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martes, 4 de diciembre de 2007

El sexo en el matrimonio / Autor: Padre Silvio Andrei

Es encuentro, donación y medio de santificación

El sexo es una bendición de Dios. Pero, él necesita estar en su debido lugar, o sea, dentro de una orden y de un proyecto. Podemos afirmar con todo énfasis que el sexo es una bendición de Dios en la vida y en la relación matrimonial, pues, en el matrimonio, él tiene la fuerza de unir a los cónyuges y de generar vida. Dios cuenta con las parejas para el aumento de la familia y de Él mismo. ¡Los hijos son una bendición! Y son cómo que presentes de Dios para las parejas. Ellos vienen de Dios por medio del sexo santo y respeto dentro del matrimonio.

A veces, somos tentados a tener el siguiente pensamiento: “Ya que estoy casado puedo hacer de todo con mi esposa, con mi marido”. O aún: “Dentro de cuatro paredes, todo es permitido a la pareja”. Pero, a la luz de la fe, de la Palabra de Dios y de la Doctrina Católica, necesitamos corregir ese pensamiento. Pues, el sexo no es simplemente una opción de ocio; no es para que la pareja se “divierta” a cuestas de la relación sexual. ¡El sexo es tan sagrado como el propio matrimonio! La relación sexual, aunque sea marcada por el placer, no es sólo placer. Es también, y por sobre todo, encuentro, donación y medio de santificación.

Por cuenta de una vasta fábrica de la pornografía, traída a través de varios medios, hoy más que nunca necesitamos estar vigilantes, para que no seamos engañados por las astutas asechanzas del enemigo de Dios. Se intenta difundir la idea de lo “todo es permitido en búsqueda del placer y de la realización”. Hay una verdadera presión para llevar a las personas a que piensen que es normal todo lo que da placer; algunos ejemplos: sexo anal, sexo oral, cambio de parejas y tantas otras cosas. Quien se entrega a esta “fuerza del mal” se ilusiona y tiene una pseuda felicidad, una falsa realización. Pues, todo eso sólo puede llevar a las personas y a las parejas al vacío, a la frustración y al desencanto con la vida afectiva.

Por eso, estemos todos atentos y vigilantes en la oración para que nuestra opción de vida no sea causa de pecado, sino, medio de santificación. Concluyo con las palabras de San Pablo: “Porque esta es la voluntad de Dios: vuestra santificación; que os alejéis de la fornicación, que cada uno de vosotros sepa poseer su cuerpo con santidad y honor, pues no nos llamó Dios a la impureza, sino a la santidad.” (1Tes 4,3-5.7).

Vivir el sexo en el matrimonio – de modo puro y santo – puede ser difícil y hasta parecer imposible; pero no lo es. Con la gracia de Dios y con el esfuerzo personal es posible aproximarse a la santidad en el día a día de nuestra vida. ¡Que Dios nos ayude a buscar la santidad para que el mundo crea!

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Fuente: Comunidad Canción Nueva

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