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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

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lunes, 17 de diciembre de 2007

Final del seminario de Misiones con una síntesis de lo tratado / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM
















ASPECTOS DE MISIÓN DEL CONCILIO PROVINCIAL TARRACONENSE DE 1995


El Concilio Provincial Tarraconense nace con la vocación de impulsar a la Iglesia que vive en el seno de una sociedad plural y secularizada que ha reducido la fe en un ámbito privado a anunciar a Jesucristo con un lenguaje sencillo (CPT 1), en continua renovación para adaptarlas a las circunstancias de la época (CPT 15), estando toda la acción de la Iglesia tanto la litúrgica como la Pastoral Social orientados para dicho fin.

La Iglesia local tiene su proyección universal y por lo tanto tiene su Missio Ad Gentes con aquellas diócesis que la Iglesia no está implanta y recomienda en la Facultad de Teología hacer la asignatura de misionología para que los fieles tengamos esta dimensión misionera de la Iglesia.

EL DIRECTORIO GENERAL
DE CATEQUESIS (DGC) Y EL PROYECTO GLOBAL
DE PASTORAL CATEQUÉTICA DE CATALUNYA
Y BALEARES (PGPC)


El DGC de 1998, nace con la misión de dar nuevas respuestas y de asumir los nuevos desafíos desde la fe que se nos presenta en los destinatarios de la catequesis parroquial que viven inmersos en un mundo secularizado, cumpliéndose de esta manera la propuesta del Concilio Vaticano II de hacer un catecismo previo a un Directorio de Catequesis. Este Catecismo es Catecismo de la Iglesia católica de 1992.

El PGPC, fue una propuesta del Primer Congreso de Catequesis de Catalunya y las Islas (1991) y la recogió el Concilio Provincial Tarraconense (1995) y aparece como una aplicación del DGC en 1999.

El DGC sitúa la catequesis dentro de la Evangelización de la Iglesia, siendo un proceso de formación permanente que desemboca en la maduración de la Fe, de los que han acogido el mensaje de la Salvación. Esta catequesis debe ser inculturizada de tal manera que la Fe surge como un elemento más de esa cultura y no es impuesta. Este proceso tiene tres etapas:

Primer anuncio (61-62): A los no creyentes, a los que tienen indiferencia religiosa. En los países de Missiones Ad Gentes, lo tiene en forma de precatecumenado y en los países de tradición cristiana que se han secularizado es a través de la Nueva Evangelización con las Catequesis Kerigmáticas, es decir, el anuncio explícito de Jesucristo.

Es preciso resituar el concepto de Missiones Ad Gentes, motivado por el fuerte movimiento inmigratorio, el mismo Barrio de “El Raval” tiene una Parroquia Personal Filipina, se habla 77 lenguas y es un compendio de distintas tradiciones religiosas, siendo muchas de ellas no cristianas y en la mayor parte de los casos, la Iglesia se dedica a hacer efectivo el Evangelio sirviendo a estos pobres, sin llegar a pensar en hacer jornadas de dialogo y oración interreligiosas. También hay que recordar que recientemente se ha instituido el catecumenado de adultos en las diócesis de España.

El PGPC incluye el primer anuncio a los niños en edad escolar, llamándose “el despertar en la Fe”, recibiendo este anuncio por manos de sus padres, antes de entrar en el catecumenado Infantil.

La catequesis de Iniciación Cristiana (63-68): Que tiene como finalidad de iniciar al catequizando a una vida cristiana, que viva su fe como un compromiso personal en medio de la sociedad de tal forma que sea luz para el mundo, sal de la tierra y levadura de caridad. El destinatario tiene que ser iniciado a la vida Comunitaria de la Iglesia y la Misión de la Iglesia.

Formación Permanente (69-72): Con toda su variedad y riqueza que tiene.

SÍNTESIS DE LO EXPUESTO
Y LECTURA DESDE LOS DOCUMENTOS ACTUALES


A) COMUNIDAD CRISTIANA: La Comunidad Cristiana es una Fraternidad constituida para la Misión donde la autoridad está al servicio de la Comunidad y que confiesa la fe de Pedro que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios que celebra el día del Señor y tiene su origen en el grupo de los Doce y que no tiene el monopolio del Espíritu Santo.

La autoridad Superior es el Papa que tiene la misma función que Pedro de animar a toda la Iglesia en la tarea de la Evangelización de dar a conocer a Cristo y llevar a todos los rincones de la tierra la misericordia y el amor de Dios.

Es el Pueblo de Dios que es sensible por los problemas de la gente (GS1) y principalmente de los pobres que son los destinatarios privilegiados del Evangelio, dando esta orientación de socorrer al pobre como culto agradable a Dios (Mt 6) a través de la catequesis, la oración, la liturgia y compartiendo los bienes.

Cada uno de nosotros con nuestros talentos y dones nos sentimos agentes de la Evangelización.

Es una Comunidad que sigue y continúa la obra de Cristo, a pesar de las dificultades que nos encontramos por el camino y es el Espíritu que nos hace superar estas dificultades.

B) MISIÓN: Una tarea que nos concierne a todos: Hacer efectivo el Evangelio

B.1) Vocación del clérigo: Una vida de amor y solidaridad: Explicación del Celibato a la luz de la sexualidad interna: El tema lo voy a tratar desde la sexualidad para ver la riqueza de este don que vivió Nuestro Señor y el diagnóstico confrontarlo con los textos del Evangelio. Podemos distinguir tres clases de sexualidades que tienen que ir muy integradas: La sexualidad personal (nuestra propia identidad de hombre y mujer), la sexualidad afectiva (aquí está el terreno de las amistades; amor, noviazgos...) y la sexualidad genital: Jesús renunció a un 2% de su sexualidad; es decir, a la genital y parte de la afectiva para no tener raíces en ningún sitio y poder estar disponible a ir a donde el Padre le enviase; es aquella máxima que dice Jesús: "El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza" ; pensemos que para Marta, María y Lázaro podrían haber retenido a Jesús para que no fuera a Jerusalén o hacerle las típicas preguntas del millón que no tiene una lógica humana en su respuesta: ¿Estás a gusto entre nosotros? Si lo estás: ¿Porqué te vas?. Son las preguntas que se suele hacer cuando un sacerdote o un religioso ha caído en gracia en la Comunidad y lo han destinado; ya que él tiene que ir " a aquellos lugares que Cristo tenía que ir" y eso nos duele.

La sexualidad genital es un signo de un verdadero amor; ya que como signo tiene como finalidad en crear y dar la Vida (el nacimiento de un niño es una donación de una nueva vida); lo que Cristo hizo fue canalizar esta sexualidad de otras formas de manera que nos ha salido un prototipo de hombre que ha sido solidario hasta el extremo; dando su vida por los amigos y la creatividad de ese amor va más allá de amar a sus amigos; ya que nos dice y él lo hizo así que amemos a nuestros enemigos, poder clasificar a los pobres de felices y a los cristianos nos invita a ser mendigos delante de Dios, es decir, pobres de espíritu . Hay que contemplar la renuncia en su aspecto original; ya que viene del latín Renuntiare que significa volver anunciar y por lo tanto Cristo vivió la castidad como una Buena Noticia y con toda su radicalidad tal como hemos visto

El Sacerdote siguiendo esta imitación de Cristo tiene un gran Celo por la salvación de las almas y su caridad inmensa se traduce en la Pastoral de la Caridad; que él sea el promotor de socorrer en sus necesidades espirituales y temporales a los pobres; en definitiva hacer efectivo el Evangelio. La vocación del clérigo misionero es totalmente evangelizadora y es el promotor y animador de dicha evangelización de los pobres con la añadidura de realizar su ministerio sacerdotal convocando a la Comunidad Cristiana a celebrar y a participar de los diferentes aspectos de la Salvación, dando un culto de alabanza a Dios y "son colaboradores diligentes del orden episcopal y en cierta manera, puede decirse que pertenecen al clero Diocesano en la medida que toman parte en el cuidado de la gente y en las obras de apostolado bajo la dirección del obispo" (Christus Dominus, 34)

La Caridad Pastoral y la Pastoral de Caridad: Un sacerdote diocesano acepta ser casto por amor al Reino de los Cielos (Mt 19,1 2c). En el caso de los religiosos y en los que vivimos a modo de ello, hemos hecho voto de castidad y esto nos conduce a tener un amor ardiente, solidario y misericordioso para la humanidad. Este signo del amor de Dios se hace visible y latente en la Pastoral de la Caridad que es, en definitiva, hacer efectivo el Evangelio.

El sacerdote por su aceptación de ser casto es el primer animador de la Pastoral de la Caridad y el laico contribuye en comunión con su pastor, y en el caso de una comunidad religiosa o de similares que esté al servicio de los pobres, a causa del voto de castidad; toda la Comunidad es animadora de la Pastoral de la Caridad; y en las que hay sacerdotes y laicos, se cumplen las dos condiciones: la primera por cuestión del voto y la segunda porque los hermanos trabajan en comunión con los clérigos y en las sociedades clericales de Derecho Pontificio, como es la nuestra, el clérigo es animador de la Comunidad y por lo tanto de la Evangelización que efectúa su Comunidad, su con la colaboración de los demás laicos.

B.2) La Vocación y Misión de los laicos: Principio de corresponsabilidad

El Concilio Vaticano II define como laico: " Por el nombre de laicos se entiende aquí todos los fieles cristianos, a excepción de los miembros que han recibido un orden sagrado y los que están en estado religioso reconocido por la Iglesia, es decir, los fieles cristianos que, por estar incorporados a Cristo mediante el bautismo, constituidos en Pueblo de Dios y hechos partícipes a su manera de la función sacerdotal, profética y real de Jesucristo, ejercen, por su parte, la misión de todo el Pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo." . Algunos de estos laicos para efectuar con más eficacia su apostolado seglar se han asociado formando un instituto secular viviendo los consejos evangélicos y otros como misioneros estando dispuestos a ir a cualquier sitio del mundo para efectuar su tarea de apostolado.

Todo esto bajo un clima de Comunión: En primer lugar una Comunión con Dios, por medio de Jesucristo, en el Espíritu, luego, cada uno de los miembros de la Iglesia con Cristo y entre nosotros mismos como amigos que se quieren bien, trabajando en unidad dentro de la diversidad y en coordinación..

B.3) El estado religioso como signo profético de Reino y vivir las Bienaventuranzas: El estado religioso y el casi religioso (Sociedad de Vida Apostólica), los que viven a modo de religiosos, está enmarcado en los parasacramentales, aunque el efecto es una vinculación fuerte con Cristo y en cierta manera imprime carácter, ya que el voto de estabilidad para permanecer en un instituto y en el caso de las religiosas contemplativas en la misma Comunidad toda la vida, se podría comparar con aquellos sacramentos que se reciben una sola vez en la vida.

Las Comunidades religiosas y similares miran de reproducir en su interior el modelo de vida teórico que tenía la Comunidad Cristiana Primitiva: Formación, Oración, Eucaristía y compartir los bienes y este estilo de vida viene de una vivencia o vivir las felicidades del Reino teniendo a Dios como posesión personal. El estado religioso permite vivir con plenitud el Reino de Dios y tiende a mostrar que esta realidad del Reino esta visible, actúa y lo pone radicalmente al servicio de la Evangelización

B.4) Vilanova i la Geltrú y la Pastoral Social de las Misiones: Vilanova tiene la fama en colaborar con las diferentes ONG-D a favor de los países en vías de desarrollo y en especial con dos ONG-D católicas: Manos Unidas e Intermón (para las Misiones de los Jesuitas). Intermón ha creado la red del Comercio Justo, para que el campesino de allá pueda vivir en unas condiciones dignas.

Una gran parte de los caramelos que tiramos en el Domingo de Carnaval (Les comparses) han sido vendidos en las teresianas de Vilanova en beneficio de los proyectos de Manos Unidas; aparentemente es una contradicción pero en el fondo estamos haciendo dos actividades simultáneas: reactivar la economía de nuestro país (damos de comer a una empresa de golosinas) y por otro lado miramos por el desarrollo y el progreso de los pueblos.

ACTIVIDAD

Describe como es tu Comunidad Parroquial y diseña unas líneas de acción de cara a la Evangelización de su territorio parroquial a nivel de anuncio y con algún proyecto social que de respuesta a una inquietud de la gente que vive en el territorio parroquial.

miércoles, 12 de diciembre de 2007

Los sacramentos y la oración en las cartas de San Pablo / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Los Sacramentos a la luz de las cartas de San Pablo (Rm 6; 1Co 11; Ef 5; 2 Tim 1,6; Hch 18)

La palabra que San Pablo utiliza como sacramento es la palabra “Misterio” que quiere expresar la unión de dos partes que están separadas.

En primer lugar nos presenta a Cristo como sacramento de Dios Padre, ya que es “el único mediador entre Dios y los hombres” (1Tm 2,4) y a la Iglesia como Sacramento de Cristo (Ef. 5,32) y la Iglesia celebra la Salvación.

