Profeta no es aquel que adivina el futuro, sino aquel a través de quien Dios habla. Somos los medios que Dios usa para hablar. Justamente por eso, aquellos que no aceptan a Jesús y el Evangelio acaban agrediéndonos. En realidad, ellos invierten contra Aquel que habla y hace en nosotros e a través de nosotros. Pero nosotros también somos ofendidos.
Dios nos usa como luz. Por eso incomodamos a los que no son de Dios. Y por incomodar, ellos se lanzan contra nosotros. Somos motivos de cuestionamiento para las personas que no se importan con Dios.
“El león ha rugido: ¿quién no temerá? El Señor ha hablado: ¿quién no profetizará?” (Amós, 3,8).
Profetizar, aquí, no se trata de revelar el futuro, sino de transmitir lo que el Señor nos dice. El profeta es un instrumento de Dios para hablar a los hombres. Nosotros somos esos profetas. Tú eres un profeta de Dios dentro de tu casa, dentro de tu comunidad, pues, los miembros de tu casa y tu comunidad necesitan saber de la “cosecha” que se aproxima. Tal vez en tu casa o en tu comunidad seas el único que estés abriendo tu corazón al Señor. No significa que seas mejor que los demás, sino el Señor hizo de ti sal para llevar a Jesús y al Espíritu Santo a cada miembro de tu familia y comunidad. Esa es la receta para que tú y tu casa sirvan al Señor. Pidamos que venga el Espíritu Santo sobre todos los miembros de nuestra casa, los de nuestros trabajos, sobre los miembros de nuestro grupo de oración, de nuestra escuela, de nuestro país y sobre el mundo.
Sabiendo que falta poco tiempo, tienes que tomar a serio. No podemos vivir y tener las prácticas de cizañas, pues nosotros no somos de ellos, los de tu casa tampoco lo son. Dios no quiere salvarte sólo a ti, sino a todos los de tu casa. ¿Quieres perder algunos de los tuyos? Ni Dios desea eso. Por eso, el Señor hace revelaciones a sus siervos. Y con la gracia podemos decir: “Yo y mi casa serviremos al Señor”.
No temas en pedir: ¡Ven Espíritu Santo, ven Espíritu Santo!
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