* «De hecho, hay una buena noticia, un feliz anuncio, incluso a propósito de la santidad de Cristo. No es tanto que Jesús sea el Santo de Dios, o el hecho de que nosotros también debemos ser santos e inmaculados. No, la sorpresa feliz es que Jesús comunica, da, nos regala su santidad. Que su santidad es también nuestra. Es más, que él mismo es nuestra santidad. Jesús en el bautismo, no sólo nos transmite lo que tiene, sino también lo que es. Es santo y nos hace santos; es el Hijo de Dios y nos hace hijos de Dios. La santidad cristiana, antes que un deber, es un don. ¿Qué se puede hacer para acoger este don y hacer que sea, por así decirlo, una experiencia vivida y no sólo creída? La primera y fundamental respuesta es la fe. No una fe cualquiera, sino la fe por la cual nos apropiamos de lo que Cristo ha adquirido para nosotros. La fe que da el golpe de audacia y que realiza el impulso de nuestra vida cristiana. Lo que Cristo se ha convertido «para nosotros» —justicia, santidad y redención— nos pertenece; ¡es más nuestro que si lo hubiéramos hecho nosotros! ‘Como ya no nos pertenecemos a nosotros mismos, sino a Cristo que nos compró a un caro precio, se sigue —escribe el gran maestro bizantino Cabasilas— que lo que es de Cristo nos pertenece, es más nuestro que lo que viene de nosotros’»
Vídeo completo en italiano de la 2ª predicación de cuaresma del Cardenal Raniero Cantalamessa de la transmisión en directo de Vatican News. El vídeo puede verse con los subtítulos en español entrando en subtítulos C, acto seguido en la ruedecita de la derecha de configuración, luego en subtítulos, después en traducir automáticamente y eligiendo el español
* «Si realmente no queremos dejarnos sin al menos un pequeño propósito práctico, aquí hay uno que puede ayudarnos. La santidad de Jesús consistió en hacer siempre lo que al Padre le gustaba. «Siempre hago —decía— las cosas que le agradan» (Jn 8,29). Tratemos de preguntarnos tan a menudo como podamos, frente a cada decisión que hay que tomar y de cada respuesta que hay que dar: «¿Qué es, en el presente caso, lo que Jesús quiere que haga?» y hacerlo sin demora. Saber cuál es la voluntad de Jesús es más fácil que saber en abstracto cuál es «la voluntad de Dios» (aunque las dos cosas realmente coinciden). Para conocer la voluntad de Jesús, todo lo que tenemos que hacer es recordar lo que dice en el Evangelio. El Espíritu Santo está allí, listo para recordárnoslo»