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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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jueves, 30 de agosto de 2007

Testimonio: Yo seré ateo, pero tú debes de estar loco / Autor: S.D. (Italia)


Un día vino a verme un amigo, C., y me confíó un gran dolor: sus padres estaban apunto de divorciarse a raíz de un desliz del padre durante un viaje de trabajo. Además del sufrimiento como consecuencia del deterioro del amor entre sus padres, le resultaba insoportable que otra persona decidiera con quién se iba a vivir él y lo separase de su único hermano, al que estaba especialmente unido.
Me vi implicado en su situación y sentí una profunda tristeza que no se me iba de la cabeza. Y como C. no era creyente, temía empeorar las cosas si le hablaba de Dios. No me entendería.

Estaba a su lado y de repente recordé una frase del comentario a la Palabra de vida de ese mes: «La Palabra de Dios vivida puede inundar,como un río crecido, las márgenes que parecen insuperables». Esta luz iluminó la oscuridad e hizo que fuera capaz de reconocer en C. el rostro de Jesús crucificado y abandonado y tuviera la fuerza de decirle: «Yo, como cristiano, le daría a Dios mi dolor y dejaría el problema en sus manos para que pueda cumplirse bien su voluntad, con la confianza de que cualquier cosa que me reserve el futuro será lo mejor para mí». Y su respuesta: «Yo seré ateo, pero tú debes de estar loco de verdad».

No me desanimé e insistí: «¡Ánimo!, merece la pena intentarlo; dile simplemente a Jesús: “Este dolor lo dejo en tus manos”. Y luego quédate tranquilo, a ver qué pasa».

Y antes de que se fuera le dije que me podía llamar en cualquier momento si necesitaba ayuda. Se fue sin haber recuperado la calma interior.

Al día siguiente recibo con gran alegría una llamada en la que me dice que, obligado por la desesperación, ha decidido darle a Dios su dolor. Lo noto más sereno. Dos días más tarde me vuelve a llamar y me dice que sus padres ya no se divorcian y que no se separa de su hermano. La madre ha sido capaz de perdonar al padre y se han reconciliado.

S. D. – Trento (Italia)

(Testimonio recogido del libro «Milagros cotidianos. Las "florecillas" de Chiara y de los Focolares», Doriana Zamboni, Ed. Ciudad Nueva, pág. 50).

Señor, líbrame de mí mismo / Autor: P. Michel Quoist


No son pocos los hombres víctimas de sí mismos. Más desgraciados de lo que cabe imaginar, están condenados a no poder amar más que su yo.
Hay que entrar en su dolor para librarles del mismo, pues se trata ni más ni menos que de la experiencia del infierno. Éste será también el inicio de su salvación, siempre que encuentren un amigo que les haga descubrir cómo son verdugos de sí mismos; siempre que encuentren un cristiano que se convierta para ellos - desde fuera - en la Luz y la Alegría que los aleje de sí mismos. Tal vez dirán entonces - no importa el texto - esta oración.

Si logran, en fin, pedir lealmente a Dios que les libre de sí mismos, ya están salvos. Es la primera etapa.

También nosotros podemos recitar esta oración las tardes en que nos hayamos encerrado en nuestro yo para vernos libres de los otros y de Dios.


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Salido al camino (Jesús), corrió a Él uno que, arrodillándose, le preguntó: "Maestro bueno, ¿qué he de hacer para alcanzar la vida eterna?"... Jesús poniendo en él los ojos, le amó y le dijo: "Una sola cosa te falta: vete, vende cuanto tienes y dalo a los pobres, y tendrás un tesoro en el cielo, luego, ven y sígueme". Antes estas palabras se nubló el semblante del joven y se fue triste, porque tenía mucho dinero. (Mc. 10, 17-22)


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¿Me oyes, Señor?

Estoy sufriendo horrores,
encerrado en mí mismo,
prisionero en mí mismo,
no oigo más que mi voz,
sólo me veo a mí,
y tras de mí no hay más que mi sufrimiento.

¿Me oyes, Señor?

Líbrame de mi cuerpo:
es un montón de hambre,
y cuando toca algo con sus innumerables ojos enormes,
con sus mil manos extendidas,
sólo es para agarrarlo
e intentar apagar con ello su insaciable apetito.

¿Me oyes, Señor?

Líbrame de mi corazón:
está hinchado de amor,
pero aun cuando creo que amo locamente,
acabo descubriendo con rabia
que es a mí mismo a quien estoy amando a través del otro.

¿Me oyes, Señor?

Líbrame de mi espíritu:
está lleno de sí mismo,
de sus ideas, de sus opiniones;
no sabe dialogar,
pues no le llegan más palabras que las suyas.

Y yo solo me aburro,
me canso,
me detesto,
me doy asco,
desde que empecé a dar vueltas y más vueltas
en mi sucia piel como un lecho quemante de enfermo
del que se daría cualquier cosa por huir.

Todo me parece ruin, feo, sin luz
... y es que ya no sé ver nada sino a través de mí.

Y siento ganas de odiar a los hombres y al mundo
... y sólo es por despecho puesto que no sé amarlos.

Y quisiera salir,
escaparme,
marchar a otros países.

Porque yo sé que la alegría existe:
la he visto cantar en muchos rostros

Yo sé que la luz brilla:
la he visto iluminando mil miradas.

Mas no puedo salir de mí:
yo amo mi prisión al tiempo que la odio,
pues yo soy mi prisión
y yo me amo,
yo me amor, Señor, y me doy asco.

Y ahora no encuentro ya ni siquiera
la puerta de mi casa:
enceguecido, avanzo a tientas,
me golpeo con mis propias paredes, con mis límites,
me hiero,
me hago daño,
demasiado daño,
y nadie lo conoce porque nadie entró en mí.

Estoy solo, solo.

Señor, Señor, ¿me oyes?

Enséñame mi puerta,
cógeme de la mano,
ábreme,
enséñame el Camino,
la ruta de la luz y la alegría.

... Pero...
Señor, ¿me estás oyendo?

Sí, pequeño, te oigo
y me das pena.

Hace tiempo que acecho tus persianas caídas. Ábrelas:

mi luz te iluminará.

Hace tiempo que aguardo ante tu puerta encerrojada.

Ábrela: me hallarás en el umbral.

Yo te estoy esperando, y te esperan los otros.

Sólo hace falta abrir,
hace falta que salgas de ti mismo.

¿Por qué continuar siendo prisionero de ti mismo?

