viernes, 5 de octubre de 2007
Llamados a ser Pan de Vida para hacer crecer la comunidad / Autores: Conchi y Arturo
Nuestra vida debe ser acción de gracias o sea Eucaristía. Sin cumplir en las vivencias cotidianas todo el memorial real de Jesús el Señor, nuestra comunidad cristiana, se debilita. El versículo 42 del capitulo 2 de los Hechos de los Apóstoles dice: "Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones".
Hemos explicado en las últimas semanas las actitudes que todo cristiano debe aportar para construir comunidad formando el Cuerpo de Cristo. Hoy nos centramos en la comunión Eucarística vivida con asiduidad y transformada en oración agradable a Dios a cada instante. Muchas veces no sabemos como orar y la mejor manera de hacerlo es convertir cada acto de nuestra vida en una encarnación de Cristo en nosotros, para que Él pueda ser el centro de nuestra vida y de todos cuantos encontremos en el camino.
En Mateo 26, 26-28 se explica el momento central de la presencia real de Cristo cuando se celebra la consagración: Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo:"Tomen y coman, esto es mi Cuerpo".Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, diciendo: "Beban todos de ella, porque esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos para la remisión de los pecados".
La conciencia de la presencia de Jesús en el Pan y el Vino se adquiere a medida que crecemos espiritualmente y nosotros somos capaces de repetir en nuestra vida esta Eucaristía interior en nuestro corazón y trasladarla a los demás. Cristo elige el lugar más intimo de una casa para celebrar la institución Eucarística: un comedor, la mesa donde compartimos el pan de cada día.
Muchas personas creen que el lugar más intimo de una casa es el dormitorio, pero realmente la mesa del comedor lo supera. Alrededor de la mesa nos sentamos para alimentar nuestro cuerpo pero también nuestro espíritu. Allí estamos para comer tanto si nuestro estado personal es de optimismo, de depresión o de rompimiento. Jesús comparte su cena con Judas que le va a traicionar y conociendo lo que le iba a suceder, bendice la mesa y a todos sus comensales, respeta la vulnerabilidad y el carácter de sus invitados.
A ejemplo de Jesús, cuando nos sentemos en nuestras mesas comunitarias a comer el pan de cada día, la voluntad de Dios Padre es que seamos alimento para aquellos que nos rodean y capaces de amar hasta el extremo. Quizá nos vemos obligados a comer en el trabajo o en la familia con quién nos hace la vida imposible. Nosotros debemos bendecir esa mesa, el pan y quienes comen con nosotros. Esa es una actitud difícil de adoptar, sobre todo cuando en el comedor uno está vulnerable. Jesús sabía que iba a morir en unas horas para salvar nuestras vidas para siempre y libremente decide bendecir a quienes horas más tarde se iban a dispersar o le iban a negar.
En Juan 6, 51, Jesús nos hace la verdadera llamada comunitaria a encarnarlo: "Yo soy el pan vivo, bajado del cielo.Si uno come de este pan, vivirá para siempre; y el pan que yo le voy a dar, es mi carne por la vida del mundo." Nosotros fuimos invitados a encarnar el Pan Vivo bajado del cielo en cada acción de nuestra vida. Debemos tomarnos a nosotros mismos y hacernos alimento para los demás cumpliendo la voluntad del Padre que es dar nuestra vida en Amor por los demás.
Por eso debemos "tomarnos" como Pan y estar dispuestos a ser "partidos" y "repartidos". Sólo si nos damos en plenitud perdiendo nuestra vida por los demás Jesús tomará posesión de nosotros y nos convertirá en alimento real para los oprimidos, los cautivos, los hambrientos y los pobres. Jesús recuerda a los suyos: "Si el grano de trigo no muere no puede dar fruto". ¿Estamos dispuestos a morir a nosotros mismos para que viva en el interior Cristo y sea nuestra vida triturada aprendiendo cada día a Amar desde el corazón de Dios?. Por eso a cada instante debemos tomar conciencia que el Señor nos pide que celebremos la Eucaristía en nuestro interior. A más pidamos esta gracia y más estemos dispuestos a aceptarla es cuando se nos revelará la presencia real de Jesús en nuestro corazón y en la comunión Eucarística.
Los discípulos de Emaús estaban tristes. Cristo se les aparece y les explica las Escrituras. Es al partir el pan cuando lo reconocen y el desaparece. A más ausente está el Señor es cuando se nos hace presente. Nuestro corazón debe tener celo por arder en cumplir el Evangelio y es cuando veremos a Jesús en nosotros y en los demás.
Si alimentamos a quienes vamos a testimoniar el Amor de Dios con nuestras vidas, Jesús se nos hará presente como Pan Vivo en aquellos con quienes compartamos. Nosotros también necesitamos ser alimentados. Es en ese partirnos y repartirnos los unos a los otros que la comunidad cristiana a cualquier nivel crecerá porque tendremos la capacidad de ver el Pan de Vida en cada persona.
