* «Accidentalmente dejé mi casa cerrada por dentro y me quedé afuera. Caminé por el vecindario pensando qué podía hacer. Golpeé la puerta de la rectoría de la parroquia de St. Mary y el padre Bob Bedard me alojó durante tres noches. Hablamos y cuando escuchó toda mi historia de Montreal, me dijo que necesitaba ser alimentado espiritualmente. Me invitó al grupo de oración e inicié mi seguimiento de Cristo… Dios nunca deja de sorprenderme con sus planes. No tenemos ni idea de lo que quiere hacer con nosotros, pero esperamos y oramos para que seamos fieles a Él durante el tiempo que tengamos de vida»