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jueves, 17 de abril de 2025

Meditación del Jueves Santo: «Dios nos salvó sirviéndonos» / Por Mons. Fernando García Cadiñanos, obispo de Mondoñedo-Ferrol

17 de abril de 2025.- (Camino CatólicoEl obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos medita sobre el evangelio del Jueves Santo, que habla del lavatorio de los pies que Jesús hace a sus discípulos en la última cena. "El lavatorio de los pies reconoce la necesidad de purificación… Es difícil amar sin ser amados y es aún más difícil servir si no dejamos que Dios nos sirva. Dios nos salvó sirviéndonos" Lo hace en el espacio ‘Meditación de Semana Santa” emitido por 13 TV. Este es el texto completo de la meditación:

Queridos amigos y amigas, hoy es Jueves Santo. Poco a poco nos hemos ido acompañando en este caminar hacia la Pascua. Nos encontramos en el Pórtico, en el umbral del Triduo Pascual. Se trata de un día muy hermoso, muy especial, porque nos revela el mismo rostro de Dios.

Porque la vida y la muerte de Jesús no están separadas. Vida y muerte son la misma cosa. Sus últimos días son el resumen de lo que fue toda su existencia, de lo que vivió a lo largo de su vida pública y oculta, de su mensaje más profundo y de su noticia más salvadora.

Esta noche la liturgia de la Iglesia nos invita a contemplar un gesto que trasciende el tiempo, un gesto que nos revela la esencia misma de Dios, el lavatorio de los pies. Me gustaría fijarme en algunos detalles para comprender mejor su sentido.

En primer lugar quiero fijarme en el contexto en el que sucede. Sabemos que Jesús lava los pies a sus discípulos durante la Última Cena que tiene lugar en el marco de la Cena Pascual judía. 

Benedicto XVI tiene una reflexión muy interesante al respecto para explicarnos qué significaba, entre otras cosas, la Cena Pascual. Según sus palabras, por la Pascua Israel tenía que acudir todos los años a Jerusalén para volver a sus orígenes y, en cierta manera, ser recreado de nuevo, volver a su vocación y misión primigenia.

Durante todo el año el pueblo corría el peligro de dispersarse, de despistarse, pero con la Pascua se retornaba al sentido de su existencia, de sentirse pueblo elegido, con una misión de recreación de la humanidad entera, siguiendo los designios de Dios.

Es en ese marco donde Jesús también celebra la Pascua. ¿Y con quién tiene que celebrar esta recreación, este regreso al inicio bueno? Las normas marcaban que había de realizarse con su familia, auténtica institución y célula básica de trascendencia social.

Fijaos, Jesús lo hace con aquellos que forman parte ya de su nueva familia, con la que se establecen lazos más fuertes que los de la propia sangre, con los que escuchan su palabra, con los apóstoles y sus seguidores. Además, la cena que recordaba el paso del Señor y la liberación de Egipto se debería de hacer con vestimentas de peregrino en el momento de la partida, con la comida que preparaban los nómadas, los que no tienen un hogar fijo, sino que se sienten pueblo en camino.

En este marco Jesús realiza una nueva alianza y resignifica todo esto con su gesto de partir el pan y compartir el vino y nos dice, haced esto en memoria mía. Sí, cada Eucaristía que celebramos es volver también a nuestra Pascua, el acontecimiento donde comenzó todo, como los judíos también en cierta manera en cada Eucaristía somos convocados para recrearnos, volver a nuestros orígenes y a nuestro proyecto primigenio.

Es así que cada Eucaristía dominical se convierte en punto de llegada y punto de partida para ofrecer y comenzar nuevos proyectos, nuevas ilusiones, nuevas esperanzas. Cada Eucaristía dominical, centro y cumbre de toda vida cristiana y de la entera comunidad se convierte en un momento fuerte de recrear la familia, la comunidad de los que escuchan la palabra, de edificar el hogar donde quepan todos, en torno al esposo y al siervo que se nos ha entregado por completo.

