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martes, 4 de diciembre de 2007

Los grandes temas de la Fe según San Pablo (III) / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Discernimiento de espíritus, carisma importante

Ante la diversidad de carismas o dones del Espíritu, es necesario el carisma de discernimiento de espíritus (1 Co 12, 10) a fin de probarlo todo y quedarse con lo bueno (1 Ts 5, 12. 19-21). Deben los pastores de la Iglesia "reconocer los servicios y carismas de los fieles" (LG 30); "el juicio de su autenticidad y de su ejercicio razonable pertenece a quienes tienen la autoridad en la Iglesia" (LG 12). Los criterios de discernimiento son fundamentalmente dos, como indica San Pablo: La fe en Jesucristo Resucitado, como Señor.. "Nadie puede decir: ¡Jesús es Señor!, si no es bajo la acción del Espíritu Santo" (1 Co 12, 3; 1 In 4, 2-3). Y también: El carácter de "servicio" que debe acompañar a todo carisma auténtico. Se trata de edificar la Iglesia, crear comunidad (1 Co 12, 7; 14, 1-33).

Carisma y vocación

Con frecuencia el don del Espíritu, o carisma, tiene todos los caracteres de una llamada. Es lo que dentro de la Iglesia entendemos por vocación: una llamada de Dios que invita al hombre a un género de vida especial, y de una manera permanente. La respuesta a la vocación exige una entrega total. Son ejemplos típicos de vocación, la vocación para la vida religiosa o para el ministerio sacerdotal. Pero no se debe restringir la realidad de la vocación a esos casos clásicos: "La vida de todo hombre es una vocación dada por Dios para una misión concreta" (Pablo VI, Populorum Progressio, n. 15). Nuestro Dios es esencialmente un Dios vivo que llama, que inicia el diálogo con el hombre, que escoge a personas para hacer avanzar la historia de la salvación con su actividad, su testimonio y su estilo de vida.

 Apóstoles: Como los grandes animadores y guardianes o centinelas de la Comunidad Cristiana, y son los administradores de la gracia de Cristo a través de los sacramentos.

 Sacramentos que se administran en la Comunidad de Efeso: Bautismo (Ef. 4,5; Ef. 5,26; Hch 19,1-6) – Confirmación (Ef. 1,13)– Eucaristía; Penitencia – Unción de enfermos (Ef. 1,7)

 Sacramentales o parasacramentos : Oración de Sanación y de liberación (perdón de pecados) (Ef. 1,7; Hch 19,11-20) y la bendición de los esposos (Ef. 5,21-32)

 Los cuatro fundamentos de la Comunidad Cristiana: Es una Comunidad que tiene cuatro elementos que constituye su propia identidad (Catequesis, Oración, Eucaristía y compartir los bienes), constituida como exigencia de la Misión, para hacer con eficacia el mandato de Jesús, con capacidad creativa y de adaptación a los nuevos retos de la Misión.

 Las cuatro notas de la Comunidad Cristiana: Las diferentes Comunidades Cristianas estaban impregnadas por las huellas y el estilo del Apóstol que la había fundado, entonces podría variar la forma de celebrar la liturgia y esto es una gran riqueza cultural.

San Pablo nos habla de la unidad de la fe en el conocimiento del Hijo de Dios (Ef. 4,13), por lo tanto estamos hablando de una sola Iglesia que es plural, que tiene vocación de ser universal (Católica), es Santa y fundamentada en la Fe de los Apóstoles que es la única Fe de la Iglesia (EF 4,6)

 Configuración interna de la Comunidad: La Comunidad Cristiana es una Fraternidad donde la autoridad está al servicio de la Comunidad y que confiesa la fe de Pedro que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios que celebra el día del Señor y tiene su origen en el grupo de los Doce [y que no tiene el monopolio del Espíritu Santo]

Generalmente, San Pablo cuando acaba la misión dejaba a un obispo al cargo de esta nueva Comunidad, y éste ordenaba a los sacerdotes y había diáconos para la atención de los pobres. La segunda carta a Timoteo se da recomendaciones para ellos.

