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domingo, 3 de noviembre de 2024

Papa Francisco en el Ángelus, 3-11-2024: «El Señor dice: ‘En tu camino lo que cuenta no son las prácticas exteriores, sino la disposición del corazón con la que tú te abres a Dios y a los hermanos en el amor’»

* «El Señor vendrá y en primer lugar nos preguntará sobre el amor: “¿Cómo has amado?”. Por eso es importante fijar en el corazón el mandamiento más importante. ¿Cuál es? Ama al Señor tu Dios y ama al prójimo como a ti mismo. Y todos los días hacer nuestro examen de conciencia y preguntarnos: ¿el amor por Dios y por el prójimo es el centro de mi vida? ¿Mi oración a Dios me empuja a ir hacia los hermanos y a amarlos con gratuidad? ¿Reconozco en el rostro de los otros la presencia del Señor?»

    

Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus

* «El Artículo 11 de la Constitución Italiana, dice: “Italia rechaza la guerra como instrumento de ofensa a la libertad de los otros pueblos y como medio de resolución de las controversias internacionales”.  Y pueda este principio cumplirse en todo el mundo: se prohíba la guerra y se afronten las cuestiones con el derecho y las negociaciones. Callen las armas y se dé espacio al diálogo. Rezamos por la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar, Sudán del Sur. Y seguimos rezando por Valencia, y las otras comunidades de España, que sufren mucho en estos días. ¿Qué hago yo por la gente de Valencia? ¿Rezo? ¿Ofrezco algo? Pensad en esta pregunta» 

3 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) “Amarás al Señor tu Dios” y “amarás a tu prójimo” es el “corazón de nuestra fe”, lo plantea el Santo Padre en su alocución precedente al rezo mariano del Ángelus este XXXI Domingo del Tiempo Ordinario, 3 de noviembre de 2024, dirigiéndose a los miles de fieles en la plaza de San Pedro. Y afirma Francisco: “El Señor dice: en tu camino lo que cuenta no son las prácticas exteriores, como los holocaustos y los sacrificios (v. 33), sino la disposición del corazón con la que tú te abres a Dios y a los hermanos en el amor”.

Después de rezar la oración mariana el domingo 3 de noviembre en la Plaza de San Pedro, el Santo Padre reiteró su solidaridad con la Comunidad Valenciana y otras regiones de España desoladas por el paso de la DANA y exhortó a comprometerse tras la catástrofe. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la meditación del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:

PAPA FRANCISCO

ÁNGELUS


XXXI domingo del Tiempo Ordinario


Plaza de San Pedro


 3 de noviembre de 2024



¡Queridos hermanos y hermanas, feliz domingo!


El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 12,28-34) nos habla de una de las muchas discusiones que Jesús tuvo en el templo de Jerusalén. Uno de los escribas se acerca y le pregunta: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?» (v. 28). Jesús responde poniendo juntas dos palabras fundamentales de la ley mosaica: «amarás al Señor, tu Dios» y «amarás a tu prójimo» (vv. 30-31).


Con su pregunta, el escriba busca “el primero” de los mandamientos, es decir un principio que esté en la base de todos los mandamientos; los judíos tenían muchos preceptos y buscaban la base de todos, uno que fuera el fundamental; trataban de ponerse de acuerdo sobre uno fundamental, y había discusiones entre ellos, discusiones buenas porque buscaban la verdad. Y esta pregunta es esencial también para nosotros, para nuestra vida y para el camino de nuestra fe. También nosotros, de hecho, a veces nos sentimos perdidos en tantas cosas y nos preguntamos: pero, al final, ¿cuál es la más importante de todas? ¿Dónde puedo encontrar el centro de mi vida, de mi fe? Jesús nos da la respuesta, uniendo estos dos mandamientos que son los principales: «Amarás al Señor tu Dios» y «amarás a tu prójimo». Y esto es un poco el corazón de nuestra fe.


Todos nosotros – lo sabemos - necesitamos volver al corazón de la vida y de la fe, porque el corazón es «la fuente y la raíz de todas sus demás potencias, convicciones» (Enc. Dilexit nos, 9). Y Jesús nos dice que la fuente de todo es el amor, que no debemos nunca separar a Dios del hombre. Al discípulo de todo tiempo el Señor dice: en tu camino lo que cuenta no son las prácticas exteriores, como los holocaustos y los sacrificios (v. 33), sino la disposición del corazón con la que tú te abres a Dios y a los hermanos en el amor. Hermanos y hermanas, nosotros podemos hacer muchas cosas, ciertamente, pero hacerlas solo para nosotros mismos y sin amor, y esto no está bien; hacerlas con el corazón distraído o con el corazón cerrado, y esto no está bien. Todas las cosas deben ser hechas con el amor.