Partirse supone no quedarse instalado. Repartirse supone multiplicar el Reino. Jesús instituyó la Eucaristía en el momento en que iba a dar el paso definitivo de dejar a sus apóstoles en el mundo para que dieran testimonio de Él. Partirnos supone dejar pasó a los demás en nuestras comunidades y a la vez multiplicar el Reino enseñando a otros aquello que hemos visto y oído. Fue al final de su vida terrena que Jesús mostró todo el rostro de Dios Padre para la salvación del mundo. Ser verdadera Eucaristía para los demás nos supondrá un aprendizaje permanente que nos llevará toda la vida. Por eso es urgente no posponerlo cada hora bajo el pretexto de justificarnos con nuestras muchas ocupaciones y obligaciones.
Tomarnos como Pan supone aceptar que somos únicos y que Dios desea darse a los demás como nos creó, con nuestros dones particulares. Somos templos del Espíritu Santo. Jesús vive en nosotros y el Padre también quiere morar en nuestro corazón. Para que esto de frutos es necesario que les reconozcamos como los auténticos motores de nuestra vida poniendo en sus manos virtudes y debilidades. Si no lo hacemos siempre empezamos a naufragar y dejamos de ser Pan de Vida para los demás.
Partir nuestro Pan y repartirlo es consecuencia de tomarnos. Nos partimos cuando somos vulnerables, cuando la honestidad y la verdad presiden nuestro itinerario vital. Partirnos es no guardarnos nada. Jesús explica a sus apóstoles: ustedes son mis amigos por que les he mostrado todo. Se vacía y da gracias al Padre por haber podido llevar a cabo su voluntad.
Repartirnos es no hacer excepción de personas. Dios ama a justos e injustos. Desea que los justos lo sigan siendo y quiere rescatar a los impíos de su maldad y las continuas injusticias. Nosotros tenemos que imitar al único maestro: Cristo.
Al explicar estas actitudes interiores podemos pensar que eso sólo pueden hacerlo personas muy preparadas. También tendemos a creer que los prodigios y señales deben acompañar a las personas que son capaces de tomarse, partirse y repartirse. Nada más lejos de la realidad. El Señor nos dice a todos como a Pablo: "con mi gracia te basta" . Es evidente que Dios sigue realizando curaciones interiores y físicas y que cuida providencialmente de todos y cada uno mucho más de lo que somos conscientes. Los millones de grano de arena que aportamos cada vez que somos capaces de vivir cotidianamente la Eucaristía, son muy superiores al mayor de los milagros, para la instauración del Reino.
Sólo Dios necesita nuestra humildad y nuestro deseo interior de ser templos suyos para convertirnos en Pan de Vida. Para ello, perseverar en el Sacramento de la Eucaristía y de la reconciliación nos será de una utilidad vital. Lo importante no es como nos sentimos nosotros en un acontecimiento de la vida, sino que deseemos que Dios manifieste su gloria en él por muy dolorosa que sea nuestra vivencia.
La Madre teresa de Calcuta es un buen ejemplo para lo que estamos contando. ¿Alguien piensa que le fue fácil tomar la decisión de marchar de su orden para iniciar las Misioneras de la Caridad?. Nosotros no. Ahora se ha conocido los grandes momentos de sequedad, pero eso no quita valor a su ministerio sino que se le añade. Cuando no entendía los caminos del Señor ella siguió fiel a su llamada atendiendo a los moribundos y los más necesitados. Dudar de la obra que Dios hizo en ella siendo Madre Teresa "un lápiz en sus manos", es estar ciego. Dios sigue haciendo crecer a las Misioneras de la Caridad como faro y luz para el mundo.
Nos es muy fácil seguir a Cristo cuando nos felicitan por como damos las catequesis, realizamos nuestro trabajo pastoral o vemos que tenemos ciertas habilidades que nos hacen sentir bien y muchas veces mejores que los demás. Seguir al Señor en las contrariedades de cada día es el llamado que tenemos. Sacerdotes, religiosos y laicos tenemos cada amanecer a Dios pidiendonos que mostremos su rostro a quienes nos contradicen, nos calumnian, nos humillan o nos pagan mal nuestro trabajo. La Eucaristia cotidiana consiste en por la gracia de Dios realmente Amar a nuestros enemigos y a quienes nos persiguen. Ser valientes mostrandoles nuestra vulnerabilidad y diciendo con Jesús: "Padre perdonalos porque no saben lo que hacen". Que cuando el día termine en nuestro cansancio podamos afirmar: "Dios mio no he sabido hacerlo mejor, pero he deseado llevar a cabo tu obra. En tus manos Padre encomiendo mi espiritu para que mañana al levantarme pueda servirte nuevamente. Hazme Pan de Vida".
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