Cada Eucaristía dominical ha de ser un momento privilegiado para descubrirnos como peregrinos con otros, para sentirnos ciudadanos del cielo que edifican este mundo con un proyecto que siempre va más allá, que nos abre a otros horizontes y a otras personas, que nos permite sentirnos como hermanos de todos en la diferencia y en la complementariedad.

Algo de esto nos evoca el contexto de la última cena, porque hoy, como en cada Eucaristía, al recordar aquel hecho histórico no nos quedamos en ello. Así nos lo recuerda Pablo, cada vez que coméis este pan y bebéis esta copa, anunciáis la muerte del Señor hasta que venga.

El mensaje del apóstol es claro, la comunidad que celebra la Cena del Señor actualiza la Pascua. Juan Pablo II dice, la Eucaristía no es la simple memoria de un rito pasado, sino la viva representación del gesto supremo del Salvador. Esta experiencia tiene que llevar a la comunidad cristiana a convertirse en profecía del mundo nuevo inaugurado por la Pascua.

Y no hay mejor profecía que contemplar el gesto del lavatorio de los pies. Porque este gesto de Jesús no es una simple lección moral, sino una revelación del corazón de Dios, es el sentido de la vida entera de Jesús, levantarse de la mesa, despojarse de las vestiduras de gloria e inclinarse hacia nosotros.

Os propongo que cerréis los ojos y os metáis en la escena que en tantas ocasiones hemos recreado e imaginado. Observad con detenimiento cada detalle, sentid la incomodidad de los discípulos, la mirada de Jesús que penetra hasta lo más profundo del alma, la confusión ante este gesto que invierte el orden establecido, la humildad con la que se arrodilla ante cada uno de ellos.

Saboread la belleza de sus palabras, habiendo amado a los suyos, los amó hasta el extremo. Dios que se hace siervo, se inclina ante nuestra fragilidad, se hace vulnerable para mostrarnos el camino del amor verdadero. Llama la atención la actitud de Pedro, no me lavarás los pies. Dejarnos lavar los pies por Cristo implica reconocer que no somos nosotros los que nos hacemos puros, limpios o santos.

Como nos dice el Papa Francisco, esto es difícil de entender. Si no dejo que el Señor sea mi siervo, que el Señor me lave, me haga crecer, me perdone, me aumentaré en el Reino de los Cielos. Dios nos salvó sirviéndonos. Normalmente pensamos que somos nosotros los que servimos a Dios. No, es Él quien nos sirvió gratuitamente porque nos amó primero. Es difícil amar sin ser amados y es aún más difícil servir si no dejamos que Dios nos sirva.

Esta es la paradoja cristiana. Es Dios quien se adelanta, es Él quien toma la iniciativa. Este es uno de los peligros del devoto, del que considera que el discipulado es sólo una carrera por el perfeccionismo, por hacer bien las cosas y no tanto por acoger, por dejarse hacer, por aceptar que también sus pies están sucios. Es el peligro del que piensa que no tiene necesidad alguna de la bondad de Dios. Es lo que le sucedió al hijo mayor de la parábola, del Hijo Pródigo o a los obreros de la viña desde la primera hora.

El lavatorio de los pies nos invita a reconocer nuestra necesidad de purificación, nuestra incapacidad de limpiarnos. Dejarse lavar los pies es descubrir el misterio de la dependencia, de la necesidad que tenemos de otros para crecer y para amar. Como veis el lavatorio se convierte en una hermosa lección de Cristología porque nos indica el misterio de Cristo, pero también es una lección de antropología porque nos muestra el secreto del ser humano llamado al amor y a la dependencia. Y por supuesto es una propuesta de Eclesiología porque como iglesia estamos llamados a vivir arrodillados ante nuestros hermanos, especialmente los más pobres. Por eso hoy conmemoramos el Día del Amor Fraterno. No quisiera terminar mis palabras sin dar las gracias a tantos voluntarios que en Cáritas u otras organizaciones y acciones pastorales de la iglesia sois capaces de lavar los pies a los heridos del camino. Gracias de corazón. A todos que disfrutemos y celebremos este día de fiesta, que su amor nos transforme en testigos de su presencia en el mundo.

¡Feliz día! ¡Feliz Día del Amor!

Mons. Fernando García Cadiñanos

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

Homilía del evangelio del Jueves Santo: Tomad y comed mi carne, que es el alimento por el cual yo vivo en vosotros y os doy la fuerza para caminar hacia la vida eterna / Por P. José María Prats

 

* «Hemos de vivir nuestra vida como servicio a los demás: a los miembros de nuestra familia, a los compañeros de trabajo, a los más necesitados de la sociedad, a todos los hombres y mujeres del mundo»

Jueves Santo - C

Éxodo 12, 1-8,11-14 / Sal 116 / 1 Corintios 11, 23-26 /  San Juan 13, 1-15

P. José María Prats / Camino Católico.- Las lecturas de hoy nos hablan de lo que Jesús hizo «la noche en que iban a entregarlo». Esta noche es hoy. En esta celebración no recordamos meramente lo que Jesús hizo aquella noche, sino que aquellos misterios de salvación se hacen presentes ahora entre nosotros.

La primera lectura nos ha recordado el contexto en que Jesús se encontraba: estaba celebrando la Pascua con sus discípulos, el memorial de la liberación de la esclavitud de Egipto. ¿Qué hacían? Mataban un cordero o un cabrito sin defecto, ponían su sangre en las jambas y el dintel de las puertas recordando que por esta sangre sus primogénitos fueron salvados de la muerte, y comían este cordero o cabrito ceñidos, calzados con sandalias y con el bastón en la mano, como preparados para el largo camino que los conduciría a la libertad en la tierra prometida.

Pero, como nos ha dicho San Pablo en la segunda lectura, a mitad de la cena, Jesús inesperadamente se salta el guión del ritual, toma pan, pronuncia la acción de gracias, lo parte y dice a los apóstoles: «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía». Y al final de la cena vuelve a saltarse el guión, toma el cáliz lleno de vino y les dice: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía».

Lo que Jesús les está diciendo es muy claro:

  • Este cordero pascual es figura de mí. Yo soy el verdadero Cordero que con mi sangre derramada por vosotros os libro de la muerte, pero no ya de una muerte física, sino de la muerte eterna.

  • Tomad y comed mi carne, que es el alimento por el cual yo vivo en vosotros y os doy la fuerza para caminar hacia la verdadera tierra prometida, que es la vida eterna.

  • Haced esto en memoria mía, porque yo quiero estar con vosotros de generación en generación hasta el fin del mundo. Quiero hacer presente día tras día el sacrificio que os libra del pecado y del poder del mal, y quiero habitar en vosotros caminando hacia la gloria que os he preparado.

¿Pero cómo hemos de recorrer este camino hacia la vida eterna? Jesús nos lo enseña con el signo que hizo durante la cena:

  • Se levantó de la mesa, se ciñó su túnica (tal como se hacía en aquella época cuando uno se disponía a realizar un servicio) y empezó a lavar los pies a los discípulos. Con esto les estaba diciendo: “Yo he venido para serviros. No he venido buscando glorias humanas, sino para que tengáis vida.” Esta plenitud de vida está representada en el bienestar que supone tener los pies limpios cuando se llega a una casa después de haber andado con sandalias por caminos polvorientos.

  • Y a continuación dice que lo que Él ha hecho, también lo tenemos que hacer nosotros, es decir, hemos de vivir nuestra vida como servicio a los demás: a los miembros de nuestra familia, a los compañeros de trabajo, a los más necesitados de la sociedad, a todos los hombres y mujeres del mundo.

A continuación reviviremos este signo tan elocuente de Jesús con el compromiso de hacerlo realidad en todos los momentos y circunstancias de nuestra vida.


P. José María Prats


Evangelio

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido.

Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?». Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos».

Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros».

