17 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.
lunes, 17 de febrero de 2025
domingo, 16 de febrero de 2025
Papa Francisco en homilía leída por el Cardenal José Tolentino, 16-2-2025: «Mirar la realidad con la mirada de Dios, que ve más allá de las apariencias y reconoce la belleza, aun en la fragilidad y en el sufrimiento»
* «El artista es aquel o aquella que tiene la tarea de ayudar a la humanidad a no perder la dirección, a no extraviar el horizonte de la esperanza. Pero, atención, no una esperanza fácil, superficial, desencarnada. ¡No! La verdadera esperanza se entrelaza con el drama de la existencia humana. No es un refugio cómodo, sino un fuego que arde e ilumina, como la Palabra de Dios. Por eso el arte auténtico es siempre un encuentro con el misterio, con la belleza que nos supera, con el dolor que nos interroga, con la verdad que nos llama. De otro modo, “¡ay!”. El Señor es severo en su exhortación»
Vídeo de la transmisión en directo de Vatican News, traducido al español, con la homilía del Papa
* «Como escribe el poeta Gerard Manley Hopkins, ‘el mundo está cargado de la grandeza de Dios. / Flamea de pronto, como relumbre de oropel sacudido’. Esta es la misión del artista: descubrir y revelar esa grandeza escondida, hacerla visible a nuestros ojos y a nuestros corazones»
16 de febrero de 2025.- (Camino Católico) En una abarrotada Basilica de San Pedro, el Cardenal José Tolentino de Mendonça, Prefecto del Dicastero per la Cultura y la educación ha leído la homilía que el Papa Francisco había preparado para la Misa del Jubileo de los artistas y el mundo de la cultura. El Papa Francisco les ha exhortado a “Mirar la realidad con la mirada de Dios, que ve más allá de las apariencias y reconoce la belleza, aun en la fragilidad y en el sufrimiento”.
En la homilía, el Papa Francisco recuerda que vivimos un tiempo de crisis complejas, crisis económicas y sociales pero sobre todo “crisis del alma”: “Nos planteamos cuestiones sobre el tiempo y la orientación. ¿Somos peregrinos o errantes? ¿Caminamos con una meta o estamos dispersos deambulando?” pregunta el Pontífice y recuerda que el artista es aquel o aquella “que tiene la tarea de ayudar a la humanidad a no perder la dirección y a no extraviar el horizonte de la esperanza”.
El Prefecto del Dicasterio para la Cultura y la Educación, el Cardenal Tolentino Mendonça, ha pedido oraciones por la salud del Papa Francisco que el viernes fue ingresado en el Policlínico Agostino Gemelli de Roma debido a una bronquitis que ha empeorado en los últimos días: “Nuestro primer pensamiento va al Papa Francisco, rezamos por su salud. Agradecemos el apoyo que nos ofrece siempre”, ha asegurado desde el altar mayor de la basílica de San Pedro del Vaticano antes de comenzar con la liturgia de la Eucaristía. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la homilía del Santo Padre traducida al español, cuyo texto completo es el siguiente:
JUBILEO DE LOS ARTISTAS Y DEL MUNDO DE LA CULTURA
SANTA MISA
HOMILÍA DEL SANTO PADRE FRANCISCO
LEÍDA POR EL CARDENAL JOSÉ TOLENTINO DE MENDONÇA
Basílica de San Pedro,
VI Domingo del Tiempo Ordinario, 16 de febrero de 2025
En el Evangelio que acabamos de escuchar, Jesús proclama las Bienaventuranzas frente a los discípulos y a una multitud de personas. Las hemos escuchado muchas veces y, sin embargo, no dejan de sorprendernos: «¡Felices ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece! ¡Felices ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados! ¡Felices ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!» (Lc 6,20-21). Estas palabras invierten la lógica del mundo y nos invitan a mirar la realidad con ojos nuevos, con la mirada de Dios, que ve más allá de las apariencias y reconoce la belleza, aun en la fragilidad y en el sufrimiento.
La segunda parte tiene palabras duras y de advertencia: «¡Ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen consuelo! ¡Ay de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!» (Lc 6,24-25). El contraste entre “felices ustedes” y “ay de ustedes” nos remite a la importancia de discernir dónde ponemos nuestra seguridad.
Ustedes, artistas y personas de cultura, están llamados a ser testigos de la visión revolucionaria de las Bienaventuranzas. Su misión no sólo es crear belleza, sino revelar la verdad, la bondad y la belleza escondidas en los pliegues de la historia, de dar voz a quien no tiene voz, de transformar el dolor en esperanza.
