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martes, 22 de noviembre de 2022

La humildad nos hace libres ante el mundo / Por Arturo López


Camino Católico.-
  La meditación la realiza Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida. En esta enseñanza reflexiona sobre la humildad como actitud imprescindible para seguir a Jesús y mostrar su rostro al mundo. Amar es servir y eso sólo puede realizarlo el don gratuito de Dios si vivimos anhelando cumplir su voluntad.

Arturo López también participa de las reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta enseñanza, el lunes 7 de febrero del 2011.

domingo, 17 de octubre de 2021

Homilía del Evangelio del Domingo: Cómo combatir la «voluntad de poder» que a todos acecha / Por Cardenal Raniero Cantalamessa, OFM Cap.


* «¿Qué opone el Evangelio al poder? ¡El servicio! Un poder para los demás, no sobre los demás. El poder confiere autoridad en el sentido de dominio, pero el servicio confiere algo más, autoridad que significa respeto, estima, una ascendencia verdadera sobre los demás. Al poder el Evangelio opone también la no-violencia, esto es, un poder de otro tipo, moral, no físico. Jesús decía que habría podido pedir al Padre doce legiones de ángeles para derrotar a los enemigos que estaban a punto de acudir para crucificarle (Mt 26,53), pero prefirió rogar por ellos. Y fue así que logró su victoria»

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martes, 3 de marzo de 2020

¿Cómo podemos orar sin cesar, siempre y en todo lugar? / Por Conchi Vaquero


Camino Católico.-  Conchi Vaquero Callejas, laica casada y madre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, nos interpela con profundidad a orar todo el día, siempre y en todo lugar. San Pablo después de su conversión hizo de su vida una oración constante. El apóstol invita a todos a orar sin cesar y aunque parece algo reservado a personas excepcionales debiera formar parte de la vida cotidiana de todos los cristianos. ¿Cómo puedo orar sin cesar? ¿Significa eso renunciar a mis actividades normales? ¿Puedo orar mientras trabajo o hablando con un amigo? A esas preguntas responde esta enseñanza. Conchi Vaquero pertenece también al grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta meditación, el 8 de febrero de 2010.

miércoles, 26 de septiembre de 2018

“Sigo llamándote a servir y a lavar los pies de tu hermano” / Por Arturo López


Camino Católico.- ¿Sirves a los demás como nos enseñó Jesús o te sirves de ellos para beneficio propio? ¿Te revistes de la autoridad del Espíritu Santo o usas tus habilidades y el poder del mundo para realizar cualquier cosa o relacionarte con alguien? Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, profundiza en esta charla en la llamada que todos tenemos de testimoniar a Jesús siendo servidores de los demás en cada acto de nuestra vida. El Señor desea que nos lavemos los pies los unos a los otros y actuemos con humildad como Él lo hizo con sus apóstoles. ¿Por qué nos cuenta tanto ser fieles a esa actitud? De eso se habla en esta enseñanza. Arturo López también participa de la reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta meditación.

jueves, 24 de febrero de 2011

Ruben, el cura asturiano que atiende 18 parroquias y 52 pueblos y recorre 65.000 kilómetros anuales

* "Predicar el evangelio no cansa. Es ir distribuyendo un tesoro que llevas en tus manos, tratando de que lo entiendan y de que descubran en él lo que están buscando para sus vidas"

* "Conozco auténticos santos, de vida y de fe, con una formación estupenda a nivel intelectual y moral, que llevan una relación personal con Dios, que entienden su vida como una misión dada por Cristo de llenar el mundo de su paz y de su amor y que en la sencillez de su vida son auténticos campeones y modelos de vida. Se cree que la aldea es sinónimo de ignorancia, cuando la muchas veces es germen de una sabiduría y una profundidad digna de los más prestigiosos centros intelectuales"

24 de febrero de 2011.-
Asturias tampoco es ajena a la escasez de sacerdotes, sobre todo, en las zonas rurales. El Principado cuenta con una población de 1.000.000 de habitantes, tiene menos de 300 sacerdotes en activo, con una edad media que pasa de los 65 años, y unas 900 parroquias en total. Tampoco el futuro va a ser fácil porque en el Seminario de Oviedo, solamente hay 7 seminaristas mayores dispuestos a tomar el relevo.

Uno de los curas que lleva un buen número de parroquias en Asturias es, Rubén Pulido, párroco de Onís y de San Juan de Beleño. Este cura asturiano tiene 45 años, estudió en el Seminario de Oviedo, lleva diez años de sacerdote por los pueblos de Asturias, tiene 18 parroquias, 52 pueblos, 52 iglesias, 21 cementerios, y hacer 65.000 km de coche al año, pero, sobre todo, le apasiona estar con la gente sencilla de los pueblos. Leer más...

lunes, 22 de febrero de 2010

"Sigo llamándote a servir y a lavar los pies de tu hermano" / Por Arturo López

Meditación en vídeo grabada en directo

22 de febrero de 2010.- ¿Sirves a los demás como nos enseñó Jesús o te sirves de ellos para beneficio propio? ¿Te revistes de la autoridad del Espíritu Santo o usas tus habilidades y el poder del mundo para realizar cualquier cosa o relacionarte con alguien? Arturo López Martos, laico casado y padre de dos hijos, miembro de la Comunidad Familia, Evangelio y Vida, profundiza en esta charla en la llamada que todos tenemos de testimoniar a Jesús siendo servidores de los demás en cada acto de nuestra vida. El Señor desea que nos lavemos los pies los unos a los otros y actuemos con humildad como Él lo hizo con sus apóstoles. ¿Por qué nos cuenta tanto ser fieles a esa actitud? De eso se habla en esta enseñanza. Arturo López también participa de la reuniones de plegaria del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta meditación. Ver vídeo...

