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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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martes, 4 de diciembre de 2007

Adviento nuevo que siembra / Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

El 2 de diciembre ha comenzado un nuevo tiempo de Adviento, una nueva forma de decir que esperamos la Parusía, esa llegada, de nuevo, del Mesías, en gloria, para instaurar el Reino de Dios para toda la eternidad.

Es éste, por eso, un tiempo de siembra de mucha realidad espiritual, para el alma, para el hombre.

Como cada año, por más que pueda pensarse que es reiterativo este tiempo litúrgico, lo bien cierto es que resulta, de todo punto necesario reconocer cuáles son los bienes espirituales que tenemos que traer a nuestra presencia en estos días, en estos domingos, que desde el primero del último mes del año, nos llevarán al momento en el cual, por graciosa donación de Dios, nuestro Salvador vino al mundo.

¿Qué cabe, pues, sembrar en este tiempo, sobre todo, de esperanza para el cristiano?

Cuatro son los momentos que vivimos a lo largo del Adviento y cuatro las siembras que podemos hacer, en nuestra vida y en la vida del prójimo, para que no se trate de un tiempo repetitivo ni vacío.

En cuanto a la vigilancia, y siguiendo lo que el mismo Evangelio dice, hemos de velar y estar preparados porque no sabemos cuándo llegará el momento. Y el estar atentos a lo que pasa hoy día a nuestro alrededor supone, en primer lugar, no dejar pasar la ocasión en la que se ofenda a nuestra fe para defenderla. Por lo tanto, y en segundo lugar, hemos de hacerlo posible porque cuando esto suceda, quede en evidencia esa blasfemia contra la creencia en Dios, contra la supremacía de la Ley Natural sobre cualquier norma humana y, sobre todo, contra los valores que, como hijos del Padre defendemos como legítimos herederos de su Reino.

Por tanto, vigilar es sinónimo de perseverar. Pero perseverar lo es en el sentido de estar seguros de nuestro amor a Dios, de nuestro amor al prójimo y, también, de la Verdad que sabemos que, por eso mismo, es cierta y exacta demostración de la omnipotencia del Creador.

Por otra parte, si nos referimos a la conversión que, cada cual, ha de llevar en su vida particular, no hemos de olvidar que volverse a convertir, esa confesión de fe tan necesaria en un mundo tantas veces abyecto (que nos atrae con sus miserias revestidas de luz y color) es, más que nada, renunciar a los oropeles que, en muchas ocasiones, se nos brindan para que, al fin y al cabo, venzamos nuestra tendencia absolutamente natural de amar a Dios y de creer en Dios. Por eso, convertirnos, de nuevo, cada día, cada instante (incluso) es traer a nuestro corazón los ricos bienes espirituales que, a veces, abandonamos o dejamos aparcados por lo que creemos es un bien vivir, siendo esto último un error común en el hombre.

Pero si hablamos de testimonio, de lo que esto supone, de lo que ha de suponer, en nuestras vidas, el que damos y el que presentamos a los demás, no ha de ser cosa baladí que el que demos lo sea, ciertamente, esperanzado, libre de todo aquello que suponga olvido de la fe y sintiendo, esto es importante, que aquellas personas que vean lo que hacemos han de alcanzar al conocimiento de lo que hacemos porque será la forma, directa e importante, de que comprendan que creer sirve para algo más que para refugiarse en el espíritu cuando lo pasamos mal. Creer, en nuestro testimonio, ha de significar ser y no sólo estar.

También hablamos de anuncio. Sabiendo que anunciar es «Dar noticia o aviso de algo» lo cierto es que, también aquí, tenemos mucho que hacer.

Una cosa es estar vigilantes ante lo que pasa; otra que convirtamos nuestra vida, a paso de la vida misma, a Dios; también que demos testimonio de lo que somos. Sin embargo, también hemos de dar un paso más hacia delante. Este paso supone que hemos de gritar (esto es una forma de hablar, claro) a los cuatro vientos lo que nuestra fe es; también, lo que nuestra fe significa para nosotros y sin olvidar lo que puede suponer para aquellos que aún no la han descubierto o para los que la abandonaron sea por la razón que sea.