El Señor vendrá y en primer lugar nos preguntará sobre el amor: “¿Cómo has amado?”. Por eso es importante fijar en el corazón el mandamiento más importante. ¿Cuál es? Ama al Señor tu Dios y ama al prójimo como a ti mismo. Y todos los días hacer nuestro examen de conciencia y preguntarnos: ¿el amor por Dios y por el prójimo es el centro de mi vida? ¿Mi oración a Dios me empuja a ir hacia los hermanos y a amarlos con gratuidad? ¿Reconozco en el rostro de los otros la presencia del Señor?


La Virgen María, que llevaba la ley de Dios impresa en su corazón inmaculado, nos ayude a amar al Señor y a los hermanos.



Oración del Ángelus:                         


Angelus Dómini nuntiávit Mariæ.

Et concépit de Spíritu Sancto.

Ave Maria…


Ecce ancílla Dómini.

Fiat mihi secúndum verbum tuum.

Ave Maria…


Et Verbum caro factum est.

Et habitávit in nobis.

Ave Maria…


Ora pro nobis, sancta Dei génetrix.

Ut digni efficiámur promissiónibus Christi.


Orémus.

Grátiam tuam, quǽsumus, Dómine,

méntibus nostris infunde;

ut qui, Ángelo nuntiánte, Christi Fílii tui incarnatiónem cognóvimus, per passiónem eius et crucem, ad resurrectiónis glóriam perducámur. Per eúndem Christum Dóminum nostrum.


Amen.


Gloria Patri… (ter)

Requiem aeternam…


Benedictio Apostolica seu Papalis


Dominus vobiscum.Et cum spiritu tuo.

Sit nomen Benedicat vos omnipotens Deus,

Pa ter, et Fi lius, et Spiritus Sanctus.


Amen.


Después de la oración mariana del Ángelus el Papa ha dicho:


¡Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de Italia y de otros países!


Saludo a las Hermanas Carmelitas Misioneras del Espíritu Santo, que celebran los veinticinco años de su Fraternidad secular; saludo a los fieles de Venecia, Pontassieve, Barberino del Mugello, Empoli y Palermo, y de Santa Maria alle Fornaci en Roma; como también a los adolescentes de Catanzaro con sus educadores parroquiales.


Saludo a los donantes de sangre de Coccaglio (Brescia); y el grupo de Emergency de Roma Sur, comprometidos para recordar el Artículo 11 de la Constitución Italiana, que dice: “Italia rechaza la guerra como instrumento de ofensa a la libertad de los otros pueblos y como medio de resolución de las controversias internacionales”. ¡Recordar este artículo! ¡Adelante!


Y pueda este principio cumplirse en todo el mundo: se prohíba la guerra y se afronten las cuestiones con el derecho y las negociaciones. Callen las armas y se dé espacio al diálogo. Rezamos por la atormentada Ucrania, Palestina, Israel, Myanmar, Sudán del Sur.


Y seguimos rezando por Valencia, y las otras comunidades de España, que sufren mucho en estos días. ¿Qué hago yo por la gente de Valencia? ¿Rezo? ¿Ofrezco algo? Pensad en esta pregunta.


Y deseo a todos un feliz domingo. Y por favor no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.


Francisco


Fotos: Vatican Media, 3-11-2024

Homilía del P. Avelino Revilla y lecturas de la Misa de hoy, 31º domingo del Tiempo Ordinario, 3-11-2024

3 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) Homilía del P. Avelino Revilla  y lecturas de la Santa Misa de hoy, 31º domingo del Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, 31º domingo del Tiempo Ordinario, 3-11-2024

3 de noviembre de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, 31º domingo del Tiempo Ordinario, presidida por el P. Avelino Revilla, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 3-11-2024


3 de noviembre de 2024.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.


Palabra de Vida 3/11/2024: «Amarás al Señor, tu Dios. Amaras a tu prójimo» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 3 de noviembre de 2024, domingo de la 31ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Marcos 12, 28b-34:

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Respondió Jesús:

«El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser. » El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.» No hay mandamiento mayor que estos».

El escriba replicó:

«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

«No estás lejos del reino de Dios».