En la Iglesia primitiva observamos que se celebran 6 Sacramentos, estando la confirmación unida al bautismo y el Sacramento del matrimonio nace a partir de Trento y en aquella época era una bendición de los novios. La relectura de esta bendición de novios con toda la carga bíblica que tiene formar una familia fundamentada en el amor de Dios ha hecho que se instituya como sacramento que nos viene del Señor.

San Pablo compara el bautismo como una participación de la muerte y Resurrección de Cristo (Rom 6,3): sepultar al hombre viejo y nacer como hombre nuevo que habiendo recibido el don del Espíritu Santo ejecuta los dones y carismas recibidos al servicio de la Comunidad cristiana.

San Pablo atribuye a la Eucaristía como una tradición que procede del Señor (1Co 11,23), en la cual había una comida de Hermandad recordando la Cena Pascual que hizo el Señor. En la Comunidad de Corintio corrige los abusos que había en aquella comida (1Co 11,17-22) y se celebraba en Domingo (Hch 20,7)

Para San Pablo la Eucaristía es Memorial, es decir, una actualización de aquellos días santos (1Co 11,25-26): “Celebramos nuestra identidad de pueblo de Dios salvado por Cristo” y también es punto de encuentro donde se centra y parte toda la actividad de la Comunidad Cristiana, San Pablo fue enviado a la Misión en una celebración eucarística (Hch 13,1-3)

En 1Co 11,27-29 vemos como San Pablo refleja la forma judicial romana de cuando se condena a uno, que se tiene que tragar el papel que contiene su condena y la aplica a la gente que comulga sin estar en condiciones optimas para ello (pecado mortal)

Quería hacer extensiva la recomendación de San Pablo a Timoteo al hacer memoria de su ordenación (2Tim 1,6): La imposición de las manos es común en varios sacramentos y en especial el de la Confirmación para recibir el Don del Espíritu (Hch 8,17s) o para conferir alguna función o ministerio comunitario (Hch 6,6) con la ayuda y el soporte del Espíritu. Como San Pablo está en el Seno de las Comunidades carismáticas, la podemos hacer extensiva en la oración carismática: recibimos el Don del Espíritu Santo (1Tim 4,14; 5,22) y lo tenemos que reavivar para vivir como tal.

La Oración según San Pablo

Cada conversión es un milagro de la gracia. San Pablo lo sabía muy bien. Por propia experiencia. ¿Acaso no había sido precisa «una luz venida del cielo» (He. 9,3) para hacerle salir de su ceguera y de su oscuridad?

Por eso él acudirá continuamente a la oración. Ante el Padre dobla sus rodillas (Ef. 3,14) sin cesar para mendigar la gracia que abra los corazones a la predicación de Evangelio. Toda su inmensa -y admirable- actividad está fecundada desde dentro por la oración. Él sabía que era un medio indispensable para dar cumplimiento a su labor misionera. Estaba convencido de que sólo Dios mismo podía realizar sus inmensos designios de salvación. Y por eso su oración es esencialmente apostólica.

Impresiona la cantidad de textos sobre la oración que aparecen en las cartas de Pablo (en la mayor parte de los casos oraciones en que él mismo se dirige directamente a Dios). Son testimonio de la importancia capital de la oración en la tarea apostólica. ¿No era en el fondo su propia conversión fruto de la oración de Esteban pidiendo el perdón para sus enemigos (He. 7, 60- 8,1)?

E impresiona igualmente que muchas veces en los textos sobre la oración -tanto cuando exhorta a sus cristianos a orar como cuando les asegura que ora por ellos- aparecen los adverbios «siempre», «incesantemente», «noche y día»... Se trata de una oración insistente, literalmente continua. Nos refleja a un hombre en comunión permanentemente con su Señor.

«Visiones y revelaciones» (2 Cor. 12,1)

La imagen de San Pablo viajero incansable y lleno de una actividad inagotable no dice ni mucho menos toda la verdad acerca de él. Porque él era en el fondo un contemplativo. Era un hombre de profunda oración, y esta constituía el manantial de donde extraía sus energías para la lucha cotidiana.

Es verdad que no hay muchos textos en este sentido, pero sí son suficientemente expresivos. En 2 Cor. 12,1-6, en contexto de polémica contra los falsos apóstoles y hablando de sí mismo en tercera persona, afirma que podría presumir de «visiones y revelaciones del Señor», de «haber sido arrebatado hasta el tercer cielo», de haber oído «palabras inefables que el hombre no puede pronunciar»... Decide no presentar esas credenciales, pues prefiere gloriarse de su debilidad, pero ahí queda como testimonio de la altura de su oración.

De hecho, también en los Hechos de los Apóstoles se nos dice que Pablo «estando en oración en el templo» de Jerusalén cayo en éxtasis (22,17), y se nos habla de visiones en que el Señor le conforta (18,9-10) y que son decisivas para la orientación posterior de su apostolado (16,9-10).

Quizá a la contemplación del Señor se aluda en 2 Cor. 3,18, que parece ser una réplica de Ex. 34,29-35: de la misma manera que Moisés volvía de la presencia del Señor con el rostro resplandeciente -aunque él mismo no se daba cuenta- , Pablo tiene conciencia de reflejar como un espejo la gloria del Señor. La intimidad y la contemplación del Señor le hacen testigo, le hacen luminoso, aun sin él mismo percatarse de ello...

«Doy gracias a mi Dios» (Fil. 1,3)

Es significativa en las cartas de San Pablo la presencia abundante de la acción de gracias: todas las cartas excepto Gálatas y Tito comienzan con una oración de acción de gracias (1 Tes. 1,2; 2,13; 2 Tes. 1,3; Rom. 1,8; 1 Cor. 1,4; Col. 1,3; Ef. 1,16; Fil. 1, 3-4; Flm. 4;2 Tim. 1,3). Ella nos testimonia que -a pesar de las innumerables deficiencias que Pablo detecta en sus comunidades- es capaz de percibir los signos positivos de conversión, de vida cristiana, de crecimiento; y es capaz de descubrir, tras esos signos, la acción amorosa y benevolente del Padre que ha derramado su gracia desbordante en sus cristianos.

Pablo da gracias a Dios por la obra de la redención, por la elección y predestinación a ser hijos de Dios... La fe, el amor mutuo, la esperanza constituyen el motivo más frecuente de la gratitud de Pablo: ellas ponen al hombre en contacto con Dios, le levantan a un nivel nuevo de existencia, y Pablo da gracias por ello como el máximo beneficio otorgado por Dios.

Juntamente con la acción de gracias brota de los labios de Pablo la oración de bendición (2 Cor. 1,3ss; Ef. 1,3ss). Esta oración, típicamente judía, es expresión de una mirada contemplativa que se admira ante los planes maravillosos y las obras grandes de Dios.