Anunciar, para nosotros, los discípulos de Cristo, ha de ser tarea gustosa, dedicación primordial; lo que se nos reclama como hijos; lo que se espera como herederos; lo que, a pesar de todos los pesares, tenemos que tener en cuenta para no caer en el desánimo y la desazón que puede producirnos el vivir en este valle de lágrimas, peregrinos, de paso hacia el Reino definitivo de Dios.

Ahora, por tanto, que comienza, de nuevo, el tiempo de Adviento; ahora que podemos revivir, con alegría, los acontecimientos que trajeron, a la humanidad, el recuerdo de la presencia de Dios en el mundo, hemos de tener bien presente que Cristo ya vino una vez y que, cuando venga de nuevo querrá encontrarnos preparados.

Por eso, estar vigilantes, convertirnos, testimoniar nuestra fe y anunciarla no es un requerimiento excesivo sino, al contrario, una forma de hacernos responsables de nuestra filiación divina, del ser hijos de Dios.

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Fuente: Conoze.com

miércoles, 16 de enero de 2008

La «Nueva Era» sin máscaras / Autor: Eleuterio Fernández Guzmán

La «Nueva Era» sin máscaras El que esto escribe ha tenido la oportunidad, no sé yo si decir la suerte, de ver un anuncio que no por ser curioso deja de preocupar. En el mismo se anunciaba una colección de libros de la denominada Nueva Era. Nada más y nada menos.

Sabemos (al menos algunas personas avisadas de la situación) que la denominada Nueva Era es, en primer lugar, un movimiento presuntamente espiritual y, en segundo lugar, un intento de sustituir, bajo la denominada Era de Acuario, al cristianismo.

Y eso es así, por muy increíble que pueda parecer.

Mucho se ha escrito sobre esa especie de masa invisible pero tangible (por los ámbitos sociales a los que afecta) y también la Iglesia Católica ha dicho lo que le correspondía sobre tal preocupante situación.

Así, el documento «Jesucristo. Portador del agua de la vida» subtitulado «Una reflexión cristiana sobre la 'Nueva Era'» refiere, abundantemente a lo que, en realidad «representa una especie de compendio de posturas que la Iglesia ha identificado como heterodoxas»[1]. Esta situación es, muy propiamente, la que abunda hoy día, donde el principio moral por excelencia es el «todo vale» y donde lo que podría parecer aceptación de cualquier postura religiosa no es, sino, un grave empobrecimiento de la Verdad.

Pero, en realidad, ¿Qué es la Nueva Era?

Hay, seguramente, mucha confusión con lo que, en realidad, es esto. «No es un movimiento en el sentido en que normalmente se emplea el término 'Nuevo Movimiento Religioso', ni es lo que normalmente se da a entender con los términos 'culto' o 'secta'»[2]. Y todo esto lleva, seguramente, a una confusión notable a cualquier persona que quiera, siquiera, conocer a lo que se enfrenta su fe.

Sobre la persona humana, la Nueva Era niega la existencia de un Dios trascendente y establece, por así decirlo, que aquella tiene una especie de «yo auto-creador»[3] que le permite, independientemente del Creador, llegar a ser todo lo que su potencia como persona, pueda porque, en realidad, «somos co-creadores y creamos nuestra propia realidad»[4]. ¿No es esto, precisamente, lo que el Maligno propuso al hombre cuando, aún, habitaba el Paraíso?

Ya hemos dicho, arriba, que la Nueva Era no cree en un Dios trascendente. Se apoya, sobre todo, en las religiones procedentes de oriente y, claro, en todas las que sean anteriores al nacimiento de Cristo pues, por decirlo así, establece una especie de puente que uniría dos orillas de un gran mar de supuesta espiritualidad: la época anterior al cristianismo y el ahora mismo, una vez superada la llamada «edad cristiana».

Y es que, como, en su día, dijo el ahora Pontífice, «Dios no es una persona que está frente al mundo, sino la energía espiritual que invade el Todo»[5] y, por eso, «si no existe la verdad común, vigente precisamente porque es verdadera, el cristianismo es sólo algo importado de fuera, un imperialismo espiritual que se debe sacudir con no menos fuerza que el político»[6]

Una vez fijado el espacio básico de actuación de la Nueva Era, es conveniente, casi como si se tratara de un verdadero servicio público, traer, aquí, un ejemplo bien definido sobre lo que ese movimiento entiende sobre Dios.

