Elige tu idioma

Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

Página web de Escuchar la Voz del Señor

Página web de Escuchar la Voz del Señor
Haz clic sobre la imagen para verla
Mostrando las entradas para la consulta Louis de Wohl ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Louis de Wohl ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

lunes, 22 de junio de 2009

Miguel Aranguren, escritor*: “Los grandes pecadores me parecen interesantes”
*"Los novelistas suelen confundir al santo con el meapilas"
23 de junio de 2009.- En el colegio apuntaba maneras de escritor trotamundos; maneras que se le acabaron cuando se casó y le fueron naciendo los hijos. Él dice que formar una familia no afecta a la imaginación, que la obligación del escritor no está en vivir situaciones sino en observarlas y recrearlas.

(Gonzalo Altozano / Alba) -¿Se puede hacer un thriller con las cosas de Dios?
-Sí, porque son interesantísimas. El problema es que suelen contarse mal, de forma poco atractiva.

-No lo dirá por el Evangelio.
-Para nada. Hay pasajes de una plasticidad literaria maravillosa: cuando Cristo se aparece a los discípulos de Emaús o cuando, una vez resucitado, los apóstoles lo descubren en una playa asando pescado.

-Entonces, ¿por qué lo dice?
-Porque los novelistas -salvo Louis de Wohl y pocos más- confunden al santo con el ‘beato’.

-¿Entrecomillamos “beato”?
-Por supuesto. Con ‘beato’ me refiero al meapilas, al que siempre tiene un consejo, al que cuando reza, bisbisea.

-Los pecadores, en cambio, salen -literariamente hablando- mejor parados.
-Es que son muy interesantes. A mí, al menos, me lo parecen. Y cuanto más y con más gusto hayan pecado, mejor.

-¿Por qué?
-Porque tienen la posibilidad de una gran conversión.

-Hay quien dice que no hay aventura como la búsqueda y encuentro de Dios. Usted, que ha viajado por el mundo, ¿piensa lo mismo?
-Cualquiera que haya tenido cierta experiencia de Dios podrá decir que el compromiso con Él marca un antes y un después.

-¿Es su caso?
-Sí.

-¿Recuerda los detalles?
- Fue una tarde de hace veinte años, en una playa de Mombasa. De pronto, me di cuenta de que yo era un individuo entre millones y de que mi singularidad no se debía a mis méritos, sino a los de un Ser Superior que me había pensado, deseado y creado.

-¿Qué supuso aquello?
-El comienzo de la aventura.

-¿Se ha vuelto repetir?
-Nunca. Pero experiencias así valen para una vida.

-Nació en una familia cristiana y se educó en un colegio católico. ¿Se hace una idea de por qué eligió Dios una playa africana para llamar su atención?
-Porque para Él no existen los a prioris: como has nacido en esta familia, como has estudiado en tal colegio… Es Dios quien lleva la voz cantante y elige el momento, la persona y el lugar.

-¿Hasta entonces vivía alejado de Dios?
-Nunca he tenido etapas de alejamiento, como mucho de rebeldía. Vivía, eso sí, menos comprometido.

-Supongo que ese compromiso es el que le hace escribir y hablar de Dios con naturalidad. ¿Entiende que haya gente a la que le cueste?
-Claro. Es que la relación con Dios forma parte de lo más íntimo del ser humano, de aquellos aspectos más relacionados con el pudor.

-¿Y nunca le ha pasado sentir vergüenza ajena oyendo hablar de Dios?
-A veces, sí. Hay formas de expresión que me dan repelús.

-¿Por ejemplo?
-La familiaridad con la que a veces se trata lo majestuoso, esas canciones llenas de arabescos, ciertos giros presos del feísmo del posconcilio.

-Estará encantado con la vuelta de la misa en latín, ¿no?
-Me basta con una misa bien celebrada en lengua vernácula.

-¿Reza igual en una iglesia que en otra?
-Cerca de mi casa hay una parroquia que ha sido remozada, pero con un gusto tan terrible que cuando voy, rezo para que la ceremonia sea corta.

-En cualquier caso, reza.
-Lo procuro.

-¿Qué es para usted la oración?
-Un diálogo en el que hablan dos.

-¿No hay peligro de que eso se convierta en un monólogo de locos?
-Para eso está la lectura de los místicos (grandes o pequeños) y la dirección espiritual, elemento este que ha sido clave en el cristianismo, que se abandonó hace unas décadas y que ahora se está volviendo a recuperar.

-Y en ese diálogo, ¿se oye la voz del Otro?
-Si una cosa tengo clara en mi experiencia de orante mediocre, es que Dios habla muy bajo.

