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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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Mostrando las entradas para la consulta Javier Leoz ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
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martes, 5 de febrero de 2008

Oración: ¡Que no te pierda, Señor! / Autor: Javier Leoz

¡Que no te pierda, Señor!

Sales a mi encuentro, tiempo de gracia y de cuaresma,
para hacerme comprender que, mi vida sin Dios,
es paja que lleva el viento.
Venís a mi encuentro, días de gracia y de perdón,
para hacerme sentir que, no estoy sólo,
que Dios me acompaña en mi caminar
que, cuando vuelvo los ojos hacia Él,
no hay reproche alguno sino indulgencia plena.

¡Que no te pierda, Señor!

Que no desperdicie tantos dones que me traes.
Que, si hay para mí, también los pretenda para los demás.
Que, donde estén presentes mis gestos y mis detalles,
mi servicio y me delicadeza,
que, entonces Señor, sienta que no te estoy perdiendo.

¡Que no te pierda, Señor!

Porque son muchos los lodos que intentan engullirte.
Porque, a veces, la ceniza deja más rastro en nosotros
que la misma luminosidad de la Santa Pascua.
Porque, a veces Señor, decimos tenerte y no te conocemos.
Decimos quererte, y nos resistimos acompañarte con tu cruz.
Decimos ser de los tuyos, y volvemos la cara.

¡Que no te pierda, Señor!

Para que, cuando llegue junto contigo
al final del Gólgota,
sepa valorar el esfuerzo de mi CONVERSIÓN.
El alimento de mi ORACIÓN.
El rédito del silencio de la CARIDAD.
La hermandad del PERDÓN dado y recibido.

¡Que no pierda, de vista tu Pascua, Señor!

martes, 18 de marzo de 2008

¿Por qué nos sorprendes así, Señor? / Autor: Javier Leoz

En el silencio de una noche, sorprendiste
al mundo en tu pequeñez
Allá, a orillas del Jordán, como uno más
quisiste recibir el Bautismo de manos de Juan.
Fue entonces, Señor, cuando los motores
de tu misión se pusieron en marcha.
Endemoniados y hombres y mujeres, hastiados
de preocupaciones, se sintieron aliviados con tu presencia.
Otros, cómodamente sentados a la orilla del mar,
escucharon, inesperadamente tu llamada: ¡venid y seguidme!
Los leprosos, Señor, quedaron limpios como un amanecer.
Los paralíticos volvieron a sentir la dureza de los caminos.
Enfermos y poseídos, pecadores y adúlteros,
comprendieron que, tu presencia, era eso…amor y sólo amor.
Los pecados, a partir de tu llegada, no eran más fuertes
que la misericordia de Dios.

¿Por qué, de nuevo, hoy nos sorprendes, Señor?
¿Recuerdas aquel día en la barca?
Una traicionera tormenta nos metió el miedo hasta en los tuétanos.
Tu mano siempre oportuna, aun con nuestra falta de fe, la calmó.
Los muertos, ¿recuerdas, Jesús? volvieron por tu intervención a la vida.
Los hambrientos, en inolvidables multiplicaciones
de panes y de peces, abrazaron la hartura.
Los tristes, ante tu alegría divina, en el Monte de las Bienaventuranzas,
encontraron mil razones para sus lágrimas, sufrimientos y esperanzas.

¿Por qué, de nuevo, hoy en Jueves Santo,
nos sorprendes Señor?
Tus parábolas fueron sabiduría y universidad del Reino de Dios.
Quien no sabía orar, pronto, muy pronto, aprendió a decir “Abba” “Padre”.
Quien decía aquello que luego no hacía,
pronto se sintió incómodo ante la luz y la hoja fina de tu verdad.
Quien intentaba, cómodamente, vivir en el castillo de su hipocresía,
se resquebrajó ante el imperio de tu Reino. Sí, Jesús;
nos has dejado tanto, nos has dado tanto…¡nos has mostrado a Dios!
Contigo, el último lugar, es primero en el cielo.
Contigo, la prueba, es algo a superar.
Contigo, el mendigo es rey.
Contigo, el rey, es vasallo.
Contigo, el pecador recupera la gracia.
Contigo, el que se tiene por justo, queda fuera.
Contigo, la oveja perdida, volverá al redil.
Contigo, el que se marchó, siempre tendrá una habitación en tu casa.
Contigo, el que no se hace niño, tendrá difícil su entrada en el cielo.
Contigo, el que se las sabe todas, no conoce a Dios.
Contigo, el que es ciego, recupera la luz.
Contigo, el que ve todo, es incapaz de ver el reflejo de Dios.
Contigo, la muerte, es trampolín que nos eleva a la vida.
Contigo, el llanto, es agua que purifica nuestras miradas.
Contigo, la noche es vencida por el resplandor del día.
Contigo, la pasión, el sufrimiento o la muerte.
son notas que preceden al canto de Resurrección.