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

Homilía del Evangelio del Domingo: Método para descubrir lo esencial en la vida y amar a Dios y al prójimo / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

 

* «¿Cuáles son las prioridades en vuestra vida? ¿La salud? ¿La familia? ¿Los amigos? ¿Defender una causa? ¿Llevar a cabo algo que os importa mucho? Lo importante es meter estas cuestiones en primer lugar en vuestra agenda. Si se da prioridad a miles de otras cosas pequeñas (la gravilla, la arena), se llenará la vida de nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante. A la salud, la familia, los amigos… hay que añadir dos más, que son las mayores de todas: los dos mandamientos mayores: amar a Dios y amar al prójimo. Verdaderamente, amar a Dios, más que un mandamiento es un privilegio, una concesión. Si un día lo descubriéramos, no dejaríamos de dar gracias a Dios por el hecho de que nos mande amarle, y no querríamos hacer otra cosa más que cultivar este amor»

Amarás al Señor tu Dios

     Domingo XXXI del tiempo ordinario - B:

Deuteronomio 6, 2-6 / Salmo 17 / Hebreos 7, 23-28 / Marcos 12, 28b-34

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap. / Camino Católico.- Un día se acercó a Jesús uno de los escribas, preguntándole cuál era el primer mandamiento de la Ley y Jesús respondió citando las palabras de ésta: "Escucha Israel: el Señor es nuestro Dios, uno sólo es el Señor. Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas", que hemos oído, e hizo de ellas el "primero de los mandamientos". Pero Jesús añadió de inmediato que hay un segundo mandamiento semejante a éste, y es: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo".

Para comprender el sentido de la pregunta del escriba y de la respuesta de Jesús, es necesario tener en cuenta algo. En el judaísmo del tiempo de Jesús había dos tendencias opuestas. Por un lado estaba la tendencia a multiplicar sin fin los mandamientos y preceptos de la Ley, previendo normas y obligaciones para cada mínimo detalle de la vida. Por otro se advertía la necesidad opuesta de descubrir, por debajo de este cúmulo asfixiante de normas, las cosas que verdaderamente cuentan para Dios, el alma de todos los mandamientos.

El interrogante del escriba y la respuesta de Jesús se introducen en esta línea de búsqueda de lo esencial de la ley, para no dispersarse entre miles preceptos secundarios. Y es justamente esta lección de método la que deberíamos aprender sobre todo del Evangelio de este día. Hay cosas en la vida que son importantes, pero no urgentes (en el sentido de que si no las haces, aparentemente no pasa nada); y viceversa, hay cosas que son urgentes pero no importantes. Nuestro riesgo es sacrificar sistemáticamente las cosas importantes para correr detrás de las urgentes, frecuentemente del todo secundarias.

¿Cómo prevenirnos de este peligro? Una historia nos ayuda a entenderlo. Un día, un anciano profesor fue llamado como experto para hablar sobre la planificación más eficaz del tiempo para los mandos superiores de algunas importantes empresas norteamericanas. Entonces decidió probar un experimento. De pie, frente al grupo listo para tomar apuntes, sacó de debajo de la mesa un gran vaso de cristal vacío. A la vez tomó también una docena de grandes piedras, del tamaño de pelotas de tenis, que colocó con delicadeza, una por una, en el vaso hasta llenarlo. Cuanto ya no se podían meter más, preguntó a los alumnos: "¿Os parece que el vaso está lleno?", y todos respondieron: "¡Sí!". Esperó un instante e insistió: "¿Estáis seguros?".

Se inclinó de nuevo y sacó de debajo de la mesa una caja llena de gravilla que echó con precisión encima de las grandes piedras, moviendo levemente el vaso para que se colara entre ellas hasta el fondo. "¿Está lleno esta vez el vaso?", preguntó. Más prudentes, los alumnos comenzaron a comprender y respondieron: "Tal vez aún no". "¡Bien!", contestó el anciano profesor. Se inclinó de nuevo y sacó esta vez un saquito de arena que, con cuidado, echó en el vaso. La arena rellenó todos los espacios que había entre las piedras y la gravilla. Así que dijo de nuevo: "¿Está lleno ahora el vaso?". Y todos, sin dudar, respondieron: "¡No!". En efecto, respondió el anciano, y, tal como esperaban, tomó la jarra que estaba en la mesa y echó agua en el vaso hasta el borde.