Vivimos un tiempo de crisis compleja, que es económica y social y, ante todo, es crisis del alma, crisis de significado. Nos planteamos cuestiones sobre el tiempo y la orientación. ¿Somos peregrinos o errantes? ¿Caminamos con una meta o estamos dispersos deambulando? El artista es aquel o aquella que tiene la tarea de ayudar a la humanidad a no perder la dirección, a no extraviar el horizonte de la esperanza.
Pero, atención, no una esperanza fácil, superficial, desencarnada. ¡No! La verdadera esperanza se entrelaza con el drama de la existencia humana. No es un refugio cómodo, sino un fuego que arde e ilumina, como la Palabra de Dios. Por eso el arte auténtico es siempre un encuentro con el misterio, con la belleza que nos supera, con el dolor que nos interroga, con la verdad que nos llama. De otro modo, “¡ay!”. El Señor es severo en su exhortación.
Como escribe el poeta Gerard Manley Hopkins, «el mundo está cargado de la grandeza de Dios. / Flamea de pronto, como relumbre de oropel sacudido». Esta es la misión del artista: descubrir y revelar esa grandeza escondida, hacerla visible a nuestros ojos y a nuestros corazones. El mismo poeta percibía también en el mundo un «eco de plomo» y un «eco de oro». El artista es sensible a esas resonancias y, con su obra, realiza un discernimiento y ayuda a los demás a discernir entre los diferentes ecos de los hechos de este mundo. Y los hombres y las mujeres de cultura están llamados a valorar esos ecos, a explicárnoslos y a iluminar el camino por el que nos llevan; si son cantos de sirenas que nos seducen o bien llamadas de nuestra humanidad más verdadera. Se les pide una sabiduría para distinguir lo que es como «paja que se lleva el viento» de aquello que es sólido «como un árbol plantado al borde de las aguas» y capaz de dar fruto (cf. Sal 1,3-4).
Queridos artistas, veo en ustedes unos custodios de la belleza que sabe inclinarse ante las heridas del mundo, que sabe escuchar el grito de los pobres, de los que sufren, de los heridos, de los presos, de los perseguidos, de los refugiados. Veo en ustedes unos custodios de las Bienaventuranzas. Vivimos en una época en la que se levantan nuevos muros, en la que las diferencias se vuelven un pretexto para la división más que una ocasión de enriquecimiento mutuo. Pero ustedes, hombres y mujeres de cultura, están llamados a construir puentes, a crear espacios de encuentro y de diálogo, a iluminar las mentes y a encender los corazones.
Alguno podría decir: “Pero, ¿para qué sirve el arte en un mundo herido? ¿No hay quizá cosas más urgentes, más concretas, más necesarias?”. El arte no es un lujo, sino una necesidad del espíritu. No es huida, sino responsabilidad, invitación a la acción, llamada, grito. Educar en la belleza significa educar en la esperanza. Y la esperanza nunca está separada del drama de la existencia; atraviesa la lucha cotidiana, las fatigas de la vida, los desafíos de nuestro tiempo.
En el Evangelio que hoy hemos escuchado, Jesús proclama bienaventurados a los pobres, a los afligidos, a los pacientes, a los perseguidos. Es una lógica invertida, una revolución de la perspectiva. El arte está llamado a participar en esta revolución. El mundo tiene necesidad de artistas proféticos, de intelectuales valientes, de creadores de cultura.
Déjense guiar por el Evangelio de las Bienaventuranzas, y que el arte que hacen sea anuncio de un mundo nuevo; que su poesía nos lo haga ver. No dejen nunca de buscar, de interrogar, de arriesgar. Porque el verdadero arte nunca es cómodo, ofrece la paz de la inquietud. Y recuerden: la esperanza no es una ilusión; la belleza no es una utopía; el don que tienen no es una casualidad, es una llamada. Respondan con generosidad, con pasión, con amor.
Francisco
Fotos: Vatican Media, 16-2-2025
Homilía de Mons. José Manuel Lorca, obispo de Cartagena, y lecturas de la Misa de hoy, VI domingo de Tiempo Ordinario, 16-2-2025
16 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Homilía de Mons. José Manuel Lorca Planes, obispo de Cartagena, y lecturas de hoy, VI domingo de Tiempo Ordinario, emitida por 13 TV desde la Catedral de Murcia.
