la memoria --aunque a lo mejor no es inmediatamente inherente al tema-- una pequeña experiencia que apuntó Pablo VI. Cada día del Concilio se entronizó el Evangelio. Y el Pontífice dijo a los ceremonieros que una vez habría deseado realizar él mismo esta entronización del Evangelio. Le dijeron: no, ésta es tarea de los diáconos, no del Papa. Él escribió en su diario: pero también yo soy diácono, sigo siendo diácono y desearía también ejercer este ministerio del diaconado poniendo en el trono la Palabra de Dios. Por lo tanto esto nos concierne a todos. Los sacerdotes siguen siendo diáconos y los diáconos explicitan en la Iglesia y en el mundo esta dimensión diaconal de nuestro ministerio. Esta entronización litúrgica de la Palabra de Dios cada día durante el Concilio era siempre para nosotros un gesto de gran importancia: nos decía quién era el verdadero Señor de aquella asamblea, nos decía que sobre el trono está la Palabra de Dios y que nosotros ejercemos el ministerio para escuchar y para interpretar, para ofrecer a los demás esta Palabra. Es ampliamente significativo para todo cuanto hacemos: entronizar en el mundo la Palabra de Dios, la Palabra viva, Cristo. Que realmente sea Él quien gobierne nuestra vida personal y nuestra vida en las parroquias.

Además usted me hace una pregunta que, debo decir, excede un poco mis fuerzas: cuáles serían las tareas propias de los diáconos en Roma. Sé que el cardenal vicario conoce mucho mejor que yo las situaciones reales de la ciudad, de la comunidad diocesana de Roma. Pienso que una característica del ministerio de los diáconos es precisamente la multiplicidad de las aplicaciones del diaconado. En la Comisión Teológica Internacional, hace algunos años, estudiamos largamente el diaconado en la historia y también en el presente de la Iglesia. Y descubrimos justamente esto: no existe un perfil único. Cuánto se debe hacer, varía según la preparación de las personas, de las situaciones en las que se encuentran. Puede haber aplicaciones y concreciones muy diferentes, siempre en comunión con el obispo y con la parroquia, naturalmente. En las distintas situaciones se muestran varias posibilidades, también dependiendo de la preparación profesional que eventualmente tengan estos diáconos: podrían estar comprometidos en el sector cultural, tan importante hoy, o podrían tener una voz y un puesto significativo en el sector educativo. Pensamos este año precisamente en el problema de la educación como central para nuestro futuro, para el futuro de la humanidad.

Ciertamente el sector de la caridad era en Roma el sector originario, porque los títulos presbiterales y las diaconías eran centros de la caridad cristiana. Éste era desde el inicio en la ciudad de Roma un sector fundamental. En mi Encíclica Deus caritas est mostré que no sólo la predicación y la liturgia son esenciales para la Iglesia y para el ministerio de la Iglesia, sino que lo es igualmente el servicio de la caritas --en sus múltiples dimensiones-- por los pobres, por los necesitados. Así que espero que en todo tiempo, en toda diócesis, si bien con situaciones distintas, ésta siga siendo una dimensión fundamental y también prioritaria para el compromiso de los diáconos, si bien no la única, como nos muestra también la Iglesia primitiva, donde los siete diáconos fueron elegidos precisamente para permitir a los apóstoles dedicarse a la oración, a la liturgia, a la predicación. También después Esteban se encuentra en la situación de tener que predicar a los helénicos, a los judíos de lengua griega, y así se amplía el campo de la predicación. Él está condicionado, digamos, por las situaciones culturales, donde tiene voz para hacer presente en dicho sector la Palabra de Dios y así hace más posible la universalidad del testimonio cristiano, abriendo las puertas a san Pablo, que fue testigo de su lapidación y posteriormente, en cierto sentido, su sucesor en la universalización de la Palabra de Dios. No sé si el cardenal vicario desea añadir una palabra; yo no estoy tan próximo a las situaciones concretas.