Eres libre.

No fui Yo quien te cerró la puerta
ni puedo ahora abrírtela.

Eres tú quien tiene echado el cerrojo por dentro.

El Tesoro / Autor:José H. Prado Flores


Jesús vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia. Él es Maestro porque nos enseña a vivir en este mundo. En este pasaje encontraremos el secreto de una vida plena y llena de felicidad. Se trata de una de las parábolas más conocidas, estudiadas y predicadas, pero el Espíritu Santo nos hará descubrir puntos insospechados, que serán como una plataforma de despegue para nuestra vida. Se trata de un mensaje dedicado a todos los que quieren aprender a vivir, a quienes quieren descubrir el secreto de una vida plena y feliz, como fue la de Jesús.

EL TESORO ENCONTRADO
Mateo 13, 44


Cuando se habla de un tesoro se refiere a lo más valioso que pueda existir. En todo el mundo existen apasionantes leyendas sobre fabulosos tesoros. En los museos se coleccionan los tesoros culturales e históricos más importantes de la humanidad. Si alguien preguntara cuánto cuesta un tesoro como esos, nadie tendría la respuesta a esa pregunta. La característica de un verdadero tesoro es que no tiene precio, pues su valor supera todo lo imaginable. Basta con que se pueda cuantificar, para que automáticamente ya no se le considere como tesoro.

El tesoro estaba escondido, para significar que el Reino de Dios permanece oculto para los sabios de este mundo. Dios se esconde en la nube del misterio. Para penetrar en Su Ser y Su Esencia, se necesita, como Moisés, descalzarse de los sentidos y penetrar con la luz del Espíritu que Dios concede a los pequeños. Que está escondido, da a entender que Dios trasciende todo concepto, idea o imagen que podamos formarnos de Él. Está más allá de lo perceptible y aún de la lógica de la razón.

El relato es totalmente indefinido. No dice ni qué edad tenía esa persona, ni su religión o condición social. Es que cualquier persona puede identificarse con este hombre. Puede ser cualquiera de nosotros. Tampoco se dice cuándo sucedió, ni se da el mapa donde poder localizar aquel campo. Quiere decir que puede ser en cualquier parte y en cualquier día. No existe una receta o una técnica, porque se trata de lo más inesperado que pueda acontecer. Tampoco se nos habla nada de su pasado ni qué estaba haciendo en un campo ajeno, lo cual implica el sentido universal de esta parábola. Lo que le sucedió a ese hombre nos puede suceder a cada uno de nosotros...
Lo único que sabemos es que se encontraba lejos de "su" territorio y sus intereses. No estaba ni en su casa ni en su campo, sino en una propiedad ajena. Estaba en un lugar que le pertenecía a otros. Tal vez quiera significar, que el tesoro se encuentra cuando traspasamos las fronteras de nuestros intereses personales y nos internamos en un área que nunca antes habíamos explorado conscientemente.

Este hombre no era un buscador de tesoros. No tenía su detector de metales, para localizar tesoros enterrados. No. Más bien, da la impresión que el tesoro, que estaba escondido, se le revela y se hace presente de forma inesperada y casual al explorar el campo. Más que encontrar el tesoro, es el tesoro el que lo encuentra a él. Así sucede en la esfera de Dios. Antes de encontrar a Dios, Él sale a nuestro encuentro.

Así le sucedió a Saulo de Tarso. Antes de que él alcanzara a Cristo Jesús, fue Jesús el que lo alcanzó a él (cf. Filipenses 3, 12). San Juan, por su parte, afirma que el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino que Él nos amó primero (cf. 1 Juan 4, 10). Ambos no están sino comprobando la palabra de Jesús que dijo: «No fueron ustedes los que me eligieron a mí, sino que fui yo quien los elegí a todos ustedes» (Juan 15, 16).

La característica peculiar de este hombre es el celo que lo mueve a proteger y conservar el hallazgo. No se puede exponer a perder el tesoro que ha encontrado. Las joyas y cosas finas y de gran valor necesitan ser guardadas con mucho cuidado. Por nada del mundo está dispuesto a arriesgar su hallazgo. Nadie le puede arrebatar su tesoro. Cuando se ha encontrado la vida de Dios, nos esforzamos por protegerla de todo aquello que amenace extinguirla: el pecado. Este hombre elabora un plan que va a llevar a cabo con todo sigilo, para que dé resultado. Para adentrarse en el Reino, se necesita la astucia, que ya en la parábola del administrador infiel, (cf. Lucas 16, 1 ss.) había sido ponderada por el Señor Jesús.

Por otro lado, que el hombre devuelve el tesoro donde estaba escondido, nuevamente demuestra el afán que tiene de conservar el tesoro y evitar cualquier cambio en las circunstancias que lo rodea, lo dañe. También significa que aunque Dios se revela, siempre queda una parte de Su Ser y Providencia que permanece en el misterio. No podemos encapsular ni abarcar con nuestras manos o entendimiento a Aquel que los cielos de los cielos no pueden contener. Nos sobrepasa infinitamente.

El hombre no se quedó contemplando el tesoro, ni se fue a un retiro para meditar lo hermoso de aquel hallazgo, sino que a partir de ese momento, enfocó toda su vida hacia una sola meta: comprar aquel campo a cualquier precio. Había encontrado el sentido de su vida y todo se encaminaba en esa sola dirección. Vendió todos sus bienes: casa, burro y posesiones. Recuperó su ahorros e inversiones, cobró las cuentas pendientes, retiró las primas y beneficios acumulados de su seguro de vida con tal de obtener un poco más de dinero, y hasta pidió prestado al banco, pagando altos intereses. Nada de eso le importaba, en comparación al tesoro que no se apartaba de su mente ni de su corazón.

Ciertamente está corriendo un gran riesgo. Otro pudo haber encontrado también el mismo tesoro y adelantársele. Quien lo había escondido podía haberlo ido ya a recoger. Todo eso pasa a segundo término, pues el tesoro vale más que todo eso junto. Tanto vale el tesoro que ningún riesgo es demasiado para detenerse.

¿Cuánto vale el campo? Todo lo que el hombre tiene. No se trata de un precio fijo o que esté en discusión o en remate. No. Vale todo cuanto se tiene; sea mucho o sea poco, no importa. Lo único importante es que vale "todo". Sólo así se puede adquirir el campo en cuestión para obtener el tesoro. Vendió todo cuanto tenía para comprar el campo. Pero no compra el tesoro, porque el tesoro no se vende. Fue capaz de pagar el precio del campo porque tenía su mirada puesta en una sola meta: el tesoro de valor incalculable.