miércoles, 11 de noviembre de 2009

Oración: "Hágase en mi tu voluntad" / Por Jordi Baig

11 de noviembre de 2009.-Jordi Baig, laico casado y padre de tres hijas, hace una ungida oración para pedir al Señor que nos capacite para cumplir su voluntad. Tú puedes orar mientras ves, escuchas e interiorizas la plegaria. Jordi Baig es miembro del grupo de oración Familia, Evangelio y Vida de la Parroquia de la Inmaculada Concepción de Vilanova i la Geltrú, Barcelona, España, donde ha sido grabada en directo esta oración. Ver vídeo...

martes, 5 de agosto de 2008

"Servir a los demás" , un testimonio histórico real / Autor: Alfonso Aguiló

(interrogantes.net) Una noche de tormenta, hace ya bastantes años, un matrimonio mayor entró en la recepción de un pequeño hotel en Filadelfia. Se aproximaron al mostrador y preguntaron: "¿Puede darnos una habitación?".

El empleado, un hombre atento y de movimientos rápidos, les dijo: "Lo siento de verdad, pero hoy se celebran tres convenciones simultáneas en la ciudad. Todas nuestras habitaciones y las de los demás hoteles cercanos están ocupadas.” El matrimonio manifestó discretamente su agobio, pues era difícil que a esa hora y con ese tiempo tan horroroso pudieran encontrar dónde pasar la noche. El empleado entonces les dijo: "Miren..., no puedo dejarles marchar sin más con este aguacero. Si ustedes aceptan la incomodidad, puedo ofrecerles mi propia habitación. Yo me arreglaré con el sillón de la oficina, pues tengo que estar toda la noche pendiente de lo que pase.”

El matrimonio rechazó el ofrecimiento, pues les parecía abusar de la cortesía de aquel hombre. Pero el empleado insistió con cordialidad y finalmente ocuparon su habitación. A la mañana siguiente, al pagar la estancia, aquel hombre dijo al empleado: "Usted es el tipo de gerente que yo tendría en mi propio hotel. Quizás algún día construya uno para devolverle el favor que hoy nos ha hecho". Él tomó la frase como un cumplido y se despidieron amistosamente.

"Siempre tiene su retorno..."

Pasados dos años, recibió una carta de aquel hombre, donde le recordaba la anécdota y le enviaba un billete de ida y vuelta a New York, con la petición expresa de que por favor acudiese. Con cierta curiosidad, aceptó el ofrecimiento. Después de un breve recorrido, el hombre mayor le condujo hasta la esquina de la Quinta Avenida y la calle 34, señaló un imponente edificio con fachada de piedra rojiza y le dijo: "Este es el hotel que estoy construyendo para usted". El empleado le miró con asombro: "¿Es una broma, verdad?". "Puedo asegurarle que no", le contestó. Así fue como William Waldorf Astor (en la fotografía de la derecha)construyó el Waldorf Astoria (en la fotografía superior izquierda) original y contrató a su primer gerente, de nombre George C. Boldt.

Es evidente que Boldt no podía imaginar que su vida estaba cambiando para siempre cuando tuvo el detalle al atender cortesmente al viejo Waldorf Astor en aquella noche tormentosa en Filadelfia. Pero lo sucedido es una muestra de cómo servir a los demás es algo que siempre tiene un buen retorno, sobre todo cuando uno no lo busca ni lo espera.

Pero contemplando a los demás

La amistad, el amor, la felicidad y el servicio a los demás, son realidades muy vinculadas. Nadie puede asegurarnos la felicidad, pero lo que a cada uno corresponde es procurar merecerla. La felicidad es como el premio de la virtud. Por eso decía Platón que “si el semblante de la virtud pudiera verse, enamoraría a todos”.

Mejorar en nuestra propia virtud —y ser por tanto personas más sinceras, leales, generosas, pacientes o trabajadoras—, no debe ser un empeño narcisista, ni una búsqueda ansiosa de la propia excelencia que acaba en una obstinación egoísta y ridícula. La mejora personal no se alcanza cuando se considera un fin en sí misma, sino cuando nos apremia la necesidad de tratar bien a las personas. (En la fotografía de la izquierda George C. Boldt. , el protagonista, quien dejó su cama al matrimonio Waldorf )

Habituarse a pensar en los demás y a prestarles ayuda, sin servilismos, es una buena forma de superar ese sentimentalismo bobalicón que inicialmente exhala generosidad pero luego se echa atrás, siempre con muy razonados motivos, cuando llega el momento diario de la verdad. A medida que las personas adquirimos la madurez y la libertad necesarias para superar los imperativos del egoísmo, se abre paso ese criterio de servicio que llena la vida de interés y de alegría espontáneas. Templar el propio yo, con sus deseos y sus miserias, purifica el espíritu de muchos pequeños motivos de tristeza que nacen del excesivo apego y preocupación por uno mismo.

lunes, 21 de abril de 2008

¿Eres columna o pintura? / Autores: Conchi y Arturo

Jesús es mi columna

Quizás el título pueda resultar chocante o extraño, pero si meditamos sobre nuestra madurez espiritual nos daremos cuenta que en muchas ocasiones actuamos más como pinturas u ornamentos que decoran en las comunidades en las que vivimos la fe y no como auténticas columnas, que sostienen, el único cuerpo del que formamos parte con Cristo resucitado.