Santa Misa de hoy, VI domingo de Tiempo Ordinario, en la Catedral de Murcia, 16-2-2025
16 de febrero de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, VI domingo de Tiempo Ordinario, presidida por Mons. José Manuel Lorca Planes, obispo de Cartagena, emitida por 13 TV desde la Catedral de Murcia.
Misterios Gloriosos del Santo Rosario desde el Santuario de Lourdes, 16-2-2025
16 de febrero de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy domingo, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.
Palabra de Vida 16/2/2025: «Bienaventurados los pobres. Ay de vosotros, los ricos» / Por P. Jesús Higueras
Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 16 de febrero de 2025, domingo de la 6ª semana de Tiempo Ordinario, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.
Evangelio: San Lucas 6, 17. 20-26:
En aquel tiempo, Jesús bajó del monte con los Doce, se paró en una llanura con un grupo grande de discípulos y una gran muchedumbre del pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el reino de Dios.
Bienaventurados los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
Bienaventurados los que ahora lloráis, porque reiréis.
Bienaventurados vosotros cuando os odien los hombres, y os excluyan, y os insulten, y proscriban vuestro nombre como infame, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya habéis recibido vuestro consuelo.
¡Ay de vosotros, los que estáis saciados!, porque tendréis hambre! ¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que vuestros padres hacían con los falsos profetas».
Homilía del evangelio del domingo: Bienaventurados los que han crucificado su egoísmo y, demoliendo las murallas que los separan de sus hermanos, han hecho del Señor su muralla y su tesoro / Por P. José María Prats
* «Bienaventurados quienes no están dispuestos a reír mientras alguien llore ni a callar mientras alguien sea explotado. Bienaventurados, en definitiva, quienes siguen a Cristo, quien, siendo de condición divina, se despojó de su rango y se hizo pobre para enriquecernos y murió por nosotros para darnos la vida. Bienaventurados porque, al compartir su vida, compartirán también su resurrección y su gloria»
Domingo VI del tiempo ordinario - C
Jeremías 17, 5-8 / Salmo 1 / 1 Corintios 15, 12.16-20 / San Lucas 6, 17.20-26
P. José María Prats / Camino Católico.- Este pasaje de las bienaventuranzas según San Lucas es un texto importante de la Sagrada Escritura que deberíamos tener muy presente.
La primera lectura nos da la clave de su interpretación: «Maldito quien confía en el hombre, y en la carne busca su fuerza, apartando su corazón del Señor ... Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza».
Ésta es la gran tentación en este mundo: intentar construir con estrategias humanas nuestro pequeño cielo aquí en la tierra protegiéndolo con las murallas del poder y las riquezas. Construir un cielo privado y exclusivo donde poder saciar nuestras necesidades, deseos y vanidades; un cielo donde nos parece que lo tendremos todo pero donde, en realidad, no tendremos nada, porque nos faltará lo esencial: Dios y el amor.
Ay, por lo tanto, de los ricos, de los que están saciados, de los que ríen y de los que son admirados; ay de aquellos que han levantado a su alrededor una muralla que los separa de los pobres, de los hambrientos, de los que lloran, de los que son perseguidos y explotados. Ay de ellos porque, encerrados en su egoísmo, han desterrado de sus vidas al autor de la vida. Ay porque cuando suene la trompeta que nos llama a juicio, sus murallas construidas sobre la injusticia, el poder y las riquezas, se derrumbarán como las murallas de Jericó y entonces se verán pobres, desnudos e indefensos; y allí será el llanto y el rechinar de dientes.
Bienaventurados, en cambio, los que han crucificado su egoísmo y, demoliendo las murallas que los separan de sus hermanos, han hecho del Señor su muralla y su tesoro. Bienaventurados quienes no están dispuestos a reír mientras alguien llore ni a callar mientras alguien sea explotado. Bienaventurados, en definitiva, quienes siguen a Cristo, quien, siendo de condición divina, se despojó de su rango y se hizo pobre para enriquecernos y murió por nosotros para darnos la vida. Bienaventurados porque, al compartir su vida, compartirán también su resurrección y su gloria.
P. José María Prats
Evangelio
En aquel tiempo, Jesús bajó de la montaña y se detuvo con sus discípulos en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón. Y Él, alzando los ojos hacia sus discípulos, decía:
«Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.
»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».
