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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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jueves, 1 de noviembre de 2007

Convencemos cuando estamos convencidos / Autor: José H. Prado Flores

La vida de Andrés la podemos ver en tres etapas sucesivas pero íntimamente interdependientes: Pescador, seguidor de Juan Bautista y discípulo de Jesús. Sin embargo existe una gran diferencia entre cuando fue seguidor del Bautista que cuando encontró a Jesús y se hizo discípulo suyo.
Veamos cada una de estas tres etapas

A. Pescador del Mar de Tiberíades

Andrés, más conocido por ser el hermano de Simón Pedro, fue primeramente pescador del lago de Galilea, lo cual definió su carácter y personalidad.
Andrés y Simón, hijos de Jonás, habían nacido en Betsaida pero trabajan en Cafarnaúm.
Eran dos hermanos inseparables que compartían barca, trabajo y muy posiblemente hasta la casa.

B. Discípulo de Juan Bautista

En la ribera occidental del rió Jordán brotó un lucero que muy pronto se convirtió en el astro más brillante del firmamento religioso de Israel. Su nombre era Juan y era más conocido como El Bautista, porque proclamaba un bautismo de conversión. Andrés se alistó en las filas del agreste predicador del desierto, lo cual moldeó una firme voluntad.

El predicador no vestía con los lujos de los poderosos de este mundo. Su apariencia era austera, su comida parca y su mensaje taladraba los corazones. El escenario de su predicación era poco acogedor: El candente desierto. Pero tenía una lengua de fuego, cosa extraña en una época en que el legalismo y formalismo habían sofocado las voces proféticas.

Su mensaje era muy esperanzador como comprometedor: El tiempo está cerca; ya está viniendo el Mesías. Prepárense para su llegada, que ya es inminente.


C. Discípulo de Jesús

Posteriormente Andrés fue llamado para ser discípulo del mensajero de buenas noticias de Nazaret. Pero en cuanto encontró al Mesías anunciado por los profetas y esperado por los siglos fue a buscar a su hermano Simón para llevarlo a Jesús.
Leamos el pasaje bíblico en primera persona, como si fuera narrado por el mismo Andrés:

Al día siguiente, mi maestro Juan (Bautista) se encontraba de nuevo en el mismo lugar conmigo y con otro discípulo. Mientras Jesús pasaba, Juan el Bautista fijó en él la vista y nos dijo: «Ese es el Cordero de Dios.»
Nosotros, en cuanto escuchamos esto seguimos a Jesús.
Jesús, al ver que lo seguíamos, se volvió y nos preguntó: « ¿Qué buscan?» Le contestamos: «Rabbí (que significa Maestro), ¿dónde vives?» Jesús nos dijo: «Vengan y lo verán.»
Fuimos, vimos dónde vivía y nos quedamos con él aquel día. Eran como las cuatro de la tarde.
Yo, Andrés, encontré primero a mi propio hermano Simón y le dije: «He encontrado al Mesías» (que significa el Cristo). Y se lo presenté a Jesús.
Jesús miró fijamente a mi hermano Simón y le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan, pero te llamarás Kefas» (que quiere decir Piedra):
Jn 1,35-42.

Cuenta el relato bíblico que en cuanto Andrés encontró a Jesús, regreso con su hermano Simón para invitarlo y traerlo a Jesús. No pudo permanecer pasivo y quiso compartir con él el tesoro largamente anhelado que acababa de encontrar.
Había compartido con él la sangre familias, la profesión. Ahora no podía perder la oportunidad de compartir el tesoro que acababa de encontrar.

Sin embargo, esto plantea una cuestión muy interesante: ¿Por qué no invitó a Simón antes, para que se hiciera discípulo de El Bautista; y si lo hubiera intentado, por qué no logró que su hermano siguiera al austero predicador del desierto de Judea? En ambos casos la causa es la misma. Analicemos cada una de estas posibilidades.

- Si no lo invitó seguramente se debió a que le faltaba un resorte para hacerlo: No estaba seducido por las palabras ni la vida del Bautista. Le faltaba estar obsesionado por aquel hombre que bautizaba en las riberas del río Jordán. Sin duda que Juan no llenaba plenamente el corazón, los anhelos y las expectativas del pescador de Galilea.

No tenía la motivación interna como para llamarlo a seguir al maestro del norte del Mar Muerto.

El que no está convencido ni siquiera intenta convencer, pues sabe que no puede convencer de lo que él mismo no esta fascinado.

- También existe el 50 por ciento de probabilidades que sí haya buscado a Simón para que se hiciera discípulo de Juan Bautista, pero no haya tenido éxito. La causa es exactamente la misma. No lo pudo convencer porque sus argumentos fueron insuficientes. Sus palabras tenían un acento hueco que no lograba penetrar el corazón de su hermano Simón. Andrés, discípulo de Juan, no contaba con esa fuerza que lo impulsara para tratar de persuadir a su hermano; o tal vez no tenia ese convencimiento seductor para que su hermano dejara redes y barca por un motivo superior.

Quien no está convencido no convence. Nuestros sermones y homilías inspiran en la proporción en que nosotros mismos estamos convencidos de aquello que predicamos. El cristianismo crece y se profundiza en la medida en que nosotros creemos firmemente lo que predicamos.

Con Jesús

Cuando Andrés encontró a Jesús sucedió lo contrario: fue a testificar a su hermano. Estaba seducido por las palabras del predicador de Nazaret y no podía dejar de hablar de su experiencia vital de aquel día a las cuatro de la tarde. Y logró que su hermano dejara todo para ser discípulo del maestro de Nazaret.

Andrés estaba tan convencido que fue capaz de atraer a Simón Pedro para que dejara redes y barca, y se alistara para ser pescador de hombres.... Su éxito, a diferencia de cuando era discípulo de El Bautista, radicaba en que ahora sí estaba convencido de Jesús, y sus palabras. Su estilo de vida le fascinaba y tenía esa convicción para que su hermano le creyera y fuera capaz de acompañarlo en su seguimiento de Jesús.
Tal vez lo que convenció a Andrés fue el diferente enfoque entre Juan y Jesús: El bautista proclamaba: Conviértanse porque el Mecías está cerca. Jesús en cambio anunciaba: ¡Porque el Mesías ha llegado, ahora sí son capaces de convertirse!

Si estamos convencidos de lo que hemos visto y oído, entonces basta que encontremos a alguien para que le compartamos el testimonio de nuestra experiencia vivida. Si lo pensamos o comenzamos un largo discernimiento sobre la oportunidad de testificar, si titubeamos o pensamos que no vamos a lograr nuestro objetivo, en realidad estamos dudando de la validez de nuestra experiencia.

Conclusión

Andrés nos cuestiona con agresividad: Cuando permanecemos pasivos y no logramos convencer, lo más seguro es que nosotros mismos no estamos convencidos ni seducidos.

El evangelio está lleno de casos de personas que habiendo encontrado a Jesús no necesitan ir a un curso o hacer un retiro para transformarse en testigos.

El que ha escuchado las palabras de Jesús inmediatamente va a buscar a su hermano y logra traerlo a Jesús.

Así pues, por los frutos de nuestro testimonio podríamos darnos cuenta qué tan convencidos estamos de aquello que anunciamos o enseñamos.

El abandono confiando a la Divina Providencia (III) / Autor: San Claudio de la Colombière


3. Recurso a la oración

Es extraño que habiéndose comprometido Jesucristo tan a menudo y tan solemnemente a atender todos nuestros votos, la mayor parte de los cristianos se quejan todos los días de no ser escuchados. Pues, no se puede atribuir la esterilidad de nuestras oraciones a la naturaleza de los bienes que pedimos, ya que no ha exceptuado nada en sus promesas: Omnia quaecumque Orantes petitis credite quia accipietis (creed que obtendréis cuanto pidiereis por la oración). Tampoco se puede atribuir esta esterilidad a la indignidad de los que piden, pues lo ha prometido a toda clase de personas sin excepción: Omnis qui petit accipit (quien pide, recibe). ¿De dónde puede venir que tantas oraciones nuestras sean rechazadas? ¿Quizás no se deba a que como la mayor parte de los hombres son igualmente insaciables e impacientes en sus deseos, hacen demandas tan excesivas o con tanta urgencia que cansan, que desagradan al Señor o por su indiscreción o por su importunidad? No, no; la única razón por la que obtenemos tan poco de Dios es porque le pedimos demasiado poco y con poca insistencia.

Es cierto que Jesucristo nos ha prometido de parte de su Padre, concedernos todo, incluso las cosas mas pequeñas; pero nos ha prescrito observar un orden en todo lo que pedimos y, sin la observancia de esta regla, en vano esperaremos obtener nada. En San Mateo se nos ha dicho: Buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura: Quaerite primum regnum Dei, et haec omnia adicientur vobis.

PARA OBTENER BIENES

No se os prohíbe desear las riquezas, y todo lo que es necesario para vivir, incluso para vivir bien; pero hay que desear estos bienes en su rango, y si queréis que todos vuestros deseos a este respecto se cumplan infaliblemente, pedid primero las cosas más importantes, a fin de que se añadan las pequeñas al daros las mayores.

He aquí exactamente lo que le sucedió a Salomón. Dios le había dado la libertad de pedir todo lo que quisiera, él le suplicó de concederle la sabiduría, que necesitaba para cumplir santamente con sus deberes de la realeza. No hizo ninguna mención ni de los tesoros ni de la gloria del mundo; creyó que haciéndole Dios una oferta tan ventajosa tendría la ocasión de obtener bienes considerables. Su prudencia le mereció en seguida lo que pedía e incluso lo que no pedía. Quia postulasti verbum hoc, et non petisti tibi dies multos, nec divitias..., ecce feci tibi secundum sermones tuos: Te concedo de gusto esta sabiduría porque me la has pedido, pero no dejaré de colmarte de años, de honores y de riquezas, porque no me has pedido nada de todo esto: Sed et haec quae non postulasti, divitias scilicet et gloriam.

Si este es el orden que Dios observa en la distribución de sus gracias, no nos debemos extrañar que hasta ahora hayamos orado sin éxito. Os confieso que a menudo estoy lleno de compasión cuando veo la diligencia de ciertas personas, que distribuyen limosnas, que hacen promesa de peregrinaciones y ayunos, que interesan hasta a los ministros del altar para el éxito de sus empresas temporales. ¡Hombres ciegos, temo que roguéis y que hagáis rogar en vano! Hay que hacer estas ofrendas, estas promesas de ayunos y peregrinaciones, para obtener de Dios una entera reforma de vuestras costumbres, para obtener la paciencia cristiana, el desprecio del mundo, el desapego de las criaturas; tras estos primeros pasos de un celo regulado, hubierais podido hacer oraciones por el restablecimiento de vuestra salud y por el progreso de vuestros negocios; Dios hubiera escuchado estas oraciones, o mejor, las hubiera prevenido y se hubiera contentado de conocer vuestros deseos para cumplirlos.

Sin estas gracias primeras, todo lo demás podría ser perjudicial y de ordinario así es; he aquí por qué somos rechazados. Murmuramos, acusamos al Cielo de dureza, de poca fidelidad en sus promesas. Pero nuestro Dios es un Padre lleno de bondad, que prefiere sufrir nuestras quejas y nuestras murmuraciones, antes que apaciguarías con presentes que nos serían funestos.

