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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

Página web de Escuchar la Voz del Señor

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jueves, 2 de agosto de 2007

Sí supiera que esta fuera la última vez..../ Enviado por Luís Redondo



Si supiera que hoy fuera la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertementey rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma.

Sí supiera que esta fuera la última vez que te vería salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y llamaría de nuevo para darte más.

Si supiera que esta fuera la última vez que voy a oir tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente.

Si supiera que estos son los últimos minutos que te veré, diría te quiero
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por sí me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero y que nunca te olvidaré.
El mañana no le está asegurado a nadie, jóven o viejo.

Hoy puede ser la ultima vez que veas a los que amas.
Por eso no esperes más, házlo hoy, ya que sí mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso.
Y que estuviste muy ocupado para concederle a alguien un último deseo.
Mantén a los que amas cerca de tí, díles al oído lo mucho que los necesitas, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.
Así, si el mañana nunca llega, no tendrás remordimientos por hoy.
Con mis más sinceros deseos de que tu felicidad
crezca día con día, y que Dios nuestro Señor te conceda tus más altos anhelos.

Guardar en el corazón / Autor: Máximo Alvarez



Pocas cosas hay tan hermosas como el entendimiento y la comunicación entre las personas, cuando comprobamos que comprenden lo que queremos decir y cuando nosotros mismos sabemos entender a los demás, llegando a adivinar lo que están pensando casi antes de que las palabras salgan de su boca. Algo totalmente distinto de aquellas conversaciones que parecen un diálogo entre sordos, como si se hablaran distintos lenguajes. Experiencias tan opuestas como Babel, donde se confundieron las lenguas y Pentecostés, donde todos se entendían a pesar de hablar lenguas distintas.

Adentrándonos en el terreno religioso resulta gratificante sentirnos escuchados y comprendidos por Dios y conocer con nitidez lo que quiere de nosotros, sus planes. Pero también puede ocurrir lo contrario: que nos dé la impresión de que Dios no nos escucha ni atiende o que seamos incapaces de conocer su voluntad.

El ser humano necesita comunicarse, expresar sus sentimientos, sus ideas; necesita de la acogida y comprensión de los demás. Pero a veces esto no es posible y no queda más remedio que guardar silencio, que callar lo que gustaría gritar o decir y rumiar las cosas en el interior. No es fácil, pero a la larga es mejor que hablar inútilmente.

Todo esto me trae a la memoria una frase del Evangelio referida a María, cuando se encontró con su hijo en el templo de Jerusalén después de tres días de angustiosa búsqueda, de ausencia e incertidumbre. Ella no entendía por qué Jesús les había hecho esto e incluso después de hablar con Él parece que no consiguió aclarar muchas dudas. Por lo que el evangelista comenta: ¡Y María conservaba todas estas cosas guardándolas en su corazón!.

Lo cual equivaldría a decir más o menos: no entiendo nada, pero no quiero discutir, me resigno a no encontrar una respuesta clara, esperar a que algún día, con el tiempo, pueda comprender el por qué de todo esto. Más o menos equivale a decir: Señor, hágase tu voluntad, aunque no la entienda.

Con frecuencia nuestra impaciencia nos lleva a querer respuestas y soluciones inmediatas para todo, a reaccionar bruscamente, a incomodarnos, a querer que los demás nos entiendan a la perfección o que Dios nos conceda al instante todo lo que le pedimos.

Puesto que no somos budistas tampoco es cuestión de cerrar los ojos como que no pasa nada, tratando de limpiar la mente y dejándola vacía. Por eso nos reconforta la actitud de María que nos invita a guardar las cosas conservándolas en el corazón.

La virtud del agradecimiento / Enviado por Yvette



"Quien no agradece, no ama" -Santa María Mazzarello, Fundadora de las Hijas de María Auxiliadora.

La pequeña virtud del agradecimiento es prueba de un gran corazón. Aún con el torpe o equivocado, debemos ser agradecidos, cuando menos por su buena intención.

La gratitud no significa "devolver el favor": si alguien me sirve una taza de café no significa que después debo servir a la misma persona una taza y quedar iguales. El agradecimiento no es pagar una deuda, es reconocer la generosidad ajena.

¿No es propio de un corazón verdaderamente generoso, mostrarse agradecido hacia los demás, aún de lo más insignificante que hayan intentado hacer por él? No resulta sin embargo tan raro el olvido de los servicios que nos prestan los demás; o, simplemente, nuestra mala costumbre de no demostrar nuestra complacencia. A esto hay que oponer el pequeño valor del agradecimiento.

Sucede a menudo que, mientras esperamos en vano el agradecimiento de personas a quienes hemos ayudado o hecho por ellas verdaderos sacrificios, otros por quienes nos sacrificamos mucho menos conservan por largo tiempo su reconocimiento. ¿No sucede a veces que agradecemos el favor ocasional de un extraño pero no damos la importancia que merecen a las continuas delicadezas que recibimos en nuestro hogar?