El rey Salomón mandó construir dos columnas para ponerlas en la entrada del templo como se cuenta en 1 Reyes 7, 21:
"Hiram puso estas columnas en el vestíbulo del templo; y cuando las hubo puesto en su lugar, a la columna de la derecha la llamó Jaquín y a la columna de la izquierda la llamó Bóaz". Jaquin (“Yajin”) significa: “El (Yahvé) sostiene”. Bóaz (“Boas”) quiere decir, “En Él está la fuerza”.

Las columnas son, pues, símbolo de estar cimentados en el mismo Dios. Lo que en el Nuevo Testamento es explicado como construir sobre roca en lugar de en terreno arenoso. Cristo es la roca que salva y sin Él nada podemos. Ser columna implica pues ser sarmientos unidos a la vid verdadera como se nos recuerda en Juan 15, 5: "“Yo soy la vid y vosotros sois los sarmientos. El que permanece unido a mí y yo unido a él, da mucho fruto; pues sin mí nada podéis hacer".

La palabra profética que encontramos en Jeremías 1, 18 es otra luz del Espíritu Santo para saber cual debe ser nuestra actitud en la vida y especialmente en la comunidad cristiana:

"Yo te pongo hoy
como ciudad fortificada,
como columna de hierro,
como muralla de bronce,
para que te enfrentes a todo el país de Judá:
a sus reyes, a sus jefes y sacerdotes y al pueblo en general.
Ellos te harán la guerra, pero no te vencerán,
porque yo estaré contigo para protegerte.
Yo, el Señor, doy mi palabra".


El Señor nos habla a cada uno y nos dice que quiere que vivamos enraizados en la vida de Dios para proclamar su Palabra, fuertes en nuestra fe por su Amor. El Padre desea hacernos auténticas columnas, fuertes, para sostener la fe y acoger y cobijar a los que flaquean o dudan. San Pablo en Gálatas 2,9 se refiere a tres de los apóstoles como columnas: "Así pues, Santiago, Cefas y Juan, que eran tenidos por columnas de la iglesia, reconocieron que Dios me había concedido este privilegio".
Ahora ya tenemos la excusa para no desear ser columnas: "eso es cosa de santos. No es para mí. Los sucesores de los apóstoles son los obispos..." Podría ser así con una mirada legalista, pero la llamada a sostener el cuerpo de Cristo es para todos y el Espíritu Santo desea que nuestros cimientos sean la misericordia del Padre manifestada en Cristo.

Las columnas sostienen, los ornamentos decoran

El mismo San Pablo cuenta dos versículos después de la misma carta a los Gálatas como Pedro deja de ser columna para la primera comunidad cristiana: "Pero cuando Cefas fue a Antioquía, le reprendí en su propia cara porque lo que estaba haciendo era condenable. Porque al principio comía con los no judíos, pero luego que llegaron algunas personas de parte de Santiago, comenzó a separarse y dejó de comer con ellos por miedo a los fanáticos de la circuncisión. Y los demás creyentes de origen judío consintieron también con Pedro en su hipocresía, tanto que hasta Bernabé se dejó arrastrar por ellos. De modo que cuando vi que no se portaban conforme a la verdad del evangelio, dije a Cefas en presencia de toda la congregación: “Si tú, que eres judío, has estado viviendo como si no lo fueras, ¿por qué quieres obligar a los que no son judíos a vivir como si lo fueran?” ".
(Gálatas 2, 11-14).


Una columna debe estar enraizada en la roca que es Cristo para poder vivir conforme a la verdad del evangelio. A más elevada sea la columna más profunda deberá ser la parte enterrada para sostenerla. A mayor crecimiento espiritual tengamos y más vivamos de acuerdo con el evangelio seremos columnas que sostendrán la iglesia de Cristo, nuestra comunidad particular, grupo, parroquia o misión evangelizadora. Pablo se convierte en columna de Pedro cuando le advierte que no vive según los criterios del evangelio y que está actuando hipócritamente. En ese momento, Cefas pasa de ser columna a transformarse en pintura u ornamento. Quiere quedar bien, ser mirado y sabiendo que mucha gente le tiene en consideración opta por lo fácil y deja de vivir lo que predica.

Las pinturas, los capiteles, los ornamentos pueden ayudarnos a recordar en nuestros templos, litúrgias, oraciones y retiros, que estamos allí para comunicarnos con Dios, que cuando dos o tres están reunidos en su nombre, Él está presente. Son bonitos, dan belleza a las iglesias, pero no se sostendrían sin las columnas. Lo importante en nuestra fe es lo que vivimos realmente en el corazón en relación con el Señor. De lo que hay en el corazón habla la boca: si habita el Amor de Dios somos columnas. Si vivimos poniendo nuestra esperanza en quedar bien con los demás y no hacer la voluntad de Dios, somos meras pinturas, que con el paso del tiempo si no son restauradas humanamente quedarán deterioradas o destruidas.