El padre Jordi Rivero[7], facilita esta necesidad con algo que es, en sí mismo, símbolo y paradigma de la Nueva Era. Es un, a modo, de expresión de fe.

«Esta es mi idea de Dios:

Dios hombre, mujer.
Dios con la capacidad de entender y perdonar toda desviación humana.
Dios es animal, vegetal, mineral. Dios interconectado con toda la vida que palpita en el planeta.
Dios juego, Dios canto y alabanza. Dios festivo y risueño.
Dios con tendencia a ver la vida con la tranquilidad e inocencia de los niños.
Dios presente o ausente en las acciones humanas.
Dios equilibrio, estrella y universo.
Creo en un Dios sin sexo, ni edad, ni condición social o raza.
Creo en un Dios más allá de toda iglesia porque su amor es poco abarcable por los hombres actuales.
Creo en el Dios pintor, escultor, poeta, capaz de crear todas las maravillas del entorno.
Creo en un Dios comprensivo, que ama hasta el punto de dejarnos errar a lo largo de la vida.
Creo en un Dios que sonríe ante conceptos como cielo, infierno y purgatorio.
No creo en un Dios limitado a un solo espacio-tiempo.
Creo en un Dios sol, dios luna, Dios pacha mama, demeter, gea...etc.
Creo en un Dios sentimental, sensible y sabio como lo fue Jesús... uno de sus tantos enviados.
Creo que cada ser vivo en el planeta tiene en su alma una chispa divina, trocitos del gran padre-madre... dados por amor».
Y esto, confrontado con nuestro Credo, como eje principal de la fe cristiana, y con el resto de creencias propias del que confía en el Dios verdadero y único, Padre de Jesucristo, debería dejar las cosas bastante clarificadas para cualquiera que no sepa, exactamente, de qué tratamos aquí.

Pero, por si no fuera, eso, ya, suficiente, hemos de recurrir, porque es conveniente siempre, a las fuentes de nuestra fe que, como suele suceder, son fuentes de agua viva a donde podemos acudir cuando se nos haya quedado un poco seca el alma.

Así, Juan Pablo II entendió, perfectamente, la necesidad de reacción. En el Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante, en 1990, dijo lo siguiente: «La misma vigilancia que ponéis cuando están en juego vuestros asuntos materiales, con el fin de no ser víctimas de los engaños de quienes quieren aprovecharse de vosotros, debe guiaros para no caer en la red de las asechanzas de quien atenta contra vuestra fe.

Y, para decir esto no se apoya en un pensamiento que hubiera discurrido por él mismo sino que, lógicamente, tenía, y tiene, su origen evangélico tal decir. Es el evangelista Marcos[8] el que recoge el siguiente aviso de Jesús: "Mirad que no os engañe nadie -nos advierte el Señor-. Vendrán muchos usurpando mi nombre y diciendo ´yo soy´, y engañarán a muchos ... Si alguno os dice: ´Mirad, el Cristo aquí´. ´Miradlo allí´, no le creáis. Pues surgirán falsos profetas", porque, al fin y al cabo, hemos de guardarnos de los "Que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis"[9].

Por eso ahora, en España, la Nueva Era ha quedado desenmascarada por voluntad propia. La labor de cada uno de los que nos consideramos cristianos y católicos es ahondar en su conocimiento para revelar su verdadero sentido, maligno, y hacer ver a aquellas personas que no son capaces de apreciar la importancia negativa que tiene tal movimiento dogmático para sus vidas.

En realidad, nos va la vida en ello. Aunque, por ahora, sólo sea la espiritual.

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Notas

[1] "Jesucristo. Portador del agua de la vida", 1.4.

[2] Ídem nota anterior, introducción apartado 2 "La espiritualidad de la Nueva Era. Visión general".

[3] Ídem nota anterior, 2.3.4.1.

[4] Ídem nota anterior.

[5] Josep Ratzinger, "Situación actual de la Fe y la Teología", en www.mercaba.org/TEOLOGIA/Articulos/teo-003.htm.

[6] Ídem documento anterior.

[7] En http://www.corazones.org/apologetica/grupos/nueva_era.htm puede leerse el resto de la información.

[8] Mc 13, 6. 21-22.

[9] Mt 7, 15-16.


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Fuente: Conoze.com