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jueves, 6 de diciembre de 2007

El desierto / Autor: P. Jesús Higueras

Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino
delante de mí.
Y en seguida entrará en su Templo
el Señor que ustedes buscan;
y el Ángel de la alianza que ustedes desean
ya viene, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el Día de su venida?
¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca?
Porque él es como el fuego del fundidor
y como la lejía de los lavanderos.

Él se sentará para fundir y purificar:
purificará a los hijos de Leví
y los depurará como al oro y la plata;
y ellos serán para el Señor
los que presentan la ofrenda conforme a la justicia.

La ofrenda de Judá y de Jerusalénserá agradable al Señor,
como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

Yo me acercaré a ustedes para el juicio
y atestiguaré decididamente
contra los adivinos, los adúlteros y los perjuros,
contra los que oprimen al asalariado,
a la viuda y al huérfano,
contra los que violan el derecho del extranjero,
y no temen, dice el Señor de los ejércitos.

Porque yo, el Señor, no he cambiado,
¡pero ustedes no dejan de ser hijos de Jacob!

Desde la época de sus padres,
ustedes se apartan de mis preceptos y no los observan.
¡Vuelvan a mí y yo me volveré a ustedes!,
dice el Señor de los ejércitos.
Ustedes dicen: "¿Cómo volveremos?".

¿Puede un hombre defraudar a Dios?
¡Sin embargo, ustedes me defraudan a mí!
Ustedes dicen: "¿En qué te hemos defraudado?".
En el diezmo y en los tributos.

Sobre ustedes pesa una maldición,
porque ustedes, la nación entera,me defraudan.

Lleven el diezmo íntegro a la casa del Tesoro,
para que haya alimento en mi Casa.
Sométanme a esta prueba, dice el Señor de los ejércitos,
y verán si no les abro las compuertas del cielo
y derramo para ustedes
la bendición en abundancia.

Yo les espantaré la langosta,
para que no destruya los frutos de la tierra
y la viña no les quede estéril en el campo,
dice el Señor de los ejércitos.

Todas las naciones los proclamarán felices,
porque ustedes serán una tierra de delicias,
dice el Señor de los ejércitos.

Mt 3, 1-12

Cuando Dios ha querido tener un encuentro especial con su pueblo ha sido en el desierto, porque el desierto significa huir del ruido, y entrar en ese silencio en el que solamente se pueden escuchar dos voces, la voz del interior del corazón y la voz de Dios que habla al interior del corazón. Por eso Juan el Bautista quiso predicar en el desierto, en un lugar donde la gente podía huir de las prisas, de los afanes y de los ruidos de cada día, y encontrarse con ese silencio tan elocuente y tan sonoro, en el que se puede escuchar realmente la voz de Dios.

Y así, en estos primeros días del Adviento, todos deberíamos preguntarnos si estamos dando a cada uno lo suyo, si estamos dando a Dios lo que es de Dios, y somos capaces de dedicarle un tiempo de oración, de reflexión, de silencio para poder escucharle. Si estamos dando en el trabajo profesional, no solamente los réditos y las cuentas que esperan de nosotros, sino el trato cordial, el trato humano, esa justicia que debemos de vivir, y sobre todo si estamos dando en la familia a los demás, lo que cabe esperar de nosotros. Muchas veces nos podríamos preguntar qué es lo que me reprochan en casa, que es lo que los demás echan de menos en mí. Piensa tal vez en la última discusión, en la última diferencia de opinión que tuviste con los tuyos, qué es lo que te pedían. Y aunque te pueda parecer que es injusto y no te comprenden, que no tienen razón, piensa qué es lo que hay de fondo. Porque no hay mejor modo de preparar el paso del Señor, la limpieza de corazón, que el querer dar a cada uno lo suyo.

Escápate de los sentidos que te alborotan, de los problemas, de todas las cosas que tantas veces te llenan el corazón de prisas, de ansiedades y de problemas, y céntrate por un momento solamente en tu Dios, y dile y pídele, que te enseñe y que te diga qué es, ese fruto de conversión que Él espera de ti para que sea Pascua de Navidad, para que realmente Cristo pase por tu vida.

El mensaje de Juan, aunque pueda parecer duro e insultante en algún momento – es capaz de llamar raza de víboras a los fariseos, que eran los más religiosos de su tiempo – es un mensaje de purificación, porque todos sabemos que al realizar el camino de la vida, se llena uno de polvo, de cosas que se le han ido a uno pegando sin darse cuenta, y es necesario llegar con un corazón limpio, con un corazón nuevo, con un corazón para estrenar, para que Jesús lo estrene. Tal vez, el paso de los años, los problemas, las enfermedades, los disgustos, los desencantos, los desengaños, te han dejado un corazón viejo, que ya está de vuelta de todo y crees que lo sabe todo, y sin embargo, el Niño trae la novedad, de vida, de ilusiones, el porqué no volver a empezar, esa palabra mágica que es la esperanza, que es pensar que Dios todo lo puede hacer nuevo.

Vamos en este tiempo de Adviento a acercarnos un momento al desierto. El desierto lo puedes hacer en cualquier lugar, si eres capaz de escaparte y de sacar un tiempo para ti y para tu Dios, y en ese desierto escuchar la voz que grita: “Preparad el camino al Señor. Preparad el corazón al Señor. Quitaros todo aquello de encima, que sabes que te está haciendo daño a ti y que está haciendo daño a los demás, y bloquea la entrada al Señor. Abrid sin miedo las puertas a Cristo, y abrid sin miedo las puertas a esa luz que va a enseñar donde están las telas de araña y las pelusas o las cosas que, con el paso del tiempo, se han ido poniendo en tu corazón”.

Haz desierto. Atrévete a encararte con el desierto, y a escuchar la voz que Dios puede pronunciar sobre tu vida. Dios mío, que hay en mi que no te agrade. Señor, que es lo que los demás tienen derecho a esperar de mí. Que es lo que los demás me están reclamando, y tal vez ésa sea la mejor penitencia, la única penitencia que Dios pida para ti en estos días.

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