* «¡Cuánto sufrimiento, cuántas divisiones, cuántas guerras podrían evitarse, si el perdón y la misericordia fueran el estilo de nuestra vida! Cuántas familias desunidas que no saben perdonarse, cuántos hermanos y hermanas que tienen ese rencor en su interior. Es necesario aplicar el amor misericordioso en todas las relaciones humanas: entre los esposos, entre padres e hijos, dentro de nuestras comunidades, en la Iglesia y también en la sociedad y la política. Piensa en el final, en el perdón de Dios, y deja ya de odiar; echa el rencor, esa molesta mosca que vuelve y regresa. Si no nos esforzamos por perdonar y amar, tampoco seremos perdonados ni amados. Encomendémonos a la maternal intercesión de la Madre de Dios: que Ella nos ayude a darnos cuenta de cuánto estamos en deuda con Dios, y a recordarlo siempre, para tener el corazón abierto a la misericordia y a la bondad»
Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las palabras del Papa en el Ángelus
* «En los últimos días, una serie de incendios han devastado el campamento de refugiados de Moria, en la isla de Lesbos, dejando a miles de personas sin refugio, aunque precario. Todavía recuerdo la visita que hicimos allí y el llamamiento lanzado junto con el Patriarca Ecuménico Bartolomé y el Arzobispo Ieronymos de Atenas, para garantizar «que los emigrantes, los refugiados y los demandantes de asilo se vean acogidos con dignidad en Europa» (16 de abril de 2016). Expreso mi solidaridad y cercanía a todas las víctimas de estos dramáticos acontecimientos. Además, en estas semanas estamos siendo testigos de numerosas manifestaciones populares en todo el mundo —en muchas partes— que expresan el creciente malestar de la sociedad civil ante situaciones políticas y sociales particularmente críticas. Al tiempo que exhorto a los manifestantes a que presenten sus demandas de forma pacífica, sin ceder a la tentación de la agresión y la violencia, hago un llamamiento a todos aquellos que tienen responsabilidades públicas y gubernamentales para que escuchen la voz de sus conciudadanos y satisfagan sus justas aspiraciones, garantizando el pleno respeto de los derechos humanos y las libertades civiles. Por último, invito a las comunidades eclesiásticas que viven en esos contextos, bajo la guía de sus pastores, a trabajar por el diálogo, siempre a favor del diálogo, y a favor de la reconciliación —hemos hablado de perdón, de reconciliación»