Tenemos una memoria singularmente caprichosa. Si olvidamos fácilmente una amabilidad que nos han hecho, ¿con qué precisión retenemos, en cambio, el recuerdo de una falta de delicadeza, o de una ofensa? Un proverbio lo confirma: "La memoria del mal tiene larga huella, la memoria del bien muy pronto pasa". ¿Cómo sabemos recordar a los demás nuestros beneficios prestados o el trabajo que nos ha costado realizarlo?

DECIR GRACIAS

En muchos hogares se habrá oído alguna vez el siguiente diálogo. En la mesa familiar, el niño pide un poco de pan a su padre. Éste lo toma y le entrega un pedazo que el hijo muerde en el acto con avidez.

- Y bien, pregunta el padre, ¿qué se dice?
Con la boca todavía llena murmura tímidamente el chico:
- Gracias
- Gracias, ¿qué?
- Gracias, papá.

Y cuántas veces ocurre que una de las primeras palabras que pronuncia el niño es "no"; no es necesario que nadie se lo enseñe. En cambio, ¿cuántas repeticiones son necesarias para inculcarle el hábito de decir gracias?

"Gracias" es la palabra mágica que introduce en el hogar la cortesía, el buen orden y la serenidad. Y el pequeño valor del agradecimiento brota de una conciencia que la educación ha iluminado.

No nos olvidemos de agradecer todo, de decir gracias al menor servicio prestado por quien sea, pronunciando esta palabra sin ninguna entonación, como si estuviéramos cambiando una simple mirada. Por sí sola, esta palabrita recompensa todos los trabajos; repara la frase acaso un poco dura que habíamos dicho anteriormente; equivale a una sonrisa y, a veces, la provoca; hace feliz al que la pronuncia y a aquel a quien va dirigida.



GRACIAS SEÑOR

Por darme la calma en momentos difíciles.
Por darme la sabiduría para entender mejor los designios de la vida.
Por darme otra oportunidad.
Porque sé que no me has desamparado, cuando creo que voy solo y me siento perdido, y mirando atrás veo solo mis huellas, pero es que Tú mi Padre Amado.. Tú.. me llevas cargado.

Sólo te puedo decir Padre: "no me sueltes". En tus Benditas manos quiero seguir. "Gracias Señor" por ese gran amor. Pido para todos, los que por una causa o otra sufrimos. Cúbrenos con tu Manto.

¡Gracias Padre!

Hermosa obligación del hombre: orar y amar / Catequesis de san Juan María Vianney, presbítero


El sábado 4 de agosto se celebra San Juan María Vianney, patrón de los párrocos, que nació cerca de Lyon el año 1786. Tuvo que superar muchas dificultades para llegar por fin a ordenarse sacerdote. Se le confió la parroquia de Ars, en la diócesis de Belley, y el santo, con una activa predicación, con la mortificación, la oración y la caridad, la gobernó, y promovió de un modo admirable su adelanto espiritual. Estaba dotado de unas cualidades extraor­dinarias como confesor, lo cual hacía que los fieles acudiesen a él de todas partes, para escuchar sus santos consejos. Murió el año 1859. Publicamos hoy pate de una catequesis impartida por él: "Hermosa obligación del hombre: orar y amar":

Consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro.

El hombre tiene un hermoso deber y obligación: orar y amar. Si oráis y amáis, habréis hallado la felicidad en este mundo.

La oración no es otra cosa que la unión con Dios. Todo aquel que tiene el corazón puro y unido a Dios experimenta en sí mismo como una suavidad y dulzura que embriaga, se siente como rodeado de una luz admirable. En esta íntima unión, Dios y el alma son como dos trozos de cera fundidos en uno solo, que ya nadie puede separar. Es algo muy hermoso esta unión de Dios con su pobre criatura; es una felicidad que supera nuestra comprensión.

Nosotros nos habíamos hecho indignos de orar, pero Dios, por su bondad, nos ha permitido hablar con él. Nuestra oración es el incienso que más le agrada.

Hijos míos, vuestro corazón es pequeño, pero la oración lo dilata y lo hace capaz de amar a Dios. La oración una degustación anticipada del cielo, hace que una parte del paraíso baje hasta nosotros. Nunca nos deja sin dulzura; es como una miel que se derrama sobre el alma y lo endulza todo. En la oración hecha debidamente, se funden las penas como la nieve ante el sol.

Otro beneficio de la oración es que hace que el tiempo transcurra tan aprisa y con tanto deleite, que ni se percibe su duración. Mirad: cuando era párroco en Bresse, en cierta ocasión, en que casi todos mis colegas habían caído enfermos, tuve que hacer largas caminatas, durante las cuales oraba al buen Dios, y, creedme, que el tiempo se me hacía corto.

Hay personas que se sumergen totalmente en la oración, como los peces en el agua, porque están totalmente entregadas al buen Dios. Su corazón no está dividido. ¡Cuánto amo a estas almas generosas! San Francisco de Asís y santa Coleta veían a nuestro Señor y hablaban con él, del mismo modo que hablamos entre nosotros.