San Juan 13, 1-15

Misterios Luminosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 17-4-2025

17 de abril de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Luminosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, jueves, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Jueves Santo, fracción del pan: Cristo dando su cuerpo como alimento de eternidad / Por P. Carlos García Malo

 


Hoy, Jueves Santo, día de la institución del orden sacerdotal, reza por los sacerdotes, suplica misericordia para ellos / Por P. Carlos García Malo

 


Antonio, 18 años, será bautizado: «He descubierto a Dios, que nos tiene un amor inimaginable, que nunca nos deja de lado pase lo que pase y que quiere lo mejor para nosotros, que es rico en perdón y lento a la ira»


Antonio será bautizado en la Vigilia Pascual / Foto. Cortesía de Antonio

* «Dios no juzga a los demás sino que nos abraza, y quiere que nos hagamos a su imagen y semejanza para gozar de la vida aun en nuestras espinas, y que transmitamos esa alegría y amor a los demás siguiendo sus enseñanzas, no quitándonos libertad, sino dándola y en plenitud, dándonos la salvación para estar a su lado en el cielo» 

Camino Católico.- En España, el temario de la asignatura de Religión para 4º de Educación Secundaria Obligatoria incluye los sacramentos. Por eso, aquel día en clase hablaban sobre el bautismo. El profesor, Jesús, preguntó: “¿Alguno de aquí falta por bautizarse?”. Antonio levantó la mano. “Oye, pues te invito a bautizarte y a que recibas los sacramentos, y a recibir catequesis en tu parroquia para ello”. 

El chico asintió sin pensárselo dos veces. Ahora, después de dos años de catecumenado, explica por qué esa respuesta tan rápida: “Estaba abierto a conocer más sobre Cristo, me llamaba mucho la atención por su mensaje y enseñanzas”, recuerda a Patricia Navas en Aleteia

A este estudiante de Alcorcón también le atraían los milagros eucarísticos, la tilma de Guadalupe, la Sábana Santa y otros “milagros documentados”. 

2 años de preparación

En el tiempo de preparación para el bautismo, la Primera Comunión y la Confirmación, Antonio Borrego ha conocido la Iglesia católica.

Ha participado en las catequesis y en peregrinaciones de jóvenes, acolitó en la catedral de la Almudena, hizo el retiro Effetá,…

Y se ha integrado en la parroquia de La Saleta, donde ayuda como monaguillo en las Misas y acompaña a los niños como monitor en los campamentos de verano. 

“Mi proceso para recibir los sacramentos ha tenido un poco de todo -reconoce-, pero me atrevo a decir que ha habido más gozos que espinas porque las dificultades siempre las he acabado pasando con Dios a mi lado”.

Como dificultades, destaca el contraste con la parte de su entorno que no tiene fe, y “tentaciones y vicios”, como dedicar demasiado tiempo a distraerse con videos cortos y videojuegos. “Ha sido un camino muy bonito y enriquecedor, lleno de la compañía, generosidad y misericordia de Dios”, subraya.

Y resume con ilusión lo que ha descubierto en este tiempo de preparación:

“He descubierto que hay un ser superior, Dios, que nos tiene un amor inimaginable, que nunca nos deja de lado pase lo que pase y que quiere lo mejor para nosotros, que es rico en perdón y lento a la ira, que no juzga a los demás sino que nos abraza, y que quiere que nos hagamos a su imagen y semejanza para gozar de la vida aun en nuestras espinas, y que transmitamos esa alegría y amor a los demás siguiendo sus enseñanzas, no quitándonos libertad, sino dándola y en plenitud, dándonos la salvación para estar a su lado en el cielo”.

Cambios

Así, con 18 años recién cumplidos, recibirá los sacramentos de la iniciación cristiana el próximo 19 de abril de 2025, junto con algunos de los cerca de 30 catecúmenos de la diócesis de Getafe.

En ella, dado el elevado número de adultos que entrarán en la Iglesia este año, habrá dos celebraciones con bautismos en la vigilia pascual, una en la catedral y otra en el Cerro de los Ángeles.