PARA APARTAR LOS MALES

Lo que he dicho de los bienes, lo digo también de los males de que deseamos vernos libres. Alguien dirá que él no suspira por una gran fortuna, que se contentaría con salir de esta extrema indigencia en la que sus desgracias lo han reducido; deja la gloria y la alta reputación para los que la ansían, desearía tan sólo evitar el oprobio en que le sumergen las calumnias de sus enemigos; en fin, puede pasarse de los placeres, pero sufre dolores que no puede soportar; desde hace tiempo está rogando, pide al Señor con insistencia a ver si quiere suavizarlos; pero le encuentra inexorable. No me sorprende; tenéis males secretos mucho mayores que los males de que os quejáis, sin embargo son males de los que no pedís ser librados; si para conseguirlo hubierais hecho la mitad de las oraciones que habéis hecho para ser curados de los males exteriores, haría ya mucho tiempo que hubierais sido librados de los unos y de los otros. La pobreza os sirve para mantener en humildad a vuestro espíritu, orgulloso por naturaleza; el apego extremo que tenéis por el mundo os hace necesarias estas medicinas que os afligen; en vosotros las enfermedades son como un dique contra la inclinación que tenéis por el placer, contra esta pendiente que os arrastraría a mil desgracias. El descargaros de estas cruces, no sería amaros, sino odiaros cruelmente, a no ser que os concedan las virtudes que no tenéis. Si el Señor os viera con cierto deseo de estas virtudes, os las concedería sin dilación y no sería necesario pedir el resto.

NO SE PIDE BASTANTE

Ved cómo por no pedir bastante, no recibimos nada, porque Dios no podría limitar su liberalidad a pequeños objetos, sin perjudicarnos a nosotros mismos. Os ruego observéis que no digo que no se puedan pedir prosperidades temporales sin ofenderle, y pedir ser liberados de las cruces bajo las que gemimos; sé que para rectificar las oraciones por las que se solicita este tipo de gracias basta con pedirlas con la condición de que no sean contrarias ni a la gloria de Dios, ni a nuestra propia salvación; pero como es difícil que sea glorioso a Dios el escucharos o útil para vosotros, si no aspiráis a mayores dones, os digo que en tanto os contentéis con poco, corréis el riesgo de no obtener nada.

¿Queréis que os dé un buen método para pedir la felicidad incluso temporal, método capaz de forzar a Dios para que os escuche? Decidle de todo corazón: Dios mío, dadme tantas riquezas que mi corazón sea satisfecho o inspiradme un desprecio tan grande que no las desee más; libradme de la pobreza o hacédmela tan amable que la prefiera a todos los tesoros de la tierra; que cesen estos dolores, o lo que será aún más glorioso para Vos, haced que cambien en delicias para mí y que lejos de afligirme y de turbar la paz de mi alma lleguen a ser, a su vez, la fuente más dulce de alegría. Podéis descargarme de la cruz; podéis dejármela, sin que sienta el peso. Podéis extinguir el fuego que me quema; podéis hacer, que en lugar de apagarlo para que no me queme, me sirva de refrigerio, como lo fue para los jóvenes hebreos en el horno de Babilonia. Os pido lo uno o lo otro. ¿Qué importa el modo como yo sea feliz? Si lo soy por la posesión de los bienes terrestres, os daré eternas acciones de gracias; si lo soy por la privación de estos mismos bienes, será un prodigio más gloria a vuestro nombre quedará estaré aún más reconocido.

He aquí una oración digna de ser ofrecida a Dios por un verdadero cristiano. Cuando roguéis de este modo, ¿sabéis cuál es el efecto de vuestros votos? En primer lugar estaréis contento suceda lo que suceda; ¿acaso desean otra cosa los que están deseosos de bienes temporales que estar contentos? En segundo lugar, no solamente no obtendréis infaliblemente una de las dos cosas que habéis perdido, sino que ordinariamente obtendréis las dos. Dios os concederá el disfrute de las riquezas; y para que las poseáis sin apego y sin peligro, os inspirará a la vez un desprecio saludable. Pondrá fin a vuestros dolores, y además os dejará una sed ardiente que os dará el mérito de la paciencia, sin que sufráis. En una palabra, os hará felices en esta vida y temiendo que vuestra dicha no os corrompa, os hará conocer y sentir la vanidad. ¿Se puede desear algo más ventajoso? Nada, sin duda. Pero como una ventaja tan preciosa es digna de ser pedida, acordaos también que merece ser pedida con insistencia. Pues la razón por la que se obtiene tan poco, no es solamente porque se pide poco, es también porque, se pida poco o mucho, no se pide bastante.

PERSEVERANCIA EN LA ORACIÓN

¿Queréis que todas vuestras oraciones sean eficaces infaliblemente? ¿Queréis forzar a Dios a satisfacer todos vuestros deseos? En primer lugar digo que no hay que cansarse de orar. Los que se cansan después de haber rogado durante un tiempo, carecen de humildad o de confianza; y de este modo no merecen ser escuchados. Parece como si pretendierais que se os obedezca al momento vuestra oración como si fuera un mandato; ¿no sabéis que Dios resiste a los soberbios y que se complace en los humildes? ¿Qué? ¿Acaso vuestro orgullo no os permite sufrir que os hagan volver más de una vez para la misma cosa? Es tener muy poca confianza en la bondad de Dios el desesperar tan pronto, el tomar las menores dilaciones por rechazos absolutos.

Cuando se concibe verdaderamente hasta dónde llega la bondad de Dios, jamás se cree uno rechazado, jamás se podría creer que desee quitarnos toda esperanza. Pienso, lo confieso, que cuando veo que más me hace insistir Dios en pedir una misma gracia, más siento crecer en mí la esperanza de obtenerla; nunca creo que mi oración haya sido rechazada, hasta que me doy cuenta de que he dejado de orar; cuando tras un año de solicitaciones, me encuentro en tanto fervor como tenía al principio, no dudo del cumplimiento de mis deseos; y lejos de perder valor después de tan larga espera, creo tener motivo para regocijarme, porque estoy persuadido que seré tanto más satisfecho cuanto más largo tiempo se me haya dejado rogar. Si mis primeras instancias hubieran sido totalmente inútiles, jamás hubiera reiterado los mismos votos, mi esperanza no se hubiera sostenido; ya que mi asiduidad no ha cesado, es una razón para mi el creer que seré pagado liberalmente.

En efecto, la. conversión de san Agustín no fue concedida a santa Mónica hasta después de diez y seis años de lágrimas; pero también fue una conversión incomparablemente más perfecta que la que había pedido. Todos sus deseos se limitaban a ver reducida la incontinencia de este joven en los límites del matrimonio, y tuvo el placer de verle abrazar los más elevados consejos de castidad evangélica. Había deseado solamente que se bautizara, que fuera cristiano, y ella le vio elevado al sacerdocio, a la dignidad episcopal.

En fin, ella sólo pedía a Dios verle salir de la herejía y Dios hizo de él la columna de la Iglesia y el azote de los herejes de su tiempo. Si después de un año o dos de oraciones, esta piadosa madre se hubiera desanimado, si después de diez o doce años, viendo que el mal crecía cada día, que este hijo desgraciado se comprometía cada día en nuevos errores, en nuevos excesos, que a la impureza había añadido la avaricia y la ambición; silo hubiera abandonado todo entonces por desesperación, ¡ cuál hubiera sido su ilusión! ¿Qué agravio no hubiera hecho a su hijo? ¡ De qué consolación no se hubiera privado ella misma! ¡De qué tesoro no hubiera frustrado a su siglo y a todos los siglos venideros!

UNA CONFIANZA OBSTINADA

Para terminar, me dirijo a aquellas personas que veo inclinadas a los pies del altar, para obtener estas preciosas gracias que Dios tiene tanta complacencia en vernos pedir. Almas dichosas, a quienes Dios da a conocer la vanidad de las cosas mundanas, almas que gemís bajo el yugo de vuestras pasiones y que rogáis para ser librados de ellas, almas fervientes que estáis inflamadas del deseo de amar a Dios y de servirle como los santos le han servido y usted que solicita la conversión de este marido, de esta persona querida, no os canséis de rogar, sed constantes, sed infatigables en vuestras peticiones; si se os rechaza hoy, mañana lo obtendréis todo; si no obtenéis nada este año, el año próximo os será más favorable; sin embargo, no penséis que vuestros afanes sean inútiles: Se lleva la cuenta de todos vuestros suspiros, recibiréis en proporción al tiempo que hayáis empleado en rogar; se os está amasando un tesoro que os colmará de una sola vez, que excederá a todos vuestros deseos.

Es necesario descubriros hasta el fin los resortes secretos de la Providencia: La negativa que recibís ahora no es más que un fingimiento del que Dios se sirve para inflamar más vuestro fervor. Ved cómo obra respecto a la Cananea, cómo rehúsa verla y oírla, cómo la trata de extranjera y más duramente aún. ¿No diréis que la importunidad de esta mujer le irrita más y más? Sin embargo, dentro de Él, la admira y está encantado de su confianza y de su humildad; y por esto la rechaza. ¡ Oh clemencia disfrazada, que toma la máscara de la crueldad con qué ternura rechazas a los que más quieres escuchar! Guardaos de dejaros sorprender; al contrario, urgid tanto más cuanto más os parezca que sois rechazados.

Haced como la Cananea, servios contra Dios mismo de las razones que pueda tener para rechazaros. Es cierto debéis decir, que favorecerme sería dar a los perros el pan de los hijos, no merezco la gracia que pido, pero tampoco pretendo que se me conceda por mis méritos, es por los méritos de mi amable Redentor. Si, Señor, debéis temer que haya más consideración a mi indignidad que a vuestra promesa, y que queriendo hacerme justicia os engañéis a vos mismo. Si fuera más digno de vuestros beneficios, os seria menos glorioso el hacerme partícipe de ellos. No es justo hacer favores a un ingrato; ¡oh, Señor!, no es vuestra justicia lo que yo imploro, sino vuestra misericordia. ¡Mantén tu ánimo! dichoso de ti que has comenzado a luchar tan bien contra Dios; no le dejes tranquilo; le agrada la violencia que le hacéis, quiere ser vencida. Haceos notar por vuestra importunidad, haced ver en vosotros un milagro de constancia; forzad a Dios a dejar el disfraz y a deciros con admiración:

Magna est fides tua, fiat tibi sicut vis: Grande es tu fe; confieso que no puedo resistirte más; vete, tendrás lo que deseas, tanto en esta vida como en la otra.

El don de un amor absoluto / Jaume Boada i Rafí O.P.

"Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir. Peleamos y fuiste más fuerte", dice el profeta Jeremías.

Tu quieres hacer de tu vida un don de amor absoluto. Has oído su voz. Decidiste convertir tu vida en una búsqueda, y llegas a comprender que tu oblación sólo tiene sentido cuando la vives en toda su radicalidad, cuando es, en verdad, el don de un amor absoluto, de tu amor total.

Un día le dijiste al Señor con el profeta: "Me sedujiste y me dejé seducir; peleamos y fuiste más fuerte". Pero la historia no termina con estas palabras. Simplemente, empieza. Su realización es consecuencia de una fidelidad constante y creciente en amor.

Por el contrario, en la medida en que vayas admitiendo en tu vida, consciente o inconscientemente, las pequeñas infidelidades, irás sintiendo, o no sentirás nada, lo que es aún peor, que tu vida va perdiendo el sentido. El misterio de nuestra vida en Dios está en el TODO. Sólo en el TODO.

Teresa del Niño Jesús lo comprendió con claridad y lo expresó con la sencillez que les característica: "Oh, Jesús, amor mío. Por fin he encontrado mi vocación. Mi vocación es el amor. Sí, he hallado mi propio lugar en la Iglesia. Y este lugar es el que tú me has señalado, Dios mío: en el corazón de la Iglesia, que es mi madre, yo seré el amor. De este modo lo seré todo y mi deseo se verá colmado".

