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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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viernes, 9 de noviembre de 2007

El abandono confiando a la Divina Providencia (y IV) / Autor: San Claudio de la Colombière


4. EJERCICIO PARTICULAR DE CONFORMIDAD CON LA DIVINA PROVIDENCIA

La práctica de este piadoso ejercicio es de suma importancia, a causa de las preciosas ventajas que extraen siempre las personas que lo realizan bien.

1. Actos de fe, de esperanza y de caridad

I. En primer lugar se hace un acto de fe en la Providencia divina. Se intenta penetrarse bien de esta verdad de que Dios toma un cuidado continuo y muy atento, no solamente de todas las cosas en general, sino también de cada una en particular, de nosotros sobre todo, de nuestra alma, de nuestro cuerpo, de todo lo que nos interesa; que su solicitud, a la que nada escapa, se extiende a nuestra reputación, a nuestros trabajos, a nuestras necesidades de toda clase, a nuestra salud como a nuestras enfermedades, a nuestra vida como a nuestra muerte y hasta al menor de nuestros cabellos que no puede caer sin su permiso.

II. Luego del acto de fe, se hace un acto de esperanza. Entonces, se excita uno a una firme confianza en que esta Providencia divina proveerá a todo lo que nos concierne, que nos dirigirá, nos defenderá con una vigilancia y una afección más que paternal y nos gobernará de tal modo que suceda lo que suceda, si nos sometemos a su dirección, todo nos será favorable y volverá en bien nuestro, incluso las cosas que parezcan más contrarias.

III. A estos dos actos hay que añadir el de la caridad. Se testimonia a la divina Providencia el más vivo afecto, el amor más tierno, como un niño lo testimonia a su buena madre refugiándose en sus brazos; se hacen protestas de un amor absoluto por todos sus designios, por impenetrables que sean, sabiendo que son el fruto de una sabiduría infinita que no puede equivocarse y de una bondad soberana que no puede querer más que la perfección de sus criaturas; se hace de tal modo que este aprecio sea bastante práctico para disponemos a hablar de buena gana de la Providencia e incluso a tomar su defensa altamente contra los que se permitan negarla o criticaría.

2. Acto de filial abandono a la Providencia

Después de haber renovado muchas veces estos actos y de haberse penetrado bien de ellos, el alma se abandona a la divina Providencia, reposa y duerme dulcemente en sus brazos, como un niño en los brazos de su madre. Hace suyas entonces aquellas palabras de David: En paz me duermo luego que me acuesto porque tú, Señor, me das seguridad (Sal. 4, 9-10). O bien dirá con el mismo profeta: El Señor es mi Pastor; nada me falta. Me pone en verdes pastos y me lleva a frescas aguas. Recrea mi alma y me guía por las rectas sendas, por amor de su nombre y por mi perfección. ¡Oh mi Señor! guiado por vuestra mano y cubierto por vuestra protección, aunque haya de pasar por un valle tenebroso, en medio de mis enemigos, no temeré mal alguno, porque Tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado son mi consuelo. Tú pones ante mi una mesa, enfrente de mis enemigos. Sólo bondad y benevolencia me acompañan todos los días de mi vida, y estaré en la casa del Señor por muy largos años (Sal. 22).

Llena de la alegría que le inspira también suaves palabras el alma recibe con respeto a esta dichosa disposición, todos los acontecimientos presentes de manos de la divina Providencia y espera todos los venideros con una dulce tranquilidad de espíritu, con una paz deliciosa. Vive como un niño, al abrigo de toda inquietud. Pero esto no quiere decir que ella permanezca en una espera ociosa de las cosas teniendo necesidad de ellas o que descuide el aplicarse a los asuntos que se presenten. Al contrario, hace por su parte, todo lo que depende de su mano, para llevarlos bien, emplea en ellos todas sus facultades; pero sólo se da a tales cuidados bajo la dirección de Dios, no mira su propia previsión más que como sometida enteramente a la de Dios y le abandona la libre disposición de todo, no esperando otro éxito que el que está en los designios de la voluntad divina.

3. Utilidad de este ejercicio

¡Oh! ¡Cuánta gloria y honor da a Dios el alma dispuesta de este modo!

Verdaderamente es una gran gloria para Él el tener una criatura tan apegada a su Providencia, tan dependiente de su conducta, llena de una esperanza tan firme y disfrutando de un reposo de espíritu tan profundo en espera de lo que tenga a bien enviarle. Y también, ¡cuánto cuidado no tomará Dios de tal alma! Él vela sobre las menores cosas que le interesan: Inspira a los hombres establecidos para gobernarla todo lo que es necesario para dirigirla bien; y si por el motivo que sea, esos hombres quisieran obrar en relación con ella de un modo que le fuera perjudicial, Él haría surgir obstáculos a sus designios por caminos secretos e inesperados y les forzaría a adoptar lo que sería más ventajoso para esta alma querida.

El Señor guarda a cuantos le aman (Sal. 144,20). Si la Escritura da ojos a este Dios de bondad, es para velar por ellos; si le atribuye orejas es para escucharlos; si manos, es para defenderlos. Y quien les toque, toca al Señor en la niña de los ojos. Los niños serán llevados a la cadera, dice el Señor por boca del profeta Isaías, y serán acariciados sobre las rodillas. Como consuela una madre a su hijo, así os consolaré yo a vosotros (Is. 66, 12-13). En Oseas: Yo enseñé a andar a Efraín, le llevé en brazos(Os. 11,3). Mucho tiempo antes Moisés había dicho: En el desierto has visto como te ha llevado el Señor, tu Dios, como lleva un hombre a su hijo, por todo el camino que habéis recorrido hasta llegar a este lugar (Deut. 1, 31). También dice Dios en Isaías: Mamarás a los pechos de los reyes, recibirás un alimento delicioso y divino, y sabrás, mediante una dulce experiencia, con qué solicitud Yo, el Señor, soy tu Salvador (Is. 60, 16). ¡ Oh! ¡ dichosa situación para un alma!

En la persona de Noé se encuentra una imagen sensible de la felicidad que gusta el que se abandona completamente a Dios. Noé estaba en reposo y en paz en el arca con los leones, los tigres, los osos porque Dios le conducía mientras que las espantosas lluvias caían del cielo y en medio del trastorno general de los elementos y de toda la naturaleza. Por el contrario, los demás estaban en la más extraña confusión de cuerpo y de espíritu, perdían sus bienes, sus mujeres, sus hijos y hasta ellos mismos se perdían, tragados despiadadamente por las olas. Del mismo modo el alma que se abandona a la Providencia, que le deja el timón de su barca, boga con tranquilidad en el océano de esta vida, en medio de las tempestades del cielo y de la tierra, mientras que los que quieren gobernarse ellos mismos el Sabio los llama almas en tinieblas, excluidas de tu eterna Providencia (Sab. 17, 1-2) están en continua agitación y, no teniendo por piloto más que su voluntad inconstante y ciega, acaban en un funesto naufragio después de haber sido el juguete de los vientos y de la tempestad.

Abandonémonos completamente a la divina Providencia, dejémosle todo el poder de disponer de nosotros; comportémonos como sus verdaderos hijos, sigámosla con verdadero amor como a nuestra madre; confiémonos a ella en todas nuestras necesidades, esperemos sin inquietud que aporte los remedios de su caridad. En fin, dejémosla obrar y ella nos proveerá de todo en el tiempo, en el lugar y del modo más conveniente; ella nos conducirá por caminos admirables al reposo del espíritu y a la dicha a que estamos llamados a gozar incluso desde esta vida, como un anticipo de la eterna felicidad que nos ha sido prometida.

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Fuente: Abandono.com

Padre, me abandono en tus manos / Autor:Jaume Boada i Rafí O.P.

Hermano:
cuanto más te adentras en el camino de la búsqueda de Dios percibes con más claridad la necesidad de vivir el abandono. Percibes que sólo abandonándote plenamente en sus manos puedes vivir buscando a Dios.

Vas haciendo camino, vas encontrando al Señor en la medida en que te vayas abandonando.

La búsqueda y el encuentro con Dios tiene su inicio y su culminación en el abandono. Esto lo verás muy claro si contemplas serena y pausadamente la vida del Señor Jesús y que él mismo expresa con fuerza en el Calvario al decir con todo el amor de su alma: "Padre, en tus manos pongo mi vida".

Desde el momento en el que el Padre tanto amó al mundo que le mandó a su Hijo Unigénito, hasta la Resurrección y la Ascensión, toda la vida del Señor fue un camino de abandono, esto es: humildad, obediencia, adoración, alabanza, amor, aceptación sumisa de la voluntad del Padre hasta la muerte en cruz, pasando por el "Padre, si es posible, aparta de mí este cáliz" del Huerto de los Olivos y por el "Dios mío, Dios mío, ¿porqué me has abandonado?" que dice Jesús en la Cruz.

Él , Jesús, es el primer testigo que nos habla del camino del abandono para llegar al encuentro con Dios. Con su vida te dice a qué puede llevar a nivel de exigencia y cómo puede expresarse en la dimensión de ternura, amor, alabanza y adoración. Recuerda al respecto que Jesús siempre se dirige al Padre con el término "Abbá" que, literalmente, equivale a "papá" cariñoso y entrañable.

Será necesario, pues, que en tu oración de hoy dediques un tiempo, un largo rato si puede ser, a la contemplación orante de la vida de Jesús. Si partes de ella para meditar sobre el abandono llegarás a una conclusión: el abandono es camino de cruz y camino de amor.

Ciertamente, muchos intentos de vivir la espiritualidad del abandono quedaron a medio camino porque, inconscientemente, se buscaba romanticismo donde sólo hay amor y entrega, cruz y vida, adoración y alabanza y, sobre todo, una confianza ilimitada y alegre.

Tú, que buscas a Dios; tú, que has oído su voz; tú, que quieres hacer en tu vida el don de tu amor absoluto, recuerda: tu camino es el abandono, tu oración es la de Jesús: "Padre, me abandono en tus manos". Tu vida sólo puede ser el "Haz de mi lo que quieras, cuando tú quieras y cómo tú quieras, porque te amo".

Tu canción y tu alegría nacerán cuando puedas decir con gozo "Hagas lo que hagas de mí, te doy gracias, porque te amo".

Seguramente te harás una pregunta: ¿qué es el abandono?, ¿qué puedo hacer para abandonarme?.

No olvides que entramos en uno de los aspectos de la vida espiritual que es menos fácil de expresar en palabras. Sólo el Espíritu Santo con su luz te puede manifestar el conocimiento del camino del abandono, y con la fuerza de su viento te puede conducir a abandonarte.

Más aún: irás comprendiendo qué es el abandono y cuáles son sus exigencias en la vida en la medida en que te vayas abandonando.

Por tu parte, sólo puedes poner la decisión de hacerte peregrino del camino del abandono. La invitación es un don de la gracia. Los pasos te los irá indicando el Señor, que también probará tu fidelidad de peregrino. Tú, lanza el corazón y déjate llevar.

Para explicarte esta actitud espiritual del abandono quiero compartir contigo algunos pensamientos sobre el abandono. Y lo voy a hacer comenzando con un conocido cuento oriental que expresa muy gráficamente uno de los aspectos esenciales del abandono: has de dar algo de ti mismo, has de darte si quieres conocer, has de abandonarte si quieres orar. Es el cuento de la muñeca de sal.

Una muñeca de sal, después de un largo peregrinar sobre la tierra seca, llegó a la orilla del mar y descubrió algo que nunca había visto y que, seguramente, ni siquiera podía imaginar. Ella, la pequeña muñeca de sal, estaba asentada sobre una tierra firme. y contemplaba que existía otra clase de tierra, que era una tierra movediza, insegura, ruidosa, azulada, extraña y desconocida. Era el mar.

Y se decidió a preguntarle:

- ¿Quién eres tú?.

El mar respondió:

- Yo soy el mar.

Y la muñeca insistió:

- ¿Y qué es el mar?.

La respuesta fue la misma:

- Soy yo.

Entonces dijo la muñeca:

- No lo puedo entender, pero deseo poder comprenderlo.

El mar le dijo entonces

- Si quieres conocerme, tócame.

Entonces la muñeca, tímidamente, alargó el pie y tocó el mar. Y tuvo la impresión extraña de que aquello era algo que empezaba a poder ser conocido y entendido. Pero, al retirar la pierna, vio que los dedos de su pie habían desaparecido. Se asustó y dijo

- ¿Dónde están mis dedos?, ¿qué me has hecho?.

El mar respondió con calma

- Diste algo de tí misma para poder conocer.

Poco a poco el agua se fue llevando pedazos de la muñeca de sal. Ella seguía penetrando más y más en el mar. Percibía a cada instante que iba comprendiendo mejor al mar, pero, no obstante, aún no era capaz de decir del todo qué es el mar.

