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sábado, 9 de febrero de 2008

Reflexionar sobre nuestra propia vida / Autor: P. Cipriano Sánchez LC

El tiempo de cuaresma, de una forma especial, nos urge a reflexionar sobre nuestra vida. Nos exige que cada uno de nosotros llegue al centro de sí mismo y se ponga a ver cuál es le recorrido de la propia vida. Porque cuando vemos la vida de otras gentes que caminan a nuestro lado, gente como nosotros, con defectos, debilidades, necesitadas, y en las que la gracia del Señor va dando plenitud a su existencia, la va fecundando, va haciendo de cada minuto de su vida un momento de fecundidad espiritual, deberíamos cuestionarnos muy seriamente sobre el modo en que debe realizarse en nosotros la acción de Dios. Es Dios quien realiza en nosotros el camino de transformación y de crecimiento; es Dios quien hace eficaz en nosotros la gracia.

La acción de Dios se realiza según la imagen del profeta Isaías: así como la lluvia y a la nieve bajan al cielo, empapan la tierra y después da haber hacho fecunda la tierra para poder sembrar suben otra vez al cielo.

La acción de Dios en al Cuaresma, de una forma muy particular, baja sobre todos los hombres para darnos a todos y a cada uno una muy especial ayuda de cara a la fecundidad personal.

La semilla que se siembra y el pan que se come, realmente es nuestro trabajo, lo que nosotros nos toca poner, pero necesita de la gracia de Dios. Esto es una verdad que no tenemos que olvidar: es Dios quien hace eficaz la semilla, de nada serviría la semilla o la tierra si no fuesen fecundadas, empapadas por la gracia de Dios.

Nosotros tenemos que llegar a entender esto y a no mirar tanto las semillas que nosotros tenemos, cuanto la gracia, la lluvia que las fecunda. No tenemos que mirar las semillas que tenemos en las manos, sino la fecundidad que viene de Dios Nuestro Señor. Es una ley fundamental de la Cuaresma el aprender a recibir en nuestro corazón la gracia de Dios, el esfuerzo que Dios está haciendo con cada uno de nosotros.

Jesucristo, en el Evangelio también nos da otro dinamismo muy importante de la Cuaresma, que es la respuesta de cada uno de nosotros a la gracia de Dios. No basta la acción de la gracia, porque la acción de la gracia no sustituye nuestra libertad, no sustituye el esfuerzo que tiene que brotar de uno mismo. Cristo nos pone guardia sobre la autosuficiencia, pero también sobre la pasividad. Nos dice que tenemos que aprender a vivir la recepción de la gracia en nosotros, sin autosuficiencia y pasividad.

Contra la autosuficiencia nos dice el Señor en el Evangelio: “No oréis como oran los paganos que piensan que con mucho hablar van a ser escuchados”. Jesús nos dice: “tienen que permitir que su corazón se abra, que tu corazón sea el que habla a Dios Nuestro Señor. Porque Él, antes de que pidas algo, ya sabe que es lo que necesitas”. Pero al mismo tiempo hay que cuidar la pasividad. A nosotros nos toca actuar, hacer las cosas, nos toca llevar las situaciones tal y como Dios nos lo va pidiendo. Esto es, quizá, un esfuerzo muy difícil, muy serio, pero nosotros tenemos que actuar a imitación de Dios Nuestro Señor. De Nuestro Padre que está en el Cielo. Este camino supone para todos nosotros la capacidad de ir trabajando apoyados en la oración.

Escuchábamos el Salmo que nos habla de dos tipos de personas: “ Los ojos del Señor cuidan al justo y a su clamor están atentos a sus oídos; contra el malvado, en cambio esta el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo”. Si nosotros aprendiéramos a ver así todo el trabajo espiritual, del cual la Cuaresma es un momento muy privilegiado. Si aprendiéramos a ver todo esto como un trabajo que Dios va realizando en el alma y que al mismo tiempo va produciendo en nuestro interior un dinamismo de transformación, de confianza, de escucha de Dios, de camino de vida; un dinamismo de acercamiento a los demás, de perdón, de apertura del corazón. Si esto lo tuviésemos claro, también nosotros estaríamos realizando lo que dice el Salmo: “el Señor libra al justo de sus angustias”.

¿Cuántas veces la angustia que hay en el alma, proviene, por encima de todo, de que nosotros queremos ser quien realiza las cosas, las situaciones y nos olvidamos de que no somos nosotros, sino Dios? ¿Pero cuántas veces también, la angustia viene al alma porque queremos dejarle todo a Dios, cuando a nosotros nos toca poner mucho de nuestra parte? Incluso, cuando a nosotros nos toca poner algo que nos arriesga, que nos compromete; algo que nos hace decir: ¿será así o no será así?, y sin embargo yo sé que tengo que hacerlo. Es la semilla que hay que sembrar.

Cuando el sembrador, tiene una semilla y la pone en el campo, no sabe qué va a pasar con ella. Se fía de la lluvia y de la nieve que le va a hacer fecundar. ¿Cuántas veces a nosotros nos podría pasar que tenemos la semilla pero preferimos no enterrarla, preferimos no fiarnos de la lluvia, porque si falla, qué hacemos?

Sin embargo Dios vuelve a repetir: “ El Señor libra al justo de todas sus angustias” ¿Cuáles son las angustias? ¿De autosuficiencia? ¿De pasividad? ¿De miedo? Aprendamos en esta Cuaresma permitir que el Señor llegue a nuestro corazón y encuentre en él una tierra que es capaz de apoyarse plenamente en Dios, pero al mismo tiempo, capaz de arriesgarse por Dios Nuestro Señor.

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Fuente: Catholic.net

Iglesia en Cataluña rechaza ley contra libertad de culto

BARCELONA, (ACI).- Una nueva ley aprobada por el parlamento de Cataluña (España) que deja en manos de autoridades locales el derecho a establecer dónde y cómo se utilizan templos religiosos ha recibido el rechazo de la Iglesia en la región, y podría acabar en la Corte Constitucional.

La ley, aprobada por el trío de partidos que conforman la gobernante coalición de izquierda, pretende supuestamente regular el crecimiento indiscriminado y sin licencias de las mezquitas; pero no establece diferencia alguna entre las denominaciones, y en la práctica le concede la potestad a un alcalde de pueblo cerrar un templo católico temporal o definitivamente si así lo desea.

"Siempre será inadecuado regular con una misma legislación centros de culto y de reunión muy diferenciados según las confesiones religiosas y con una presencia en la sociedad catalana tan asimétrica", señaló Secretario de la Conferencia Episcopal Tarraconense y Obispo de Urgell, Mons. Joan-Enric Vives; quien criticó además que la ley, que aun debe ser regulada, "no deja claro que no tendrá efectos retroactivos hacia los centros ya en activo, estén o no catalogados como bienes patrimoniales".

Según explicó el Prelado, bajo la excusa de controlar el crecimiento explosivo y desordenado de templos, especialmente mezquitas en la región, la ley "deja demasiada discrecionalidad a la administración cuando habla de un reglamento posterior que lo regulará más en concreto". "Lo que queremos es que los centros de culto y de reunión de la Iglesia católica no queden a merced de una licencia municipal del color político de cada Ayuntamiento, sino que se valore que son cooperadores para el bien de los ciudadanos, y que en lugar de trabas al ejercicio de lo que son derechos fundamentales de los ciudadanos católicos, se nos ayude para poder cumplir las propias finalidades religiosas".

La oposición en el parlamento también ha denunciado la ley, señalando que "utiliza el urbanismo como treta para regular los centros de culto y un derecho, el de la libertad religiosa, que ya protegen normas de mayor rango".

La diputada Ángels Olano ha señalado que la nueva normativa infringe la Ley Orgánica de Libertad Religiosa de 1980 y el Concordato entre España y el Vaticano; y anunció que la oposición está estudiando cuestionar la ley ante la Corte Constitucional.

Que los buenos no hagan nada / Autor:Jaime Sanz Santacruz

Muchos de los que saben donde está el bien y cómo hacerlo no están moviendo un dedo.
Que los buenos no hagan nada... De esta forma comienza un libro de Federico Suárez. Nos cuenta que cuando Edmund Burke, crítico de la Revolución Francesa, escribió que "lo único necesario para el triunfo del mal, es que los buenos no hagan nada", dijo una gran verdad.

No parece que se requiera una inteligencia particularmente despierta para hacerse cargo de que si el mal no encuentra oposición ni resistencia, acaba siempre por imponerse. Me parece más actual que nunca este peligro de la pasividad de los “buenos”. Pero, ¿qué entiendo por “buenos”? “Buenos” no son los que lo son, sino los que deberían serlo. Llamo “buenos” a los que saben dónde está el bien y cómo tienen que hacerlo. Los que cuentan con los medios para discernir el camino a seguir en las encrucijadas de la vida. Conocen el camino y no sólo deben seguirlo ellos, sino indicar a los demás la dirección correcta. Quienes no actuaran así, casi se podría decir que “no tendrían perdón de Dios”; “casi”, porque el perdón lo tienen, siempre y cuando lo pidan –sean conscientes del mal realizado o el bien no hecho- y se arrepientan –reconozcan su culpa-.

Los tiempos que vivimos son complejos, como por otra parte siempre han sido todos los demás. Ahora los “tiros” van por dar un testimonio valiente de nuestra fe, en medio de una sociedad indiferente y cada vez más hostil a la Verdad. En toda batalla, y ésta es una batalla ideológica, cuyos efectos se prolongan en el tiempo (acordémonos de mayo del 68), si uno de los flancos del frente decae, el enemigo lo aprovecha y hace mella por allí. ¿En qué estamos decayendo los “buenos”?


