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miércoles, 1 de octubre de 2025

Papa León XIV en la Audiencia General, 1-10-2025: «El Señor nos enseña sus heridas y dice: Paz a vosotros; no tengáis miedo de mostrar vuestras heridas sanadas por la misericordia»

 


* «Esta paz que nos da el Resucitado es signo de un amor reconciliado con todo lo que ha sufrido, que ha sabido perdonar toda infidelidad y toda traición. Nosotros, en cambio, solemos esconder nuestras heridas, nos cuesta perdonar y vivir en paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Por eso, contemplemos a Cristo resucitado, pidámosle que nos ayude a redescubrir la alegría y la belleza de vivir para poder dar vida a los demás, y que nos enseñe a ser en el mundo, azotado por la muerte y la destrucción, instrumentos de misericordia y reconciliación» 


Video completo de la transmisión en directo realizada por Vatican News de la catequesis traducida al español y de la síntesis que el Papa León XIV ha hecho en nuestro idioma

* «Me entristecen las noticias que llegan desde Madagascar sobre los violentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y jóvenes manifestantes, que han provocado la muerte de algunos de ellos y un centenar de heridos. Oremos al Señor para que se evite siempre cualquier forma de violencia y se favorezca la búsqueda constante de la armonía social mediante la promoción de la justicia y del bien común»

1 de octubre de 2025.- (Camino Católico).- “El Señor también nos enseña sus heridas y dice: Paz a vosotros. No tengáis miedo de mostrar vuestras heridas sanadas por la misericordia. No temáis aproximaros a quien está encerrado en el miedo o en el sentimiento de culpa. Que el soplo del Espíritu nos haga también a nosotros testigos de esta paz y de este amor más fuertes que toda derrota”, ha subrayado el Papa León XIV en la catequesis de la audiencia general del primer miércoles de octubre.

En una plaza de San Pedro repleta de fieles procedentes de todo el mundo, el Obispo de Roma remarca que ésta “es la fuerza que ha hecho nacer y crecer la comunidad cristiana: hombres y mujeres que han descubierto la belleza de volver a la vida para poder donarla a los demás”.


El Pontífice centra su meditación en el tema jubilar “Jesucristo, nuestra esperanza”. En particular, se detiene en la Pascua de Jesús, tal y como se describe en el Evangelio de Juan, y en la visita del Resucitado a los discípulos, “sus amigos”, encerrados en el cenáculo y “paralizados por el miedo”. Cristo, en cambio, les lleva “un don que ninguno hubiera osado esperar: la paz”.

Al final de la audiencia, el Papa León XIV expresa su "tristeza" ante las noticias de Madagascar, un país del este de África sacudido durante días por la violencia tras las manifestaciones lideradas por grupos juveniles por los cortes de agua y electricidad. En su llamamiento el Pontífice habla de "enfrentamientos violentos" entre la policía y los manifestantes, "que se saldaron con la muerte de algunos y un centenar de heridos". Según las últimas cifras publicadas por la ONU, 22 personas han muerto y más de un centenar han resultado heridas. “Oremos al Señor para que se evite siempre toda forma de violencia y se fomente la búsqueda constante de la armonía social mediante la promoción de la justicia y del bien común”.  En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha la catequesis traducida al español y la síntesis que el Santo Padre ha hecho en nuestro idioma, cuyo texto completo es el siguiente:

LEÓN XIV

AUDIENCIA GENERAL

Plaza San Pedro

Miércoles, 1 de octubre de 2025

Ciclo de catequesis - Jubileo 2025. Jesucristo, nuestra esperanza. III. La Pascua de Jesús. 9. La resurrección. «¡La paz esté con ustedes!» (Jn 20,21)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El centro de nuestra fe y el corazón de nuestra esperanza se encuentran profundamente enraizados en la resurrección de Cristo. Leyendo con atención los Evangelios, nos damos cuenta de que este misterio es sorprendente no solo porque un hombre -el Hijo de Dios- resucitó de entre los muertos, sino también por el modo en que eligió hacerlo. De hecho, la resurrección de Jesús no es un triunfo estruendoso, no es una venganza o una revancha contra sus enemigos. Es el testimonio maravilloso de cómo el amor es capaz de levantarse después de una gran derrota para proseguir su imparable camino.