San Lucas 6, 17.20-26
sábado, 15 de febrero de 2025
Philippe Le Vert, viudo y ex piloto de combate sintió la llamada al sacerdocio al fallecer su esposa; con 10 años iba a morir ahogado y clamó: «Señor, sálvame! Hágase tu voluntad y sentí al instante una gran paz»
Philippe Le Vert ha sido ordenado diácono para finalmente ser sacerdote / Foto: Cortesía de Philippe Le Vert
* «Fue apenas un mes después del funeral de mi mujer. Hubiera podido decir: 'Señor, ¡cómo puedes mostrarme tu amor en este momento en que me has quitado a mi mujer, a la que tanto amaba!' Pero la percepción que tuve del amor de Dios fue tan fuerte, como nunca antes había experimentado, que así surgió la llamada a ser sacerdote»
Camino Católico.- A Philippe Le Vert le encanta el número tres. Fue la dimensión trinitaria de Dios lo que le animó intelectualmente a abrazar la religión católica. Pero el tres es también el número de llamadas que ha recibido en su vida, y a las que ha respondido plena y completamente, comprometiéndose en cuerpo y alma cada vez: la llamada a servir a su país, a su familia y ahora a su Iglesia. De hecho, Philippe Le Vert es un diácono muy joven, ¡tiene 70 años! Viudo, padre y abuelo, fue ordenado diácono con vistas al sacerdocio el 13 de octubre de 2024 en la diócesis de Valence (Drôme).
Se escribe una nueva página para este antiguo piloto de caza que pasó 30 años en el Ejército del Aire francés. Su vocación sacerdotal se produce un mes después del fallecimiento de Christine, su esposa desde hacía 44 años. Padre de dos hijos, uno de los cuales murió en la infancia, y abuelo de siete nietos, actualmente continúa su formación "sobre el terreno", en la parroquia de Saint Émilien, en Valence.
Philippe Le Vert creció y estudió en Tahití, en la Polinesia Francesa. "Mi madre, que era muy religiosa, nos dio una educación muy religiosa, y mi padre era ateo, hasta que se convirtió después de que yo casi me ahogara cuando tenía 10 años", dice a Mathilde De Robien en Aleteia. "¿Quizá rezó entonces y su oración fue escuchada? Sea como fuere, se convirtió en un católico practicante y convencido".
Este accidente tuvo un profundo efecto en Philippe Le Vert y fue su primera experiencia de entrega total a la voluntad del Señor. Arrastrado por la corriente ante la mirada de pánico de su familia, el joven Philippe, que entonces tenía 10 años, se sintió presa del pánico porque estaba convencido de que iba a morir. Pero pronto empezó a rezar: "¡Señor, sálvame! Hágase tu voluntad". "Después de decir eso, sentí al instante una gran sensación de paz, ¡justo cuando estaba a punto de ahogarme! Estaba preparado para cualquier eventualidad". Finalmente, una corriente de agua lo depositó sobre una roca de coral, y fue rescatado por pescadores tahitianos. "Nunca volví a sentir esa profunda sensación de paz después de aquello", dice 60 años después.
"Una llamada" en dos etapas
A los 12 años, Philippe Le Vert confesó a su madre su deseo de ser sacerdote, incluso misionero. "Mi madre rechazó la idea y yo mismo la abandoné muy pronto", recuerda.
Después de su bachillerato, regresó a Francia continental e hizo sus clases preparatorias en Versalles. Fue allí donde hizo la transición de su fe infantil a su fe adulta. La dimensión trinitaria de Dios le confirmó en la religión católica. "Para mí, un Dios solo podía existir si era trino. ¿Qué podría hacer por sí solo?"
"Me gusta comparar a Dios con un músico: el músico es la imagen del Padre, la música es la imagen del Hijo, y la comunión entre el músico y la música es la del Espíritu Santo. Tres realidades diferentes pero interdependientes: si no hay músico, no hay música; si no hay música, es porque el músico está muerto; si no hay comunión, ¡es porque la música no es muy buena! Solo la religión católica me ofrecía un Dios vivo, en tres personas".
Philippe Le Vert y su esposa el día de su boda / Foto: Cortesía de Philippe Le Vert
Philippe Le Vert se casó joven, a los 22 años, y persiguió su sueño infantil de convertirse en piloto. Obtuvo su licencia en 1978. En total, acumuló más de 4 mil horas de vuelo, principalmente en aviones de combate. Antes de abandonar voluntariamente el Ejército en 2003, fue Jefe de la sección OTAN de la División Internacional del Estado Mayor de las Fuerzas Armadas.