Teresa de Lisieux, es consciente de su pequeñez y de sus limitaciones, pero desde el principio de su vida busca convertirla en un don de su amor absoluto al Señor. Recordemos sus palabras: "Yo me considero como un pajarillo débil cubierto sólo de un ligero plumón. No soy águila. Sólo tengo de ella los ojos y el corazón. Pero, a pesar de mi extrema pequeñez, me atrevo a mirar al sol divino, sol de amor, y mi corazón siente en sí todas las aspiraciones del águila. El pajarillo quisiera volar hacia este brillante sol que fascina sus ojos. ¿Qué será de él?, ¿morirá de pena viéndose tan impotente?. ¡Oh, no! El pajarillo ni siquiera llega a afligirse. Con un abandono audaz quiere seguir mirando fijamente al divino Sol. Nada sería capaz de asustarle, ni el viento, ni la lluvia. Y si oscuras nubes vienen a ocultarle el Astro de Amor, el pajarillo no cambia de sitio. Sabe que, más allá de las nubes, su Sol sigue brillando y que su esplendor no podría eclipsarse ni un solo momento".

Yo te invito hoy a mirar junto al Señor, con una gran pobreza de alma y serenidad confiada, tu vida de cada día, tus ilusiones, tu realidad. Hazlo con sinceridad. Dile al Señor que te ayude a mirar tu vida. No revises, pero mira con paz la realidad de tu vida.

Y te propongo una pregunta para acompañar tu oración: Mi vida de cada día, ¿es expresión de que la quiero vivir como donación de mi amor absoluto?, o también, estas otras pequeñas preguntas: en todo lo que hago ¿me dejo llevar por el amor?. El tono de mi entrega diaria, de mi modo concreto de vivir, ¿permite pensar que sólo me mueve el amor?.

Más aún: te sugiero que ahora hagas tu oración así: haz silencio. Después de un largo tiempo de silencio, después de tomar conciencia de que Él está, hazle esta pregunta: "Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Pero quiero preguntarte, ¿ves en vida el don absoluto de mi amor a ti y a los hermanos?".

Después de esta viva oración, haz silencio y déjale hablar a Él.

Pienso, sinceramente, que te bastará con lo que te pueda decir el Señor. Si haces silencio, escucharás en verdad su voz.

Pero considero que es mi deber fraterno, sugerirte algunos caminos de reflexión y de oración.

Mira: en la vida importan siempre dos cosas: el amor que la mueve y los gestos concretos que lo expresas. Importa el momento de las grandes opciones y la pequeña vida de cada día en la que estas opciones se plasman. La oración, expresión de amor, y el servicio y entrega a los demás como compromiso de amor. La búsqueda sincera del Señor y la capacidad de olvido de ti mismo que esta búsqueda provoca. La globalidad de una vida y los pequeños momentos y pasos que la configuran.

Todo tiene su valor. Creo que no se puede decir que una cosa de estas que te acabo de señalar es más importante que otra. Mutuamente se complementan y se enriquecen, mutuamente se necesitan.

Por ello quiero decirte: tú, que buscas a Dios, deja que el amor mueva tu vida. Recuerda que te entregaste a Él. No olvides hacer de tu oración de cada día una expresión de tu amor. Haz de tu vida un don de tu amor absoluto. Que esto sea la raíz de lo que eres y de lo que haces.

Te has consagrado a Dios en virginidad, en el celibato. Eres de Él. Que tu donación sea signo de tu deseo de entrega sincera, constante, sin fin. Pero nunca olvides el camino necesario de todas las pequeñas cosas de cada día, y que el don de tu amor absoluto se pueda expresar en los hechos más habituales y corrientes de la vida diaria, esto es, tu trabajo, tu vida de relación fraterna, tu manera de hablar, de servir a los demás, toda tu manera de comportarte.

Como dice San Agustín: "Lo que es pequeño, es pequeño, pero la fidelidad a las cosas pequeñas por amor, es algo muy grande". Porque la fidelidad es un camino.

Piensa, por otra parte, que bastará que tú pongas el uno por cien de buena voluntad. El noventa y nueve restante ya lo pondrá el Señor con su gracia.

En mi vida sacerdotal me he encontrado con personas que viven con preocupación su fidelidad. Viven inquietas, no tienen confianza en su propia capacidad. Desconfían de sus posibilidades, hasta que descubren que el Señor les dice: "Sé pobra de alma, vive el presente como un don de mi amor, compártelo con tus hermanos con amor, y confía. Nada más".

En todo caso, siempre te basta su gracia.

Subsiste, sin embargo, una pregunta básica: Es hermoso decir "don de tu amor absoluto", pero, ¿es posible realizarlo en la vida?, ¿acaso esto no será pretender demasiado, mirar demasiado alto?.

Hace un tiempo escuché como una parábola que creo nos puede ayudar a comprender el sentido que ha de tener la respuesta a estas preguntas.

En la vida del espíritu ocurre como en el viaje que un navegante hace por el mar. Cuando va solo en su barca puede escoger dos medios para avanzar: puede usar los remos, con su esfuerzo, su ritmo de marcha. De este modo, aunque camine a base de esfuerzo, va navegando a su aire. En una segunda opción, puede desplegar plenamente las velas de su barca y dejarse llevar por el viento. Nunca olvida los remos, tanto en la primera como en la segunda opción necesita poner algo de sí mismo. Sin embargo, es clara la diferencia: en la primera opción lo más importante son los remos. En la segunda el viento, el viento del Espíritu, sí.

Podrás encontrar un gran paralelismo, salvadas siempre las diferencias de toda comparación, entre esta pequeña parábola del navegante y tu vida de oración y entrega a Dios.

El que ora, el que busca a Dios, el que se ha consagrado a Él puede optar por dos caminos: el ir por sus pasos, a su ritmo, a su aire, con sus precauciones, sus miedos, sus reservas, y con las limitaciones del propio esfuerzo y de la propia capacidad. O puede, por otra parte, lanzar el corazón y abandonarse de lleno al viento de Dios, a su Gracia.

Si miramos atentamente la diferencia entre estos dos caminos, podremos decir que es fácil escoger. Parece más fácil dejarse llevar por el aire que navegar a base del esfuerzo que hacemos remando. Pero, ¿no has pensado que, de hecho, nos gusta más, nos resulta más cómodo caminar a nuestro aire, caminar a tu aire?, ¿no te parece que pesa mucho en tu vida el miedo a la hora de dejarte llevar por el viento del Espíritu?.

Mira: hay muchas pregunta que reflejan este miedo: ¿Qué me puede pedir el Señor?, ¿acaso yo no estoy respondiendo ya a lo que el Señor espera de mí?, ¿porqué tengo que preocuparme de buscar más, de dar más?. ¡Ya basta con caminar así!

Cuando, en mi servicio sacerdotal y fraterno he tenido la ocasión de acercarme al camino interior de las almas, he podido comprobar que el Señor va llevando a cada una de ellas por un camino diferente. El viento y la fuerza del Espíritu son de una riqueza y variedad inimaginables. Pero siempre se da una realidad común: el que busca a Dios, el orante, el que ha consagrado su vida a Él, no estorba. Se abandona plenamente a la acción del Espíritu. A unos el Señor los llama por un camino de sufrimiento, de Cruz, de purificación constante. A otros, les señala el camino del amor y la ternura vividos y expresados en las pequeñas cosas. Para unos, el viento del Espíritu Santo es fuerte e impetuoso, como de tormenta. Para otros es una brisa suave.

Pero, en todo caso, piensa que si tú quieres pedir al Señor la gracia de poder hacer en tu vida el don absoluto de tu amor, tendrás que cuidar por tu parte la preparación para recibir esta gracia. Y esta preparación consiste en cuidad la pobreza de alma, el olvido de ti mismo. No permitas, hermano, que el egoísmo eche raíces en ti.

Vive, también, con delicadeza, tu vida espiritual. No se te pide que seas escrupuloso, pero sí delicado. Valora como un momento fuerte de esta delicadeza espiritual el sacramento de la reconciliación o de la penitencia.

Proponte hacerlo todo por amor, con amor desde el amor. Que este amor se concrete en su servicio y en tu entrega diaria a los hermanos. Pero piensa que si es una amor total, si es un amor evangélico, ha de ser un amor alegre, desinteresado, gratuito.

Vive despierto, atento. Que tu deseo de ser fiel al Señor pueda más que mil motivos de distracción que encuentres en tu vida.

Y, sobre todo, confía. Ten confianza, abandónate en las manos del Padre.

Tú quieres hacer de tu vida el don absoluto de tu amor. Convierte tu oración de hoy en súplica y en atención serena a la voz del Señor. Que Él te inunde con la iluminación del Espíritu Santo. Así podrás adquirir el conocimiento que ninguna palabra humana te puede dar.

Aprende de María el sí: Que se haga en mí según tu palabra. Él, el Señor, te ayudará siempre con su gracia.

Benditos sean... / Enviado por Vivy


Benditos sean los que tienden la mano para ayudar, los que intentan comprender, los que anhelan compartir.

Benditos sean lo que para dar su opinión no necesitan subirse a ningún podio, los que se hacen tiempo para escuchar y los que saben que siempre hay algo por aprender.

Benditos sean aquellos que tratan de pulir y de borrar sus mezquindades y no simplemente de ocultarlas.

Benditos sean los buenos amigos y el culto a la amistad.

Benditos sean los que llenan las noches de filosofía, los que riegan los caminos hacia la utopía con batallas épicas y los que a cada historia de amor la cargan de locuras.

Benditos sean los que disfrutan del sol y de la luna, del cielo abierto y de la noche cerrada, de escalar la montaña y de zambullirse en el mar.

Benditos sean los que pueden eludir la costra y ver la esencia, los que pueden gozar de la poesía que tiene este mundo maravilloso.

Benditos sean los que no abandonan sus principios ni sus raíces, pero que no se cierran a los cambios ni renuncian a intentar volar.

Benditos sean los que sueñan despiertos, sobre todo si sueñan mejorar el mundo que los rodea, y benditos los que del sueño saltan a la acción.

Benditos los que leen lo que otros escriben, los que escuchan atentamente a quienes tienen necesidad de hablar .

Benditos sean los que odian el egoísmo, el dolor, y la apatía ante la injusticia.

Benditos sean los que creen que nunca se llega al ideal pero luchan con pasión infatigable por sus ideales.

Benditos sean los que entienden que el amanecer en la playa, el pan recién horneado, la música y las caricias son partes de una fiesta que merecemos todos.

Benditos sean los que piden perdón, los que dicen gracias y los que no se olvidan de decir por favor.

Benditos sean los que aspiran que el mundo tenga lugar suficiente tanto para la hormiga laboriosa como para la cigarra, con su tan necesario arte.

Benditos sean los que quieren abolir las quejas, los que quieren que asciendan mucho los de abajo y desciendan un poco los de arriba.

Benditos sean los que no subsisten sollozando, mientras esperan el milagro, sino que se proponen forjar algo milagroso.

Benditos sean los que se arriesgan por las causas perdidas, por conquistar corazones y por el bien de los amigos.

Benditos sean los que se arriesgan a mostrar sus sentimientos.

Benditos sean los que se arriesgan.