Nosotros, por el contrario, ¡cuántas veces venimos a la iglesia sin saber lo que hemos de hacer o pedir! Y, sin embargo, cuando vamos a casa de cualquier persona, sabemos muy bien para qué vamos. Hay algunos que inclus­o parece como si le dijeran al buen Dios: «Sólo dos palabras, para deshacerme de ti..». Muchas veces pienso que, cuando venimos a adorar al Señor, obtendríamos todo lo que le pedimos si se lo pidiéramos con una fe muy viva y un corazón muy puro.

Oración

Dios de poder y misericordia, que hiciste admirable a san Juan María Vianney por su celo pastoral, concédenos por su intercesión y su ejemplo, ganar para Cristo a nuestros ­hermanos y alcanzar, juntamente con ellos, los premios ­de la vida eterna. Por nuestro Señor Jesucristo.

Transfórmame Jesús / Enviado por Mónica


Te regalo un ejercicio cristificante:
(en oración, intenta tener el siguiente diálogo con Nuestro Señor…).

“Jesús, entra dentro de mí.
Toma posesión de todo mi ser.
Tómame con todo lo que soy…
…Lo que pienso, …lo que hago.

Toma lo más íntimo de mi corazón.
Si fuera Tu voluntad, cúrame esta herida que tanto me duele.
Sácame la espina de esta angustia.
Retira de mí estos temores, rencores, tentaciones. ..

Jesús, ¿qué quieres de mí? ¿Cómo mirarías a aquella persona?

¿Cuál sería tu actitud en aquella dificultad? ¿Cómo te comportarías en aquella situación?

Los que me ven, te vean, Jesús.

Transfórmame todo/a en Ti.

Sea yo una viva transparencia de Tu persona…”.

Aprendí a vivir a pesar de las espinas / Enviado por Zoraida



Aprendí a mirar las estrellas, alumbrando los sueños con ellas.
A mirar los colores del viento y a sentir el sabor del silencio.
Aprendí a encender ilusiones y a escuchar hablar los corazones, con palabras calladas, con matices de mil sensaciones.

Cuando un día, el dolor tomó mi mano, conocí de frente a la tristeza. la pena y el llanto se marcharon, al sentir el amor y su grandeza.
La soledad, querida compañera, la que con tanto miedo rechazaba, me mostró la paz y la armonía de los momentos que con ella estaba.
Comprendí, el sentido de la vida, viviendo el amor y la desdicha, sintiendo la alegría y la tristeza, conociendo lo breve de la vida.
Aprendí el valor de la paciencia, a calmar los vientos de mi ira, a llenar con mares de esperanza las zonas más oscuras de mi vida.

Es así, que aprendí a vivir.
Por todo ello... aprende a vivir sin espinas
¡No empieces el día de hoy con las espinas de ayer!
El día de ayer y todos los días y años anteriores han pasado ya,
están enterrados en el Tiempo.
Y no puedes cambiar ya nada en ellos.
¿Te han quedado espinas?
¡No las traigas arrastrando!
Porque seguirán pinchándote cada día hasta no dejarte vivir.
Hay espinas que puedes sacudirte echándoselas en las manos a Dios.
Hay heridas de espinas que puedes curar si sabes perdonar de veras.
Pero hay heridas que no podrás curar con todo el amor de este mundo,
sólo con el Amor de Dios.
¡Quita el cristal de aumento que pones encima de tus desdichas!
Muévete, grita, llora, respira profundo, ora y trata de ser feliz!

De cada espina que hemos tenido a lo largo de nuestras vidas hemos podido tener la capacidad de tener experiencia, y luego mas adelante poder tomar mejores decisiones.. . Lo comparto con mucho amor deseando que esas espinas no se queden ahí, sino que así como se han enterrado podamos sacarlas gracias al bálsamo sanador de Cristo Resucitado.

La benedicencia es un apostolado / Autor: P. Álvaro Corcuera, LC



¡Cuánto hemos de cuidar esta virtud! Es aquello que nos debe caracterizar, estemos donde estemos. ¿En qué consiste la benedicencia? Es una palabra prácticamente desconocida en el mundo en que vivimos; ni siquiera aparece mencionada en el diccionario. Sin embargo, sí se encuentra la palabra maledicencia, que designa el pecado contrario. Si la maledicencia es el vicio de hablar mal de los demás, la benedicencia es la virtud de hablar bien del prójimo. Para nosotros, la benedicencia es un apostolado. Vencer el mal con el bien. La benedicencia es una forma de apostolado que todos podemos realizar, es un modo concreto de pasar por el mundo, como Jesucristo, «haciendo el bien» (Hch 10, 38) y de edificar y servir a la Iglesia.


La maledicencia es un vicio que ofende gravemente la caridad, porque difunde sin motivo ni necesidad objetiva los defectos, los errores o los pecados de otras personas, dañando de este modo su reputación. Nadie tiene derecho a herir la buena fama de los demás. La benedicencia, por el contrario, busca únicamente difundir lo positivo que hay en los demás.


