"Por desgracia, no soy un teórico en esta materia: mi padre se suicidó en Valiente en 1980, cuando yo tenía 12 años. Unas horas antes de la tragedia él nos explicaba ardientemente, a mi madre y a mí, que el día anterior había sacado de la soga a su ex compañero de clase. Llegó con tiempo. Y le sacó con vida. "¡Qué estúpido que es! ¡Tiene unas hijas preciosas! Y mira qué hace", se preguntaba, perplejo, mi padre, inhalando el humo gris de su cigarillo. En respuesta a la réplica de mi madre de que el vodka no lleva a nadie por buen camino, mi padre musitó unas palabrotas y juró que a él, ni con todo el pueblo empujando, le obligarían a ahorcarse. Aquella misma tarde ató su cinturón al radiador de la calefacción."
En el pueblo no había iglesia. Antes de la revolución, no hubo tiempo para edificarla. Después, la vida allí era calcada de miles de organismos soviéticos de un solo piso en el campo. Hasta que la agrónoma Galina Neyman no se convirtió en Madre Domniquia -en la fotografía de arriba a la derecha- y construyo una iglesia el pueblo de Valiente vió como cada mes se suicidaban algunos de los vecinos. Leer más...