-¿Eso es bueno o malo?
-Es la forma que Él tiene de no violentar nuestra voluntad. O sea, que es bueno.
-------------------------------------
*Entrevista publicada en ALBA el 12 de octubre de 2007.

miércoles, 26 de diciembre de 2007

El hombre que no existe / Autor: Louis de Wohl

Oímos hablar –y con cierta frecuencia– de alguien que no cree en nada. Pero este alguien no existe. Es imposible que exista; pues si existiera, tampoco podría creer que no cree en nada. Sin embargo cree que no cree en nada. Eso –por lo menos– lo cree. En realidad cree muchísimo más. Cree que existe un país llamado Nueva Zelanda –sólo podría saberlo, si hubiese estado allí–. Es decir, que cree en su libro de geografía, en su atlas o a las personas que le han hablado de Nueva Zelanda. Cree que el tren de Zurich a Basilea sale a tal y tal hora. Es decir que cree en la guía de ferrocarriles. E incluso si hubiese estado tomando el tren a diario desde hace más de seis meses, tampoco sería suficiente motivo para que hoy volviera a salir a la misma hora. Cree que su mujer le es fiel. Cree que es el hijo del señor al que llamaba papá de niño –y de la señora a la que llamaba mamá–. ¡Es un saber que él no puede saber! Todo es pura cuestión de fe. También cree al maestro en la escuela.

Que cree más de lo que piensa

Incluso cree muy a menudo en cosas terriblemente inverosímiles; por ejemplo, que va a ganar a la lotería o que la Unión Soviética esta vez cumplirá su palabra. Sí, cree en una serie de cosas de las que sabe que no son ciertas: que el cielo está azul en un hermoso día de verano –a pesar de que esto es sólo una ilusión relacionada con la refracción de la luz–, que el sol sale en el este y se pone en el oeste, aunque ésta es también solo una ilusión originada por la rotación de la tierra. Vemos que cree en un montón de cosas. Sólo cuando se trata de Dios, entonces no cree en nada. Su propia existencia le parece natural y la del universo también. La religión está bien para las mujeres (que son débiles) y para los curas (que para eso les pagan). En realidad, generalmente las mujeres son todo menos débiles y los «curas» ganarían mucho más dinero en cualquier otra profesión. En realidad, el que afirma no creer en nada y cree tanto y en tantas cosas falsas, no sabe lo que es la fe. Que existen dos clases de fe: el conceder confianza a lo que se considera digno de ella, y la otra clase, que es de naturaleza sobrenatural y un don gratuito de Dios.

— ¡Acabáramos! Entonces yo no tengo la culpa de no tener fe. A mí Dios no me ha dado la fe.

— ¿Cuándo le ha pedido que se la dé?

---------------------------
Fuente: ConoZe.com

domingo, 27 de enero de 2008

El infierno esta cerrado por dentro / Autor: Louis de Wohl

Durante mucho tiempo me ha resultado difícil creer en la existencia del infierno. Dios es la bondad misma. Dios es el Amor. ¿Cómo podía compaginarse con esto la existencia del infierno, la existencia de un lugar de castigo eterno? Incluso la justicia humana, a la que no puede atribuirse precisamente clemencia, libera a un condenado a cadena perpetua a los quince o veinte años por su buena conducta. Por lo menos así se viene haciendo en muchos países. ¿Y hemos de creer que Dios nos guarda rencor eterno, que no nos perdona jamás, a pesar de habernos ordenado por boca de Cristo perdonar setenta veces siete? ¿No existe ya una injusticia de base en el hecho de que un delito limitado en el tiempo reciba un castigo eterno?

Me dirigí a un teólogo anciano y sabio. «No puedo ayudarle», me dijo. «El propio Cristo habla del infierno constantemente –entre otras varias veces en el Sermón de la Montaña–. Existe, pues, la posibilidad de la condenación absoluta. Pero no tenemos derecho a suponer de nadie que se halla en el infierno, ni siquiera de Judas. Sería incluso posible que el infierno estuviese vacío».

Pero, por lo menos en teoría, es muy posible que un hombre no se arrepienta jamás ni por un momento de una vida llena de maldades, que hasta el final cause a sus semejantes todo el daño de que es capaz y encima se burle de ellos, que hasta el final blasfeme y maldiga a Dios. ¿Acaso un hombre así debe llegar a la «contemplación» de Dios? Dios es el Amor. El amor no puede forzarse ni ser forzado. El rechazo del Amor debe respetar el amor, y quien no quiere llegar hasta Dios, no llegará hasta Dios. Se queda «fuera», encerrado en su propio odio, su propio dios diminuto, rígido, petrificado; es juzgado por ser como él mismo quiere ser. Su voluntad está petrificada, él mismo la ha dejado petrificarse. Ya no puede arrepentirse, ya no puede volverse «atrás» y tampoco puede ya «salirse». Se ha quedado dentro de su propia barricada. El infierno está cerrado por dentro.