La benedicencia también es contraria al juicio temerario, que admite como verdadero, sin tener motivos suficientes, un defecto moral del prójimo. Los juicios temerarios nos llevan a la sospecha y al alejamiento del prójimo. Es la triste realidad de quien llega a “encasillar” o a catalogar a una persona, viendo más allá de sus actos e interpretando negativamente sus intenciones. Siembra duda, guarda silencios ante la buena fama del hermano, genera inquietud y malestar, roba la paz. Muchas veces juzgamos al prójimo atribuyéndole nuestros propios defectos. Sin embargo, el corazón bondadoso busca pensar bien, justificar, perdonar, comprender. El hombre de Dios tiene presente sus propios defectos, no para juzgar al prójimo, sino para vivir con humildad y siendo apóstoles de lo bueno. No somos nadie para juzgar al prójimo. Sólo Dios es el juez. Y, bien sabemos, esto produce paz en el alma. ¡Qué don tan grande es la paz! «Busca la paz, corre tras ella» (Sal 34, 15). Pues bien, un medio muy bueno para conseguir este regalo que Dios nos da, en la paz, es fijarnos en todo lo bueno, tanto en pensamientos como en palabras.


Cuando por razón de la autoridad de que alguno esté investido, se tenga responsabilidad sobre los actos de otras personas, hemos de actuar sirviendo y buscando el bien, siendo realistas ante el mal, pero no para juzgarlo, sino como el médico, para sanarlo y curarlo, aunque el remedio sea doloroso. Lo único que se busca es el bien del prójimo, como nos enseña Jesucristo en la parábola del buen samaritano que acabamos de meditar el domingo pasado: nos inclinamos hacia el hermano herido o caído, para vendarlo con suavidad, subirlo en la propia vida y asegurarnos de que esté bien atendido y cuidado, sin importar lo que nos pueda costar y sin pensar en que también nosotros estamos necesitados de ayuda.


Y en tercer lugar, la benedicencia se opone a la calumnia, que como nos dice nuestra fe, es un pecado gravísimo que atribuye al prójimo y divulga injustamente cosas falsas que lesionan su buena fama. En la calumnia se suman la difamación y la mentira, y por ello pienso que es uno de los pecados que más entristecen al corazón de Jesucristo.


Al igual que sucede con las demás virtudes, no se trata de vivir la benedicencia a la defensiva, simplemente preocupándonos por no fallar, por "no criticar"; se trata más bien, de cultivar una actitud interna, decididamente positiva, una buena disposición habitual que nos impulse a ejercitar esta virtud. No podemos, pues, conformarnos con silenciar los defectos y errores de nuestros hermanos ante los demás. En sí, esto ya es algo muy bueno pues, como decía el apóstol Santiago, «si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo» (St 3, 2). Desde este punto de vista, nunca podremos sentirnos justificados para hablar mal de nadie, de cualquier persona, pues sería lo opuesto a lo que Cristo nos predicó con sus palabras y su vida. Pero la benedicencia va más allá, busca difundir el buen nombre de los demás, valorando sus cualidades, señalando sus virtudes, destacando sus aciertos, sus logros y éxitos, alabando cuanto de bueno y virtuoso descubramos en ellos. Así, esta virtud se convierte en un apostolado, pues se transforma en caridad constructiva.


La benedicencia, como toda virtud, exige una conquista personal. No se da normalmente de modo espontáneo y natural. Tiene en su origen otro hábito aún más profundo: el pensar siempre bien de nuestro prójimo, estimarlo sinceramente en lo más íntimo de nuestro corazón. Esto implica vigilar sobre nuestros pensamientos, combatiendo muy principalmente los prejuicios, fuente de frecuentes y persistentes disensiones, cultivando con esmero la bondad, la comprensión, la afabilidad y la cortesía y, por encima de todo, siendo leales, justos y sinceros en sentimientos y palabras unos para con otros. Cristo supo esperar y comprender a los demás. Cristo, encontrando muchos pecadores, los acogió con corazón bondadoso y no justiciero. No difundió los errores de los pecadores, sino que los acogió con un corazón lleno de comprensión y bondad. ¡Qué conversiones logró con un poco de comprensión! Rechacemos tajantemente los sentimientos de celos, envidias, rivalidades y rencores. Que todo esto no tengan cabida en nuestro corazón, pues, como cristianos, estamos llamados a apoyarnos mutuamente y a ser una familia de hermanos en el amor de Cristo, que se aprecian, se estiman y se sirven con gran solicitud. «Si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo», dice San Pablo (1 Cor 12, 26).

Jesucristo nos enseña que «el hombre bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno; y el malo, del malo saca lo malo. Porque de lo que rebosa el corazón habla su boca» (Lc 6, 45). El "hombre viejo" –del que nos habla San Pablo (cf Col 3, 9)– herido por el pecado original, tiende a fijarse más en los fallos y defectos ajenos que en sus virtudes y aciertos. Pero los cristianos contamos con el auxilio de la gracia de Dios, en nosotros habita su Espíritu y tenemos, pues, las fuerzas que necesitamos para sobreponernos a esta tendencia, cultivando siempre pensamientos buenos y positivos.

Buenos días, Madre / Autor: Martín Bretón



Buenos días, Madre.
Te dedicare en este día, todas mis preocupaciones,
todos mis problemas los pondré a los pies tuyos,
11para que me ayudes a llevar la carga que cada día nos trae.

Madre bendita, soy todo tuyo. Me entrego totalmente a ti,
como Cristo se entrego por nosotros en la Cruz de la redención.
Con ella la carga será mas ligera, aunque no facil de llevar.
Amen

Vive cada día como si fuera el último / Enviado por Viviana



Vive cada día como si fuera el último.
Aprovecha al máximo cada hora, cada día y cada época de la vida.
Así podrás mirar al futuro con confianza y al pasado sin tristeza.
Sé Tú mismo.
Pero sé lo mejor de ti mismo.
Ten valor para ser diferente y seguir Tú propia estrella.
Y no tengas miedo de ser Feliz.

Goza de lo bello.
Ama con toda el alma y el corazón.
Cree que aman aquellas personas que tú amas.
Olvídate de lo que hayas hecho por tus amigos y recuerda, lo que ellos han hecho por ti.

No repares en lo que el mundo te debe y fíjate en lo que le debes al mundo.
Cuando te enfrentes a una decisión, tómala tan sabiamente como te sea posible.
Luego olvídala.

El momento de la certeza absoluta nunca llega.
Sobre todo recuerda, que Dios, ayuda a quienes se ayudan a sí mismos.
Actúa como si todo dependiera de ti, y reza como si todo dependiera de Dios.
Vive cada día a plenitud.

Conquístate a ti mismo. Hoy deseo sugerirte que hagas una experiencia contigo mismo, para beneficio de tu propia vida y de los que te rodean. Se trata de que te decidas a pensar y actuar durante sólo una semana:

"Hoy seré feliz. Expulsaré de mi espíritu todo pensamiento triste. Me sentiré alegre. No me quejaré de nada. Hoy agradeceré a Dios la alegría y felicidad que me regala. Trataré de ajustarme la vida. Aceptaré el mundo como es y procuraré encajar en este mundo

Si sucede algo que me desagrada, no me mortificaré ni me lamentaré, más bien agradeceré, de mis impulsos, pues para triunfar debo superarme, debo tener el dominio de mí mismo. Trabajaré alegremente, con entusiasmo, haré de mi trabajo una diversión. Comprobaré que soy capaz de trabajar con alegría. Resaltaré mis éxitos grandes o pequeños y no pensaré en mis fracasos. Seré agradable. No criticaré a nadie. Olvidaré los defectos de los demás y concentraré mi atención en sus virtudes. No envidiaré nada.

Tendré presente que muchos no tienen lo que yo tengo y que el destino feliz pertenece a los que luchan y que el futuro se resolverá en función de la actuación de mis Hoy. No pensaré en el pasado negativo. No guardaré rencor y practicaré el perdón."


Que lindos pensamientos... No son míos, pero valió la pena leerlos ¿verdad? Si los pones en práctica esta semana, te aseguro que realmente has emprendido la escalada de tu propia conquista, el mundo estará en tus manos y tu horizonte empezará a florecer increíblemente.

lunes, 30 de julio de 2007

Vuelve a empezar / Enviado por Mónica



Vuelve a empezar:

Aunque sientas cansancio.

Aunque el triunfo te abandone.

Aunque el error te lastime.

Aunque un negocio se quiebre.

Aunque una traición te hiera.

Aunque el dolor queme tus ojos.

Aunque una ilusión se apague.

Aunque ignoren tus esfuerzos.

Aunque la ingratitud sea la paga.

Aunque la incomprensión corte tus risas.

Aunque todo parezca nada...

No importa, ¡vuelve a empezar!

Pues eres más grande que tus desaciertos y eres muy valioso ante los ojos del más Grande:
Dios.

domingo, 29 de julio de 2007

Imposible conocer a Jesús prescindiendo de la fe en Dios / Autor: Raniero Cantalamessa ofmcap



Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa, ofmcap, predicador de la Casa Pontificia, a la liturgia de hoy domingo.

* * *

XVII Domingo del Tiempo Ordinario (C)
Génesis 18, 20-21.23-32; Colosenses 2, 12-14; Lucas 11, 1-13


Jesús orando

El evangelio del domingo, XVII del Tiempo Ordinario, empieza con estas palabras: «Un día Jesús estaba orando en cierto lugar; cuanto terminó, le dijo uno de sus discípulos: "Señor, enséñanos a orar como enseñó Juan a sus discípulos". Él les dijo: "Cuando oréis, decid: Padre, santificado sea tu Nombre, venga tu Reino"».

Cómo sería el rostro y toda la persona de Jesús cuando estaba inmerso en oración, lo podemos imaginar por el hecho de que sus discípulos, sólo con verle orar, se enamoran de la oración y piden al Maestro que les enseñe también a ellos a orar. Y Jesús les contenta, como hemos oído, enseñándoles la oración del Padre Nuestro.