Fijémonos en los restos de templos de todo tipo en el mundo donde de ellos sólo quedan las columnas. Lo único que quedará para vivir la vida eterna es el Amor auténtico, que recibido de Dios, habremos dado a los otros.Todo lo demás desaparecerá. En la vida eterna nuestras relaciones estarán basadas sólo en el amor terreno que habremos vivido. Jesús advierte a sus díscipulos seriamente cuando ve a los Maestros de la Ley y los fariseos actuar con formas totalmente hipócritas, aparentes, perversas y como si fueran pinturas vivientes decoradas:
"Todo lo hacen para que la gente los vea. Les gusta llevar sobre la frente y en los brazos cajitas con textos de las Escrituras, y vestir ropas con grandes borlas. Desean los mejores puestos en los banquetes, los asientos de honor en las sinagogas, ser saludados con todo respeto en la calle y que la gente los llame maestros". (Mateo 23, 5-7)

Las cajitas con los textos de las escrituras y las borlas que llevaban los Maestros y los fariseos provenían de la ley antigua para recordar los mandamientos del Señor. Pese a tanto memorial colgando de sus vestidos actuaban de forma contraria. Jesús indica a los discípulos, como también consta en Mateo 23, 11-12, la forma de vida para ser columna en la comunidad cristiana: " El más grande entre vosotros debe servir a los demás. Porque el que a sí mismo se engrandece, será humillado; y el que se humilla, será engrandecido".


Al servicio de los demás sirvo a Dios

Dios no quiere nuestra humillación, pero si que seamos humildes. Por eso humillarse es interiorizar que sólo enraizados en el Señor podremos servir y amar a los demás. Ser columna es cimentarse en la Roca que es Cristo. A más profundizemos en la tierra fértil de la Palabra de Dios nos iremos convirtiendo en humildes servidores del Reino porque estaremos aprendiendo de Jesús que es manso y humilde de corazón.

Pero Jesús en el versículo 23 del mismo capítulo 23 de Mateo resume cual es la verdadera vocación cristiana enseñada por la ley, los profetas y Él mismo:
"no hacéis caso de las enseñanzas más importantes de la ley, como son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que se debe hacer".


Las columnas de las iglesias son grandes, fuertes, inamovibles, fueron hechas para ser fieles a la función para la que se construyeron: sostener el Templo. Hemos sido creados por Dios para ser columnas de su Amor y hacer misericordia y justicia en su nombre a cuantos se apoyen, se cobigen en nosotros.

La misión universal de todo cristiano es ser misericordioso como el Padre es misericordioso. Jesús hizo misericordia cuidando de todos cuantos sufrían física, síquica, espiritual y emocionalmente. Pasó sanando. Él nunca quisó, ni desea, la enfermedad ni el mal, pero el sufrimiento es la reacción que tenemos ante cualquier agresión de la vida. La palabra original que se utiliza en los evangelios es un verbo que tiene dos significados: curar y cuidar. Es evidente que Cristo sanó a multitud de personas y lo sigue haciendo hoy, pero sobre todo, que cuidó a todos con el amor de su Padre. Y esa es la misión que todo cristiano, sea sacerdote, diácono, laico, hombre, mujer, niño, religioso... puede y debe hacer.

Practicar la misericordia es cuidar en el sufrimiento a cada persona y además, muy importante, hacer frente al mal que provoca el dolor, la ansiedad, la depresión, la enfermedad. Quizás el Señor no nos conceda al orar con o por alguien la sanación física, que siempre debe pedirse, pero sí una profunda curación interior y un crecimiento en el Amor de Dios. Cuidar, es curar. Todos tenemos una profunda necesidad de sentirnos cuidados, acompañados, sostenidos en nuestros sufrimientos y multitud de veces nos sentimos desolados, porque quienes están a nuestro lado cimentan más sus acciones en la buena voluntad, y no en una relación profunda con el Señor que les haya hecho experimentar su misericordia para poder darla a los demás.

Hagamos un acto de empatía y reflexionemos respecto a que es lo que esperan o necesitan de nosotros los demás. Que seamos auténticas columnas en sus sufrimientos, que los cuidemos llenándolos del amor y la misericordia de Dios. ¿Cuando nos necesitan estamos enraizados realmente en una profunda relación con Dios para darnos en palabras y actos de Vida?

Nuestra mente interior, como la exterior de los fariseos, está llena de palabras de la Escritura, cuando las decimos nos dan prestigio ante los demás, pero muchas veces no las vivimos porque están adornadas con ideas (borlas) muy elaboradas para demostrar nuestros conocimientos intelectuales, para poner cargas pesadas a los otros con la excusa de que estamos llenos de argumentaciones y que somos más santos, más buenos, más sabios que ellos.

Nos gusta ser catequistas, formar parte de grupos de oración, pasearnos por el Templo o por nuestra comunidad para que reconozcan lo que hacemos. Las pinturas que hay en los Templos son bellas y es evidente que el arte religioso ha contribuido a una cierta devoción y a una transmisión cultural de la Historia Sagrada. Sin embargo, muchas personas entran a la iglesia a mirar los frescos de las paredes, las esculturas y los ornamentos de las columnas y se van tan vacíos como entraron. Nos quejamos de que la gente no se convierte, que nos mira a veces como arte abstracto. ¿No será que somos realmente pinturas u ornamentos sin estar fundamentados como las columnas en la Roca que Salva?.