Tanto la acción de gracias como la bendición nos descubren al apóstol que es capaz de reconocer la acción de Dios en los acontecimientos y en las personas y se asombra ante ella. Una y otra son la reacción espontánea a la intervención de Dios que realiza su designio de salvación en medio de los avatares y vicisitudes de la historia humana.

«Doblo las rodillas ante el Padre» (Ef. 3,14)

En los primeros capítulos de la carta a los Romanos san Pablo ha mostrado que todos los hombres son pecadores, incapaces de salvarse a sí mismos y necesitados de que Dios se acerque a ellos con su gracia.

De esta conciencia de la necesidad acuciante de auxilio de Dios y de su gracia brota la oración apostólica de Pablo. Pues todo su apostolado, ordenado como está a la salvación, sólo puede obtener su eficacia como gracia, como don de Dios.

Todas las cartas están empapadas de esta súplica insistente y confiada por el bien espiritual de los cristianos y por las necesidades de las diversas comunidades (1 Tes. 3,11-13; 5,23; 2 Tes. 1,11-12; 2,16-17; 3,5-16; Col 1, 9-10; Ef. 1,16-18; 3,16-19; Fil. 1,9-11).

Los dones que pide para sus cristianos son: conocimiento de Dios, de su amor, de sus planes, de su voluntad; que crezca su fe y su caridad; que se hagan dignos de su vocación agradando a Dios y realizando en su vida frutos de buenas obras; que Cristo sea glorificado en ellos y ellos en Él; que lleguen santos e irreprensibles al día de Cristo...

Como se ve, en muchos de los textos citados, san Pablo espera de Dios a través de la oración que sus cristianos alcancen la plenitud y la perfección de la vida en Cristo; su ardiente deseo era el crecimiento continuo de los que le habían sido confiados; para ellos pide expresamente esta plenitud y suplica a Dios que puedan presentarse «santos e irreprensibles» al encuentro definitivo con el Señor. Pues también esto es gracia de Dios. San Pablo sabe muy bien que el que ha iniciado la obra buena debe llevarla también a su consumación (Fil. 1,6), pues es Dios mismo quien obra en los hombres tanto el querer como el obrar (Fil. 2, 13).

En su oración entra también el pedir a Dios que realice sus proyectos de viaje (1 Tes. 3,10-11; Rom 1,9-10; 2 Tim. 1,3-4). Ello expresa su confianza en la Providencia en medio de las incontable dificultades, así como la convicción del poder de la oración para cambiar el curso de los acontecimientos y permitir el cumplimiento de los planes de Dios.

«Luchad conmigo» (Rom. 15,30)

Sin embargo, San Pablo no sólo hace a sus comunidades beneficiarias y receptoras de su oración, sino que les invita a que ayuden en su tarea evangelizadora apoyando y sosteniendo su apostolado con la oración.

Comprobamos así la humildad de Pablo, que se reconoce débil y tiene la conciencia clarísima de que la misión encomendada supera ilimitadamente sus propias fuerzas (cf. 2 Cor. 2,16). Cuando le vemos solicitando la oración de sus cristianos no nos encontramos ante una mera fórmula vacía, sino ante la convicción de que necesita de esta oración y de que la intercesión de las comunidades es una ayuda inestimable para realizar su misión evangelizadora. En el fondo subyace la convicción -seguramente basada también en la experiencia- de la eficacia y de la fuerza de la oración hecha en nombre de Cristo y guiada por el Espíritu (cf. Rom. 8,26-27).

Y comprobamos también algo típico del espíritu de Pablo -como veremos más adelante-: el ansia de incorporar a sus evangelizados como miembros activos y colaboradores positivos en la inmensa obra de la evangelización.

Quizá sorprenda la expresión «luchad juntamente conmigo en vuestras oraciones» (Rom. 15,30 cf. Col. 4,12). Sin embargo, si la consideramos atentamente nos damos cuenta que es sumamente reveladora. La imagen, que hunde sus raíces en el A.T, (Ex. 17,8-13; 32,11-14; Gen. 18,17s.), sugiere que las grandes batallas se ganan en la oración. Pablo, que vive todo su apostolado como un combate (Col. 1,29; 2,1; 2 Tim. 4,7), ve en la súplica el arma decisiva (Ef. 6,13-18). Y está persuadido de que, lo mismo que el pueblo de Israel vencía cuando Moisés estaba intercediendo ante Dios con las manos elevadas en la cima del monte, el Evangelio avanzará de manera imparable si logra que todo un pueblo interceda incesantemente sin desfallecer en la plegaria (2 Tes. 3,1).

También es revelador lo que indica a sus comunidades que pidan. Hemos visto que en su oración no pedía por sí mismo, sino por sus cristianos; y cuando suplicaba algo para sí -por ejemplo, por sus proyectos de viaje-, tampoco era en realidad para sí mismo, sino en función de su tarea apostólica. Su vida no existe más que para el Evangelio. El único anhelo que arde en su corazón es la salvación de los hombres. Y esto se refleja también en lo que les indica que deben pedir.

Desde luego, pide para sí mismo. Pero no para intereses suyos particulares -menos aún egoístas-. Sólo desea que le sea otorgada la gracia de que Dios mismo ponga su Palabra en su boca (Ef. 6,19) y pueda dar a conocer el Misterio de Cristo como conviene (Col. 4,4).

Ante las continuas dificultades y persecuciones en la tarea evangelizadora, pide sobre todo el don de la «parresía» (ardor, valentía, seguridad, confianza en la predicación del Evangelio). Esta es sin duda una de las cualidades más necesarias en el evangelizador (1 Tes. 2,2; 2 Cor. 3,12; 7,4; Fil. 1,20; Col. 2,15; Ef. 3,12; 6,19-20; Flm. 8), y por eso insiste en que pidan para él que «pueda dar a conocer con valentía el Misterio del Evangelio» y «pueda hablar de él valientemente como conviene» (Ef. 6,19-20).

Asimismo espera de la oración de sus cristianos que alcance la gracia de que «Dios abra una puerta a la Palabra» (Col,. 4,3). La imagen significa (1 Cor. 16,9; 2 Cor. 2,12) una ocasión para predicar, una circunstancia que favorezca la difusión del Evangelio de Cristo. También esto es gracia de lo alto. Y Pablo espera lograrla por la intercesión de sus comunidades.