Allí estará Antonio con las personas que le han acompañado en el proceso de convertirse en cristiano. 

También con su familia, que respeta su decisión y a veces le acompaña a la iglesia, aunque la única practicante es su abuela.

Sobre su futuro, Antonio reflexiona: “Si mi vida ya ha cambiado a mejor abriéndome a Cristo y siendo catecúmeno, ¿quién me dice a mí que no habrá más cambios?”. 

“Me resulta difícil prever por dónde podría llevarme Dios después de recibir los sacramentos, pero poniendo mi vida y confianza en Él, yo sé que estará todo en buenas manos”, afirma. 

“Sé que todo mejorará aún más, que me hará estar más cerca de la salvación, de Él, que seguirá habiendo gozos y espinas en el camino, que me llevará a ser mejor ejemplo -concluye-, pero no sabría decir hacia dónde con exactitud...”

miércoles, 16 de abril de 2025

Papa Francisco en su catequesis prevista para hoy, 16-4-2025: «Podemos tener esperanza porque sabemos que Dios Padre nos espera, nos ve desde lejos y siempre deja la puerta abierta»


El Papa Francisco saluda a los fieles el pasado 13 de abril de 2025, al final de la Misa del Domingo de Ramos / Foto: Vatican media


* «El Evangelio quiere entregarnos un mensaje de esperanza, porque nos dice que sea cual sea el lugar en el que nos hayamos perdido, sea cual sea el modo en el que nos hayamos perdido, ¡Dios viene siempre a buscarnos! Quizá nos hemos perdido como una oveja que se sale del camino para pastar la hierba, o se queda atrás por cansancio»

16 de abril de 2025.- (Camino Católico).- Aunque la Audiencia General de este Miércoles Santo,. 16 de abril de 2025, fue cancelada debido a la convalecencia del Papa Francisco en la Casa Santa Marta, la Oficina de Prensa de la Santa Sede ha compartido el texto de la catequesis preparado por el Santo Padre. En esta ocasión, prosiguiendo su ciclo de meditaciones "Jesucristo, nuestra esperanza", el Pontífice ofrece una reflexión sobre la parábola del Padre Misericordioso, contenida en el capítulo 15 del Evangelio de Lucas.

El mensaje central de Francisco ha sido: “Este es el motivo de la esperanza: podemos tener esperanza porque sabemos que el Padre nos espera, nos ve desde lejos y siempre deja la puerta abierta. ”El texto completo de la reflexión del Santo Padre de la Audiencia General que no se ha celebrado es el siguiente:



El Papa Francisco saludando a los fieles en una audiencia general / Foto: Vatican media

CATEQUESIS DEL SANTO PADRE PREPARADA PARA LA AUDIENCIA GENERAL DEL 9 DE ABRIL DE 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza

Catequesis - II. La vida de Jesús. Los encuentros. 5. El padre misericordioso. Estaba perdido y ha sido encontrado (Lc 15,32) 

Queridos hermanos y hermanas:

después de haber meditado sobre los encuentros de Jesús con algunos personajes del Evangelio, quisiera detenerme, a partir de esta catequesis, en algunas parábolas. Como sabemos, son narraciones que retoman imágenes y situaciones de la realidad cotidiana. Por eso tocan también nuestra vida. Nos provocan. Y nos piden que tomemos posición: ¿dónde estoy yo en esta narración?

Partamos de la parábola más famosa, aquella que todos recordamos tal vez desde que éramos pequeños: la parábola del padre y los dos hijos (Lc 15,1-3.11-32). En ella encontramos el corazón del Evangelio de Jesús, es decir, la misericordia de Dios.

El evangelista Lucas dice que Jesús cuenta esta parábola para los fariseos y los escribas, que murmuraban porque Él comía con los pecadores. Por eso se podría decir que es una parábola dirigida a aquellos que se han perdido, pero no lo saben y juzgan a los demás.