Hay obras de arte religioso que incluso participan en exposiciones itinerantes. Muchas veces vamos diciendo que somos creyentes y hablando de justicia, paz, amor... Cuando alguien está enfermo no tenemos tiempo para él. Si es un pobre, nos molesta porque debería cambiar. Si despiden a un compañero de trabajo pensamos que seguro que se lo habrá buscado. Si un matrimonio se rompe, a lo mejor tenemos la ocurrencia de balbucear sólo que ya hace tiempo que lo suponíamos por como son los dos.

Estas actitudes nos convierten en meros decorados, cuadros que recuerdan la
historia Sagrada de manera ambulante, pero que cuando se encuentran ante un sufrimiento real no tienen respuestas de misericordia porque no han dejado a Dios obrarla primero en sus corazones. Hemos sido creados para amar y cada vez que dejamos de hacer misericordia en alguien que grita a nuestro corazón que le cuidemos, nos dañamos a nosotros mismos, nos herimos y abandonamos la misión que el Señor nos ha encomendado: instaurar el Reino. Para hacerlo, Dios espera que deseemos ser las columnas que sostengan ese Reino, el cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Sólo la Palabra de Cristo resucitado puede convertirnos en columnas, está en nuestra mano desearlo y ser fieles en ésta función perseverando en el lugar donde seamos plantados.


Teresa, una joven columna

Nos telefonea un sacerdote que está llorando de emoción y alegría. Según él acaba de recibir el mayor regalo del Señor: el testimonio de la entrada a un convento contemplativo de Teresa, una joven de 18 años, de su parroquia. Nos sorprende en un primer momento que el padre nos diga que está tan impactado por ésta nueva vocación religiosa, sobretodo porque ha vivido muchas y algunas de su propia parroquia. La clave está en el testimonio de vida de Teresa que ha sido una prematura y firme columna al permanecer unida a Jesús desde bien pequeña y pese a las dificulatades y oposiciones que esto le ha supuesto.

Teresa sintió la llamada de Dios desde bien pequeña para ser religiosa y con toda naturalidad lo explicó a sus padres. Los progenitores nunca se opusieron pero no suponían que lo que manifestaba una niña pudiera tener raices tan profundas. A los 15 años, Teresa tiene claro que el Señor la llama a la orden contemplativa y de clausura del Carmelo para que ore especialmente por los sacerdotes. Ella lo vuelve a comentar a su familia con toda naturalidad y se dan cuenta de que su hija tiene una verdadera disposición para vivir intercediendo toda su vida.

El obispo, los sacerdotes y las carmelitas disciernen que está madura para poder entrar en el noviciado, pero parte de su familia, algunos con los que casi no se relacionan ni sus padres, amenazan con denunciar a sus progenitores si permiten que la niña entre en la clausura siendo menor de edad y apartándola de sus estudios obligatorios. Los padres son acusados de fundamentalistas, de forma calumniosa, cuando jamás han intervenido en su vocación, sino que simplemente han respetado el camino espiritual de su hija.

El día de la entrada en la clausura la joven ya ha cumplido los 18 años. El padre, ante decenas de personas, se despide repitiendo muchas veces: "hija, todo por Cristo!". Uno de los familiares que pensaba denunciar a los padres acude entre sollozos a despedir a Teresa y le dice: "Te quiero, siempre estaré contigo".

Nuestro amigo sacerdote nos cuenta que toda la despedida de Teresa le impactó, pero sobretodo la presencia de muchos padres y compañeros del colegio del pueblo, tanto creyentes como no, que pusieron de manifiesto la importancia de lo recibido en sus familias por la amistad con Teresa. El sentimiento era unánime en medio de los presentes y se escuchaba repetir las siguientes palabras: "Nuestros hijos han tenido un cambio en sus vidas cuando han conocido a Teresa. Nosotros estamos asombrados de ver como han madurado humanamente y han tenido una conversión profunda en su relación con Dios y en la fe. No ha habido ningún sacerdote, ni catequista, ni persona alguna, incluyéndonos nosotros que haya logrado un equilibrio emocional tan grande en nuestros hijos como ella. Sólo su presencia silenciosa transfiguraba el rostro de nuestros hijos". La relación personal, oculta y callada de ésta joven con Dios la han convertido en una columna robusta para cuantos la han conocido en sus pocos años de vida. Ahora ella desea ser columna de oración para sostener a los sacerdotes.


James, una regia columna, vestigio del Amor de Dios

Para ser columna en el sentido espiritual, lo único indispensable es desear crecer más y más en el conocimiento personal de Dios. Esa sed de la Santísima Trinidad es el fundamento que nos hará columnas y nos fortalecerá para dar amparo, apoyo, protección y sobre todo llevar la mirada misericordiosa del Padre a cualquier persona sufriente.