A medida que iba introduciéndose en el agua se iba fundiendo y no cesaba de preguntar

- Pero, ¿qué es el mar?.

Finalmente, una ola disolvió lo que quedaba de ella y la muñeca acabó diciendo:

- El mar soy yo.

Había descubierto qué era el mar. El precio: fundir todo su ser de sal.

El cuento de la muñeca de sal, en su belleza poética, salvadas las distancias propias de toda comparación, puede ser una buena explicación del proceso interior que vive en su vida el orante, el que busca a Dios por el camino del abandono.

Procuraré explicarlo con sencillez y a partir de unos breves pensamientos para acompañar tu oración personal. No olvides, sin embargo, que es la oración de un consagrado, es tu oración, la que tú, que eres de Dios, le diriges a Él.

* El abandono exige un constante dar o darse para poder crecer en tu vida.

* Si te abandonas, has de abrir tu vida a una plena y progresiva desposesión de ti mismo. Es la pobreza de alma. Esta pobreza tiene una doble perspectiva: en un primer momento es una realidad ascética de esfuerzo, lucha y atención personales pero, fundamentalmente, es una obra de Dios en ti. Él la realiza siempre con gran amor, aunque a ti te pueda parecer costosa y de cruz.

* Con el crecimiento del abandono se irá produciendo en ti una gran libertad interior. Para entrar en tierra de Dios necesitas estar muy libre de ti mismo, con las velas de tu barca plenamente desplegadas al soplo del Espíritu Santo.

* El abandono te llevará a vivir de la fe. Teresa del Niño Jesús llegó a decir estas impresionantes palabras: "No deseo ver a Dios en la tierra. Prefiero vivir de la fe". Por esto, si te abandonas, recuerda que tu luz, tu única luz en muchos momentos, será la fe. La fe desnuda y pobre. La fe llena de confianza en la misericordia de Dios.

* El abandono te conducirá a fundir en el mar de Dios todo lo que sean actitudes cerradas de autoprotección o defensa. Deberás dejar el orgullo, el egoísmo, el deseo de vivir para ti, la pereza en la disponibilidad o en el servicio a los hermanos. Deberás fundir tus miedos, tus tristezas, tus melancolías, tus desánimos, tus temores a las exigencias de Dios... o, como siempre, tus deseos de seguir siendo dueño de tu propia vida. Podrá llegar, incluso, el momento en que te hagas esta pregunta, o le hagas esta pregunta al Señor: "Pero, Señor, ¿qué queda de mí, qué queda para mí?".

Me parece que Él, como el Padre del hijo pródigo, sólo te dará ésta escueta respuesta: "Quedas tú y quedo yo. Y todo lo mío es tuyo". Es la conclusión a la que llegó Teresa de Jesús cuando concluía su conocida poesía "Nada te turbe" con estas palabras: "Sólo Dios basta".

* El abandono te llevará a una aceptación plena y gozosa de la voluntad del Padre por incomprensible que ésta te parezca. Algunas veces sentirás a Dios cerca, cerca en tu vida, cerca en tu oración. Y en otras tendrás la impresión de que está muy lejos. Sin embargo, el que se ha abandonado cree estar en las manos del Padre y esto le basta.

Nuestra maestra del abandono, Teresa del Niño Jesús, lo expresaba con una imagen muy gráfica: "Soy una pequeña pelota. Jesús me puede dejar en cualquier rincón. A lo mejor me recoge diez años más tarde".

* El abandono exige también confianza. Una confianza asentada en la firme convicción: "Dios es amor. Dios me ama. Dios me ama en la cruz. Dios me ama en el gozo".

* Los barcos tienen el ancla con la que se afirman en la profundidad del inmenso mar. La confianza propia del abandono consiste en arrancar el ancla de la seguridad de tu propia vida, arrancarla de ti mismo y lanzarla, en un gesto de entrega y de amor, al corazón de Dios. O también, permitir que Dios con su mano derecha, o su mano izquierda, vaya haciendo el traslado del ancla de tu confianza. No te olvides de que la mano derecha de Dios es suave, pero la izquierda es terrible.

* El abandono te llevará a tener una gran fe en el perdón, en la bondad y en la misericordia de Dios Padre.

