* «¿Qué hago yo? ¿Soy un bandido, un estafador, corrupto? ¿Soy un bandido allí? Soy un sacerdote, ¿echa un vistazo, ve y mira para otro lado y va más allá? ¿O un dirigente católico, que hace lo mismo? ¿O soy un pecador? ¿Uno que debe ser condenado por sus propios pecados? ¿Y me acerco, me hago prójimo, me ocupo de aquel que tiene necesidad? ¿Cómo hago yo ante tantas heridas, ante tantas personas heridas con las cuales me encuentro todos los días? ¿Hago como Jesús? ¿Tomo forma de siervo? Nos hará bien esta reflexión, leyendo y releyendo este pasaje. Aquí se manifiesta el misterio de Jesucristo, puesto que siendo pecadores, ha venido por nosotros, para curarnos y dar la vida por nosotros»
* «Recuperar, redescubrir sus propias raíces y recobrar fuerza para ir adelante, la fuerza para dar fruto y, como dice el poeta, ‘la fuerza para florecer del árbol florido, viene de lo que está enterrado. Precisamente esa relación entre la raíz y el bien que nosotros podemos hacer. Las resistencias pertenecen a los que prefieren el exilio, y cuando no hay exilio físico, el exilio es psicológico: el autoexilio de la comunidad, de la sociedad, aquellos que prefieren ser un pueblo desarraigado, sin raíces. Debemos pensar en esta enfermedad del autoexilio psicológico: hace tanto mal. Nos quita las raíces. Nos quita la pertenencia»