También esta vez queremos reflexionar sobre el evangelio inspirándonos en el libro del Papa Benedicto XVI sobre Jesús: «Sin el arraigo en Dios –escribe el Papa-, la persona de Jesús es fugaz, irreal e inexplicable. Éste es el punto de apoyo sobre el que se basa este libro mío: considera a Jesús a partir de su comunión con el Padre. Éste es el verdadero centro de su personalidad» .

Los evangelios justifican ampliamente estas afirmaciones. Por lo tanto nadie puede contestar históricamente que el Jesús de los evangelios vive y actúa en continua referencia al Padre celestial, que ora y enseña a orar, que funda todo sobre la fe en Dios. Si se elimina esta dimensión del Jesús de los evangelios no queda de Él absolutamente nada.

De este dato histórico se deriva una consecuencia fundamental, esto es, que no es posible conocer al verdadero Jesús si se prescinde de la fe, si se realiza un acercamiento a Él como no creyentes o ateos declarados. No hablo en este momento de la fe en Cristo, en su divinidad (que viene después), sino de fe en Dios, en la acepción más común del término. Muchos no creyentes escriben hoy sobre Jesús, convencidos de que son ellos los que conocen al verdadero Jesús, no la Iglesia, no los creyentes. Lejos de mí (y creo que también del Papa) la idea de que los no creyentes no tengan derecho a ocuparse de Jesús. Jesús es «patrimonio de la humanidad» y nadie, ni siquiera la Iglesia, tienen el monopolio sobre Él. El hecho de que también los no creyentes escriban sobre Jesús y se apasionen con Él no puede sino agradarnos.

Lo que desearía mostrar son las consecuencias que se derivan de un punto de partida tal. Si se niega la fe en Dios o se prescinde de ella, no se elimina sólo la divinidad, o el llamado Cristo de la fe, sino también al Jesús histórico tout court; no se salva ni siquiera el hombre Jesús. Si Dios no existe, Jesús no es más que uno de los muchos ilusos que oró, adoró, habló con su sombra o con la proyección de su propia presencia, por decirlo al modo de Feuerbach. Pero ¿cómo se explica entonces que la vida de este hombre «haya cambiado el mundo»? Sería como decir que no la verdad y la razón han cambiado el mundo, sino la ilusión y la irracionalidad. ¿Cómo se explica que este hombre siga, a dos mil años de distancia, interpelando a los espíritus como ningún otro? ¿Puede todo ello ser fruto de un equívoco, de una ilusión?

No hay más que una vía de salida a este dilema, y hay que reconocer la coherencia de los que (especialmente en el ámbito del californiano «Jesus Seminar») la han tomado. Según aquellos, Jesús no era un creyente hebreo; era en el fondo un filósofo al estilo de los cínicos; no predicó un reino de Dios, ni un próximo final del mundo; sólo pronunció máximas sapienciales al estilo de un maestro Zen. Su objetivo era despertar en los hombres la conciencia de sí, convencerles de que no tenían necesidad ni de Él ni de otro Dios, porque ellos mismos llevaban en sí una chispa divina. Pero éstas son -mira por dónde- ¡las cosas que lleva décadas predicando la Nueva Era!

La mirada del Papa ha sido adecuada: sin el arraigo en Dios, la figura de Jesús es fugaz, irreal; yo añadiría contradictoria. No creo que esto deba entenderse en el sentido de que sólo quien se adhiere interiormente al cristianismo puede entender algo de él, pero ciertamente debería alertar respecto a creer que sólo situándose fuera de éste, fuera de los dogmas de la Iglesia, se pueda decir algo objetivo sobre él.

viernes, 27 de julio de 2007

Miquel Peix C.M.F.:"El que crea y se bautice, se salvará" / Autores: Arturo y Conchi



Anunciamos en días anteriores que escribiríamos sobre el padre claretiano Miquel Peix C.M.F., fallecido la pasada semana. Explicamos que con él trabajamos evangelizando en muchos ámbitos. Para la Gloria de Dios tenemos un problema en el momento de plasmar quién era Miquel Peix. Es difícil para nosotros realizar un resumen biográfico. Pero sí sólo tuviéramos ante nosotros una relación de cosas realizadas en su vida seguiríamos desconociendo a un hombre que vivió cada segundo de su vida arropado en los brazos del Padre Celestial como un niño. Por tanto en todos los textos donde hablemos de Miquel Peix, podremos explicar como servía al Señor, pero no muchas cosas de él, puesto que su celo evangélico le convirtió incluso estando enferma, en un apóstol dedicado a proclamar la palabra de Dios a tiempo y a destiempo, siempre y en todo lugar.

"Entonces les dijo: Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará". (Marcos 16, 15-16).

Escogemos este pequeño párrafo del Evangelio de Marcos para subrayar la primera característica de Miquel Peix: tenía un amor inmenso a los sacramentos y creía profundamente que cada persona que los recibía era transformada. Eso tratándose de un sacerdote puede verse como lo más normal y habitual. No obstante, antes de impartir cualquier sacramento oraba profundamente por las personas que lo iban a recibir para que la gracia de Dios fuera total y sus vidas cambiaran. Cuando Miquel presidía un bautismo se transfiguraba.