Ahora bien, ¿qué motivó el riesgo de vender todo? La respuesta la encontramos en el hombre que encontró el tesoro: la alegría de haber encontrado. La alegría del encuentro es la motivación para todo lo que sigue. Se trata del detonador que desencadena toda una reacción que no se puede detener. El primer signo de haber sido encontrado por él es la alegría que no se puede esconder ni disfrazar. Es tan grande, que se desprende de todo cuanto tiene. No está amargado por la nostalgia de los ajos y cebollas de Egipto. La tierra prometida vale tanto, que se puede atravesar el ingrato desierto, en medio de privaciones y mares Rojos que se interpongan.

Así nosotros un día de repente descubrimos la presencia de Dios en nuestras vidas de una manera más palpable que nunca. Comprendemos al instante que este encuentro con Dios es lo que realmente vale.

El Divino Maestro nos advirtió: Donde está tu tesoro, allí está también tu corazón. Cuando se tienen varios tesoros, como no podemos tener un corazón para cada uno de ellos, el corazón se desgarra y aparecen todo tipo de neurosis, desdoblamiento de personalidad, hipocresía, mentiras y frustraciones, por no conseguir todo lo que se busca. Éste es el origen de muchos problemas psicológicos, pues no existe pureza de intención, sino que existen motivaciones impuras, es decir, contaminadas.

¿Cuál es tu tesoro: lo más invaluable que tienes, serías capaz de renunciar a todo, con tal de conseguirlo o no perderlo? ¿Cuál es tu valor supremo que da sentido y dirección a todos los demás? ¿Hay algo que esté por encima de todo lo demás que tienes y eres en la vida?

Este relato evangélico no precisa nada. No dice ni como se llamaba aquel hombre, ni su edad o religión, para que pueda ser cualquiera de nosotros. Tampoco precisa el día y la hora, para abrir las posibilidades en cualquier momento de la historia personal.

Jesús vino a enseñarnos a vivir. En esto radica el secreto de una vida plena y feliz: tener un solo valor supremo que dé dirección y sentido a toda la vida.

Lo más difícil de aceptar de la salvación, es que es gratuita. Generalmente la queremos comprar o merecer con nuestras buenas obras, en vez de recibir el don gratuito de Dios. No es por nuestros sacrificios o títulos eclesiásticos que merecemos el tesoro. La palabra mérito no existe en el diccionario de la salvación. Todo es gracia de Dios.

Por último hay que notar que "va, vende y compra" están en tiempo presente, para significar que se trata de un hecho actual, que sucede en nuestro tiempo. No se trata de un acontecimiento del pasado, sino que puede suceder el día de hoy, en el momento menos pensado.

Las Bienaventuranzas de las personas con discapacidad: Autores: Comunidades Fe y Luz




Bienaventurado

quien entienda mi pesado caminar y mis torpes manos.

Bienaventurado

quien sepa que mi oído ha de hacer un esfuerzo para entender lo que oye.

Bienaventurado

quien entienda que aún existiendo el brillo de mis ojos, mi comprensión es lenta.

Bienaventurado

quien mire y no vea la comida que tiro fuera del plato.

Bienaventurado

quien no me recuerde nunca que hoy ya he preguntado dos veces la misma cosa.

Bienaventurado

quien entienda cómo me cuesta hacer de mi pensamiento palabra.

Bienaventurado

quien me escuche, por que yo también tengo cosas que decir.

Bienaventurado

quien conozca los sentimientos de mi corazón, aunque no lo sepa expresar.

Bienaventurado

quien me respete y me quiera como soy, y no como quisiera que fuera.

Bienaventurado

quien me ayude en mi peregrinaje hacia la Casa del Padre del Cielo.

Jean Vanier: "Hay que amar a las personas en su depresión. Es la mejor manera de ayudarlas a salir de ella"


Entrevista con Jean Vanier, fundador de la Comunidad del Arca: «La depresión no es una enfermedad vergonzosa que hay que esconder unos a otros… Las heridas del corazón son realidades de la vida de las que ninguno está exento», considera Jean Vanier. En esta entrevista concedida a Zenit, el fundador de la Comunidad del Arca profundiza en las causas de este azote del mundo moderno, y aporta vías útiles para hacerle frente, tanto para el enfermo como para quien está cerca de él.

Originario de Canadá, donde nació en 1928, Vanier es hijo de quien fue gobernador general del país. Entró muy joven en la marina militar, camino que abandonó en 1950 para seguir a Jesús, para buscar el Evangelio, para descubrir el sentido de nuestra vida y de nuestro mundo.

En 1964 fundó en Trosly-Breuil (Francia) El Arca, comunidad para y con personas con discapacidad psíquica. Hoy existen unas 130 casas de este tipo en una treintena de países en las que se comparte la vida y el trabajo.

En 1971, junto a Marie Hélène Mathieu, fundó Fe y Luz, movimiento que acoge a personas con discapacidad, a sus familiares y amigos, para compartir momentos de celebración y oración. Actualmente hay cerca de 1.500 comunidades en unos 80 países del mundo.

Jean Vanier escribió en 1999 un libro sobre «La depresión» de gran impacto en los países francófonos («La dépression», Editions du Livre ouvert), y traducido en varios idiomas.

–La depresión es una plaga de la sociedad actual. ¿Cómo afrontarla? ¿Cómo librar a las personas deprimidas de su padecimiento? Es un tema del que usted habla de buena gana…

–Jean Vanier: Es necesario hablar de la depresión, y hablar de ella como de la más humana y real de las cosas. La cuestión es saber dónde se sitúan los propios valores. Y la gran cuestión es que si se sitúan estos valores únicamente en los logros, en la fuerza, etcétera, se está descuidando una parte de uno mismo, una parte que es el niño, que es la mujer más frágil, que es una persona vulnerable. Salir de la depresión significa encontrar personas que te quieren no porque tu seas poderoso o porque hayas tenido éxito, sino por ti mismo, con tu fragilidad.

Podemos decirnos esto a nosotros mismos o a las personas deprimida, ¿pero cómo pueden, una y otra parte, interiorizarlo verdaderamente?