Durante 19 años hemos tenido una columna que nos ha mostrado la mirada de Cristo en todas las situaciones de nuestra vida, por muy difíciles que hayan sido. Se trata del padre James Burke o.p.. Él que viaja por todo el mundo continuamente, desde la lejanía, viéndonos alguna vez cada cierto tiempo, ha sido un fundamento sólido en los tiempos de gran oscuridad.

Hemos vivido momentos de gran desconcierto con el padre James Burke cuando nos decía cual era la voluntad de Dios para nuestras vidas y nosotros no podíamos entender. Pero siempre la misericordia poderosa del Padre ha acabado inundando nuestros corazones.

El P. James Burke es columna regia en el sentido de portar de forma suntuosa, grande, magnífica, el mayor vestigio que toda la humanidad necesita: el Amor de Dios. Un vestigio es un indicio por donde se infiere la verdad de algo o se sigue la averiguación de ello. James Burke proclama la verdad más sólida, la Palabra de Dios, que da vida abundante a cuantos la acogen. También vestigio significa memoria o noticia de las acciones de los antiguos que se observa para la imitación y el ejemplo. El padre James para ser columna para los demás permanece en oración muchas horas así el Señor le enseña ha vivir el evangelio y poder mostrar con su vida como desea Cristo que nosotros vivamos. Vivir en la voluntad de Dios para poder llevar a cabo su obra.

Y es evidente, que no sólo es columna para nosotros sino para miles de personas que ha encontrado en los millones de kilómetros que ha realizado por todo el mundo en los últimos 35 años, siendo heraldo de la Palabra de Vida, Amor y Misericordia.

Oremos para ser columnas y permanecer siempre en el Amor de Dios con el Salmo 27, 4-14:

Solo una cosa he pedido al Señor,
solo una cosa deseo:
estar en el templo del Señor
todos los días de mi vida,
para adorarle en su templo
y contemplar su hermosura.
Cuando lleguen los días malos,
el Señor me dará abrigo en su templo;
bajo su sombra me protegerá.
¡Me pondrá a salvo sobre una roca!
Entonces podré levantar la cabeza
por encima de mis enemigos;
entonces podré ofrecer sacrificios en el templo,
y gritar de alegría, y cantar himnos al Señor.

A ti clamo, Señor, ¡escúchame!
Ten compasión de mí, ¡respóndeme!
El corazón me dice:
“Busca la presencia del Señor.”
Y yo, Señor, busco tu presencia.
¡No te escondas de mí!
¡No me rechaces con ira!
¡Mi única ayuda eres tú!
No me dejes solo y sin amparo,
pues tú eres mi Dios y salvador.
Aunque mi padre y mi madre me abandonen,
tú, Señor, te harás cargo de mí.

Señor, muéstrame tu camino,
guíame por la buena senda
a causa de mis enemigos;
no me entregues a su voluntad,
pues se han levantado contra mí
testigos falsos y violentos.
Pero yo estoy convencido
de que llegaré a ver la bondad del Señor
a lo largo de esta vida.

¡Ten confianza en el Señor!
¡Ten valor, no te desanimes!
¡Sí, ten confianza en el Señor!

lunes, 24 de marzo de 2008

Decálogo para la Pascua / Autor: Javier Leoz

Vive con alegría tu existencia.
Si Jesús resucitó es porque, precisamente,
quiere traernos una transfusión de vida.
Secretos para ser felices.

No dejes que los acontecimientos
ni las dificultades puedan contigo.
Si Jesús pudo con su cruz;
¿por qué no vas a tener tú voluntad para hacerles frente?

Bríndate allá donde te encuentres.
No vale quien tiene, sino aquel que sirve.
Jesús se vació para que aprendiésemos una lección:
la grandeza está en ser solidario.

Si tienes rencor por algo y con alguien ¡olvídalo!
La Pascua, el paso del Señor,
nos ha dejado un camino limpio y despejado.
Limpiemos también el nuestro.

No seas incrédulo.
Asómate en este tiempo pascual a la belleza de la fe.
Si la tienes, no la pierdas. Si, por lo que sea, la tienes débil,
busca motivos y razones para recuperarla.

Escucha con atención la Palabra de Dios.
Su lectura te hará vibrar con el mismo ímpetu
con el que se estremecieron los Apóstoles o María.

Reza y da gracias a Dios por el fruto
de la Pascua: la Resurrección.

Teniendo tantos resortes para la alegría
y el optimismo, no tenemos derecho al desaliento:
¡Jesús nos acompaña!

Busca el lado positivo de tu vida.
No te castigues demasiado.

¡El Señor pagó ya un alto precio por nosotros!
Acéptate como eres y….aceptarás también a los demás.

Mira con ilusión al futuro.
No hay camino que no merezca la pena ser recorrido,
ni montaña que no pueda ser escalada.
Con la fe, y la mirada puesta en Dios, podrás conquistar
aquello que sea bueno para ti y para los demás.

Da gracias a Dios por lo que tienes e, incluso,
por aquello que –precisamente porque no te conviene– no alcanzas.

No siempre, lo que el paladar apetece,
es saludable para el cuerpo.

viernes, 21 de marzo de 2008

El verdadero culto a Dios consiste en servir y curar con la bondad / Autor: Benedicto XVI

Homilía en el Domingo de Ramos

Publicamos la homilía que pronunció Benedicto XVI en el Domingo de Ramos, XXIII Jornada Mundial de la Juventud.