Vayamos a la praxis. Acudimos en miles de ocasiones a la cárcel con la Comunidad Pentecostés, formada por laicos para evangelizar, y de la que Miquel fue conciliario. Una vez, el sacerdote de la pastoral Penitenciaría, Josep Mª Fabró, nos pidió que atendiéramos a un Pakistaní llamado Mohamed. Era una persona joven de casta alta del Pakistan que había sido condenado por falsificaciones. Mohamed falsificaba documentos para conseguir droga. Con su dicción se contagió del Sida y contrajo tuberculosis. En la cárcel había dejado la droga pero por cultura social de su país el nunca pudo perdonarse todo lo que había hecho. Su familia no supo mientras vivió que estuvo en prisión. Esta gran culpabilidad le llevó a autolesionarse e intentar suicidarse múltiples veces.

Cuando empezamos a visitar a Mohamed él estaba violento. Sólo se le podía dejar hablar y que fluyera toda su impotencia. Era muy difícil tratar con él. El grado de dificultad se engrandecía por su cultura musulmana y por llegar incluso a sentirse merecedor de ser rechazado por su familia y por el mismo Dios. Pasados muchos meses pudimos empezar a orar con Mohamed al único Dios verdadero para que iluminará su vida. Nosotros respetando sus creencias siempre orábamos con Él a Dios Padre. Le decíamos que sólo Dios podía quitar toda culpabilidad y darle la paz y la esperanza que precisaba para vivir cada día.

Salió de permiso con la Comunidad y llegó un día que Mohamed nos pidió que le habláramos de la religión católica, de nuestra Fe. Nosotros de acuerdo con Miquel
Peix lo hicimos pero poniendo como condición que sólo sería a nivel informativo, que nosotros lo atendíamos como hijo Dios amado por el Padre Celestial. No obstante el empezó a tener hambre y sed de la Palabra de Dios y quiso la Biblia. Paralelamente, Mohamed cambió radicalmente. Dejó de autolesionarse. La dirección de la prisión y sus mismos compañeros no podían entender su transformación personal y su conversión.
llegó el día en que quiso ser bautizado y ahí estuvo siempre Miquel peix atento a evitar con nosotros que fuera una actitud interesada. Miquel nunca ponía condiciones, sólo que la persona fuera consciente del paso que iba a dar.

Miquel Peix bautizó a Mohamed, le dio su primera comunión y lo confesó con regularidad. Mohamed salió de la prisión definitivamente enfermando de gravedad por causa del Sida. Los miembros de la Comunidad Pentecostés lo cuidaron hasta su muerte atendiéndolo en la residencia donde fue ingresado hasta su muerte. Mohamed recibió la última unción y murió en paz. Su conversión en los últimos años de vida fue muy real. Tuvo una experiencia profunda del Amor de Dios y quiso convertirse al catolicismo por qué había vivido una religión de preceptos.

La paz acompaño a Mohamed en los últimos años de su vida gracias a la misericordia de Miquel Peix, que impartió con una Amor profundo los sacramentos, siempre desde un segundo plano, pero siempre siendo clave para llevar a toda persona al corazón de Dios.

“Por fe andamos, NO por vista” (2º Corintios 5:7) / Enviado por "Academia de Investigaciones Bíblicas Béit-Miláh"



1º Tesalonicenses 5:23 El hombre tal cual nace es llamado por la Biblia: “Hombre Natural” y este es conducido por su carnalidad, es decir, que quien le guía en toda su vida es su cuerpo y/o su alma. Cuando recibe a Cristo como su Salvador y Señor; el Espíritu Santo hace morada en él y le da vida nueva espiritual. A partir de este momento el Espíritu Santo de Dios debe conducir la vida del creyente a través de la guía en nuestro espíritu. Tanto nuestro cuerpo como nuestra alma deben dejar el primer lugar a Jesús para que El sea Señor de nuestra vida, de todos nuestros actos. A partir de este momento el cristiano debe andar por fe y no por vista, es decir, guiado completamente por el Espíritu Santo y no por su carnalidad.

Mateo 16:21-23 Nuestra mejor buena voluntad, no alcanza en la vida espiritual. Nuestra alma debe renunciar a conducir nuestra vida y debe ceder al Espíritu, poniendo la mira en las cosas de Dios y no en las cosas de los hombres. Adecuar nuestros pensamientos según Cristo y no según nosotros.

2º Corintios 4:18 Nuestra mirada debe estar puesta en las cosas que no se ven con nuestros ojos sino con nuestro espíritu. Las cosas que se ven con nuestros ojos naturales pueden hacernos desviar nuestros pasos de las cosas que debemos seguir.

Colosenses 3:2 No poner la mira en las cosas de la tierra sino en las de arriba.

Oseas 3:1 No mirar a dioses ajenos y rendirles culto.

Marcos 12:14 Jesús no miraba la apariencia de los hombres.