Desde esta misericordia reconocerás que tu pobreza, tu castidad, tu obediencia, vividas desde el abandono adquieren una dimensión de amor con un horizonte sin fin.

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Fuente; Abandono.com

Eucaristía y muerte / Autor: P Antonio Rivero LC

En dos sentidos quiero enfocar mi reflexión: primero, la Eucaristía es prenda de inmortalidad; y segundo, en cada Eucaristía yo debo también morir con Cristo a mis tendencias malas para resucitar con Él a una vida nueva.

Primero, la Eucaristía es prenda de inmortalidad.

Nadie quiere morir. Todos queremos vivir. Por eso el hombre huye de la muerte. Es un instinto que tenemos.

La historia del hombre está definida y determinada por un comienzo y un fin. Lo mismo que el mundo, el hombre se comprende si examinamos su origen y su fin. Esta peregrinación debe tener un sentido que sólo se alcanza a la luz de la fe. “Mientras toda imaginación fracasa ante la muerte, la Iglesia, aleccionada por la Revelación divina, afirma que el hombre ha sido creado por Dios para un destino feliz situado más allá de las fronteras de la miseria terrestre” (Gaudium et spes, 49).

La muerte no admite excepciones: todos hemos de morir, pues todos nacimos manchados con el pecado original, autor de la muerte, como nos dice la carta a los Romanos 5, 12. Y un día nos tocará a nosotros, pues “lo mismo muere el justo y el impío, el bueno y el mal, el limpio y el sucio, el que ofrece sacrificios y el que no. La misma muerte corre para el bueno que para el que peca. El que jura, lo mismo que el que teme el juramento. De igual modo se reducen a pavesas y a cenizas hombres y animales” (San Jerónimo, Epístola 39). Todo acabará: cada cosa a su hora.

Pero el hombre se resiste a morir. No quiere morir.

A este deseo profundo de vivir siempre y eternamente ha venido a dar respuesta la Eucaristía. Cristo nos dijo: “El que coma mi carne vivirá para siempre y no morirá”.

La Eucaristía es prenda de inmortalidad. Quien comulga aquí en la tierra está ya alimentándose con el germen de la vida eterna. Su alma, que ya desde su creación Dios hizo inmortal, con la comunión se hace más transparente, más limpia, más fuerte, más brillante, para gozar de la eternidad de Dios cuando se tenga que separar del cuerpo con la muerte temporal.

Segundo, en cada Eucaristía yo tengo que morir a mí mismo.

Cristo instituyó la Eucaristía la víspera de su muerte, en la noche en que se entregó. Por eso, a la santa Misa se le llama con toda propiedad Santo Sacrificio, porque ahí Cristo renueva su sacrificio en la cruz, aunque de manera incruenta. Cristo vuelve a morir por la humanidad.

Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos la muerte del Señor hasta que él vuelva, nos dice san Pablo en 1 Corintios 11, 26.

Muerte mística de Cristo. En cuántas iglesias podemos percibir esta realidad. Ese altar es una tumba que encierra huesos de mártires. Encima preside una cruz, alumbrada con una lámpara, como en las tumbas. Envuelve la Santa Hostia el Corporal, nuevo sudario. Cuántas casullas que el sacerdote se pone al celebrar la santa Misa tienen por adelante y por atrás el signo de la cruz, símbolo de la muerte. Todo nos recuerda a ese Cordero inmolado por nuestros pecados y para nuestra salvación.

Y en la comunión consumimos ese sacrificio de Cristo, y con su muerte Él nos da su vida divina.

¿Por qué quiso Cristo establecer una relación tan íntima entre el sacramento de la Eucaristía y su muerte?

Primero, para recordarnos el precio que le costó su sacramento. La Eucaristía es el fruto de la muerte de Jesús. La Eucaristía es un testamento, un legado, que sólo tiene efecto por la muerte del testador. Jesús necesitó morir para convalidar su testamento.

Segundo, para volvernos a decir incesantemente cuáles deben ser los efectos de la Eucaristía en nosotros. En primer lugar, nos debe hacernos morir al pecado y a las inclinaciones viciosas; en segundo lugar, morir al mundo, crucificándonos con Jesús y exclamando con san Pablo: “Para mí el mundo está crucificado y yo para el mundo”. Finalmente, morir a nosotros mismos, a nuestros gustos, deseos y sentidos, para revestirnos de Jesús de tal forma que Él viva en nosotros y que nosotros seamos apenas sus miembros, dóciles a su Voluntad.