Benditos sean los que aman la vida.

miércoles, 31 de octubre de 2007

Los 30 pecados de un músico católico



Vea ciertos errores por los cuales pasan algunos ministros de la música católica




1-Hacer del altar un escenario;
2- Imponer siempre su gusto personal;
3- Cantar por cantar;
4- "Sólo toco de mi modo";
5- Ir siempre contra la idea del equipo de celebración y del padre;
6- Escoger siempre las mismas músicas;
7- Nunca sonreír;
8- Usar instrumentos desafinados;
9- Tocar músicas de novela en boda;
10- Afinar los instrumentos durante la misa;
11- Colocar letra religiosa en músicas seculares de los tops 10
12- Nunca estudiar liturgia;
13- No prestar atención en la letra del canto;
14- No leer el Evangelio del día antes de escoger las músicas;
15- Cantar demasiado fuerte en el micrófono, o sea, el suyo es siempre el más alto;
16- Volumen de los instrumentos mucho por encima del volumen de los micrófonos;
17- Coro que canta todo solo;
18- Cantar sólo para exhibirse (estrellismo);
19- Distraer a la asamblea con conversaciones paralelas durante la misa;
20- No avisar al padre las horas que serán cantadas;
21- Nunca ensayar nuevas canciones ni estudiar el instrumento que ministra (voz, guitarra, teclado...);
22- Ensayar todo antes de la misa;
23- Cantar músicas desconocidas;
24- Usar ropa bien extravagante, que llame la atención;
25- Hacer de cuenta que está en un show de rock;
26- Perder contacto con la asamblea;
27- Músicas fuera de la realidad y del tiempo litúrgico;
28- Hacer el máximo de barullo;
29- No tener vida interior u oración con el ministerio entero;
30- Repetir en el fin de cada celebración: "ustedes son óptimos, yo soy sólo lo ¡máximo!"

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Texto de la página web de la Comunidad Canción Nueva

Cada día, alguien reza el rosario por ti / Habla Mauro Persici, del Movimiento Dominico del Rosario

(ZENIT.org).- Millones de personas de todo el mundo rezan el rosario de manera permanente, es decir, se pasan el testigo las veinticuatro horas del día.

Al concluir el mes del Rosario, Zenit ha entrevistado al sacerdote dominico Mauro Persici op, promotor del Movimiento Dominico del Rosario

Este movimiento «de comunión espiritual de oración» quiere ser una escuela del rosario en la meditación del «evangelio según María».

--¿Qué es el Movimiento Dominico del Rosario y cuáles son los fines que se propone?

--Mauro Persici: Hablando del rosario, la exhortación de Pablo VI «Marialis Cultus» recuerda que «los hijos de santo Domingo, por tradición, son custodios y propagadores de tan saludable devoción». Para ser fieles a esta preciosa herencia ‘familiar’, los dominicos de todos los tiempos se empeñaron siempre a todos los niveles, involucrando a numerosos fieles en el descubrimiento del ‘secreto’ del rosario. Normalmente, estos forman la ‘familia del rosario’. La comunión espiritual permite compartir el gran tesoro acumulado por las oraciones de todos aquellos que la forman.

Para poder ‘legalizar’ esta comunión espiritual en los siglos, los dominicos obtuvieron de la Iglesia el privilegio de poder crear asociaciones para unir a los fieles, según un camino que, pedagógicamente, acoge su disponibilidad. Surge así la asociación del ‘rosario viviente’, fundada por una laica dominica francesa, Pauline Jaricot, en 1826, y aprobada por Gregorio XVI, el 27 de enero de 1832, a la que se unen todos los que se comprometen a meditar diariamente un misterio del rosario.

La «fraternidad del rosario», fundada por un padre dominico, el beato Alano de la Roche op, en 1470, y aprobada por Sixto IV, el 12 de mayo de 1479, en la que se unen todos aquellos que se empeñan en meditar un rosario entero durante la semana (o cinco misterios todos los días).

La asociación del «rosario perpetuo», fundada por el padre Timoteo Ricci op, en 1630, y aprobada por Alejandro VII, en 1656, a la que se unen quienes, perteneciendo ya a la ‘fraternidad del rosario’, quieren velar una hora en oración con María en un día y en un horario prefijado del mes.

Junto a muchísimas otras personas, que aún no perteneciendo comparten el espíritu, estas asociaciones forman la llamada ‘familia del rosario’, o Movimiento Dominico del Rosario.

Tratando de describir el movimiento, pienso que he subrayado también lo que se propone. Los fieles a menudo manifiestan el deseo de ser acompañados para crecer en la «escuela del rosario».

El movimiento asegura su asistencia material y espiritual con visitas, predicaciones, momentos de meditación y oración, materiales, formación, encuentros y congresos. «Escuela del rosario», en la que crecer para contemplar a Cristo con María, recordar a Cristo con María, aprender a Cristo con María, conformarse con Cristo con María, suplicar a Cristo con María y anunciar a Cristo con María.

--En un mundo cada vez más secularizado, ¿cómo se desarrolla la red de personas que rezan el rosario? ¿Cómo es posible que después de casi ocho siglos esta práctica no haya nunca desaparecido entre los fieles de la Iglesia? ¿Cuál es el significado de la oración del rosario hoy?

--Mauro Persici: Es verdad que según el momento cambian situaciones, medios y oportunidades pero lo que no cambia es el modo de transmitir la fe y, por tanto, tampoco de la devoción mariana y del rosario.

Ya sea visitando un sitio internet, en el ambiente familiar, la lectura de un libro o el testimonio de un amigo, o un momento ‘fuerte’ en la vida, o la visita de un lugar, algo impresiona, se abre camino y... ¡contagia!

Ya sea que parta de una costumbre o una curiosidad, de la escucha o la lectura, de un interés o una necesidad, se dibuja una presencia nunca notada, o se descubre la dulzura de un compañero de viaje al cual recurrir... tomando el rosario y desgranándolo entre los dedos, pensando.

Si luego se tiene la oportunidad de no detenerse, inevitablemente se dan pasos que llevan a encontrarse con otras personas que están viviendo la misma experiencia. ¡Cuántos grupos del rosario surgen naturalmente sólo de la buena voluntad! Preferimos prestar atención a estos grupos en estado «silvestre», para ayudarles a salir de la dimensión puramente devocional, proponiéndoles asistir a la escuela perpetua del rosario en la meditación del «evangelio según María».

Me pregunta por qué no ha desaparecido el rosario, ¿qué es lo que lo hace tan sólido? Ya he aludido antes al ‘secreto’ del rosario. Sí, porque podemos hablar de un secreto. Como subraya la «Rosarium Virginis Mariae», para la Iglesia, también al alba del III Milenio, meditar el rosario no se reduce sólo a unir padresnuestros y avemarías.

Por el contrario, desvela y nos introduce en un mundo: el de una viva fe que --frente al misterio, se interroga y se confía alegre en los brazos de la Virgen Santa, gustando la alegría de un verdadero encuentro con Jesús--, se concrete en un serio compromiso.

En otras palabras, el rosario ejemplifica, hace inteligible y ‘encarna’, compendiándola admirablemente, la actitud del fiel que, frente al hecho evangélico se deja interpelar para que, pidiendo libremente, reciba la potencia transformadora.

Todo esto se expresa bien cuando decimos que el rosario es como el «cordón umbilical» que, dentro de la Iglesia, nos une a la Virgen Santa, permitiéndonos, casi sin darnos cuenta, renacer como auténticos cristianos.

Dicho esto, para comprender el significado actual, creo que sea más que exhaustivo leer lo que, con la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae», el magisterio nos ha dicho al alba del tercer milenio.

--También en el mundo católico la devoción mariana se considera por algunos como una forma primitiva y popular de fe. ¿Cómo responder a estas críticas?

-- Mauro Persici: Creo que, en el mundo católico, una cierta desconfianza hacia la devoción mariana se deba a comportamientos ‘devocionistas’ que tienen muy poco que ver con la verdadera devoción mariana.

Comportamientos que merecerían un gran discernimiento aunque sólo sea para purificarlos Salvando lo que tienen de valioso, es más que necesaria una seria formación para que pueda madurar una verdadera espiritualidad mariana que sola podría reconciliar a todos sin ningún temor.

Y justo esta tarea es la que a menudo anima nuestro esfuerzo, aunque los resultados a veces dejen mucho que desear. Es más cómodo limitarse a manifestaciones devocionales que comprometerse en un serio camino con objeto de madurar una espiritualidad que sigue siendo siempre exigente. Para comprender todo esto, sería suficiente meditar el «Tratado de la verdadera devoción a María», así como los documentos del magisterio al respecto, y el primero la «Marialis cultus».

Por lo que si, por una parte, podría concordar con algunas objeciones respecto al modo como a menudo se vive la devoción mariana, por otra sin embargo no me contento con criticar sólo sino que me empeño más para que los fieles descubran y se pongan a la escucha de la tradición y del magisterio.

--¿Cuáles son las iniciativas que el movimiento que usted dirige ha querido desarrollar durante el mes mariano de octubre?

-- Mauro Persici: Las iniciativas que normalmente propongo para el mes de octubre se concretan antes. En las diversas zonas en las que actúo, ya en el mes de septiembre, se celebran jornadas en las que se convocan los «encuentros del rosario». Momentos en los que con la meditación, el compartir y la oración, invito a todos los fieles, pero de modo más apremiante a los que pertenecen al movimiento para que el siguiente mes de octubre cada uno pueda ser en su realidad una presencia significativa.

A los encuentros, normalmente siguen en el mes de octubre toda una serie de reuniones locales que, celebradas ya otras veces en el año, en este caso tratan de transmitir in situ lo que ha sido madurado comunitariamente en los encuentros.

Querría en cambio subrayar la iniciativa propuesta para el Jubileo y que todavía no se ha agotado: la «Peregrinatio Mariae». Al preparar el Jubileo, en muchas diócesis y parroquias se propusieron «Peregrinatio» que sin embargo me di cuenta que acababan siempre en las iglesias, a donde naturalmente eran invitados los fieles. Pero noté, más allá de cualquier caso esporádico, y por tiempos muy limitados, que todo se acababa allí.

Es decir, nunca se iba a las viviendas en las que, en cambio, faltando generalmente el clima de oración, había mayor necesidad. Entonces propuse a las parroquias una «Peregrinatio Mariae» en la que, tras una preparación más o menos articulada en la iglesia, la imagen de la Virgen del Rosario pasara luego una semana con las familias que desearan acogerla.

Concretamente, el domingo, al final de una de las misas, el párroco entrega públicamente la imagen a una familia que, custodiándola en casa por una semana, se compromete a encontrar cada día un momento en el que reunirse en oración.

En estos momentos de oración, se invita a privilegiar la meditación del santo rosario. Todavía hoy, recibimos los testimonios de las familias que redescubren lo más valioso que habían perdido: la comunión, la alegría y la confianza que emana de una oración compartida.

Entre otras cosas, ahora, estamos también empeñados en nuestro sitio Internet, visitado en estos años por miles de personas. El paso de los años ha hecho necesaria una seria renovación para poder prestar un buen servicio asequible y exhaustivo.

Cómo ayudar a los muertos / Autor: P. Jorge Loring

Quiero informarles a ustedes de un par de cosas que yo descubrí en mis primeros años de jesuita, y que a lo largo de la vida me han llenado de consuelo apostólico. Por eso las conservo hasta hoy. Las practico hasta hoy. Y pienso seguir practicándolas.

Es el modo de ayudar a los moribundos, y el modo de ayudar a los difuntos: las dos partes que va a tener esta conferencia. Creo que la mejor obra de caridad que podemos hacer es ayudar a una persona a bien morir, y ayudar a un alma que está en el purgatorio, que no puede hacer nada por ella misma, pero que desde aquí le podemos ayudar muchísimo. Pues vamos a ver si digo algo de esto.