Incluso cuando les pide que supliquen «para que nos veamos libres de los hombres perversos y malignos» (2 Tes. 3,2; cf. Rom. 15,30-32; 2 Cor. 1, 10-11) es con el deseo de que desaparezcan los estorbos en el camino del Evangelio y en la tarea apostólica.
Otros textos: 1 Tes. 5,25; Fil. 1,19; Flm. 22; 1 Tim. 2,1-7.

miércoles, 3 de octubre de 2007

La Iglesia del siglo XXI: ¿Es carismática? / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

1.INTRODUCCIÓN:

En la década de los 60 del siglo pasado, el Espíritu Santo suscita a la Iglesia que vuelva a sus orígenes, en el ámbito institucional sería el Concilio Vaticano II (1962-1965) que definió a la Iglesia como Pueblo de Dios y reconfiguró a la Iglesia con las características esenciales de las Comunidades Cristianas primitivas y una vez finalizado el Concilio, surgió en 1967 cuando unos pocos estudiantes de la Universidad de Duquesne (Pittsburgh, Pennsylvania – Estados Unidos), durante un retiro meditaron sobre la experiencia de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles. Entonces oraron para ocurra lo mismo entre ellos. Experimentaron la efusión del Espíritu Santo y la manifestación de dones carismáticos. La experiencia pronto se propagó por el mundo entero. Más de cien millones de católicos participan de la espiritualidad de la Renovación Carismática Católica (RCC) actualmente.

La RCC junto con la reciente recuperación del catecumenado de adultos, hace que la Iglesia en el siglo XXI se asemeje más a sus orígenes.

La RCC cuenta con los servicios del (ICCRS) – International Catholic Charismatic Renewal Services - [Servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional –SRCCI-] y es reconocido por el Consejo Pontificio para los Laicos.

En mayo de 1975, la Renovación Carismática celebró su conferencia en Roma. S.S. Pablo VI, y el 19 de mayo de este mismo año –Lunes de Pentecostés, en la cual se celebró la Misa votiva del Espíritu Santo-, exhortó a los participantes a continuar sus esfuerzos de renovación y a continuar fieles a la Iglesia: “"Este deseo auténtico de situaros en la Iglesia es un signo auténtico de la acción del Espíritu Santo... ¿Como no va a ser esta "renovación espiritual" una oportunidad para la Iglesia y el mundo? Y como, en ese caso no tomar todos los medios para asegurar que permanezca de este modo...”

El Papa Pablo VI permitió al Cardenal Suennens celebrar la Santa Misa en el altar mayor de San Pedro en el Vaticano, sobre los restos mortales de San Pedro y San Pablo, para la conferencia de la Renovación Carismática. Al final de la misa, concurrida por unos 10000 miembros de la Renovación, se impartió esta profecía que debemos hoy recordar: “Porque yo los amo, quiero mostrarles lo que estoy haciendo en el mundo hoy. Quiero prepararles para lo que ha de venir. Días de oscuridad vendrán sobre el mundo, días de tribulación... Edificios que hoy están en pie, no lo estarán más. Seguridades que están allí para mi pueblo, ya no lo estarán más. Quiero que estén preparados, pueblo mío, para conocerme solo a MÍ, para llenarse solo de Mí y tenerme de una forma más profunda que nunca.

Yo los guiaré hacia el desierto... Yo los despojaré de todo de lo que hoy dependen, para que dependan solamente de Mí. Viene un tiempo de oscuridad sobre el mundo, pero un tiempo de gloria viene para mi Iglesia, un tiempo de Gloria viene para mi pueblo. Yo derramaré sobre ustedes todos los dones de mi Espíritu, Yo los prepararé para el combate espiritual; Yo los preparare para un tiempo de evangelización como el mundo nunca ha visto antes ... Y cuando no tengan nada sino a Mi, lo tendrán todo: Tierra, campos, hogares y hermano y hermanas, amor, felicidad y paz como nunca antes. Estén alertas pueblo mío, Yo quiero prepararlos...

Les hablo a ustedes del amanecer de una nueva era para mí Iglesia. Les hablo de un día como nunca antes se ha visto... Prepárense para la acción que hoy empieza, porque las cosas que hoy ven alrededor suyo cambiarán; la batalla que hoy deben comenzar es diferente, es nueva. Necesitan de mi sabiduría que todavía no la tienen. Necesitan el poder de mi Santo Espíritu, en una forma que hasta ahora no han poseído, necesitan comprender Mi voluntad y las maneras cómo yo actúo, que ustedes todavía no comprenden. Abran sus ojos, abran sus corazones para prepararse para Mí y para el día que hoy he comenzado.

Mi Iglesia será diferente; mi pueblo será diferente; dificultades y tribulaciones vendrán sobre ustedes. Las comodidades que hoy conocen estarán lejos de ustedes, pero la comodidad que ustedes tendrán es el consuelo de mi Santo Espíritu. Enviarán por ustedes para quitarles la vida, pero Yo les sostendré. Vengan a Mí. Júntense, únanse a mí alrededor, Prepárense, porque yo proclamo un nuevo día de victoria y de triunfo para su Dios. Miren, ya ha comenzado.

Yo renovaré mi Iglesia. Yo renovaré a mi pueblo; Yo haré de mi pueblo uno. Les llamo a alejarse de los placeres del mundo. Les llamo a alejarse de los deseos del mundo. Les llamo a alejarse de buscar la aprobación del mundo en sus vidas. Quiero transformar sus vidas... Tengo una palabra para mi Iglesia. Estoy haciendo resonar mi llamado. Estoy formando un poderoso ejército... Mi poder está sobre ellos. Ellos seguirán a mis pastores escogidos... Sean los pastores como yo los he mandado ser... Estoy renovando a mi pueblo. Renovaré mi Iglesia. Liberaré el mundo.

Sepan que Yo, soy su Dios; traje a Pedro y a Pablo a Roma para testimoniar mi gloria. Yo los he escogido a ustedes también y los he traído a Roma para ser testigos de mi gloria, confirmada hoy por su Pastor. Id a sanar las naciones. Sabed que yo estoy con ustedes; y aunque tengan que pasar tribulaciones y pruebas, Yo estaré con ustedes, hasta el final. Les estoy preparando un lugar en la gloria. Mírenme a Mí., Yo les liberaré del poder del maligno. Yo estoy con ustedes hoy, todos los, días, hasta la consumación de los tiempos.

Han conocido la verdad estos días. Han experimentado la verdad estos días. Está claro para ustedes en este momento lo que es la verdad. Es la verdad de mi Reino, mi Reino que prevalecerá... Quiero que tomen esa verdad, que descansen en esa verdad, que crean en esa verdad, que no la comprometan, que no la pierdan en confusión, que no sean tímidos acerca de ella, sino que la sostengan simplemente, en amor, pero que se mantengan firmemente enraizados en la verdad como piedras fundamentales sobre las cuales mi Iglesia pueda tener nueva vida y nuevo poder.”