En la Comunidad Cristiana de Galacia, tenemos otro indicio de vitalidad: los tiempos presentes en Ga 3,5. Después de haber dicho (v. 2) que «recibieron» el Espíritu por haber "escuchado» la fe, les dice: “El que os está otorgando el Espíritu y está realizando milagros entre vosotros, ¿lo hace por causa de las obras de la Ley o por causa de la fe que habéis escuchado?”

Otro tiempo presente, en 4,6: “Porque sois hijos, Dios ha enviado el Espíritu de su Hijo en vuestros corazones, el cual grita: «Abbá, Padre»”

Parece claro que los cristianos tenían sus propias reuniones, en las cuales experimentaban aquellos dones del Espíritu.

Llevadas por laicos en misión pastoral

Todo eso, si no queremos atribuirlo a un milagro continuado, nos hará pensar en la presencia de unos líderes, que instruían a aquellas comunidades (¡se les presuponen buenos conocimientos de historia sagrada!) y las acompañaban en su crecimiento.

En cuanto a la forma de aquella enseñanza, Gálatas usa dos términos que han pasado a la posteridad: «catequista» y «catecúmeno», dos derivados de la palabra griega êkhô) «eco»: el maestro pronuncia unas palabras y el discípulo las va repitiendo hasta que las aprende. Con todo, la relación entre uno y otro debió de ser más profunda: “Que el catequizado comparta toda clase de bienes con aquel que lo catequiza en la palabra” (Ga 6,6).

Es decir: que el catequizado no sólo tiene que preocuparse de la manutención de aquel que lo catequiza (recordemos que Pablo, personalmente, renunciaba a ello), sino que le tiene que contar sus alegrías y sus penas.

Monseñor Luís Martínez Sistach en su carta dirigida a toda la diócesis de Tarragona el 18 de Abril del 2001 titulada: “Reorganització de la Diòcesi davant de la disminució de preveres” escribió: “En referencia al don profético que se recibe en el bautismo, los laicos pueden realizar el servicio de la catequesis, puede recibir el nombramiento de enseñar ciencias sagradas, pueden ser llamados para cooperar con el obispo y los presbíteros en el ministerio de la Palabra, ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio, pueden ser enviados a una tarea misional […] Con relación al Don sacerdotal, los laicos pueden recibir los ministerios de lector y acolitado; puede administrar el bautismo un laico catequista [delegado de la Palabra] u otro designado por el obispo, si está ausente o impedido el ministro ordinario, pueden ser ministros extraordinarios de la Eucaristía, ser delegados para matrimonios, allá donde no haya ni presbíteros ni diáconos, previo el voto favorable de la Conferencia Episcopal y la licencia de la Santa Sede” . Estos ministerios que se desprende del don sacerdotal, son tareas de suplencia que realizan los laicos.

Mons. Luís prosigue: “En referencia a aquella primera categoría de las tareas intraeclesiales propias de los laicos, es necesario que el campo sea muy amplio para todos los ámbitos, pero especialmente en el parroquial y en el arciprestal. Será innumerable la lista de participación que está haciendo el laico en el Seno de la Iglesia colaborando con los sacerdotes y diáconos. Como afirma Pere Tena: ‘la capacidad de colaborar con el ministerio jerárquico viene de la misma condición sacramental del cristiano, será tan amplia como lo pidan las necesidades de la vida cristiana, en el marco de la comunión eclesial’ ‘El ejercicio de estas tareas no hace del laico un pastor: en realidad no es la tarea que constituye un ministerio, sino al orden sacerdotal’ . Así mismo es preciso evitar el peligro de clericalizar a los laicos asumiendo indebidamente tareas eclesiales que corresponden a los clérigos”

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