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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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miércoles, 9 de enero de 2008

El derecho a meternos en la vida de los demás / Autora: Lucrecia Rego de Planas

Reporte Médico

Hospital Santa Fe
Montevideo, Uruguay

Fecha: 1 de junio de 2007

Nombre del paciente: Mariana de la Mora
Fecha de nacimiento: 1 de junio de 2007
Peso al nacer: 3.950 kg.
Estado general al nacer: completamente sana. Sus miembros están completos. Sus reacciones fueron normales.

Fecha: 27 de junio de 2007
Se le practica un cateterismo y se descubre que Mariana tiene un defecto en las arterias que salen del corazón, pues una de ellas se encuentra estrangulada… Es necesario operarla para que pueda sobrevivir.

Fecha: 3 de julio de 2007
La pequeña es sometida a la operación y durante la misma sufre un paro respiratorio. Le falta oxígeno unos cuantos minutos y al salir de la operación, la niña, que antes sonreía al ver a su madre, se chupaba el dedo y pataleaba sin cesar, ha quedado ciega e incapaz de mover sus piernas.

Fecha: 15 de agosto de 2007
Resultados del análisis de los ojos: todo está bien: la córnea, el globo ocular, el nervio óptico, no hay defecto ni enfermedad en ninguna de sus partes. Sin embargo, la niña no puede ver. ¿Qué ha sucedido? ¡Los ojos han perdido la conexión con el cerebro!
Resultado del análisis de las piernas: el tono muscular, la formación de los huesos, la irrigación de sangre, todo funciona a la perfección, pero la pequeña no puede moverlas porque… ¡no están conectadas al cerebro!

Fecha: 7 de enero de 2008
Los ojos de Mariana han perdido su brillo, quedando opacos y sin vida, y sus piernas se han ido deformando poco a poco hasta quedar volteadas hacia atrás, totalmente rígidas como si fuera una bailarina de porcelana. Es natural, ya que el cuerpo de Mariana se "ha dado cuenta" de que esos miembros, ojos y piernas, no le sirven y no le servirán jamás y han dejado de recibir irrigación. Son miembros atrofiados y el resto de los órganos del cuerpo han dejado de "gastar energías" para mantenerlos con vida...

Lo mismo que sucedió en el cuerpo de Mariana es lo que sucede en la vida de la Iglesia. Todos formamos un cuerpo cuya cabeza es Cristo. Cuando un miembro pierde la conexión con la Cabeza, por el pecado mortal, se vuelve inútil. Cuando los demás miembros dejan de "prestarle atención" a cualquier órgano, éste corre el peligro de atrofiarse y morir.

Ahí radica la importancia del apostolado: en la Iglesia todos necesitamos trabajar para mantenernos vivos y mantener vivos a los demás. No podemos aislarnos del resto del cuerpo, pues todos necesitamos de todos.

Seguramente has oído alguna vez esta respuesta:
"No te metas en mi vida, no te importa lo que yo hago o dejo de hacer".

Tal vez seas tú mismo el que se lo ha dicho a alguien, buscando que te dejen usar tu libertad como te plazca y pensando en que lo que haces a nadie afecta más que a ti.

Sin embargo, para todos los que formamos parte de la Iglesia esta frase no es válida, pues al igual que en el cuerpo humano, todos somos importantes y necesarios y, por eso, el mismo Cristo nos ha autorizado a meternos y entrometernos en la vida de los demás.

Nos cuenta san Mateo al final de su Evangelio, que después de la Resurrección de Jesús acudieron los once discípulos a un monte en Galilea donde Él los había citado.

Estando ahí, se les apareció Jesús y les dijo:

Se me ha dado todo poder en el cielo y la tierra. Vayan pues y enseñen a todas las naciones, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y estén ciertos de que yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo
(Mt. 28, 18-20).

Él mismo nos ha llamado a participar de su misión, a meternos en la vida de los demás para que sean felices aquí en la tierra y alcancen el cielo para el que han sido creados. Hemos recibido el mandato de extender su Reino: reino de verdad, de vida, de justicia, de amor y de paz.

Tenemos derecho a meternos en la vida de los demás porque todos formamos un cuerpo. En todos nosotros fluye la misma vida de Cristo. Y si un miembro se encuentra enfermo, débil o quizá muerto, todo el cuerpo queda afectado: padece Cristo y sufren también los miembros sanos.

El derecho a influir en la vida de los demás por medio del apostolado, se convierte en un deber para todos los cristianos: debemos ser levadura que fermente la masa, sal que sazone, luz que ilumine a los demás y los lleve al encuentro con Cristo.