Con una salud delicada, su esposa Christine falleció el 29 de diciembre de 2020 tras una cuarta operación de corazón, después de 44 años de matrimonio. Fue durante un retiro espiritual tras la muerte de su esposa cuando Philippe Le Vert sintió una vaga llamada al sacerdocio.
"Fue apenas un mes después del funeral de mi mujer. Hubiera podido decir: 'Señor, ¡cómo puedes mostrarme tu amor en este momento en que me has quitado a mi mujer, a la que tanto amaba!' Pero la percepción que tuve del amor de Dios fue tan fuerte, como nunca antes había experimentado, que así surgió la llamada a ser sacerdote", confiesa.
Una vida matrimonial y familiar llena de alegrías y penas
Philippe Le Vert se casó con Christine el 18 de diciembre de 1976, plenamente consciente de sus problemas de salud. "Si yo, que la amo, no me caso con ella, ¿quién lo hará?", respondió a su padre preocupado.
"Mi vida de casado ha sido extraordinaria, ¡he tenido una esposa extraordinaria! Y hemos tenido la suerte de compartir la misma fe y de crecer y progresar juntos en esa fe".
En 1977, la joven pareja sufrió su primera prueba cuando Philippe y Christine perdieron a su hijo Olivier poco después de nacer. "Fue una experiencia terrible, aquella larga batalla espiritual en la iglesia de San Miguel . Tuvimos que tomar la decisión de seguir creyendo en la oscuridad lo que se había aceptado a la luz de una vida que hasta entonces había transcurrido sin problemas". Dos años más tarde, la pareja tuvo la alegría de dar la bienvenida a su hija Fabienne, a la que transmitieron su ardiente fe.
"Nuestra pareja tuvo una vida muy rica", dice Philippe Le Vert. Crearon un oratorio familiar, vivieron una importante experiencia de oración en pareja, participaron en los más diversos servicios de la Iglesia, en función de sus destinos… También fue una vida marcada por las hospitalizaciones de Christine, que fue sometida a 17 operaciones, cuatro de ellas a corazón abierto. Son pruebas que la pareja soportó junto a Cristo.
"Incluso en los momentos más oscuros, siempre sentí la presencia de Dios y su ayuda. Por un lado estaba el lado oscuro de la prueba y por otro la luz de Dios. Los dos coexistían", dice Philippe Le Vert.
En marzo de 2020, los médicos anunciaron la perspectiva de una cuarta operación de alto riesgo. "Al principio hubo un sentimiento de revuelta, de angustia por supuesto, porque ella había tenido una mala experiencia física de las otras operaciones, pero los dos nos esforzamos por aceptarlo y llegamos a la operación, ocho meses después, en paz y abandonados". Christine murió tres semanas después de la operación.
Una nueva etapa como futuro sacerdote
"Siento que me han llamado a tres cosas distintas", confiesa Philippe Le Vert. Una primera llamada para servir a su país, una segunda para servir a su familia y una tercera para servir a Dios. "Aunque las tres son esenciales, quizá sea la llamada al sacerdocio la más fuerte".
Una nueva vocación ante la que su hija y sus nietos "reaccionaron muy bien". Su acuerdo era necesario, y Mons. Pierre-Yves Michel, antiguo obispo de la diócesis de Valence, se mostró muy dispuesto a escuchar a cada miembro de la familia. Fabienne, la hija de Philippe, a la que está muy unido, era quizá la más disgustada: "¡Habría esperado entregar a uno de mis hijos a Dios, pero no a mi padre! En cuanto al nieto mayor, de 18 años en aquel momento, estaba encantado, ¡pero dejó claro que "no iría a confesarse con su abuelo"!
Philippe Le Vert, su hija Fabienne y sus nietos / Foto: Cortesía de Philippe Le Vert
Tras estudiar dos años en la Universidad Católica de Lyon (Institut Pastoral d'Études Religieuses) y obtener un certificado en formación pastoral, Philippe Le Vert trabaja ahora en la parroquia de Saint-Émilien, en Valence.
"Me dejo guiar. ¡Y menos mal que no escuchan todas mis reservas! ¡Dios tiene una forma maravillosa de enseñar!" Por ejemplo, al principio era reacio a celebrar funerales y reunirse con familias en duelo. "Pero una vez que me entrené y me puse en marcha, ¡fue una experiencia increíblemente enriquecedora!"
Abandonarse a la voluntad del Señor es una experiencia que Philippe Le Vert ya vivió en las costas de Tahití, hace 60 años, y que ha resultado increíblemente fructífera.