–Jean Vanier: Nos encontramos ante un problema inmenso. No son sólo las medicinas las que pueden ayudar a las personas. Los fármacos pueden atenuar las angustias, pero la gran cuestión es: «¿Quiero descubrir lo que significa ser humano?». El ser humano ha nacido pequeño y morirá pequeño. ¿Estamos nosotros dispuestos a acoger nuestra fragilidad como es verdaderamente? Nos hallamos en una sociedad que rechaza este dato de hecho. Se rechaza a los débiles, se quiere descartar a los ancianos, se quiere apartar a los discapacitados y de quiere prescindir de nuestras fragilidades. Entonces, ¿cómo ayudar a las personas a reencontrar el significado de «ser humano»?

–¿Se puede percibir la depresión como una discapacidad mental?

Jean Vanier: No es en absoluto una discapacidad mental. Un deprimido es lo que llamaría un «discapacitado del ahogo». La depresión es una enfermedad del ahogo, de la energía. Desde algún lugar la energía es bloqueada. Y es éste bloqueo del aliento lo que causa desgraciadamente todo tipo de angustia, todo género de elementos en el propio interior que se quiere calmar. Así que el peligro es esconderse tras la televisión, refugiarse en el alcohol, en drogas, buscar algo nuevo en lugar de buscar dentro de uno mismo. ¡Y éste es el drama!

–Pero el problema del deprimido es justamente que no logra entrar dentro de sí mismo y que intenta buscar en el exterior las respuestas al propio malestar…

–Jean Vanier: Por lo tanto se necesita de alguien que le salga al encuentro. Pero es necesario que él mismo sienta la necesidad de cambiar un poco su vida, porque los bloqueos de la energía aparecen en el sentido de que se lanza a un terreno, por ejemplo, al éxito, olvidando otra parte de sí mismo. El ser humano es complejo. Hay que tener tanto la capacidad como el corazón; son necesarias las relaciones con las personas. Pero en estas relaciones no se trata de buscar dominarlas, sino de estar en comunión con ellas. Existe una parte de espiritualidad que es un movimiento interno que me ayudará a vivir y a descubrir que puedo hacer buenas cosas con mi vida. Ahí hay una cuestión de fe que toca todas las materias de la muerte, del fracaso, etcétera. Y con mucha frecuencia las personas han suprimido algo. Entonces es necesario ayudarlas a buscar en su intimidad más profunda. Pero el hecho importante es que no hace falta que sean muchos los que quieran cambiar a las personas. Debe haber personas que les aceptan como son. Cuando se quiere cambiar a las personas, en lugar de amarlas como son, se corre siempre el riesgo de un rechazo por su parte.

–Entonces, ¿cómo aprender a amar a estas personas? ¿Cómo ayudarlas en su ahogo?

–Jean Vanier: La verdadera cuestión que hay que plantearse es cómo ayudar a estas personas en nuestra pobreza, dado que ese ahogo es una falta de fuerza. Uno se encuentra pobre. Y cuando se está ante una persona deprimida, uno mismo se hace pobre. La cuestión es: cómo acoger al otro, como él es, con nuestras miserias y nuestro elemento de depresión frente a la depresión.

–¿Considera que todos están capacitados para acompañar a una persona deprimida hacia su liberación?

–Jean Vanier: Todos estamos sujetos a la depresión. Todos somos capaces de entrar en el mundo de la desesperación. Bernanos dice que para hallar esperanza es necesario bajar a los abismos de la desesperación. Pero para acompañar es necesario estar atentos, dado que cuando se habla de acompañamiento existe una especie de deseo de cambiar a la otra persona. Hay que amar a las personas en su depresión. Es la mejor manera de ayudarlas a salir de ella. Así que lo primero que hay que hacer para ayudar a una persona es empezar a cambiar nosotros mismos.

–El bienestar psíquico de los enfermos es su preocupación diaria. ¿Cómo percibe todo lo que se realiza actualmente en el plano médico, pero también en el plano social, para ayudar a las personas que padecen depresión?

–Jean Vanier: Para mí se trata de vivir en mi comunidad con personas que atraviesan altibajos. Por ejemplo, acabamos de acoger a una joven de 22 años que carece de familia, tiene una discapacidad mental y fue maltratada por una cuidadora. Está recién llegada y ha entrado en una fase de ligera depresión, pues uno de mis asistentes, al que ella apreciaba mucho, se tiene que marchar. ¿Cómo actuar de manera adecuada con ella, no obligarla a cambiar, sino aceptarla como es? Se trata de una joven con una necesidad inmensa de encontrar lo que jamás ha tenido. Se necesitará tempo, así que no debo emplear demasiado en preguntarme lo que ocurre alrededor. Es necesario que yo mismo busque hoy sentirme impotente ante una joven como ella, y ayudarle, a pesar de todo, estando cerca de ella.

TEXTOS BIBLICOS sobre María, la Madre de Jesús / Autor: P. Ángel Peña Benito, O.A.R


TEXTOS BIBLICOS DEL ANTIGUO TESTAMENTO

Son muchos los textos del Antiguo Testamento, en que los escrituristas
y los grandes santos han visto la presencia de María. Hay textos en los
que aparece como anunciada o en figura nuestra Madre María.

Ella es prefigurada por Judit, que corta la cabeza de Holofernes, jefe
del ejército de los enemigos del pueblo de Dios, al igual que María
pisa la cabeza de Satanás.

Igualmente, Ester prefigura a María, porque siendo reina, obtiene que
su pueblo no sea exterminado; al igual que María, reina del universo,
con su intercesión, consigue que el pueblo de Dios no sea destruido sino
salvado.

También el arca de la alianza es figura de María, porque el arca
contenía la presencia de Dios y ¿qué mejor arca que María, que llevó en su
seno al Hijo de Dios?

María también es prefigurada por aquella nube del profeta Elías. Una
nube como la palma de un hombre, que sube del mar... Poco a poco, se fue
oscureciendo el cielo por las nubes y el viento, y se produjo una gran
lluvia (1 Reg 18, 44-45). María es como esa nube pequeñita,
aparentemente insignificante, pero que produce una gran lluvia de bendiciones
sobre toda la tierra. Y es dulce y tierna con sus hijos como aquella brisa
suave, que acarició a Elías (1 Reg 19, 12).

Otra figura de María es la escala de Jacob por donde subían y bajaban
los ángeles de Dios (Gén 28,12). Porque ella es el camino más corto y
fácil para llegar a Jesús y, por tanto, al cielo.