¿Por qué, de nuevo, hoy en Jueves Santo,
nos sorprendes Señor?
Hoy, Jueves Santo, nos sorprendes, Señor.
Con tu amor….que es inquebrantable y único, bueno y verdadero.
Con tu servicio…que es radical, obediente y todo un ejemplo.
Con tu sacerdocio…para que nunca nos falten heraldos de tu Palabra.
Manos que se extiendan sobre el pan y reconcilien a Dios con el hombre.
Y a la humanidad con el mismo Dios.
¡Gracias, Señor, eres sorprendente!

jueves, 9 de agosto de 2007

Nunca, María, una mujer como Tú / Autor: Padre Javier Leoz



Nunca, María, una mujer como Tú
sin decir nada, dijo tanto.
Vale más, tu actitud de escucha,
que mil palabras.
Hablan más tus obras
que un libro de multitud de páginas.

Nunca, María, nadie como Tú
dijo tanto en tan poco espacio de tiempo.
Con un ¡Si!, comenzó Dios a hacerse grande en tu seno
Con un ¡Sí!, germinó Jesús en tus entrañas
Con un ¡Sí!, Belén preparó humilde morada al Niño

Sí, María;
tus hechos fueron más elocuentes que tus dichos.
Tu sencillez más certera que tus palabras
Tu silencio el secreto más profundo
de tus galanteos con el Espíritu.

Si, María;
enseñanos el difícil arte
de decir poco y hacer mucho.

Sí, María;
enséñanos a ahorrar palabras
y regalarnos en gestos.

Si, María;
enséñanos a construir la escuela del silencio
el aula de la paz y de la mansedumbre
el desierto de la calma y el misterio
el oasis donde Dios, de forma determinante,
habla para quien lo busca.

Amén.

lunes, 24 de marzo de 2008

Decálogo para la Pascua / Autor: Javier Leoz

Vive con alegría tu existencia.
Si Jesús resucitó es porque, precisamente,
quiere traernos una transfusión de vida.
Secretos para ser felices.

No dejes que los acontecimientos
ni las dificultades puedan contigo.
Si Jesús pudo con su cruz;
¿por qué no vas a tener tú voluntad para hacerles frente?

Bríndate allá donde te encuentres.
No vale quien tiene, sino aquel que sirve.
Jesús se vació para que aprendiésemos una lección:
la grandeza está en ser solidario.

Si tienes rencor por algo y con alguien ¡olvídalo!
La Pascua, el paso del Señor,
nos ha dejado un camino limpio y despejado.
Limpiemos también el nuestro.

No seas incrédulo.
Asómate en este tiempo pascual a la belleza de la fe.
Si la tienes, no la pierdas. Si, por lo que sea, la tienes débil,
busca motivos y razones para recuperarla.

Escucha con atención la Palabra de Dios.
Su lectura te hará vibrar con el mismo ímpetu
con el que se estremecieron los Apóstoles o María.

Reza y da gracias a Dios por el fruto
de la Pascua: la Resurrección.

Teniendo tantos resortes para la alegría
y el optimismo, no tenemos derecho al desaliento:
¡Jesús nos acompaña!

Busca el lado positivo de tu vida.
No te castigues demasiado.

¡El Señor pagó ya un alto precio por nosotros!
Acéptate como eres y….aceptarás también a los demás.

Mira con ilusión al futuro.
No hay camino que no merezca la pena ser recorrido,
ni montaña que no pueda ser escalada.
Con la fe, y la mirada puesta en Dios, podrás conquistar
aquello que sea bueno para ti y para los demás.

Da gracias a Dios por lo que tienes e, incluso,
por aquello que –precisamente porque no te conviene– no alcanzas.

No siempre, lo que el paladar apetece,
es saludable para el cuerpo.