En ese momento, alzó la vista hacia el auditorio y preguntó: "¿Cuál es la gran verdad que nos muestra ese experimento?". El más audaz, pensando en el tema del curso (la planificación del tiempo), respondió: "Demuestra que también cuando nuestra agenda está completamente llena, con un poco de buena voluntad, siempre se puede añadir algún compromiso más, alguna otra cosa por hacer". "No -respondió el profesor-; no es eso. Lo que el experimento demuestra es otra cosa: si no se introducen primero las piedras grandes en el vaso, jamás se conseguirá que quepan después".

La historia del frasco y las piedras escenificada en el vídeo

Tras un instante de silencio, todos se percataron de la evidencia de la afirmación. Así que prosiguió: "¿Cuáles son las piedras grandes, las prioridades, en vuestra vida? ¿La salud? ¿La familia? ¿Los amigos? ¿Defender una causa? ¿Llevar a cabo algo que os importa mucho? Lo importante es meter estas piedras grandes en primer lugar en vuestra agenda. Si se da prioridad a miles de otras cosas pequeñas (la gravilla, la arena), se llenará la vida de nimiedades y nunca se hallará tiempo para dedicarse a lo verdaderamente importante. Así que no olvidéis plantearos frecuentemente la pregunta: '¿Cuáles son las piedras grandes en mi vida?' y situarlas en el primer lugar de vuestra agenda". A continuación, con un gesto amistoso, el anciano profesor se despidió del auditorio y abandonó la sala.

A las "piedras grandes" mencionadas por el profesor -la salud, la familia, los amigos...- hay que añadir dos más, que son las mayores de todas: los dos mandamientos mayores: amar a Dios y amar al prójimo. Verdaderamente, amar a Dios, más que un mandamiento es un privilegio, una concesión. Si un día lo descubriéramos, no dejaríamos de dar gracias a Dios por el hecho de que nos mande amarle, y no querríamos hacer otra cosa más que cultivar este amor.

Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.

Evangelio

En aquel tiempo, se acercó a Jesús uno de los escribas y le preguntó: 

«¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». 

Jesús le contestó: 

«El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: 

«Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». 

Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: 

«No estás lejos del Reino de Dios». 

Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Marcos 12, 28b-34

Homilía del Evangelio del Domingo: «El amor al prójimo es un aspecto esencial del amor a Dios que acoge y promueve su proyecto creador» / Por P. José María Prats

 

* «Amar a Dios y participar de su vida supone también acoger y participar de su designio para la creación. Y este designio es que, unidos a Cristo, formemos un solo cuerpo por el amor. Como imágenes de Dios que somos, la relación entre las personas humanas debe ser también imagen de la relación de mutua donación entre las personas divinas. El cristianismo es la religión del amor. Sólo él afirma que «Dios es amor» (1 Jn 4,8) y que, por tanto, en el origen, el fundamento y el destino de todo se encuentra el amor. Es imposible vivir con una ley y una esperanza más luminosas»

Domingo XXXI del tiempo ordinario - B:

Deuteronomio 6, 2-6 / Salmo 17 / Hebreos 7, 23-28 / Marcos 12, 28b-34

P. José María Prats / Camino Católico.-  En el evangelio Jesús nos recuerda el doble mandamiento del amor: «amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser ... y a tu prójimo como a ti mismo».

Todos percibimos la santidad y belleza de este mandamiento pero tal vez no hayamos profundizado en su razón y su alcance. El mandamiento del amor tiene su raíz y fundamento en la misma naturaleza del ser: Dios, origen, destino y sentido del ser «es amor» (1 Jn 4,8) porque es comunión de tres personas –Padre, Hijo y Espíritu Santo– que viven en la mutua donación de sí mismas. Y del libre desbordamiento de este amor procede la creación: Dios nos ha creado para invitarnos a participar de su plenitud de vida. Por ello nuestro ser está “diseñado” para vivir en el amor, es decir, en la donación de sí mismo, pues sólo así puede integrarse en la vida de Dios, que es amor.

En concreto, para poder amar, Dios nos ha hecho libres, pues el amor es, necesariamente, una decisión libre de entregarse a una persona. Y esta libertad comporta la capacidad de rechazar la invitación de Dios a responder a su amor e integrarse en su plenitud de vida, rechazo que supone bloquear el dinamismo esencial de nuestro ser y frustrar su realización, impidiéndole alcanzar el fin para el que fue creado: es lo que la doctrina cristiana llama “el infierno”, el malogro de la propia existencia.