Veamos ahora algunos textos, que los santos interpretan referidos a
María:

- Pondré enemistad entre ti y la mujer. Ella te aplastará la cabeza
(Gén 3, 15). Así lo traduce san Jerónimo, inspirado por Dios, en la
traducción latina Vulgata, la traducción oficial de la Iglesia durante
siglos. María aplasta la cabeza de la serpiente infernal, porque contra Ella
no puede nada, ya que es purísima e inmaculada, sin el más mínimo
pecado.

- ¿Quién es esta que sube del desierto, apoyada en su amado? (Cantar 8,
5). Este texto lo refieren a su Asunción a los cielos, pues María sube
de esta tierra de desierto, apoyada en su amado Jesús.

María es hermosa como la luna, resplandeciente como el sol (Cant 6,
10). Y a ella le dice Dios: Ábreme, hermana mía, amada mía, paloma mía,
inmaculada mía (Cant 5, 2). Ella es terrible como un ejército formado en
batalla (Cant 6, 4). Es terrible contra Satanás, pues le aplasta la
cabeza. Hay un texto en el que María aparece terrible contra el maligno.
Es en Daniel 2. Allí aparece una estatua grande y de aspecto terrible.
La cabeza era de oro puro, su pecho y sus brazos de plata, su vientre y
caderas de bronce; sus piernas de hierro y sus pies, en parte de
hierro y en parte de barro. Representa esta estatua al rey de las cosas
materiales, a Satanás, que quiere reinar en el mundo. Pero una pequeña
piedra, desprendida, no lanzada por mano humana hirió a la estatua en los
pies de hierro y barro, destrozándola. Creemos que esta piedrecita, se
refiere a María, que siendo tan humilde y pequeña, sin embargo, puede
derrotar el poder de Satanás.

EN EL NUEVO TESTAMENTO

Y, si vamos al Nuevo Testamento, san Lucas nos habla maravillas de
María en los dos primeros capítulos de su Evangelio. Empieza con las
palabras del ángel que rezamos en el avemaría, palabras divinas y
evangélicas, que debemos repetir frecuentemente. El ángel le dice de parte de
Dios: Alégrate (Dios te salve) llena de gracia, el Señor está contigo (Lc
1, 28). María es llena de gracia, totalmente pura y bella; o, como
decimos también, inmaculada por un privilegio especial de Dios, que en
virtud de los méritos de Jesús, la previno de las consecuencias del pecado
original y así fue inmaculada desde el primer momento de su concepción.

Su prima santa Isabel le dice, inspirada por el Espíritu Santo, o mejor
dicho, le dice el Espíritu Santo por boca de su prima: Bendita tú eres
entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre (Lc 1,
42). Y María, inspirada por Dios, dice: Todas las generaciones me llamarán
bienaventurada (Lc 1, 48).

Por otra parte, Jesús desea que amemos a María y nos la ha dado como
madre al decirnos: Ahí tienes a tu Madre (Jn 19, 27). Son palabras
dirigidas a cada uno de nosotros, como siempre se ha interpretado. De este
modo, María queda constituida por Jesús como Madre de todos y cada uno de
los hombres.

Su poder de intercesión ante Jesús, queda manifestado con toda claridad
en las bodas de Caná, cuando Jesús hace su primer milagro, sólo porque
se lo pide su madre, manifestando así su voluntad de hacerla siempre
feliz y concederle todo lo que pida (Jn 2).

Oración de una madre embarazada / Enviada por Mercedes Calvet


Padre que estás en los cielos,
Tengo en mi seno ahora
un pequeñito, débil y vulnerable,
que ya está transformando todo mi cuerpo
y todo mi corazón.
¡Gracias por habérmelo confiado!

¡Gracias por permitirme acogerlo
como María acogió a Jesús
el día de la Anunciación!
¡Gracias por poder acogerlo como mi madre me acogió
cuando sintió mi presencia
en lo más íntimo de su ser.

Padre que nos amas, estoy maravillada ante esta vida
tan secreta y palpitante,
tan frágil y llena de promesas.
¡Gracias por haberme dado los ojos del corazón,
que me permiten ya ver a este niño
en un momento en que todavía no es visible.

Padre lleno de ternura,
ayúdame a hacer cada día lo que puedo hacer
para que este niño sea feliz.
Te pido, Padre de toda gracia,
poder transmitir a este niño,
toda la fe, la esperanza y el amor
que llevo en mi corazón.

Por fin, te ruego, Padre, que nos guardes
bajo tu amparo, a mi hijo
que primero es tuyo, y a mí,
ahora y siempre.

Amén.

La vacuna contra el cáncer / Autor: Oscar Schmidt


Es increíble la cantidad de gente que pide oración por tumores malignos que sufren niños y adultos, hombres y mujeres. Es como si la enfermedad se extendiera cada vez más, como siguiendo un invisible hilo conductor que va anudando a toda la humanidad. Sin embargo pocos piden oración por tumores del alma, tumores espirituales, que también se derraman sobre el mundo como una catarata de lodo que enturbia y oscurece, ahoga y mata.

Alguien me dijo una vez que es preferible tener un cáncer en el cuerpo, y no en el alma. Para mucha gente ésta frase sonará extraña, porque se conoce muy bien el cáncer de la carne, sin embargo es bastante desconocido el cáncer espiritual, en sus alcances y consecuencias. Nuestra pobre alma, a pesar de que nuestro cuerpo goce de vida plena, puede estar muerta, muerta a la Gracia. Por eso es que una conversión es siempre el milagro más grande, porque es simplemente una resurrección de nuestra alma, una vuelta a la vida de Gracia. Como nuestro cuerpo tiene vida, también nuestra alma la tiene, cuerpo y alma no pueden ser vistos por separado. Así se ve a muchas gentes que caminan y viven, pero sin embargo tienen el alma vacía, mortecina. Los cánceres espirituales han ido ahogando a esas almas, hasta quitarles toda vida, toda luz y mirada espiritual. Gente que vive una vida vacía, sin Dios, sin un pensamiento o movimiento hacia el deseo de amarlo, de reconocerlo, de agradarle, de conocer y hacer Su Voluntad.

El alma, igual que el cuerpo, debe ser alimentada con cuidado, y cuidada en forma diaria. Si al cuerpo se le da comida chatarra por bastante tiempo, se enferma. Igual con el alma, sólo que la comida chatarra en este caso es lo que se ve en televisión, lo que se lee, lo que se aprende teniendo malas amistades. Si el cuerpo respira humo de cigarrillo, enferma en sus pulmones. Si el alma respira el humo de satanás, pierde la capacidad de respirar el aire puro que trae el soplo del Espíritu Santo. Tumores que responden al propio descuido del hombre, a su falta de amor por su cuerpo, y su alma.