* * *
Queridos hermanos y hermanas:

Año tras año el pasaje evangélico del domingo de Ramos nos relata la entrada de Jesús en Jerusalén. Junto con sus discípulos y con una multitud creciente de peregrinos, había subido desde la llanura de Galilea hacia la ciudad santa. Como peldaños de esta subida, los evangelistas nos han transmitido tres anuncios de Jesús relativos a su Pasión, aludiendo así, al mismo tiempo, a la subida interior que se estaba realizando en esa peregrinación. Jesús está en camino hacia el templo, hacia el lugar donde Dios, como dice el Deuteronomio, había querido "fijar la morada" de su nombre (cf. Dt 12, 11; 14, 23).

El Dios que creó el cielo y la tierra se dio un nombre, se hizo invocable; más aún, se hizo casi palpable por los hombres. Ningún lugar puede contenerlo y, sin embargo, o precisamente por eso, él mismo se da un lugar y un nombre, para que él personalmente, el verdadero Dios, pueda ser venerado allí como Dios en medio de nosotros.

Por el relato sobre Jesús a la edad de doce años sabemos que amaba el templo como la casa de su Padre, como su casa paterna. Ahora, va de nuevo a ese templo, pero su recorrido va más allá: la última meta de su subida es la cruz. Es la subida que la carta a los Hebreos describe como la subida hacia una tienda no fabricada por mano de hombre, hasta la presencia de Dios. La subida hasta la presencia de Dios pasa por la cruz. Es la subida hacia "el amor hasta el extremo" (cf. Jn 13, 1), que es el verdadero monte de Dios, el lugar definitivo del contacto entre Dios y el hombre.

Durante la entrada en Jerusalén, la gente rinde homenaje a Jesús como Hijo de David con las palabras del Salmo 118 de los peregrinos: "¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en el cielo!" (Mt 21, 9). Después, llega al templo. Pero en el espacio donde debía realizarse el encuentro entre Dios y el hombre halla a vendedores de palomas y cambistas que ocupan con sus negocios el lugar de oración.

Ciertamente, los animales que se vendían allí estaban destinados a los sacrificios para inmolar en el templo. Y puesto que en el templo no se podían usar las monedas en las que estaban representados los emperadores romanos, que estaban en contraste con el Dios verdadero, era necesario cambiarlas por monedas que no tuvieran imágenes idolátricas. Pero todo esto se podía hacer en otro lugar: el espacio donde se hacía entonces debía ser, de acuerdo con su destino, el atrio de los paganos.

En efecto, el Dios de Israel era precisamente el único Dios de todos los pueblos. Y aunque los paganos no entraban, por decirlo así, en el interior de la Revelación, sin embargo en el atrio de la fe podían asociarse a la oración al único Dios. El Dios de Israel, el Dios de todos los hombres, siempre esperaba también su oración, su búsqueda, su invocación.

En cambio, entonces predominaban allí los negocios, legalizados por la autoridad competente que, a su vez, participaba en las ganancias de los mercaderes. Los vendedores actuaban correctamente según el ordenamiento vigente, pero el ordenamiento mismo estaba corrompido. "La codicia es idolatría", dice la carta a los Colosenses (cf. Col 3, 5). Esta es la idolatría que Jesús encuentra y ante la cual cita a Isaías: "Mi casa será llamada casa de oración" (Mt 21, 13; cf. Is 56, 7), y a Jeremías: "Pero vosotros estáis haciendo de ella una cueva de ladrones" (Mt 21, 13; cf. Jr 7, 11). Contra el orden mal interpretado Jesús, con su gesto profético, defiende el orden verdadero que se encuentra en la Ley y en los Profetas.

Todo esto también nos debe hacer pensar a los cristianos de hoy: ¿nuestra fe es lo suficientemente pura y abierta como para que, gracias a ella también los "paganos", las personas que hoy están en búsqueda y tienen sus interrogantes, puedan vislumbrar la luz del único Dios, se asocien en los atrios de la fe a nuestra oración y con sus interrogantes también ellas quizá se conviertan en adoradores? La convicción de que la codicia es idolatría, ¿llega también a nuestro corazón y a nuestro estilo de vida? ¿No dejamos entrar, de diversos modos, a los ídolos también en el mundo de nuestra fe? ¿Estamos dispuestos a dejarnos purificar continuamente por el Señor, permitiéndole arrojar de nosotros y de la Iglesia todo lo que es contrario a él?

Sin embargo, en la purificación del templo se trata de algo más que de la lucha contra los abusos. Se anuncia una nueva hora de la historia. Ahora está comenzando lo que Jesús había anunciado a la samaritana a propósito de su pregunta sobre la verdadera adoración: "Llega la hora -ya estamos en ella- en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren" (Jn 4, 23). Ha terminado el tiempo en el que a Dios se inmolaban animales. Desde siempre los sacrificios de animales habían sido sólo una sustitución, un gesto de nostalgia del verdadero modo de adorar a Dios.