Cuando nos recuperamos de un trauma causado por los demás, a menudo la primera reacción es la rabia, el deseo de hacer pagar a alguien lo que hemos sufrido. El Resucitado no actúa de este modo. Cuando emerge de los abismos de la muerte, Jesús no se toma ninguna venganza. No regresa con gestos de potencia, sino que manifiesta con mansedumbre la alegría de un amor más grande que cualquier herida y más fuerte que cualquier traición.

El Resucitado no siente la necesidad de reiterar o afirmar su propia superioridad. Él se aparece a sus amigos -los discípulos-, y lo hace con extrema discreción, sin forzar los tiempos de su capacidad de acoger. Su único deseo es volver a estar en comunión con ellos, ayudándolos a superar el sentimiento de culpa. Lo vemos muy bien en el cenáculo, donde el Señor se aparece a sus amigos aprisionados por el miedo. Es un momento que expresa una fuerza extraordinaria: Jesús, después de haber descendido a los abismos de la muerte para liberar a quienes allí estaban prisioneros, entra en la habitación cerrada de quienes están paralizados por el miedo, llevándoles un don que ninguno hubiera osado esperar: la paz.

Su saludo es simple, casi habitual: «¡Paz a vosotros!» (Jn 20, 19). Pero va acompañado de un gesto tan bello que resulta casi inapropiado: Jesús muestra a los discípulos las manos y el costado con los signos de la pasión. ¿Por qué exhibir sus heridas precisamente ante quienes, en aquellas horas dramáticas, lo renegaron y lo abandonaron? ¿Por qué no esconder aquellos signos de dolor y evitar que se reabra la herida de la vergüenza?

Y, sin embargo, el Evangelio dice que, al ver al Señor, los discípulos se llenaron de alegría (cf. Jn 20, 20). El motivo es profundo: Jesús está ya plenamente reconciliado con todo lo que ha sufrido. No guarda ningún rencor. Las heridas no sirven para reprender, sino para confirmar un amor más fuerte que cualquier infidelidad. Son la prueba de que, precisamente en el momento en que hemos fallado, Dios no se ha echado atrás. No ha renunciado a nosotros.

Así, el Señor se muestra nudo y desarmado. No exige, no chantajea. Su amor no humilla; es la paz de quien ha sufrido por amor y ahora finalmente puede afirmar que ha valido la pena.

Nosotros, en cambio, a menudo ocultamos nuestras heridas por orgullo o por el temor de parecer débiles. Decimos “no importa”, “ya ha pasado todo”, pero no estamos realmente en paz con las traiciones que nos han herido. A veces preferimos esconder nuestro esfuerzo por perdonar para no parecer vulnerables y no correr el riesgo de sufrir de nuevo. Jesús no. Él ofrece sus llagas como garantía de perdón. Y muestra que la resurrección no es la cancelación del pasado, sino su transfiguración en una esperanza de misericordia.

Luego, el Señor repite: «¡Paz a vosotros!». Y añade: «Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo» (v. 21). Con estas palabras, confía a los apóstoles una tarea que no es tanto un poder como una responsabilidad: ser instrumentos de reconciliación en el mundo. Es como si dijese: «¿Quién podrá anunciar el Rostro misericordioso del Padre sino vosotros, que habéis experimentado el fracaso y el perdón?».

Jesús sopla sobre ellos y les dona el Espíritu Santo (v. 22). Es el mismo Espíritu que lo ha sostenido en la obediencia al Padre y en el amor hasta la cruz. Desde ese momento, los apóstoles ya no podrán callar lo que han visto y oído: que Dios perdona, levanta, restaura la confianza.

El centro de la misión de la Iglesia no consiste en administrar un poder sobre los demás, sino en comunicar la alegría de quien ha sido amado precisamente cuando no se lo merecía. Es la fuerza que ha hecho nacer y crecer la comunidad cristiana: hombres y mujeres que han descubierto la belleza de volver a la vida para poder donarla a los demás.

