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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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Mostrando las entradas para la consulta Eusebio Gómez Navarro ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
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lunes, 2 de junio de 2008

No temas al futuro / Autor: P. Eusebio Gómez Navarro

El Dr. Robert White, catedrático en la Universidad de Cleveland y director de su hospital, era un gran cirujano y creyente. Una vez dijo: “Para mí la práctica de la medicina y la fe religiosa están indisolublemente ligadas. Oro mucho, sobre todo antesde efectuar una operación y después de terminarla”.

Dios tiene que estar muy vivo en la vida de los creyentes. Está muy presente en la mente y el corazón de muchos pueblos.Algunos de éstos tienen como primer principio creer en Dios.

A pesar de que Dios es lo más importante para muchas personas, otros no confían en Él, sino en los ídolos. En momentos como los actuales viene bien recordar lo que dice Pablo: “Sobre la venida de nuestro Señor Jesucristo y el momento de nuestra reunión con Él, les rogamos, hermanos, que no se alarmen por revelaciones, rumores o supuestas cartas nuestras en las que se diga que el día del Señor es inminente”. (2 Ts 2,1-2)

Es inútil perder el tiempo adivinando fechas del fin del mundo. “En cuanto al día y la hora nadie lo sabe”. (Mt 24,36) Existen demasiados adivinos que, con sus sueños vanos, sólo logran despertar temores. De cara al futuro se dan distintas respuestas; pero parece que pululan los profetas de calamidades que, refugiándose en el pasado, anuncian un futuro trágico. Así surge un clima donde abundan los miedos irracionales y los cataclismos. En todo ven el final de los tiempos.

Haremos de la historia lo que decidamos que sea. Nos damos cuenta de que somos capaces de las mejores empresas, pero al mismo tiempo sentimos que somos “marionetas” a las que el viento mueve a su antojo. Dios nos ha creado libres, y podemos elegir la vida o la muerte. Cada día los pájaros se despertarán en la copa de los árboles a la misma hora, cantarán de la misma manera y apenas hayan terminado de cantar, irán en busca de alimento.

En cambio, para los seres humanos todo será diferente. Tal vez se apliquen con buena voluntad a la construcción de un mundo mejor. ¿Ocurrirá eso? Tal vez, pero acaso no. Nosotros tenemos que creer en el Dios de la vida, ese que quiere la salvación de todos, el que nos ilumina en nuestro caminar.

“El Dios que dijo: Brille la luz en las tinieblas, es el que ha encendido esa luz en nuestros corazones, para hacer brillar el conocimiento de la gloria de Dios, que está reflejada en el rostro de Cristo”. (2 Co 4,6) “Dios nos ha capacitado para ser ministros de una alianza nueva, basada no en la letra de la ley sino en la fuerza del Espíritu”. (2 Co 3,6) Y esta fuerza tan extraordinaria procede de Dios y no de nosotros. “Nos acosan por todas partes, pero no estamos abatidos; somos perseguidos, pero no quedamos a merced del peligro; nos derriban, pero no llegan a rematarnos”. (2 Co 4,7ss)

Es necesario, pues, confiar en Dios, orar en todo momento. Esta confianza nos ayuda a ver sin miedo el futuro, a vivir el presente con la completa seguridad de que Dios nos cuida y nos ama.

lunes, 15 de octubre de 2007

Nos dejó como herencia el buen humor / Autor: P. Eusebio Gómez Navarro OCD

Estando Juan XXIII, de Nuncio en Paris, encontróse con el Rabino principal de Francia, también fornido, ante la puerta de un ascensor estrecho, en el que imposible cupiesen ambas humanidades.---“Despues de usted”-le dijo cortésmente el Rabino.

-“De ninguna manera -le contestó el Nuncio Roncalli- ¡Por favor, usted el primero!”.

Siguió el forcejeo de cortesías, hasta que lo resolvió Roncalli, con la mejor de sus sonrisas:

-“Es necesario que suba usted antes que yo, ya que siempre va delante el Antiguo Testamento, y sólo después, el Nuevo Testamento”.

Hay personas que están siempre de buen humor. Todo les cae bien, bendicen siempre, y sonríen; su sonrisa es acogedora y, de esta forma, todo les sonríe en la vida.

Juan XXIII era de espíritu abierto, afable, condescendiente, misericordioso y tolerante, dotado con un extraordinario sentido del humor. No se tomó a sí mismo demasiado en serio, a pesar de que su figura era bien pesada . Se reía de sus debilidades.

Observando un día una de sus fotos se dirigió a Monseñor Fulton Sheen, diciéndole. "El buen Dios, que ya sabía que yo iba a ser elegido Papa, ¿no pudo haberme hecho algo más fotogénico?.