No todos, pero una buena parte de los “buenos” (saben donde está el bien y cómo hacerlo) no hacen nada. Se limitan a señalar el bien o a observar a distancia, desde la atalaya de sus “organigramas” y ocupaciones, la batalla que algunos, unos pocos, están librando “cuerpo a cuerpo” en la defensa del bien.

Y quizá habría que preguntarse cada uno, en la tranquilidad de un sincero reconocimiento de la propia vida que cada uno lleva, ¿a cuántos he explicado las tesis cristianas sobre la defensa de la vida, el derecho de los padres a tutelar la educación de sus hijos, las experimentaciones biomédicas, la defensa de la libertad religiosa, etc, etc, en un boca a boca personal e intransferible, en este último mes, por ejemplo?

¿Cuántas cartas, artículos, comentarios en blogs, intervenciones en foros de opinión, envíos de correos de interés, he hecho en los últimos treinta días? ¿A cuántos actos en defensa de mis ideas he dado mi apoyo, con mi presencia y la de mis familiares y amigos en este tiempo? Las teorías cósmicas sólo son válidas en Astronomía, pero no en la defensa de los valores cristianos. No sirve decir que ya hay quién hace y piensa por mi, quien sabe lo que hay que hacer y lo lleva a cabo; ni la postura escéptica de quien piensa que esto es cosa de los tiempos y que ya pasará; ni la del que cree que esta no es mi guerra, porque yo ya tengo resueltos mis problemas y vacunada a mi gente contra estos males, y basta con buscar “refugio” en lugares comunes, hasta que pase el temporal…

Es momento de salir a la calle, de acordarse de esa queja de nuestro Señor, “la mies es mucha y los obreros pocos” (Mt. 9, 37). Es momento de una oración más intensa, de sacrificar el propio tiempo y sumar voluntades y esfuerzos, para que no vuelvan a escucharse esas lamentaciones de Jesucristo, pero referidas en esta ocasión a cada uno de nosotros: “Ay de ti Corazaín, ay de ti Betsaida “ (Mt 11, 21) ¡Que los buenos sí hagan y mucho!

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Fuente: www.forumlibertas.com

Más de 70,000 fieles colmaron Lourdes por 150º de Apariciones


LOURDES, 12 Feb. 08(ACI).- Más de 70.000 fieles colmaron este lunes las inmediaciones del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en Massabielle (Francia), para participar de una Misa internacional que conmemoró el 150º de la aparición de la Virgen a la campesina Santa Bernadette Soubirous.

El Cardenal Bernard Panafieu, Arzobispo metropolitano de Marsella, junto a 25 obispos y de 800 sacerdotes presidió la Misa en el prado frente a la gruta de Massabielle, donde Bernadette vio a la Virgen que se reveló como “La Inmaculada Concepción” el 11 de febrero de 1858.
Las decenas de miles de peregrinos pudieron seguir la celebración en pantallas gigantes ubicadas junto a los celebrantes, así como a orillas de río Gave y cerca de la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, siguiendo la Misa a través de los altavoces.
Aunque la liturgia se celebró principalmente en francés, se incluyeron lecturas y peticiones en diversos idiomas, incluyendo el inglés, español, alemán, italiano, portugués y polaco.
Después de la emotiva celebración Eucarística, seguida de la oración del Ángelus, las campanas de todas las iglesias de la ciudad fueron echadas al vuelo.
Las festividades por los 150 años de Lourdes comenzaron el 8 de diciembre de 2007 y culminarán el 8 de diciembre de 2008. Uno de los puntos culminantes del jubileo sería la visita a Lourdes del Papa Benedicto XVI, que se realizaría probablemente en septiembre.
Acceso mundial vía Internet
Para los fieles del mundo que desean seguir el jubileo de las apariciones, el Santuario de Lourdes ha puesto a disposición una página web en diversos idiomas, incluyendo el español, donde pueden escribirse intenciones de oración para que sean depositadas a los pies de la Virgen en la famosa Gruta.El sitio oficial del 150º aniversario de las apariciones:

¿Mujeres objeto? No toda la culpa es de los hombres / Autora: Carrie Gress

Afirmó Helen Alvare en un congreso vaticano
ROMA, lunes, 11 febrero 2008 (ZENIT.org).- Las mujeres han contribuido a fomentar el consumismo que las cosifica, y esto es resultado del pecado original, afirmó Helen Alvare el pasado 9 de febrero en el congreso vaticano celebrado en Roma sobre «Mujer y varón, la totalidad del humanum».

Alvare ha sido portavoz sobre cuestiones relativas a la vida humana de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos y es profesora de la Universidad Católica de América en Washington.
Dado nuestro ambiente de consumismo desenfrenado, «era casi inevitable que los seres humanos se convirtieran en el último producto de consumo --explicó Alvare--. La belleza física de las mujeres y su complementariedad sexual con los hombres, las hacen especialmente deseables en una economía comercial».

«Oscilan las cifras del dinero que se gana con las imágenes sexualizadas de mujeres. Se estima que como mínimo hoy la industria de la pornografía tiene un valor anual de 60.000 millones de dólares. Además se calcula que la pornografía atrae al 40% de todos los usuarios de Internet en Estados Unidos al menos una vez al mes, al 70% de los usuarios de Internet varones entre 18 y 34 años, y a la mitad de todos los clientes de hotel», explicó Alvare.

Sin embargo, añadió, «el grado en el que las mujeres, individualmente y a través de grupos organizados, han asumido su propia cosificación como artículos de consumo es un aspecto especialmente preocupante de nuestra actual situación».
Alvare añadió que «en su serie de charlas sobre la Teología del Cuerpo, y en la "Mulieris Dignitatem", Juan Pablo II habla del efecto del pecado original sobre las mujeres. Repite las palabras que Dios "dirigió a la mujer" tras su primer pecado: ‘Tu deseo se dirigirá hacia tu marido y él te dominará'.
"Esto indica que la mujer desarrolla un deseo insaciable hacia una unión diferente. No por una relación de comunión sino una ‘relación de posesión del otro como el objeto del propio deseo".
«Incluso un observador secular tendría que concluir que la cooperación de las mujeres, incluso animando a la cosificación de sus cuerpos hoy, parece una moderna manifestación de la inclinación que los católicos llaman "pecado original". Las mujeres se rebajan a sí mismas persiguiendo la creencia de que esto les llevará a la unión con un hombre».
«Esto no se limita a la industria pornográfica, ni a la publicidad comercial, cine o televisión --subrayó Alvare--. Más bien, las mujeres normales compran ropas diseñadas para destacar o exponer aquellas partes de su cuerpo asociadas con el sexo. Muchas mujeres a menudo también se rebajan a sí mismas con lo que dicen o exponiéndose a sí mismas a medios que gradualmente las insensibilizan ante la propuesta de que las mujeres son objetos de consumo bellos y sexuales».
«Un aspecto final preocupante de la connivencia de las mujeres en su propia consificación --añadió Alvare-- es la implicación de famosas deformaciones del feminismo que insisten en que están marcado un punto a favor de las libertades de las mujeres identificando libertad con sexualidad incontrolada».

«Por otra parte, se puede ver qué fuerte era la tentación de las mujeres de romper con los papeles que se les asignaban antiguamente», «pero esta respuesta del feminismo era y sigue siendo fundamentalmente defectuosa».

Este tipo de feminismo «se ha inspirado para sus orientaciones en los peores aspectos de la conducta masculina. De manera que se animaba a la mujer feminista a ser una criatura aventurera sexual, desdeñosa del matrimonio y los hijos, guiada por el dinero y la carrera --concluyó Alvare--. El feminismo urgía a la mujer a imitar la versión masculina del pecado original -dominación-- para conseguir igualdad y felicidad».
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Traducido del inglés por Nieves San Martín

El valor positivo del dolor, centro de la Jornada del enfermo

Roma reza por el Líbano

Diálogo continuo con los musulmanes

"El día de las elecciones actuad en conciencia" / Autor: P. Rafael Maroto Cifuentes

Ante el documento de la comisión permanente del episcopado español que ha generado tanta polémica, creo que como párroco de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova y la Geltrú, tengo la obligación de decir una palabra que os pueda orientar.

Reconozco el derecho de expresión que tenemos todos, también los obispos. He leido el documento episcopal que consta de diez puntos. En algunos de esos apartados se nos dice lo que es evidente: no hay ningún partido político que pueda responder a los valores evangélicos al cien por cien. Ninguno. Los que gobiernan lo han de hacer para todos y la sociedad es plural. Es dentro de esta realidad compleja donde debemos ejercer nuestro derecho al voto. Recordarnos lo que es evidente es tenernos en poco, o creer que no somos bastante maduros para decidir por nosotros mismos cual ha de ser nuestra opción política, cosa que pertenece exclusivamente a la conciencia de cada persona.

A los señores políticos que critican a la iglesia, como si fuera un todo, les hemos de recordar que, como la sociedad civil, a la cual pertecemos y de la que somos un reflejo, la Iglesia es también, gracias a Dios, bien plural. Los cristianos sabemos distinguir entre un documento que es de opinión, que no obliga, como es éste, y otro que afecta a la fe, que sea dicho ex-catedra y al cual debemos obediencia. Por tanto, ante este debate, sin duda interesado, me he sentido tratado por las dos partes, obispos y políticos como si fuera un menor privado de raciocinio. Pido a todos que empiecen a tratarnos como a gente adulta, tanto en la fe los unos, como en la ciudadanía los otros.
Y a vosotros os digo desde vuestra condición de párroco de vuestra comunidad parroquial que no os dejéis influenciar a la ligera por nadie. Preocuparos de formaros e informaros bien y el día de las elecciones actuad en conciencia desde vuestra opción personal. No os dejéis arrastrar por la sensación del momento, alimentada por polémicas que lejos de ayudar a construir una sociedad más justa lo que hacen es sembrar la confusión, la discordia y el desencuentro.