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros somos enviados. El Señor también nos enseña sus heridas y dice: Paz a vosotros. No tengáis miedo de mostrar vuestras heridas sanadas por la misericordia. No temáis aproximaros a quien está encerrado en el miedo o en el sentimiento de culpa. Que el soplo del Espíritu nos haga también a nosotros testigos de esta paz y de este amor más fuertes que toda derrota.

Después, al saludar a los peregrinos de lengua española, el Papa ha dicho:

Queridos hermanos y hermanas:

Reflexionamos en esta catequesis sobre la resurrección de Jesús, misterio que da sentido a nuestra fe y a nuestra esperanza. Este acontecimiento es también testimonio de cómo el amor es capaz de resurgir, tras haber sido herido y humillado. Jesús, en efecto, no se deja llevar por sentimientos de rabia o deseos de venganza, sino que ofrece a todos la alegría de la paz que brota de su Corazón.

Esta paz que nos da el Resucitado es signo de un amor reconciliado con todo lo que ha sufrido, que ha sabido perdonar toda infidelidad y toda traición. Nosotros, en cambio, solemos esconder nuestras heridas, nos cuesta perdonar y vivir en paz con Dios, con nosotros mismos y con los demás. Por eso, contemplemos a Cristo resucitado, pidámosle que nos ayude a redescubrir la alegría y la belleza de vivir para poder dar vida a los demás, y que nos enseñe a ser en el mundo, azotado por la muerte y la destrucción, instrumentos de misericordia y reconciliación.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Espíritu Santo que nos haga testigos de la paz de Cristo, sin miedo a mostrar las heridas sufridas en el camino y sanadas por su misericordia, que son signo de un amor que es más fuerte que la muerte. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Además, en otras lenguas el Pontífice ha dicho:                 

Me entristecen las noticias que llegan desde Madagascar sobre los violentos enfrentamientos entre las fuerzas del orden y jóvenes manifestantes, que han provocado la muerte de algunos de ellos y un centenar de heridos. Oremos al Señor para que se evite siempre cualquier forma de violencia y se favorezca la búsqueda constante de la armonía social mediante la promoción de la justicia y del bien común.

Finalmente, pienso en los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Hoy recordamos a Santa Teresita del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia y patrona de las misiones. Que su ejemplo anime a todos a seguir a Jesús en el camino de la vida, dando testimonio gozoso del Evangelio en todas partes.

¡Mi bendición a todos!

Papa León XIV



Fotos: Vatican Media, 1-10-2025

A Carlos Escobedo los médicos le daban 6 meses de vida y así lo afrontó: «Este es el primer día y el último y más importante de mi vida; Dios me dice que tengo que vivirlo con amor, entregando la vida por los demás»


Carlos Escobedo, junto a su esposa e hijos, tras haber recuperado la movilidad

* «Una de las grandes enseñanzas de Dios fue el aprender a perder. Aprender a perder con amor, tomar mi cruz de cada día y negarme a muchas cosas … Dios me iba moldeando y me iba dando una nueva forma que él quería y él quiere que yo tenga. Para mí, el servicio es entregar la vida por los demás, entregar hasta la última gota de sangre, sea quien sea. Todo esto me ha servido para prepararme y formarme como servidor. No solamente se trata de la misión, sino de la actitud» 

Camino Católico.-  Desde su infancia, Carlos Escobedo, originario de Torreón, Coahuila, en México,  fue marcado por una profunda fe católica que cultivó en él un amor profundo por Dios. Padre de cuatro hijos y orgulloso abuelo de tres, hoy ha aprendido que la vida con Dios no siempre es fácil, pero siempre es transformadora.

Ese camino de transformación comenzó muchos años atrás, durante sus años en una preparatoria católica, donde tuvo su primer encuentro personal con Dios. Sin embargo, como muchos jóvenes, poco a poco fue dejando a un lado su relación con Dios para enfocarse en sus estudios profesionales.

Tras concluir la preparatoria, Carlos se preparó profesionalmente y obtuvo un título universitario en derecho. Su éxito profesional parecía sólido y duradero, pero Dios tenía otros planes para su vida.

Del éxito profesional al llamado divino

En 1999, justo cuando parecía haber alcanzado la cima del éxito, Carlos planeó un viaje de tres meses a los Estados Unidos, con la intención de trabajar y luego regresar a México para continuar su carrera como abogado. Sin embargo, una hermosa casualidad cambió sus planes cuando conoció a su ahora esposa Gaby, con quien decidió formar una familia en este país.