***

Primero: Ayudar a los moribundos.


Miren ustedes, evidentemente que los colegios son una gran obra. Y por eso la Iglesia defiende la enseñanza religiosa frente a todos esos que quieren barrer de España la enseñanza religiosa. Ella mantiene los colegios por encima de todo, porque es una obra fundamental en la educación católica. Esto es clarísimo.

También es clarísimo que muchas personas que han pasado por un colegio de religiosos, mantienen a lo largo de su vida esa formación que recibieron en el colegio de religiosos. Mantienen una fe. Mantienen un hogar cristiano, porque desde pequeños los educaron así. Por lo tanto, no hay duda la gran labor que realizan los colegios religiosos. Ahora bien, hay mucha gente que pasó por colegios religiosos y después se les olvida todo, lo tiran todo por la borda y orientan su vida por caminos totalmente distintos de todo lo que aprendieron en el colegio de religiosos. Esto es así. Y todos conocemos nombres de personas famosas que han seguido este segundo camino.

***

¿Qué quiero decir? Que los colegios son una gran cosa, y la Iglesia quiere que haya colegios y haya educación religiosa.
Pero, hay un riesgo siempre. Estos niños, estos jóvenes, a quienes les dedicamos tanto tiempo, tanto esfuerzo, tanto sacrificio, tanto interés, ¿se van a mantener toda la vida en este camino? Quizás, si. Algunos, quizás no.

Pero, lo que yo hago con un moribundo, eso no se estropea ya. Si yo logro que un moribundo se arrepienta de sus pecados, pida perdón a Dios, muera en gracia y se salve, eso no se estropea ya. El interés que yo pongo por ayudar a un moribundo es la obra de caridad más eficaz y más apostólica de todas las que puedo hacer. Porque todas las demás personas a quienes yo procuro ayudar apostólicamente, quizás conserven todo lo que trabajo con ellas; pero no sé. No sé qué rumbo van a tomar a lo largo de su vida Ahora, lo que haga yo con un moribundo, ése es trabajo seguro. Si yo logro ayudar a un moribundo a que muera en gracia, es solución definitiva.

Eso ya no se estropea. Por eso es tan eficaz apostólicamente ayudar a bien morir a las personas. Es el mayor favor que yo puedo hacer a una persona. Lo va a disfrutar toda la eternidad. Esto puedo hacerlo de palabra con un familiar, o con un amigo a quien visito en su lecho de muerte. Pero también puedo ayudar a los moribundos de todo el mundo.

¿Cómo les ayudo a bien morir? Rezando por ellos. Pidiendo por ellos. Sencillo. Si la oración es eficaz, si la oración es infalible en algo, es cuando pido por un moribundo. Cristo en el Evangelio nos habla muchísimo de «Pedid y recibiréis», «Buscad y hallaréis»: de la fuerza de la oración. Cristo habla en el Evangelio incluso con frases hiperbólicas: «Pídele a esa higuera que se traslade al mar, y la higuera se trasladará al mar». La fuerza de la oración es impresionante.

Sólo hace falta una condición para que la oración sea eficaz: que yo pida lo que conviene; porque si yo pido lo que no conviene, Dios, naturalmente, no me hace caso. Como la madre de familia, que cuando el niño se echa a llorar porque quiere el cuchillo de cocina, la madre no le da el cuchillo de cocina, porque se va a cortar. Le da un sonajero, le da un juguete; pero no le da el cuchillo de cocina.

Si nosotros pedimos a Dios lo que no conviene, Dios no nos lo da. Nos dará otra cosa, pero no lo que pedimos. ¿Me conviene o no me conviene? Yo no sé, Dios sabrá. Yo pido que me toque la lotería: ¡a ver si me toca el gordo! A cuántas personas, a lo mejor, no les conviene que les toque el gordo! Puede ser su ruina espiritual. Yo pido la salud. En orden a la vida eterna, que es lo importante, a lo mejor gano más cielo con la enfermedad.

Ahora, lo que sí sé, es que si yo pido la conversión de un moribundo, eso conviene seguro. La condición indispensable es que yo pida una cosa buena. Esta condición se cumple si yo pido la conversión de un moribundo. Eficacia segura, infalibilidad segura. No hay más que una dificultad: que el otro quiera. Si el otro no quiere, no hay nada que hacer. Porque Dios no salva a nadie contra su voluntad. Dios no mete a la gente a empujones en el cielo. Hace falta que el otro quiera. Porque si el otro rechaza la gracia, nada.

Pero es evidente que si yo pido para un moribundo un aumento de gracia, ese moribundo recibe el aumento de gracia. Eso es infalible. Ahora, ese moribundo, ¿aceptará el aumento de gracia, o no lo aceptará? No sé. Quizás el otro rechace el aumento de gracia. Entonces no sirve. Pero como yo pido por todos los que van a morir hoy en el mundo, no todos van a rechazar la gracia recibida. Mañana pediré por los de mañana. Y pasado por los de pasado. Pero hoy, voy a pedir por todos los que van a morir hoy. Yo pido un aumento de gracia para todos los que van a morir hoy. Y Dios, seguro que les da ese aumento de gracia, porque pido una cosa buena.

Por lo tanto, gracias a mi oración, todos los que van a morir hoy, van a recibir un aumento de gracia. ¿Algunos la rechazarán? Pues quizás, sí. Pero, ¿y el que la aproveche? Alguno se aprovechará. ¿Cuántos? No sé. ¿Uno? ¿Cien? ¿Mil?. Alguno se aprovechará. Algunos de esos hombres iban a rechazar una gracia, que era suficiente, pero no era eficaz; no les bastaba. Pero al recibir esa nueva gracia que yo les consigo, piden perdón, se arrepientan, y se salvan. Y se han salvado gracias a mí. Gracias a la oración que yo he hecho por ellos Porque han correspondido a una gracia que no tenían.

Dios les había dado la gracia suficiente. Pero este aumento de gracia que yo he pedido para ellos, y que Dios no me la niega, hace que la gracia suficiente haya resultado eficaz. Si yo logro con mi oración de todos los días, un aumento de gracia, y algún moribundo cada día gracias a ese aumento de gracia pide perdón, se arrepiente y se salva, fijaos, ¡la cantidad de gente que se puede haber salvado gracias a mi oración!

***

Y, ¿qué oración hago para que se salven? ¿Cuándo hago esa oración?
Yo la hago en la santa Misa. En el punto central de la Misa. En el momento de la consagración. En la elevación, cuando estoy elevando la Sagrada Forma, y cuando estoy elevando la sangre de Cristo en el cáliz, yo digo esto:

«Señor mío y Dios mío: que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy. Amén».

«Señor mío y Dios mío» que es un acto de fe evangélico. Lo dijo Santo Tomás. Además es una devoción muy española y muy popular. Siempre nos han enseñado de pequeños que en la elevación digamos mirando a la Sagrada Forma y mirando al cáliz: «Señor mío y Dios mío». Después de este acto de fe tan bonito, tan español y tan evangélico «Señor mío y Dios mío», añado: «que tu santa redención» que se está repitiendo en la misa. El sacrificio de la misa es la repetición de la muerte de Cristo en la cruz.

Sigo: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna». Todos podemos tener un mal cuarto de hora. ¡Dios nos tenga de su mano! Hay que ser humildes y reconocer nuestra fragilidad. Tendría poca gracia que ayudemos a otros a morir, y nos condenemos nosotros: «triste cosa será, pero posible». Termino: «...que tu santa redención consiga mi salvación eterna y la de todos los que van a morir hoy Amén».

Esto lo digo todos los días en la Santa Misa, mientras tengo la Sagrada Forma en mis manos, y mientras tengo el cáliz. Dice San Alfonso María de Ligorio que quien pide su salvación, se salva. Por mi salvación y por la de los demás. Hoy por los de hoy, mañana por los de mañana y pasado por los de pasado.

Evidente, que mi oración conseguirá que alguno, que iba a morir en pecado, porque la gracia que tenía no le bastaba, con el aumento de gracia que yo le consigo pida perdón y se salve. Qué fenomenal obra de caridad con ese moribundo que se iba a condenar y gracias a mí se ha salvado. Y cuando él en el cielo sepa que se salvó gracias a mí, porque he pedido por él, y le he conseguido un aumento de gracia, ¡fijaos el ejército de amigos que tendremos en el cielo pidiendo a Dios e interesándose por nuestras cosas!

Por eso digo, qué eficaz obra de caridad, qué fenomenal obra de apostolado, pedir cada día por todos los que van a morir hoy. No hay duda que alguno se aprovechará de ese aumento de gracia que le hemos conseguido con nuestra oración.

***

Segundo: ayudar a los difuntos.


Para ayudar a los difuntos la Iglesia tiene el tesoro de las indulgencias. Es un tesoro espiritual que tiene la Iglesia. A mí me da pena cuando veo católicos que menosprecian las indulgencias. Prescinden de las indulgencias. Como si no existieran. Es despreciar un capitalazo espiritual.

Yo digo una cosa: si la Iglesia legisla sobre las indulgencias, es porque son una realidad. La Iglesia no nos va a engañar. Cuando la Iglesia dispone, reforma y aplica las indulgencias, es porque esto es una realidad. No vamos a pensar que la Iglesia nos está engañando, y nos habla de una cosa que es pura imaginación. Y la Iglesia legisla sobre las indulgencias.

Acaba de hacer una reforma de las indulgencias. En esta reforma de las indulgencias que ha hecho la Iglesia, ha quitado aquello que decíamos antes: «Trescientos días de indulgencia», «Siete años de indulgencia». Aquello lo ha quitado porque se prestaba a confusiones. La gente se creía que esos trescientos días eran trescientos días de purgatorio. Realmente no era eso. Era otra cosa más complicada. Prescindo. No digo lo que había antes, que lo han reformado, sino lo que hay ahora.

***

Hoy la Iglesia ha dejado dos tipos de indulgencia:
indulgencia parcial, indulgencia plenaria. Y nada más. ¿Qué es indulgencia parcial? Lo voy a explicar de modo que me entendáis, no con las palabras teológicas y técnicas.

Indulgencia parcial significa que la Iglesia me duplica mi mérito. Lo multiplica por dos. Si yo doy un beso a una medalla, ese beso vale según mi fervor. Si yo doy un beso muy frío, vale mucho menos que si doy un beso fervoroso. Entonces el valor de mi beso a la medalla, a la estampa, al crucifijo, a la Virgen, el valor de mi beso en orden a la vida eterna, depende de mi fervor. Si este objeto está indulgenciado con indulgencia parcial, se merece el doble. El fervor que yo pongo, se multiplica por dos. Ésa es la indulgencia parcial.

¿Y qué es indulgencia plenaria? Indulgencia plenaria es que suprime el purgatorio. Si la gana un moribundo no pasa por el purgatorio. Si la aplicamos a uno que está en el purgatorio, sale del purgatorio.

Primero, hay que decirlo, porque no todo el mundo lo sabe, el purgatorio es dogma de fe. La existencia del purgatorio es dogma de fe. La gente se cree que el purgatorio es lo mismo que el limbo. ¡No señor! El limbo no es dogma de fe y el purgatorio, sí. Está definido en los Concilios de Lyón y de Florencia.

San Pablo habla de que podemos ayudar a los difuntos. Pues si podemos ayudar a los difuntos, es a los del purgatorio. Los que están en el cielo, no necesitan ayuda. Y a los que están en el infierno, no les sirve de nada. Por lo tanto, si podemos ayudar a los difuntos, es a los que están en el purgatorio. El purgatorio es dogma de fe.