Tenía una imagen positiva, se apreciaba , estaba satisfecho con todo lo que el Señor le había dado.

El Papa Bueno en todo y en todos descubría algo bueno.. Trataba de ver el lado bueno de las cosas, de los acontecimientos, y, sobre todo, de las personas. Se preocupaba de una forma especial de la gente humilde y por los que sufrían . Visitaba los enfermos, los presos. Se acercaba a los obreros del Vaticano, con ellos compartía y tomaba un trago de vino.

Jamás tomó demasiado en serio los problemas, ni el mismo cargo de Papa. Una vez le manifestó un obispo que la carga de su nueva responsabilidad le producía insomnio, el Papa le contestó :"Eso mismo me ocurría a mi durante las primeras semanas de mi pontificado. Hasta que un día se apareció en mi aposento mi ángel custodio y me dijo:"Giovanni, no te consideres tan importante". Y yo comprendí. Desde entonces duermo perfectamente todas las noches".

Vivía en paz y estas fueron sus palabras al recibir el Premio Balzan por la Paz:" Os lo decimos con toda sencillez, como lo pensamos: ninguna circunstancia, ningún acontecimiento, por honroso que sea para nuestra humilde persona, puede exaltarnos ni turbar la tranquilidad de nuestra alma".

"Más moscas se cazan con una gota de miel que con un barril de vinagre", decía san Francisco de Sales. Angelo Giuseppe Roncalli, nuestro Papa Bueno, sembró alegría y buen humor por donde pasó. Así consiguió abrir una ventana de aire puro donde pudiera entrar libremente el Espíritu y poder renovar desde lo más profundo la Iglesia a la que tanto amó. Su alegría y su buen humor nos lo dejó en herencia.

jueves, 10 de enero de 2008

Dios olvida tus faltas / Autor: Eusebio Gómez Navarro

El creyente a Dios:

– No te acuerdes, Señor, de mis pecados.

Dios al creyente:

– ¿Qué pecados? Como tú no me los recuerdes, yo los he olvidado para siempre.

Dios, como Padre, tiene muy mala memoria para recordar pecados de sus hijos; no lleva cuentas del mal, disculpa siempre y “olvida siempre”. Como buen Padre, quiere que aprendamos a amar de tal forma que seamos capaces de perdonar.

Jesús nos habla del perdón de Dios, de las entrañas amorosas del Padre en la parábola del hijo pródigo (Lc 15,11-32).

El Padre ama al Hijo y le deja en libertad para que siga sus sueños, para que sea él mismo, para que se pueda equivocar, con el riesgo de perder su compañía y la alegría de vivir en su casa.

El Padre espera la vuelta del hijo. No la acelera, no se le agota la paciencia. Su corazón no se amarga ni se endurece en la tardanza, sino que crece en él el ánimo de abrazar, consolar y dar una fiesta, porque su hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida.

Cuando retorna el hijo arrepentido y humillado, el Padre no le niega su herencia ni le echa de casa, sigue siendo el hijo muy amado. El hijo puede olvidar tranquilamente su pasado, porque el Padre no lo recuerda.

El cristiano ora frecuentemente esta petición: “Perdona nuestras ofensas”. Dios se olvida de nuestras faltas, a no ser que alguien se las recuerde al no amar y perdonar al hermano. Es imposible amar a Dios a quien no vemos, si no amamos al hermano a quien vemos (1 Jn 4,20). Es imposible abrirse a su gracia, acoger el amor misericordioso del Padre, si no se está abierto a amar y perdonar al otro. El perdón se hace posible, “perdonándonos mutuamente como nos perdonó Dios en Cristo” (Ef 4,32).

La parábola del siervo sin entrañas, que culmina la enseñanza del Señor sobre la comunión eclesial (Mt 18,23-35), acaba con esta frase: Esto mismo hará con vosotros mi Padre celestial si cada uno no perdona de corazón a su hermano.

Solamente se puede amar y perdonar con la ayuda y la gracia de Dios. En el perdón y el amor no hay límites ni medidas. A nadie hay que deber nada más que amor (Rm 13,8).

Al acercarse a pedir perdón a Dios, hay que estar dispuesto a amar y perdonar al prójimo. “Dios no acepta el sacrificio de los que provocan la desunión; los despide del altar para que antes se reconcilien con sus hermanos” (San Cipriano).

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Fuente: Catholic.net

jueves, 9 de agosto de 2007

No me quites la alegría / Autor: Padre Eusebio Gómez Navarro OCD


Foto: Santa Teresa de Jesús



Cuenta una anécdota que yendo santa Teresa a hacer las escrituras de una de las fundaciones, preguntó al escribano, después de hechas, cuánto eran sus honorarios. Éste le contestó con desparpajo:

– Solamente un beso.