Desde su diagnóstico, Carlos Escobedo lleva la Palabra de Dios y esperanza a donde el Señor lo llama 

Pero el cambio no fue fácil. Ante esta nueva realidad, Carlos enfrentó múltiples retos, incluyendo dejar de lado su experiencia en trabajos de oficina para asumir labores físicas por primera vez.

“Mi primer gran reto fueron los cambios tan drásticos de lo que yo hacía. De estar frente a un escritorio y aquí trabajar físicamente”, comparte con El Pueblo Católico.

Comenzó trabajando como panadero, un oficio que, además de brindarle estabilidad en ese momento, le dejó grandes enseñanzas.

“Me encantaba trabajar en eso. Fue algo que fortaleció mi fe”, recuerda. “Dios me iba quitando cosas, pero me iba dando otras. Me estaba quitando la soberbia, me estaba quitando la ceguera de los ojos y me estaba abriendo los ojos a una vida con él”.

Como buen abogado en México, su objetivo siempre fue ganar cada demanda y caso que defendía. En EE. UU., su realidad era otra.

“Una de las grandes enseñanzas de Dios fue el aprender a perder. Aprender a perder con amor, tomar mi cruz de cada día y negarme a muchas cosas … Dios me iba moldeando y me iba dando una nueva forma que él quería y él quiere que yo tenga”, asegura.

Carlos recuerda que, a pesar de su carrera, en México vivía en desesperación pues había puesto su esperanza en el dinero y la posición social. Sin embargo, al comenzar de cero en otro país, sin nada material, descubrió algo maravilloso: “Era poner mi veleta al viento de Cristo. Y empecé a ver la vida de una manera muy bonita”.

Con el tiempo, Carlos y Gaby comenzaron a involucrarse en grupos de oración, la Renovación Carismática, y más recientemente en el Movimiento Familiar Cristiano, donde sirvieron durante casi 11 años.

Cuando el sufrimiento se convierte en camino

En el 2012, tras meses de incertidumbre y estudios médicos, Carlos fue diagnosticado con trastorno del espectro de la neuromielitis óptica (NMOSD, por sus siglas en inglés), un trastorno autoinmunitario poco frecuente que afecta principalmente el sistema nervioso central, en especial los nervios ópticos y la médula espinal.

Carlos Escobedo, durante su proceso de recuperación, tras haber perdido la visión de su ojo derecho y enfrentado dificultades de movilidad

Aunque al principio intentó aguantarse los síntomas para no preocupar a su familia, eventualmente terminó en una sala de emergencias debido a los intensos dolores en sus piernas y brazos. En medio del sufrimiento, Carlos recuerda haber ofrecido su dolor a Dios por su familia.

“Me llegaban los ataques y me retorcía en la silla de ruedas. Llorando de dolor volteaba hacia el techo, sonreía y decía ‘Jesús, esta sonrisa es para ti’”, recuerda emocionado.

Varios meses transcurrieron entre exámenes médicos, hospitalizaciones y la incertidumbre de un diagnóstico claro. Pese al dolor que atravesaba, Carlos seguía orando y confiando plenamente en el plan amoroso del Señor. Durante su estancia en el hospital, un amigo sacerdote comenzó a enviarle personas de su parroquia para que Carlos evangelizara. Aunque al principio sintió cierto escepticismo ante la idea, decidió una vez más entregarse a Dios y ofrecerle su servicio, incluso desde su fragilidad.

“A partir de ahí empecé a evangelizar a las personas que iban al hospital, empecé a hablarles de quién era Dios y qué es lo que hace por nosotros. Y parece ser que Dios quiere que siga así”, expresa.

Con una enfermedad incurable, aunque tratable, los médicos le dieron a Carlos un promedio de vida de seis meses, debido al grave deterioro que su cuerpo había sufrido. Además, la enfermedad lo dejó en silla de ruedas, provocó la pérdida total de la vista en el ojo derecho y redujo su visión en el izquierdo a un 80 %.

