Parece increíble, pero es así: un gran número de personas con una inteligencia aceptable en otros terrenos, cree, sin embargo, en el Dios que no puede negar nada. Se dirigen a Él con oraciones, y exigen que no sólo escuche sus oraciones, sino que las atienda. Es su obligación y su deber, y pobre de Él si no lo cumple. Porque entonces o bien se le insulta violentamente o se le deja de lado y se le ignora en el futuro, a veces hasta se llega a negar su existencia. Esas buenas gentes no se dan cuenta de que al obrar así han colocado lo más inferior por encima de todo en el sentido literal de la palabra, al haberse instituido a sí mismos en tribunal supremo, convirtiendo a Dios en su recadero, en su criado, que ha de realizar sus encargos transmitidos en forma de oración, si no quiere ser amonestado, amenazado con el despido y finalmente expulsado.
Tampoco se dan cuenta de que se comportan como el más primitivo de los fetichistas, que destruye o quema su fetiche si no «sirve». Y además proceden con su Dios con mucho mayor rigor que el que osarían emplear con un dignatario humano.
El médico que prohíbe fumar más de quince cigarrillos al día, puede por lo menos continuar con vida, no se reniega sin más de su existencia. Que el médico se empeñe en un máximo de quince cigarrillos es sin duda una decisión dura, pero hay que admitir que lo hace con buena intención. Piensa en lo mejor para uno. El alcalde, el concejal, el tío rico, cualquier funcionario, todos los jefes militares, el marido, la mujer, e incluso los subordinados, todos pueden decir que no sin que por ello sean despedidos bruscamente. Pero Dios no puede permitírselo; a Dios no se le conceden circunstancias atenuantes. Tiene que hacer lo que nosotros queremos, según el principio de los hidalgos campesinos prusianos: «Nuestro rey absoluto será, si hace nuestra voluntad».
¿Acaso no alumbra en estas cabezas, ni siquiera algunas veces, la idea de que el Omnisapiente sabe también muy bien por qué nos niega nuestro deseo? ¿Que lo sabe incluso en aquellas ocasiones en que no somos capaces de imaginarnos en absoluto por qué?
------------------------------------------------------
Traducción: Carmen Shàd de Caneda
ConoZe.com
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario