* «Al ver que nuestra bebé estaba enferma, le dije a mi esposo Javier que se trajera al hospital lo que quedaba del agua de Lourdes”. Él explica: “Se la echamos en la cabeza de nuestra hija y le confiamos su curación a la Virgen, incluso antes de saber lo grave de la enfermedad que tenía… Cuando nos empezaron a explicar sobre la enfermedad, me solté a llorar. Pero estas dos médicas fueron bastante positivas, porque nos hablaron de fe; dijeron que habían visto que éramos personas de fe, ya que yo en mis partos me llevo mi altarcito, con mi reliquia de santa Mariam y una imagen de la Virgen que me regalaron unas monjas francesas de clausura. Pedi oración a mis amigas monjas para que encomendaran a mi niña a la Virgen de Lourdes. También les pedí ayuda a amigas laicas que tienen sus grupos de oración, para que intercedieran. Igualmente se lo pedía a mis amigos obispos y sacerdotes. Y así se hizo una gran cadena de oración. Pero yo, la verdad, apenas si podía rezar; Javier también apenas si podía. . Fue la fuerza de la oración que dice el Evangelio: ‘Mientras haya dos o tres personas reunidas en mi Nombre, ahí estoy Yo’. Y también: ‘Pedid y se os dará’»