El Evangelio quiere entregarnos un mensaje de esperanza, porque nos dice que sea cual sea el lugar en el que nos hayamos perdido, sea cual sea el modo en el que nos hayamos perdido, ¡Dios viene siempre a buscarnos! Quizá nos hemos perdido como una oveja que se sale del camino para pastar la hierba, o se queda atrás por cansancio (cf. Lc 15,4-7). O acaso nos hemos perdido como una moneda que se cayó al suelo y ya no se encuentra, o bien alguien la puso en algún sitio y no recuerda dónde. O nos hemos perdido como los dos hijos de este padre: el más joven, porque se cansó de estar en una relación que sentía demasiado exigente; pero también el mayor se perdió, porque no basta con quedarse en casa si en el corazón hay orgullo y rencor.

El amor es siempre un compromiso, siempre hay algo que debemos perder para ir al encuentro del otro. Pero el hijo menor de la parábola solo piensa en sí mismo, como ocurre en ciertas etapas de la infancia y de la adolescencia. En realidad, vemos a muchos adultos así a nuestro alrededor, que no consiguen mantener una relación porque son egoístas. Se engañan pensando que pueden encontrarse a sí mismos y, en cambio, se pierden, porque solo cuando vivimos para alguien vivimos de verdad.

Este hijo menor, como todos nosotros, tiene hambre de afecto, quiere que le quieran. Pero el amor es un don precioso, hay que tratarlo con cuidado. Él, en cambio, lo desperdicia, se malvende, no se respeta a sí mismo. Se da cuenta de ello en tiempos de escasez, cuando nadie se preocupa por él. El riesgo es que en esos momentos empecemos a mendigar afecto y nos aferremos al primer amo que se nos presenta.

Son estas experiencias las que hacen nacer en nuestro interior la convicción distorsionada de que solo podemos estar en una relación como sirvientes, como si tuviéramos que expiar una culpa o como si no pudiera existir el amor verdadero. De hecho, cuando el hijo menor toca fondo, piensa en volver a casa de su padre para recoger del suelo alguna migaja de afecto.

Solo quien nos quiere de verdad puede liberarnos de esta visión falsa del amor. En la relación con Dios vivimos precisamente esta experiencia. El gran pintor Rembrandt, en una famosa pintura, representó de manera maravillosa el regreso del hijo pródigo. Me llaman la atención, sobre todo, dos detalles: el joven tiene la cabeza rapada, como la de un penitente, pero también parece la cabeza de un niño, porque ese hijo está renaciendo. Y luego, las manos del padre: una masculina y otra femenina, para describir la fuerza y la ternura en el abrazo del perdón.

Pero es el hijo mayor el que representa a aquellos para quienes se cuenta la parábola: es el hijo que siempre se ha quedado en casa con el padre, y, sin embargo, estaba lejos de él, lejos con el corazón. Este hijo tal vez también hubiera querido irse, pero por miedo o por obligación se quedó allí, en esa relación. Sin embargo, cuando nos adaptamos en contra de nuestra voluntad, empezamos a acumular ira en nuestro interior y, tarde o temprano, esta ira estalla. Paradójicamente, al final es precisamente el hijo mayor el que corre el riesgo de quedarse fuera de casa, porque no comparte la alegría de su padre.

El padre también sale a su encuentro. No lo regaña ni lo llama al deber. Solo quiere que sienta su amor. Lo invita a entrar y deja la puerta abierta. Esa puerta permanece abierta también para nosotros. De hecho, este es el motivo de la esperanza: podemos tener esperanza porque sabemos que el Padre nos espera, nos ve desde lejos y siempre deja la puerta abierta.

Queridos hermanos y hermanas, preguntémonos entonces dónde estamos nosotros en este maravilloso relato. Y pidámosle a Dios Padre la gracia de poder encontrar nosotros también el camino para volver a casa.