Pero los planes de Dios van más allá de la ciencia y de los humanos. Carlos no solo sigue con vida, sino que un año y medio después del diagnóstico, comenzó a recuperar movilidad. Gradualmente pasó de la silla de ruedas a un andador, y más tarde a caminar con un bastón que lo acompañó durante diez años.

Un milagro de fe renovada

En septiembre de 2023, Carlos recuerda con claridad cómo, después de rezar el rosario junto a su esposa, comenzó a tener sensaciones en su cuerpo que no había experimentado en mucho tiempo. Ambos se quedaron dormidos después de rezar, y durante el sueño, tuvo una experiencia profunda: soñó que la Virgen lo sanaba.

Semanas después, durante un fin de semana de formación en el seminario, y confiando plenamente en que había sido sanado por intercesión de la Virgen, tomó la valiente decisión de caminar sin bastón para recibir la Eucaristía durante la Misa.

“Parte de esto también me ayudó muchísimo a acrecentar mi fe”, dice.

Hace tres años comenzó su formación para convertirse en diácono. En la foto, Carlos Escobedo junto a su esposa Gaby y el obispo auxiliar de la Arquidiócesis de Denver, Jorge Rodríguez 

A pesar de que en cada visita al neurólogo se le recuerda que la enfermedad sigue presente y que en cualquier momento puede surgir otra crisis que afecte los pulmones y el corazón, Carlos ve cada amanecer como “una carta de amor que Dios me manda a diario”.

Desde aquel diagnóstico, Carlos se ha dedicado a llevar la Palabra de Dios a ministerios, ofreciendo consuelo y esperanza a grupos de oración, ministerios y a todo lugar donde el Señor lo llama a servir.

Hace tres años, luego de asistir a un retiro de discernimiento vocacional, Carlos decidió comenzar su formación para convertirse en diácono.

“Tengo muy claro que mi vocación es para amar, para servir y dar la vida por los demás. Si Dios permite que sea ordenado, seré muy feliz; pero soy más feliz por lo que tengo hoy, que soy un simple candidato a diácono en formación y puedo ayudar a las personas con las necesidades que tengan. Es así cómo encuentro un gran sentido a mi vida”, agrega.

Una vida de fe y entrega

Hoy, Carlos ve hacia atrás con la certeza de que todas sus vivencias han tenido un gran propósito, para gloria de Dios. Y sin duda, su esposa Gaby y sus hijos han sido parte fundamental en ese caminar.

“Ella me ha enseñado lo que es la entrega total. Son tantas las veces que tengo que estar fuera de casa, ayudando a las personas o en formación los fines de semana. Dentro del gran amor que ella me tiene, existe la alegría y la paciencia. ¿Cómo no dar mi vida, si tengo el mejor ejemplo de amor en mi esposa?”, expresa con gratitud.

Para Carlos, el servicio va más allá de una tarea.

“Para mí, el servicio es entregar la vida por los demás, entregar hasta la última gota de sangre, sea quien sea. Todo esto me ha servido para prepararme y formarme como servidor. No solamente se trata de la misión, sino de la actitud”, comparte.

“Este es el primer día de mi vida. Este es el último día de mi vida. Este es el día más importante en mi vida. Dios me apremia, me empuja y me dice que tengo que vivirlo como se debe: con amor, amando a las personas y haciendo lo que implica el amor, entregar la vida por las demás personas”, concluye Carlos, compartiendo esta frase que se ha convertido en su lema de vida.

Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Misa de hoy, miércoles, santa Teresa del Niño Jesús, 1-10-2025

1 de octubre de 2025.- (Camino Católico) Homilía del P. Jesús Luis Sacristán y lecturas de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 26ª semana del Tiempo Ordinario, santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Santa Misa de hoy, miércoles, santa Teresa del Niño Jesús, 1-10-2025

1 de octubre de 2025.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, miércoles de la 26ª semana del Tiempo Ordinario, santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, presidida por el P. Jesús Luis Sacristán, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Misterios Gloriosos del Santo Rosario, desde el Santuario de Lourdes, 1-10-2025

1 de octubre de 2025.- (Camino Católico).- Rezo de los Misterios Gloriosos del Santo Rosario, correspondientes a hoy, miércoles, desde la Gruta de Massabielle, en el Santuario de Lourdes, en el que se intercede por el mundo entero.