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Fuente: Catholic.net

domingo, 18 de noviembre de 2007

El mundo necesita grandes apóstoles / Autora: Lucrecia Rego de Planas


Si miras un poco a tu alrededor encontrarás un mundo que se está muriendo por no conocer a Cristo Jesús:

• La humanidad, que busca la felicidad en las cosas materiales y, al no encontrarla, se desbarranca en un pozo sin fondo en el que se vale por lo que se tiene y no por lo que se es.

• La juventud, marchita, buscando la felicidad en el sexo, la diversión, el alcohol y la droga, porque nadie le ha señalado el camino correcto.

• La familia, tambaleante por los embates del divorcio, la infidelidad, el miedo a los hijos, el egoísmo y la falta de comunicación, porque sus miembros no conocen a Cristo.

• La Iglesia, sumamente debilitada y herida por los innumerables miembros que se quedaron con una fe infantil, de catequesis de primera comunión y, al no conocer profundamente a Cristo, la abandonan buscando la felicidad en piedras de cuarzo, en los poderes de la mente o en sectas que ofrecen recompensas terrenales.

• Cientos de iglesias vacías porque muchos cristianos han dejado de valorar la presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía, porque no hay sacerdotes suficientes para atenderlas, porque los pocos sacerdotes que hay son ancianos o enfermos, porque los laicos no nos hemos dado cuenta de que somos necesarios para que el Cuerpo funcione a la perfección.

Ante esta situación, no podemos quedarnos parados contemplando cómo el mundo se muere por falta de un sentido para su vida. Todos debemos actuar: sacerdotes y laicos; jóvenes y adultos; hombres y mujeres, solteros y casados.

El mundo necesita grandes apóstoles, apóstoles de primera división, del tamaño de san Pablo, san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola o santa Teresa de Jesús. Tú puedes, si quieres, ser uno de ellos. La decisión está en ti.

Pero si te da flojera, si lo dejas para más adelante, si no deseas hacerlo, debes tener en cuenta que lo que tú no hagas, nadie lo hará por ti. Eres un miembro insustituible de la Iglesia, pues tienes una misión específica y de ti depende el buen funcionamiento de muchos otros dentro de ella.

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Fuente: Catholic.net

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Tan sólo una probada de la encíclica Spe Salvi / Autora: Lucrecia Rego de Planas

Desde el viernes pasado que Benedicto XVI publicó su segunda encíclica, la Spe Salvi, no han dejado de llegar a mi buzón artículos de opinión, reflexiones y análisis de la misma, redactados por sacerdotes, laicos, religiosos, escritores famosos, otros no tan famosos y otros perfectamente desconocidos, que se han sentido inspirados por la misma.

Y no me sorprende, pues la Encíclica es una verdadera delicia de principio a fin y trae cientos de párrafos extraordinarios que impulsan a la reflexión profunda, al cambio de vida y a querer comentarlos con otros.

Yo no les haré ninguna reflexión, pues la Encíclica es tan linda, tan clara y tan “deleitable” para la inteligencia y para el corazón, que siento que la echaría a perder si le aumento palabras de mi cosecha.

Sólo les quiero dar una probada de su contenido, con algunos párrafos que he extraído de la misma y dejando que las palabras del Papa actúen por sí solas. Espero que las disfruten como las he disfrutado yo.

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LOS CRISTIANOS CONOCEMOS NUESTRO FUTURO

« No os aflijáis como los hombres sin esperanza » (1 Ts 4,13). En este caso aparece también como elemento distintivo de los cristianos el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente.

CONOCER EL EVANGELIO ES CAMBIAR NUESTRA MANERA DE VIVIR

Eso significa que el Evangelio no es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una comunicación que comporta hechos y cambia la vida. La puerta oscura del tiempo, del futuro, ha sido abierta de par en par. Quien tiene esperanza vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva.

NO SOMOS ESCLAVOS DE LAS LEYES NATURALES

No son los elementos del cosmos, la leyes de la materia, lo que en definitiva gobierna el mundo y el hombre, sino que es un Dios personal quien gobierna las estrellas, es decir, el universo; la última instancia no son las leyes de la materia y de la evolución, sino la razón, la voluntad, el amor: una Persona. Y si conocemos a esta Persona, y ella a nosotros, entonces el inexorable poder de los elementos materiales ya no es la última instancia; ya no somos esclavos del universo y de sus leyes, ahora somos libres.