Francisco

Meditación del Miércoles Santo: «Jesús nos invita a elegir el camino del amor y el perdón» / Por Mons. Fernando García Cadiñanos, obispo de Mondoñedo-Ferrol

16 de abril de 2025.- (Camino Católico) El obispo de Mondoñedo-Ferrol, Fernando García Cadiñanos medita sobre el evangelio del Miércoles Santo, que habla de Judas negociando el precio de la traición de Jesús. En su reflexión ilustra en la figura de Judas las traiciones de nuestro tiempo a las personas que nos aman: "Judas representa al hombre que piensa sólo en poseer". Y concluye: ”Nos invita a elegir el camino del amor, del perdón, de la reconciliación, de la esperanza, de la amistad profunda”. Lo hace en el espacio ‘Meditación de Semana Santa” emitido por 13 TV. Este es el texto completo de la meditación:

Un saludo a todos y cada uno. Hoy es Miércoles Santo. Poco a poco nos vamos acercando al centro de esta Semana Santa, esta semana que queríamos que fuera diferente, consagrada a nuestro Dios y centrada en el amor que nos hace más humanos.

El Evangelio que la Iglesia nos propone hoy en la celebración nos retrotrae de nuevo a las horas previas a la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús. En el texto que hoy proclamamos del Evangelio de Mateo se nos narran los preparativos previos a la Pascua y cómo el Señor invita a sus apóstoles a preparar con esmero la Cena Pascual. Pero al principio y al final del texto pone su foco en uno de los apóstoles, Judas Iscariote.

Este, lo sabemos muy bien, se acerca a los sumos sacerdotes y pasta la entrega de Jesús por 30 monedas de plata. Esta cantidad era el precio que se pagaba como indemnización ante la muerte de un esclavo. Nuestro Dios que se anonada hasta hacerse esclavo el último de todos para salvar desde abajo a todos.

Ayer si recordáis hablábamos de la traición de Judas y de la negación de Pedro y, si en la reflexión nos deteníamos un poco más en Pedro, permitidme que hoy lo hagamos en la traición de Judas que también representa nuestras propias contradicciones. A simple vista la acción de Judas es una traición a una persona, a alguien conocido, importante, con el que había compartido los últimos años. Me viene a la cabeza ahora tantas traiciones a personas concretas que quedan defraudadas por nuestros gestos, comportamientos, palabras con ellos.

Puedo pensar especialmente en nuestros hermanos migrantes que son utilizados por las mafias o me gustaría recordar a las personas que son víctimas de la trata y que durante este Año Jubilar la Iglesia española quiere visibilizar, reflexionar y por las que orar. Hoy tristemente siguen existiendo hermanos nuestros que son vendidos, esclavizados, traicionados y ofrecidos para el consumo, el economicismo y la ganancia del dinero. Mucho más de los que pensamos.

Hoy sigue habiendo nuevos 'judas' que venden a hermanos en medio del silencio cómplice o la indiferencia de nuestra sociedad. Pero el gesto de Judas, lo sé, tiene también un trasfondo más profundo y trascendente. Sin duda, muchos de vosotros conoceréis la tradición que existe en algunos de nuestros pueblos que se conoce como la quema del Judas.

Se trata de un monigote que durante el Viernes o el Sábado Santo se quema y se vapulea sometiéndole a escarnio público como expresión de la indignación colectiva por su gesto deplorable. Busca reflejar sin duda una reacción muy generalizada que apalea sin piedad los pecados del otro, buscando una cabeza de turco que me despiste en el reconocimiento de mi propia responsabilidad. El recordado Martín Descalzo reflexionaba sobre este gesto y se preguntaba, ¿no será una forma demasiado cómoda de cargar todas las responsabilidades de la muerte de Jesús sobre el chivo expiatorio de Judas, esquivando así las que a nosotros nos competen en ello, y acallando los gritos de nuestra conciencia que nos lo reprocha? Y añade en otro lugar, porque la historia de Judas es como una tragedia de la que sólo hubiéramos encontrado el tercer acto.