Sobre la vida y la obra de Jesús, la carta a los Hebreos puso como lema una frase del salmo 40: "No quisiste sacrificio ni oblación; pero me has formado un cuerpo" (Hb 10, 5). En lugar de los sacrificios cruentos y de las ofrendas de alimentos se pone el cuerpo de Cristo, se pone él mismo. Sólo "el amor hasta el extremo", sólo el amor que por los hombres se entrega totalmente a Dios, es el verdadero culto, el verdadero sacrificio. Adorar en espíritu y en verdad significa adorar en comunión con Aquel que es la verdad; adorar en comunión con su Cuerpo, en el que el Espíritu Santo nos reúne.

Los evangelistas nos relatan que, en el proceso contra Jesús, se presentaron falsos testigos y afirmaron que Jesús había dicho: "Yo puedo destruir el templo de Dios y en tres días reconstruirlo" (Mt 26, 61). Ante Cristo colgado de la cruz, algunos de los que se burlaban de él aluden a esas palabras, gritando: "Tú que destruyes el templo y en tres días lo reconstruyes, sálvate a ti mismo" (Mt 27, 40).

La versión exacta de las palabras, tal como salieron de labios de Jesús mismo, nos la transmitió san Juan en su relato de la purificación del templo. Ante la petición de un signo con el que Jesús debía legitimar esa acción, el Señor respondió: "Destruid este templo y en tres días lo levantaré" (Jn 2, 18 s). San Juan añade que, recordando ese acontecimiento después de la Resurrección, los discípulos comprendieron que Jesús había hablado del templo de su cuerpo (cf. Jn 2, 21s).

No es Jesús quien destruye el templo; el templo es abandonado a su destrucción por la actitud de aquellos que, de lugar de encuentro de todos los pueblos con Dios, lo transformaron en "cueva de ladrones", en lugar de negocios. Pero, como siempre desde la caída de Adán, el fracaso de los hombres se convierte en ocasión para un esfuerzo aún mayor del amor de Dios en favor de nosotros.

La hora del templo de piedra, la hora de los sacrificios de animales, había quedado superada: si el Señor ahora expulsa a los mercaderes no sólo para impedir un abuso, sino también para indicar el nuevo modo de actuar de Dios. Se forma el nuevo templo: Jesucristo mismo, en el que el amor de Dios se derrama sobre los hombres. Él, en su vida, es el templo nuevo y vivo. Él, que pasó por la cruz y resucitó, es el espacio vivo de espíritu y vida, en el que se realiza la adoración correcta. Así, la purificación del templo, como culmen de la entrada solemne de Jesús en Jerusalén, es al mismo tiempo el signo de la ruina inminente del edificio y de la promesa del nuevo templo; promesa del reino de la reconciliación y del amor que, en la comunión con Cristo, se instaura más allá de toda frontera.

Al final del relato del domingo de Ramos, tras la purificación del templo, san Mateo, cuyo evangelio escuchamos este año, refiere también dos pequeños hechos que tienen asimismo un carácter profético y nos aclaran una vez más la auténtica voluntad de Jesús. Inmediatamente después de las palabras de Jesús sobre la casa de oración de todos los pueblos, el evangelista continúa así: "En el templo se acercaron a él algunos ciegos y cojos, y los curó". Además, san Mateo no s dice que algunos niños repetían en el templo la aclamación que los peregrinos habían hecho a su entrada de la ciudad: "¡Hosanna al Hijo de David!" (Mt 21, 14s).


Al comercio de animales y a los negocios con dinero Jesús contrapone su bondad sanadora. Es la verdadera purificación del templo. Él no viene para destruir; no viene con la espada del revolucionario. Viene con el don de la curación. Se dedica a quienes, a causa de su enfermedad, son impulsados a los extremos de su vida y al margen de la sociedad. Jesús muestra a Dios como el que ama, y su poder como el poder del amor. Así nos dice qué es lo que formará parte para siempre del verdadero culto a Dios: curar, servir, la bondad que sana.

Y están, además, los niños que rinden homenaje a Jesús como Hijo de David y exclaman "¡Hosanna!". Jesús había dicho a sus discípulos que, para entrar en el reino de Dios, deberían hacerse como niños. Él mismo, que abraza al mundo entero, se hizo niño para salir a nuestro encuentro, para llevarnos hacia Dios. Para reconocer a Dios debemos abandonar la soberbia que nos ciega, que quiere impulsarnos lejos de Dios, como si Dios fuera nuestro competidor. Para encontrar a Dios es necesario ser capaces de ver con el corazón. Debemos aprender a ver con un corazón de niño, con un corazón joven, al que los prejuicios no obstaculizan y los intereses no deslumbran. Así, en los niños que con ese corazón libre y abierto lo reconocen a él la Iglesia ha visto la imagen de los creyentes de todos los tiempos, su propia imagen.

Queridos amigos, ahora nos asociamos a la procesión de los jóvenes de entonces, una procesión que atraviesa toda la historia. Juntamente con los jóvenes de todo el mundo, vamos al encuentro de Jesús. Dejémonos guiar por él hacia Dios, para aprender de Dios mismo el modo correcto de ser hombres. Con él demos gracias a Dios porque con Jesús, el Hijo de David, nos ha dado un espacio de paz y de reconciliación que, con la sagrada Eucaristía, abraza al mundo. Invoquémoslo para que también nosotros lleguemos a ser con él, y a partir de él, mensajeros de su paz, adoradores en espíritu y en verdad, a fin de que en nosotros y a nuestro alrededor crezca su reino. Amén.

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[Trascripción distribuida por la Santa Sede

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