* «Mi familia es un regalo de Dios que no merezco, con ellos he aprendido a donarme, a salir de mi misma, porque era muy egoísta y solo pensaba en mí, pero con ellos aprendí a ser diferente, inclusive a divertirme. Mi matrimonio es de las mejores cosas que me han pasado. Es uno de los grandes regalos que Dios me ha hecho. Antes de estar en una comunidad yo no le veía importancia a este sacramento, pero Dios por su infinito amor, y a través de la Iglesia, que es madre y maestra me ha enseñado ser esposa y madre. Mis hijos, todos ellos, son un milagro de Dios. Mi esposo y yo hemos tenido los hijos que Dios nos ha dado. Todos han sido con cesárea y Dios en cada embarazo nos ha ayudado. Nosotros no somos unos padres perfectos, y mis hijos tampoco lo son. Somos un desastre, pero con la ayuda de Dios y su hijo Jesucristo, estamos en medio del combate de la vida, somos una familia misionera, que hemos dejado todo para irnos a anunciar el Evangelio. Dios es fiel y nunca deja a sus hijos solos»