Palabra de Vida 1/10/2025: «Te seguiré adondequiera que vayas» / Por P. Jesús Higueras

Camino Católico.- Espacio «Palabra de Vida» de 13 TV del 1 de octubre de 2025, miércoles de la 26ª semana de Tiempo Ordinario, santa Teresa del Niño Jesús, virgen y doctora de la Iglesia, presentado por el padre Jesús Higueras en el que comenta el evangelio del día.

Evangelio: San Lucas 9, 57-62:

En aquel tiempo, mientras Jesús y sus discípulos iban de camino, le dijo uno:

«Te seguiré adondequiera que vayas».

Jesús le respondió:

«Las zorras tienen madriguera, y los pájaros del cielo nidos, pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza».

A otro le dijo:

«Sígueme».

Él respondió:

«Señor, déjame primero ir a enterrar a mi padre».

Le contestó:

«Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el reino de Dios».

Otro le dijo:

«Te seguiré, Señor. Pero déjame primero despedirme de los de mi casa».

Jesús le contestó:

«Nadie que pone la mano en el arado y mira hacia atrás vale para el reino de Dios».

Adoración Eucarística con el P. José Aurelio Martín en la Basílica de la Concepción de Madrid, 1-10-2025

1 de octubre de 2025.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín Jiménez, emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.

Oración a Santa Teresita del Niño Jesús para pedir su intercesión en cualquier necesidad y la gracia de la pureza de la mente y el corazón


Camino Católico.- Cada 1 de octubre celebramos a Santa Teresa del Niño Jesús, Doctora de la Iglesia y patrona de las misiones. Nació en la ciudad francesa de Alençon, el 2 de enero de 1873, sus padres ejemplares eran Luis Martin y Acelia María Guerin, ambos santos.

Teresa era la última de cinco hermanas - había tenido dos hermanos más, pero ambos habían fallecido - Tuvo una infancia muy feliz. Sentía gran admiración por sus padres: «No podría explicar lo mucho que amaba a papá, decía Teresa, todo en él me suscitaba admiración». Cuando sólo tenía cinco años, su madre murió, y se truncó bruscamente su felicidad de la infancia. Desde entonces, pesaría sobre ella una continua sombra de tristeza, a pesar de que la vida familiar siguió transcurriendo con mucho amor. Es educada por sus hermanas, especialmente por la segunda; y por su gran padre, quien supo inculcar una ternura materna y paterna a la vez. Con él aprendió a amar la naturaleza, a rezar y a amar y socorrer a los pobres. 

Cuando tenía nueve años, su hermana, que era para ella «su segunda mamá», entró como carmelita en el monasterio de la ciudad. Nuevamente Teresa sufrió mucho, pero, en su sufrimiento, adquirió la certeza de que ella también estaba llamada al Carmelo.

Durante su infancia siempre destacó por su gran capacidad para ser «especialmente» consecuente entre las cosas que creía o afirmaba y las decisiones que tomaba en la vida, en cualquier campo. Por ejemplo, si su padre desde lo alto de una escalera le decía: «Apártate, porque si me caigo te aplasto», ella se arrimaba a la escalera porque así, «si mi papá muere no tendré el dolor de verlo morir, sino que moriré con él»; o cuando se preparaba para la confesión, se preguntaba si «debía decir al sacerdote que lo amaba con todo el corazón, puesto que iba a hablar con el Señor, en la persona de él».

Cuando sólo tenía quince años, estaba convencida de su vocación: quería ir al Carmelo. Pero al ser menor de edad no se lo permitían. Entonces decidió peregrinar a Roma y pedírselo allí al Papa. Le rogó que le diera permiso para entrar en el Carmelo; el le dijo: «Entraréis, si Dios lo quiere. Tenía ‹dice Teresa‹ una expresión tan penetrante y convincente que se me grabó en el corazón».

En el Carmelo vivió dos misterios: la infancia de Jesús y su pasión. Por ello, solicitó llamarse sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. Se ofreció a Dios como su instrumento. Trataba de renunciar a imaginar y pretender que la vida cristiana consistiera en una serie de grandes empresas, y de recorrer de buena gana y con buen ánimo «el camino del niño que se duerme sin miedo en los brazos de su padre».