P. RAFAEL MAROTO CIFUENTES
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Párroco de la Parroquia de La Inmaculada
Concepción de Vilanova i la Geltrú

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Para aquellos que no hayan podido leer el comunicado íntegro de los obispos les proponemos un enlace directo haciendo click A Q U Í

Solemnidad de la dedicación de la Basílica de Montserrat / Autor: P. Abad Josep M. Soler

"Ningún proyecto contingente puede pretender tener la exclusividad de representar el Evangelio "

Publicamos la homilia del Abad del Monasterio de Montserrat, Josep M. Soler, peronunciada el domingo 3 de febrero, en la cual se disiente del documento publicado por el episcopado español ante las elecciones.

Homilía del P. Abad Josep M. Soler
3 de febrero de 2008
Is 56, 1-6; Heb 12, 18-19; Lc 2, 22-40


Cuando el peregrino ha subido la montaña -como vosotros hoy, queridos hermanos y hermanas- y llega a la plaza de Santa María, contempla la fachada de nuestro monasterio y en lo alto se encuentra con una frase latina: "Urbs Jerusalem Beata, dicta pacis visio"; es decir: "Ciudad santa de Jerusalén, llamada «visión de paz»". Esta frase corresponde a la liturgia de la dedicación de una iglesia; por lo tanto, a la liturgia del aniversario de la dedicación de esta basílica de Montserrat.

El peregrino que viene a visitar a Santa María en este santuario suyo es invitado, pues, a entrar en la basílica como si entrara en Jerusalén. De hecho, la experiencia de los peregrinos al llegar a este lugar es parecida a la descrita en el salmo: ¡Qué alegría! ...Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén (Ps 121, 1-2). La referencia a la "ciudad santa de Jerusalén" de la frase de nuestra fachada, tiene que ser entendida con un triple significado. Por una parte, evoca la Jerusalén bíblica, la capital histórica del pueblo de Israel, en la cual estaba el templo que hacía presente la gloria de Dios. Allí, los peregrinos subían, y suben todavía hoy, llenos de alegría para alabar el nombre del Señor, deseando la paz dentro de sus muros (cf. Ps 121, 4.8). La Jerusalén de la tierra, sin embargo, no es la definitiva. Hay otra Jerusalén, la del cielo, donde está la plenitud de la paz y de la luz sin ocaso porque la llena de claridad la gloria de Dios, Jesucristo es la lámpara que la ilumina (cf. Ap 21, 23). Es a esta Jerusalén sin oscuridad, ni luto, ni llanto, ni muerte porque Dios estará con ellos y enjugará las lágrimas de los ojos (cf. Ap 21, 4), a la que apunta la frase de nuestra fachada. Entre las dos realidades, entre los dos significados de la frase, hay otro. La Jerusalén futura es anticipada, en favor de los que hacemos camino hacia ella, en los lugares donde se reúne la comunidad cristiana para escuchar la Palabra de Dios y celebrar los sacramentos; es decir, en las iglesias. En esta basílica, también.

Por eso, el peregrino de Montserrat, una vez ha atravesado los arcos de entrada al recinto y ha tomado conciencia de que en la basílica encontrará la gloria de Dios en la Palabra proclamada y en la celebración de los sacramentos, es invitado por una
inscripción que hay en el centro del atrio a alimentarse de Jesucristo, el hijo de la Virgen María, con el fin de poder continuar su camino de la vida hacia la Jerusalén del cielo. Hacerse peregrino de Santa María es tomar conciencia de que toda la vida es una peregrinación para encontrarse con su Hijo divino en la plenitud de la ciudad de la paz.

La salvación que, según el evangelio que hemos escuchado, Jesús llevó a la casa de Zaqueo y que motivó su conversión y su compromiso hacia los otros, se hace realidad, también, en esta basílica. El Señor entró el día de la dedicación, hoy hace 416 años, y aquí anuncia día tras día su Evangelio. Aquí se deja encontrar por los que lo buscan sinceramente, aunque su vida no haya sido muy digna. Aquí les ofrece la posibilidad de conversión y el perdón, junto con la alegría profunda de la salvación; les da la gracia para tener un trato justo, equitativo y lleno de amor a los otros. Aquí él se hace presente en la mesa eucarística para ser alimento en nuestro camino, a veces pesado pero siempre sostenido por él y animado por la mirada serena de la Imagen Morena de su Madre.

El camino de la vida, lo hacemos junto con mucha otra gente, y son numerosos los que no comparten nuestra fe. En la escuela de la Iglesia, iluminada por el magisterio del concilio Vaticano II, hemos aprendido que los cristianos, respetando las
conciencias de las personas y la autonomía de la comunidad política, tenemos que ser, al estilo de Jesús, servidores de la sociedad de la cual formamos parte. Sabemos que ningún proyecto contingente, de carácter sociológico o político, puede pretender tener la exclusividad de representar el Evangelio. En nuestra sociedad plural, los miembros de la Iglesia no podemos pretender tener ningún monopolio; tenemos que proponer de una manera serena, atrayente y esperanzada, sin imposiciones, la luz que nos viene del Evangelio sobre la persona humana y la convivencia en sociedad. Lo tenemos que hacer a través del diálogo y de la misericordia, y no de la confrontación. Este diálogo tiene que partir de la convicción profunda de la propia identidad cristiana y tiene que aceptar respetuosamente a los otros que no tienen en la Iglesia su hogar espiritual (cf. Obispos de Cataluña, "Creer en el Evangelio...", n. 7), con voluntad de convivencia y de construir juntos una sociedad más humana, más justa, más respetuosa de la dignidad y de los derechos de cada persona; eso nos pide trabajar por la paz con todos los medios éticamente legítimos. Estas convicciones nos tienen que guiar en nuestro camino de la ciudad terrenal a la ciudad del cielo.

Hoy, nosotros -los peregrinos de Montserrat y los que participáis en esta celebración por medio de la radio y la televisión- somos invitados, no sólo a vivir en esta basílica la alabanza y la plegaria como anticipación de la Jerusalén celestial, sino también a descubrir nuestro misterio interior de bautizados. No sólo la basílica es un templo. También lo es el cristiano. Lo diremos en el canto que acompañará la comunión, repitiendo unas palabras de san Pablo: sois templos de Dios y el Espíritu de Dios habita en vosotros. El templo de Dios es santo: ese templo sois vosotros (1Cor 3, 16-17). A partir de estas palabras entendemos mejor el significado de esta basílica y de todas las iglesias y capillas del mundo. La gloria de Dios está presente en esos lugares y Jesucristo actuando junto con el Espíritu Santo para que nosotros seamos templos de Dios y el Espíritu habite en nuestro interior. Ésta es, por gracia, nuestra dignidad. Y a esta dignidad misma es llamada la humanidad entera. Por eso cada persona es sagrada y merece el mayor respeto.

Peregrinos de Santa María como somos, celebramos con gozo y con agradecimiento el aniversario de la dedicación de esta basílica, casa solariega de nuestro pueblo, y acogemos la salvación que nos es ofrecida.

¿El Aconcagua o el amor? / Autor: Gabriel Rodríguez, L.C.

Aconcagua, diciembre del 2007. Los dos Toños Longoria, padre e hijo, tras haber conquistado unos meses antes la cima del Kilimanjaro, comienzan el ascenso. Grandes esfuerzos, ratos de frío, momentos de lucha y de cansancio. Todo lo habían superado juntos.

A seis mil metros de altura, Toño Jr. no puede más. Sus jóvenes pulmones ya no oxigenan y su cuerpo no responde. Es el momento de tomar una decisión y faltan trescientos metros para la cima. El padre se pregunta si llevarlo arriba o dejarlo acompañado en el campamento y subir por su cuenta a registrar un triunfo más.

Era otro sueño más en la vida. Además, su hijo comprendería que no lo dejaría más que un poco de tiempo… y volvería a su lado. ¡Son sólo trescientos metros! No queda absolutamente nada.

Parecería un dilema, pero la decisión, aunque no fácil, fue sencilla, porque se trataba “simplemente” de discernir qué era más importante: el Aconcagua o su hijo. Unas horas más tarde estaban los dos en un campamento más abajo y con la mirada hacia arriba, contemplando la cumbre que les hizo descubrir una cumbre aún más alta: la del amor.

¡Qué gran testimonio de un padre que ve, en el amor a sus hijos, el mayor de sus éxitos! Qué duro es sacrificar un triunfo por el bien ajeno, pero cuánta paz y cuánta libertad se experimenta cuando se llega a la cima del amor. De ahí, todo se ve mejor. Se nos abre el panorama de otra vida (la eterna) que vale más; y la certeza de que entre la cima y el cielo, sólo hay un paso más: la mano de Dios que nos alza y nos lleva a Él.

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Fuente: Buenas noicias

Confirman que es posible crear células madre de la piel, sin destruir embriones humanos

WASHINGTON D.C., (ACI).- Un equipo de investigadores de la Universidad de California anunció que logró reprogramar células humanas de la piel para convertirlas en unidades biológicas con las mismas propiedades de las células madre embrionarias.

Según la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, los científicos confirmaron los dos estudios anunciados en noviembre pasado por los investigadores Shinya Yamanaka, de la Universidad de Kioto (Japón), y James Thompson, de la Universidad de Wisconsin.