Y la santa se lo dio, natural y sonriente, al tiempo que exclamaba:

– Nunca una escritura me salió tan barata.

El pueblo ha visto en Santa Teresa de Jesús la santa del buen humor, de la gracia y del donaire. Estaba dotada verdaderamente de gracias naturales como la jovialidad, espontaneidad, cordialidad, afabilidad y sencillez. María de la Encarnación nos dice que “era muy discreta, y alegre con gran santidad, y enemiga de santidades tristes y encapotadas, sino que fuesen los espíritus alegres en el Señor, y por esta causa corregía a sus monjas si andaban tristes, y les decía que mientras les durase la alegría les duraría el espíritu”.

La vida de sacrificio y penitencia no la consideraba reñida con la alegría. Tanta importancia daba a la hora de la recreación como a la de la oración. Así ponía gran empeño en que las monjas participaran del momento de la recreación y pudieran compartir libremente. En cierta ocasión, estando en Medina del Campo, reprimió severamente a la hermana Alberta, que se quejaba: “¿Ahora nos llaman a cantar? Mejor fuera para contemplar”.

Gozaba de gran libertad para hablar de sí misma, de sus dolores y achaques. Bromeaba con la Inquisición, ponía apodos con gracia. Al pintor Fray Juan de la Miseria, que la retrató, le dijo: “Dios te perdone, Fray Juan, que ya que me pintaste podías haberme sacado menos fea y legañosa”.

Santa Teresa fue una mujer madura, capaz de maravillarse y asombrarse de las cosas de cada día. Ella nos dejó esta frase célebre: “También entre los pucheros anda Dios”, gozó con todo lo creado. De su fe en este Dios cercano, vivo en cada cosa y acontecimiento, le brotó esa alegría natural y contagiosa. A brazo partido luchó para que sus monasterios gozaran de este ambiente de libertad donde se respirase a un Dios alegre, capaz de llenar de felicidad cualquier corazón humano.

Un grupo de matrimonios americanos que regresaban a su patria acudió a visitar a la Madre Teresa. Al despedirse le pidieron un consejo para su vida de familia. “Sonrían a sus mujeres”, dijo a los hombres. “Sonrían a sus maridos”, dijo después a las mujeres. Extrañado alguno de ellos, preguntó a la religiosa: “¿Usted está casada?”. Y la Madre Teresa, sin perder la sonrisa, sorprendió a los presentes con esta respuesta: “Naturalmente que estoy casada. Y créame que no siempre me es fácil sonreír a mi marido. Porque Jesús es un esposo muy exigente”.

¿Si podemos enamorarnos de personas y de cosas, si nuestro corazón queda prendado de una puesta de sol o de un paisaje tropical, por qué no nos vamos a poder enamorar de Dios? Dichosos aquellos que se enamoran radicalmente de Dios, porque su vida será una fuente inagotable de paz, de alegría y de felicidad.

El amor a Dios es un mandato para todos los creyentes. No es especialidad o exclusividad de una cultura, época, edad o estado. Lo que importa es el amor, no la manera de expresar ese amor.

Se puede amar en el silencio de una noche y en medio del bullicio del día. No dejamos de amar a los nuestros cuando trabajamos o cuando estamos de brazos cruzados, cuando sonreímos o cuando lloramos. Lo que importa es amar.

Siempre que amamos a Dios lo debemos demostrar con la vida amando al hermano. Y al hermano también se le puede demostrar el amor de mil maneras. La mamá ama a su hijo cuando lo mece, cuando lo corrige, cuando le da de comer, cuando lo lleva al médico...

El cristianismo se puede vivir de varias formas. Lo importante no es el modo que se elige, la vocación o profesión. Lo importante es ser y vivir lo que se cree, pues cualquier trabajo se pude hacer a la perfección o rayando la mediocridad. Y si uno es mediocre, no es por la profesión o vocación que se ejerce, sino por la talla de la propia persona.

Podemos sonreír a todo y en todo. Un poco de alegría vale más que todo el oro del mundo. Son innumerables los beneficios que acarrea una simple sonrisa: ahuyenta la tristeza, la melancolía, la depresión... La sonrisa rejuvenece, sana las heridas del pasado, abre horizontes al futuro y pone alas en el alma. La sonrisa es la mejor medicina para el cuerpo y para el alma. La alegría más auténtica nace del corazón.

Consciente san Pablo de la importancia de la alegría, repetía machaconamente a los cristianos que siempre estuvieran alegres. No nos debe extrañar, pues, el consejo de la Madre Teresa a los matrimonios: “Sonrían”. Quizá debamos repetir con Neruda: “Quítame el pan, si quieres, quítame el aire, pero no me quites tu sonrisa porque moriría”.