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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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jueves, 25 de octubre de 2007

Te llamé a vivir / Enviado por Viviana Baigorria


Te llamé a vivir
Te hice hermosa con mis propias manos.

Te comuniqué mi vida
Deposité en ti mi propio amor con abundancia.

Te hice ver el paisaje y el color.
Te di el oído para que escucharas el canto
de los pájaros y la voz de los hombres.
Te di la palabra para decir
"padre", "madre", "amigo", "hermano".

Te di mi amor más profundo.

No sólo te di vida.
Te estoy sosteniendo en ella.
Tú eres mi hija amada
Te conozco cuando respiras
y te cuido cuando duermes.

No lo dudes.

Mis ojos están puestos en tus ojos.
Mi mano la tengo colocada sobre tu cabeza.

Te amo, aunque me olvides o me rechaces.
Te amo aunque no me ames.

Ya lo sabes.

Podrás ir donde puedas y donde quieras.
Hasta allá te seguirá mi amor
y te sostendrá mi diestra.

¿O es que crees que yo como Padre puedo
olvidar a mi hija?

¡Ni lo sueñes!
Desde que te hice ya no te puedo dejar sola.
Camino y sonrío contigo
Vivo en ti.
Te lo escribo de mil maneras y
te digo al oído y en silencio.

Eres mi hija.

Te amo,

Tu Padre DIOS

miércoles, 24 de octubre de 2007

La virtud teologal de la esperanza / Autor: Juan Pablo I

Para el Papa Juan, la segunda entre las siete “lámparas de la santificación” era la esperanza. Hoy voy a hablaros de esta virtud, que es obligatoria para todo cristiano.

Dante, en su Paraíso (cantos 24, 25 y 26) imaginó que se presentaba a un examen de cristianismo. El tribunal era de altos vuelos. «¿Tienes fe?», le pregunta, en primer lugar, San Pedro. «¿Tienes esperanza?», continúa Santiago. «¿Tienes caridad?», termina San Juan. «Sí, —responde Dante tengo fe, esperanza y caridad». Lo demuestra y pasa el examen con la máxima calificación.

He dicho que la esperanza es obligatoria; pero no por ello es fea o dura. Más aún, quien la viva, viaja en un clima de confianza y abandono, pudiendo decir con el salmista: “Señor, tú eres mi roca, mi escudo, mi fortaleza, mi refugio, mi lámpara, mi pastor, mi salvación. Aunque se enfrentara a mí todo un ejército, no temerá mi corazón; y si se levanta contra mí una batalla, aun entonces estaré confiado”.

Diréis quizá: ¿No es exageradamente entusiasta este salmista? ¿Es posible que a él le hayan salido siempre bien todas las cosas? No, no le salieron bien siempre. Sabe también, y lo dice, que los malos son muchas veces afortunados y los buenos oprimidos. Incluso se lamentó de ello alguna vez al Señor. Hasta llegó a decir: “¿Por qué duermes, Señor? ¿Por qué callas? Despiértate, escúchame, Señor”. Pero conservó la esperanza, firme e inquebrantable. A él y a todos los que esperan, se puede aplicar lo que de Abrahán dijo San Pablo: «Creyó esperando contra toda esperanza» (Rom. 4, 18.

Diréis todavía: ¿Cómo puede suceder esto? Sucede, porque nos agarramos a tres verdades: Dios es omnipotente, Dios me ama inmensamente, Dios es fiel a las promesas. Y es Él, el Dios de la misericordia, quien enciende en mí la confianza; gracias a Él no me siento solo, ni inútil, ni abandonado, sino comprometido en un destino de salvación, que desembocará un día en el Paraíso.

He aludido a los Salmos. La misma segura confianza vibra en los libros de los Santos. Quisiera que leyerais una homilía predicada por San Agustín un día de Pascua sobre el Aleluya. El verdadero Aleluya —dice más o menos— lo cantaremos en el Paraíso. Aquél será el Aleluya del amor pleno; éste de acá abajo, es el Aleluya del amor hambriento, esto es, de la esperanza.

Alguno quizá diga: Pero, ¿si soy un pobre pecador? Le responderé como respondí, hace muchos años, a una señora desconocida que vino a confesarse conmigo. Estaba desalentada, porque —decía— había tenido una vida moralmente borrascosa. ¿Puedo preguntarle —le dije— cuántos años tiene? —Treinta y cinco. —¡Treinta y cinco! Pero usted puede vivir todavía otros cuarenta o cincuenta años y hacer un montón de cosas buenas. Entonces, arrepentida como está, en vez de pensar en el pasado, piense en el porvenir y renueve, con la ayuda de Dios, su vida. Cité en aquella ocasión a San Francisco de Sales, que habla de “nuestras queridas imperfecciones”. Y expliqué: Dios detesta las faltas, porque son faltas. Pero, por otra parte, ama, en cierto sentido, las faltas en cuanto le dan ocasión a Él de mostrar su misericordia y a nosotros de permanecer humildes y de comprender también y compadecer las faltas del prójimo.

No todos comparten esta simpatía por la esperanza. Nietzsche, por ejemplo, la llama “virtud de los débiles”; haría del cristiano un ser inútil, un segregado, un resignado, un extraño al progreso del mundo. Otros hablan de “alienación”, que mantendría a los cristianos al margen de la lucha por la promoción humana. Pero «el mensaje cristiano —ha dicho el Concilio—, lejos de apartar a los hombres de la tarea de edificar el mundo..., les compromete más bien a ello con una obligación más exigente» (Gaudium et spes, núm. 34, cf. núm. 39 y 57, así como el Mensaje al mundo de los Padres Conciliares, del 20 octubre 1962).

Han ido también surgiendo de vez en cuando en el transcurso de los siglos afirmaciones y tendencias de cristianos demasiado pesimistas en relación con el hombre. Pero tales afirmaciones han sido desaprobadas por la Iglesia y olvidadas gracias a una pléyade de Santos alegres y activos, al humanismo cristiano, a los maestros ascéticos a quienes Saint-Beuve llamó “les doux”, y a una teología comprensiva. Santo Tomás de Aquino, por ejemplo, incluye entre las virtudes la jucunditas, o sea, la capacidad de convertir en una alegre sonrisa —en la medida y modo convenientes— las cosas oídas y vistas (cf. II-II, q. 168 a. 2). Gracioso, en este sentido —explicaba yo a mis alumnos— era aquel albañil irlandés, que se cayó del andamio y se rompió las piernas. Conducido al hospital, acudieron el doctor y la religiosa enfermera. «Pobrecito —dijo ésta última— os habéis hecho daño cayendo». A lo que respondió el herido: «No Madre; no precisamente cayendo, llegando a tierra me he hecho daño» Es una grande virtud aprovecharse de las piernas para sonreír y para hacer sonreír a los demás. Santo Tomás se colocaba en la línea de la «alegre nueva» predicada por Cristo, de la hilaritas recomendada por San Agustín; derrotaba al pesimismo, vestía de gozo la vida cristiana, nos invitaba a animarnos con las alegrías sanas y puras que encontramos en nuestro camino.

Cuando yo era muchacho, leí algo sobre Andrew Carnegie, un escocés que marchó, con sus padres, a América, donde poco a poco llegó a ser uno de los hombres más ricos del mundo. No era católico, pero me impresionó el hecho de que hablara insistentemente de los gozos sanos y auténticos de su vida. «Nací en la miseria —decía—, pero no cambiaría los recuerdos de mi infancia por los de los hijos de los millonarios. ¿Qué saben ellos de las alegrías familiares, de la dulce figura de la madre que reúne en sí misma las funciones de niñera, lavandera, cocinera, maestro, ángel y santa?» Se había empleado, muy joven, en una hilandería de Pittsburg, con un estipendio de 56 miserables liras mensuales. Una tarde, en vez de pagarle enseguida, el cajero le dijo que esperase. Carnegie temblaba: «Ahora me despiden», pensó. Por el contrario, después de pagar a los demás, el cajero le dijo: «Andrew, he seguido atentamente tu trabajo y he sacado en conclusión que vale más que el de los otros. Te subo la paga a 67 liras» Carnegie volvió corriendo a su casa, donde la madre lloró de contento por la promoción del hijo. «Habláis de millonarios —decía Carnegie muchos años después—; todos mis millones juntos no me han dado jamás la alegría de aquellas once liras de aumento»

Ciertamente, estos goces, aun siendo buenos y estimulantes, no deben ser supervalorados. Son algo, no todo; sirven como medio, no son el objetivo supremo, no duran siempre, sino poco tiempo. «Usen de ellos los cristianos —escribía San Pablo— como si no los usaran, porque pasa la escena de este mundo» (cf. 1Cor 7, 31). Cristo había dicho ya: « Buscad ante todo el reino de Dios» (Mt 6, 33).

Para terminar, quisiera referirme a una esperanza, que algunos proclaman como cristiana, pero que es sólo cristiana hasta cierto punto.

Me explicaré. En el Concilio, también yo voté el «Mensaje al mundo» de los Padres Conciliares. Decíamos allí: la tarea principal de divinizar no exime a la Iglesia de la tarea de humanizar. También voté la Gaudium et Spes; me conmoví luego y me entusiasmé cuando salió la Populorum Progressio. Creo que el Magisterio de la Iglesia jamás insistirá suficientemente en presentar y recomendar las soluciones de los grandes problemas de la libertad, de la justicia, de la paz, del desarrollo. Y los seglares católicos nunca lucharán suficientemente por resolver estos problemas. Es un error, en cambio, afirmar que la liberación política, económica y social coincide con la salvación en Jesucristo; que el Regnum Dei se identifica con el Regnum hominis; que Ubi Lenin, ibi Jerusalem.

En Friburgo, durante la 85 reunión del Katholikentag, se ha hablado hace pocos días sobre el tema «el futuro de la esperanza» Se hablaba del «mundo» que había de mejorarse y la palabra «futuro» encajaba bien. Pero si de la esperanza para el «mundo» se pasa a la que afecta a cada una de las almas, entonces hay que hablar también de «eternidad»

En Ostia, a la orilla del mar, en un famoso coloquio, Agustín y su madre Mónica, «olvidados del pasado y mirando hacia el porvenir, se preguntaban lo que sería la vida eterna» (Confess. IX núm. 10) Ésta es esperanza cristiana; a esa esperanza se refería el Papa Juan y a ella nos referimos nosotros cuando, con el catecismo, rezamos: «Dios mío, espero en vuestra bondad... la vida eterna y las gracias necesarias para merecerla con las buenas obras que debo y quiero hacer. Dios mío, que no quede yo confundido por toda la eternidad»


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Saludos

(A los participantes a la reunión del Congreso Europeo Mundial de las Religiones por la Paz)

Dirigimos un cordial saludo a los miembros del Congreso Europeo Mundial de las Religiones por la Paz, reunido estos días en Roma.

Os agradecemos vuestra visita porque Nosotros apreciamos vuestra acción al servicio de la paz del mundo gracias a la oración, a los esfuerzos de educación para la paz, a la reflexión sobre los principios fundamentales que deben determinar las relaciones entre los hombres. Para que la paz, en efecto, se realice, su necesidad debe ser experimentada profundamente por la conciencia, porque ella nace de una concepción fundamentalmente espiritual de la humanidad. Que este aspecto religioso lleve, no solamente al perdón y a la reconciliación, sino también al compromiso de favorecer la amistad y la colaboración entre los individuos y los pueblos.

¡ Que Dios Padre, que ama a todos los hombres y que ha querido ser el Padre de todos, os ayude en esta obra!

(A una peregrinación nacional de Kenia)

Es una alegría especial tener la peregrinación de Kenia, acompañada por los Padres de la Consolata. Mis devotos saludos vuelvan con vosotros a todos los miembros de vuestras familias, a todos vuestros seres queridos. ¡Dios bendiga a Kenia!

(Por la paz)

En estos momentos, nos llega un ejemplo desde Camp David. Anteayer, en el Congreso americano, estalló un aplauso que hemos oído también nosotros, cuando Carter citó las palabras de Jesús: “Bienaventurados los que trabajan por la paz”. Yo desearía que aquel aplauso, aquellas palabras, entraran en el corazón de todos los cristianos, especialmente de nosotros los católicos, y nos hagan verdaderamente “fomentadores y constructores de paz”.

(A los recién casados)

En la Gaudium et Spes, los padres no incluyeron una frase, que también es justa y se encuentra en el código: “el matrimonio es un contrato”. En el n. 48, escribieron, en cambio, “pacto de amor”, un concepto que, en los documentos conciliares, está repetido varias veces. Es un concepto justo, que tiene orígenes en la Biblia. Al pedido de matrimonio, el tío de Raquel consintió pero, dijo Jacob, “primero tendrás que trabajar siete años”. Dice la Biblia que aquello años pasaron como un relámpago, tanto la amaba. Deseo que sea así vuestro amor. El Concilio dice que este amor hay que defenderlo, porque está expuesto a peligros. Defendedlo con gran premura. En las grandes y en las pequeñas cosas. *El Papa contó este episodio: “Hace treinta años que nos hemos casado. Cuando éramos novios o en los primeros años de matrimonio, cada vez que hacía un viaje me traía un regalo, cualquier cosita. Ahora ya, esto ocurre pocas veces”. Convendría que ocurriera, que ocurriera siempre.

(A los participantes del Congreso Internacional de Comunidades Terapéuticas)

No quiero hacer un gran discurso como ha anunciado algún periódico. Expondré simplemente una experiencia mía. Hace dos meses, en Venecia, se me presentó un joven sacerdote salesiano que hace allí, más o menos, lo que en Roma don Picchi, y me expuso sus dificultades. Si mal no recuerdo, deseaba aquel sacerdote que hubiera dos comunidades concéntricas. Decía : “Estoy casi solo. Me parece que no me entienden. Haría falta que, en torno a mí y a los que trabajan en esta obra, hubiera toda una cadena de corazones que me entendieran. Se trata de pacientes, no de delincuentes; son pobres jóvenes a quienes las circunstancias de la vida los han marginado. Tienen necesidad de comprensión, lo mismo ellos que quienes de ellos se ocupan. Luego está la otra comunidad más restringida: la comunidad terapéutica”. Aquel sacerdote me explicaba: “Estos jóvenes han llegado a la droga o porque su familia, quizá sin razón, no los han comprendido, o porque no encontraban un centro que les interesara, o porque no tenían amistades serias. Para recuperarlos, basta hacerles sentir que se los quiere. Después podremos restituirlos a la familia, naturalmente con ayuda también de la religión. La droga, muchas veces, depende del hecho de que algunos jóvenes no ven claro el porqué, el objetivo de la vida”. Yo le he dicho: “Querido don Gianni, trataré de ayudarlos”. Luego, no he podido mantener la promesa porque me han hecho Papa. Pero lo que no pude hacer en Venecia, lo hago ahora aquí ante los participantes de este Congreso que abarca un poco a todo el mundo. Hay que sostener, entender estar cerca de esta gente que se sacrifica, sobre todo, por los jóvenes.

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Palabras pronunciadas por Juan Pablo I en la Audiencia General del Miércoles 20 de septiembre de 1978

Anillo de compromiso / Enviado por Vivy

Un muchacho entró con paso firme en una joyería y pidió que le mostraran el mejor anillo de compromiso que tuvieran. El joyero le enseñó uno. El muchacho contempló el anillo y con una sonrisa lo aprobó. Preguntó luego el precio y se dispuso a pagarlo.

"¿Se va usted a casar pronto?", preguntó el dueño.

"No. Ni siquiera tengo novia", contestó.

La sorpresa del joyero divirtió al muchacho.

"Es para mi madre. Cuando yo iba a nacer estuvo sola. Alguien le aconsejó que me matara antes de que naciera, pues así se evitaría problemas. Pero ella se negó y me dio el don de la vida. Y tuvo muchos problemas, muchos. Fue padre y madre para mí, y fue amiga y hermana, y fue maestra. Me hizo ser lo que soy. Ahora que puedo le compro este anillo de compromiso. Ella nunca tuvo uno. Yo se lo doy como promesa de que si ella hizo todo por mí, ahora yo haré todo por ella. Quizás después entregue yo otro anillo de compromiso, pero será el segundo".

El joyero no dijo nada. Solamente ordenó a su cajera que le hiciera al muchacho el descuento aquel que se hacía solo a clientes especiales.

martes, 23 de octubre de 2007

La vida es un don de Dios / Autora: Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo

Nuestra vida no es una invención cualquiera: es una invención de Dios, que tuvo tanta confianza en nosotros como para hacernos el regalo de poner en nuestras manos la vida, la existencia, con todos los “accesorios”, de manera que la podamos vivir bien.

Quizás nosotros todavía no hemos reflexionado sobre esta iniciativa de Dios y algunas veces pensamos que hemos nacido así porque lo han querido nuestros padres o por casualidad, por motivos sólo humanos y naturales.

Ante todo debemos convencernos de que Dios nos ha querido dar un gran don, a todos y a cada uno: el don de la vida. Es un don para descubrir, acoger, proteger, amar. Si no descubrimos esto en nosotros, no sabremos acoger y defender la vida de los demás, de nuestros hijos, de aquellos que decimos amar. Si no pruebas un buen vino añejo, ¿ cómo puedes insistir para que otro lo guste?

Debemos creer que la vida no es una casualidad, que no es nuestra. ¡Decir que uno es dueño de la vida es una solemne mentira! La vida es un don de Dios, nace del corazón de Dios que es Amor. Y es un regalo que debemos comenzar a desenvolver, como cuando nos regalan un paquete y deseamos abrirlo para curiosear, para mirar dentro, encontrar el regalo, que es seguramente motivo de alegría. Este camino no lo puede hacer nadie por nosotros.

La vida no tiene semáforos rojos, si te detienes, retrocedes. La vida no nace solo del encuentro de un espermatozoide y un óvulo o de una “historia” de amor entre papá y mamá. Nace de aquel único manantial de amor que es Dios, que es fuente de vida, y que nos ha hecho el don de ser colaboradores de Él para dar la vida.

Todos amamos la vida por lo que vemos, sentimos y tocamos, pero la vida no nos pertenece, es de Otro, nosotros somos de Alguien que se ocupa de nosotros y quiere que descubramos el gusto de la vida, porque sabe que sólo así seremos verdaderamente felices. Toda vida sin Dios es una vida falsa, en la oscuridad, sin sabor, sin calor, sin amor. Por esto ha nacido la Comunidad: para que tantos jóvenes descarriados y solos pudiesen reencontrar el corazón de la vida. Cada día que estos jóvenes pasan en la Comunidad, es un milagro del amor de Dios.

El don de discernimiento en los dirigentes / Autor: P. Rufus Pereira

Una vez me preguntó mi Obispo porqué un grupo de oración en particular en la diócesis atraía a tanta gente. Le contesté que porque tenía tanto un programa planeado y organizado para todo el año como un dirigente principal sobresaliente, apoyado por un equipo de dirección unido y dotado. Esto era una imitación de Jesús que dejó tras él como legado tanto un plan de acción efectivo como un equipo unido de los Doce encabezados por Pedro, para poder establecer su reino en la tierra con el poder del Espíritu Santo.

Necesidad del discernimiento

Al preguntarme además cuáles eran las cualidades o carismas de un dirigente principal que le hacían ser el factor singular más importante para un grupo de oración con éxito, afirmé que eran los de gobierno, trabajo en equipo y discernimiento. Un dirigente obviamente debería tener el poder de dirigir, de atraer a otros detrás de él tanto por lo que dice y hace como también por lo que es, como los fundadores de nuestras congregaciones religiosas. Pero eso en sí mismo no es suficiente, pues el poder puede corromper y un dirigente puede volverse como nuestros dictadores modernos y jefes de sectas, llevando a sus seguidores a la destrucción en masa e incluso a suicidios en masa.

Pero un dirigente también tiene que tener la humildad de un seguidor, ser lo bastante amable para unir a la gente con él haciéndoles sentir importantes, y motivándoles para trabajar juntos delegando en ellos, a diferencia de muchos grupos cristianos que siguen multiplicándose y creciendo rápidamente por una lucha interna por el poder y la falta de cohesión interna. Sobre todo un dirigente tiene que ser una persona de visión y discernimiento, que no sólo tiene sus "seguidores" detrás de él y con él, sino que también los conduce con confianza y alegría a lo que está por delante de él, el Reino de Dios y su Gloria, pues "cuando no hay visiones, el pueblo se relaja" (Pr 29 18).

Un dirigente cristiano entonces debe ser sobre todo un hombre o una mujer de visión, como toda congregación religiosa comenzó con una persona que tenía una visión de lo que Dios quería que él o ella hicieran, lo que a continuación atrajo a la gente a trabajar juntos para llevar a cabo esa misma visión, que entonces fue poco a poco realizada en y a través de una diversidad de obras e instituciones. Desgraciadamente a menudo ha sucedido que hoy sólo las obras e instituciones han quedado, mientras que el espíritu de comunidad se ha ido debilitando poco a poco y la visión original hace mucho que se convirtió en una reliquia del pasado.

Lo que por lo tanto autentifica la visión del dirigente para el funcionamiento de su grupo de oración o ministerio, para la dirección central y para él mismo en su posición de dirigente principal, es el carisma de discernimiento. Este es un don del Espíritu Santo por el que uno es capaz de discernir si los mensajes y visiones, las decisiones y actos que afectan al funcionamiento del grupo o ministerio y a las vidas personales de los miembros se rigen según la voluntad de Dios, por muy religiosos y santos que parezcan. ¿Están siendo verdaderamente inspirados por el Espíritu Santo mismo, o más bien son el resultado de prejuicios personales, gustos o aversiones, que emergen del mero espíritu humano, o incluso de los dictados maliciosos del espíritu maligno bajo el disfraz de ángel de luz? Pablo mismo no se sorprende de que el mismo Satanás se disfrace de ángel de luz (2Co 11 14).



Crecimiento en discernimiento

Para abrirse al carisma de discernimiento y para crecer en él, el dirigente por lo tanto debe ser un hombre o una mujer de la Palabra. Como su Maestro, la Palabra hecha carne, el dirigente debe, de alguna manera, encarnar la Palabra de Dios al hombre en sus enseñanzas y decisiones, pues quizá la única Biblia que muchos leerán o escucharán en la Biblia Abierta que ven en nosotros. Como dirigentes debemos comprometernos a leer la Biblia a diario y como María atesorarla, reflexionar sobre ella y dejar que dé frutos en nuestras vidas, haciéndonos la sal de la tierra y la luz en el pedestal. La profecías y los mensajes solos no pueden ser un sustituto para hacer de la Palabra de Dios nuestra casa (Jn 8 31). Uno no puede dar a otros lo que no tiene. Si el ciego conduce al ciego ambos caerán en la zanja. Que no tenga que decir también de mí el Maestro, "¡Quítate de mi vista, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres" (Mc 8 33).

El dirigente que discierne también tiene que ser un hombre de oración o un hombre del Espíritu. No sólo debe escapar del engaño del demonio que le ha cautivado para hacer su voluntad, sino que Jesús ahora debe cautivar su corazón y hacer allí su trono (2Tm 2 26). Fue mientras Jesús oraba que recibió el Espíritu Santo para su misión (Lc 3 21). Fue después de que los 120 estuvieran nueve días de espera en oración constante que fueron todos llenos de Espíritu Santo capacitándoles ahora a incluso orar en el Espíritu. Cuanto más tiempo pase el dirigente en oración, más latirá su corazón al unísono y al ritmo del Sagrado Corazón de Jesús y conseguirá sus deseos y sentimientos (Mt 11 29).

El dirigente que discierne también debe pensar y sentir con la Iglesia, que es la familia de Dios, el Cuerpo de Cristo y el Templo del Espíritu Santo. Yo soy muy ecuménico de mente (escribí una disertación sobre el ecumenismo para B. Th. en Roma), de corazón ( el Rev. David du Plessis fue y el Rev. Vinson Synan es un gran amigo mío) y de ministerio (cuantas veces he compartido el mismo escenario en Asambleas carismáticas con mis hermanos dirigentes protestantes y pentecostales), pero todavía estoy convencido de que la Iglesia Católica tiene la plenitud de la verdad y es la Renovación Carismática Católica la que me ha hecho apreciar y valorar tantas enseñanzas específicamente católicas. El dirigente será capaz de discernir mejor, cuanto mejor conozca las enseñanzas de la Iglesia expuestas en los documentos del Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica y demás, más que dependiendo con arrogancia en su propia interpretación privada de la Escritura o sólo en cualquier revelación o mensaje o visión particulares.



Principios de discernimiento

Si un paciente llega a un médico quejándose de fiebre, el médico directamente no le dará una medicina, sino que primero hará un diagnóstico para averiguar la enfermedad de la que la fiebre es un síntoma. Un diagnóstico equivocado puede resultar en parálisis e incluso la muerte. Cuanto más importante es el diagnóstico espiritual o discernimiento. ¿Cuáles son entonces los principios del discernimiento fidedigno?

En primer lugar lo que se piensa, dice o hace debe estar de acuerdo con la Escritura y no ser contrario a su interpretación aceptada contenida en el magisterio ordinario de la Iglesia. En segundo lugar, debe de haber un profundo sentimiento de paz dentro de él de que está actuando según la inspiración del Espíritu Santo que habla por medio de la palabra de sabiduría o de la palabra de conocimiento. Al mismo tiempo existirá una confirmación interior tanto desde su experiencia previa como desde el conocimiento obtenido de libros acreditados y conferencias. En tercer lugar, el Señor mismo confirmará a menudo la acción cerrando ciertas puertas y abriendo otras, mientras que la comunidad por su parte confirmará la acción aprobándolo después quizá de la oportuna consulta con aquellos que están más experimentados en ese campo. En cuarto lugar, la confirmación final vendrá entonces de los frutos y resultados de la acción tomada, tanto a corto como a largo plazo (Mt 7 20).

Algunas áreas de discernimiento

Personal: En primer lugar, el dirigente a menudo tiene que discernir tanto si el Señor le está llamando a una posición de gobierno en el grupo de oración o comunidad o a un ministerio específico como si le está llamando a dejar el puesto que actualmente ocupa. En un grupo de oración un miembro se ofreció como candidato posible a dirigente principal, aunque a juicio de todos era el menos adecuado. A menudo una persona puede sentir que el Señor le está llamando a abandonar su trabajo para dedicarse al ministerio a tiempo completo cuando en realidad está siendo arrastrado por motivos equivocados de poder o escapismo. Otra decisión importante que un dirigente puede tener que tomar es la elección de los miembros adecuados del equipo principal o de los responsables de los ministerios. Jesús mismo pasó toda la noche en oración antes de elegir a sus apóstoles (Lc 6 12, 13).

Ministerios:Existe la necesidad de un discernimiento vigilante constante por parte del dirigente principal, en el tema de los signos, los dones de palabra y los dones de poder. Con respecto a lo signos, mientras que algunos de los dirigentes clave creen que "descansar en el espíritu", por ejemplo, es un actividad normal del Espíritu Santo y debe ser alentada, otros mantienen que no debería alentarse ya que el verdadero "descanso en el espíritu" es bastante poco común. Quizá la verdad esté en algún lugar intermedio. Tal signo externo no es un fin en sí mismo y uno lo podría aceptar como auténtico, si existiera alguna razón para ello, desprovisto de una expectación o manipulación, física o emocional, innecesarias, y si hay un cambio significativo en la vida de esa persona después de una experiencia así.

Con respecto a los dones de palabra, como profecías y palabras de conocimiento, si el propósito es algo más que solo aliento, sino incluso dirección o advertencia, uno necesitaría un discernimiento más prudente con alguna confirmación no muy distante. Hace tiempo, en 1976, en Bombay, yo estaba orando por una chica que había estado oprimida por el maligno pero que ahora estaba muy cerca de Jesús. De pronto habló en trance, "Rufus, hijo mío, quiero que traigas a todos mis sacerdotes a la Renovación Carismática". Todavía yo no había dado ni un solo retiro de sacerdotes. De hecho tenía mucho miedo y me sentía totalmente inadecuado para predicar a sacerdotes, y deseché este "mensaje" o "profecía" por loco, hasta la siguiente semana que fui invitado a dar mi primer retiro de sacerdotes solo y en cinco años había dado retiros carismáticos de sacerdotes a cerca de la mitad de las 130 diócesis de la India.

Con respecto a los dones de poder, digamos el de liberación, debemos evitar juicios a priori de los dos extremos. Es ridículo decir que una persona necesita sólo liberación si lo que realmente necesita principalmente es un tratamiento terapéutico psiquiátrico o psicológico, como es cruel etiquetar a una persona como histérica o esquizofrénica si está real y fundamentalmente bajo el poder de acciones demoníacas. Pero incluso si es en este último caso, uno no puede sólo aceptar a la persona interesada o a su familia rogando que necesita liberación, sino que tenemos que discernir los signos observables de la supuesta actividad demoníaca. Esto tampoco es suficiente, pues los signos de la opresión demoníaca y la enfermedad emocional e incluso la enfermedad física son tan similares, y la línea divisoria entre ellos tan fina, que uno puede confundirse fácilmente... Es en este punto que uno necesita ese discernimiento espiritual interior que a menudo se ve confirmado por la reacción del paciente a los objetos santos. La desaparición final de tales signos de influencia demoníaca y la mejora significativa en la calidad espiritual de la vida de la persona, probarán entonces que el discernimiento inicial era correcto.

En el mes de mayo de 2000, estaba dando un seminario con retiro sobre sanación interior y liberación en un país balcánico. Una joven, aparentemente poseída u oprimida, sobre la que habían rezado casi a diario para exorcismo durante muchos meses, rezaban ahora sobre ella los 70 sacerdotes que asistían a la asamblea durante dos horas, sin ningún efecto aparente o inmediato. Todos nos sentíamos impotentes hasta que rezando para discernimiento el Espíritu me mostró porqué todavía no estaba liberada, cuál era la naturaleza del hechizo que le habían hecho, lo que necesitaba hacer para liberarse y cómo teníamos que orar. Actuando con este discernimiento del Espíritu, en cinco minutos estaba completamente liberada, para gran alegría del Arzobispo, los sacerdotes y la gente de esa archidiócesis. Como nos recuerda la palabra de Dios: examinad los espíritus (1Jn 4 1) - pero no extingáis el Espíritu (1Ts 5 19).

24 de octubre: San Antonio María Claret, patrón de tejedores

San Antonio María Claret
Fiesta: 24 de octubre
Obispo de Santiago de Cuba, fundador
Patrón de tejedores


"Haz, Señor, que ardamos en caridad
y encendamos un fuego de amor por donde pasemos;
qué deseemos eficazmente
y procuremos por todos los medios
contagiar a todos de tu amor.
Qué nada ni nadie nos arredre, Señor.
Qué nos gocemos en las privaciones.
Qué abordemos los trabajos,
qué abracemos los sacrificios.
Qué nos complazcamos en las calumnias
y alegremos en los tormentos.
Señor, qué no pensemos sino como seguir e imitar a Jesucristo
en trabajar, sufrir y procurar siempre y únicamente la mayor gloria tuya y la salvación de las almas. Amén."


En Breve

-Nació en la villa de Sallent, provincia de Barcelona, el día 23 de diciembre de 1807.
-Fue obrero textil en su juventud.
-Ordenado sacerdote, fundó en Vic la Orden de los Claretianos.
-Recorió Cataluña durante varios años predicando.
-Fundó la Congregación de Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María.
-Fue nombrado arzobispo de Santiago de Cuba, cargo en el que se entregó de lleno al bien de las almas.
-Como arzobispo de Santiago de Cuba se destacó por su celo evangelizador por lo que recorrió toda su diócesis y sufrió un atentado contra su vida.
-Habiendo regresado a España, sus trabajos por el bien de la Iglesia le proporcionaron aún muchos sufrimientos.
-Confesor de la Reina Isabel II de España
-Unico santo canonizado entre los padres conciliares del Concilio Vaticano I.
-Escritor evangélico, especialmente de folletos de fácil alcance para todos (jóvenes, trabajadores, casados)
-Demostró un amor excepcional por la Eucaristía la cual conservaba en su corazón como tabernáculo
-Gran devoto de la Santísima Virgen.
-Patrón de las cajas de ahorro, ya que fundó una en Cuba en beneficio de los pobres.
-Sus experiencias místicas lo llevaron a levitar (alzarse del suelo)
- Murió en Fontfroide (Francia) el año 1870.


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Cuando le preguntaron como era capaz de hacer tanto respondió:
"Enamoraos de Jesucristo y del prójimo y lo comprenderéis todo y haréis mas cosas que yo"

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INFANCIA:

Antonio Claret y Clará nació en Sallent (Barcelona, España) el 23 de diciembre de 1807. Era el quinto de once hijos de Juan Claret y Josefa Clará. Le bautizaron el día de Navidad. La escasa salud de su madre hizo que se le pusiera al cuidado de una nodriza en Santa María de Olot. Una noche en que Antonio se quedó en la casa paterna se hundió la casa de la nodriza muriendo todos en el accidente. Para Claret aquello supuso siempre una señal de la providencia.

La cuna de Claret fue sacudida constantemente por el traqueteo de los telares de madera que su padre tenía en los bajos de la casa. Ya desde sus primeros años Antonio dio muestras de una inteligencia y de buen corazón. A los cinco años, pensaba en la eternidad: por la noche, sentado en la cama, quedaba impresionado por aquel "siempre, siempre, siempre". El mismo recordaría estas palabras, más tarde, siendo Arzobispo:

"Esta idea de la eternidad quedó en mí tan grabada, que, ya sea por lo tierno que empezó en mí o ya sea por las muchas veces que pensaba en ella, lo cierto es que es lo que más tengo presente. Esta misma idea es la que más me ha hecho y me hace trabajar aún, y me hará trabajar mientras viva, en la conversión de los pecadores" (Aut. nº 9)

Mientras, Antonio jugaba, estudiaba, crecía... Dos amores destacaban ya en el pequeño Claret: la Eucaristía y la Virgen. Asistía con atención a la misa; dejaba momentáneamente el juego para visitar a Jesús en la iglesia siempre que no ocasionara molestias a sus compañeros; iba con frecuencia, acompañado de su hermana Rosa, a la ermita de Fusimaña y rezaba diariamente el rosario.




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Unos cuantos hechos le hicieron más sensible el oído a la voz de Dios:

a) Un amigo a quien estimaba mucho tenía el grave vicio del juego. Llegó a robarle sus ahorros para jugarlos y cuando los perdió, desesperado robó una joyas valiosas, las cuales también perdió en el juego. La policía siguiendo el rastro de las joyas dio con él y lo encarceló; todos comenzaron a calumniar a Antonio, diciendo que era cómplice de su amigo. Esta experiencia empezó a crear en su corazón un disgusto por el mundo, las amistades y las riquezas.

b)El segundo hecho que le ocurrió fue estando un día con unos amigos en la playa, metió los pies para refrescarse en el agua, y de pronto una ola gigantesca lo arrastró hacia mar adentro, y Antonio que no sabía nadar se estaba ahogando. De sus labios solo salió un grito "Virgen Santa, salvadme" , y sin saber cómo, Antonio estaba en la orilla, sano y salvo y para colmo sus vestidos secos totalmente.

c)El tercer hecho fue el que le ocurrió al ir a visitar a un amigo a su casa. Cuando llegó, el amigo no se encontraba y quien estaba en casa era la esposa. Ella, dándose cuenta de la gallardía de Antonio, quedó cegada con un amor indigno y le dijo: "Antonio, ¡qué diferente eres de mi esposo, siempre agrio y despectivo! Quisiera que fuéramos buenos amigos".

Claret huye de la tentación. "Señora, vuestro esposo tarda y tengo mucho que hacer..." Ella intentó detenerle, pero en vano. Antonio se deshace de ella para no volver más.

Por fin, las palabras del Evangelio: "¿De qué le vale al hombre ganar todo el mundo si pierde su alma?", le impresionaron profundamente.


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Misionero Apostólico en Cataluña:

Como Claret no había nacido para permanecer en una sola parroquia, su espíritu le empujó hacia horizontes más vastos. En julio de 1841, cuando contaba con 33 años recibió de Roma el título de Misionero Apostólico. Por fin era alguien destinado al servicio de la Palabra, al estilo de los apóstoles. Esta clase de misioneros había desaparecido desde San Juan de Avila. A partir de entonces su trabajo fue misionar. Vic iba a ser su residencia. Claret, siempre a pie, con un mapa de hule, su hatillo y su breviario, caminaba por la nieve o en medio de las tormentas, hundido entre barrancos y lodazales. Se juntaba con arrieros y comerciantes y les hablaba del Reino de Dios. Y los convertía. Sus huellas quedaron grabadas en todos los caminos. Las catedrales de Solsona, Gerona, Tarragona, Lérida, Barcelona y las iglesias de otras ciudades se abarrotaban de gente cuando hablaba el P. Claret.

Caminando hacia Golmes le invitaron a detenerse porque sudaba; él respondía con humor: "Yo soy como los perros, que sacan la lengua pero nunca se cansan".

"Padre, confiese a mi borrico" -le dijo un arriero con tono burlón. "Quien se ha de confesar eres tú -respondió Claret- que llevas 7 años sin hacerlo y te hace buena falta". Y aquel hombre se confesó.

En otra ocasión sacó de apuros a un pobre hombre, contrabandista, convirtiendo en alubias un fardo de tabaco ante unos carabineros que les echaron el alto. La mayor sorpresa se la llevó el buen hombre cuando, al llegar a su casa, observó que el fardo de alubias se había convertido de nuevo en tabaco. Son algunas de las "florecillas claretianas" de aquella época.

Otros hechos prodigiosos se cuentan, pero sobre todo se destacaba su virtud de penetrar las conciencias. Tenía enemigos que le calumniaban y que procuraban impedir su labor misionera teniendo que salir en su defensa el arzobispo de Tarragona. Pero su temple era de acero. Todo lo resistía y salía airoso de todas las emboscadas que le tendían.

Además de la predicación, el P. Claret se dedicaba a dar Ejercicios Espirituales al clero y a las religiosas, especialmente en verano. En 1844 , por ejemplo, los daba a las Carmelitas de la Caridad de Vic, asistiendo a ellos Santa Joaquina Vedruna.

Durante este tiempo también publicó numerosos folletos y libros. De entre ellos cabe destacar el "Camino Recto", publicado en 1843 por primera vez y que sería el libro de piedad más leído del siglo XIX. Tenía 35 años. En 1847 fundaba junto con su amigo José Caixal, futuro obispo de Seu D'Urgel y Antonio Palau la "Librería Religiosa". Ese mismo año fundaba la Archicofradía del Corazón de María y escribía los estatutos de La Hermandad del Santísimo e Inmaculado Corazón de María y Amantes de la Humanidad, compuesta por sacerdotes y seglares, hombres y mujeres.


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Fundador y director espiritual

Poco después, el 16 de julio de 1849, a las tres de la tarde en una celda del seminario de Vic fundaba San Antonio María Claret la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María. Tenía 41 años. Eran los Cofundadores los PP. Esteban Sala, José Xifré, Manuel Vilaró, Domingo Fábregas y Jaime Clotet.

"Hoy comienza una gran obra" -dijo el P. Claret.

¿Cómo serán los Hijos del Inmaculado Corazón de María?

"Un hijo del Inmaculado Corazón de María es un hombre que arde en caridad y que abrasa por donde pasa; que desea eficazmente y procura por todos los medios encender a todo el mundo en el fuego del divino amor. Nada le arredra; se goza en las privaciones; aborda los trabajos; abraza los sacrificios; se complace en las calumnias y se alegra en los tormentos. No piensa sino cómo seguirá e imitará a Jesucristo en trabajar, sufrir y en procurar siempre y únicamente la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas"


El Padre Claret sabía que era impulsado por Dios; y Dios le reveló tres cosas:

1) Que la Congregación se extendería por todo el mundo.
2) Que duraría hasta el fin de los tiempos.
3) Que todos los que murieran en la Congregación se salvarían.

En la espléndida floración de nuevos institutos religiosos que se operó en el siglo XIX, fue el confesor real el más decidido colaborador que se encontraron casi todos los fundadores y fundadoras de su tiempo. Con la Madre París ya había fundado en Cuba el año 1855 el Instituto de Religiosas de María Inmaculada, llamadas misioneras claretianas, para la educación de las niñas.

Bajo su dirección espiritual se incluyen Santa Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora de las Adoratrices, y Santa Joaquina de Vedruna, fundadora de las Carmelitas de la Caridad.

Intervino directa o indirectamente en otras fundaciones. Se relacionó con Joaquím Masmitjà, fundador de las Hijas del Santísimo e Inmaculado Corazón de María, con D. Marcos y Dña. Gertrudis Castanyer fundadores de las Religiosas Filipenses, con María del Sagrado Corazón fundadora de las Siervas de Jesús, con Ana Mogas fundadora de las Franciscanas de la Divina Pastora. Le encontramos con Fracesc Coll fundador de las Dominicas de la Anunciata. También tuvo parte en la fundación de las Esclavas del Corazón de María, de la M. Esperanza González. Y habría que añadir su influjo en la Compañía de Santa Teresa, Religiosas de Cristo Rey, etc.

Todas estas instituciones nacieron o germinaron gracias al P.Claret.


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Un hombre Santo:

La suntuosidad cortesana no impidió al P. Claret vivir como el religioso más observante. Cada día dedicaba mucho tiempo a la oración. Su austeridad era proverbial y su sobriedad para las comidas y bebidas, admirable.

Este era su horario. Dormía apenas seis horas levantándose a las tres de la mañana. Antes que se levantaran los demás tenía dos horas de oración y lectura de la Biblia, luego otra hora con ellos, celebraba su Eucaristía y oía otra en acción de gracias, desde el desayuno hasta las diez confesaba y luego escribía. Lo que peor soportaba era la hora de audiencia hacia las doce. Por la tarde predicaba, visitaba hospitales, cárceles, colegios y conventos.

Su pobreza era ejemplar. Un día se llevó un susto al llevarse la mano al bolsillo. Le pareció haber encontrado una moneda, pero enseguida se repuso, no era una moneda, sino una medalla. En una ocasión no teniendo otra cosa para poder auxiliar a un pobre empeñó su cruz arzobispal.

San Antonio era un verdadero místico. Varias veces se le vio en estado de profundo ensimismamiento ante el Señor. Un día de Navidad, en la iglesia de las adoratrices de Madrid, dijo haber recibido al Niño Jesús en sus brazos.


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En Intimidad con el Señor:

La clave de toda la espiritualidad de San Antonio es el amor al Santísimo Sacramento, que devoró su corazón durante toda su vida. Este amor es el que le hace transformarse en Cristo, en Cristo paciente y sacrificado.

Desde niño acudía con frecuencia a la Santa Misa, reconociendo a Cristo realmente presente en la Eucaristía, fuente de toda su vida.

Dice San Antonio: "Sentía cómo el Señor me llamaba y me concedía el poder identificarme con El. Le pedía que hiciese siempre su voluntad.

La vivencia de la presencia de Jesús en la Eucaristía, en la celebración de la Misa o en la adoración de Jesús Sacramentado era tan profunda que no la sabía explicar. Sentía y siento su presencia tan viva y cercana que me resulta violento separarme del Señor para continuar mis tareas ordinarias".

Un privilegio incomparable del que fue objeto fue la conservación de las especies sacramentales de una comunión a otra durante nueve años. Así lo escribió en su Autobiografía:

"El día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la iglesia del Rosario de La Granja, a las siete de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales, y tener siempre día y noche el santísimo sacramento en mi pecho. Desde entonces debía estar con mucho más devoción y recogimiento interior. También tenía que orar y hacer frente a todos los males de España, como así me lo manifestaba el Señor en otras oraciones."

Esta presencia, casi sensible, de Jesús en el P. Claret debió ser tan grande, que llegó a exclamar: "En ningún lugar me encuentro tan recogido como en medio de las muchedumbres".


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Y el 7 de mayo de 1950 el Papa Pío XII lo proclamó SANTO. Estas fueron sus palabras aquel memorable día:

"San Antonio María Claret fue un alma grande, nacida como para ensamblar contrastes: pudo ser humilde de origen y glorioso a los ojos del mundo. Pequeño de cuerpo, pero de espíritu gigante. De apariencia modesta, pero capacísimo de imponer respeto incluso a los grandes de la tierra. Fuerte de carácter, pero con la suave dulzura de quien conoce el freno de la austeridad y de la penitencia. Siempre en la presencia de Dios, aún en medio de su prodigiosa actividad exterior. Calumniado y admirado, festejado y perseguido. Y, entre tantas maravillas, como una luz suave que todo lo ilumina, su devoción a la Madre de Dios".

Testimonio de una familia: "Dios llamó a nuestra puerta"

Nicolás y Joaquina, matrimonio de Don Benito (Badajoz), son padres de seis hijos, cinco de ellos consagrados; junto a ellos, Ana, enferma durante muchos años, de quien sus hermanos dicen que ha tenido mucho que ver en su vocación.

Nicolás Sánchez hace recapitulación de la historia de la familia que fundó, hace 41 años, junto a Joaquina: «Hemos tenido seis hijos; la tercera, Ana, vino al mundo con un síndrome que le provocó una especie de autismo. Se nos murió con 23 años; y ha sido el eje sobre el que ha girado toda esta familia. Era una niña que respondía al cariño y al amor de una manera maravillosa. Esos niños son los niños del amor, y en sus ojos se refleja Dios. Sus hermanos dicen que ella ha sido la protagonista de todo lo que tiene que ver con su vocación». Sus cinco hermanos, Nicolás, Pilar, Kiko, Manoli y Carolina, son consagrados en diferentes Órdenes religiosas e Institutos seculares de la Iglesia: el movimiento laical Seminario del Pueblo de Dios, las Hermanitas de Belén, los misioneros claretianos, el movimiento de los Focolares y la Filiación Cordimariana, respectivamente.

Desde pequeños

Nicolás dice que, «desde muy pequeños, mi esposa los ha acostumbrado a ir a la parroquia, y no es tan raro que hayan respondido rápidamente a la llamada de Dios, porque estaban perfectamente integrados en la Iglesia». Y Joaquina asiente: «Yo siempre he pensado que a los niños hay que educarlos desde bien pequeños, y por eso he procurado siempre crear un ambiente de presencia de Dios: rezaba con ellos, leíamos el catecismo, les explicaba por qué íbamos a misa... A mí siempre me habían preocupado las vocaciones en la Iglesia, rezaba mucho por ellas, pero no pensaba que este tema me iba a tocar a mí. Yo daba catequesis en la parroquia, buscaba a Dios, leía mucho, en casa la Biblia se manejaba mucho; y peleaba mucho para que mis hijos fueran muy coherentes en su vida».

Una gracia inmensa

La llegada de las inquietudes vocacionales a la familia Sánchez no le hacía mucha gracia a Nicolás al principio: «Con un par de ellos -dice- me habría bastado, pero todos... Sin embargo, he de confesar que cada vez estoy más contento. No tener nietos duele, pero compensa el ver que todos mis hijos son una maravilla, en todos los aspectos, como hijos, en su entrega total, en su honradez. Son unos hijos modélicos, que enorgullecerían a cualquier padre». Joaquina lo vivió de otra manera; afirma: «Para mí no ha sido una sorpresa. Ha sido una alegría muy grande. Pienso que una vocación es una gracia inmensa, y, por eso, pienso que, con este abanico de gracia, el Señor se ha desbordado con nosotros». ¿Y no echan de menos a los nietos? Joaquina exclama: «¡Mira que me gustan los niños! Pero, cuando tú vives desde la profundidad de Dios, tu tiempo, tu amor y tu dedicación puedes orientarlos de otra forma; disfrutamos mucho con nuestros sobrinos-nietos. Yo pienso siempre que Dios hace muy bien las cosas; Él sabe bien lo que tiene que hacer».

¿La Madre Teresa sin Dios? / Autor: Xesco Domenech & Jorge Ranninger, L.C.

Cientos, miles de niños pobres y abandonados pululan sin una meta concreta por las calles de la ciudad. Familias enteras viviendo en las mismas aceras, durmiendo sobre cartones que simulan su hogar. El agua de los charcos de las calles sirve a muchos de ellos para lavarse y mantener la “higiene” de sus ropas. Personas mayores, abandonados, esperan pasivamente el momento de su fin. ¡Ésta es una de las verdaderas caras de Calcuta!

Mi nombre es Xesco, tengo 24 años, y soy de la moderna ciudad de Barcelona. En estos momentos estoy terminando mis estudios universitarios de derecho, y al mismo tiempo trabajo ya en una empresa en el sector financiero.

Hace unas pocas semanas yendo al trabajo, la radio encendida y mis pensamientos dispersándose en mil asuntos, escuché entre la gran marejada de noticias que comentaba el locutor, el nombre de la Madre Teresa de Calcuta.

En esos momentos enfoqué todos mis pensamientos y atención a cada una de sus palabras, y que finalmente acabé resumiendo de la siguiente manera: “salen a la luz unas cartas secretas de la Madre Teresa donde ella misma manifiesta profundas dudas sobre la existencia de Dios, poniendo así en entredicho la autenticidad y coherencia de vida de esta mujer”.

Golpeado por estas palabras, mi mente se sumió en los más profundos recuerdos grabados en lo íntimo de mi corazón.

Verano de 2005, ciudad de Calcuta: mi primer día como voluntario apoyando a las Hermanas de la Caridad en su labor de entrega a los más necesitados. Todo contento y creyéndome capaz de cualquier cosa, por todo lo que he hecho en mi vida, me lanzo al trabajo.

En la mañana del segundo día, después de la experiencia del día anterior en Prendam, uno de los centros de Madre Teresa en Calcuta, no me vi con suficiente fuerza interior para volver a realizar el mismo trabajo: entre otras cosas, lavar a los más pobres que no podían moverse ni para alcanzar a usar el baño…

Esa misma mañana, sumido en incómodas dudas, me encontré con Sister Nyrmala, actual Superiora General de las Hermanas de la Caridad. Sin temor le planteé mi caso.

Ella, con una sonrisa en la cara, como siempre he visto a todas las Misioneras y Misioneros de la Caridad durante los dos veranos que he pasado en Calcuta, me dijo para mi sorpresa, que no había ni secreto ni truco, y que la única manera de realizar este trabajo era agarrado fuertemente la mano de Jesús, Hijo de Dios Vivo, viendo en los pobres al mismo Señor. Esto era lo que siempre les había enseñado la Madre Teresa y como ella siempre lo había hecho.

Y más aún… Sister Nyrmala, con su sonrisa en la cara, concluyó: “Y la única manera de ver a Cristo en los demás, y más aún en los más pobres, es conociéndole, conociéndole a ÉL. Y se le conoce, como nos enseñó con el propio ejemplo de vida nuestra querida Madre Teresa, en la oración, delante del Sagrario, en la Eucaristía.”

Regresando a la realidad, mi alma se tranquilizó. Yo lo había experimentado en mi vida. Yo lo he vivido en carne propia, yo he estado en Calcuta, yo he convivido con los enfermos y pobres, yo los he lavado y amado, yo he visto como las Hermanas de Caridad dedican muchas horas al día a la oración ante Cristo Eucaristía, yo he rezado y amado a Cristo con ellas...

Madre Teresa construyó toda su vida, interior y exterior, sobre la Roca Firme: Cristo. Pudo tener momentos difíciles, como todos los tenemos, pero es imposible, os lo puedo asegurar, hacer lo que ella hizo sin un profundo amor a Cristo y fe en el Señor. ¡Y esta es la otra cara verdadera de Calcuta!

lunes, 22 de octubre de 2007

Enamorado de tí / Autora: Catalina de Jesús

Me gustaría ser capaz de transmitiros esta noche, dos cosas muy importantes , dos cosas que me han cambiado completamente la vida.Que han cambiado mi forma de ver a Dios y de relacionarme con Él.

La primera es lo que siempre digo, y creo que no me cansaré nunca de repetir:Que Dios es supersencillo, que nuestra relación con Él es muy sencilla y cercana.Los hombres lo complicamos todo cuando aplicamos palabras, conceptos, categorías humanas...Pero nuestra experiencia personal de la vida nos dice que cuando hay un amor sencillo, verdadero, cómo entre una madre y su pequeño, no son necesarias las palabras, pues hay un conocimiento más profundo, de corazón a corazón...pues así es y será nuestra relación con Dios.

Algo que nos llena de paz, de gozo y de confianza, pues todo es sencillo y claro.Cuanto más le dejemos acercarse más limpia y transparente será nuestra fe, menos necesitará otras cosas, más se despojará de todo lo accesorio,para descubrir su sencillez, para descubrir lo cerca que está...

La segunda cosa muy importante es que Dios no es algo "abstracto" un ente infinito, una fuerza, ó algo asi...nada de eso, Él es ALGUIEN, es alguien cómo un amigo, alguien "que siente", alguien que "llama",alguien que te "necesita".Es Jesucristo.Y esto algo que te deja sin palabras...porque Él, que es Todopoderoso, Señor de Cielo y Tierra, creador del Universo, Infinito, Omnipotente...es al mismo tiempo Alguien que quiere tu amistad, que quiere tener contigo una historia de amor, que quiere conquistarte, que "se muere por tí"...

Y cómo os decía una vez, su historia de Amor contigo no está escrita en ningún libro, es algo lleno del misterio, de la sorpresa y del gozo íntimo que tiene cualquier relación de Amor verdadero.Cualquiera que haya estado enamorado locamente lo sabe.Algo entre Tú y Él.Irrepetible.Algo que cambia y llena de un sentido nuevo tu vida, cuando descubres a Dios mismo pidiéndote Amor,¿Cómo no caer rendido a sus pies?¿Cómo no DARSELO TODO?¿Cómo no vivir ya sólo para Él?...

El fondo del pozo / Enviado por Vivy

Hay momentos, en nuestras vidas, en los cuales perdemos todo. Puede que sea la quiebra de nuestra empresa, el empleo de muchos años, puede ser un divorcio, puede ser un cambio en la economía, puede ser una guerra, puede ser un crimen, puede ser una muerte.

Por más brillante y rica que sea una persona, se encontrará en el fondo del pozo en algún momento de su vida, pero el ideal, es que tales momentos sean puntuales y raros. Y lo serán, si nos preparamos para salir de ellos, antes de que sucedan. No tengas miedo de esos momentos, pues van a ocurrir de cualquier forma. Son esa parte de la existencia sobre la cual no tenemos control. Por eso es mejor desde ya, tener en mente un pensamiento que nos va a ayudar mucho: "La ventaja, de estar en el fondo del pozo, es que cualquier movimiento nos lleva hacia arriba."

Esos momentos pueden causarnos pánico y recelo sobre el futuro. Desafortunadamente, la mayoría de las personas hemos sido enseñadas a sufrir por el dolor del fracaso, pero no sobre cómo usar lo aprendido de esos fracasos para construir los nuevos caminos con dirección a la victoria; aprendemos sobre las lágrimas de la amargura, pero no sobre cómo usar esas lágrimas para volvernos mejores personas, día tras día; nos dijeron sobre la soledad de la pérdida, sin jamás acordarse de la importancia de que, cuando estemos solos, nos detengamos para reflexionar sobre lo que debemos cambiar, para que las pérdidas no se repitan.

Verdaderamente, escuelas, facultades y gran parte de nuestra sociedad nos enseñan que el fracaso, la pérdida y la falla son cosas horribles, lo que muchas veces es cierto, pero casi nunca nos enseñan lo que tenemos que hacer para salir del fondo del pozo.

Por más dolor que sientas, todo eso por lo cual estás pasando es una dolorosa percepción. Una evaluación de la realidad con base en el desastre. Tu dolor es muy real, pero es necesario comprender que el dolor necesita ser contenido, para que podamos pensar y actuar, para colocar nuestra vida en el carril nuevamente. Por eso, cuando estés caído en el fondo del pozo, descansa un poco y mira a tu alrededor. Duerme, si es preciso. Llora, si es preciso. Pero, después de algún tiempo, sal de allí. No verás nada; por algunos momentos, estará oscuro y te sentirás perdido. Eso es natural. Pero, vamos a buscar lo que también es natural: es natural que tú, habiendo tropezado con uno de los puntos bajos de tu vida, solamente necesites hacer un movimiento y ya estarás más próximo de la salida.

No te preocupes en olvidar el dolor, pues él es parte de ti. Son las cicatrices las que te vuelven una persona más completa, más rica internamente, más viva. Puede ser que tardes y que tengas que "resbalar" mucho, pero echarle la culpa a una persona o situación (aunque sean culpables) no va a sacarte a ti, o a tus sueños, del fondo del pozo. Solamente la acción puede generar resultados.

Acuérdate de que la ventaja de estar en el fondo del pozo, es que cualquier movimiento nos lleva hacia arriba. Busca la salida, levántate y recomienza el camino. Mientras más pronto, mejor.

Oración

Cada mañana, al despertar, te ofrezco el nuevo día, Padre amado, y me entrego en tus manos con alegría y confianza, sabiendo y orando desde adentro que lo importante es buscar el Reino de Dios y su justicia; lo demás, lo darás por añadidura. Ayúdame a vivir este día abierto a las necesidades de los demás. Haciéndome prójimo de aquellos que necesitan y que crucen mi camino. Dame un corazón abierto, sensible a los dolores y a los sufrimientos. Que cada nuevo día sea un paso adelante en el camino al Reino.

No dejes que me atrape el individualismo descarnado. Que no se endurezca mi corazón con falsas justificaciones y prejuicios. Que el consumismo y la indiferencia no ahoguen mis ganas de servir a los demás en todo tiempo y en todo sitio. Dame constancia y empuje para llevar adelante los proyectos y propuestas que me vayas presentando. Dame Señor tu mirada para que pueda ver claro.

Te doy gracias, Señor, por este nuevo día. Acompáñame en cada momento, ayúdame a crecer en el amor y la entrega a los demás. Ilumina mis decisiones y abre mi corazón y mis manos para que pueda transmitir tu gran amor a través de gestos y actitudes de servicio generoso a mis hermanos.

Amén

Presos descubren la libertad recorriendo el Camino de Santiago

Iniciativa del Centro Penitenciario de Nanclares y de la diócesis de Vitoria

(ZENIT.org-Veritas).- La Delegación de Pastoral Penitenciaria de la diócesis de Vitoria en colaboración con la dirección del Centro Penitenciario de Nanclares han organizado la sexta edición del Camino de Santiago con internos de esta prisión, que se está desarrollando entre el 15 y el 20 de octubre entre las localidades de Lorca y Santo Domingo de la Calzada, y en la que participan, entre internos y personal de apoyo 21 personas.

Mientras realizan el Camino, Veritas ha conversado con Txarly Martínez, el capellán del centro, Rafa, enfermero de la prisión, y Luis, uno de los internos.

Martínez, sacerdote diocesano, capellán del Centro Penitenciario de Nanclares –promotor de esta iniciativa que se lleva a cabo desde hace seis años y que han tomado como modelo otros centros penitenciarios– afirmó que aunque «el Camino siempre es distinto», la experiencia de este año «está resultando muy bien».

El capellán comentó que «el objetivo principal es dar pasos hacia la reinserción», es decir, «a los internos se les va concediendo una serie de permisos, se les otorga una serie de beneficios para valorar su comportamiento, de cara a obtener un tercer grado y poder salir a la calle».

La acogida de esta salida de los presos por parte de las Instituciones Penitenciarias ha cambiado «desde la primera edición en la que hubo sus lógicas reticencias hasta esta sexta edición». Como explicó Martínez, «la cárcel ahora nos da todas las facilidades del mundo, colaboran con el personal, económicamente, creo que incluso desde Madrid ya se ve este proyecto con mucha confianza y todo está resultando muy bien».

El capellán comentó también cómo vive el grupo el componente religioso del Camino de Santiago, teniendo en cuenta «que la gente que aquí nos juntamos somos de varias religiones, y de sensibilidades muy diversas, pero ello no quita para que hagamos algunos gestos, signos encaminados a la reflexión que cada cual orienta después desde su particular forma de vivir la fe».

«A nadie se le excluye de hacer el Camino por pertenecer a una religión distinta. Lo que solemos hacer es por la mañana nos juntamos antes de salir, tratamos un poco de ver qué es eso de ser peregrino ayudándonos de unos textos, también solemos leer una especie de cuento en el que se plantean una serie de valores, y a partir de ahí a caminar. Luego cada cual le dará más o menos vueltas a lo que ha escuchado», añadió.

Además, «el tema cultural también está muy presente porque a lo largo del Camino se visitan muchos monumentos e iglesias y s e les proporciona una explicación artística e histórica sobre todo lo que vamos viendo».

Respecto a la relación con otros peregrinos, el capellán dijo que durante el Camino «te encuentras con todo tipo de peregrinos desde el que no se despega de ti y te acompaña en el camino porque se siente interesado, atraído, impresionado por las características del grupo hasta uno, y digo uno porque solo hemos tenido un solo caso de un peregrino que desapareció en cuanto supo que éramos de la Cárcel de Nanclares».

Por su parte, a Luis, natural de Guinea Bisau, encarcelado por varios delitos contra la salud pública, le queda por cumplir menos de la mitad de la pena, aunque podría verse reducida a través del sistema penitenciario. Cuando recupere la libertad piensa hacer completo el Camino de Santiago y peregrinar al Santuario de Fátima.

Luis describió cómo se siente después de varios días de Camino diciendo que «super bien se queda corto». Para él, lo más importante está siendo «conocer los pueblos, las iglesias, su historia…». El recluso confesó que «yo también soy católico aunque ahora no practicante debido a los errores que cometí para entrar en la cárcel, no obstante tengo el deseo de regresar a ser practicante cuando salga de la cárcel».

«Como decía el conocer las iglesias y su historia y la convivencia con la gente, son además una lección de Historia que no tiene nada que ver con lo que yo conocía de Guinea Bisau. Había oído hablar del Camino de Santiago pero estar aquí es otra cosa», puntualizó.

Luis marca las diferencias entre la convivencia en prisión –que «está muchas veces salpicada de ciertos episodios de violencia verbal, nunca física, entre los nativos de acá y los extranjeros, o los blancos y los negros» no tanto por cuestiones racistas cuanto culturales– y lo que ha notado estos días: «yo no he notado rechazo alguno por parte de la gente, el primer día un grupo de personas que nos reconocieron por haber salido en la televisión y nos saludaron muy amablemente».

Finalmente, Rafa, enfermero de la prisión, participa en esta actividad desde la primera edición, igual que el capellán. Según él, «año tras año la experiencia nos ha servido para ir mejorando en todos los sentidos, tanto en infraestructura, como a la hora de ir perfilando las etapas, en la selección de la gente, etc.»

Para el enfermero, el Camino de Santiago es una terapia para los internos, tanto «a nivel físico» como «a nivel mental».

«Es cierto que para el tercer día alguna secuela de ampollas o molestias por el caminar se producen, pero nada que no sea normal. Los mayores beneficios se notan a nivel mental porque además el Camino de Santiago es diferente a otro tipo de salidas que se puedan programar con los internos, el Camino en sí tiene una magia especial y eso se nota cuando lo estás haciendo», comentó.

Para Rafa, la labor de Pastoral Penitenciaria –y la de las ONGs– «con el simple hecho de entrar en la prisión y estar con los internos, hacer actividades con ellos, y sobre todo sacarlos es una labor muy positiva».

Respecto al trabajo concreto de Martínez destacó que «cada dos o tres semanas está haciendo campo de trabajo, sacando a seis u ocho personas cada vez y todas estas actividades están reflejando avances en la gente cuando luego sale en libertad».

«Estas actividades lo que buscan al final es ir trabajando para que los presos se vayan adaptando paulatinamente a la vida en la calle. Hay gente que lleva muchos años en prisión y no saben realmente como es la calle, en cuestiones como el tráfico u otros detalles que a los demás nos pueden parecer muy evidentes para muchos de ellos no lo son», subraya.

Finalmente, este enfermero de prisión dijo que la gente de la calle no «tiene ni idea» de cómo es el mundo de la prisión «y prueba de ello la hemos tenido a veces en estas salidas del Camino de Santiago».

«Hay personas que creen que los presos van esposados o que quienes les acompañamos vamos con pistolas. En esta experiencia del Camino, por ejemplo, la única vigilancia que existe es la plena confianza en ellos y en los seis años que llevamos no hemos tenido ningún problema»,
concluyó.

Petición de oración urgente por Birmania / Enviado por Chio Ibarra












EN BIRMANIA ESTÁN HACIENDO ATROCIDADES.

YA LES QUITARON INTERNET Y TODO MEDIO DE COMUNICACIÓN.
PERO LO PEOR ES QUE ESTÁN ASESINANDO A MONJES..... ESTA ES UNA CARTA DE UN SACERDOTE QUE PIDE QUE RECEMOS POR ELLOS. ¡¡¡¡ POR FAVOR......NOSOTROS QUE HOY EN DÍA CONTAMOS CON LIBERTAD....RECEMOS PARA QUE CON NUESTRA ORACIÓN LLEGUE LA AYUDA Y PROTECCIÓN DE DIOS. TE ASEGURO QUE AQUÍ Y AHORA....UN SOLO PADRENUESTRO.....LLEVARÁ MUCHAS BENDICIONES A NUESTROS HERMANOS QUE ESTÁN SUFRIENDO TANTO EN BIRMANIA.
¡¡¡¡GRACIAS POR TU ORACIÓN!!!!
AQUÍ ABAJO ESTÁ LA CARTA DEL PADRE RICHIE

Este es un mensaje enviado por el Padre Richie :

Querida familia de la Verdadera Vida en Dios,
Un sacerdote Birmano me ha dado este mensaje: A todos, recen por favor por Birmania. Ya han asesinado à más de 10 000 monjes y los heridos han sido quemados vivos para dar una lección a la gente del oeste. En este momento, aquí, esto es el infierno. La gente está desprotegida y no sabe a dónde ir, no hay ayuda por el momento. Ayúdenos por favor a transmitir este mensaje a quienes ustedes deseen. Usen algo rojo como testimonio de la sangre vertida en Birmania. Nuestro gobierno es un gobierno terrorista. Recen por nosotros por favor.


En el amor de Jesús y María

P. JESÚS RICHIE SANTOS, SDB

La Constitución dogmática “LUMEN GENTIUM” / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM


INTRODUCCIÓN.

En la Constitución Lumen Gentuim, la Iglesia se ha propuesto declarar con toda precisión a sus fieles y a todo el mundo su naturaleza y su misión universal. En este breve informe, se abordará este documento magisterial desde una visión global, entregando algunos elementos de su estructura que nos ayuden para que el acercamiento a él, sea lo más sencillo posible y a su vez se compartirán algunos comentarios a algunos números que nos hablan del concepto de Santidad que nos aporta este concilio.

Siento que antes de acercarnos al documento propiamente y antes de seguir en la lectura de este comentario, es muy necesario realizar una mirada retrospectiva en la historia de nuestra Iglesia. Situarnos en todo el ambiente que rodeó la realización del Concilio Vaticano II, los conceptos que hasta ese momento se manejaban en nuestro lenguaje, en nuestra enseñanza y en nuestra vida de cristianos. Sin hacer este recorrido previo por la historia, no se podrán reconocer los aportes del este Concilio en el pensamiento de la Iglesia, ya que será muy probable, que para las generaciones post-conciliares, este documento, y otros más, no signifiquen aportes sustanciales a nuestras vidas y conocimientos.

Como un breve anticipo, y con esto fundamento el enfoque de esta reflexión, lo que me llamó la atención del documento en cuestión, fue el gran cambio de visión en el concepto y la vivencia de la Santidad, vista ahora, no como algo distante, inalcanzable, sino como algo mucho más cercano, que lo vivimos en nuestra práctica del amor cotidiano, como se acercó a la realidad algo que parecía tan ajeno a ella.

Reconociendo de antemano lo complejo y árido que puede llegar a ser la lectura de la L.G., creo poder hacer un pequeño aporte para que esta lectura pueda hacerse un poco más accesible y cercana.

BREVE RESEÑA Y ESTRUCTURA DEL DOCUMENTO.

El Concilio Vaticano II se desarrolló entre los años 1962 y 1965 y el documento de la Lumen Gentium se elaboró entre la primera y la tercera sesión. Juan XXIII, al convocar al Concilio pidió propuestas de temas. Uno de ellas fue un documento sobre la Iglesia.

La forma de trabajo era reunirse cada año desde el 08 de septiembre al 08 de diciembre. Una comisión presentaba los documentos que eran estudiados por los padres conciliares.

Luego de varias propuestas, el día 24 de noviembre de 1964, este documento magisterial (L.G.) fue aprobado casi por unanimidad.

Para obtener una visión general de este documento, podemos decir que, a lo largo de sus 8 primeros capítulos se pretende dar respuesta a la Naturaleza y la Finalidad de la Iglesia. Luego, se le adhieren dos decretos más, uno sobre el Ecumenismo y otro sobre las Iglesias Orientales, los cuales le dan la integridad necesaria para ser “Luz para los Pueblos”.

ALGUNOS CONCEPTOS IMPORTANTES.

De una forma muy global intentaré dar una definición de algunos términos que están presentes en la L.G. que me llamaron la atención, y que algunos a simple vista, no están explícitamente graficados en él.

Misterio. (Manifestación progresiva)

.En el contexto bíblico, la palabra Misterio se entiende como el plan salvador de Dios, preparado desde toda la eternidad, el cual se resume en Cristo encarnado que en su Cuerpo y en su Cruz reúne todo, manifestando el amor de Dios y la reconciliación de toda la humanidad.

Eclesiológicamente le podemos llamar a la Iglesia Misterio, porque es el lugar donde se manifiesta, se revela a la humanidad el plan de salvación de Dios. Lo característico de este misterio, no es lo oculto, sino lo propio de una verdad que revela progresivamente, con el paso del tiempo y de las experiencias, es algo que solo podemos entender retrospectivamente. Este misterio quiere acentuarnos que el plan salvador de Dios no es inmediato, no lo podemos comprender rápidamente, reconocemos su paso por nuestras vidas, pero no son más que eso, pasos, marcas, que nos invitan a estar atentos a una nueva manifestación. La L.G. describe a la Iglesia-Misterio, como la concretación del plan de Salvación.

Sacramento. (Signo, instrumento, medio eficaz)

La Iglesia es en Cristo como un Sacramental. La Iglesia en Cristo ilumina y en Cristo es Sacramento. Señala y concreta la unión de Dios con los hombres y de los hombres entre sí.

Para entender esto, debemos tener en cuenta lo siguiente: El Primer Sacramento en la Iglesia es Cristo, pero para que Cristo se manifieste, necesita de la Iglesia, por ende, la Iglesia es un medio necesario, no es un fin. El único fin es manifestar el reino de Cristo.

Decir que la Iglesia es como un Sacramento, es reconocer que la Iglesia es signo o instrumento de comunión entre Dios y los hombres.

Comunión. (Participación de algo en común.)La Iglesia es Sacramento de comunión. Es el espacio donde nos sentimos congregados bajo un mismo Espíritu, reconociendo nuestras diferencias. Es una unión especial en donde cada uno aporta desde su propia realidad y experiencia, así como la imagen de la Vid y los sarmientos, todos estamos unidos por un mismo tronco (Cristo), pero somos distintas ramas (nosotros). Es Unidad, no Uniformidad.

El documento nos aporta las siguientes ideas: Comunión de los fieles: entiende como algo fundamental en la Iglesia la igualdad de todos por medio del Bautismo, por él nos integramos todos a la misma Iglesia y dentro de ella compartimos todos la misma unión en Cristo.

Comunión de las Iglesias: se acentúa la aceptación y la comunión con otras Iglesias particulares (cristianas) por la unión Universal (que no es unión Plena).

Comunión de la Jerarquía: por el ministerio cetrino nos mantenemos todos los miembros de la Iglesia en Unidad. Es el reconocer que necesitamos de alguien concreto que nos guíe, oriente y pastoree.

Comunión Abierta: es la invitación a dialogar y relacionarnos con el mundo, desde el amor y la solidaridad. Es aceptar la invitación de ser signos del reino para todo el mundo, no es para un grupo selecto.

SANTIDAD SEGÚN LA L.G.
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El capítulo quinto del documento, hace un análisis exclusivo al tema de la santidad y sus diversos, el cual me parece personalmente interesante destacar. Comienza este capítulo, entregándonos a groso modo la idea de que todos estamos llamados a ser Santos. Ser Santos como Cristo fue Santo, no significa solamente ser devoto, religioso, piadoso o rigorista, es mucho más que simples actos externos. Es una actitud de vida. Es una llamado que Dios nos hace (vocación) y es con nuestra vida concreta y cotidiana que nosotros le respondemos. En este mismo número el documento pone las bases de la existencia de la Santidad en la Iglesia Católica, que aunque el concepto católico no aparece explícitamente en este número, lo podemos interpretar debido a la explicación de la santidad en su sentido Universal, tanto dentro de la jerarquía de la Iglesia, como en el mundo de los fieles, ya que en ellos el Espíritu Santo se manifiesta depositando semillas y recogiendo frutos de caridad

Posteriormente el documento nos quiere aclarar más detalladamente y con una explicación muy lógica el origen y el por qué de esta invitación a ser Santos. Nos pone nuevamente como referente a Cristo, el Maestro y Modelo de Perfección. Es decir, nosotros debemos seguir a Cristo en sus enseñanzas y en sus obras, debemos no solamente hacer lo que Cristo hizo, sino también, como lo Él lo hizo. El por qué de esta invitación, se radica en el Bautismo, es en este Sacramento que compartimos la Naturaleza de Divina, y es por esto que debemos cuidar y potenciar este gran regalo a lo largo de nuestra vida.

Es desde este número 40 como se fundamenta el número siguiente, que nos habla de los diversos estados de vida en que se puede ejercitar esta vocación a la Santidad. En este número se va describiendo gráficamente, como los obispos, los presbíteros, los diáconos, los clérigos, los cónyuges, los solteros, los enfermos y pobres, pueden alcanzar a vivir la Santidad desde sus diversas realidades. Me llama profundamente la atención como se integra y se describe la vivencia de la santidad para los laicos. Creo que este ha sido uno de los grandes pasos que se ha dado en el pensamiento de nuestra Iglesia, por ende, ha sido uno de los grandes aportes de este Concilio Vaticano II, ya que en otros documentos, también se resalta fuertemente la presencia y participación activa de los laicos en la Iglesia[ En este número solo les quiero compartir una simple percepción. Siento que aún existe una buena cuota de clericalismo en nuestro medio, el cual dificulta una mayor integración y participación activa de los laicos en nuestra Iglesia, aunque en muchas ocasiones esta es una responsabilidad compartida, entre nuestra jerarquía y el pueblo de Dios, ya que a ellos, en ciertas ocasiones se les brindan los espacios y no los han sabido resguardar y aprovechar. Este mismo capítulo culmina, con un tono de reconocimiento y también de exhortación, sobre la vivencia de la caridad, dirigida explícitamente a quienes la han querido vivir de una forma más radical abrazando como horizonte de su vida los Consejos Evangélicos. Es una bonita ilustración sobre la esencia de la vivencia del Amor, resumida en los tres ámbitos que abarcan nuestra integridad de personas.

CONCLUSIÓN.

Son tres las ideas que me quedan después de elaborar este informe con respecto a la santidad. La primera es como nosotros a pesar de nuestra humanidad frágil, vulnerable, pecadora, estamos siendo cooperadores de la voluntad de Dios y de la construcción de su reino. El pensar esto, ser cooperadores de Dios, me evoca fuertemente uno de los principios de nuestra espiritualidad franciscana, el ser Instrumentos de su bondad, de su justicia, de su misericordia, de su consuelo.

Lo segundo es que siento que la Santidad es una invitación concreta que Dios nos hace para ser mejores personas, para relacionarnos de mejor forma, para llevar a cabo una forma distinta nuestro diario vivir. El Señor nos dice: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn. 15,12). Esta invitación nos propone el vivir la Compasión, la Misericordia y la Humildad.

Somos Humildes cuando nos aceptamos ser pobres, limitados, frágiles, carentes y no lo somos, cuando pensamos ser alguien superior, ya sea por nuestra condición social, económica, política, cultural o religiosa.; cuando nos juzgamos mejores que los demás. Somos misericordiosos cuando hemos vivenciado profundamente la misericordia que proviene de Dios hacia nosotros, al descubrirnos pobres y débiles y no lo somos cuando dejamos reinar en nosotros los prejuicios, la indiferencia, el pesimismo. Somos compasivos cuando somos capaces de acercarnos con sincero corazón al que sufre, al necesitado, al enfermo, y no lo somos cuando aislamos a nuestros hermanos, cuando los dejamos solos en sus dificultades, cuando no nos interesa lo que le pasa, lo que siente, lo que vive.

Lo tercero que pienso es, que la santidad al ser una invitación de Dios, es una invitación que no se piensa, ni se vive en un pasado o un futuro, solo le pertenece al presente. Es decir, Dios nos invita a ser Santo como Él es Santo, nos invita a amarnos mutuamente, pero en nuestro tiempo, en una realidad concreta y específica. En muchas ocasiones nosotros pensamos que podríamos haber logrado la Santidad en tiempos pretéritos, cuando existían otras formas de vida religiosa y consagrada, cuando eran otros los parámetros y las inquietudes de la época y no reconocemos que Dios se encarnó en un tiempo concreto y que su palabra se hace actual en nuestra realidad. También solemos creer que seremos Santos cuando seamos mayores, cuando tengamos más tiempo para rezar, cuando vivamos más tranquilos, sin las actividades cotidianas. En ambas aspiraciones siento que perdemos el horizonte. La Santidad como tal, es una invitación de Dios para vivirla ahora, en el presente, con la conciencia que Dios nos ama por sobre todas las cosas y sin condiciones, nos ama con nuestras imperfecciones, debilidades, limitaciones, flaquezas y nos invita a amar con toda esta realidad, nos invita a hacer el bien hoy día, no ayer ni mañana, nos promueve a servir ahora y a amar ahora, en el presente, a pesar de nuestras limitaciones, ya que estas son parte de la humanidad, de la Iglesia y de la condición de discípulo, que sigue a su maestro para aprender, para mejorar, para crecer.

En síntesis, la Santidad para mí, no es algo que se alcanza al final de nuestra vida, por nuestros propios méritos. No es el resultado de la suma de los buenos actos realizados en la vida, es mucho más desafiante que una simple meta a alcanzar. La Santidad es una invitación constante, un proceso de descubrimiento del amor de Dios en nuestra vida. La Santidad es una forma de vida, a la que todos estamos llamados y que debemos seguir.

Por último, me gustaría terminar con las mismas palabras que utiliza el documento para cerrar el número 42: “Todos los fieles cristianos, en cualquier condición de vida, de oficio de circunstancias, y precisamente por medio de todo eso, se podrán santificar de día en día, con tal de recibirlo todo con fe de la mano del Padre Celestial, con tal de cooperar con la voluntad divina, manifestando a todos incluso en una servidumbre temporal, la caridad con que Dios amó al mundo”.

María, la Virgen dolorosa / Autor: P. Marcelino de Andrés

El dolor, desde que entró el pecado en el mundo, se ha aficionado a nosotros. Es compañero inseparable de nuestro peregrinar por esta vida terrena. Antes o después aparece por el camino de nuestra existencia y se pone a nuestro lado. Tarde o temprano toca a nuestras puertas. Y no nos pide permiso para pasar. Entra y sale como si fuese uno más de casa.

El sufrimiento parece que se aficiona a algunas personas de un modo especial. La vida de la Santísima Virgen estuvo profundamente marcada por el dolor. Dios quiso probar a su Madre, nuestra Madre, en el crisol del sacrificio. Y la probó como a pocos. María padeció mucho. Pero fue capaz de hacerlo con entereza y con amor. Ella es para nosotros un precioso ejemplo también ante el dolor. Sí, Ella es la Virgen dolorosa.

Asomémonos de nuevo a la vida de María. Descubramos y repasemos algunos de sus padecimientos. Y sobre todo, apreciemos detrás de cada sufrimiento el amor que le permitió vivirlos como lo hizo.

El dolor ante las palabras de Simeón.

El anciano profeta no le predijo grandes alegrías y consuelos a nivel humano. Al contrario: “este niño será puesto como signo de contradicción, -le aseguró-. Y a ti una espada de dolor te atravesará el alma”.
María, a esas alturas, sabía de sobra que todo lo que se le dijese con relación a su Hijo iba muy en serio. Ya bastantes signos había tenido que admirar y no pocos acontecimientos asombrosos se habían verificado, como para tomarse a la ligera las palabras inspiradas del sabio Simeón.

Seguramente María tuvo esa sensación que nos asalta cuando se nos pronostica algo que nos va a costar horrores. Como cuando nos anuncian un sufrimiento, un dolor, una enfermedad terrible, o la muerte cercana... Algo similar debió sentir María ante semejantes presagios.

Pero en su corazón no acampó la desconfianza, el desasosiego, la desesperación. En lo profundo de su alma seguía reinando la paz y la confianza en Dios. Y en su interior volvería a resonar con fuerza y seguridad el fiat aquel lleno de amor de la anunciación.

Para nosotros Cristo mismo predijo no pocos males, dolores y sufrimientos. Cristo nos pidió como condición de su seguimiento el negarse a uno mismo y el tomar la propia cruz cada día. Nos prometió persecuciones por causa suya. Nos aseguró que seríamos objeto de todo género de mal por ser sus discípulos; que nos llevarían ante los tribunales; que nos insultarían y despreciarían; que nos darían muerte. ¡Qué importante es, ante estas exigencias, recordar el ejemplo de nuestra Madre! El verdadero cristiano, el buen hijo de María, no se amedrenta ni se echa atrás ante la cruz. Demuestra su amor acogiendo la voluntad de Dios con decisión y entereza, con amor.

El dolor ante la matanza de los inocentes por Herodes.

María debió sufrir mucho al enterarse de la barbarie perpetrada por el rey Herodes. La matanza de los inocentes. ¿Qué corazón con un mínimo de sensibilidad no sufriría ante esa monstruosidad? Ella también era madre. Y ¡qué Madre! ¡con qué corazón! ¡con qué sensibilidad! ¿Cómo no le iba a doler a María el asesinato de esos niños indefensos? Además, seguramente, María conocía a muchos de esos pequeñines. Conocía a sus madres... Sí, es muy diverso cuando te dicen que murieron X personas en un atentado en Medio Oriente, a cuando te comunican que han matado a uno o varios amigos y conocidos tuyos... Entonces la cosa cambia.

A lo mejor hasta María se sintió un poco culpable por lo ocurrido. Y eso agudizaría su dolor. Quizá comprendió que aún no había llegado el momento de ofrecer a su Jesús en rescate por aquellos pequeñines (Dios no lo dispuso así). Quizá también en la mente de María surgió la eterna pregunta: ¿por qué el mal, el sufrimiento, la muerte de los inocentes? Sabemos que en este caso la respuesta podría ser otra pregunta: ¿porqué la prepotencia, maldad y crueldad demoniaca de Herodes...?

Ciertamente rezaría por ellos y, sobre todo por sus inconsolables madres. Se unió a su sufrimiento, que no le era ajeno (eran quizá los primeros mártires de Cristo), e hizo así fecundo su propio padecer.

También nuestro corazón cristiano ha de mostrarse sensible al sufrimiento ajeno. Compadecerse. Socorrer. O al menos, consolar. Como alguien dijo -y con razón- “si podéis curar, curad; si no podéis curar, calmad; si no podéis calmar, consolad”. Siempre estaremos en grado de ofrecer un poco de consuelo y también de rezar por los que sufren.

El dolor de haber perdido al Niño.

¡Cómo sufre una madre cuando se le ha perdido su niño! Sufre angustiada por la incertidumbre. ¿Dónde estará? ¿cómo estará? ¿le habrá pasado algo? ¿estará en peligro? ¿le habrá atropellado un coche? ¿lo habrán raptado? ¿estará llorado desconsolado porque no nos encuentra? Todo eso pasaría por la mente de María. Y más cosas aún: ¿y si lo ha atrapado algún pariente de Herodes que lo buscaba para matarlo? Así son las madres y su amor por sus hijos...

Pues imaginemos a María. La más sensible de la madres, la más responsable, la más cuidadosa... Y resulta que no encuentra a su Hijo. Es motivo más que suficiente para angustiarla terriblemente. Aparte de que no era un hijo cualquiera. A María se le ha extraviado el Mesías. Se le ha perdido Dios... ¡Qué apuro el de María!

¡Qué tres días de angustiosa incertidumbre, de verdadera congoja! ¿Habrá dormido María esos días? Seguro que no. Desde luego que no durmió. ¿Cómo va a dormir una madre que tiene perdido a su hijo? Pero sí rezó y mucho. Sí confió en Dios. Sí ofreció su sufrimiento con amor porque era Dios el que permitía esa situación.

No termina todo aquí. A todo esto siguió otro dolor, y quizá aún mayor que el anterior. La incompresible e inesperada respuesta de Jesús: “¿porqué me buscabais...?” ¡Qué efecto habrán causado esas palabras en el corazón de su Madre, María...!

Tratemos de meternos en el corazón de una madre o de un padre en esas circunstancias. Llevan tres días y tres noches buscando angustiados a su Hijo. Temiéndose lo peor. Y de repente, lo encuentran tan contento, sentadito en medio de la flor y nata intelectual de Jerusalén, dándoles unas lecciones de catecismo y de Sagrada Escritura... Y además, les responde de esa manera...

Es verdad, por una parte, sentirían un gran alivio: “¡ahí está! ¡está bien! ¡por fin lo hemos encontrado!” Pero, acto seguido, cuenta el evangelio, María tuvo la reacción normal de una madre: “Hijo, mío. ¿Por qué nos has hecho esto?” (se merecía una regañina, aunque fuera leve).Y por otra parte, asegura el evangelista que “ellos no comprendieron la respuesta que les dio”. El dolor de esa incomprensión calaría hondo en el alma de sus padres.

Y María, en vez de enfadarse con el crío (con perdón y todo respeto), no dijo nada. Lo sufrió todo en su corazón y lo llevó todo a la oración. Quién sabe si en la intimidad de su alma ya comenzaría a comprender que Cristo no iba a poder estar siempre con Ella. Que su misión requeriría un día la inevitable separación...

A veces en nuestra vida puede sucedernos algo parecido. De repente Cristo se nos esconde. “Desaparece”. Y entonces puede invadirnos la angustia y el desasosiego. Sí, a veces Dios nos prueba. Se nos pierde de vista. ¿Qué hacer entonces? Lo mismo que María. Buscarlo sin descanso. Sufrir con paciencia y confianza. Orar. Actuar nuestra fe y amor. Esperar la hora de Dios. Él no falla, volverá a aparecer.

Otras veces el problema es que nosotros olvidamos con quién deberíamos ir. Dejamos de lado a Cristo. Nos escondemos de El. Nos sorprendemos buscándonos sólo a nosotros mismos y nuestras cosillas. Y, claro, nos perdemos. Incluso nos atrevemos a echárselo en cara a Cristo, teniendo nosotros la culpa. Aquí la solución es otra. Hay que salir de sí mismo. Volver a buscar a Cristo. Volver a mirarlo y ponerse a amarlo de nuevo.

El dolor de la separación y la primera soledad.

Llegó el día. Después de pasar treinta años juntos. Treinta años de experiencias inolvidables, vividos en ese ambiente tan increíblemente divino y a la vez tan increíblemente humano de Nazaret. Treinta años de silencio, trabajo, oración, alegría, entrega mutua, amor. Treinta años de familia unida y maravillosa.

¡Qué momento aquel! ¡Lástima de video para volver a verlo enterito ahora...! Fue temprano. Muy de mañana. En el pueblo, dormido aún, nadie se enteró de lo que estaba ocurriendo. Pocas palabras. Abundantes e intensos sentimientos. “Adiós, Hijo. Adiós, madre...”

Todos hemos intuido lo que pasa por el corazón de una madre en una despedida así. Lo hemos visto quizá en los ojos de nuestra madre en alguna ocasión...

María volvió a casa con el corazón oprimiéndosele un poco a cada paso. Y al entrar, fue la primera vez que sintió que la casa estaba sola. Experimentó esa terrible sensación de saber que ya no se oirían en la casa otros pasos que suyos; que ningún objeto cambiaría de sitio, a menos que Ella misma lo moviese.

La soledad es una de las penas más profundas de los seres humanos, pues hemos nacido para vivir en compañía de los demás. ¡Qué dura fue la soledad de María, después de estar con quien estuvo y por tanto tiempo! Sí, la soledad de la Virgen comenzó mucho antes del Viernes Santo y duró mucho más...

María también supo vivir ese sufrimiento de la separación y de la soledad con amor, con fe, con serenidad interior. Adhiriéndose obediente a la voluntad de Dios. Ofreciéndolo por ese Hijo suyo que comenzaba su vida pública y que tanto iba a necesitar del sostén de sus oraciones y sacrificios.

Necesitamos, como María, ser fuertes en la soledad y en las despedidas. Fuertes por el amor que hace llevadero todo sacrificio y renuncia. Fuertes por la fe y la confianza en Dios. Fuertes por la oración y el ofrecimiento.


El dolor del vía crucis y la pasión junto a su Hijo.

La tradición del viacrucis recoge una escena sobrecogedora: Jesús camino del calvario, con la cruz a cuestas, se encuentra con su Madre. ¡Qué momento tan extraordinariamente duro para una madre! ¿Lo habremos meditado y contemplado lo suficiente?

¡Que fortaleza interior la de María! ¡Qué temple el de su delicada alma de mujer fuerte! ¡Qué locura de amor la suya! Sabía de lo duro que sería seguir de cerca a su Jesús camino del calvario (eso hubiera quebrado el ánimo a muchas madres). Pero decide hacerlo. Y lo hace. Su amor era más fuerte que el miedo al dolor atroz que le producía presenciar la suerte ignominiosa de Jesús. Ella tenía conciencia de que había llegado el momento en el que la espada de dolor se hendiría despiadada en su corazón. Era contemplar la pasión y muerte de su propio Hijo. No se esconde para no verlo. Ahí estaba. Muy cerca y en pie.

Contemplemos por un instante ese encuentro entre Hijo y Madre. Ese cruzarse silencioso de miradas. Ese vaivén intensísimo de dolor y amor mutuo. Qué insondables sentimientos inundarían esos dos corazones igualmente insondables. Ambos salieron confirmados en el querer de Dios con una confianza en Él tan infinita y profunda como su mismo dolor.

Nuestra vida a veces también es un duro viacrucis. No suframos sin sentido, con mera resignación. Busquemos, por la cuesta de nuestro calvario, esa mirada amorosa y confortante de María, nuestra Madre. Ahí estará Ella siempre que queramos encontrarla. Ahí estará acompañándonos y dispuesta a consolarnos y a compartir nuestros padecimientos. Mirémosla. “La suave Madre -afirma Luis M. Grignion de Montfort- nos consuela, transforma nuestra tristeza en alegría y nos fortalece para llevar cruces aún más pesadas y amargas”.

María en la pasión y junto a la cruz de su Hijo se sintió crucificar con Él. Así describe Atilano Alaiz los sentimientos de la Madre ante el Hijo: “Los latigazos que se abatían chasqueando sobre el cuerpo del Hijo flagelado, flagelaban en el mismo instante el alma de la Madre; los clavos que penetraban cruelmente en los pies y en las manos del Hijo, atravesaban al mismo tiempo el corazón de la Madre; las espinas de la corona que se enterraban en las sienes del Hijo, se clavaban también agudamente en las entrañas de la Madre. Los salivazos, los sarcasmos, el vinagre y la hiel atormentaban simultáneamente al Hijo y a la Madre”.

El dolor de la muerte de su Hijo.

Terrible episodio. Una madre que ve morir a su Hijo. Que lo ve morir de esa manera. Que lo ve morir en esas circunstancias...

Nunca podremos ni remotamente sospechar lo que significó de dolor para su corazón de Madre el contemplar, en silencio, la pasión y muerte de su Hijo. Ella, su Madre. Ella, que sabía perfectamente quién era Él. Ella que humanamente habría querido anunciar a voz en grito la nefanda tragedia de aquel gesto deicida, en un intento de arrancar a su Hijo de la manos de sus verdugos. Ella, que en último término habría preferido suplantar a su Jesús... Ella tuvo que callar, y sufrir, y obedecer. Esa era la voluntad de Dios. Y con el corazón sangrante y desgarrado, de pie ante la cruz, María repitió una vez más, sin palabras, en la más pura de las obediencias, “hágase tu voluntad”.

¡Hasta dónde tuvo que llegar María en su amor de Madre! ¿De verdad no habrá amor más grande que el de dar la propia vida? Alguien se ha atrevido a decir que sí; que sí hay un amor más grande. Casi como corrigiendo al mismo Cristo, alguien ha osado afirmar que sí lo hay y ha escrito esto:

“... porque el padecer, el morir, no son la cumbre del amor, porque no son el colmo del sacrificio. El colmo del sacrificio está en ver morir a los seres amados. La más alta cumbre del amor, cuando, por ejemplo, se trata de una madre, no está en dar la propia vida a Jesucristo, sino en darle la vida del hijo. Lo que una mujer, una madre debe padecer en un caso semejante, jamás lengua humana podrá decirlo; compréndese únicamente que, para recompensar sacrificios tales, no será demasiado darles una dicha eterna, con sus hijos en sus brazos” (Mons. Bougaud).

Son una y la misma la cumbre del amor y la cumbre del dolor. Y en lo alto de esa cumbre, el ejemplo de nuestra Madre brilla ahora más luminoso aún. ¡Qué pequeños somos a su lado! ¿Qué son nuestras ridículas cruces frente a ese colmo de su sacrificio? ¡Qué raquítico es tantas veces nuestro amor ante esa cima de su amor! ¡Quién supiera amar así!


Dolor ante el descendimiento de la cruz y la sepultura de Jesús.

Otra escena conmovedora. Jesús muerto en los brazos de su Madre que lloraba su muerte. No cabe duda, aunque cueste creerlo. Está muerto. Él, que era el Hijo del Altísimo. Él, que era el Salvador de Israel. Él, cuyo reino no tendría fin. Él, que era la Vida. Él está muerto.

Dura prueba para la fe de María. Su Hijo, el destinatario de todas esas promesas, yace ahora cadáver en su regazo. En el alma de María se irguió una oscura borrasca que amenazaba apagar la llama de su fe aún palpitante. Pero su fe no se extinguió. Siguió encendida y luminosa.

¡Qué fuerte es María! Es la única que ha sostenido en sus brazos todo el peso de un Dios vivo y todo el peso de un Dios muerto (que era su Hijo). Hemos de pedirle a Ella que aumenta nuestra fe. Que la proteja para que no sucumba ante las tempestades que nos asaltan en la vida amenazando aniquilarla.

El dolor de una nueva soledad.

¡Qué días también aquellos antes de la resurrección! Su Hijo entonces no estaba perdido. Estaba muerto ¡Qué soledad tan diversa de aquella, tras la despedida de Nazaret, hacía tres años! Es la soledad tremenda que deja la muerte del último ser querido que quedada a nuestro lado.

Así la describía Lope de Vega con gran realismo: “Sin esposo, porque estaba José / de la muerte preso; / sin Padre, porque se esconde; / sin Hijo, porque está muerto; / sin luz, porque llora el sol; / sin voz, porque muere el Verbo; / sin alma, ausente la suya; / sin cuerpo, enterrado el cuerpo; / sin tierra, que todo es sangre; / sin aire, que todo es fuego; / sin fuego, que todo es agua; / sin agua, que todo es hielo...”

Pero ni la fe, ni la confianza, ni el amor de María se vinieron abajo ante esa nueva manifestación incomprensible de la voluntad de Dios. Creyendo, confiando y amando Ella supo esperar la mayor alegría de su vida: recuperar a su Jesús para siempre tras la resurrección.

Aprendamos de María a llenar el vacío de la soledad que nos invade tras la muerte de nuestros seres queridos. Llenarlo con lo único que puede llenarlo: el amor, la fe y la esperanza de la vida futura.