El alma que está en el purgatorio, sufre mucho; pero no le sirve a sí misma. No puede merecer para sí. El tiempo de mérito es la Tierra. En la vida terrena podemos merecer, para bien o para mal. Pero una vez que se acaba la vida, con la muerte, ya no se merece más. En el purgatorio, no se puede merecer. Pero nosotros podemos merecer para ellos. Les podemos aplicar una indulgencia plenaria. ¿Qué significa que yo gane para ellos una indulgencia plenaria? Que la saco del purgatorio.

Voy a explicar esto un poco más, en plan popular. Me gusta siempre buscar ejemplos que se entiendan. ¿Qué es eso de la indulgencia plenaria? Con la indulgencia plenaria se te quitan las cicatrices que dejaron en tu alma los pecados cometidos. Tú cometes un pecado mortal, y es una herida mortal. Esa herida mata tu alma. Si no te arrepientes, te condenas. Si te confiesas del pecado mortal, y se te cura la herida, ya no te condenas. Te han cerrado la herida, te han curado la herida; pero te han dejado una cicatriz. Los pecados perdonados dejan cicatrices, y de esas cicatrices te purificas en el purgatorio, antes de entrar en el cielo; porque en el cielo no puedes entrar con el rostro lleno de cicatrices. En el cielo hay que entrar presentable.

Os voy a contar una anécdota. Conozco yo a una señora, muy elegante. Tuvo un accidente de coche y se hizo una tremenda cicatriz en la cara, que la afeaba enormemente. Y yo no sé qué tratamiento de belleza, qué masaje eléctrico, yo no sé cómo se las arregló, que hoy no tiene cicatriz. Yo, porque lo sé, veo la cicatriz. Pero sólo le queda una leve línea. Se ha sometido a un tratamiento de belleza, y le han quitado la cicatriz. Y ahora ha recuperado la belleza que tenía antes.

Eso es el purgatorio: un tratamiento de belleza para el alma. Ese alma que está llena de cicatrices por todos los pecados mortales perdonados, pero que han dejado cicatrices. En el purgatorio, se purifican las cicatrices, se limpian las cicatrices, desaparecen las cicatrices. Y ya puedes entrar en el cielo presentable, que es cómo hay que entrar en el cielo.

***

Pues esta indulgencia plenaria, yo la puedo ganar o para mí, o para otro.
¿La puedo ganar para mí? Sí señor. Pero hay un problema. Para que yo gane una indulgencia plenaria para mí, tengo que tener total aborrecimiento de todo desorden. Porque si yo tengo un afecto desordenado, ya estoy mereciendo el purgatorio. Quizás, no infierno; pero por lo menos purgatorio. Porque tengo un afecto desordenado. Si yo tengo un afecto desordenado, no gano la indulgencia plenaria para mí.

Pero si yo aplico a otro una indulgencia plenaria, no importa que yo tenga un afecto desordenado. Si yo tengo un afecto desordenado, ya lo pagaré en el purgatorio. Pero, ¿qué culpa tiene el otro? Yo puedo ganar una indulgencia plenaria y aplicársela a otro. Es mucho más fácil ganar la indulgencia plenaria para otro, que para uno mismo. Para uno mismo es mucho más difícil. Pero para otro, facilísimo. Basta con hacer la obra indulgenciada y poner las condiciones.

En la reforma de indulgencias han quitado las indulgencias plenarias diarias, que había muchas, y han dejado cuatro. Nada más que cuatro. Que son: rezar el rosario en común o delante del Sagrario; media hora de oración delante del Santísimo; media hora de lectura de Biblia; y hacer el Vía-Crucis. Cualquiera de estas cuatro cosas tiene indulgencia plenaria cada día.

Una de las reformas es que sólo se puede ganar una indulgencia plenaria al día. Antes había las «Toties quoties» como la Porciúncula: que podías ganar un montón de indulgencias plenarias en un día. Ahora no. La Iglesia ha decidido dejar una sola plenaria al día. El Vía-Crucis, que es lo que yo hago todos los días, es rapidísimo de hacer. Yo no sé si tardo cinco minutos. No tardo más. En el Vía-Crucis no hay que pararse en las catorce estaciones. Ni rezar una cosa en cada estación. Basta recorrer las estaciones pensando en la Pasión. Y en una capilla pequeña, como la que tenemos los jesuitas en nuestras casas, la capilla la recorro en cinco minutos. En cinco minutos recorro, meditando en la Pasión, las estaciones del Vía-Crucis. Muy sencillo. Y gano la indulgencia plenaria.

Hacer la obra indulgenciada y después, ¿qué condiciones? Pues hay que confesar los ocho días antes o los ocho días después. Si confieso cada quince días, vale. Una comunión por cada indulgencia plenaria. Si comulgo todos los días, vale. Hay que rezar algo por el Papa. Un padrenuestro por las intenciones del Papa, que lo rezamos siempre, después del rosario o después del Vía-Crucis.

Fijaos que las condiciones no pueden ser más sencillas. Si yo todos los días hago un acto que tenga indulgencia plenaria, yo puedo sacar un alma del purgatorio cada día. Fijaos si esto no es fenomenal. Basta que me preocupe de rezar el rosario delante del Santísimo o en común; media hora de oración delante del Santísimo, que lo hacen montones de personas; leer la Biblia durante media hora o el Vía-Crucis. Con que te preocupes un poquitín, puedes sacar del purgatorio un alma al día.

Fijaos si esto no es una obra de caridad impresionante. Y después lo que significa tener en el cielo ese ejército de amigos que saben que tú los sacaste del purgatorio. Fíjate cómo estarán pidiendo a Dios por tus necesidades. Esto que digo, de preocuparse de las almas del purgatorio, me parece interesantísimo, por lo que tiene de caridad. Podemos aplicarla a un ser querido; pero también podemos dejarla en manos de Dios y de la Virgen para que las apliquen a las almas más necesitadas del purgatorio.

***

Hay una cosa que se llama « El voto de ánimas» que lo llaman «acto heroico de caridad». Yo, sinceramente, pienso que de heroicidad nada.


¿En qué consiste el voto de ánimas? No es voto, se llama así, pero no obliga bajo pecado. Y puede uno rectificarlo cuando quiera. Pero se llama «voto de ánimas». ¿Qué significa el voto de ánimas? Significa que yo renuncio a todos los méritos renunciables, porque hay méritos que son irrenunciables. En mis buenas obras, yo tengo méritos que son intransferibles. Pero hay otros méritos que yo puedo renunciar. Pues yo renuncio a todos los méritos que yo pueda renunciar, y los pongo en manos del Señor y de la Virgen, para que ellos los distribuyan entre las almas del purgatorio más necesitadas. Que ellos distribuyan como quieran los méritos míos.

Se llama «acto heroico de caridad», por lo que yo renuncio en favor de las almas del purgatorio. Pero yo digo: esto de heroico nada. Porque si dice Cristo: «Los misericordiosos alcanzarán misericordia», y si por hacer yo este acto de misericordia, después voy a tener la misericordia de Dios para conmigo, ¿qué más quiero? Soy yo el que salgo ganando, haciendo un acto de misericordia. Porque Dios después tendrá misericordia conmigo.

Si yo renuncio a ese tesoro espiritual mío, que he ganado con mis buenas obras, si con esa pequeña renuncia de mis pobres obras, logro ayudar a tantas almas que suban a la gloria, y después se interesan por mí, decidme si no es fenomenal tener en el cielo ese ejército de amigos míos, que saben que yo les ayudé a entrar en la gloria. Lo que se van a preocupar por mí.

Por eso decía el Padre Eduardo Fernández Regatillo, S.I., que era un teólogo de gran notoriedad: «Muchas personas de gran categoría espiritual y teológica, han hecho el voto de ánimas». Basta que un día en la misa se haga este ofrecimiento: «Señor, te ofrezco todo lo que yo pueda renunciar, en beneficio de las almas del purgatorio». ¡Los misericordiosos alcanzarán misericordia!

A ver si os animáis a ayudar a los moribundos y a las almas del purgatorio. Que vosotros saldréis ganando. Y ellos también. Muchas gracias.

Instancias, súplicas y exigencias / Autor: Enrique Monasterio


Revisando viejos papeles que debería haber destruido hace muchos años, encuentro la copia de una instancia que envié a un Coronel en mayo de 1964.

Me pregunto si todavía existen las instancias y si los más jóvenes saben de qué estoy hablando.

El Diccionario de la Academia dice que "instancia" equivale a "solicitud", pero no precisa más. Se quedan cortos nuestros sesudos académicos: la instancia fue todo un género literario administrativo de carácter mendicante y barroco con el que los ciudadanos tratábamos de conseguir gracias o mercedes de nuestros superiores. También servía para reclamar derechos, pero siempre con el mismo tono resbaladizo y sumiso.

Las instancias tenían tres apartados bien definidos: en el primero se consignaba el nombre y las circunstancias del peticionario. Luego venía la parte expositiva, en la que, a golpe de gerundio, se describía el fundamento de la solicitud; y en tercer lugar la súplica, que concluía así: "es gracia que espera alcanzar del recto proceder de vuecencia, cuya vida guarde Dios muchos años". Apabullado por tanto incienso, el recipiendario se licuaba de placer y por regla general se mostraba magnánimo.

Me interrumpe Kloster para asegurarme que las instancias todavía existen y aún se escriben en esos términos.

— ¿Estás seguro?

— Completamente.

Es un consuelo. Habría jurado que ya nadie se atreve a "suplicar", a implorar "gracias" y mucho menos a confiar en el recto proceder de un Excelentísimo Señor desconocido.

Y es que, desde hace veinte o treinta años, ya no se pide nada, ni se solicita, ni se ruega, ni –faltaría más– se suplica. Ahora, para estos menesteres, se conjuga el verbo "exigir".

"Los pilotos de Iberia exigen no pernoctar en Buenos Aires" –leo en un periódico–; "los empleados de Sintel exigen una respuesta del gobierno"; "los sinpapeles exigen papeles", "los consumidores exigen garantías sobre la calidad de la carne"; "las asociaciones de padres exigen la gratuidad de los libros de texto"; "el jefe de la oposición exige la dimisión del ministro de…"

Sin entrar en el contenido mismo de tales exigencias, es evidente que en ocasiones se llega a niveles poco razonables. Así, por ejemplo, con motivo de un atentado terrorista en el parking del aeropuerto, un ciudadano indignado dijo en la tele que había que exigir al gobierno que los coches estuviesen suficientemente alejados los unos de los otros para evitar tales catástrofes.

El problema es que vivimos en una sociedad de derechos. Nos han repetido, hasta la saciedad y sin matices, que tenemos derecho a la salud, y en consecuencia, al primer ataque de tos exigimos una pasta a la tabacalera. Y como también tenemos derecho al trabajo, al descanso, a las vacaciones, al bienestar, a una atmósfera limpia, a catorce pagas al año, a comer alimentos sanos y a vivir plácida y serenamente arropados por un Estado benefactor…, el resultado está a la vista: ha nacido una generación incapaz de entender que en esta vida hay muy pocas cosas exigibles; que la mayor parte de los favores que recibimos son gratuitos: nos llegan porque Dios es misericordioso y los hombres algunas veces también. La me generation, o "generación del yo" que diría el profesor Llano, nos ha salido respondona e impertinente. Cree completamente en serio que puede exigir el Paraíso "a quien corresponda" y se pasa la vida de morros reclamándolo a sus semejantes. Es una tribu de adolescentes crónicos, aunque muchos hayan cumplido los 60.


