Su escepticismo e incredulidad se desencadenaron al separarse sus padres, cuando tenía 14 años. Hoy, cuando han pasado casi dos años desde su encuentro con Dios, es representante de la pastoral juvenil de su diócesis:
“Antes no iba a misa, y ahora no me pierdo ninguna homilía. El día que no voy a comulgar, me falta el aire, hay algo que no funciona bien en mi vida. Por eso le doy gracias a Dios en cada minuto, por no pensar en el materialismo y en el consumismo, agradecer por las cosas que me han pasado, con una tranquilidad espiritual tremenda”