[Cardenal Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma:]

Santo Padre: sólo puedo confirmar, como usted decía, que también en Roma en concreto los diáconos trabajan en muchos ámbitos, en su mayor parte en las parroquias, donde se ocupan de la pastoral de la caridad, pero por ejemplo muchos también están en la pastoral de la familia. Al estar casados casi todos los diáconos, preparan al matrimonio, siguen a los jóvenes parejas, y labores por el estilo. Además brindan una contribución significativa a la pastoral sanitaria, ayudan también en el Vicariato --donde algunos trabajan-- y, como escuchó antes, en las misiones. Existe alguna presencia misionera de diáconos. Creo que, naturalmente, en el plano numérico el compromiso de amplitud más relevante es en las parroquias, pero existen igualmente otros ámbitos que se están abriendo y precisamente por esto tenemos ya más de un centenar de diáconos permanentes.

[*Ndt: de los documentos del Concilio Vaticano II, la Constitución Dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, firmada por Pablo VI el 21 de noviembre de 1964, establece, sobre los diáconos: «En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así confortados con la gracia sacramental en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare, la administración solemne del bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios. Dedicados a los oficios de caridad y administración, recuerden los diáconos el aviso de San Policarpo: "Misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos". Teniendo en cuenta que, según la disciplina actualmente vigente en la Iglesia latina, en muchas regiones no hay quien fácilmente desempeñe estas funciones tan necesarias para la vida de la Iglesia, se podrá restablecer en adelante el diaconado como grado propio y permanente en la jerarquía. Tocará a las distintas conferencias episcopales el decidir, oportuno para la atención de los fieles, y en dónde, el establecer estos diáconos. Con el consentimiento del Romano Pontífice, este diaconado se podrá conferir a hombres de edad madura, aunque estén casados, o también a jóvenes idóneos; pero para éstos debe mantenerse firme la ley del celibato (n.29).]

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Traducción del original italiano por Marta Lago

viernes, 7 de diciembre de 2007

La dimensión de la pastoral sanitaria, vista desde el dicasterio para la Salud / Autora: Marta Lago

Entrevista con su secretario, monseñor Redrado Marchite, O.H.

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 11 diciembre 2007 (ZENIT.org).- A dos meses exactos de la Jornada Mundial del Enfermo, el secretario del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud indica en la figura del obispo la clave para potenciar una pastoral sanitaria que responda a las necesidades personales y sociales de hoy.

Para ello se cuenta con el apoyo y la actividad de este dicasterio, cuya dimensión y alcance traza, en esta entrevista, el obispo José Luis Redrado Marchite, O.H.

--¿Cuál es la misión del Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud?

--Monseñor Redrado: Éste es un dicasterio que precisamente entiende de pastoral; no es un «Ministerio de la Salud» al estilo de los gobiernos. Hay que comprenderlo bien. El apellido fuerte es «pastoral de la salud» con todo lo que implica «pastoral»: evangelización, acción de la Iglesia en el sector sanitario respecto a los enfermos y a los sanos, empezando por aquellos que cuidan a los enfermos. La misión del dicasterio también se extiende a la prevención, un aspecto dirigido a todas las personas para que cuiden bien de la salud como tal.

Por pastoral sanitaria entendemos el «paso de Jesús» en medio de los enfermos y ayudarles a que encuentren sentido a la enfermedad.

--Esto implica un contacto estrecho, directo, personal con el que sufre...

--Monseñor Redrado: Se trata de hacer llegar un mensaje de valores cristianos a estos hombres y mujeres que están enfermos, hacerles despertar a un sentido nuevo de la vida, que descubran que la vida de Jesús tuvo sentido cuando evangelizaba, pero también cuando estuvo en la cruz por cuanto que emanó desde ahí: un gran amor que salvó a todos, un gran sufrimiento, pero éste preñado de amor. Que la Iglesia en su evangelización, en su pastoral, pueda llegar a hacer constante esta realidad y hacer vivirla es lo máximo.

Por eso hay una llamada a los servicios de pastoral en los hospitales, y claramente también a los que tienen la denominación de católicos, que no se pueden limitar a curar los cuerpos, sino a las personas; el paso por un hospital católico debe ser, sobre todo, un paso que renueve la vida, que les diga algo a los enfermos, que les haga encontrarse con el Señor. Por eso nuestro dicasterio está intentando formar hombres y mujeres que puedan estar más cerca del enfermo con este gran mensaje, descubriendo que la enfermedad no es inútil, sino que puede llevar a un camino como el de Emaús, a descubrir que es el Señor que camina junto a nosotros.

