21 de mayo de 2024.- (Camino Católico) Adoración al Santísimo Sacramento con el P. José Aurelio Martín Jiménez emitida por 13 TV desde la Basílica de la Concepción de Madrid.
Evangelio: San Juan 19, 25-34:
Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María, la de Cleofás, y María, la Magdalena.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre:
«Mujer, ahí tienes a tu hijo».
Luego, dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».
Y desde aquella hora, el discípulo la recibió como algo propio.
Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca.
Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Los judíos entonces, como era el día de la Preparación, para que no se quedaran los cuerpos en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día grande, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y que los quitaran. Fueron los soldados, le quebraron las piernas al primero y luego al otro que habían crucificado con él; pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, con la lanza, le traspasó el costado, y al punto salió sangre y agua.
* «Así es el Espíritu: es fuerte, nos da la fuerza para vencer y es también delicado. Se habla de la unción del Espíritu; el Espíritu nos unge y está con nosotros. Como dice una hermosa oración de la Iglesia primitiva: ‘Que tu humildad, oh Señor, more en mí, con los frutos de tu amor’ (Odas de Salomón, 14,6). El Espíritu Santo, que descendió sobre los discípulos y se hizo cercano —es decir “paráclito”— actúa transformando sus corazones e infundiéndoles una ‘audacia que les impulsa a transmitir a los demás su experiencia de Jesús y la esperanza que los anima’ (S. Juan Pablo II, Carta enc. Redemptoris missio, 24)»
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* «Somos enviados, hoy especialmente, a anunciar el Evangelio a todos, yendo ‘cada vez más lejos, no sólo en sentido geográfico, sino también más allá de las barreras étnicas y religiosas, para una misión verdaderamente universal’» (Redemptoris missio, 25). Y gracias al Espíritu podemos y debemos hacerlo con la misma fuerza y la misma amabilidad. Por eso nosotros nos rendimos al Espíritu, no nos rendimos al mundo, sino que continuamos hablando de paz a quien quiere la guerra; a hablar de perdón a quien siembra venganza; a hablar de acogida y solidaridad a quien cierra las puertas y levanta barreras; a hablar de vida a quien elige la muerte; a hablar de respeto a quien le gusta humillar, insultar y descartar; a hablar de fidelidad a quien rechaza todo vínculo y confunde la libertad con un individualismo superficial, opaco y vacío. Todo ello sin dejarnos atemorizar por las dificultades, ni por las burlas, ni por las oposiciones que, hoy como ayer, no faltan nunca en la vida apostólica (cf. Hch 4,1-31)»
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* «Oremos al Espíritu Santo, Amor del Padre y del Hijo, para que cree armonía en los corazones, armonía en las familias, armonía en la sociedad, armonía en el mundo entero. Que el Espíritu haga crecer la comunión y la fraternidad entre los cristianos de las distintas confesiones; y done a los gobernantes la valentía de realizar gestos de diálogo que lleven a poner fin a las guerras, las muchas guerras de hoy. Pensemos en Ucrania: mi pensamiento se dirige en especial a la ciudad de Kharkiv, que sufrió un ataque hace dos días. Pensemos en Tierra Santa, en Palestina, en Israel. Pensemos en tantos lugares donde hay guerra: que el Espíritu lleve a los responsables de las naciones y a todos nosotros a abrir puertas de paz»
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Evangelio: San Juan 15, 26-27 – 16, 12-15:
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
«Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de junto al Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Mucho tengo todavía que deciros, pero ahora no podéis con ello.
»Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena; pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir. El me dará gloria, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso he dicho: Recibirá de lo mío y os lo anunciará a vosotros.»
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* «Muchas veces nosotros vamos con los mismos pecados: «Pero Padre, quisiera cambiar de vida, que no sé cómo hacerlo». Escucha al Espíritu Santo, reza al Espíritu y será Él quien te cambie la vida. Confía en el Espíritu Santo. «Padre, yo tengo 90 años, ya no puedo cambiar». ¿Cuántos días de vida te quedan? Con solo el Espíritu Santo te puede cambiar la vida, te puede cambiar el corazón»
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A la cuestión sobre cómo mantener la fe en momentos de dificultad, el Papa Francisco ha señalado que «para no hacer cosas malas, debéis ir contracorriente, hacer aquello que quizá no hacen muchos. ¿Cómo se puede hacer para ir contracorriente? No tengáis miedo de ir contracorrientes si queréis hacer una cosa buena. ¿Tenemos que tener miedo? “no”.
* «No lo olvidemos: en el origen de la vida cristiana está la experiencia del encuentro con el Señor, que no depende de nuestros méritos o de nuestro compromiso, sino del amor con el que Él viene a buscarnos, llamando a la puerta de nuestro corazón e invitándonos a una relación con Él. Yo me pregunto y les pregunto: ¿Me he encontrado con al Señor? ¿Me dejo encontrar por el Señor? Más aún, en el origen de la vida sacerdotal y de la vida consagrada no estamos nosotros, nuestros dones o algún mérito especial, sino que está la sorprendente llamada del Señor, su mirada misericordiosa que se ha inclinado sobre nosotros y nos ha elegido para este ministerio, aunque no seamos mejores que los demás. Somos pecadores como los demás. Y esto, hermanas, hermanos, es pura gracia. ¡pura gracia! Me gusta lo que san Agustín decía: Mira de una lado al otro, busca el mérito y no encontrarás nada. Solo gracia. Es pura gracia, pura gratuidad, un don inesperado que abre nuestro corazón al estupor ante la condescendencia de Dios»
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* «Es Él quien nos ha elegido (cf. Jn 15,16) Es Él. Él , al centro: si lo recordamos, incluso cuando sentimos el peso del cansancio y de alguna decepción, permanecemos serenos y confiados, seguros de que Él no nos dejará con las manos vacías, nunca. Nos hará esperar, eso es cierto, pero no nos dejará con las manos vacías. Como los pescadores, entrenados en la paciencia, también nosotros, en medio de los complejos desafíos de nuestro tiempo, estamos llamados a cultivar la actitud interior de espera, de paciencia, así como la capacidad de afrontar lo inesperado, los cambios, los riesgos asociados a nuestra misión. Con esa apertura, pero con el corazón despierto. Y pedir al Espíritu Santo esa capacidad de discernir los signos de los tiempos: esto sí, esto no va bien. Pero podemos hacerlo porque en el origen de nuestro ministerio está su llamada, y no nos dejará solos. Podemos echar las redes y esperar con confianza. Esto nos salva, incluso en los momentos más difíciles; por eso, recordemos la llamada, aceptémosla cada día y permanezcamos con el Señor. Todos sabemos que hay momentos difíciles. Momentos de oscuridad, momentos de desolación, ¿verdad? En esos momentos oscuros, recordad la llamada, la primera llamada. Y de ahí, tomar fuerzas. Cuando esta experiencia está firmemente arraigada en nosotros, entonces podemos ser audaces en la misión a realizar»