Los científicos, liderados por los neurólogos Kathrin Plath y William Lowry, mediante cuatro reguladores aplicaron la alteración genética "para revertir el reloj" de las células dérmicas y crear unidades virtualmente iguales a las células madre embrionarias.

Los reguladores activan o desactivan los genes y con ello las células resultantes no sólo fueron funcionalmente idénticas a las pluripotentes sino que también tuvieron una estructura biológica idéntica expresada en genes que podían dar origen a células madre embrionarias, señalaron.

Según los científicos de la Universidad de California, con la conversión de las células de la piel en células madre embrionarias se podría generar una fuente inagotable de células diferenciables.

"Nuestras células dérmicas reprogramadas fueron virtualmente iguales a las células madre embrionarias", indicó Plath y consideró que los resultados de esta investigación "son un importante paso hacia la manipulación de células humanas diferenciadas con el objetivo de generar una cantidad ilimitada de células pluripotentes y específicas para un paciente".

Estas nuevas técnicas para desarrollar células madre podrían sustituir los medios polémicos para reprogramar las células, como la llamada clonación terapéutica o la destrucción de embriones engendrados con este fin.

Una mentalidad machista ignora la novedad del cristianismo / Autor: Benedicto XVI

Discurso al congreso internacional «Mujer y varón, la totalidad del humanum»

CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 10 febrero 2008 (ZENIT.org).- Publicamos el discurso que dirigió Benedicto XVI este sábado a los participantes en el congreso internacional «Mujer y varón, la totalidad del humanum», celebrado en Roma del 7 al 9 de febrero para recordar los veinte años de la publicación de la carta apostólica de Juan Pablo II «Mulieris dignitatem».
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Queridos hermanos y hermanas:

Con mucho gusto os doy la bienvenida y os saludo a todos vosotro, que participáis en el Congreso internacional sobre el tema «Mujer y varón, la totalidad del humanum», organizado en el XX aniversario de la publicación de la carta apostólica «Mulieris dignitatem».
Saludo al señor cardenal Stanislaw Rylko, presidente del Consejo Pontificio para los Laicos, y le doy las gracias por haber manifestado los sentimientos comunes de los presentes. Saludo al secretario el obispo Josef Clemens, a los miembros y colaboradores del dicasterio. En particular, saludo a las mujeres, que son la gran mayoría de los presentes, y que han enriquecido con su experiencia y competencia las sesiones de trabajo del congreso.
El argumento sobre el que estáis reflexionando es de gran actualidad: desde la segunda mitad del siglo XX hasta hoy, el movimiento de valorización de la mujer en las diferentes instancias de la vida social ha suscitado innumerables reflexione y debates, y ha multiplicado muchas iniciativas que la Iglesia católica ha seguido y con frecuencia acompañado con interés.
La relación hombre-mujer en su respectiva especificidad, reciprocidad y complementariedad constituye, sin duda, un punto central de la «cuestión antropológica», tan decisiva en la cultura contemporánea. Numerosas intervenciones y documentos pontificios han tocado la realidad emergente de la cuestión femenina. Me limito a recordar los publicados por mi querido predecesor, Juan Pablo II, quien en junio de 1995 quiso escribir una Carta a las mujeres, mientras que el 15 de agosto de 1988, exactamente hace veinte años, publicó la carta apostólica «Mulieris dignitatem». Este texto sobre la vocación y la dignidad de la mujer, de gran riqueza teológica, espiritual y cultural, inspiró a su vez la Carta a los obispos de la Iglesia católica sobre la colaboración del hombre y la mujer en la Iglesia y en el mundo, de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

En la «Mulieris dignitatem», Juan Pablo II quiso profundizar en las verdades antropológicas fundamentales del hombre y de la mujer, en la igualdad de dignidad y en la unidad de los dos, en la arraigada y profunda diversidad entre lo masculino y lo femenino, y en su vocación a la reciprocidad y a la complementariedad, a la colaboración y a la comunión (Cf. n. 6). Esta unidad dual del hombre y de la mujer se basa en el fundamento de la dignidad de toda persona, creada a imagen y semejanza de Dios, quien «les creó varón y mujer» (Génesis 1, 27), evitando tanto una uniformidad indistinta y una igualdad estática y empobrecedora, como una diferencia abismal y conflictiva (Cf. Juan Pablo II, Carta a las mujeres, 8).

Esta unidad de los dos lleva en sí, inscrita en los cuerpos y en las almas, la relación con el otro, el amor por el otro, la comunión interpersonal que indica que «en la creación del hombre se da también una cierta semejanza con la comunión divina» («Mulieris dignitatem», n. 7). Por tanto, cuando el hombre o la mujer pretenden ser autónomos y totalmente autosuficientes, corren el riesgo de encerrarse en una autorrealización que considera como una conquista de la libertad la superación de todo vínculo natural, social o religioso, pero que en realidad les reduce a una soledad opresora. Para favorecer y apoyar la auténtica promoción de la mujer y del hombre no es posible descuidar esta realidad.

Ciertamente se necesita una renovada investigación antropológica que, basándose en la gran tradición cristiana, incorpore los nuevos progresos de la ciencia y las actuales sensibilidades culturales, contribuyendo de este modo a profundizar no sólo en la identidad femenina, sino también en la masculina, que con frecuencia también es objeto de reflexiones parciales e ideológicas.

Ante corrientes culturales y políticas que tratan de eliminar, o al menos de ofuscar y confundir, las diferencias sexuales inscritas en la naturaleza humana considerándolas como una construcción cultural, es necesario recordar el designio de Dios que ha creado al ser humano varón y mujer, con una unidad y al mismo tiempo una diferencia originaria y complementaria. La naturaleza humana y la dimensión cultural se integran en un proceso amplio y complejo que constituye la formación de la propia identidad, en la que ambas dimensiones, la femenina y la masculina, se corresponden y complementan.

Al inaugurar las sesiones de trabajo de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en mayo pasado en Brasil, quise recordar que todavía hoy persiste una mentalidad machista, que ignora la novedad del cristianismo, que reconoce y proclama la igual dignidad y responsabilidad de la mujer con respecto al hombre. Hay lugares y culturas en los que la mujer es discriminada y minusvalorada sólo por el hecho de ser mujer, en los que se recurre incluso a argumentos religiosos y a presiones familiares, sociales y culturales para defender la disparidad de los sexos, en los que se perpetran actos de violencia contra la mujer, haciendo de ella objeto de malos tratos o de abusos en la publicidad y en la industria del consumo y de la diversión.

Ante fenómenos tan graves y persistentes parece más urgente todavía el compromiso de los cristianos para que se conviertan por doquier en promotores de una cultura que reconozca a la mujer la dignidad que le compete, en el derecho y en la realidad concreta.

Dios encomienda al hombre y a la mujer, según sus peculiaridades, una vocación específica y una misión en la Iglesia y en el mundo. Pienso en estos momentos en la familia, comunidad de amor abierto a la vida, célula fundamental de la sociedad. En ella, la mujer y el hombre, gracias al don de la maternidad y de la paternidad, desempeñan juntos un papel insustituible en relación con la vida.

Desde su concepción, los hijos tienen el derecho de poder contar con un padre y una madre para que les cuiden y les acompañen en su crecimiento. El Estado, por su parte, tiene que apoyar con políticas sociales adecuadas todo lo que promueve la estabilidad y la unidad del matrimonio, la dignidad y la responsabilidad de los cónyuges, su derecho y tarea insustituible como educadores de lo hijos. Además, es necesario que se le permita a la mujer colaborar en la construcción de la sociedad, valorando su típico «genio femenino».

Queridos hermanos y hermanas: os doy las gracias una vez más por vuestra visita y, deseando pleno éxito para vuestro congreso, os aseguro un recuerdo en la oración, invocando la materna intercesión de María para que ayude a las mujeres de nuestro tiempo a realizar su vocación y su misión en la comunidad eclesial y civil. Con estos deseos, os imparto a cuantos estáis aquí presentes y a vuestros seres queridos una especial bendición apostólica.

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[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina

© Copyright 2007 - Libreria Editrice Vaticana]

Benedicto XVI: Dimensión y visibilidad del diaconado

Encuentro del Papa con los párrocos y el clero de Roma (I)

ROMA, lunes, 11 febrero 2008 (ZENIT.org).- Como es tradicional a inicios de Cuaresma, Benedicto XVI se reunió con los párrocos y el clero de la diócesis de Roma el pasado 7 de febrero. El encuentro se desarrolló en forma de diálogo, entre el Santo Padre y los participantes. Publicamos la primera de las preguntas y respuestas que dio el Papa espontáneamente.

* * *

[Giuseppe Corona, diácono:]


Santo Padre: desearía expresar ante todo mi gratitud y la de mis hermanos diáconos por el ministerio que tan providencialmente la Iglesia ha retomado con el Concilio (*), ministerio que nos permite dar plena expresión a nuestra vocación. Estamos comprometidos en una gran variedad de tareas que desarrollamos en ámbitos muy diferentes: la familia, el trabajo, la parroquia, la sociedad, también en las misiones en África y América Latina, entornos que usted ya indicó en la audiencia que nos concedió con ocasión del veinticinco aniversario del diaconado romano. Ahora nuestro número ha aumentado: somos 108. Y nos gustaría que nos indicara una iniciativa pastoral que pueda convertirse en signo de una presencia más incisiva del diaconado permanente en la ciudad de Roma, como sucedió en los primeros siglos de la Iglesia romana. De hecho, compartir un objetivo significativo, común, por un lado incrementaría la cohesión de la fraternidad diaconal, por otro daría mayor visibilidad a nuestro servicio en esta ciudad. Le presentamos, Santo Padre, el deseo de que nos indique una iniciativa que podamos compartir en los modos y en las formas que desee señalar. En nombre de todos los diáconos le saludo, Santo Padre, con filial afecto.