Cuando el cáncer ataca el cuerpo, y el alma está viva y rozagante en la Gracia del Señor, se produce una unión con Dios en la seguridad del destino de gozo que esa alma tiene. La persona sufre miedos, dolores y tristezas humanas, pero una alegría espiritual envuelve su alma, en la visión anticipada del desposorio espiritual que se avecina. Cuando el cáncer ataca el alma, y el cuerpo está vivo y rozagante, es poco lo que se nota a nivel humano. Sin embargo, esa persona está en peligro mortal, sujeta al riesgo supremo de que su cuerpo muera con su alma en ese estado, sin haber resucitado antes del tránsito ¡Difícil imaginar una situación más desesperante! Si, desesperante, porque esta alma no tiene esperanza, no se ha abierto a la Gracia que garantiza la promesa del Reino, más allá de las desventuras humanas que le toquen vivir.

Y finalmente, cuando el cáncer ataca cuerpo y alma a la vez, la persona se enoja con la vida, con Dios, con quienes la rodean. Por supuesto, si no hay esperanza, sólo queda la desesperación. Hay que dar ayuda a estas almas, para sanar el cáncer del cuerpo, pero fundamentalmente el del alma. Que en el dolor y la enfermedad la persona reconozca y recupere a Dios. Si el alma resucita, y la persona vuelve a sonreírle, a llorar, a pedirle, podrá pasar cualquier cosa al cuerpo, pero el alma estará salvada para toda la eternidad.

Cuando veo esas publicidades donde se muestran fiestas en las que todos beben, todos fuman, todos se adormecen con música que atonta, no puedo dejar de pensar que nos tratan de vender un mundo de almas muertas. Veo la imagen de cuerpos vacíos, que se mueven y hablan, pero están vacíos espiritualmente. Estos cánceres espirituales son invisibles a los ojos humanos, como muchos tumores malignos del cuerpo también lo son. Hace falta buen diagnóstico para reconocerlos, a tiempo, y proceder a la terapia que intente una cura. Pero, irremediablemente, sin una cura efectiva ambos conducen a la muerte.

Mientras tanto, los cristianos tenemos la vacuna contra el cáncer espiritual guardada en nuestra casa, y no la damos a los enfermos ¡Tenemos la cura y no la compartimos con los demás! Para hacer las cosas más ridículas aún, ni siquiera usamos la vacuna en nosotros mismos. Nos estamos muriendo y la tenemos guardada allí, sin que nadie la utilice. Muchas veces tenemos ante nuestros ojos a nuestros propios hijos muriéndose de cáncer del alma, y ni siquiera movemos un dedo para darles la medicina. Somos tan necios, que pese a haber sido educados como médicos del alma, discípulos del Medico Salvador, no ejercemos la profesión de la que fuimos investidos en el Bautismo.

Está claro que es preferible un cáncer del cuerpo, que no mata el alma, y no un cáncer espiritual, que trae acarreada la muerte eterna. Un cáncer del cuerpo puede ser, en cambio, la puerta a la resurrección del alma. La medicina está a nuestro alcance: es la Palabra de Dios, Palabra de Amor que envuelve a todo el universo, que resucita y da vida, vida eterna.

Las cadenas del miedo / Autor: José Luis Martín Descalzo



Fuente: Razones para el amor

Una de las grandes tentaciones de nuestra generación es el miedo. Y una de las más extendidas. Al menos yo me encuentro cada vez con más personas que viven acobardadas, a la defensiva, no tanto por lo que les ocurre cuanto por lo que puede venir.

Y lo peor del miedo es que es una reacción espontánea y -a poco que el hombre se descuide- casi inevitable. Sobre todo en los grandes períodos de cambios como el que vivimos.

Quizá lo más característico de nuestra civilización sea, precisamente, el endiablado ritmo con que ocurren las cosas. Lo que ayer mismo era normal, hoy se ha convertido en desusado. Las ideas en que nos sosteníamos son socavadas desde todos los frentes. La inseguridad se nos ha vuelto ley de vida. La gente mira a derecha e izquierda inquietamente y te pregunta: Pero ¿qué es lo que nos pasa? Y no se dan cuenta de que lo que nos pasa es, precisamente, que no sabemos qué es lo que nos pasa.

Y surge el miedo. El hombre -lo queramos o no- es un animal de costumbres. En cuanto pasan las inquietudes de la juventud, todos tendemos a instalarnos: en nuestras ideas, en nuestros modos de ser y de vivir. Cuando alguien nos lo cambia, sentimos que nos roban la tierra bajo los pies. Y, al sentirnos inseguros, brota el miedo.

Un miedo que se percibe en todos los campos: hay creyentes angustiados que temen que les «cambien» la fe. Hay padres que tiemblan de sólo pensar en el futuro de sus hijos. En el campo político son muchos los que ya cambiaron las ilusiones de siglo XX por los miedos del XXI.

Y hay que decir sin rodeos que no hay mejor camino para equivocarse que el que juzga y construye sobre el miedo. Porque si el pánico paraliza el cuerpo del que lo sufre, también inmoviliza y encadena su inteligencia. El miedoso se vuelve daltónico -ya no ve sino las cosas que le amenazan. Y no se puede construir nada viviendo a la defensiva.

El miedoso es alguien que apuesta siempre por el «no» en caso de duda. Se rodea de prohibiciones y murallas y termina provocando los efectos contrarios a los que aspira. Un padre aterrado ante el futuro de sus hijos no tardará mucho en convertirlos en rebeldes. Un obispo o un cura que tiembla ante el futuro de la fe fabricará descreídos o resentidos. Un viejo que teme la muerte se olvidará de vivir. Un joven dominado por el temor se volverá viejo antes de tiempo.

Esto, naturalmente, no significa canonizar todo cambio. Hay cambios con los que el mundo avanza (y deben ser apoyados por todos) y algunos con los que se camina hacia atrás. Y habrá que resistir frente a ellos. Pero resistir desde la seguridad de aquello en lo que se cree, no desde el pánico de lo que se teme. El miedoso no se atreve a confesárselo, pero en realidad teme porque no está seguro ni de sus creencias ni de si mismo. Entonces se defiende y patalea. Pero ya no defiende su verdad, sino su seguridad.