No tiene sentido la objeción de que los delitos «temporales» no pueden ser castigados eternamente. Quien no quiere a Dios tendrá que arreglárselas sin El. Eso es el infierno, y sus ramificaciones alcanzan a nuestra vida terrena, lo mismo que las del cielo. Pueden percibirse. La elección es asunto nuestro.

-----------------------------------
Traducción: Carmen Shàd de Caneda
ConoZe.com

lunes, 3 de diciembre de 2007

El dios que no puede negar nada / Autor: Louis de Wohl

Parece increíble, pero es así: un gran número de personas con una inteligencia aceptable en otros terrenos, cree, sin embargo, en el Dios que no puede negar nada. Se dirigen a Él con oraciones, y exigen que no sólo escuche sus oraciones, sino que las atienda. Es su obligación y su deber, y pobre de Él si no lo cumple. Porque entonces o bien se le insulta violentamente o se le deja de lado y se le ignora en el futuro, a veces hasta se llega a negar su existencia. Esas buenas gentes no se dan cuenta de que al obrar así han colocado lo más inferior por encima de todo en el sentido literal de la palabra, al haberse instituido a sí mismos en tribunal supremo, convirtiendo a Dios en su recadero, en su criado, que ha de realizar sus encargos transmitidos en forma de oración, si no quiere ser amonestado, amenazado con el despido y finalmente expulsado.

Tampoco se dan cuenta de que se comportan como el más primitivo de los fetichistas, que destruye o quema su fetiche si no «sirve». Y además proceden con su Dios con mucho mayor rigor que el que osarían emplear con un dignatario humano.

El médico que prohíbe fumar más de quince cigarrillos al día, puede por lo menos continuar con vida, no se reniega sin más de su existencia. Que el médico se empeñe en un máximo de quince cigarrillos es sin duda una decisión dura, pero hay que admitir que lo hace con buena intención. Piensa en lo mejor para uno. El alcalde, el concejal, el tío rico, cualquier funcionario, todos los jefes militares, el marido, la mujer, e incluso los subordinados, todos pueden decir que no sin que por ello sean despedidos bruscamente. Pero Dios no puede permitírselo; a Dios no se le conceden circunstancias atenuantes. Tiene que hacer lo que nosotros queremos, según el principio de los hidalgos campesinos prusianos: «Nuestro rey absoluto será, si hace nuestra voluntad».

¿Acaso no alumbra en estas cabezas, ni siquiera algunas veces, la idea de que el Omnisapiente sabe también muy bien por qué nos niega nuestro deseo? ¿Que lo sabe incluso en aquellas ocasiones en que no somos capaces de imaginarnos en absoluto por qué?

------------------------------------------------------
Traducción: Carmen Shàd de Caneda
ConoZe.com

miércoles, 11 de octubre de 2023

Francisco de Asís, película de Michael Curtiz (1961)


 Francisco de Asís es una película de 1961 a color, dirigida por Michael Curtiz, basada en la novela The Joyful Beggar del escritor católico Louis de Wohl.

Elegida entre las 100 películas pro catolicismo por la National Catholic Register en 2004.

Drama religioso sobre la vida de San Francisco de Asís (Bradford Dillman). La juventud de san Francisco como el hijo de un acaudalado comerciante de ropa en Asís, quien deja todas sus posesiones terrenales para dedicar su vida por completo a Dios. Clara (Dolores Hart) es una joven aristócrata a quien le impactó tanto san Francisco que dejó a su familia para convertirse en monja.  En ese entonces san Francisco ya tenía una reputación establecida por su voto de pobreza, la historia continúa para mostrar sus milagros y otros aspectos de su vida, incluyendo su muerte el 3 de octubre de 1226.

Elenco
* Bradford Dillman – Francis Bernardone of Assisi
* Dolores Hart – Clare
* Stuart Whitman – Count Paolo of Vandria
* Cecil Kellaway – Cardinal Hugolino
* Eduard Franz – Pietro Bernardone
* Athene Seyler – Aunt Buona
* Finlay Currie – The Pope
* Mervyn Johns – Brother Juniper
* Russell Napier – Brother Elias
* John Welsh – Canon Cattanei
* Harold Goldblatt – Bernard
* Edith Sharpe – Donna Pica
* Jack Lambert – Scefi
* Oliver Johnston – Father Livoni
* Malcolm Keen – Bishop Guido