El amor, como dice Jesús, debe dirigirse en primer lugar a Dios porque ésta es nuestra relación esencial. Su iniciativa creadora y redentora a través de la cual Él se da a nosotros exige una respuesta proporcionada según nuestras posibilidades. La ausencia de esta respuesta es profundamente  injusta y bloquea el dinamismo esencial del ser. Lo decimos en el prefacio de la misa: “En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias, Padre santo, siempre y en todo lugar, por Jesucristo, tu Hijo amado”. La oración, la acción de gracias, el culto, la ofrenda de nosotros mismos es una respuesta justa, necesaria e ineludible al que nos ha creado por amor, nos sostiene en el ser y nos ha redimido por el sacrificio de Cristo. Sin esta respuesta se trunca la relación vivificante con Dios y no puede haber salvación.

Pero amar a Dios y participar de su vida supone también acoger y participar de su designio para la creación. Y este designio es que, unidos a Cristo, formemos un solo cuerpo por el amor. Como imágenes de Dios que somos, la relación entre las personas humanas debe ser también imagen de la relación de mutua donación entre las personas divinas. El amor al prójimo, por tanto, no es otra cosa que un aspecto esencial del amor a Dios que acoge y promueve su proyecto creador.

El cristianismo es la religión del amor. Sólo él afirma que «Dios es amor» (1 Jn 4,8) y que, por tanto, en el origen, el fundamento y el destino de todo se encuentra el amor. Es imposible vivir con una ley y una esperanza más luminosas.

P. José María Prats

Evangelio

En aquel tiempo, se acercó a Jesús uno de los escribas y le preguntó: 

«¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». 

Jesús le contestó: 

«El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que éstos».

Le dijo el escriba: 

«Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». 

Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: 

«No estás lejos del Reino de Dios». 

Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Marcos 12, 28b-34

Oraciones a San Martín de Porres ante necesidades apremiantes

Camino Católico.-  Cada 3 de noviembre, la Iglesia Católica celebra a San Martín de Porres, fraile dominico del siglo XVI, “el santo de la escoba”, llamado así por su oficio de portero y barrendero del convento en el que vivió.

Martín dio testimonio de humildad y sencillez en una época en la que el origen o el color de piel definían cómo se trataba a una persona. Son precisamente las virtudes mencionadas las que dejaron en evidencia en qué reside la libertad y la grandeza de un ser humano.

“Yo te curo y Dios te sana”, solía decir fray Martín, cada vez que atendía a algún enfermo. Martín fue un “mulato” -antigua denominación para los nacidos de padre blanco y madre negra, o viceversa-, admitido en calidad de “donado” por la Orden de Predicadores (dominicos), a causa de su condición de hijo ilegítimo. Se santificó, entre otras cosas, realizando los servicios más humildes, y también cuidando a enfermos y menesterosos.

San Martín de Porres -o de Porras- fue nombrado pertinentemente por el Papa San Juan XXIII como “Santo Patrono de la Justicia Social” y “Patrón Universal de la Paz” tras los peores momentos del siglo XX, en tiempos marcados por las consecuencias de las guerras y la violencia.

San Martín nació en Lima (Virreinato del Perú) en 1579. Su nombre completo fue Juan Martín de Porres Velázquez, hijo de un noble español de origen burgalés, don Juan de Porras, y una mujer de raza negra liberta, doña Ana Velázquez, natural de Panamá.

Desde niño, Martín dio muestras de tener un corazón solidario y sensible frente al sufrimiento de la gente. Solía manifestar su preocupación por quienes estaban enfermos o vivían en pobreza. Aprendió el oficio de barbero y algunos rudimentos de medicina, cercanos a lo que haría hoy un ‘herborista’. A los quince años pidió ser admitido en la Orden de Santo Domingo de Guzmán, a la que ingresó como hermano terciario, ya que era hijo ilegítimo y no tenía mayor educación.

Ya en el convento, trabajó como enfermero. Empezó a hacerse conocido por su amabilidad en el trato, sin hacer diferencias entre pobres y ricos, ni entre blancos, negros o indios. Atendía a quien se presentase en la enfermería con el mismo cuidado y esmero. Martín se ganó así el cariño de todos, y aunque inicialmente hubo reservas contra él entre los frailes, dado su origen “ilegítimo”, en 1603, hizo su profesión religiosa.


Con la ayuda de Dios, el santo hizo numerosos milagros, especialmente curaciones de males y enfermedades. Martín jamás se atribuyó portento alguno, por el contrario, recordaba constantemente que él solo era un siervo, y que quien devolvía la salud era Dios -de ahí su hermoso lema, “yo te curo y Dios te sana”-.

