* «Solo cuando perdonamos pueden darse conversiones. ¡Cuántas veces he recordado esta palabra del Evangelio: ‘¡No juzguéis!’. Por otro lado, Dios lo sabe. Si le damos nuestra confianza, Dios podrá realizar otra justicia. Una justicia divina, ajustada, que brota de su amor incondicional. Renunciar a la justicia de los hombres puede ser también un acto de abandono que abre el cielo y deja actuar al poder divino. Dios usa nuestra historia, pero esta lucha no es nuestra, está más allá de nosotros. Una experiencia cuando los niños eran adolescentes preparó mi corazón para perdonar siempre, a todos. Porque nadie puede conocer el verdadero tesoro de un alma… Y una nota encontrada en la que Yann me había escrito: ‘Mamá, tú me ayudas, porque tú siempre perdonas’, escrita en el momento en que sufrió abusos, me guía todos los días. Víctimas y verdugos, todos son hijos de Dios. Desde la perspectiva de Dios, todos son perdonables, así como una madre perdona a sus hijos incondicionalmente. Como madre, realmente entiendes algo de este amor incondicional de Dios. Dios conoce el corazón de cada persona, así como las circunstancias que la inclinan hacia un lado o hacia el otro»