Parece una contradicción

Hace años, un veterano político metía levemente la pata en una rueda de prensa. La joven periodista que le interrogaba se lo hizo notar, y el político masculló en voz baja:

— Usted, perdone: me he equivocado.

La periodista quiso añadir algo, apenas un matiz, pero el político la cortó en seco casi gritando:

— ¡Señorita, ya le he dicho que me perdone! ¡Le exijo que me perdone!

Esta sorprendente "exigencia" de perdón me recuerda al bueno de mi gasolinero que, cada vez que llena el depósito, exige su propina con gesto inequívoco e implacable. Hace días tuve que disculparme porque no llevaba suelto. Me perdonó la vida; pero desde entonces ando inquieto, con cierto complejo de culpa.

Termino contemplando la vieja instancia que escribí hace tantos años. La guardo como una reliquia: no es que me entusiasme el estilo literario, pero también a mí me gustaría que, alguna vez, me digan eso tan bonito de "cuya vida guarde Dios muchos años".

martes, 30 de octubre de 2007

Condenas / Autor: P. Jesús Higueras

Mas Jesús se fue al monte de los Olivos. Pero de madrugada se presentó otra vez en el Templo, y todo el pueblo acudía a él. Entonces se sentó y se puso a enseñarles.
Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: "Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio.
Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?"
Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acuasarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra.
Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: "Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra."
E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio.
Incorporándose Jesús le dijo: "Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?"
Ella respondió: "Nadie, Señor." Jesús le dijo: "Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más."

Juan 8, 1-11

Recuerdo cómo en el colegio, de pequeños, cuando alguno hacía una trastada en clase, temía levantar la mano si el profesor preguntaba quién había sido, porque todos esperábamos el castigo correspondiente a nuestra infracción. Sólo los muy valientes levantaban la mano, decían “¡he sido yo!”, y aguantaban con estoicismo lo merecido.

Si esa es la mente de los hombres, no es la de Dios. El Evangelio lo corrobora, pues es sorprendida una mujer en fragante adulterio, y reconociéndose pecadora espera el castigo. Pero no el castigo de Dios, porque Dios no castiga. Esto es una cosa que todavía no hemos acabado de comprender: somos nosotros los que castigamos, somos los hombres los que siempre buscamos necesariamente un cabeza de turco, alguien en quien descargar nuestro sentimiento de culpabilidad, pensando que si condenamos a otros y hacemos del otro la personificación del mal, nosotros nos sentiremos más liberados de nuestras culpas o de nuestros sentimientos de culpabilidad. Sin embargo, qué bonito es ver cómo Jesús, que tantas veces había dicho que el Hijo del hombre no ha venido para condenar sino para salvar, hace realidad esta sentencia cuando se encuentra con la mujer adúltera. – “Mujer, ¿ quién te condena?”. – “Nadie, Señor”. Y el Señor contesta inmediatamente: -“Pues yo tampoco te condeno”. Él, que no había cometido pecado, que es el único inocente, y tampoco experimentó lo que era hacer daño, al no lo conocerlo para sí mismo, no lo quiso conocer para los demás.

¡Cuántas veces tenemos aún esa idea de un Dios que está con la lupa mirando nuestros pecados, para ver el más mínimo resquicio y provocar así nuestra condenación!. Qué caricatura tan falsa de Dios y qué idea tan equívoca es atribuir a Dios la tarea del Maligno, pues en el libro del Apocalipsis, para describir al demonio se le llama: “El acusador de nuestros hermanos, el que los acusaba ante nuestro Dios día y noche”(Ap. 12,10). Es propio de Dios salvar y es propio del Maligno condenar, destruir y acusar sin piedad. Es propio de Dios sanar las heridas, cambiar los corazones, ensalzar a los humildes que reconocen sus humillaciones.

Si entendiéramos la frase “misericordia quiero y no sacrificios”, veríamos que no tenemos ninguna autoridad moral para condenar a nadie, para juzgar a nadie, para criticar a nadie, para decir nada de nadie. El Señor lo dice en el Evangelio de éste domingo: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”, que se atreva a empezar, porque, ¿quién está limpio ante Dios?, ¿Quién puede decir que sus pecados son menos importantes que los pecados de los demás?. ¿Quién puede decir al hermano: “Yo soy mejor que tu”?.

Cada uno a nuestro nivel, según las luces y los dones que ha recibido, hemos de tener la honestidad y la honradez de reconocernos frágiles y limitados ante Dios, de no tener miedo a reconocernos pecadores. Porque al revés que en la sociedad civil, cuando uno se declara pecador es cuando está absuelto, y cuando uno no reconoce su culpabilidad, es cuando arrastra la culpa para siempre. Por eso condenamos con tanta facilidad a los demás, porque en definitiva no queremos sentirnos culpables o responsables de nuestras obras malas.

Qué inteligente es el Señor, cuando al despedirse de la mujer, le dice: “Yo no te condeno, vete y no peques más”. Porque perdonar no significa aprobar, ni aplaudir o decir que no ha pasado nada. Significa reconocer el error, y volver a dar la oportunidad a aquél que quiere realmente cambiar.

Simplemente dos preguntas al final de esta reflexión: ¿Qué escribiría el Señor en la tierra?, y segunda pregunta: ¿Dónde estaba el hombre con el que la mujer pecó?

La Constitución Dogmática “Gaudium et Spes” / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM















Es el documento que marca la base de los contenidos de la actual Doctrina Social de la Iglesia y por lo tanto leído en clave de misión nos viene a decir como la Evangelización llega a transformar la estructura de la sociedad, haciendo de la persona una promoción espiritual y humana. El esquema que señalo a continuación es tipo de revisión de vida.

VER.

* Los cambios tecnológicos han ocasionado cambios sociales. Han afectado a todo el mundo, individuos, familias, comunidades y naciones.

* Los conflictos se han recrudecido: riqueza acumulada en pocos y miseria en muchos; además de libertad y esclavitud psicológica.

* Resultados buenos y malos. Crece la convicción de que la humanidad es capaz de status en orden político conforme a la dignidad humana. Hasta ahora los cambios tecnológicos han propiciado la interdependencia, pero no han alentado las relaciones personales.

* Surge un nuevo humanismo en el que la empresa se define por sus responsabilidades ante el mundo. Hay peligro de que el cristiano dependa de los descubrimientos modernos y de buscar las realidades superiores.

JUZGAR.

I. La Iglesia: en el mundo experimenta la misma situación terrena; signo de los tiempos.

* La naturaleza humana se refleja en la historia, la ciencia y la cultura. La Iglesia puede recibir ayuda del mundo moderno para preparar el terreno al Evangelio.

* La Iglesia no está ligada a ningún sistema político, económico o social.

* La iglesia necesita purificarse constantemente.

* Su misión (salvadora y escatológica) empieza en este mundo. Por ello se preocupa y juzga las realidades terrenas.

II. Principios de reflexión:

* Sobre la dignidad humana.

a. El ser humano es creado a imagen de Dios (libre e inteligente); es sociable; experimenta en si mismo la división por el bien y el mal; su dignidad está en su libertad, para seguir su recta conciencia.

b. Ante el ateísmo, obstaculiza la liberación de la persona, pero el conocimiento de Dios no es contra la dignidad humana.

* Sobre la sociabilidad humana:

a. El perfeccionamiento del individuo y de la sociedad depende del esfuerzo de cada uno. El bien común se logra con la cooperación de todos. La Escritura prescribe el amor al prójimo. El amor es activo. Jesús nos llamó hijos de Dios para que nos amaramos como hermanos.

b. El mundo, en su realidad terrena, ha de ser envuelto en el espíritu cristiano que se muestra a través del ejemplo.

* Sobre el matrimonio y la familia:

a. Las familias son la base de la sociedad. De la estabilidad de las familias depende la salud de los individuos y de la sociedad.

b. El matrimonio tiene como destino: al procreación y la educación de los hijos; la ayuda y la comunidad de vida. Destruyen el matrimonio: el divorcio, el amor libre, el egoísmo, la poligamia, la idolatría del placer, ciertas condiciones socioeconómicas, políticas y la sobrepoblación.

c. La vida humana debe cuidarse desde el momento de la concepción, como algo sagrado.

* Sobre el desarrollo cultural:

a. La cultura ha de desarrollarse propiciando el crecimiento integral de la persona.

b. Dios habla para las diversas culturas.

c. La Iglesia ha de difundir el Evangelio mediante las diversas culturas.

d. La cultura necesita libertad para desarrollarse.

e. Todo ser humano tiene derecho a la cultura, al pensamiento y a su expresión. Las mujeres han de participar en la vida cultural.

* Sobre la actividad socioeconómica:

a. La persona humana es el origen, centro, y fin de toda la vida socioeconómica.

b. La justicia va contra las injusticias económicas actuales.

c. El trabajo humano es superior los otros factores y recursos de la vida económica. Por eso la actividad económica en detrimento del trabajador es errónea e inhumana.

d. Los trabajadores tienen derecho a participar de alguna manera en el funcionamiento y administración de la empresa.

e. Dios establece el destino universal de los bienes y la propiedad privada es un medio para que ese destino se realice. Por ello todos tienen derecho a los bienes que satisfagan sus necesidades personales y familiares.

f. El empleo es un camino para la recta distribución de los bienes.

g. Las autoridades públicas han de velar que no exista un mal uso de la propiedad privada y su función social.


* Sobre la paz:

a. La paz se basa en el amor, la armonía, la confianza y la justicia.

b. Las armas modernas ponen a la humanidad en situación crítica.


III. JUICIO: Hay que eliminar las causas de las injustas condiciones que afectan la dignidad de los hombres, de sus familias, de su desarrollo cultural y de una humana actividad socioeconómica.

ACTUAR:

I. La Iglesia exhorte a todos a mejorar el mundo (templo de Dios) alentando a la conversión del corazón. Los cristianos como individuos deben comprometerse a actuar por la evangelización del mundo, para que sea más humano.

II. Foméntese la paternidad responsable.

III. Que el pensamiento cristiano se exprese en términos asequibles a la cultura de los pueblos.

IV. Promover el desarrollo integral de la persona humana.

V. El progreso tecnológico debe adaptarse a la persona integral.

VI. Exigir una auténtica participación de los bienes.

VII. Apoyarse en la no violencia y respetar la objeción de conciencia.

VIII. Aunque se permita la defensa en sí, deben evitarse las guerras de conquista. Cese la carrera armamentista.

IX Crear las condiciones para una cooperación ecuménica en mira a la Justicia.

X La Iglesia esté atenta contra la injusticia

El Crucifijo de Mi Madre / Autor: Antonio F. Grillo


Le cubrío de besos,
le contó sus males,
que adornan su imagén;
puso en esa frente,
cubierta de sangre,
transida de pena,
sus labios amantes.

Junto en ramillete
las rosas del valle,
y cubrio con ellas
las plantas del Martir.
Le colgo a mi cuello
y con voz de angel;
"Guardale!" me dijo,
Llorando mi madre.

El limpio sudario
que envuelve sus carnes;
las negras espinas,
los clavos punzantes:
la lampara triste
que a intervalos arde,
al muro prestando
reflejos fugaces;
la cruz silenciosa
y el santo cadaver
en ella clavado
por raza culpable...
Oh cuanta ternura
guardara mi madre!

El sol en el cielo
se inflama radiante;
violetas y lirios
perfuman el aire;
ya tienen más musica
las funetes del valle;
vestidos de flores
se alegra mi aldea,
se ven los altares,
se alegra mi aldea;
y alli por las tardes
al son de la esquila
se reza la salve.
Feliz primavera!
Bendita la imagen
del Cristo a quien rezo
pensando en mi madre!