No hay que tener miedo. Nunca. A nada. Salvo a nuestro propio miedo.

Que yo no pierda / Enviado por Antonio Almagro


Que Dios no permita que yo pierda el ROMANTICISMO, aún sabiendo que las rosas no hablan...

Que yo no pierda el OPTIMISMO, aún sabiendo que el futuro que nos espera puede no ser tan alegre...

Que yo no pierda las GANAS DE VIVIR, aún sabiendo que la vida es, en muchos momentos, dolorosa...

Que yo no pierda las ganas de TENER GRANDES AMIGOS, aún sabiendo que, con las vueltas de la vida, ellos se terminan yendo...

Que yo no pierda las ganas de AYUDAR A LOS DEMÁS, aún sabiendo que muchos son incapaces de ver, reconocer y retribuir, esta ayuda...

Que yo no pierda el EQUILIBRIO, aún sabiendo que innumerables fuerzas quieren que me caiga...

Que yo no pierda las GANAS DE AMAR, aún sabiendo que la persona que mas amo puede no sentir lo mismo por mi...

Que yo no pierda la LUZ Y EL BRILLO DE LA MIRADA, aún sabiendo que muchas cosas que veré en el mundo oscurecerán mis ojos...

Que yo no pierda la GARRA, aún sabiendo que la derrota y la pérdida son dos adversarios extremadamente peligrosos.. .

Que yo no pierda la RAZÓN, aún sabiendo que las tentaciones de la vida son innumerables y deliciosas.. .

Que yo no pierda el SENTIMIENTO DE JUSTICIA, aún sabiendo que el perjudicado pueda ser yo...

Que yo no pierda mi ABRAZO FUERTE, aún sabiendo que un día mis brazos estarán débiles...

Que yo no pierda la BELLEZA Y LA ALEGRÍA DE VER, aún sabiendo que muchas lágrimas brotaran de mis ojos y se escurrirán por mi alma...

Que yo no pierda el AMOR POR MI FAMILIA, aún sabiendo que ella muchas veces me exigirá esfuerzos increíbles para mantener su armonía...

Que yo no pierda las ganas de DAR ESTE ENORME AMOR que existe en mi corazón, aún sabiendo que muchas veces será sometido y aún rechazado...

Que yo no pierda las ganas de SER GRANDE, aún sabiendo que el mundo es pequeño... Y encima de todo...

Que yo jamás olvide que Dios me ama infinitamente!

Que un pequeño grano de alegría es esperanza dentro de cada uno y es capaz de cambiar y transformar cualquier cosa, pues...

LA VIDA ES CONSTRUIDA EN LOS SUEÑOS
Y CONCRETADA EN EL AMOR..!!!

No se puede amar a quien no se conoce / Autor: Oscar Schmidt


¿Nunca te ha pasado que te formas un preconcepto sobre alguien, y cuando lo llegas a conocer a fondo te sorprendes de lo absolutamente distinta que es en realidad esa persona?. A veces lo que sientes es mejor que lo que esperabas, y otras veces te decepcionas, porque habías generado mayores expectativas. Pero en cualquier caso lo que sientes ahora es a una persona distinta, totalmente distante de la imagen que te habías figurado.

Imagínate ahora que hablamos de Jesús, nuestro Dios. ¿Cuán a fondo lo conoces?. ¿Te atreves a decir que tienes una cercanía con El que te permita sentirlo vivo, presente, familiar, como El realmente es?.

¿Cómo podemos amar a Cristo, si no nos esforzamos en conocerlo?. Cristo es la fuente del amor infinito, imagínate cuanto más podrás amarlo si lo conoces a fondo, como Él realmente es.

Enamorarse de Jesús es la consecuencia lógica de conocerlo, de interesarse por Él.

Para llegar a conocer a Cristo en profundidad puedes elegir varios caminos, pero la manera más perfecta y directa es a través de la lectura de los Evangelios. Su Vida entre nosotros es Su mayor testimonio de amor. Pero también estudiando la vida de muchos santos se llega a conocer a Cristo. ¿Por qué?. Simple: cuando uno entiende que Jesús se dio de forma abierta y amorosa a las almas que se abrieron humildemente a El, comprende también que ese amor está disponible para cualquiera que quiera ir a gozarlo. Y cuando el Señor da, da a mano abierta. Se manifiesta como un enamorado de Sus hermanos aquí, se brinda sin límites. Es entonces que uno toma conciencia que Jesús nos mira, y nos espera todo el tiempo. Siempre atento a un gesto nuestro, a un saludo, a un pensamiento. Un eterno enamorado de nuestra alma, que espera pacientemente ser reconocido, ¡Y es nuestro Dios!.

Es imposible conocer a fondo a Jesús y no amarlo, si se hace con un corazón bien intencionado. El amor crecerá entonces como consecuencia lógica de entender que El está allí, esperando que lo descubramos y le abramos nuestras puertas a Su amor.

¡Leemos y nos interesamos por tantas cosas intrascendentes en nuestra vida!. Busquemos, por una vez, en el lugar correcto.

Jesús nos está esperando, quiere que nos hagamos primero Sus amigos, para luego enamorarnos perdidamente de El, nuestro Dios.

Aquello que perdura / Enviado por Carmen Rios



Cuenta la tradición que, en cierta ocasión, un bandido llamado Angulimal fue a matar a Buda.
Y Buda le dijo:
“Antes de matarme, ayúdame a cumplir un último deseo: corta, por favor, una rama de ese árbol.”
Angulimal le miró con asombro, pero resolvió concederle aquel extraño último deseo y de un tajo el bandido hizo lo que Buda pedía.
Pero luego Buda añadió: “Ahora, vuelve a pegar la rama al árbol, para que siga floreciendo”.
“Debes estar loco -contestó Angulimal- si piensas que eso es posible”.
“Al contrario -repuso Buda-, el loco eres tú, que piensas que eres poderoso porque puedes herir y destruir. Eso es cosa de niños. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear y curar.”
"Crear" al dar ejemplo, "curar" al saber orientar o ayudar, eso es justo lo que no se puede "matar"

miércoles, 29 de agosto de 2007

Ejemplo / Enviado por Viviana Baigorria



Cuentan que un padre de familia fue a un parque de diversiones con sus dos hijos, uno de tres años de edad y otro de 6 años. La entrada valía cinco dólares para niños menores de 5 años y diez para los mayores de 5 años. Cuando se acercó a la entrada, el boletero le preguntó la edad de los niños.
El hombre respondió "Tres y seis años".