Conocemos el desenlace, sabemos que vendió a su maestro y que se ahorcó después, pero ignoramos los dos primeros actos. ¿Quién era? ¿Cómo era? ¿Cuándo y por qué comenzó su traición? ¿Qué pensaba y sabía de Jesús? ¿Si llegó o no a conocer o sospechar su divinidad? ¿Por qué vericuetó su amor a Jesús si alguna vez lo tuvo? ¿Llegó a convertirse en odio o repulsión? Son preguntas que nadie nos contestó jamás. Es cierto que a lo largo de la historia se han dado muchas hipótesis al respecto, pero no es difícil imaginar que su traición se fue fraguando poco a poco, es decir, no fue la locura de un instante, sino la cumbre de una secuencia de desafecciones y pequeñas traiciones.

Aunque estuvo con Jesús, no lo conoció en su sentido más profundo. A él sí que se le puede atribuir aquella recriminación de Cristo a Felipe, tanto tiempo contigo y no me conoces. Sin duda, Judas ni conocía ni trataba con Jesús.

Estaba con él, pero vivía lejos de él. Aquí empieza toda traición en el discípulo, también en ti y en mí, y me atrevería a decir que aquí radica la traición con toda persona que nos ama. La falta de encuentro personal con el maestro, la falta de respuesta, la falta de intimidad, la ausencia de diálogo.

Podemos dejarnos llevar por la tibieza y al no profundizar en nuestro encuentro de amistad con Cristo, se va produciendo esa apostasía silenciosa, hoy tan palpable en nuestra sociedad. Es el silencio de los mediocres, de los aparentemente buenos. Por eso quizás la Iglesia nos recuerda cada Miércoles Santo este acontecimiento, porque en verdad Judas, como decía Romano Guardini, nos revela a nosotros mismos nuestra propia fragilidad.

Sí, bien podemos decir que Judas ha tenido y tiene muchos más seguidores que el propio Cristo. Su recuerdo nos permite que nos hagamos cargo de que todos podemos comportarnos como él, que traicionemos nuestra verdad y el amor que Dios ha puesto en nosotros, porque no le conocemos, porque no le tratamos ni cuidamos nuestra amistad con él. En definitiva, como decía Benedicto XVI, Judas representa al hombre que no quiere ser amado, al hombre que piensa sólo en poseer, que vive únicamente para las cosas materiales.

Qué triste, pero qué actual y real. San Agustín contempla esta escena y nos recuerda algo importante. Si Judas hubiese orado en nombre de Cristo, habría pedido perdón.

Si hubiera pedido perdón, habría tenido esperanza. Si hubiera tenido esperanza, habría esperado misericordia y no habría terminado como señala la Escritura. Daos cuenta del itinerario que San Agustín nos propone.

Oración, perdón, esperanza, misericordia, salvación. Cinco palabras y actitudes fundamentales. Un itinerario posible también para nosotros en este camino de esperanza que estamos recorriendo durante el Año Jubilar.


Es cierto, el Señor no quería la perdición de Judas como no quiere la de nadie. Por eso hay esperanza. Nuestra esperanza tiene un nombre, Cristo.

El Papa Francisco nos recuerda que Dios nunca se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir perdón. Nos invita a abandonar el miedo, a confiar en la misericordia divina, a construir puentes de reconciliación, a vivir en profundidad la propuesta de amistad que Él nos hace.

El Miércoles Santo no es solo un recuerdo del pasado, sino un mensaje para el presente. En un mundo marcado por la división, la desconfianza y la violencia, el mensaje de Jesús resuena con fuerza. Nos invita a reflexionar sobre nuestras propias traiciones, sobre nuestras propias negaciones.

Nos invita a elegir el camino del amor, del perdón, de la reconciliación, de la esperanza, de la amistad profunda. ¡Feliz Miércoles Santo!

Mons. Fernando García Cadiñanos

Obispo de Mondoñedo-Ferrol

Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Misa de hoy, Miércoles Santo, 16-4-2025

16 de abril de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Santa Misa de hoy, Miércoles Santo, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, Miércoles Santo, 16-4-2025

16 de abril de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, Miércoles Santo, presidida por el P. Jesús Luis Sacristán, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.