Yo siento a mis olas
hervir tempestades;
me acecha del mundo
la envidia cobarde;
el vicio asqueroso
con faz repugnante
su abismo me abre
su baba me arroja
más no la serpiente
con lucha implacable
podra de sus furias
del dardo arrojarme;
La Cruz de mi escudo,
y alli del combate
el Cristo me salva
que adoro mi madre!

Por eso a sus plantas
les rezo constante
por eso en el busco
remedio a mis males;
por eso arrancando
violetas del valle,
perfumo con ellas
las plantas del Martir;
por eso a mi cuello
llevando su imagén
de mi cuerpo mismo
forma el suyo parte:
por eso una noche,
cual siempre al besarme.
"Guardale!" me dijo
llorando mi madre.

Un cardenal exhorta a los fieles a ver el filme «Bella»

Considera a Eduardo Verástegui, protagonista, modelo de católico

(ZENIT.org).- El filme «Bella» está destinado a tener un impacto extraordinario en la vida de la gente, asegura el cardenal Justin Kigali, presidente de la Comisión para la Vida, de la Conferencia Episcopal de Estados Unidos.

El arzobispo de Filadelfia considera que la película, estrenada en este país el pasado 26 de octubre, «tiene un mensaje muy ligado a la vida: a los problemas de la vida, a los desafíos de la vida, al valor de la vida».

El purpurado ha escrito una carta a sus hermanos obispos animándoles a acoger proyecciones de «Bella», con la esperanza de difundir el mensaje del filme.

La película ganó el «People's Choice Award» 2006 en el Festival de Cine de Toronto.

«Bella» relata la historia de una joven encinta que pierde el trabajo, y de un hombre que no logra recuperarse de un trágico accidente pasado. La amistad cambia su vida y les da a los dos una nueva esperanza.

Los protagonistas son Eduardo Verástegui, Tammy Blanchard, Manny Pérez y Ali Landry.

A Verástegui, que ha sido músico y galán de cine, se le considera modelo de católico, tras una conversión espiritual que lo acercó de nuevo al catolicismo, y es ahora un decidido defensor del derecho a la vida, de la castidad y de su fe

En una entrevista concedida en julio a la cadena de televisión «Eternal Word», Verástegui subrayó que para él está claro: «el fin de mi vida, de nuestra vida. No he sido llamado y no nací para ser actor, no fui creado para ser famoso, rico, ingeniero, médico de éxito. He sido llamado a ser santo».

Alejandro Monteverde dirigió y contribuyó a la escenografía de «Bella», producida por Metanoia Films. Steve McEveety, productor de «Braveheart» y «La Pasión de Cristo», es el productor ejecutivo.

Para más información:
www.eduardoverastegui.com.ar/espanol/Bella/_bella_espanol.htm
O también:
http://www.bellathemovie.com

lunes, 29 de octubre de 2007

"Bienaventuranzas del político" / Autor: François-Xavier Card. Nguyên Van Thuân


Siervo de Dios,
el cardenal François-Xavier Nguyên Van Thuân
(1928-2002)


1. Bienaventurado el político que tiene un elevado conocimiento y una profunda conciencia de su papel.

El Concilio Vaticano II definió la política «arte noble y difícil» (Gaudium et spes, 73). A más de treinta años de distancia y en pleno fenómeno de globalización, tal afirmación encuentra confirmación al considerar que, a la debilidad y a la fragilidad de los mecanismos económicos de dimensiones planetarias se puede responder sólo con la fuerza de la política, esto es, con una arquitectura política global que sea fuerte y esté fundada en valores globalmente compartidos.

2. Bienaventurado el político cuya persona refleja la credibilidad.

En nuestros días, los escándalos en el mundo de la política, ligadas sobre todo al elevado coste de las elecciones, se multiplican haciendo perder credibilidad a sus protagonistas. Para volcar esta situación, es necesaria una respuesta fuerte, una respuesta que implique reforma y purificación a fin de rehabilitar la figura del político.

3. Bienaventurado el político que trabaja por el bien común y no por su propio interés.

Para vivir esta bienaventuranza, que el político mire su conciencia y se pregunte: ¿estoy trabajando para el pueblo o para mí? ¿Estoy trabajando por la patria, por la cultura? ¿Estoy trabajando para honrar la moralidad? ¿Estoy trabajando por la humanidad?

4. Bienaventurado el político que se mantiene fielmente coherente,

con una coherencia constante entre su fe y su vida de persona comprometida en política;
con una coherencia firme entre sus palabras y sus acciones;
con una coherencia que honra y respeta las promesas electorales.

5. Bienaventurado el político que realiza la unidad y, haciendo a Jesús punto de apoyo de aquélla, la defiende.

Ello, porque la división es autodestrucción. Se dice en Francia: «los católicos franceses jamás se han puesto en pié a la vez, más que en el momento del Evangelio». ¡Me parece que este refrán se puede aplicar también a los católicos de otros países!

6. Bienaventurado el político que está comprometido en la realización de un cambio radical,

y lo hace luchando contra la perversión intelectual;
lo hace sin llamar bueno a lo que es malo;
no relega la religión a lo privado;
establece las prioridades de sus elecciones basándose en su fe;
tiene una charta magna: el Evangelio.

7. Bienaventurado el político que sabe escuchar,

que sabe escuchar al pueblo, antes, durante y después de las elecciones;
que sabe escuchar la propia conciencia;
que sabe escuchar a Dios en la oración.
Su actividad brindará certeza, seguridad y eficacia.

8. Bienaventurado el político que no tiene miedo.

Que no tiene miedo, ante todo, de la verdad: «¡la verdad –dice Juan Pablo II-- no necesita de votos!».
Es de sí mismo, más bien, de quien deberá tener miedo. El vigésimo presidente de los Estados Unidos, James Garfield, solía decir: «Garfield tiene miedo de Garfield».
Que no tema, el político, los medios de comunicación. ¡En el momento del juicio él tendrá que responder a Dios, no a los medios!

Testimonio sobre halloween de una conversa del satanismo

Tras convertirse al catolicismo luego de practicar durante varios años el satanismo y el esoterismo, Cristina Kneer de Vidal, residente de Hermosillo, México, explicó que la fiesta de Halloween es la más importante para los cultos demoníacos pues además de iniciarse el nuevo año satánico, "es como si se celebrara el cumpleaños del diablo".

La ex astróloga afirmó que la noche de Halloween no debe celebrarse por ningún católico pues, entre otras cosas, es la fecha en la que los grupos satánicos sacrifican a jóvenes y niños. "No quiero asustar a nadie, todo el mundo es libre de creer lo que quiera, pero mis palabras deben ser tomadas en cuenta, por lo menos pido que me escuchen, razonen y decidan", afirmó.

"Miles de personas han adoptado sin saberlo una costumbre satánica y con ello están propiciando el crecimiento del satanismo en México y en las grandes urbes", agregó Kneer y explicó que "son temas poco conocidos, practiqué la meditación y aunque ahora me arrepiento, llegué a abominar a Dios".

Ritos satánicos

"Se eligen preferentemente niños porque son los que aún no han pecado y son los preferidos de Dios", afirmó.

Hay ocho principales fiestas satánicas: la más alta es la fiesta de Samhain o Halloween del 31 de octubre, en que se celebra el año nuevo satánico (para los católicos es la víspera de Todos los Santos). Luego sigue la fiesta del 21 de diciembre o la fiesta de Yule (cercana al día de la Navidad); el 22 de febrero se celebra la fiesta de Candlemas o festival de Luces. La siguiente fiesta en el calendario es el equinoccio de primavera, generalmente se hace el mismo día de la Pascua burlándose de la muerte de Jesús en la Cruz y la fiesta se distingue por un sacrificio similar.

Conversión

Cristina Kneer pertenece a un grupo conocido como SAL, que pretende enviar a los satanistas un mensaje de esperanza para que se conviertan y la petición de que no hagan más daño.

"Cualquier satánico que lea esta información y que quiera rechazar o abandonar el satanismo puede hacerlo con ayuda de Dios, como ya lo hemos logrado nosotras", señaló Kneer.

La dirección del grupo de ex-satanistas es el apartado postal 50, delegación 6, en Hermosillo, Sonora, Mexico.

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Noticia de ACI

Explícame quién es Dios! / Autor: P. Fernando Pascual LC

En la ciudad de Barcelona dos esposos se acercan a un sacerdote y le preguntan si sabía inglés. Ante la respuesta afirmativa, piden un favor especial: que explique a su hijo de 9 años quién es Dios.

El mismo hijo había formulado varias veces esa pregunta a sus padres. Pero como ellos eran ateos, no se sentían capaces de ofrecer una respuesta. El niño no sabía prácticamente nada sobre Dios, pues no había recibido ninguna educación religiosa en casa o en la escuela. Quizá habría escuchado en algún lugar algo sobre ese ser misterioso que algunos llaman “Dios”. Un día empezó a buscar a alguien que le pudiese decir algo más sobre este “tema”.

Esta anécdota nos pone ante dos realidades. La primera es que hay familias en las que la religión brilla por su ausencia. Algunas de esas familias han aceptado un ateísmo teórico y práctico. Organizan su vida según lo que resulta “normal” y racionalizable: obtener dinero con un trabajo honesto, acoger a los hijos, tener momentos de descanso y de vacaciones, quizá realizar alguna actividad de tipo filantrópico. Los hijos son educados en un completo vacío religioso, pues Dios no tiene ningún espacio en esos hogares: se vive como si no existiese, como si fuese totalmente ajeno a la existencia humana.

Otras familias se caracterizan por poseer un “barniz” de algunos principios religiosos. Creen en la existencia de Dios, incluso quizá pertenecen a la Iglesia católica o a alguna confesión cristiana. Pero, en la práctica, la vida se desarrolla alrededor de preocupaciones y de proyectos que son comunes a quienes no creen en Dios. Los hijos reciben algunas ideas cristianas, pero no ven casi nunca orar a sus padres, ni tienen momentos para leer la Biblia o hablar de religión con ellos.

La segunda realidad es ese deseo de conocer a Dios que nace, espontáneo o provocado, en los niños y en no pocos adultos. Algunos han vivido en el ateísmo más radical, teórico o práctico, pero un día se preguntan si sea posible que exista un Dios. Y, si Dios existe, quieren saber cómo es, qué hace, si se puede tratar con Él y si interviene en la vida de los hombres y mujeres del planeta.

La pregunta de un niño de 10 años podría suscitarnos una extraña sensación interior de desasosiego. ¿Qué hubiese ocurrido si me hubiese preguntado a mí? ¿Cómo le respondería?

No es fácil hablar de Dios a quien nada sabe de quien nos ama con locura, como un Padre, como una Madre. Cada vez será más frecuente tener que responder a este tipo de preguntas. La mejor respuesta la darán quienes tratan con Dios como lo que es: un Ser superior y cercano, nuestro Creador y nuestro mejor Amigo, nuestro Redentor. Quienes han descifrado lo que es su amor de Padre y lo que ha hecho al enviarnos a su Hijo. Quienes tienen un corazón de niños, manso y humilde, puro y pacífico, y se dan con alegría al servicio de los que viven a su lado. Quienes han dejado su egoísmo y han aprendido que en el Reino de los cielos es mejor dar que recibir, servir que ser servido, humillarse que enaltecerse, morirse en el surco, como la espiga, que conservar los dones de Dios escondidos bajo la almohada. Quienes, en definitiva, aman mucho porque se les ha perdonado mucho...