A los 23 años enfermó de tuberculosis; murió un año más tarde en brazos de sus hermanas del Carmelo. En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XII quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.  

En 1925 el Papa Pío XI la canonizó, y en 1927 la proclama después patrona universal de las misiones. La llamó «la estrella de mi pontificado», y definió como «un huracán de gloria» el movimiento universal de afecto y devoción que acompañó a esta joven carmelita.

En los últimos tiempos, mantuvo correspondencia con dos padres misioneros, uno de ellos enviado a Canadá, y el otro a China, y les acompañó constantemente con sus oraciones. Por eso, Pío XI quiso asociarla, en 1927, a san Francisco Javier como patrona de las misiones.

Proclamada "Doctora de la Iglesia" por el Papa Juan Pablo II el 19 de Octubre de 1997 (Día de las misiones). «Siempre he deseado, afirmó en su autobiografía Teresa de Lisieux, ser una santa, pero, por desgracia, siempre he constatado, cuando me he parangonado a los santos, que entre ellos y yo hay la misma diferencia que hay entre una montaña, cuya cima se pierde en el cielo, y el grano de arena pisoteado por los pies de los que pasan. En vez de desanimarme, me he dicho: el buen Dios no puede inspirar deseos irrealizables, por eso puedo, a pesar de mi pequeñez, aspirar a la santidad; llegar a ser más grande me es imposible, he de soportarme tal y como soy, con todas mis imperfecciones; sin embargo, quiero buscar el medio de ir al Cielo por un camino bien derecho, muy breve, un pequeño camino completamente nuevo. Quisiera yo también encontrar un ascensor para elevarme hasta Jesús, porque soy demasiado pequeña para subir la dura escalera de la perfección».

Recemos a Santa Teresita del Niño Jesús pidiendo su intercesión en cualquier necesidad y la gracia de la pureza de la mente y el corazón, con esta oración:

¡Santa Teresa del Niño Jesús! Durante tu corta vida en la tierra llegaste a ser espejo de pureza angélica, de amor fuerte como la muerte y de total abandono en manos de Dios. Ahora que gozas de las recompensas de tus virtudes, vuelve hacia mí tus ojos de misericordia, pues yo pongo toda mi confianza en ti.

Obtenme la gracia de guardar mi mente y corazón limpios como los tuyos, y que aborrezca sinceramente cuanto pueda de alguna manera empeñar la gloriosa virtud de la pureza, tan querida de nuestro Señor.

Encantadora rosa y reinecita, recuerda tus promesas de que jamás dejarías sin atender ninguna petición que te hiciera, que enviarías una lluvia de rosas y vendrías a la tierra para hacer el bien.

Con la confianza que me inspira tu poder ante el Sagrado Corazón imploro tu intercesión en mi provecho y me concedas esta gracia que yo tanto deseo (Mencione lo que desea).

Santa "Teresita", recuerda tu promesa de "hacer bien en la tierra" y que enviarías "lluvia de rosas" sobre quienes te invoquen. Obtenme de Dios las gracias que quiero de su infinita bondad. Que yo experimente el poder de tus oraciones en cualquier necesidad.

Consuélame en todas las amarguras de la vida presente, en especial cuando me llegue la hora de la muerte, para que yo sea digno de tener parte en la felicidad eterna de que tú disfrutas en el cielo. Amén.

Padre celestial, por medio de Santa Teresa del Niño Jesús, quieres recordar al mundo el amor misericordioso que llena tu Corazón y que pongamos en Él nuestra confianza como los niños en sus padres. Humildemente te damos gracias por haber coronado de tanta gloria a tu hija Teresa, siempre fiel, y por haberle dado el admirable poder de acercar a ti día tras día innumerables almas que te alaben eternamente.

¡Oh Señor! Tú dijiste: "Si no.....vuelven a ser como niños no podrán entrar en el Reino de los Cielos" (Mt 18,3). Concédenos, te rogamos, seguir las huellas de tu virgen Teresa con humildad y pureza de intención para que podamos alcanzar los premios eternos. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.



«Bienaventurados los humildes, porque de ellos es el Reino de los cielos» / Por P. Carlos García Malo