Enfermos desahuciados se reponían al solo contacto con sus manos o incluso con su sola presencia. Otros milagros también acontecieron por intercesión de Martín: hubo quienes lo vieron entrar y salir del convento, o de otros recintos, cuando se sabía que el fraile estaba en su celda, o cuando las puertas estaban trancadas. Otros aseguraban haberlo visto en dos lugares distintos a la misma vez (bilocación). Martín atendía a enfermos y menesterosos a tiempo y destiempo, y Dios le concedió el poder de hacer milagros y prodigios.

Martín había querido ser misionero, y todo indica que Dios le dio el don de la bilocación. Existen abundantes testimonios de que apareció en lugares inhóspitos -hablaba de las misiones en China o Japón como quien estuvo de veras allí-. Lo sorprendente fue que misioneros de aquellos lugares atestiguaron haberlo visto curar enfermos y acompañarlos en momentos difíciles, dándoles ánimo y rezando con ellos.

San Martín de Porres fue amigo muy cercano de otro santo dominico, nacido en España, pero afincado en la capital del virreinato del Perú, San Juan Macías. También se sabe que conoció y colaboró con Santa Rosa de Lima.

La situación de abandono moral en la que se encontraba mucha gente en Lima hizo que Martín se preocupara por ellos. Con la ayuda de algunos personajes acaudalados, entre los que estaba el virrey Luis Jerónimo Fernández de Cabrera y Bobadilla, Martín reunía dinero con el que asistía a personas sin techo, enfermos y limosneros. Mientras tanto, en el convento dominico de la ciudad, cumplía con sus horas de servicio en la portería y haciendo los turnos de limpieza. Se dice que le bastaban tres horas de sueño por las tardes, porque por la noche se mantenía en vela, en oración frente al Señor.

Los moribundos, de cualquier clase social (o “casta” término empleado en la época), pedían que venga el santo hermano Martín a acompañarlos a bien morir, a lo que él nunca se rehusó. La ciudad entera entonces se encontró en determinado momento rendida a la humildad, el carisma y la caridad que irradiaba San Martín.

Incluso, el virrey Fernández, al enterarse de que su buen amigo Fray Martín estaba muy enfermo y parecía morir, quiso visitarlo en su lecho de muerte y besar su mano, pidiéndole que lo cuide desde el cielo.

San Martín de Porres partió a la Casa del Padre el 3 de noviembre de 1639, en compañía orante de sus hermanos dominicos. El santo entregó el alma a Dios después de besar el crucifijo.

San Martín de Porres ha sido generalmente representado con una escoba en mano, símbolo de su humilde servicio. La tradición, por otro lado, hace referencia no solo a su sencillez sino a la paz que irradiaba con su presencia.

Martín unió a los dominicos, unió a la ciudad de Lima, acercó culturas milenarias, vinculó razas -como se suele decir en Perú: “Hizo comer de un solo plato a perro, pericote (i.e. ratón) y gato”-. Por ello, San Juan XXIII exclamó: “¡Ojalá que el ejemplo de Martín enseñe a muchos lo feliz y maravilloso que es seguir los pasos y obedecer los mandatos divinos de Cristo!” (Homilía de la misa de canonización de San Martín de Porres, 1962).

En estos momentos marcados por sangrientos conflictos internacionales, te pedimos, San Martín de Porres que intercedas por la paz entre los hombres.

Invoquemos la intercesión de San Martín de Porres ante una necesidad apremiante con las siguientes oraciones:

Oración 

En esta necesidad y pena que me agobia acudo a ti, mi protector San Martín de Porres.

Quiero sentir tu poderosa intercesión. Tú, que viviste sólo para Dios y para tus hermanos, que tan solícito fuiste en socorrer a los necesitados, escucha a quienes admiramos tus virtudes.

Confío en tu poderoso valimiento para que, intercediendo ante el Dios de bondad, me sean perdonados mis pecados y me vea libre de males y desgracias.

Alcánzame tu espíritu de caridad y servicio para que amorosamente te sirva entregado a mis hermanos y a hacer el bien.

Padre celestial, por los méritos de tu fiel siervo San Martín, ayúdame en mis problemas y no permitas que quede confundida mi esperanza.

Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.

Amén.

Oraciones en vídeo 



La humildad es una de las virtudes por las que el Señor se derrite, un regalo de Dios para el mundo, que san Martín de Porres vivió / Por P. Carlos García Malo

 


Reflexionemos con Deuteronomio 6, primera lectura de la misa de hoy domingo: Acata lo que Dios te dice y gózate en Él, desbordarás de alegría / Por P. Carlos García Malo