10 de marzo de 2024.- (Camino Católico) Celebración de la Santa Misa de hoy, IV Domingo de Cuaresma, presidida por Mons. Francisco Cerro Chaves, Arzobispo de Toledo, emitida por 13 TV desde la Catedral de Toledo.
Evangelio: San Juan 3, 14-21:
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Evangelio: San Lucas 18, 9-14:
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás:
«Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior: «¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo».
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: «¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador».
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquél no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
Vídeo completo de la transmisión en directo de Vatican News traducido al español con las homilía del Papa
* «La lepra del pecado ha manchado nuestra belleza, y por eso decimos: Jesús, si quieres, puedes purificarme. De pensar que no te necesito cada día: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! De vivir tranquilo con mi doblez, sin buscar en tu perdón el camino de la libertad: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Cuando las buenas intenciones no van seguidas de obras, cuando postergo la oración y el encuentro contigo: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Cuando acepto el mal, la deshonestidad, la falsedad, cuando juzgo a los demás, los desprecio y chismorreo sobre ellos, quejándome de todos y de todo: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Y cuando me conformo con no hacer el mal, pero no hago el bien sirviendo a la Iglesia y a la sociedad: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Sí, Jesús, creo que puedes limpiarme, creo que necesito tu perdón. Jesús, renuévame y volveré a caminar en una vida nueva. ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme!»
El Pontífice ha recuperado en la lectura de la homilía el vigor y estilo que en días pasados no había podido desarrollar, debido a su estado de salud que le impidió pronunciar varios discursos y catequesis durante las audiencias. Así, ha improvisado numerosas veces e interactuado con los presentes en la parroquia San Pío V de Roma, donde, tras la liturgia de la Palabra y su homilía, ha confesado a algunos penitentes. En el vídeo de Vatican News se visualiza y escucha toda la celebración.
Evangelio: San Marcos 12, 28b-34:
En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:
«¿Qué mandamiento es el primero de todos?».
Respondió Jesús:
«El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es éste: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamiento mayor que éstos».
El escriba replicó:
«Muy bien, Maestro, sin duda tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios».
Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:
«No estás lejos del reino de Dios».
Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.
* «Intentemos ver cuál es la principal enfermedad de la que necesitamos curarnos, para curar a los demás. ¿Qué es lo que, desde un extremo de la Biblia, se inculca a las ovejas respecto a Dios Pastor? ¡Es de no tener miedo! Las palabras se agolpan en la memoria, en este punto, empezando por las de Jesús: ‘No temas, pequeño rebaño’ (Lc 12, 32). ‘Porque tenéis miedo, hombres de poca fe”, dijo a los apóstoles, después de haber calmado la tormenta” (Mt 8,26)»
Vídeo en ESPAÑOL del tercer sermón de Cuaresma 2024 del Cardenal Raniero Cantalamessa
* «El miedo es nuestra condición existencial; nos acompaña desde la niñez hasta la muerte. El niño tiene miedo de muchas cosas; los llamamos terrores infantiles; el adolescente tiene a veces miedo del sexo opuesto y se enreda en timidez y complejos de inferioridad. Jesús dio un nombre a nuestros principales miedos como adultos: miedo al mañana –’¿qué comeremos?’- (Mt 6, 31)), miedo al mundo y a los poderosos, -’a los que matan el cuerpo’ ( Mt 10, 28), y sobre cada uno de estos temores pronunció el suyo propio: ¡Nolite timere! ¡No tengas miedo! Esta no es una palabra vacía e impotente; es una palabra eficaz, casi sacramental. Como todas las palabras de Jesús, obra lo que significa»
Evangelio: San Lucas 11, 14-23:
En aquel tiempo, estaba Jesús echando un demonio que era mudo.
Sucedió que, apenas salió el demonio, empezó a habló el mudo. La multitud se quedó admirada, pero algunos de ellos dijeron:
«Por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios, echa los demonios».
Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. El, conociendo sus pensamientos, les dijo:
«Todo reino dividido contra sí mismo va a la ruina y se cae casa sobre casa. Si, pues, también Satanás se ha dividido contra si mismo, ¿cómo se mantendrá su reino? Pues vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú. Pero, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces. Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros.
Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros, pero, cuando otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín.
El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama».