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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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jueves, 6 de diciembre de 2007

Corona de Adviento: La justicia / Autor: P. Antonio Rivero, LC














“Dar a cada quien lo suyo”. Así se ha definido siempre la justicia.

Si vamos a la etimología, justicia proviene del sustantivo latino “ius”, que significa derecho. Es justo el hombre que concede a cada uno sus derechos, lo que le es debido por ser lo que es en todos los órdenes. Por tanto, la justicia consiste en la constante y firme voluntad de dar a los demás lo que les es debido.

La justicia es un valor que acompaña el ejercicio de la correspondiente virtud moral cardinal. Desde el punto de vista subjetivo, la justicia se traduce en la actitud determinada por la voluntad de reconocer al otro como persona. Desde el punto de vista objetivo, este valor y virtud constituye el criterio determinante de moralidad en el ámbito intersubjetivo y social.

Hoy la justicia se muestra particularmente importante en el contexto actual, en que el valor de la persona, de su dignidad y de sus derechos, está seriamente amenazado por la generalizada tendencia a recurrir exclusivamente a los criterios de utilidad y del tener.

La justicia no es una simple convención humana, porque lo que es “justo” no es originalmente determinado por la ley, sino por la identidad profunda del ser humano.

Esta virtud regula las relaciones entre los hombres en sus múltiples manifestaciones: con Dios, con los demás y consigo mismo.

Tenemos que ser justos, primero, con Dios. La justicia con Dios se llama virtud de religión. Debemos dar a Dios honor y gloria. Debemos dar a Dios el primer lugar. Y esto se demuestra en dedicar un tiempo al día para agradecerle la vida, la fe, y tantas gracias que a diario Él nos da en el orden espiritual y material, familiar y laboral. Aquí entrarían esos minutos al día para leer la Biblia y entrar en diálogo con Él. Aquí entraría ese participar activa y fervorosamente de la misa dominical. Aquí también la oración de agradecimiento antes de las comidas. O ese rezo del rosario en familia. Todo esto es justicia con Dios por ser quien es: nuestro Señor, nuestro Padre y nuestro Dios.

Tenemos que ser justos, sobre todo, con los demás. Esta justicia garantiza básicamente el respeto mutuo en el uso de los bienes que Dios nos ha otorgado, que son para todos y que miran no sólo a nuestra utilidad en este mundo, sino también para que nos ayuden a llegar hasta Dios. El Magisterio social de la Iglesia evoca al respecto tres formas clásicas de justicia: la conmutativa, la distributiva y la legal. Dice el Catecismo de la Iglesia católica: “Los contratos están sometidos a la justicia conmutativa, que regula los intercambios entre las personas y entre las instituciones en el respeto exacto de sus derechos. La justicia conmutativa obliga estrictamente; exige la salvaguardia de los derechos de propiedad, el pago de las deudas y el cumplimiento de obligaciones libremente contraídas. Sin justicia conmutativa no es posible ninguna otra forma de justicia. La justicia conmutativa se distingue de la justicia legal, que se refiere a lo que el ciudadano debe equitativamente a la comunidad, y de la justicia distributiva que regula lo que la comunidad debe a los ciudadanos en proporción a sus contribuciones y a sus necesidades” (número 2411). “En virtud de la justicia conmutativa, la reparación de la injusticia cometida exige la restitución del bien robado a su propietario…” (número 2412).

Por tanto, bajando a detalles, se falta a la justicia, y a veces gravemente, mediante el hurto, la rapiña, el fraude, la usura, la extorsión, el plagio, la retención injusta del algo ajeno. Se falta a la justicia, cuando por negligencia se retrasan los salarios o pagos, pudiendo hacerlo a tiempo. Mientras se pueda, convendría pagar al contado, sobre todo a los que lo necesitan, y al día siguiente de terminar el mes. Sí, falta a la justicia:

• El patrón que retrasa el pago del salario a los obreros, sin causa justa.
• El que se niega a pagar sus deudas pudiendo hacerlo.
• Los que no devuelven las cosas prestadas o las devuelven en mal estado.
• Los que engañan en la administración de bienes ajenos.
• Los que falsifican dinero.
• El que estafa a quien le confió la administración de sus bienes.
• Los que guardan la cosa perdida sin buscar al dueño.
• El que con gastos excesivos se imposibilita para pagar sus deudas.
• Los comerciantes que provocan quiebras ficticias para declararse insolventes.
• El que sabiendo que en el supermercado se ha equivocado la cajera y le ha dado dinero de más, y no hace nada por devolverlo.

Tenemos que ser justos, finalmente, con nosotros mismos. A esto lo llamamos humildad. La justicia con nosotros mismos significa ponernos en el lugar que nos corresponde: ni arriba ni abajo. Y si ahondamos un poco, sabemos que el lugar que nos corresponde es el último, porque somos criaturas de Dios, servidores de nuestros hermanos y además pesa sobre nosotros una realidad profunda: somos pecadores.

Tratemos de vivir esta virtud de la justicia con más conciencia, sobre todo con nuestro prójimo. Y unamos a la virtud de la justicia, la virtud del amor y de la solidariedad. Sólo así superaremos la visión contractual de la justicia, que es visión limitada. La justicia sola no basta. Puede incluso llegar a negarse a sí misma, si no se abre a aquella fuerza más profunda que es el amor.

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Fuente: GAMA - Virtudes y valores

Adviento. Alguien llega / Autor: P. Antonio Rivero, L.C.

Adviento. Sí, llegada de Alguien importante, para algo importante, por algo importante, a un lugar importante. Descubramos el sentido profundo de este tiempo litúrgico tan sencillo, austero y propicio para la meditación y la esperanza.

En cada adviento revivimos, con la fe, y volvemos hacer presente en la esperanza la primera venida de Cristo en su carne sencilla, prestada por María, hace más de dos mil años. Y al mismo tiempo ese adviento, todo adviento, nos lanza y nos proyecta y nos hace desear la última venida de Cristo al final de los tiempos en toda su gloria y majestad, como nos describe san Mateo en el capítulo 25: “Ven, Señor Jesús”. Pero también en cada adviento, si vivimos en clave de amor y de fe, podemos recibir y descubrir la venida intermedia de Cristo en su Eucaristía –detrás de ese pan y vino, que ya no es pan ni vino, sino el Cuerpo y la Sangre de Cristo-, en el prójimo necesitado –pregunten, si no, a san Martín de Tours cuando dio la mitad de su manto a ese pobre aterido de frío en pleno invierno francés hace ya muchos, muchos años, y en la noche Cristo se le apareció vestido con esa mitad del manto para agradecerle ese hermoso gesto de caridad-, o también descubrir el rostro de Cristo detrás de ese dolor o adversidad de la vida. Cristo continúa viniendo. El adviento es continuo y eterno. El hombre vive en perpetuo adviento. Cristo viene siempre, cada año, cada mes, cada semana, cada día, cada hora y cada minuto. Basta estar atento y no embotado en las mil preocupaciones.

Quién llega: Es Jesucristo, nuestro Señor, nuestro Salvador, el Redentor del mundo, el Señor de la vida y de la historia, mi Amigo, El Agua viva que sacia mi sed de felicidad, el Pan de vida que nutre mi alma, el Buen Pastor que me conoce y me ama y da su vida por mí, la Luz verdadera que ilumina mi sendero, el Camino hacia la Vida eterna, la Verdad del Padre que no engaña, la Vida auténtica que vivifica.

Cómo llega: Llegó humilde, pobre, sufrido, puro hace más de dos mil años en Belén. Llega escondido en ese trozo de pan y en esas gotas de vino en cada Eucaristía, pero que ya no son pan ni vino, sino el Cuerpo sacrosanto y la Sangre bendita de Cristo resucitado y glorioso. Y llega disfrazado en ese prójimo enfermo, pobre, necesitado, antipático, a quien podemos descubrir con la fe límpida y el amor comprensivo. Y llega silencioso o con estruendo en ese accidente en la carretera, en esa enfermedad que no entiendemos, en esa muerte del ser querido, para recordarnos que Él atravesó también por esas situaciones humanas y les dio sentido hondo y profundo.

Por qué llega: porque quiere hacernos partícipes de su amor y amistad. Quiere renovar una vez más su alianza con nosotros. El amor es el motor de estas continuas venidas de Cristo a nuestro mundo, a nuestra casa, a nuestra alma. No hay otra razón.

Para qué llega: para dar un sentido de trascendencia a nuestra vida, para decirnos que somos peregrinos en este mundo y que hay que seguir caminando y cantando. Llega para enjugar nuestras lágrimas amargas. Llega para agradecernos esos detalles de amor que con Él tenemos a diario. Llega para hablarnos del Padre, a quien Él tanto ama. Llega para alimentar nuestras ansias de felicidad. Llega para curar nuestras heridas, provocadas por nuestras pasiones aliadas con el enemigo de nuestra alma. Llega para recordarnos que no estamos solos, que Él está a nuestro lado como baluarte y sostén. Llega para pedirnos también una mano y nuestros labios y nuestro corazón, porque quiere que prediquemos su Palabra por todos los rincones del mundo.

Dónde llega: llega a nuestro mundo convulso y desorientado y hambriento de paz, de calor, de caridad y de un trozo de pan; a nuestras familias tal vez divididas o en armonía; a nuestros corazones inquietos como el de san Agustín de Hipona, corazón que sólo descansó en Dios. Quiere llegar a todos los parlamentos internacionales y nacionales para dar sentido y moralidad a las leyes que ahí se emanan. Quiere llegar al palacio del rico, como a la choza del pobre. Quiere llegar junto al lecho de un enfermo en el hospital, como también a ese salón de fiestas, dónde él no viene a aguar nuestras alegrías humanas sino a purificarlas y orientarlas. Quiere llegar al mundo de los niños, para cuidarles su inocencia y pureza. Quiere llegar al mundo de los jóvenes, para sostenerles en sus luchas duras y enseñarles lo que es el verdadero amor. Quiere llegar al mundo de los adultos para decirles que es posible la alegría y el entusiasmo en medio del trabajo agotador y exhausto de cada día. Quiere llegar a cada familia para llevarles el calor del amor, reflejo del amor trinitario. Quiere llegar al mundo de los ancianos para sostenerles con el báculo del aliento y la caricia de la sonrisa. Quiere llegar al mundo de los gobernantes para decirles que su autoridad proviene de Dios, que deben buscar el bien común y que deberán dar cuenta de ella.

Cuántas veces llega: si estamos atentos, no hay minuto en que no percibamos la venida de Cristo a nuestra vida. Basta estar con los ojos de la fe bien abiertos, con el corazón despierto y preparado por la honestidad, y con las manos siempre tendidas para el abrazo de ese Cristo que sabe venir de mil maneras. Por tanto, podemos decir que siempre es adviento. Es más, nuestra vida debe ser vivida en actitud de adviento: alguien llega. No vayamos a estar somnolientos y distraídos.

Cómo prepararnos: nos ayudará en este tiempo leer al profeta Isaías, meditar en san Juan Bautista que encontramos al inicio de los evangelios y contemplar a María. Isaías con su nostalgia del Mesías nos prepara para la última venida de Cristo. San Juan Bautista nos prepara para esas venidas intermedias de Cristo en cada acontecimiento diario y sobre todo en la Eucaristía. Y María nos hará vivir, rememorar en la fe ese primer adviento que Ella vivió con tanta esperanza, amor y silencio, para poder abrazar a ese Niño Jesús sencillo, envuelto en pañales y recostado en un pesebre.

Adviento, tiempo de gracia y bendición. Llega alguien, sí. Llega Dios. Y Dios es todo. Dios no quita nada. Dios da todo lo que hace hermosa a una vida. Y hay que abrirle la puerta y Él entrará y cenará con nosotros y nosotros con Él. Y nos hará partícipes de su amor y felicidad. ¡Qué triste quien no le abra la puerta a Cristo, dejándolo fuera, helándose y despreciado, con sus Dones entre sus Manos benditas! ¿Habrá alguien así, desalmado y sin sentimientos? ¡No lo creo! Al menos no lo quiero creer.

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Fuente: Catholic.net

"Suficiencia o gratitud" / Autor: Alfonso Aguiló

A finales del siglo XV, en una pequeña aldea cercana a Nüremberg, vivía una familia numerosa. Para poder poner pan en la mesa para tantos, el padre trabaja de la mañana a la noche en un pequeño taller de orfebrería. A pesar de las modestas condiciones en que viven, dos de los hijos demuestran desde muy pronto tener grandes dotes para el arte. Ambos quieren desarrollar ese talento, pero saben bien que su padre jamás podrá enviar a ninguno de ellos a estudiar a la Academia. Después de muchas noches de conversaciones calladas entre los dos, llegan a un acuerdo. Lanzarán al aire una moneda. El que pierda trabajará en las minas para pagar los estudios del que gane. Al terminar los estudios, se cambiarán las tornas y el otro sufragará los gastos del que ha quedado en casa.

Había pasado su oportunidad

Lanzan al aire la moneda un domingo al salir de la iglesia. El que gana se va a estudiar a Nüremberg y desde el primer momento es toda una revelación en la Academia. Los grabados de Albretch Dürer, sus tallas y sus óleos enseguida llegan a ser mejores que los de muchos de sus profesores, y al graduarse, sus obras ya han comenzado a cotizarse considerablemente. Cuando regresa a su aldea, la familia se reúne en una memorable velada. Al final, Albretch propone un brindis por su hermano, que tanto se ha sacrificado para hacer posibles sus estudios. Sus palabras finales son: «Y ahora, hermano mío, eres tú quien debe marchar a Nüremberg». Pero su hermano tiene el rostro empapado en lágrimas y mueve de un lado a otro la cabeza.

Finalmente, se seca las lágrimas, mira por un momento a cada uno, se dirige a su hermano y le dice sin acritud: «No, Albretch, no puedo ir a Nüremberg. Ya es tarde. Mira lo que cuatro años de trabajo en las minas han hecho a mis manos. Cada hueso se me ha roto alguna vez, y la artritis de mi mano derecha ha avanzado tanto que ya no podría trabajar con la precisión y la destreza que exigen en la Academia. No quería que lo supieras hasta ahora, pero para mí ya es tarde».

Han pasado más de quinientos años desde ese día. Hoy los grabados, óleos, acuarelas, tallas y demás obras de Albretch Dürer pueden ser contemplados en museos de todo el mundo. Pero una de ellas, titulada “Manos que oran”, parece reproducir las manos maltratadas de su hermano, con las palmas unidas y los dedos apuntando al cielo, en homenaje a su sacrificio.

Agradecer oportunidades

Este emotivo relato viene a recordarnos que muchos de nuestros logros, de los que quizá nos sentimos personalmente muy satisfechos, y que atribuimos casi en exclusiva a nuestros propios méritos, han sido posibles porque se nos han dado oportunidades que otros nunca han tenido. Ser conscientes de esto es fundamental para dar globalmente a nuestra vida un sesgo de gratitud y no de suficiencia. Quizá no todos hemos pasado por un hecho así, y por tanto no lo tenemos tan claro en nuestra mente, pero todos podemos entender fácilmente que hemos contado con muchas oportunidades que a otros no se les han presentado, y no nos sería sencillo explicar por qué las merecemos más que ellos.

Todo esto son evidencias en las que conviene profundizar. Si lo hacemos, seguramente comprenderemos que debemos compartir más todo lo que tenemos, en vez de considerarlo como algo que no debemos a nadie. Todos deberíamos tener bien claro que, si somos afortunados en algo, que siempre lo somos, nuestro deber es hacerlo rendir en servicio de los demás. Sólo así hacemos verdadera justicia con ellos.

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Fuente: www.interrogantes.net

María, la que espera. / Autora: María de Lourdes Rodero Elizondo, o.p.

El adviento es tiempo de espera para la gran celebración de la Navidad. El nacimiento de Jesús es el gran acontecimiento largamente esperado por el Pueblo de Israel que durante tantos años vivió anhelando el cumplimiento de la promesa que Dios le había hecho de que le enviaría un Salvador.

Nuestra cultura no está habituada a esperar y nos es difícil comprender que el Pueblo de Israel haya esperado siglos y siglos para el cumplimiento de esta promesa. La nuestra es la cultura de la prisa, de lo inmediato, de lo “express”. Esperar implica acomodarse al tiempo de otro y es realmente difícil aceptar los tiempos de “otro” cuando no coinciden con los nuestros, incluso si son tiempos de Dios.

El Adviento nos invita a esperar el tiempo de Dios; la venida de Jesús.

El adviento no es aún la fiesta, sino espera, preparación y expectación para la gran fiesta.
El gozo propio del adviento es de quien ha recibido una promesa y espera ilusionado su cumplimiento y verificación. Sin embargo, hoy ya no lo vivimos esperando una promesa. Hemos adelantado la fiesta y hemos perdido el clima de “espera”, “de promesa”, de “don”.

Lo anticipamos todo: durante el adviento, nos damos regalos, los abrimos, comemos pavo, dulces, etc. No sabemos esperar. Esta anticipación del festejo nos ha “robado” el tiempo de preparación espiritual propuesto por la Iglesia para una celebración profunda de la Navidad, que tendría que ser para cada cristiano, un encuentro “de corazón a corazón” con el Dios-niño, tan sencillo y pequeño, que se encuentra al alcance de todos. Actualmente hay muchos festejos “navideños” que nada tienen que ver con el misterio de la Navidad y muchas veces para el 24 de diciembre, ya nos encontramos cansados y agobiados; incluso “saturados” de tantos compromisos; agotados por la prisa y el estrés. La forma en la que solemos vivir el adviento, en lugar de prepararnos para celebrar la Fe en un clima de paz y gozo espiritual, muy probablemente nos acelera, dispersa y distrae para lo esencial.

María, la Madre que supo esperar con verdadera esperanza y gran amor, es el gran personaje del Adviento que nos enseña a vivir este tiempo como camino hacia el portal de Belén, lugar de encuentro y adoración del Dios-niño.

Tres actitudes muy hermosas de María que nos pueden ayudar a vivir este adviento son: la espera, la preparación del corazón y la acogida sincera.
María espera con gozo, con profunda esperanza, la llegada de Jesús a su vida.
María prepara su corazón con vivos sentimientos de ternura para con el Niño Jesús que viene y de gratitud profunda para con Dios que cumple sus promesas.
María cultiva en su corazón una acogida generosa, abriéndolo de par en par para que realmente entre Jesús a su vida. Ella lo esperaba sinceramente, no lo acoge sólo de palabra, sino que le ofrece su corazón.

Que María nos enseñe a vivir este adviento en una espera gozosa; a aprovechar este tiempo para preparar nuestro corazón para que Jesús realmente encuentre en él un lugar donde quedarse y desde el cual podamos descubrirlo como verdadero Salvador: como el Dios que viene a iluminar lo que en nuestra vida está oscuro; a sanar lo que en nuestra vida está enfermo; y a liberarnos de todo lo que nos impide vivir en el gozo de su Amor.

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Fuente Catholic.net

La más bella entre todas las mujeres / Autor: P. Sergio Cordova LC

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María.

Nadie mejor que Ella, la Virgen Madre del Redentor, nos puede ayudar a disponernos interiormente para el nacimiento de su divino Hijo.

Recuerdo que, cuando era niño, escuché de los labios de mi madre una oración bellísima, que siempre me ha fascinado: “Bendita sea tu pureza/ y eternamente lo sea,/ pues todo un Dios se recrea/ en tan graciosa belleza./ A ti, celestial Princesa,/ amada Virgen María,/ te ofrezco en este día/ alma, vida y corazón./ Mírame con compasión,/ y no me dejes, Madre mía./ Amén”. En esta sencilla plegaria, al igual que en el Avemaría, se encuentra condensada la fe del pueblo cristiano que reza a María, su Madre, invocándola con el singular título de “Inmaculada”.

La Iglesia Católica, casi desde sus inicios, consideró a la Virgen María como purísima y sin ninguna mancha de pecado original. Muchos Santos Padres y teólogos habían defendido la pureza intacta de María, como, por ejemplo, san Gregorio Nazianceno, Orígenes, Tertuliano, san Basilio de Cesarea, san Cirilo de Alejandría, san Efrén de Siria, san Ambrosio y san Agustín. Pero, curiosamente, el dogma de la Inmaculada Concepción no fue definido sino hasta el año 1854 por el Papa Pío IX, de feliz memoria. En la bula “Ineffabilis Deus” proclamaba solemnemente que “la Bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original desde el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios Omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano”. Son las palabras textuales de la declaración de este dogma de fe.

El Evangelio de la fiesta de hoy nos presenta el pasaje de la Escritura en el que la Iglesia ha visto de forma clara, pero implícita, la afirmación de este dogma mariano. “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo” son las palabras que el ángel dirige a María, al entrar a su presencia, para comunicarle el mensaje que le traía de parte de Dios. Esta definición, “llena de gracia”, le viene aplicada a María en un sentido pleno y total. Ella es la “toda hermosa”, la “tota Pulcra”, como siempre la han llamado todos los cristianos desde tiempo inmemorial y como canta la Iglesia en las vísperas de esta festividad.

La palabra “gracia” –del griego, “charis”–puede significar “favor, perdón, amnistía” –como cuando decimos que un condenado a muerte ha obtenido la gracia–. Pero significa también “belleza, encanto, fascinación”. Y éste es el sentido que se aplica aquí a María. Ella es la más bella de todas las creaturas; pero no nos referimos sólo a una belleza física, sino sobre todo espiritual: la belleza de su alma por sus virtudes, por su santidad, por la elección divina; porque ha sido totalmente preservada de la mancha del pecado; en una palabra, porque en Ella, en su vientre, alma y corazón, reside el mismo Dios. Ella es “llena de gracia” porque es toda pura y porque Dios la ha elegido para ser la Madre de su Hijo. Ella es “graciosa” porque ha sido “agraciada” de parte de Dios. Ella es, en efecto, “la más hermosa de entre todas las mujeres, la amada del Señor, en quien no hay ninguna tacha” –como canta poéticamente el Cantar de los Cantares–.

Fedor Dostojevskji decía que “el mundo será salvado por la belleza”. Y tenía razón. Pero por esta belleza espiritual que resplandece en el alma de María; por la belleza sin igual de sus virtudes, de su santidad, de su pureza virginal y de su condición de Virgen y Madre Inmaculada.

Ojalá que también nosotros, todos los cristianos, imitemos a nuestra Madre del cielo en su pureza de cuerpo y alma. ¡Son tan hermosas las almas puras! Ojalá los jóvenes y las jovencitas entendieran que la verdadera belleza, la que nunca acaba y la que siempre perdura no es la belleza caduca y engañosa que se exhibe en las formas del cuerpo, sino la belleza limpia del alma santa, la inocencia de la virtud y la pureza del corazón. Pidamos hoy a María Santísima, nuestra Reina y Madre Inmaculada, que nos haga cada día un poco más semejantes a Ella.

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Fuente: Catholic.net

El desierto / Autor: P. Jesús Higueras

Yo envío a mi mensajero, para que prepare el camino
delante de mí.
Y en seguida entrará en su Templo
el Señor que ustedes buscan;
y el Ángel de la alianza que ustedes desean
ya viene, dice el Señor de los ejércitos.

¿Quién podrá soportar el Día de su venida?
¿Quién permanecerá de pie cuando aparezca?
Porque él es como el fuego del fundidor
y como la lejía de los lavanderos.

Él se sentará para fundir y purificar:
purificará a los hijos de Leví
y los depurará como al oro y la plata;
y ellos serán para el Señor
los que presentan la ofrenda conforme a la justicia.

La ofrenda de Judá y de Jerusalénserá agradable al Señor,
como en los tiempos pasados, como en los primeros años.

Yo me acercaré a ustedes para el juicio
y atestiguaré decididamente
contra los adivinos, los adúlteros y los perjuros,
contra los que oprimen al asalariado,
a la viuda y al huérfano,
contra los que violan el derecho del extranjero,
y no temen, dice el Señor de los ejércitos.

Porque yo, el Señor, no he cambiado,
¡pero ustedes no dejan de ser hijos de Jacob!

Desde la época de sus padres,
ustedes se apartan de mis preceptos y no los observan.
¡Vuelvan a mí y yo me volveré a ustedes!,
dice el Señor de los ejércitos.
Ustedes dicen: "¿Cómo volveremos?".

¿Puede un hombre defraudar a Dios?
¡Sin embargo, ustedes me defraudan a mí!
Ustedes dicen: "¿En qué te hemos defraudado?".
En el diezmo y en los tributos.

Sobre ustedes pesa una maldición,
porque ustedes, la nación entera,me defraudan.

Lleven el diezmo íntegro a la casa del Tesoro,
para que haya alimento en mi Casa.
Sométanme a esta prueba, dice el Señor de los ejércitos,
y verán si no les abro las compuertas del cielo
y derramo para ustedes
la bendición en abundancia.

Yo les espantaré la langosta,
para que no destruya los frutos de la tierra
y la viña no les quede estéril en el campo,
dice el Señor de los ejércitos.

Todas las naciones los proclamarán felices,
porque ustedes serán una tierra de delicias,
dice el Señor de los ejércitos.

Mt 3, 1-12

Cuando Dios ha querido tener un encuentro especial con su pueblo ha sido en el desierto, porque el desierto significa huir del ruido, y entrar en ese silencio en el que solamente se pueden escuchar dos voces, la voz del interior del corazón y la voz de Dios que habla al interior del corazón. Por eso Juan el Bautista quiso predicar en el desierto, en un lugar donde la gente podía huir de las prisas, de los afanes y de los ruidos de cada día, y encontrarse con ese silencio tan elocuente y tan sonoro, en el que se puede escuchar realmente la voz de Dios.

Y así, en estos primeros días del Adviento, todos deberíamos preguntarnos si estamos dando a cada uno lo suyo, si estamos dando a Dios lo que es de Dios, y somos capaces de dedicarle un tiempo de oración, de reflexión, de silencio para poder escucharle. Si estamos dando en el trabajo profesional, no solamente los réditos y las cuentas que esperan de nosotros, sino el trato cordial, el trato humano, esa justicia que debemos de vivir, y sobre todo si estamos dando en la familia a los demás, lo que cabe esperar de nosotros. Muchas veces nos podríamos preguntar qué es lo que me reprochan en casa, que es lo que los demás echan de menos en mí. Piensa tal vez en la última discusión, en la última diferencia de opinión que tuviste con los tuyos, qué es lo que te pedían. Y aunque te pueda parecer que es injusto y no te comprenden, que no tienen razón, piensa qué es lo que hay de fondo. Porque no hay mejor modo de preparar el paso del Señor, la limpieza de corazón, que el querer dar a cada uno lo suyo.

Escápate de los sentidos que te alborotan, de los problemas, de todas las cosas que tantas veces te llenan el corazón de prisas, de ansiedades y de problemas, y céntrate por un momento solamente en tu Dios, y dile y pídele, que te enseñe y que te diga qué es, ese fruto de conversión que Él espera de ti para que sea Pascua de Navidad, para que realmente Cristo pase por tu vida.

El mensaje de Juan, aunque pueda parecer duro e insultante en algún momento – es capaz de llamar raza de víboras a los fariseos, que eran los más religiosos de su tiempo – es un mensaje de purificación, porque todos sabemos que al realizar el camino de la vida, se llena uno de polvo, de cosas que se le han ido a uno pegando sin darse cuenta, y es necesario llegar con un corazón limpio, con un corazón nuevo, con un corazón para estrenar, para que Jesús lo estrene. Tal vez, el paso de los años, los problemas, las enfermedades, los disgustos, los desencantos, los desengaños, te han dejado un corazón viejo, que ya está de vuelta de todo y crees que lo sabe todo, y sin embargo, el Niño trae la novedad, de vida, de ilusiones, el porqué no volver a empezar, esa palabra mágica que es la esperanza, que es pensar que Dios todo lo puede hacer nuevo.

Vamos en este tiempo de Adviento a acercarnos un momento al desierto. El desierto lo puedes hacer en cualquier lugar, si eres capaz de escaparte y de sacar un tiempo para ti y para tu Dios, y en ese desierto escuchar la voz que grita: “Preparad el camino al Señor. Preparad el corazón al Señor. Quitaros todo aquello de encima, que sabes que te está haciendo daño a ti y que está haciendo daño a los demás, y bloquea la entrada al Señor. Abrid sin miedo las puertas a Cristo, y abrid sin miedo las puertas a esa luz que va a enseñar donde están las telas de araña y las pelusas o las cosas que, con el paso del tiempo, se han ido poniendo en tu corazón”.

Haz desierto. Atrévete a encararte con el desierto, y a escuchar la voz que Dios puede pronunciar sobre tu vida. Dios mío, que hay en mi que no te agrade. Señor, que es lo que los demás tienen derecho a esperar de mí. Que es lo que los demás me están reclamando, y tal vez ésa sea la mejor penitencia, la única penitencia que Dios pida para ti en estos días.

La verdadera historia de Santa Claus / Autora: Blanca Arias de Anda

Comenzamos ya el mes de Diciembre, y poco a poco las casas van mostrando sus variados adornos y luces multicolor, por supuesto es una fiesta importantísima sin duda, Navidad es la fiesta del amor hecho hombre y de la generosidad en el compartir de los bienes del mismo modo que Dios comparte con nosotros la naturaleza humana.

Cada año, los católicos enfrentamos una lucha por rescatar a Jesús de entre tantas “Fiestas, comidas, regalos, adornos, compromisos etc.”

Sin embargo creo que también debemos esforzarnos por rescatar del dominio de los comerciantes todo lo que realmente nos pertenece como católicos, en especial me quiero referir a la tan maltratada imagen de Santa Claus. Si, leyó usted bien, y tal vez le sorprenda esta inquietud mía, la verdad es que he escuchado a más de un católico, refiriéndose a Santa Claus como el ”gordito de barbas blancas”, ocupando el lugar de quien la misma Iglesia se encarga de ponernos como ejemplo de devoción a Jesús Niño, de paciencia, fe en la persecución y sobre todo generosidad. Si, nuestro maltrecho Santa Claus no es otro más que San Nicolás de Bari.

Desdichadamente los católicos nos hemos dejado robar de la mercadotecnia que, con tal de vender en estas fechas, ha sido capaz de inventar a través de los años malformaciones tales como los duendes, el taller de juguetes, el simpático reno Rodolfo, y hasta la misma Sra. Claus. Bueno, eso es lo que nos venden las miles de promociones y películas de temporada.

A continuación una breve reseña de su vida y del porqué se ha desvinculado de la Navidad, le invito a leer este artículo... y después... saque usted sus conclusiones.

San Nicolás de Bari nació en el año 310 después de Cristo, en un tiempo de persecución, donde la enseñanza de la doctrina de Jesús suponía estar en Contra del Imperio Romano. Por lo alejado de la época es difícil saber con exactitud su nacionalidad Países como Rusia, Turquía y en general medio Oriente se atribuyen este privilegio. Los padres de Nicolás que eran gente adinerada habían inculcado en su hijo el espíritu de generosidad entre otras virtudes, de modo que en una ocasión cambió a su caballo por un esclavo en una subasta para regalarle su libertad, lo que provocaba la burla entre los paganos y falta de respeto entre los Cristianos, todas las caridades las hacía en nombre de Jesús y con su ejemplo muchos se convertían a Cristo. Siendo aún muy Joven mueren sus padres y comienza a dar a manos llenas entre los mas necesitados; al llamarle la atención su administrador, San Nicolás, responde que si sólo ha dado la tercera parte de su herencia se preocuparía por dales más.

Se cuenta que en una ocasión supo de tres jovencitas que pretendían casarse pero su padre no podía pagar la dote correspondiente. Al saberlo Nicolás (pretendiendo realizar la caridad sin ser visto), dejó caer por la chimenea unas monedas de oro que coincidentemente cayeron en unas medias de lana que las jóvenes habían dejado secando (por eso se cuelgan las medias tejidas que sirven para que ahí nos deje a nosotros los regalos que el niño Jesús nos manda desde el cielo, y por eso es el mito de que no puede ser visto por los que recibirán el regalo). Así, es conocido como el patrono de las parejas que desean tener un buen matrimonio y como protector de las familias en problemas económicos. En algunos países su imagen aparece con tres monedas de oro en las manos.

En esos tiempos era emperador Diocleciano quien ordena a Cesar Galerio acabar con los cristianos con toda la fuerza. Es en esta época que San Nicolás es nombrado Obispo de Myra Turquía (de ahí el color rojo de su vestimenta).

A pesar de vivir la feroz persecución Nicolás no perdía su sentido del humor y su alegría especialmente al platicar con los niños acerca del Nacimiento de Jesús en quién ponía toda su Esperanza (de ahí el amor a los niños y el típico Jo, Jo, Jo).

En una de las persecuciones fue aprehendido y encarcelado por casi 30 años, aún desde la cárcel se sacrifica y ora por su Iglesia, a pesar que los soldados romanos se burlaban de Él diciéndole que ya se había acabado la fe en Cristo.

Al convertirse al cristianismo el emperador de Roma, Constantino, hijo de Santa Elena, el Obispo Nicolás fue liberado, ya anciano con el pelo largo y la barba blanca, y convencido que era el único creyente que quedaba, regresa a su ciudad dispuesto a empezar otra vez la Iglesia de Cristo.

Su sorpresa fue grande cuando llegando al lugar observa la Catedral que había sido reconstruida y en ella los Cristianos entonaban el cántico Adestae Fidelis ya que estaban celebrando la fiesta de Navidad (por eso la relación de Navidad con la llegada de San Nicolás).

Se dice que asistió al Concilio de Nicea (325 dC) también que sofocó un motín en Taifalea, Frigia. Y que sostuvo con su dinero y con su fe a su pueblo y a ciudades como Patara y Lycia de Kalamaky que vivían hambrunas.

Uno de los milagros más sorprendente es el de haber resucitado por su intercesión a tres niños que habían caído de un árbol y muerto al instante. Motivo por el cual también se le representa con tres niños a su lado. A pesar de ser anciano, seguía viajando, evangelizando y entregando juguetes a los niños para recordar a todos que en Navidad recibimos el mejor de los regalos a través de Cristo, la esperanza de la salvación Eterna.

Sus restos descansan en la Basílica de San Nicolás, en Bari Italia, desde el siglo XI (1087) y a falta de precisión de su fecha de paso a la vida eterna lo veneramos (o deberíamos) el 6 de Diciembre.

Otra de las formas en las que se representa su imagen en Holanda, es con un barco en las manos ya que por su mediación se salvo un barco de zozobrar en la tormenta.

La imagen que conocemos actualmente del clásico Santa Claus, fue modificada por el inmigrante Alemán recién llegado a Nueva York el protestante Thomas Nast quien lo ilustra para el semanario “Harper” en 1864 mostrándolo con el traje rojo las botas, un gran saco de juguetes y entrando en una chimenea.

Por ser uno de los primeros santos de nuestra Iglesia su nombre se ha modificado con los siglos del vocablo Sajón Saint Nickleaus, a santa Claus.

Espero que el conocer este artículo le impulse a conocer más de cerca de este gran Santo, ejemplo de virtudes que tanta falta le hacen a esta temporada Navideña y dar a conocer a nuestros niños y jóvenes a San Nicolás, el verdadero Santa Claus.

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*Algunos datos tomados del libro El Sentido de la Navidad de Maria Eugenia Alvarado de Arcos, entre otras fuentes

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Fuente: Catholic.net

Anunciad a todos los pueblos: Dios viene, nuestro Salvador / Autor: SS Benedicto XVI

La liturgia invita a la Iglesia a renovar su anuncio a todos los pueblos y lo resume en dos palabras: Dios viene. Esta expresión tan sintética contiene una fuerza de sugestión siempre nueva.


Detengámonos un momento a reflexionar: no usa el pasado--Dios ha venido-- ni el futuro, --Dios vendrá--, sino el presente: Dios viene. Si prestamos atención, se trata de un presente continuo, es decir, de una acción que siempre tiene lugar: está ocurriendo, ocurre ahora y ocurrirá una vez más. En cualquier momento, «Dios viene».


El verbo «venir» se presenta como un verbo «teológico», incluso «teologal», porque dice algo que tiene que ver con la naturaleza misma de Dios. Anunciar que «Dios viene» significa, por lo tanto, anunciar simplemente al mismo Dios, a través de uno de sus rasgos esenciales y significativos: es el Dios-que-viene.

El Adviento invita a los creyentes a tomar conciencia de esta verdad y a actuar coherentemente. Resuena como un llamamiento provechoso que tiene lugar con el pasar de los días, de las semanas, de los meses: ¡Despierta! ¡Recuerda que Dios viene! ¡No vino ayer, no vendrá mañana, sino hoy, ahora! El único verdadero Dios, el Dios de Abraham, de Isaac y Jacob» no es un Dios que está en el cielo, desinteresándose de nosotros y de nuestra historia, sino que es el Dios-que-viene.

Es un Padre que no deja nunca de pensar en nosotros, respetando totalmente nuestra libertad: desea encontrarnos, visitarnos, quiere venir, vivir en medio de nosotros, permanecer en nosotros. Este «venir» se debe a su voluntad de liberarnos del mal y de la muerte, de todo aquello que impide nuestra verdadera felicidad, Dios viene a salvarnos.

Vivamos pues este nuevo Adviento --tiempo que nos regala el Señor del tiempo--, despertando en nuestros corazones la espera del Dios-que-viene y la esperanza de que su nombre sea santificado, de que venga su reino de justicia y de paz, y que se haga su voluntad así en el cielo como en la tierra.

Dejémonos guiar en esta espera por la Virgen María, madre del Dios-que-viene, Madre de la Esperanza, a quien celebraremos dentro de unos días como Inmaculada: que nos conceda la gracia de ser santos e inmaculados en el amor cuando tenga lugar la venida de nuestro Señor Jesucristo, a quien, con el Padre y el Espíritu Santo, se alabe y glorifique por los siglos de los siglos. Amén.


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Extracto de la homilía que pronunció Benedicto XVI durante la celebración de las vísperas del primer domingo de Adviento. Diciembre 2006

Manipulación: para lograr "mis" objetivos / Autor: Francisco de P. Cardona Lira

Los valores se van trasgiversando, hasta lograr que la mentalidad de la sociedad se adecue a éstos, producto de la manipulación.

¿Qué es la manipulación?

Manipular es el emplear alguna cosa, un papel, una piedra, un lápiz, un pedazo de tela, etc., para lograr un objetivo que una persona tenga.

Las cosas se manipulan. Sin embargo, hay muchas personas que consideran a otras personas como cosas, y las manejan, las manipulan, como si en realidad lo fueran.

La manipulación de personas es una degradación a la dignidad humana, pues cada persona tiene un valor incalculable, que merece todo el respeto a su naturaleza como tal. Quien manipula usa a los demás como si fueran cosas, como quien se quita o pone un calcetín. ¡Qué vileza es esta acción!. Quien manipula no reconoce la dignidad de los demás, quienes son reducidos a la condición de cosas. “¡Eres una cosa! ¡Te uso mientras me sirvas! ¡Mientras satisfagas alguno de mis caprichos, placeres o intenciones!” Esta es la mentalidad del manipulador. No le importan las personas. Únicamente le importa lograr sus metas y satisfacer sus deseos.

La manipulación es lo más denigrante para la persona humana.

¿Quién manipula?

Toda persona que use a los demás para alcanzar sus deseos, es un manipulador. Por ejemplo, quien usa la pornografía o acude con una prostituta, manipula a la mujer pues la usa para satisfacer sus placeres; o quien engaña para obtener beneficios personales.

¿Cómo se manipula?

Hay varias formas de manipulación. Unas que manipulan a una persona, otras que los hacen con poblaciones enteras. En ambos casos, el manipulador busca, como decíamos, satisfacer sus intereses propios.

Cuando la manipulación busca que toda una población se comporte como uno o unos cuantos desean que así lo hagan. Por ejemplo, muchos anuncios publicitarios buscan que la población compre tal o cual producto, sin explicar si realmente es necesario o no. Buscan los centavos de los habitantes, y nada más. No les importa lo que vaya a suceder. Un caso extremo es la droga. El único interés del narcotraficante el dinero del drogadicto. No le importa lo que a éste último se le vaya a causar o dañar.

¿Qué características comunes tienen todos
los actos manipuladores?


1.En todo acto de manipulación encontramos al menos a dos personas: al manipulador y al que es manipulado.

2.Como son dos personas, necesariamente tiene que haber decisiones de ambas: La del manipulador, que libremente busca usar al otro; y la del manipulado que, por miedo, engaño o presión decide someterse al manipulador.

3.Encontramos, también, que todo manipulador busca satisfacer sus propios deseos o caprichos, sin importarle la dignidad de los demás. Su única medida es su propio provecho, a costa de la denigración de la persona a quien manipula. Se puede decir que el manipulador es un egoísta consumado, que se ve a sí mismo con dignidad, pero que niega la de los demás.

4.En todo acto manipulador se emplea a la verdad como elemento característico, pero a la verdad reducida a un solo aspecto. Por ejemplo, cuando un padre o una madre de familia obliga a sus hijos a servirle según sus caprichos, apela a que es el padre o la madre. Esa es la verdad: es el padre o la madre del niño, a quien, por ser progenitor, hay que respetar y obedecer. Sin embargo, esa es únicamente parte de la verdad, pues los hijos son personas al igual que los papás; merecen el respeto a su dignidad; obedecer no quiere decir que cumplan ciegamente los caprichos de los padres, o que por el hecho de ser papás, los hijos ya son sus servidores o criados. En este caso, la madre o el padre manipulador usa su condición de progenitor para su conveniencia, reduciendo la verdad de la paternidad o de la maternidad a un solo aspecto de éstas: la obediencia filial de los hijos.

Algo similar sucede en las grandes manipulaciones de la sociedad. Se presenta a una parte de la verdad como si lo fuera ésta, todo. Por ejemplo, el caso de aquel desodorante que por el hecho de usarlo ya dará seguridad a quien lo compra. Sí, da la seguridad que uno no va a oler mal, pero entre eso y adquirir seguridad para enfrentarse a los problemas de la vida, hay un gran abismo.

5.En todo acto de manipulación la intención es lograr que el manipulado presente un comportamiento preestablecido por el manipulador. Por tanto, entre menor sea la reflexión del primero, mayor será la garantía para el segundo. De aquí que la ignorancia, el miedo o el falseamiento de los argumentos, se encuentren en este acto, o al menos uno de ellos.

6.En toda manipulación se busca que el manipulado no se percate del engaño o de las intenciones del manipulador, pues de hacerlo, lo más probables es que este último no se deje manipular. Por tanto, suele haber sutiles comentarios, bajo el pretexto de un falso respeto hacia el manipulado.

7.Otro gran aspecto de la manipulación es que, astutamente, no se definen con exactitud las cosas, dejando abierto el contexto y el fondo de la acción. Por ejemplo, cuando a alguien le comentan: “Se dice en todo el pueblo, que no sabes tratar a la gente, que eres un inconsiderado, un mal educado…”. Nunca te aclararán ni quien lo dice, ni el por qué, ni en qué circunstancias. “¡Ah! Todo el pueblo es la tía Eufrosina y la tía Dorotea, que están molestas porque no me acordé de ellas el día de su cumpleaños!”. Entre esto y “todo el pueblo” hay gran diferencia.

8.En toda acción manipuladora se juega con los verdaderos valores, pues se usan como pretexto para que la acción aparente basarse en ellos, aunque, realmente, los niega.

¿Cuáles son los tipos más frecuentes
de manipulación?


1.La manipulación semántica o de las palabras.
2.La manipulación publicitaria.
3.La manipulación de la sexualidad.
4.La manipulación de los valores.

1. La manipulación semántica o de las palabras

Esta manipulación consiste en vaciar a una palabra de su auténtico significado, para darle otro conveniente a los intereses de algunos. Generalmente se reduce ese significado a una parte de él, nada más. Por ejemplo, la palabra amor. Actualmente se dice que amar es un sentimiento. Se reduce la grandeza del amor al mero enamoramiento. Más aún, hacer el amor es reducir la grandeza del amor a la mera unión carnal en busca de placer. Recordemos que amar es buscar el bien de la persona que se ama. En el amor como sentimiento, el beneficiado es quien siente el enamoramiento. Nadie puede sentir lo que el otro siente. Si busco el bien de quien amo basado en el enamoramiento, realmente estoy buscando mi propio bien, pues yo son quien siento el enamoramiento. ¡Me estoy amando a mí mismo! ¡Soy egoísta! ¡Lo más contrario al amor!. Y, ¿qué decir de hacer el amor? ¿Acaso no busco únicamente mi placer carnal a costa del cuerpo de la otra persona?

Si hablamos de “sexo”, “libertad”, “felicidad”, “paternidad responsable”, “amor a la patria”, etc., lo más probable es que no estemos hablando del mismo tema.

La manipulación semántica es verdaderamente peligrosa.

2. La manipulación publicitaria

Nos encontramos ante uno de los peligros más frecuentes que se presentan en la vida cotidiana: la manipulación publicitaria. No toda esta publicidad es manipuladora. No. Sin embargo, muy frecuentes son los anuncios que buscan ganar la “libre” voluntad y decisión de los consumidores para adquirir los productos. La intención, pues, se encuentra en que, sea como sea, hay que lograr que el público compre el producto que se presenta.

Habrá manipulación cuando la publicidad no facilita la reflexión, sino que únicamente “fabrica” las razones para consumir.

Recordemos que cuando se acude a las tendencias inferiores del ser humano, es decir, a las tendencias afectivas y biológicas o se falsea la verdad, se cae en manipulación. Porque la voluntad del consumidor decidirá movido por esas tendencias, y no por razones que iluminen su inteligencia.

En el mundo de la publicidad es bien conocido que el hombre tiende a llevarse por sus sentimientos o por sus tendencias biológicas. Por ello, en pocas ocasiones te hablan realmente con razones válidas, con las ventajas y desventajas reales del producto, sino que, más bien, se enfocan a producirte la necesidad afectiva, cómoda, placentera de consumir ese producto.

Generalmente la publicidad une siempre al producto con un deseo o valor. Por ejemplo, si quieres ser feliz, usa pantalones “Trives”; si deseas sentirte a la moda, usa calcetines “Confort”; si anhelas tener pegue con las mujeres, usa la loción “Hombre”, etc.

El placer, la comodidad, la libertad, la sensación, la felicidad,…, son los argumentos que se emplean para vender los productos.

Si se añaden las imágenes a las palabras, más eficaz será la publicidad: modelos
guapas, paisajes placenteros, acciones atrevidas, gestos de satisfacción, etc.

3. La manipulación de los valores

La manipulación de los valores afecta directamente a las fibras más íntimas del ser humano. Procura reducir a la persona humana a un mero consumidor de productos novedosos en un clima de vaciedad y de confusión.

Observa lo que sucede con la moda, la sociedad permisiva, los cambios acelerados y precipitados que afectan a la sociedad, las demás formas de manipulación, la crisis permanente de valores, y descubrirás cómo se manipula en los valores.

La consecuencia más delicada y grave de esta manipulación de los valores se manifiesta en dos campos:

A) El grave desorden y desorientación en las costumbres de la sociedad.

B) El rápido incremento de la angustia, la soledad y el aburrimiento.

Los valores han sido manipulados según la conveniencia de algunos cuantos. Por ejemplo, el valor de la auténtica libertad, que implica la responsabilidad de los actos y de sus consecuencias, se ha trastocado por el placer de hacer lo que a mí me parezca, mientras no afecte a los demás.

Actualmente se considera que todo lo que es nuevo, por el simple hecho de serlo, es bueno, mientras que todo lo viejo, por el hecho de serlo, es malo.

Por otro lado, independientemente de lo que sea, si la mayoría de la gente lo hace, es bueno. Por ello, todo lo que la moda dicta, independientemente de lo que sea, ha de ser la ley de la vida, nos dice la publicidad.

Los valores se van trasgiversando, hasta lograr que la mentalidad de la sociedad se adecue a éstos, producto de la manipulación.

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Fente: Catholic.net

Observaciones relativas a la película La brújula dorada para niños

VERITAS) Ante las múltiples reacciones que La brújula dorada ha suscitado en diversos ámbitos por su presunto anticatolicismo y sobre todo debido a la importante cantidad de solicitudes de información y criterio por parte de muchos fieles católicos y padres de familia, parece conveniente señalar algunas observaciones muy breves que se refieren exclusivamente a la película, y no a la novela original de Philip Pullman.

1. El elemento más importante que puede interpretarse como alusión soterrada a la Iglesia católica es el “Magisterium”, una institución tiránica que lleva siglos ejerciendo su poder, especialmente sobre los niños -almas inocentes- y contra los avances científicos.

2. Hay otros elementos cuya interpretación simbólica anticatólica es claramente posible, si bien es cierto que -sin ser ingenuos- pueden no ser leídos en esa clave. Nos refereimos, por ejemplo, a la indumentaria de los miembros del Magisterio con algún atributo que parece episcopal; al hecho de que uno de los malvados se llame Fra, como si se tratara del apelativo que precede al nombre de muchos religiosos; a un par de pinturas que aparecen en los edificios del Magisterio y que evocan representaciones iconográficas cristianas o al palacio del Magisterio que se podría ver como alegoría al Vaticano.

3. Pensamos que, aunque nadie duda de la militancia antirreligiosa de ciertas novelas de Philip Pullman, en la película casi todas estas alusiones camufladas a la Iglesia pasarán desapercibidas para la mayoría del público que no haya tenido noticia de la polémica que ha precedido el estreno del film.

4. Como filosofía de fondo la película propone un mundo donde nada ni nadie tenga autoridad -aunque en el film se habla a veces de la “verdad”-, un mundo en el que la última palabra cosmológica parece tenerla el materialismo.

5. Por último, nos parece muy sensato que padres católicos prefieran que sus hijos no vean este film, por las razones arriba expuestas. También creemos que la encriptación de las analogías anticatólicas hace que su supuesta eficacia quede suficientemente mermada e incognoscible para el público juvenil.

6. Para tener un mayor conocimiento de la obra literaria de Pullman, y ante el temor lógico de muchos padres de familia de que el film invite a la lectura de sus novelas, recomendamos el artículo que adjuntamos, extraído de www.bienvenidosalafiesta.com

SIGNIS- ESPAÑA

De empresario a filántropo: Thomas Monaghan, creador de Domino’s Pizza y de Ave Maria University, revela los secretos de su éxito








Thomas Monaghan (centro) saluda a miembros de la Agrupación Católica Universitaria (ACU) después de su charla, el 28 de noviembre. Monaghan habló de la importancia de integrar su fe católica dentro del negocio.

Cuando Thomas Monaghan era niño, quería realizar tres cosas en su vida: jugar en el campo corto (short stop) de los Tigres de Detroit, ser sacerdote y ser arquitecto. Aunque nunca realizó ninguno de estos sueños, el fundador de la cadena de pizzerías Domino’s Pizza, ha podido integrar en su vida elementos de cada una de estas vocaciones.

“Hiciera lo que hiciera, sabía que tenía cinco prioridades en la vida: la salud física, la salud mental, lo social, lo espiritual y lo financiero. Pero lo más importante era ser un buen católico. Ésta es mi primera prioridad. No puedo transigir en esto”, dijo Monaghan el 28 de noviembre, durante el primer seminario de una serie de conferencistas distinguidos en la Agrupación Católica Universitaria (ACU), de Miami.

La cantante católica Cristy Arias cantó el Ave María durante la oración final, al terminar el primer seminario de una serie de conferencistas distinguidos en la ACU. Ave Maria es el nombre de la universidad y ciudad fundadas por Monaghan.

Después que su padre falleció, cuando Monaghan tenía cuatro años, él y su hermano estuvieron bajo cuidado tutelar hasta que llegaron al St. Joseph Home for Children, un orfanato y escuela.

“Mi padre fue mi héroe y mi persona favorita en el mundo”, indicó Monaghan. “Pero le debo mi fe a una de las Hermanas del orfanato. Cuando dije que quería ser short stop, sacerdote y arquitecto, los otros niños se rieron, pero ella nunca me dijo que no podría lograrlo. Lo único que me dijo fue: ‘Tommy, debes ser un niño bueno’. Ella fue una inspiración, y esto se quedó conmigo”, señaló.

Monaghan nunca se distinguió en el colegio. Según él, se graduó en el último lugar entre 44 estudiantes de bachillerato, y si logró graduarse fue sólo porque obtuvo buenas notas en el seminario durante el 10º grado. Comenzó en Ferris State University, en Michigan, y después de un semestre, se inscribió en la Universidad de Michigan, pero no pudo pagar las clases. En 1956, Monaghan viajó haciendo autostop hasta Chicago, pero, como no encontró trabajo, se enroló en la Marina para poder estudiar en la universidad gratuitamente.

“Es lo mejor que me ha pasado. Yo atribuyo mi éxito en los negocios a los Marine Corps”, señaló Monaghan.

Al concluir su servicio militar en 1959, Monaghan regresó a la universidad para estudiar arquitectura, pero sólo permaneció por tres semanas, porque carecía del dinero necesario para comprar sus libros.

Su hermano, que trabajaba de cartero en Ann Arbor, Michigan, le ofreció la oportunidad de ser su socio en una pizzería pequeña llamada Dominick’s Pizza. En 1960, pidieron $900 prestados a un banco y abrieron la pizzería.

“No teníamos ninguna idea de lo que estábamos haciendo. Mi hermano volvió a ser cartero y me dejó solo en el negocio. Cuando yo cerraba el restaurante cada noche, todavía tenía que pagar las cuentas, hacer la masa de la pizza y preparar el queso. Fue así como aprendí a hacer las pizzas mas rápidas del mundo”, explicó Monaghan.

Al principio, Monaghan también tenía que ocuparse de entregar las pizzas a domicilio, y al responder a un encargo hecho desde la residencia de estudiantes de la universidad de Ypsilanti, Michigan, conoció a la joven con la que hoy lleva 45 años de casado.

Aunque confrontó numerosos problemas financieros durante muchos años en el negocio de las pizzas, Monaghan empezó a crear franquicias con el nuevo nombre de Domino’s Pizza, firma que hoy cuenta con más de 8,000 restaurantes en más de 60 países.

“La regla de oro de Domino’s es tratar a los demás como tú deseas ser tratado. En 38 años de negocio, nunca he tratado a nadie injustamente. Siempre me pareció mucho mejor que la gente se aproveche de mí, a que yo me aproveche de la gente”, afirmó Monaghan.

Aunque nunca llegó a ser short stop, entre los otros logros de Monaghan se cuenta la compra de su equipo favorito, los Tigres de Detroit, por $54 millones, en 1983. Un año después los Tigres ganaron la Serie Mundial. Monaghan fue dueño del equipo durante 9 años. También escribió su autobiografía, Pizza Tiger, en 1986, y actualmente se encuentra escribiendo otra autobiografía, “más espiritual que la primera”.

Pero, para Monaghan, sus mejores éxitos son los que ha logrado después que vendió Domino’s en 1998 y se convirtió en filántropo, donando su dinero a la Iglesia Católica y a ministerios pro-vida, tales como la construcción de una misión en Honduras hace más de 25 años, y la construcción de una nueva catedral en Managua, Nicaragua, para reemplazar el templo que fue destruido por un devastador terremoto. Monaghan, además, ha creado la Fundación Ave María para trabajar en la educación y los medios de educación católicos, junto con otros proyectos comunitarios y de caridad.

También fundó Legatus, una organización de líderes empresariales y gerentes católicos, para promover los valores de la Iglesia dentro de la sociedad.

Actualmente, Monaghan está llevando a la realidad su sueño de crear una nueva universidad católica, Ave Maria University, en Naples, Florida, junto con una gran iglesia y una ciudad con la universidad como centro, un proyecto en el que se expresa su amor por la arquitectura. La universidad también tiene recintos en Michigan y en Nicaragua. Sin embargo, Monaghan ha recibido algunas críticas por crear una nueva universidad católica, cuando ya existen muchas en el país, y también por la creación de la ciudad de Ave Maria, donde, según el concepto de Monaghan, ninguna farmacia puede vender anticonceptivos.

“¿Por qué construir esta universidad, con el dinero y el tiempo limitados que me quedan?”, se cuestionó el hoy padre y abuelo, de 69 años de edad. “Me pregunto: ¿Qué es lo más valioso que puedo hacer con lo que Dios me ha dado? Decidí que lo más importante que los católicos pueden hacer con su dinero, es ayudar a otros a llegar al paraíso, no importa de dónde sean – de África, Honduras, Nicaragua o Naples”, respondió, agregando: “Lo más importante que uno puede hacer es obtener una educación. Es lo que el mundo más necesita. Esto es importante; por eso estoy dedicando mi vida a esto”.

Manny García-Tuñón, vicepresidente de ventas y mercadeo de Lemartec Engineering and Construction Corporation, se sintió conmovido por la charla de Monaghan.

“Fue una inspiración ver a alguien tan firme en su fe católica”, expresó García-Tuñón. Monaghan, “está elevando el estándar más que muchas organizaciones y diócesis católicas. Me ha dado una tremenda inspiración para vivir mi fe católica dentro de mi profesión”.

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Autor: Angelique Ruhi-López | Fuente: La Voz Católica

TESTIMONIO: Una ley más eficaz: el amor

Gracias a la ‘simple’ escucha de un abogado, una pareja a punto de separarse retira los “papeles” y vuelve a empezar la vida juntos

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Más allá de las normas jurídicas que regulan nuestra vida, el amor es la medida más alta de la justicia, y resuelve también las situaciones aparentemente sin salida.

Como abogado, no me faltan las ocasiones para ejercitar mi capacidad profesional al servicio de los demás, tratando de no poner límite a la posibilidad de amar en las circunstancias concretas. Este modo de interpretar y conducir la profesión a menudo produce un cambio radical en los demás.

Un día me llamó por teléfono una señora. Su hija, después de una pelea con el marido, había decidido separarse. El yerno había buscado un abogado que –más o menos en 24 horas- habría preparado el recurso para la separación consensual; faltaba sólo la firma de la esposa. La señora, preocupada, me pedía que interviniera. Sabía que el gesto de los dos jóvenes lo dictaba la rabia del momento, y no quería que esto perjudicara el futuro de su familia.

Pero sin el consentimiento de una de las partes, no podía hacer nada. La señora me había pedido que de todas formas recibiera a la hija, que había venido a mí con la excusa de escuchar el parecer de otro abogado.

Escuché largo rato a la joven esposa y me di cuenta de que el matrimonio se podía salvar y que realmente los dos habían actuado por impulso, sin darse cuenta de las reales consecuencias: de hecho sólo firmar el recurso podía significar para los dos el final de su relación. Terminando la conversación la señora me pidió que la representara en el juicio.

De este modo llamé al colega que había preparado el recurso, diciéndole que antes de preparar una separación tengo la costumbre de profundizar bien las razones de las crisis y que 24 horas no me eran suficientes. Me hice mandar el boceto del recurso. Después de algunos días volví a llamar a la señora. Me respondió que tanto ella como su marido lo habían vuelto a pensar y que habían decidido dar marcha atrás. Últimamente he sabido que ahora además tienen dos bellísimos niños.

(F.C.)

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Fuente: Movimiento de los Focolares

Saberse necesitado de Dios / Autor: P. Cipriano Sánchez LC

Isaías: 25, 6-10.
San Mateo: 15, 29-37.


“¿Dónde vamos a conseguir, en este lugar despoblado, panes suficientes para saciar a tal muchedumbre?”. Este párrafo del Evangelio nos ubica en una dimensión del Adviento muy básica: el hecho de que cada uno de nosotros tiene que saberse necesitado de Dios.

Es muy fácil decir “yo necesito a Cristo”, “el Señor es alguien importante para mí”, “Él me hace falta”. Pero, cuántas veces, la experiencia nos lleva a la afirmación contraria, nos lleva a pensar que somos hombres o mujeres que podemos bastarnos a nosotros mismos. En muchas ocasiones esto no lo hacemos de una forma consciente, pero sí de una forma escondida dentro de nuestro corazón. Y tenemos que tener muy claro que por el hecho de estar escondida, no significa que no sea efectiva y válida.

No basta saber que uno está alejado de Dios, tenemos que sabernos necesitados de Él. Solamente puede llegar a Belén, puede encontrarse con Cristo, aquel que lo necesita. Si no es así, es como si uno de estos tullidos, ciegos, lisiados o mudos, de los que nos habla el Evangelio, dijese: “Estoy tullido, estoy ciego, estoy lisiado o estoy mudo, pero yo de Jesús no necesito nada”.

¿Qué significa necesitar a Cristo? Significa, en primer lugar, darme cuenta que Él tiene que ser el elemento fundamental de mi vida. Él tiene que convertirse en criterio, en norma, en ley, en orientación de mi existencia. Cristo tiene que ser el punto de referencia al cual yo le pregunto, con el cual yo me confío, con el cual yo me presento.

Necesitar a Cristo, por otra parte, significa estar dispuesto a poner el remedio que Él me quiera indicar, estar dispuesto a asumir todo lo que Él me pida. Cuántas veces nos creemos muy inteligentes y, entonces, tomamos de Cristo lo que nos conviene tomar, la parte que nos interesa, la parte que nos satisface. Cuántas veces soy yo el que le dice a Cristo lo que necesito, en vez de dejar que sea Él el que me lo indique. Cuántas veces no le damos a Cristo la libertad para que sea Él el que nos diga: “Esto es lo que tú necesitas”. Cada uno de nosotros tendría que revisar cuáles son las condiciones que le quiere imponer a Cristo, y preguntarse si nada más necesita un trocito de Cristo o lo necesita totalmente.

Pidámosle a Nuestro Señor que nos conceda la gracia de sentirnos necesitados de Él. Permitamos que Cristo entre en nuestro corazón para que sea Él quien guíe nuestra vida, porque sólo así estaremos en el camino verdadero que conduce al encuentro con el Señor en Belén.

Reflexión sobre la pobreza / Autor: Jorge Enrique Mújica, LC

¿Es la pobreza una virtud? Si así es, ¡cuántos miles de seres humanos vagan por el mundo viviéndola sin saberse virtuosos! No, no es esa pobreza la que hace, sin más, a las personas virtuosas. Y esta afirmación ¿no es ir contra de aquellas palabras del Maestro: “Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de los Cielos” (Lc 6, 20)?

Escribir sobre la pobreza puede parecer como una falta de respeto a los pobres y pecar de doblez. Con qué facilidad nos quejamos de ella –pues hasta llegamos a pensar que la vivimos radicalmente– cuando para millones de hombres, mujer y niños nuestra “pobreza heroica” es el hecho normal de todos los días y de toda su vida. ¡Cuántas veces eso que nosotros tenemos por menos sería para ellos el mayor lujo! ¡Cuántas veces una jornada de pan y agua podría significar para nosotros la máxima austeridad mientras que para millones sería una especia de sueño con el que tendrían asegurada la existencia!

Sólo puede entender la virtud de la pobreza quien la ha abrazado voluntariamente y ha hecho suyas todas las radicales consecuencias que de ella se desprenden. Consecuencias que van más allá del mero desprendimiento material. Consecuencias que abarcan gustos, aficiones, deseos, lícitos quereres…

Jesús no canonizó la pobreza a secas. San Mateo especifica mejor la bienaventuranza evangélica de Jesús cuando dice: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos” (Mt 5, 3). La pobreza de que se habla nunca es un simple fenómeno material. La pobreza puramente material no salva, aun cuando sea cierto que los más perjudicados de este mundo pueden contar de un modo especial con la bondad de Dios. Pero la pobreza tampoco es una actitud espiritual.

Nos encontramos así con dos matices de pobreza: la material y la espiritual. Dentro de cada una de éstas hay dos tipos de pobrezas más, una mala y una buena.

La pobreza material negativa deshumaniza y debe ser combatida. Es la pobreza ante la que muchos preferimos no voltear, ante la que se calla, ante la que se enmudece cuando se mira de frente. ¡Cuántos se han hecho santos de Dios al entrar en contacto con ella! Sabemos que existe, conocemos en dónde, su rostro nos es del todo familiar… Pero hasta que uno no se pone en la realidad más absoluta del otro la pobreza se sigue mirando con indiferencia.

La pobreza material positiva libera y eleva; es el ideal evangélico que debemos cultivar. Es el querer vivir desprendido para que nada me ate y sea efectivamente libre. Y aquí entra el desapego de cosas, personas y pensamientos. No es minusvalorar ni una especie de frigidez del corazón, no. Es un ensanchamiento del mismo donde todos tienen recta cabida a partir de la jerarquía encabezada por Dios y del cual proviene el orden.

La pobreza espiritual negativa es ausencia de los bienes del espíritu y de los valores humanos: es la pobreza de los ricos. Nada más grotesco, nada más burdo que una pobreza de este tipo. La sensibilidad no existe, los valores y las virtudes se han extinguido; no hay amor, ni esperanza, ni fe; no hay un horizonte, la vida no importa, la existencia es oscura, el hombre -¿quién es?-, no han sido amados ni saben amar: Dios no existe.

La pobreza espiritual positiva está hecha de humildad y fe en Dios que son los frutos más bellos nacidos del árbol frondoso de la pobreza bíblica: es la riqueza de los pobres. Es la pobreza de los hombres que se saben pobres también en su interior, personan que aman, que aceptan con sencillez lo que Dios les da, y precisamente por eso viven en íntima conformidad con la esencia y la palabra de Dios.

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No ha pobreza más grande que el de aquel que le falta Dios. El hombre que a Él tiene podrá derrumbársele el mundo pero permanecerá impasible porque sabe a Quien tiene a su lado, Quien es su compañía.


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Fuente: GAMA - Virtudes y valores

miércoles, 5 de diciembre de 2007

María «Un celestial plano inclinado» / Una meditación de Chiara Lubich

María no es fácilmente comprendida por los hombres, aunque es muy amada. En un corazón alejado de Dios es más fácil encontrar la devoción a ella que la devoción a Jesús.

Es amada universalmente. Y el motivo es éste: que María es Madre. En general, a las madres no se las «comprende» —especialmente los hijos pequeños—, sino que se las ama. Y no es raro, sino más bien muy frecuente, que incluso un hombre de ochenta años muera pronunciando en último lugar la palabra «madre».

La madre es más objeto de intuición del corazón que de especulación del entendimiento; es más poesía que filosofía, porque es demasiado real y profunda, y cercana al corazón humano.

Lo mismo sucede con María, la Madre de las madres, a la que la suma de todos los afectos, las bondades y las misericordias de las madres del mundo no son capaces de igualar.

Jesús, en cierto sentido, está frente a nosotros. Sus divinas y espléndidas palabras son demasiado distintas de las nuestras como para confundirse con ellas.

María es pacífica como la naturaleza, pura, serena, tersa, templada, bella; esa naturaleza alejada del trajín del mundo, como en la montaña, en el campo, en el mar, en el cielo azul o estrellado. Y es fuerte, vigorosa, ordenada, continua, inflexible, rica de esperanza, porque en la naturaleza está la vida que aflora perennemente beneficiosa, engalanada con la etérea belleza de las flores, caritativa en la rica abundancia de los frutos. María es demasiado sencilla y está demasiado cerca de nosotros como para ser «contemplada».

Ella es «ensalzada» por corazones puros y enamorados que expresan así lo mejor que hay en ellos. Trae lo divino a la tierra, suavemente, como un celestial plano inclinado que desciende desde la inmensa altura de los Cielos a la infinita pequeñez de las criaturas. Es la Madre de todos y de cada uno, la única que sabe balbucear y sonreír a su niño de tal manera que cualquiera, por pequeño que sea, puede gozar de esas caricias y responder con su amor a ese amor.

No se comprende a María porque está demasiado cerca de nosotros. Destinada por el Padre Eterno a traer a los hombres las gracias, divinas joyas del Hijo, está junto a nosotros y espera, siempre paciente, que advirtamos su mirada y aceptemos su don. Y si alguien, para su dicha, la comprende, ella lo transporta a su Reino de paz, donde Jesús es rey y el Espíritu Santo es el aliento de ese Cielo.

Desde allí, purificados de nuestras escorias e iluminados en nuestra oscuridad, la contemplaremos y gozaremos de ella, como un paraíso añadido, como un paraíso aparte.

Merezcamos desde aquí que nos llame por «su camino», no para continuar siendo pequeños en el espíritu, con un amor que es sólo súplica, imploración, petición e interés, sino para que, conociéndola un poco, podamos glorificarla.

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(María, transparencia de Dios, Ciudad Nueva, Madrid 2003)