Del 7 de Diciembre de 1990, recoge toda la trayectoria bíblica y la actualiza a la luz del Concilio Vaticano II y la situación actual, presentando a la Iglesia como continuadora de la obra de Cristo.
El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de al comunicación, que está unificando a la humanidad convirtiéndola en una "aldea global."
Los medios de comunicación social tienen tanta importancia que se han llegado a ser para muchos el instrumento principal de información y formación, guía e inspiración para el comportamiento individual, familiar y social.
Las nuevas generaciones crecen condicionadas por ellos. Es una pena que todavía haya gente que piense que son secundarios en la evangelización. La evangelización de la cultura moderna depende en gran parte de su influjo. No basta usarlos para difundir el mensaje cristiano y el Magisterio de la Iglesia, sino que hay que integrar el propio mensaje en esta "nueva cultura" creada por la comunicación moderna.
Es un problema complejo, ya que esta cultura nace, antes incluso que sus contenidos, del hecho mismo de que existan nuevos modos de comunicar con lenguajes nuevos, técnicas nuevas y nuevos impulsos psicológicos.
Son muchos los areópagos del mundo moderno hacia los que se debe orientar la actividad misionera de la Iglesia. Por ejemplo, el compromiso por la paz y el desarrollo de los pueblos; los derechos del hombre y de los pueblos, sobre todos los de las minorías; la promoción de la mujer y de niño; la salvaguardia del medio ambiente son sectores que se deben iluminar con la luz del Evangelio.
Hay que recordar el vastísimo areópago de la cultura...en la que los hombres están llamados a una mayor unidad y solidaridad: las soluciones a los problemas existenciales se estudian, se discuten, se experimentan con el concurso de todos. He aquí por qué los organismos y convenciones internacionales se muestran cada vez más importantes en muchos sectores de la vida humana, desde la cultura a la política, desde la economía a la investigación. Los cristianos, que viven y trabajan en esta dimensión internacional, deben recordar siempre su deber de testimoniar el Evangelio.
Animación y formación misionera del Pueblo de Dios
La formación misionera es obra de la Iglesia local con la ayuda de los misioneros y de sus Institutos, así como del personal de las Iglesias jóvenes.
Este trabajo debe entenderse no como marginal, sino como central en la vida cristiana. Para la misma nueva evangelización de los pueblos cristianos, el tema misionero puede ser de gran ayuda: el testimonio de los misioneros conserva su encanto incluso para los alejados y los no creyentes y transmite valores cristianos.
Las Iglesias locales inserten la animación misionera como elemento-cardinal de su pastoral ordinaria en las parroquias, asociaciones y grupos, especialmente juveniles.
Para este fin vale la información mediante la prensa misionera y los subsidios audiovisuales. Su papel es de gran importancia en cuanto que dan a conocer la vida de al Iglesia universal, las voces y experiencias de los misioneros y de las Iglesia locales, con las que ellos trabajan.
En las Iglesia más jóvenes, que no tienen dinero para la prensa y otros subsidios, los Institutos misioneros dediquen personal, medios e iniciativas.
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