[Benedicto XVI:]

Gracias por este testimonio de uno de los más de cien diáconos de Roma. Desearía también yo expresar mi alegría y mi gratitud al Concilio, porque repuso este importante ministerio en la Iglesia universal. Debo decir que cuando era arzobispo de Munich no encontré tal vez más que a tres o cuatro diáconos y favorecí mucho este ministerio porque me parece que pertenece a la riqueza del ministerio sacramental en la Iglesia. Al mismo tiempo, puede ser igualmente un vínculo entre el mundo laico, el mundo profesional y el mundo del ministerio sacerdotal --dado que muchos diáconos continúan desenvolviendo sus profesiones y mantiene sus posiciones, importantes o también de vida sencilla, mientras que sábado y domingo trabajan en la Iglesia--. De esta forma testimonian en el mundo de hoy, asimismo en el mundo laboral, la presencia de la fe, el ministerio sacramental y la dimensión diaconal del sacramento del Orden. Esto me parece muy importante: la visibilidad de la dimensión diaconal.

Naturalmente asimismo todo sacerdote sigue siendo diácono y debe siempre pensar en esta dimensión, porque el Señor mismo se hizo nuestro ministro, nuestro diácono. Pensamos en el gesto del lavatorio de los pies, con el que explícitamente se muestra que el Maestro, el Señor, actúa como diácono y quiere que cuantos le siguen sean diáconos, que desempeñen este ministerio para la humanidad, hasta el punto de ayudar también a lavar los pies ensuciados de los hombres confiados a nosotros. Esta dimensión me parece de gran importancia.

En esta ocasión traigo a la memoria --aunque a lo mejor no es inmediatamente inherente al tema-- una pequeña experiencia que apuntó Pablo VI. Cada día del Concilio se entronizó el Evangelio. Y el Pontífice dijo a los ceremonieros que una vez habría deseado realizar él mismo esta entronización del Evangelio. Le dijeron: no, ésta es tarea de los diáconos, no del Papa. Él escribió en su diario: pero también yo soy diácono, sigo siendo diácono y desearía también ejercer este ministerio del diaconado poniendo en el trono la Palabra de Dios. Por lo tanto esto nos concierne a todos. Los sacerdotes siguen siendo diáconos y los diáconos explicitan en la Iglesia y en el mundo esta dimensión diaconal de nuestro ministerio. Esta entronización litúrgica de la Palabra de Dios cada día durante el Concilio era siempre para nosotros un gesto de gran importancia: nos decía quién era el verdadero Señor de aquella asamblea, nos decía que sobre el trono está la Palabra de Dios y que nosotros ejercemos el ministerio para escuchar y para interpretar, para ofrecer a los demás esta Palabra. Es ampliamente significativo para todo cuanto hacemos: entronizar en el mundo la Palabra de Dios, la Palabra viva, Cristo. Que realmente sea Él quien gobierne nuestra vida personal y nuestra vida en las parroquias.

Además usted me hace una pregunta que, debo decir, excede un poco mis fuerzas: cuáles serían las tareas propias de los diáconos en Roma. Sé que el cardenal vicario conoce mucho mejor que yo las situaciones reales de la ciudad, de la comunidad diocesana de Roma. Pienso que una característica del ministerio de los diáconos es precisamente la multiplicidad de las aplicaciones del diaconado. En la Comisión Teológica Internacional, hace algunos años, estudiamos largamente el diaconado en la historia y también en el presente de la Iglesia. Y descubrimos justamente esto: no existe un perfil único. Cuánto se debe hacer, varía según la preparación de las personas, de las situaciones en las que se encuentran. Puede haber aplicaciones y concreciones muy diferentes, siempre en comunión con el obispo y con la parroquia, naturalmente. En las distintas situaciones se muestran varias posibilidades, también dependiendo de la preparación profesional que eventualmente tengan estos diáconos: podrían estar comprometidos en el sector cultural, tan importante hoy, o podrían tener una voz y un puesto significativo en el sector educativo. Pensamos este año precisamente en el problema de la educación como central para nuestro futuro, para el futuro de la humanidad.

Ciertamente el sector de la caridad era en Roma el sector originario, porque los títulos presbiterales y las diaconías eran centros de la caridad cristiana. Éste era desde el inicio en la ciudad de Roma un sector fundamental. En mi Encíclica Deus caritas est mostré que no sólo la predicación y la liturgia son esenciales para la Iglesia y para el ministerio de la Iglesia, sino que lo es igualmente el servicio de la caritas --en sus múltiples dimensiones-- por los pobres, por los necesitados. Así que espero que en todo tiempo, en toda diócesis, si bien con situaciones distintas, ésta siga siendo una dimensión fundamental y también prioritaria para el compromiso de los diáconos, si bien no la única, como nos muestra también la Iglesia primitiva, donde los siete diáconos fueron elegidos precisamente para permitir a los apóstoles dedicarse a la oración, a la liturgia, a la predicación. También después Esteban se encuentra en la situación de tener que predicar a los helénicos, a los judíos de lengua griega, y así se amplía el campo de la predicación. Él está condicionado, digamos, por las situaciones culturales, donde tiene voz para hacer presente en dicho sector la Palabra de Dios y así hace más posible la universalidad del testimonio cristiano, abriendo las puertas a san Pablo, que fue testigo de su lapidación y posteriormente, en cierto sentido, su sucesor en la universalización de la Palabra de Dios. No sé si el cardenal vicario desea añadir una palabra; yo no estoy tan próximo a las situaciones concretas.


[Cardenal Camillo Ruini, vicario del Papa para la diócesis de Roma:]

Santo Padre: sólo puedo confirmar, como usted decía, que también en Roma en concreto los diáconos trabajan en muchos ámbitos, en su mayor parte en las parroquias, donde se ocupan de la pastoral de la caridad, pero por ejemplo muchos también están en la pastoral de la familia. Al estar casados casi todos los diáconos, preparan al matrimonio, siguen a los jóvenes parejas, y labores por el estilo. Además brindan una contribución significativa a la pastoral sanitaria, ayudan también en el Vicariato --donde algunos trabajan-- y, como escuchó antes, en las misiones. Existe alguna presencia misionera de diáconos. Creo que, naturalmente, en el plano numérico el compromiso de amplitud más relevante es en las parroquias, pero existen igualmente otros ámbitos que se están abriendo y precisamente por esto tenemos ya más de un centenar de diáconos permanentes.

[*Ndt: de los documentos del Concilio Vaticano II, la Constitución Dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, firmada por Pablo VI el 21 de noviembre de 1964, establece, sobre los diáconos: «En el grado inferior de la jerarquía están los diáconos, que reciben la imposición de manos no en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio. Así confortados con la gracia sacramental en comunión con el Obispo y su presbiterio, sirven al Pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Es oficio propio del diácono, según la autoridad competente se lo indicare, la administración solemne del bautismo, el conservar y distribuir la Eucaristía, el asistir en nombre de la Iglesia y bendecir los matrimonios, llevar el viático a los moribundos, leer la Sagrada Escritura a los fieles, instruir y exhortar al pueblo, presidir el culto y oración de los fieles, administrar los sacramentales, presidir los ritos de funerales y sepelios. Dedicados a los oficios de caridad y administración, recuerden los diáconos el aviso de San Policarpo: "Misericordiosos, diligentes, procedan en su conducta conforme a la verdad del Señor, que se hizo servidor de todos". Teniendo en cuenta que, según la disciplina actualmente vigente en la Iglesia latina, en muchas regiones no hay quien fácilmente desempeñe estas funciones tan necesarias para la vida de la Iglesia, se podrá restablecer en adelante el diaconado como grado propio y permanente en la jerarquía. Tocará a las distintas conferencias episcopales el decidir, oportuno para la atención de los fieles, y en dónde, el establecer estos diáconos. Con el consentimiento del Romano Pontífice, este diaconado se podrá conferir a hombres de edad madura, aunque estén casados, o también a jóvenes idóneos; pero para éstos debe mantenerse firme la ley del celibato (n.29).]

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Traducción del original italiano por Marta Lago

Benedicto XVI: La formación del corazón en lo esencial

Encuentro del Papa con los párrocos y el clero de Roma (II)

CIUDAD DEL VATICANO, martes, 12 febrero 2008 (ZENIT.org).- Como es tradicional a inicios de Cuaresma, Benedicto XVI se reunió con los párrocos y el clero de la diócesis de Roma el pasado jueves. El encuentro se desarrolló en forma de diálogo, entre el Santo Padre y los participantes. Proseguimos con la publicación de las preguntas y de las respuestas que brindó espontáneamente el Papa.

Se procura ofrecer las diez intervenciones agrupadas temáticamente, pues no siguieron un orden determinado. La parte I (Dimensión y visibilidad del diaconado) de este encuentro está disponible en Zenit, 11 de febrero de 2008.