El Papa Juan Pablo II, hablándole a un grupo de líderes internacionales de la renovación, el 11 de diciembre de 1979, les dijo: "Estoy convencido que este movimiento es un componente muy importante en toda la renovación de la Iglesia.” El les dijo que desde sus once años hace una oración diaria al Espíritu Santo y añadió: “Esta fue mi propia iniciación espiritual, así que entiendo todos estos carismas. Son todos parte de la riqueza del Señor. Estoy convencido que este movimiento es una señal de su acción”

A nadie le puede quedar duda sobre el lugar que tiene en la Iglesia a la Renovación Carismática después del Congreso mundial de Movimientos Eclesiales celebrado del 27 al 29 de mayo de 1998. Dicho congreso fue promovido oficialmente por el Pontificio Consejo para los Laicos quien formalmente invitó a la Renovación Carismática Católica. Fue un representante de la renovación carismática quién presentó al Santo Padre en nombre de todos los movimientos, los votos de fidelidad a Su Santidad y a la Iglesia.

El Papa Juan Pablo II dijo sobre la RCC el 29 Mayo, 2004: “Gracias al movimiento carismático, muchos cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, han redescubierto Pentecostés como realidad viva y presente en su existencia cotidiana” y “deseo que la espiritualidad de Pentecostés se difunda en la Iglesia, como empuje renovado de oración, de santidad, de comunión y de anuncio”

El Papa alentó la iniciativa denominada «Zarza ardiente», promovida por la Renovación en el Espíritu, que como él ilustró, es “una adoración incesante, día y noche, ante el santísimo Sacramento; una invitación a los fieles a ‘regresar al Cenáculo’”.

Su objetivo, según el Papa, es que los bautizados, “unidos en la contemplación del Misterio eucarístico, intercedan por la unidad plena de los cristianos y por la conversión de los pecadores”. “Deseo de corazón que esta iniciativa les lleve a muchos a redescubrir los dones del Espíritu, que en Pentecostés tienen su manantial”

“Entre nosotros, con las manos elevadas, está orando la Virgen, Madre de Cristo y de la Iglesia. Imploremos junto a ella y acojamos el don del Espíritu Santo, luz de verdad, fuerza de auténtica paz”

El Cardenal José Ratzinger, Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, en su presentación del libro del Cardenal Suennens sobre la RCC, reconoció el bien que ocurre en la RCC y presentó algunas cautelas: “En el corazón de un mundo inmerso en un escepticismo racionalista, de repente surge una nueva experiencia del Espíritu Santo. Y desde entonces ha asumido una la expansión de un movimiento mundial de renovación. Lo que el Nuevo Testamento nos dice sobre los carismas -que fueron vistos como signos visibles del advenimiento del Espíritu- no es solo historia antigua, ya terminada, sino que una vez mas se esta siendo extremadamente actual”.

Hablando del tema del libro, Renovación y el Poder de las Tinieblas, dice: “¿Cual es la relación entre experiencia personal y la fe común de la Iglesia? Ambos factores son importantes: la fe dogmática sin el apoyo de la experiencia personal permanece vacía; la sola experiencia, sin relación a la fe de la Iglesia permanece ciega”.

Finalmente, el exhorta a quienes lean el libro, a poner atención a la doble petición del autor “... a los responsables del ministerio eclesiástico - desde el sacerdote parroquial hasta los obispos- no dejar que la Renovación les pase sino que le den una completa bienvenida; y por la otra parte... a los miembros de la Renovación que atesoren y mantengan su vínculo con toda la Iglesia y con los carismas de sus pastores”. -Renovación y Poder de las Tinieblas, León Cardenal Suennens.

Dicho esto, podemos afirmar que la RCC no es un grupo más de la Iglesia Universal, o de la Diócesis o de la Parroquia y hay que resituarla en su sitio y redescubrir su función vital vocación y misión que tiene dentro de la Comunidad Cristiana como uno de los fundamentos de ella (Cf. Ef. 2,19-22).

El Cristiano es carismático por naturaleza , recibe el don de profecía en el sacramento del bautismo y reforzado en la Confirmación al recibir los 6 dones restantes. En un grupo carismático se le abre la ocasión de vivirlo con autenticidad, porque la RCC contribuye a la vida de la Iglesia, a través de del testimonio fiel de la presencia y la acción del Espíritu Santo ha ayudado a muchas personas a redescubrir la belleza de la gracia que se les dio en el Bautismo, entrada a la vida en el Espíritu., según afirma Juan Pablo II en el 35 aniversario de la RCC en Roma el 10 de Noviembre del 2002.

Juan Pablo II indica la necesidad de abrir los corazones y las mentes a las necesidades de la humanidad afligida por una “crisis de sentido”. Ante esta situación, subraya la urgencia de una “evangelización de la cultura para hacer que la vida esté marcada por la esperanza y no por el miedo o el escepticismo”

Por este motivo, el sucesor de Pedro alienta a los “carismáticos” a ser “signos vivientes de esperanza, faros de la Buena Noticia de Cristo para los hombres y las mujeres de nuestro tiempo”. Lo que significa, añade, ser “auténticos testigos” en “cordial unión con los sucesores de los apóstoles”, los obispos, y de esa verdad que tanto necesita hoy el mundo. Las comunidades carismáticas, concluye el Papa, tienen también el gran desafío que el nuevo milenio plantea a la Iglesia: ser “la casa y la escuela de la comunión”

2. La función de la RCC en la Comunidad Cristiana:

Canalizar la gracia en el Seno de la Comunidad Cristiana para la edificación de dicha Comunidad, poniendo los dones recibidos al servicio de la Comunidad.

3. Las cinco notas de la RCC:

Trinitaria: Alabamos al Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo.

Cristológica: Como miembro del Cuerpo Místico de Cristo es uno de los brazos junto con la jerarquía donde Cristo derrama su gracia al Pueblo de Dios.

Mariana: Tiene algunas actitudes de la Virgen Maria que las imita. La tradición eclesial de los Padres de la Iglesia que la Iglesia Luterana también heredó y así lo recoge el apóstol Juan en Apocalipsis 12 ha visto a María como modelo de la Iglesia y el mismo Apóstol Pablo nos dice: “Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo” (1Co 11,1) y el autor de los Hebreos nos dice: “Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios y, considerando el desenlace de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. No os dejéis seducir por doctrinas diversas y extrañas” (Heb 13,7-9). Por lo tanto lo que vamos a ver aquellas actitudes de Maria de Nazaret que debemos de imitar o que la RCC la imita. Para comprender la Renovación en el Espíritu, hay que asomarse a la experiencia de los Apóstoles en Pentecostés. El Cenáculo es el lugar donde los cristianos se dejan transformar por la oración, en torno a María, para acoger al Espíritu. Y es también el lugar de donde salen para llevar "hasta los confines de la tierra" el fuego de Pentecostés. La misión de la Renovación Carismática es hacer presente hoy en el mundo la experiencia de Pentecostés. Confirma así su vocación de servicio a la Iglesia, que fue enriquecida con los carismas del Espíritu desde su nacimiento en el Cenáculo.