LA FE NOS HACE VIVIR HOY EL FUTURO

La fe no es solamente un tender de la persona hacia lo que ha de venir, y que está todavía totalmente ausente; la fe nos da algo. Nos da ya ahora algo de la realidad esperada, y esta realidad presente constituye para nosotros una « prueba » de lo que aún no se ve. Ésta atrae al futuro dentro del presente, de modo que el futuro ya no es el puro « todavía-no ». El hecho de que este futuro exista cambia el presente; el presente está marcado por la realidad futura, y así las realidades futuras repercuten en las presentes y las presentes en las futuras.

NO QUEREMOS MORIR, PERO TAMPOCO QUEREMOS VIVIR ETERNAMENTE

“Por un lado, no queremos morir; los que nos aman, sobre todo, no quieren que muramos. Por otro lado, sin embargo, tampoco deseamos seguir existiendo ilimitadamente, y tampoco la tierra ha sido creada con esta perspectiva. Entonces, ¿qué es realmente lo que queremos? Esta paradoja de nuestra propia actitud suscita una pregunta más profunda: ¿qué es realmente la « vida »? Y ¿qué significa verdaderamente « eternidad »?”

LA MUERTE NO ES UNA DESGRACIA, ES UN REMEDIO

Seguir viviendo para siempre –sin fin– parece más una condena que un don. Ciertamente, se querría aplazar la muerte lo más posible. Pero vivir siempre, sin un término, sólo sería a fin de cuentas aburrido y al final insoportable. Esto es lo que dice precisamente, por ejemplo, el Padre de la Iglesia Ambrosio en el sermón fúnebre por su hermano difunto Sátiro: « Es verdad que la muerte no formaba parte de nuestra naturaleza, sino que se introdujo en ella; Dios no instituyó la muerte desde el principio, sino que nos la dio como un remedio [...]. En efecto, la vida del hombre, condenada por culpa del pecado a un duro trabajo y a un sufrimiento intolerable, comenzó a ser digna de lástima: era necesario dar un fin a estos males, de modo que la muerte restituyera lo que la vida había perdido.

UNA REALIDAD DESCONOCIDA QUE NOS ATRAE E IMPULSA

De algún modo deseamos la vida misma, la verdadera, la que no se vea afectada ni siquiera por la muerte; pero, al mismo tiempo, no conocemos eso hacia lo que nos sentimos impulsados. No podemos dejar de tender a ello y, sin embargo, sabemos que todo lo que podemos experimentar o realizar no es lo que deseamos. Esta « realidad » desconocida es la verdadera « esperanza » que nos empuja y, al mismo tiempo, su desconocimiento es la causa de todas las desesperaciones, así como también de todos los impulsos positivos o destructivos hacia el mundo auténtico y el auténtico hombre.

BACON, KANT, ENGELS: LA ESPERANZA SE CAMBIA POR “LA FE EN EL PROGRESO”

Al haber desaparecido la verdad del más allá, se trataría ahora de establecer la verdad del más acá. La crítica del cielo se transforma en la crítica de la tierra, la crítica de la teología en la crítica de la política. El progreso hacia lo mejor, hacia el mundo definitivamente bueno, ya no viene simplemente de la ciencia, sino de la política; de una política pensada científicamente, que sabe reconocer la estructura de la historia y de la sociedad, y así indica el camino hacia la revolución, hacia el cambio de todas las cosas.

EL GRAN ERROR DE MARX

El error de Marx no consiste sólo en no haber ideado los ordenamientos necesarios para el nuevo mundo; en éste, en efecto, ya no habría necesidad de ellos. Que no diga nada de eso es una consecuencia lógica de su planteamiento. Su error está más al fondo. Ha olvidado que el hombre es siempre hombre. Ha olvidado al hombre y ha olvidado su libertad. Ha olvidado que la libertad es siempre libertad, incluso para el mal. Creyó que, una vez solucionada la economía, todo quedaría solucionado. Su verdadero error es el materialismo: en efecto, el hombre no es sólo el producto de condiciones económicas y no es posible curarlo sólo desde fuera, creando condiciones económicas favorables.

LAS ESTRUCTURAS NO SON LA SOLUCIÓN

El recto estado de las cosas humanas, el bienestar moral del mundo, nunca puede garantizarse solamente a través de estructuras, por muy válidas que éstas sean. Dichas estructuras no sólo son importantes, sino necesarias; sin embargo, no pueden ni deben dejar al margen la libertad del hombre. Incluso las mejores estructuras funcionan únicamente cuando en una comunidad existen unas convicciones vivas capaces de motivar a los hombres para una adhesión libre al ordenamiento comunitario. La libertad necesita una convicción; una convicción no existe por sí misma, sino que ha de ser conquistada comunitariamente siempre de nuevo.

QUIEN NO CONOCE A DIOS NO CONOCE LA VIDA

En este sentido, es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando « hasta el extremo », « hasta el total cumplimiento » (cf. Jn 13,1; 19,30). Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente « vida ».


PEQUEÑAS ESPERANZAS QUE NO NOS LLENAN

A lo largo de su existencia, el hombre tiene muchas esperanzas, más grandes o más pequeñas, diferentes según los períodos de su vida. A veces puede parecer que una de estas esperanzas lo llena totalmente y que no necesita de ninguna otra. En la juventud puede ser la esperanza del amor grande y satisfactorio; la esperanza de cierta posición en la profesión, de uno u otro éxito determinante para el resto de su vida. Sin embargo, cuando estas esperanzas se cumplen, se ve claramente que esto, en realidad, no lo era todo. Está claro que el hombre necesita una esperanza que vaya más allá. Es evidente que sólo puede contentarse con algo infinito, algo que será siempre más de lo que nunca podrá alcanzar.

¿VALE LA PENA SUFRIR?

Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo. Pero una vez más surge la pregunta: ¿somos capaces de ello? ¿El otro es tan importante como para que, por él, yo me convierta en una persona que sufre? ¿Es tan importante para mí la verdad como para compensar el sufrimiento? ¿Es tan grande la promesa del amor que justifique el don de mí mismo?

PONER LA VERDAD POR ENCIMA DE LA COMODIDAD

La verdad y la justicia han de estar por encima de mi comodidad e incolumidad física, de otro modo mi propia vida se convierte en mentira.

EL INFIERNO O EL CIELO SON UNA ELECCIÓN DE TODA LA VIDA

La opción de vida del hombre se hace en definitiva con la muerte; esta vida suya está ante el Juez. Su opción, que se ha fraguado en el transcurso de toda la vida, puede tener distintas formas. Puede haber personas que han destruido totalmente en sí mismas el deseo de la verdad y la disponibilidad para el amor. Personas en las que todo se ha convertido en mentira; personas que han vivido para el odio y que han pisoteado en ellas mismas el amor. Ésta es una perspectiva terrible, pero en algunos casos de nuestra propia historia podemos distinguir con horror figuras de este tipo. En semejantes individuos no habría ya nada remediable y la destrucción del bien sería irrevocable: esto es lo que se indica con la palabra infierno. Por otro lado, puede haber personas purísimas, que se han dejado impregnar completamente de Dios y, por consiguiente, están totalmente abiertas al prójimo; personas cuya comunión con Dios orienta ya desde ahora todo su ser y cuyo caminar hacia Dios les lleva sólo a culminar lo que ya son.

LO QUE HACEMOS PUEDE AYUDAR Y CONSOLAR A NUESTROS MUERTOS

Sin embargo, se puede dar a las almas de los difuntos « consuelo y alivio » por medio de la Eucaristía, la oración y la limosna. Que el amor pueda llegar hasta el más allá, que sea posible un recíproco dar y recibir, en el que estamos unidos unos con otros con vínculos de afecto más allá del confín de la muerte, ha sido una convicción fundamental del cristianismo de todos los siglos y sigue siendo también hoy una experiencia consoladora. ¿Quién no siente la necesidad de hacer llegar a los propios seres queridos que ya se fueron un signo de bondad, de gratitud o también de petición de perdón?

MARÍA, UNA LUZ EN NUESTRO CAMINO

La vida humana es un camino. ¿Hacia qué meta? ¿Cómo encontramos el rumbo? La vida es como un viaje por el mar de la historia, a menudo oscuro y borrascoso, un viaje en el que escudriñamos los astros que nos indican la ruta. Las verdaderas estrellas de nuestra vida son las personas que han sabido vivir rectamente. Ellas son luces de esperanza. Jesucristo es ciertamente la luz por antonomasia, el sol que brilla sobre todas las tinieblas de la historia. Pero para llegar hasta Él necesitamos también luces cercanas, personas que dan luz reflejando la luz de Cristo, ofreciendo así orientación para nuestra travesía. Y ¿quién mejor que María podría ser para nosotros estrella de esperanza, Ella que con su « sí » abrió la puerta de nuestro mundo a Dios mismo; Ella que se convirtió en el Arca viviente de la Alianza, en la que Dios se hizo carne, se hizo uno de nosotros, plantó su tienda entre nosotros (cf. Jn 1,14)?


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En fin, son éstas sólo unas cuantas frases que pueden ilustrar la sencillez y riqueza de la encíclica.

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Fuente: Catholic.net