El boletero le replicó: Usted es un tonto?. Me ha podido decir que tiene tres y cinco años y pagar sólo la tarifa de cinco dólares. Ahora que me dijo la verdadera edad de sus hijos, tendré que cobrarle más. ¿Acaso alguien se habría dado cuenta ?.

El padre le respondió: "Sí, mis hijos".

Náufragos espirituales / Autor: Oscar Schmidt



Si, a veces me siento como un náufrago nadando en un mar de incomprensión espiritual, tratando de encontrar aunque más no sea una isla pequeña donde descansar ¿A qué me refiero?

Rodeado de la vida mundana, no se advierte que los demás miren este mundo aunque no sea más que un poquito, con los ojos de Dios. Escucho hablar a la gente de cosas que suceden, y se advierte de inmediato la mano de Dios en ello. Pero, ¿cómo decirlo, si no hay peor sordo que el no quiere oír, ni peor ciego que el que no quiere ver? Miro a derecha, a izquierda, por delante y por detrás, y sólo veo gente que no tiene la más mínima voluntad de introducir a Dios en sus vidas. ¡Un verdadero mar de frialdad espiritual!. Miles de millones de almas viven totalmente ajenas a El. Mientras rezo en mi interior, y pienso en lo mal que se siente el Creador al ver semejante nivel de indiferencia, más y más me siento como un náufrago perdido en un mar de ignorancia y ceguera espiritual. Y ésta realidad me resulta visible en aquellos momentos en que, por Gracia de Dios, se abre mi corazón a ver la realidad con una mirada espiritual, porque el resto del tiempo entristezco al Señor con pensamientos y sentimientos del todo mundanos también.

En este mar apático se nada y se nada, buscando una isla donde aferrarse. Y esas islas aparecen, cuando cruzamos nuestro camino con alguien que ve a Dios en lo que ocurre a nuestro alrededor. ¡Y cómo nos aferramos a estas personas en esos momentos! Conversaciones vibrantes, plenas de amor a Dios, compartiendo tantas cosas que el mar-desierto espiritual que nos rodea ignora totalmente. Son momentos de descansar, de tomar fuerzas, de recordar que el Señor nunca nos deja desamparados. Y luego de gozar estos instantes de unión con esos hermanos en el amor a Jesús y María, a nadar nuevamente en el mar que nos rodea.

Creo que nuestra obligación, como hijos de Dios, es sobreponernos a éstas frustraciones del alma, y seguir luchando en medio de tan grande incomprensión. Debemos dar testimonio del amor por Dios, aunque nadie nos preste atención, a riesgo de que nos tomen por locos o aburridos, o pasados de moda, o el calificativo que sea. Imaginen que el pobre Jesús también nadó en este mar espiritual cuando vino a nosotros, y como siempre, la Palabra del Señor es el modelo de lo que debemos esperar de nuestras vidas, y también de cómo debemos reaccionar frente a la falta de amor del mundo.

Hoy nos sentimos náufragos, y también colaboramos con el naufragio general ante nuestra falta de amor por El. Pero, personalmente, creo que si cada uno de nosotros nada con fuerza en estas aguas, dando vigoroso testimonio del amor como único camino, se irán formando más y más islas a nuestro alrededor, hasta que se unan poco a poco.

Y esas islas, que son las almas de los que aman a Dios, unidas unas con otras formarán un continente espiritual, donde reine el Amor por nuestro Dios, donde se pueda pisar firme y confiado en tierras regadas por las lágrimas de quienes donaron sus vidas por el Salvador, a lo largo de los siglos.

Oración para comenzar el día / Enviada por Paulina Binyons Arancibia


Permite que Dios sea la única persona en tu mente mientras lees ésta oración. Si podemos tomar tiempo de leer bromas, historias largas, debemos dar el mismo respeto a esta oración.
Amigos que oran juntos, permanecen juntos. 
 


Oremos:

Querido Dios,
Te agradezco por este día. 
 
Te agradezco por poder ver y oír esta mañana. 
 
Soy bendito porque eres un Dios comprensivo y de perdón. 
 
Tú has hecho tanto por mí y continúas bendiciéndome cada día. 
 


Perdóname este día por todo lo que he hecho, dicho o pensado que no era agradable para ti.
Ahora pido tu perdón.
Por favor mantenme seguro, alejado de todo peligro o daño.
Ayúdame a comenzar este día con una nueva actitud y mucha gratitud. 


Déjame hacer lo mejor de cada día para aclarar mi mente y así poder oírte.
Por favor expande mi mente para que pueda aceptar todos tus designios.
No permitas que me lamente de las cosas sobre las que no tengo ningún control, que pueda reconocer el mal.

Y cuando cometa pecado, permíteme arrepentirme, y confesar con mi boca mi mal procedimiento, y así recibir tu perdón.
Y cuando este mundo se cierre dentro de mí, déjame recordar el ejemplo de Jesús para irme lejos y encontrar un lugar apartado para orar. 


Esta es la mejor respuesta cuando me empujan más allá de mis límites.
Sé que cuando no puedo orar, tu escuchas mi corazón.
Continúa utilizándome para hacer tu voluntad.
Continúa bendiciéndome para que pueda bendecir a otras personas.
Mantenme fuerte, que pueda ayudar al débil. 

Mantenme con los ánimos levantados para que pueda tener palabras de aliento para otros. 


Ruego por los que se pierden y no pueden encontrar su camino.
Ruego por los que sean mal juzgados y no los entiendan.
Ruego por los que no te conozcan íntimamente.
Ruego por los que borren este mensaje sin compartirlo con otros.
Ruego por los que no creen.

Pero te agradezco porque yo creo. 
 
Creo que tu cambias a la gente y cambias las cosas. 

Ruego por todos mis hermanos y hermanas. 
Por cada miembro de la familia y sus hogares.
Ruego por la paz, el amor y la alegría en sus hogares, que estén fuera de deuda y todas sus necesidades estén resueltas.

Ruego que cada ojo que lea esto sepa que no hay problema, batalla, circunstancia, o situación mayor que tu Señor.
Ruego para que estas palabras sean recibidas en los corazones, que cada ojo que las vea y cada boca que las pronuncie, las confiese dispuesto.

Esta es mi oración. En el nombre de
Jesús, Amén.