A) La RCC como María es “la llena de gracia” (Lc 1,28): En términos paulinos es Santa e Inmaculada (Ef. 5,26) Dios ha colmado y continúa colmando a la RCC de sus dones, de la gracia del Espíritu para edificar la Iglesia.

B) La RCC como María es orante: Adora al Padre en espíritu y en verdad, con sencillez de corazón y con su Magnificat alaba y celebra ese Dios que nos salva dándole gracias y bendiciéndolo por todo lo que ha hecho a favor de su Pueblo.

C) La RCC como Maria guarda la Palabra de Dios poniéndola en práctica (Lc 2,19.51; 11,28), no se la queda para si misma, ya que se nutre de ella, verifica el signo que le ha sido dado y sale anunciarla, entonces resuena en nuestros corazones aquella bienaventuranza de Isabel: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1,45)

D) La RCC como Maria es oferente: Ofrecemos a Jesucristo que es nuestro aval de Salvación.

E) La RCC como Maria es Medianera de todas las gracias: El Apóstol Pablo nos dice que el único mediador entre Dios y los hombres es Cristo (1Tim 2,5). Pero uno de los canales de mediación que tiene Cristo es a través de la Comunidad Cristiana y de sus miembros, tal como afirma el Apóstol: “Para mí, mi vida es Cristo” (Flp 1,21), de tal manera que “Ya no soy el que vive, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20). El cristiano sigue a Cristo en Comunidad y es la Iglesia, como cuerpo de Cristo, que media por él y lo vincula a Cristo y como carismáticos somos los mediadores de la Gracia de Dios para el bien y la edificación de la Iglesia, es Cristo que nos utiliza como canal y derrama su santo Espíritu.

Eclesial: la Renovación como grupo eclesial es la Iglesia en movimiento, donde Cristo mediante su Espíritu derrocha gracias en abundancia a favor de su Pueblo, cumpliéndose lo que dijo el profeta Joel: “Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y también sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu. Haré prodigios arriba en el cielo y signos abajo en la tierra. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del Señor. Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Hch 2,17-21).

Ecuménica: Por motivos de conflictos internos y alguno de ellos era promovidos por problemas estructurales que agobian a la Iglesia en avanzar en una reforma, la Iglesia de Cristo se fue fracturando y en el seno del protestantismo, también se llegó a fracturar a causa de los intereses propios de los pastores y su línea de interpretar las Escrituras, de tal manera que un Evangélico Bautista se diferencia de un Evangélico Pentecostal, en que los Bautistas creen los dones del Espíritu se dieron en el siglo I y dejó Dios de darlos a la Iglesia y el Pentecostal afirma que se ha dado en todo tiempo de la Cristiandad y sobretodo en estos últimos días.

En el Siglo XIX aparece lo que se llama el movimiento ecuménico: Los protestantes se dan cuenta que les une en la Fe en el Dios Trinitario y Cristo que es el único mediador entre Dios y los hombres es el Salvador. La Iglesia Católica con Pío XII se suma al carro ecuménico para trabajar por dos objetivos que los presenta el Apóstol Pablo y el mismo Cristo: “lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo” (Ef 4,13) y “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.” (Jn 17,11)

Hemos dicho que la RCC es la Iglesia Católica en movimiento y participa de este ecumenismo al poder convocar o participar en encuentros de oración interconfesionales cristianas carismáticas, respectando la identidad de origen de cada uno y sin ánimos de hacer proselitismo, o que un carismático que viva en un sitio que no hay Iglesia Católica pueda participar en un grupo carismático de otra confesión cristiana ya que lo que prima es alimentarse de la Oración, de alimentarse de su Palabra y de poder alabar al Señor según establece los acuerdos ecuménicos.

4. Algunas objeciones para no tener un grupo carismático:

La gente suele creer realidades metahistóricas, son capaces de creer que una persona difunta haya hecho un milagro y la Iglesia la reconozca como Santa, que está en la presencia de Dios y sin embargo no pueden admitir que el milagro lo haga un cristiano, por su naturaleza pecadora. En realidad no son ni el Santo y ni el Carismático que han hecho el milagro, tal como dijimos en el apartado de las mediaciones, es Cristo que canaliza su gracia en aquella persona.

Basándonos en esta objeción sería discutible toda la teología sacramental, ya que el ministro es un pecador y por eso no se van a confesar, también les costaría en creer que un sacerdote que esté en pecado mortal pueda consagrar con el poder del Espíritu el pan y el vino para que se convierta en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Ponemos en cuestión la idoneidad de la persona, cuando la gracia está por encima de que la persona sea digna o no.

Algunos tienden a equiparar la liturgia carismática con otras liturgias “sanadoras” con ritos similares y que no son reconocidos por la Iglesia, tratando al que ora de brujo, hechicero, estas son unas palabras suaves comparadas con las que le dijeron a Jesús (Mc 3, 20-30) o de tratar como dioses a los oradores (Hch 14,11)

Otros atribuyen que la sanación es un efecto psicológico de la persona, que se encuentra bien y luego se encuentra mal o peor que antes. Todo esto es el enemigo que pretende destruir y dividir a la Iglesia y para el carismático le debe fortalecer.

Tal como pasa en otros grupos que hay laicos que contribuyen a la edificación de la Comunidad Cristiana, para algunos sacerdotes llega a ser un estorbo que un catequista y en el caso de los carismáticos un profeta contribuya a ello, siendo una gran ayuda para el presbítero trabajando y cooperando en Comunión y en caridad fraterna. Quizás sea, y esto hay que evitarlo para no romper la comunión, que el laico coja posturas que se clericalize anulando la autoridad del presbítero responsable.

5. Todo cristiano es carismático:

Tal como hemos visto en la parte bíblica que en las comunidades Cristianas primitivas el neófito tiene algunos poderes o dones que el Espíritu Santo le ha concedido y los dones son para la edificación de la Comunidad Cristiana, muchos afirman que es una cosa pasajera, que solamente se dio en aquel tiempo y nada más. Pero hay algún detalle en los Sacramentos de Iniciación Cristiana que confirma que no es una cosa pasajera y lo vemos cuando el cristiano es Confirmado:
El Concilio Vaticano II dice: "por el sacramento de la Confirmación se vinculan (los cristianos) más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras" (LG 11)

Lo primero que conviene reafirmar es que el sacramento por el cual recibimos el Espíritu Santo, el Sacramento del Espíritu, es el Bautismo. Con él nacemos espiritualmente y nos hacemos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad y comenzamos a vivir una vida sobrenatural, la vida en el Espíritu. La Confirmación es el robustecimiento de la Gracia Bautismal. Es un crecimiento espiritual, en este sacramento se van a renovar las promesas del Bautismo que otros hicieron por nosotros si es que se recibió al poco tiempo de nacer. Su fin es perfeccionar lo que el Bautismo comenzó en nosotros.