--¿Cómo traduce esta labor evangelizadora su dicasterio?

--Monseñor Redrado: Tiene funciones institutivas; fundamental es animar, informar y formar, y estar al tanto de lo que sucede en la salud y en la enfermedad en el mundo para ver de qué forma se puede integrar la pastoral.

Se anima con conferencias internacionales, con reuniones de grupos, cursos, cursillos, programas de radio, de televisión, con la publicación de libros, con nuestra revista «Dolentium Hominum» --que se envía en cuatro idiomas a todo el mundo-- en la que se vierten criterios sobre la salud y la enfermedad, el sentido cristiano y cómo se debe realizar este ministerio.

Se enmarca en nuestra finalidad haber celebrado veintidós grandes conferencias internacionales. Son numerosísimos los profesionales que han venido a escuchar y a intervenir en esas convocatorias: una media de seiscientas personas por conferencia, y hubo otras dos con nueve mil inscripciones. El abanico de posibilidades, pues, es amplísimo.

En cuestión de animación también se han realizado viajes internacionales desde el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud: más de ciento cincuenta para tomar el pulso a la salud en las distintas naciones y ver cómo están animando las Conferencias Episcopales este sector en sus respectivas regiones.

--La última Conferencia Internacional, celebrada el pasado noviembre, dio protagonismo al enfermo anciano...

--Monseñor Redrado: Es la tercera Conferencia que dedicamos al anciano, si bien cada una ha tenido un corte diverso. Ésta se ha centrado más en las enfermedades características del anciano: pierde vigor, audición, sentido cognoscitivo, puede entrar en un período de depresión --siempre en la vida, pero en esta edad más todavía-- y muchos otros sufrimientos que en esta etapa de la vida hay que cuidar.

Teniendo en cuenta que la sociedad ha alcanzado un nivel cuantitativo de años elevado --al menos en las sociedades desarrolladas se llega de 75 a 80 años de edad--, hay que luchar por dar calidad de vida controlando o previniendo este tipo de padecimientos. La finalidad de esta Conferencia Internacional ha sido analizar cómo afrontar esta realidad actual en la sociedad. Y es que, como Pontificio Consejo, estamos abiertos e insertos fuertemente en la sociedad; tenemos una misión enormemente social: la salud y la enfermedad son de alcance universal. El Papa accedió inmediatamente a que celebráramos esta convocatoria sobre el tema citado. Las sociedades, que envejecen, tienen que estar atentas a muchos de estos aspectos.

Por ejemplo, la familia está llamada en primera persona a atender al enfermo anciano, que no le complica, sino que le implica; y el enfermo, a esta edad, tiene que estar muy bien acogido, ser muy amado. De lo contrario otra enfermedad como la depresión --subrayo-- entra por la puerta rápidamente. Son temas que se han debatido a nivel internacional, igual que el aspecto psicológico del anciano enfermo --quien toca con la mano que la vida se termina, que ve desaparecer a sus contemporáneos--.

La cuestión religiosa también es muy importante. Puede haber quien la haya descuidado, pero si uno quiere ponerse en paz con Dios o quiere acercarse a la fe, desde la vejez también se puede encontrar esa Mirada superior y misericordiosa que convierte. Y otro punto crucial analizado es la cuestión bioética, porque una sociedad materialista puede estar viendo al anciano como un «estorbo» que no produce y encima consume.

--¿Qué se necesita para redescubrir el valor de los ancianos?

--Monseñor Redrado: Precisamente cambiar de valores. Naturalmente una sociedad materialista es la que produce. Sin embargo lo que tiene que hacer es percibir más el «ser» que el «hacer». Cuando se tiene juventud y salud hay que responder también con el «hacer». Pero el «hacer» del anciano es diferente. Pensemos en los ancianos del Antiguo Testamento: Abrahán, que es un padre de la fe que da alegría, entusiasmo; Ana, una mujer de gran devoción que espera al Salvador; Simeón, que abraza al Salvador...

--¿También cada persona debe aprender a valorar la propia ancianidad?

--Monseñor Redrado: Como tantas cosas importantes en la vida, no podemos vivirlas sin una preparación anterior. Por mi parte estoy haciendo mucha reflexión para que, si el Señor me da algunos años más, vivirlos con serenidad, con entusiasmo, en paz; vivirlos no como una persona inútil, sino útil; cuando me jubile, tiempo que quiero disfrutar enormemente, tengo muchas cosas que hacer si el Señor me da fuerza mental y física...

--El horizonte de actuación de su dicasterio es amplísimo. ¿Qué prioridad tiene en este momento?

--Monseñor Redrado: Las personas que tienen que actuar pastoralmente, y en primer lugar los obispos; lo decimos fuertemente, porque es el obispo en su diócesis sucesor de los apóstoles; es a quien se ha dado el poder de la misión de evangelizar, de santificar y de gobernar. A Jesús siempre lo encontramos con los enfermos; a los apóstoles también.

Insistimos desde el principio en que cada Conferencia Episcopal tuviera un obispo responsable de la Pastoral de la Salud., que alentara en cada país grupos de animación de pastoral de la salud en las diócesis; y esto se ha multiplicado enormemente.

--¿Qué momentos sirven de referencia para llevar a cabo esta animación?

--Monseñor Redrado: Tenemos tres fechas privilegiadas, en la Iglesia, en el campo de la salud: la Carta Apostólica «Salvifici doloris» [sobre el sentido cristiano del sufrimiento humano] de Juan Pablo II, que deberíamos leer de rodillas, es del 11 de febrero de 1984. Un año después exactamente, la institución de este dicasterio. Y en 1992 la institución de la Jornada Mundial del Enfermo. Tres fechas clave, por lo tanto, para animar la pastoral sanitaria.

La Jornada Mundial del Enfermo, desde 1993, se ha ido celebrando en una nación distinta, la última en Seúl (Corea del Sur). Pero desde ésta, el Papa ha indicado que la Jornada Mundial se celebre de la siguiente manera: solemnemente, cada tres años; anualmente, el 11 de febrero a nivel local en la Iglesia. La celebración solemne trienal permite ajustarnos también a la Jornada Mundial de la Juventud --todos los años en la Iglesia local, cada tres años solemnemente--, igual que el Encuentro Mundial de la Familia --el último fue en la ciudad española de Valencia--. Así que nos prepararemos y exhortaremos a las Iglesias locales, porque la Jornada del Enfermo ha sido y es una gran bendición en la pastoral sanitaria, ha despertado enormemente su labor y descubre el mundo de los enfermos.

--¿Qué otros objetivos perfila en este momento el dicasterio para la Pastoral de la Salud?

--Monseñor Redrado: Continúa siendo muy importante la presencia de la Iglesia junto a los enfermos de Sida, y al lado de cuantos están en fase terminal. No querría encontrarme al final de la vida con alguien que no sabe acompañar. Es necesario el acompañamiento de personas que entiendan ese momento final y decisivo, porque en él puede cambiar la vida de muchos enfermos.

Así que otro reto que se presenta a la pastoral de la salud, y que nuestro dicasterio está empeñado en sacar a delante, es la formación de los que acompañan a los enfermos: sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos preparados para estar en los servicios pastorales de los hospitales o que desde la parroquia atiendan a los enfermos, porque no es fácil. Se necesita una formación básica y también especializada. Para eso están naciendo centros de especialización en pastoral de la salud. Y también se requiere un voluntariado acorde con esta realidad, porque no se puede ir a atender el mundo de los enfermos simplemente con buenas intenciones; se trata de un ámbito complejo que requiere preparación.

Otro desafío clave es la programación de los servicios pastorales, pues no deben existir sólo para responder a necesidades del momento. El equipo de pastoral de la salud de un hospital tiene que estar integrado en todo el hacer del centro. Y no se trata sólo de llegar a los enfermos, sino a todo el personal sanitario, insisto. Y también es fundamental saber situarse, que no es fácil en un mundo tan complejo como es el hospital, en una medicina que cada vez está más tecnificada, y saber alimentar otros valores, como es la humanización, y prestar atención a la bioética. Todo reclama formación. Se ha hecho mucho, pero todavía queda mucho por hacer.