* * *

[Padre Graziano Bonfitto, vicario parroquial de la parroquia de Ognissanti:]


Santo Padre: soy originario de un pueblo de la provincia de Foggia, San Marco in Lamis. Soy un religioso de Don Orione y sacerdote desde hace año y medio, actualmente vice-párroco en la parroquia de Ognissanti, en el barrio Appio. No le oculto mi emoción, y también la increíble alegría que tengo en este momento, para mí tan privilegiado. Usted es el obispo y el pastor de nuestra Iglesia diocesana, pero es siempre el Papa y por lo tanto el pastor de la Iglesia universal. Por ello la emoción se multiplica irremediablemente. Desearía en primer lugar expresarle mi agradecimiento por todo lo que, día tras día, hace no sólo por nuestra diócesis de Roma, sino por la Iglesia entera. Sus palabras y sus gestos, sus atenciones hacia nosotros, pueblo de Dios, son signo del amor y de la cercanía que usted alimenta por todos y cada uno. Mi apostolado sacerdotal se ejerce en particular entre los jóvenes. Es precisamente en nombre de ellos que desearía darle hoy las gracias. Mi santo fundador, san Luigi Orione, decía que los jóvenes son el sol o la tempestad del mañana. Creo que en este momento histórico en que nos encontramos los jóvenes son tanto el sol como la tempestad, no del mañana, sino de ahora. Los jóvenes sentimos actualmente, más que nunca, la fuerte necesidad de tener certezas. Deseamos sinceridad, libertad, justicia, paz. Deseamos contar con personas que caminen con nosotros, que nos escuchen. Exactamente como Jesús con los discípulos de Emaús. La juventud desea personas capaces de indicar el camino de la libertad, de la responsabilidad, del amor, de la verdad. O sea, los jóvenes hoy tienen una inagotable se de Cristo. Una sed de testigos gozosos que hayan encontrado a Jesús y hayan apostado por Él toda su existencia. Los jóvenes quieren una Iglesia siempre en el terreno y cada vez más próxima a sus exigencias. La quieren presente en sus opciones de vida, aunque persista en ellos cierta sensación de indiferencia respecto a la Iglesia misma. El joven busca una esperanza fidedigna -como usted escribió en la última carta que nos dirigió a los fieles de Roma-- para evitar vivir sin Dios. Santo Padre -permítame llamarle «papá»--, qué difícil es vivir en Dios, con Dios y por Dios. La juventud se siente insidiada por muchos frentes. Son tantos los falsos profetas, los vendedores de ilusiones. Demasiados los insinuadores de falsas verdades e ideales innobles. Con todo, la juventud que cree hoy, aún sintiéndose acorralada, está convencida de que Dios es la esperanza que resiste a todas las desilusiones, que sólo su amor no puede ser destruido por la muerte, aunque la mayor parte de las veces no es fácil encontrar espacio y valor para ser testigos. ¿Qué hacer entonces? ¿Cómo comportarse? ¿Vale efectivamente la pena seguir apostando la propia vida por Cristo? La vida, la familia, el amor, el gozo, la justicia, el respeto de las opiniones ajenas, la libertad, la oración y la caridad, ¿son todavía valores que hay que defender? La vida de los santos, que se mide por las bienaventuranzas, ¿es una vida idónea para el hombre, el joven del tercer milenio? Mil gracias por su atención, por su afecto y su premura por los jóvenes. La juventud está con usted: le estima, le quiere y le escucha. Siga siempre cerca, indíquenos cada vez con más fuerza la vía que lleva a Cristo, camino, verdad y vida. Ayúdenos a volar alto. Cada vez más alto. Y ruegue siempre por nosotros. Gracias.

[Benedicto XVI:]

Gracias por este bello testimonio de un joven sacerdote que está con los jóvenes, les acompaña y, como ha dicho, les ayuda a caminar con Cristo, con Jesús. ¿Qué decir? Todos sabemos lo difícil que es para un joven de hoy vivir como cristiano. El contexto cultural, el contexto mediático, aporta todo lo contrario del camino hacia Cristo. Parece precisamente que hace imposible ver a Cristo como centro de la vida y vivir la vida como Jesús la muestra. Sin embargo, me parece también que muchos sienten cada vez más la insuficiencia de todas estas ofertas, de este estilo de vida que al final deja vacío.

En este sentido me parece que justamente las lecturas de la liturgia de hoy, la del Deuteronomio (30, 15-20) y el pasaje evangélico de Lucas (9, 22-25), responden a cuanto, en sustancia, deberíamos decir a los jóvenes y siempre a nosotros mismos. Como usted ha mencionado, la sinceridad es fundamental. Los jóvenes deben percibir que no decimos palabras que no vivamos nosotros mismos, sino que hablamos porque hemos encontrado y buscamos encontrar cada día la verdad como verdad para mi vida. Sólo si estamos en este camino, si procuramos asimilar nosotros mismos esta vida y asociar nuestra vida a la del Señor, entonces también las palabras pueden ser creíbles y tener una lógica visible y convincente. Insisto: hoy ésta es la gran regla fundamental no sólo para la Cuaresma, sino para toda la vida cristiana: elige la vida. Ante ti tienes muerte y vida: elige la vida. Y me parece que la respuesta es natural. Son sólo pocos los que alimentan en lo profundo una voluntad de destrucción, de muerte, de no querer ya la existencia, la vida, porque todo es contradictorio para ellos. Lamentablemente, en cambio, se trata de un fenómeno que se amplía. Con todas las contradicciones, las falsas promesas, al final la vida parece contradictoria, ya no es un don, sino una condena y así hay quien desea más la muerte que la vida. Pero normalmente el hombre responde: sí, quiero la vida.

La cuestión sigue siendo cómo encontrar la vida, qué elegir, cómo elegir la vida. Y las ofertas que normalmente se hacen las conocemos: ir a la discoteca, conseguir todo lo posible, considerar la libertad como hacer todo lo que se quiera, todo lo que se ocurra en un momento determinado. Pero sabemos en cambio -y podemos mostrarlo-- que éste es un camino de falsedad, porque al final no se encuentra la vida, sino realmente el abismo de la nada. Elige la vida. La misma lectura dice: Dios es tu vida, has elegido la vida y has hecho la elección: Dios. Esto me parece fundamental. Sólo así nuestro horizonte es lo suficientemente amplio y sólo así permanecemos en la fuente de la vida, que es más fuerte que la muerte, que todas las amenazas de la muerte. Así que la elección fundamental es ésta que se indica: elige a Dios. Es necesario entender que quien emprende el camino sin Dios al final se encuentra en la oscuridad, aunque pueda haber momentos en los que parezca que se ha hallado la vida.

Un paso más es cómo encontrar a Dios, como elegir a Dios. Aquí llegamos al Evangelio: Dios no es un desconocido, una hipótesis del primer inicio del cosmos. Dios tiene carne y hueso. Es uno de nosotros. Le conocemos con su rostro, con su nombre. Es Jesucristo, quien nos habla en el Evangelio. Es hombre y es Dios. Y siendo Dios, eligió al hombre para hacernos posible la elección de Dios. Así que es necesario entrar en el conocimiento y después en la amistad de Jesús para caminar con Él.

Considero que éste es el punto fundamental de nuestra atención pastoral de los jóvenes, para todos, pero sobre todo para los jóvenes: atraer la atención sobre la elección de Dios, que es la vida. Sobre el hecho de que Dios existe. Y existe de modo muy concreto. Y enseñar la amistad con Jesucristo.

Hay también un tercer paso. Esta amistad con Jesús no es una amistad con una persona irreal, con alguien que pertenece al pasado o que está lejos de los hombres, a la diestra de Dios. Él está presente en su cuerpo, que sigue siendo un cuerpo de carne y hueso: es la Iglesia, la comunión de la Iglesia. Debemos construir y hacer comunidades más accesibles que reflejen la gran comunidad de la Iglesia vital. Es un todo: la experiencia vital de la comunidad, con todas las debilidades humanas, pero sin embargo real, con un camino claro y una vida sacramental sólida en la que podemos tocar también lo que puede parecernos tan lejano, la presencia del Señor. De esta manera podemos igualmente aprender los mandamientos -por volver al Deuteronomio, del que partí. Porque la lectura dice: elegir a Dios quiere decir elegir según su Palabra, vivir según la Palabra. Por un momento esto parece casi positivista: son imperativos. Pero lo primero es el don: su amistad. Después podemos entender que los indicadores del camino son explicaciones de la realidad de esta amistad nuestra.

Podemos decir que ésta es una visión general, que brota del contacto con la Sagrada Escritura y la vida de la Iglesia de cada día. Después se traduce paso a paso en los encuentros concretos con los jóvenes: guiarles al diálogo con Jesús en la oración, en la lectura de la Sagrada Escritura -la lectura común, sobre todo, pero también personal-- y en la vida sacramental. Son todos pasos para hacer presentes estas experiencias en la vida profesional, aunque el contexto esté marcado frecuentemente por la plena ausencia de Dios y por la aparente imposibilidad de verle presente. Pero justamente entonces, a través de nuestra vida y de nuestra experiencia de Dios, debemos intentar que entre en este mundo lejano de Dios la presencia de Cristo.

La sed de Dios existe. Hace poco recibió la visita ad limina de obispos de un país en el que más del cincuenta por ciento se declara ateo o agnóstico. Pero me dijeron: en realidad todos tienen sed de Dios. Escondidamente existe esta sed. Por ello empecemos antes nosotros, con los jóvenes que podamos encontrar. Formemos comunidades en las que se refleje la Iglesia, aprendamos la amistad con Jesús. Y así, llenos de esta alegría y de esta experiencia, podemos también hoy hacer presente a Dios en este mundo nuestro.

* * *

[Don Paolo Tammi, párroco de San Pío X; profesor de religión:]


Deseo expresarle sólo uno de los muchos agradecimientos por el esfuerzo y la pasión con que ha escrito su libro sobre Jesús de Nazaret, un texto que, como usted mismo ha dicho, no es un acto de magisterio, sino fruto de su búsqueda personal del rostro de Dios. Ha contribuido a poner en el centro del cristianismo la persona de Jesucristo y con seguridad está contribuyendo y seguirá haciéndolo en una paciente justicia de las visiones parciales del acontecimiento cristiano, como la visión política en la que se desarrolló la mayor parte de mi adolescencia y la de mis coetáneos, o la moralista, demasiado insistente -en mi opinión-- en la predicación católica, o finalmente la que ama definirse desmitificadora de la figura de Jesucristo, como la ciertos maestros del pensamiento laico que, con poca sorpresa, la verdad, de golpe se ocupan hoy del Fundador del cristianismo y de su aventura humana para negar su historicidad o para atribuir su divinidad a una fantasía de la Iglesia apostólica. Usted en cambio no deja de enseñarnos, Santidad, que Jesús es verdaderamente todo; que de Él, hombre y Dios, sólo es posible enamorarse, que no es precisamente lo mismo que tener carné de partido, suponiendo que existiera, o llenarse de él la boca sólo para salvar una identidad cultural. Me limito a añadir que en un ambiente laico como la escuela, donde las motivaciones históricas y filosóficas a favor o en contra de la religión obviamente tienen su legítimo espacio, veo cada día a los chavales mantener una gran distancia emotiva, mientras que he visto a otros conmoverse en Asís, donde les llevé hace algunos días, al escuchar un apasionado testimonio de un joven fraile menor. Le pregunto: ¿cómo puede la vida de un sacerdote apasionarse cada vez más en lo esencial, que es el esposo Jesús? Y también: ¿en qué se ve que un sacerdote está enamorado de Jesús? Sé que ha respondido varias veces, pero es cierto que la respuesta puede ayudarnos a corregirnos, a retomar esperanza. Le ruego que lo haga otra vez con sus sacerdotes.

[Benedicto XVI:]

¡Cómo puedo corregir a los párrocos, que trabajan tan bien! Podemos sólo ayudarnos recíprocamente. Así que usted conoce este ambiente laico con distancia no sólo intelectual, sino sobre todo emotiva de la fe. Y debemos, según las circunstancias, buscar la forma de crear puentes. Me parece que las situaciones son difíciles, pero usted tiene razón. Debemos pensar siempre: qué es lo esencial, si bien después puede ser distinto el punto en el que es posible enlazar el kerigma, el contexto, el modo de actuar. Pero la cuestión debe ser siempre: ¿qué es esencial? ¿Qué es necesario descubrir? ¿Qué desearía dar? Y aquí repito siempre: lo esencial es Dios. Si no hablamos de Dios, si no se descubre a Dios, nos quedamos siempre en las cosas secundarias. Por lo tanto me parecería fundamental que al menos naciera la pregunta: ¿existe Dios? Y ¿cómo podría vivir sin Dios? ¿Es Dios verdaderamente una realidad importante para mí?

Me sigue pareciendo impresionante que el [Concilio] Vaticano I quisiera precisamente entablar este diálogo, entender con la razón a Dios -si bien en la situación histórica en la que nos encontramos necesitamos que Dios nos ayude y purifique nuestra razón. Me parece que ya se está buscando responder a este desafío del ambiente laico respecto a Dios como la cuestión fundamental, y después respecto a Jesucristo como la respuesta de Dios. Naturalmente diría que existen los preambula fidei, que tal vez constituyen el primer paso para dejar abierto el corazón y la mente hacia Dios: las virtudes naturales. Estos días he recibido la visita de un jefe de Estado, quien me dijo: no soy religioso, el fundamento de mi vida es la ética aristotélica. Es ya algo muy bueno, y nos sitúa junto a santo Tomás, en camino hacia la síntesis de Tomás. Y por lo tanto puede ser éste un punto de contacto: aprender y hacer compresible la importancia para la convivencia humana de esta ética racional, que después se abre interiormente -si se vive consecuentemente-- a la cuestión de Dios, a la responsabilidad ante Dios.

Así que me parece que, por un lado, debemos tener claro ante nosotros qué es lo esencial que queremos y debemos transmitir a los demás y cuáles son los preambula en las situaciones en las que podemos dar los primeros pasos: en verdad precisamente hoy una primera educación ética es un paso fundamental. Es lo que hizo también el cristianismo antiguo. Cipriano, por ejemplo, nos dice que antes su vida era totalmente disoluta; después, viviendo en la comunidad catecumenal, aprendió una ética fundamental y de tal modo se abrió el camino hacia Dios. También san Ambrosio en la vigilia pascual dice: hasta ahora hemos hablado de la moral, ahora vayamos a los misterios. Habían hecho el camino de los preambula fidei con una educación ética fundamental, que creaba la disponibilidad para comprender el misterio de Dios. Por lo tanto diría que tal vez debemos realizar una interacción entre educación ética -hoy tan importante-- por un lado, también con su evidencia pragmática, y al mismo tiempo no omitir la cuestión de Dios. Y en este entrelazamiento de dos caminos me parece que tal vez un poco conseguimos abrirnos a ese Dios que sólo puede dar la luz.

* * *

[Don Daniele Salera, vicario parroquial en Santa María Madre del Redentor en Tor Bella Monaca; profesor de religión:]

Santidad:
soy don Daniele Salera, sacerdote desde hace 6 años, vicario parroquial en Tor Bella Monaca; allí enseño religión. Al leer su carta sobre la tarea urgente de la educación he tomado nota de algunos aspectos para mí significativos y de los que me gustaría dialogar con usted. Ante todo encuentro importante su orientación para la diócesis y la ciudad. Esta distinción da razón de las distintas identidades que la componen e interpela, en la libertad a la que usted, Santidad, alude, también a los no creyentes. Desearía transmitirle es estos pocos instantes la belleza de trabajar en la escuela con colegas que por diversos motivos ya no tienen una fe viva o no se reconocen en la Iglesia; sin embargo, me dan ejemplo en la pasión educativa y en la recuperación de adolescentes que tienen una vida marcada por el crimen y la degradación. Percibo en muchas personas con las que trabajo en Tor Bella Monaca una auténtica ansia misionera. Por caminos distintos, pero convergentes, luchamos contra esa crisis de esperanza que siempre se agazapa cuando, a diario, se tiene relación con chavales que parecen interiormente muertos, sin deseos de futuro o tan profundamente envueltos por el mal que no logran percibir el bien que se les desea o las ocasiones de libertad y de redención que en cualquier caso existen en su camino. Frente a tal emergencia humana no hay espacio para las divisiones; me repito frecuentemente una frase del Papa Roncalli, quien decía: «Buscaré siempre lo que une, más que lo que separa». Santidad, esta experiencia me permite vivir cotidianamente con jóvenes y adultos que jamás habría encontrado si me hubiera concentrado sólo en las actividades internas de la parroquia, y observo que es cierto: muchos educadores están renunciando a la ética en nombre de una afectividad que no da certezas y crea dependencia. Otros temen defender las reglas de la convivencia civil porque piensan que aquellas no dan razón de las necesidades, de las dificultades y de la identidad de los jóvenes. Con un eslogan, diría que, a nivel educativo, vivimos en una cultura del «sí, siempre» y del «no, jamás». Pero es el «no» pronunciado con amorosa pasión por el hombre y su futuro el que a menudo traza la línea entre el bien y el mal; límite que en la edad evolutiva es fundamental para la construcción de una identidad personal sólida. Por una parte estoy convencido de que, ante la emergencia las diversidades se atenúan, y por lo tanto en el plano educativo podemos verdaderamente encontrar una mesa común con quien libremente no se declara creyente en sentido propio; por otra, me pregunto, ¿por qué nosotros, Iglesia, que tanto hemos escrito, pensado y vivido acerca de la educación como formación en el recto uso de la libertad -como usted dice--, no logramos transmitir este objetivo educativo? ¿Por qué parecemos, en término medio, tan poco liberados y liberadores?

* * *

[Benedicto XVI:]

Gracias por este reflejo de sus experiencias en la escuela actual, de los jóvenes de hoy, también por estas preguntas de autocrítica para nosotros. En este momento sólo puedo confirmar que me parece muy importante que la Iglesia esté presente también en la escuela, porque una educación que no es a la vez educación con Dios y presencia de Dios, una educación que no transmite los grandes valores éticos que han aparecido en la luz de Cristo, no es educación. Jamás basta una formación profesional sin formación del corazón. Y el corazón no puede formarse sin, al menos, el desafío de la presencia de Dios. Sabemos que muchos jóvenes viven en ambientes, en situaciones que les hacen inaccesibles la luz y la Palabra de Dios; están en situaciones de vida que representan una verdadera esclavitud, no sólo exterior, sino que provoca una esclavitud intelectual que oscurece en verdad el corazón y la mente. Intentemos con cuanto está al alcance de la Iglesia ofrecerles también a ellos una posibilidad de salida. Pero, en cualquier caso, hagamos que en este variado ambiente de la escuela -donde se va desde los creyentes hasta las situaciones más tristes-- esté presente la Palabra de Dios. Es lo que hemos dicho de san Pablo, que quería hacer llegar el Evangelio a todos. Este imperativo del Señor -el Evangelio debe ser anunciado a todos-- no es un imperativo diacrónico, no es un imperativo continental, de que en todas las culturas se anuncie en primera línea; sino un imperativo interior, en el sentido de entrar en los distintos matices y dimensiones de una sociedad para hacer más accesible, al menos un poco, la luz del Evangelio; que se anuncie realmente a todos el Evangelio.

Y me parece también un aspecto de la formación cultural hoy. Conocer qué es la fe cristiana que ha formado este continente y que es una luz para todos los continentes. Los modos en que se puede hacer presente y accesible al máximo esta luz son diversos y soy consciente de que no tengo una receta para esto; pero la necesidad de ofrecerse a esta aventura, bella y difícil, es realmente un elemento del imperativo del Evangelio mismo. Roguemos para que el Señor nos ayude a responder a este imperativo de hacer que llegue a todas las dimensiones de nuestra sociedad su conocimiento, el conocimiento de su rostro.

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Traducción del original italiano por Marta Lago

Testimonio: Ser toda tuya, y sólo tuya, Señor / Autora: Soledad Pérez de Ayala Becerril

La autora: Soledad Pérez de Ayala Becerril, madre de familia y profesora titular de Filología Inglesa - Universidad Complutense (Madrid).
Vive su vida cristiana como congregante mariana de la Congregación Mariana “Mater Salvatoris”.

En enero de 2006, cuando con más intensidad buscaba yo hacer la voluntad de Dios en mi vida, el Señor me hizo ver que iba a sufrir una enfermedad para la conversión de mi corazón, y quizá la de algunos otros, y para gloria suya. Al poco me diagnosticaron un cáncer, que me trataron con quimioterapia, cirugía y radioterapia.

Ser toda tuya y sólo tuya

Yo buscaba: buscaba la Verdad, en la Eucaristía, en todo lo que es de Él, en la Iglesia, en los sacerdotes, en mi Congregación Mariana. En realidad , le buscaba sólo a Él, a Cristo. Empecé a decirle que quería ser toda suya, y sólo suya. No del mundo, no de la vanidad. Esto es fácil de desear, pero difícil de llevar a cabo porque el mundo te arrastra. Pero a través de la enfermedad, que me obligó a renunciar a tantas cosas –mi imagen, mi trabajo, mis fuerzas- me fui haciendo más a Él. A medida que yo renunciaba a alguna criatura, Él se hacía más fuerte en mi corazón.

Con la ayuda del Señor, de la Virgen María y de toda mi familia, fui encajando el sufrimiento de la debilidad, las llagas, el hospital, y todas las molestias derivadas de la medicación. Al principio tenía miedo a la Cruz, y ese miedo me hacía sufrir más que la propia enfermedad. A menudo me había preguntado, antes de la enfermedad, por qué tantos hombres y mujeres padecen en el mundo, haciéndose partícipes de la Cruz, y yo tenía una vida cómoda. Al entrar a formar parte de los que sufren, me sentí parte del Pueblo del Señor.

Siendo débil en el Señor, notaba más su fortaleza en mí. Entonces se me pasó el miedo. El sufrimiento es superado por el Amor, y al sufrir con Cristo, nos hacemos partícipes de su Amor. Yo le decía al Señor que si me daba fuerzas, saldría de mí misma, le amaría más y también a mi gente. Al mismo tiempo, en el amor de los otros hacia mí, sobre todo en el de mi marido, descubrí el Amor desbordante del Señor. Mi familia se volcó conmigo. Mucha gente me llamó para decirme que rezaba por mí. Yo ofrecía mis dificultades por todos ellos. Así se formó un círculo de oración y de gracia. En los momentos más duros, sólo mi Madre del cielo me ha podido ayudar. Ella, María, me ha aligerado esa carga que cae pesadísima sobre los hombros; Ella sola me ha deshecho el nudo de la garganta, y me ha hecho ver que esto es un encuentro con su Hijo, gracias al cual yo también puedo entonar mi pequeño Magnificat.

El Señor cuenta con nosotros

En Febrero de 2007 me dieron de alta –no definitiva, pero muy esperanzadora- por lo que hicimos planes nuevos. En Junio me detectaron una metástasis en los huesos. La cosa estaba clara: el Señor quería seguir contando conmigo. Mis planes de trabajo y estudio se cayeron. Los planes del Señor, sin embargo, siguieron adelante. Y me hice la siguiente reflexión: ¿qué vida es mejor: la que yo había pensado o la que me impone la enfermedad? La respuesta es que una no es mejor que la otra, pues la bondad no está en lo que se haga, sino en cómo se haga, y sobre todo de Quién vayas acompañado. He visto que de mis cuarenta años, el último ha sido especialmente dulce porque he contado de una forma sorprendente con la presencia de Cristo en mi vida diaria. Y he llegado a preguntarme si debo desear sanar, pues la dulzura de estar con Él me hace pensar en la vida eterna. En la enfermedad siento que el Maestro está conmigo, viviendo los momentos difíciles, y yo con Él participando así de su Cruz. Por eso, la enfermedad es dulce, pues le tengo a Él, le he descubierto a Él en mí. Y yo empiezo a vivir aquí en la tierra, sin mérito mío, las dulzuras de estar con Él en el cielo.

Alegría y ganas de vivir

Yo pensaba, antes de la enfermedad, que la vida era un valle de lágrimas. Desde que estoy enferma, me han entrado unas ansias irresistibles de vivir, de transmitir la alegría que me da sentirme amada por el mismo Dios. Claro que ahora vivo de otra manera, pues tengo al Maestro más cerca. Le pido al Señor que me enseñe a vivir el día, sabiendo que no sé si cuento con el mañana. La respuesta, como siempre, está en el amor. Después de tantos años de ejercicios espirituales, de meditar el Principio y fundamento, me han tenido que atar a una camilla de hospital para entender que un minuto de cansancio extremo, o de simplemente mirar el horizonte, dan gloria a Dios si se ofrecen por amor; que el objetivo de la vida no es ganar dinero, ni una vida exitosa, sino amar, amar, amar, y dejarme amar, dejarme amar, dejarme amar. Y confiar, vivir el día, vivir en cristiano, y transmitir a mi gente, en esta sociedad occidental tan triste y materializada, la alegría del Crucificado (por eso sonríe el Cristo de Javier).

Vivir la enfermedad cerca de la Trinidad

A lo largo de estos meses, he descubierto cómo cada una de las Personas Divinas de la Santísima Trinidad me cobija, me quiere, en la enfermedad de una forma distinta. Entre ellas cubren unas funciones de forma amorosa, y si las escucho a las Tres, la angustia desaparece y se abren camino la paz y la alegría. En Dios Padre, vivo la confianza de saber que Él es mi Padre, que me ha creado, que es todo Poder, todo Saber y todo Bondad, y que por lo tanto no puede haber ningún resquicio de vida ni circunstancia familiar que Él no haya previsto en sus planes de Amor. En Cristo, tengo el único y mejor Maestro de vida, con el que me encuentro a diario en la Eucaristía. Él me va enseñando el camino. En el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, pongo la esperanza de que me sostendrá y me inspirará, como lo viene haciendo, la paz y la alegría de saberme Hija de Dios. A mi Dios, Uno y Trino, por intercesión de la Virgen María, Madre del Salvador, le pido me dé fuerzas, me sostenga y me ayude a ser humilde ante Él.

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Fuente: Magnificat del día 11 de febrero de 2008

Revelan cómo Pío IX decidió proclamar dogma de la Inmaculada Concepción

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VATICANO, 12 Feb. 08 /(ACI).- El experto en la vida del Beato Papa Pío IX, Francesco Guglietta, reveló en un artículo publicado por L'Osservatore Romano, cómo el Pontífice decidió consultar a los obispos del mundo para proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción el 8 de diciembre de 1854.

Guglietta señala que la revolución que terminó con la proclamación de la "República Romana" en 1848 y forzó al Papa a refugiarse durante nueve meses en Gaeta –la ciudad marítima entre Roma y Nápoles-, tuvo un efecto profundo en el Pontífice, que como el Cardenal Giovanni Maria Mastai Ferretti, había simpatizado abiertamente con los movimientos revolucionarios europeos.

"En este lapso de tiempo, en efecto, Pío IX perdió progresivamente confianza en los procesos de 'revolución' que tenían lugar en Europa y tomó distancia del ambiente católico liberal, comenzando a ver en el movimiento de insurrección, así como en la 'modernidad' de entonces, una peligrosa insidia para la vida de la Iglesia", escribe Guglietta.

El experto señala que "comprender lo que aconteció en la forma de pensar de Pío IX en Gaeta tiene una relevancia histórica notable", que sigue siendo "una investigación aún poco explorada".
Sin embargo, dice el historiador, sí consta que el tiempo del Papa en Gaeta fue fundamental para la decisión de proclamar el dogma mariano de la Inmaculada Concepción.

"De manera un poco romántica en Gaeta, la tradición oral narra que fue la prolongada oración del Beato Pío IX frente a la imagen de la Inmaculada Concepción de Scipione Pulzone conservada en la espléndida Capilla de Oro del complejo de la 'Annunziata', la que lo convenció de la bondad y fundamento del dogma mariano", dice Guglietta.

Sin embargo, más relevante históricamente es un episodio relatado por el historiador y catedrático francés Louis Baunard.

Baunard "narra de Pío IX que contemplando el mar agitado de Gaeta escuchó y meditó las palabras del Cardenal Luigi Lambruschini: 'Beatísimo Padre, Usted no podrá curar el mundo sino con la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción. Solo esta definición dogmática podrá restablecer el sentido de las verdades cristianas y retraer las inteligencias de las sendas del naturalismo en las que se pierden'".

Según Guglietta, el tema del naturalismo, que despreciaba toda verdad sobrenatural, podría considerarse como "la cuestión de fondo" que impulsó al Papa a la proclamación del dogma. "La afirmación de la Concepción Inmaculada de la Virgen ponía sólidas bases para afirmar y consolidar la certeza de la primacía de la gracia y de la obra de la Providencia en la vida de los hombres".

El historiador señala que Pío IX, pese a su entusiasmo, acogió la idea de realizar una consulta con el episcopado mundial, que expresó su parecer positivo, y llevó finalmente a la proclamación del dogma.