Lo que caracteriza el símbolo de la Confirmación es la imposición de manos y la unción con el crisma. Esta unción ilustra el nombre de cristiano que significa "ungido" y que tiene origen en el nombre de Cristo, al que Dios ungió con el Espíritu Santo.

En una de las moniciones explicativas a la oración de imposición de manos hay una alusión a elementos propios de los carismáticos en el confirmando, esta monición reza así: “El día de Pentecostés, los Apóstoles recibieron una presencia muy especial del Espíritu Santo. Los Obispos, sus continuadores, transmite desde entonces el Espíritu Santo como un don personal por medio del sacramento de la Confirmación, que ahora va a comenzar con la imposición de manos del Obispo. La imposición de manos es uno de los gestos que aparecen habitualmente en la historia de la salvación y en la liturgia para indicar la transmisión de un poder o de una fuerza o unos derechos”

Imposición de manos:

En este sentido se puede decir que en la Confirmación el obispo, en nombre de la Iglesia, bendice a los bautizados para que el Espíritu Santo los fortalezca y lleve a plenitud la gracia del Bautismo, los haga testigos de Cristo en el mundo extendiendo y defendiendo la fe con sus palabras y sus obras. Con la imposición de manos se hace la inserción plena de las personas bautizadas en la comunidad apostólica, esta inserción es una verdadera participación en el profetismo de Cristo, que los cristianos tendrán que realizar asumiendo, anunciando y confesando la fe en Cristo, testimoniando con palabras y obras, la verdad evangélica, a través del espacio y del tiempo y siendo fermento de santidad en el mundo.

Unción con el Crisma:

En el Antiguo Testamento tiene una significación importante el gesto de ungir a los reyes (1Sam 10,1; 16,13; 1 Re 1,39). Mediante la unción, se otorgaba al rey el poder para ejercer su función que estaba estrechamente relacionada con la defensa de la justicia. Que consistía especialmente en la defensa de los pobres y desvalidos, los huérfanos y las viudas, es decir, de los que por si mismos no podían defenderse.
Para el Nuevo Testamento. Jesús es el Ungido por excelencia. Así lo manifiesta el evangelio de Lucas al narrar el suceso acaecido en la sinagoga de Nazaret, donde se lee el texto del profeta Isaías haciendo referencia a Jesús.

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos a dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19)

El cristiano, al recibir la Confirmación, queda ungido y enviado para la misión de anunciar la fe, testimoniar la verdad, comprometerse en la implantación en el mundo de la justicia, la libertad y la paz, para ser fermento de santidad y edificar la iglesia por medio de sus carismas y servicios de caridad.

La Confirmación, como el Bautismo, se da una sola vez en la vida, porque imprime en el alma una marca indeleble, el carácter que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu, revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo. Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (Jn 6,27). El cristiano también está marcado con un sello, este sello marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre.

Efectos de la Confirmación

El mayor efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión plena del Espíritu Santo, y sus siete dones: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Piedad, Fortaleza y Temor de Dios, como fue concedida a los apóstoles el día de Pentecostés.

Si el Bautismo hace al cristiano Hijo de Dios, la Confirmación le enriquece con una fuerza nueva y singular del Espíritu Santo, que le hace capaz de dar testimonio de su existencia y de irradiar la fe que la presencia y acción de Dios ha creado y mantiene en él.

Si el Bautismo une al cristiano con Jesucristo, la Confirmación le hace testigo del Señor en plenitud, activando y profundizando continuamente la nueva vida que reside en él.

Si el Bautismo llena al cristiano con los dones del Espíritu Santo y le ha incorporado a la Iglesia, la Confirmación, le estimula para hacer fructificar en el servicio esos dones recibidos y para estar plenamente unido a toda la Iglesia en su consagración y misión.

Dones del Espíritu Santo

Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu, estos dones son:

Sabiduría: Nos da la capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios. Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades de este mundo; nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios.

Ciencia: El hombre iluminado por el don de la ciencia, conoce el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. Y no estima las criaturas más de lo que valen y no pone en ellas, sino en Dios, el fin de su propia vida.

Consejo: Este don actúa como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma. El cristiano ayudado con este don, penetra en el verdadero sentido de los valores evangélicos, en especial de los que manifiesta el sermón de la montaña

Piedad: Mediante éste don, el Espíritu sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos. El don de la piedad orienta y alimenta la necesidad de recurrir a Dios para obtener gracia ayuda y perdón. Además extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón.

Temor de Dios: Con este don, el Espíritu Santo infunde en el alma sobre todo el temor filial, que es el amor a Dios, el alma se preocupa entonces de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de permanecer y de crecer en la caridad.

Entendimiento: Mediante este don el Espíritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios" (1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de esa capacidad penetrante que le abre el corazón a la gozosa percepción del designio amoroso de Dios, al mismo tiempo hace también más límpida y penetrante la mirada sobre las cosas humanas. Gracias a ella se ven mejor los numerosos signos de Dios que están inscritos en la creación.

Fortaleza: el don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma en las habituales condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios, en el soportar ofensas y ataques injustos; en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la honradez. Es decir, tenemos que invocar del Espíritu Santo el don de la fortaleza para permanecer firmes y decididos en el camino del bien. Entonces podremos repetir con San Pablo: "Me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte" (2Cor 12,10).

Si con la Imposición de manos hemos recibido los 7 dones, el cristiano tiene que estar en un lugar propicio para activarlos en función de su propia edificación y la de la Comunidad Cristiana. Una Comunidad Cristiana abierta al Espíritu Santo, reaviva, redimensiona y vive con más autenticidad los otros carismas u opciones de vida Cristiana que están al servicio de la Iglesia y de la Evangelización.

Si la Comunidad Cristiana tiene su opción preferencial por los pobres y el Papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Ecclesia in Europa” del 28 de Junio del 2003 en su apartado: “Dar esperanza a los Pobres” (Cf. EiE 86-89), sitúa a los enfermos como pobres, la enfermedad es una clase de pobreza, la RCC tiene su campo de misión en este sector y tiene que ser estimulada para que continúe su misión entre los enfermos y podría dar una gran vitalidad a la Pastoral de Enfermos en su equipo de visitadores de enfermos.