Lucas 9:59-62 Tampoco debemos de poner nuestra mira en los problemas, enfermedades o nuestras debilidades. Si miramos hacia lo que dejamos atrás cuando nos convertimos a Cristo, seguramente nos paralizaremos como una estatua (Gn 19:26). Nuestra mira debe ser hacia delante, hacia nuestro Señor. Leer Miqueas 7:7.

Hebreos 12:2 Poniendo los ojos en Jesús y menospreciando al mundo y a sus ofertas, al pecado y a Satanás, inclusive menospreciándonos a nosotros mismos para poder seguir fiel al Señor. Como un niño sigue a su padre; totalmente dependiente de él. Esto es andar por fe, depender totalmente de El.

Juan, el que bautizaba, dijo:
“Es necesario que El crezca y que yo mengüe.” Juan 3:30

¿Cuánto estamos menguando para que él crezca en nosotros? ¿Estamos andando por fe o por lo que vemos?

Dichoso el que esté leyendo y los que estén oyendo y guardando lo que en la Biblia ha sido escrito; porque el tiempo está cerca. (Apocalipsis 1:3)

Buenas noches, Señor / Enviado por Vivy




Se acaba el día, Señor.
Ha habido de todo:
momentos felices y momentos de dolor,
aciertos y equivocaciones.

A esta hora quiero acudir de nuevo a Ti,
para dejar en tus manos todo mi día.

Gracias por mis buenas obras.
Disculpa mis errores.

Todo lo pongo ante tu mirada de Padre.
Sé que me amas tal y como soy.

Sé, también, que mañana me ayudarás
a que las cosas me "salgan" mejor.

A tus manos entrego mi sueño y mi descanso,
porque sé que nunca me dejas solo.

Buenas noches, Señor.
Dame, Señor,
un buen descanso en la noche
y un nuevo amanecer ilusionado
y comprometido con tu Causa.
Buenas noches, Señor.
Amen.

Explicación de la parábola del sembrador / Autor: Xavier Caballero



Mateo 13, 18-23.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: -Vosotros oíd lo que significa la parábola del sembrador: Si uno escucha la palabra del Reino sin entenderla, viene el Maligno y roba lo sembrado en su corazón. Esto significa lo sembrado al borde del camino. Lo sembrado en terreno pedregoso significa el que la escucha y la acepta enseguida con alegría; pero no tiene raíces, es inconstante, y, en cuanto viene una dificultad o persecución por la Palabra, sucumbe. Lo sembrado entre zarzas significa el que escucha la Palabra; pero los afanes de la vida y la seducción de las riquezas la ahogan y se queda estéril. Lo sembrado en tierra buena significa el que escucha la Palabra y la entiende; ése dará fruto y producirá ciento o sesenta o treinta por uno.


Reflexión


Lo verdaderamente asombroso es que la inmensa mayoría de las personas no luchan por «ser» alguien, sino por «tener» algo; no se apasionan por llenar sus almas, sino por ocupar un sillón; no se preguntan qué tienen por dentro, sino qué van a ponerse por fuera. Tal vez sea ésta la razón por la que en el mundo hay tantos tantas marionetas y tan pocas, tan poquitas personas. Sí, hay que amar la lucha. Creer en algo muy serio. Luchar por ello. Seguir luchando cuando nos cansemos. Seguir adelante cuando nos cansemos de caminar.

Jesús nos explica en el pasaje evangélico de hoy que la vida del cristiano y la de todo hombre es lucha. Hay que vencer el viento, la dureza de las piedras, las espinas... Quien ha tenido la fortuna de trabajar en el campo, comprende perfectamente la parábola del sembrador. Y es que no basta con tirar la semilla para cosechar frutos abundantes. Hay que elegir el terreno. Hay que preparar la tierra. Hay que cuidar la semilla y tirarla a tiempo. Hay que regar, quitar las malas hierbas y, sobre todo, hay que segar en el momento oportuno. Implica lucha. Trabajo. Esfuerzo. Se dice que: «De los esforzados es el Reino de los Cielos». Es ley de vida. A veces cuesta. Lo importante, no es tanto lo que hacemos, sino el amor con el que obramos. Cuando hay amor, Dios bendice y nos premia, aun si en muchas ocasiones no lo parece a primera vista. Para lograr estar siempre en la «lucha» contamos con un medio excelente: la oración. Jesús la usó y siempre le funcionó.

Cuando le preguntaron al jugador argentino del Udinese y de la selección de Argentina, Abel Eduardo Balbo, cuál era su experiencia de la oración respondió: “La oración es fundamental en mi vida. Oro a Dios cada día, lo hago desde que era niño. Me lo ha enseñado mi madre. Leo cotidianamente la Biblia y me doy cuenta de cuánto son ridículos los problemas del fútbol frente a la realidad verdadera de los hombres. Para mí es muy importante rezar cotidianamente: si uno quiere, siempre encuentra el tiempo para dedicarlo exclusivamente a Dios porque nada ni nadie es más importante que Él”.

Ojalá que sepamos valernos de la oración para permanecer en la «lucha» venciendo esos «problemas» cotidianos por amor a Dios y a nuestros hermanos.