En tercer lugar, Cristo quiso establecer una relación íntima entre la Eucaristía y su muerte para hacernos partícipes de su resurrección gloriosa. Cristo mismo como que “se siembra él mismo” en nosotros con la comunión. Al Espíritu Santo cabe reanimar ese germen y darnos nuevamente la vida, Vida gloriosa que nunca tendrá fin.

Aquí están algunas de las razones que llevaron a Cristo a envolver en insignias de muerte este sacramento de la Eucaristía, sacramento de Vida verdadera, sacramento donde reina glorioso y triunfa su amor.

Cristo quiso ponernos incesantemente sobre los ojos cuánto le costamos y cuánto debemos hacer para corresponder a su amor.

Terminemos diciendo con toda la Iglesia:

“Oh Dios, que en este sacramento admirable nos dejaste el Memorial de tu Pasión, concédenos venerar de tal modo los sagrados misterios de tu Cuerpo y Sangre, que experimentemos constantemente en nosotros los frutos de tu Redención. Amén”.

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Fuente: Catholic.net

La Biblia es vetada para los Juegos olímpicos de 2008

(ACI).- Los organizadores de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 publicaron la lista de "objetos prohibidos" en las villas de deportistas donde se alojarán los atletas. Para sorpresa de muchos, la Biblia está incluida en la polémica relación.

Según informó el diario deportivo italiano La Gazzetta dello Sport, los organizadores han alegado "razones de seguridad" y han prohibido a los atletas llevar consigo cualquier otro símbolo religioso en los recintos olímpicos. La lista prohíbe la entrada de un amplio número de objetos, entre ellos algunos comunes como cámaras de vídeo o tazas.

El diario español La Razón recordó que este hecho "se suma a otras muestras de censura e intolerancia ejercidas en el gigante asiático en cuanto a objetos de culto religioso y a la población cristiana. Hoy en China permanecen encarcelados cinco obispos y quince sacerdotes por oponerse a la Iglesia oficial impuesta por el gobierno de Pekín, que actúa de espaldas de la Santa Sede,y obliga a los fieles a Roma a vivir en la clandestinidad con medidas restrictivas, como la que se aplicará en los Juegos Olímpicos de 2008".

El aborto en la formación de los ginecólogos

Sólo en cuatro países de Europa se puede obtener el título de ginecólogo sin tener que realizar un aborto, según ha denunciado el presidente de la Federación Internacional de Asociaciones Médicas Católicas (FIAMC) www.fiamc.org , el cirujano catalán José María Simón, quien, además, precisó que entre esos países se encuentra España, Italia, Portugal y Grecia.

Con motivo de la celebración en Zagreb (Croacia) del congreso de ginecólogos católicos, Simón explicó que en España, "a pesar de que cuesta, aún se puede encontrar algún servicio que acepte residentes que no practiquen abortos". No es el caso de Francia, Suiza, Alemania o Austria donde "lo normal", según el presidente de FIAMC es que en los planes de estudio figure la práctica de abortos. "La cosa está muy mal en Europa", insistió.

Por otra parte, Simón aseguró que entre las principales conclusiones de este congreso que tenía como eje central la ’relación de la práctica obstétrica con el respeto a la maternidad’, figura la "urgencia de actuar en los países más pobres" sobre todo en el cuidado de la mujer embarazada, así como promover en los países desarrollados "las ayudas estatales" a las mujeres embarazadas para evitar que aborten.

"La mujer embarazada no tiene en España prácticamente prestaciones. Si una mujer embarazada, inmigrante y sola se presenta en un ambulatorio, casi que ni le preguntarán nada y le darán un volante para abortar. Esto pasa y pasa sistemáticamente", indicó.

Por último, también destacó la importancia de "la denuncia" cuando el Gobierno o los propios colegios médicos se oponen a la defensa de la vida, como es el caso de Perú en el que este colegiado está a favor de que se legalice el aborto.

Por otro lado, Simón aseguró que son "cada vez más" las mujeres que quieren que las atienda un médico que siga el Magisterio de la Iglesia, "aún no estando de acuerdo cien por cien" con él. Según precisó, un estudio ha revelado que en Estados Unidos hay 10 veces más mujeres que querrían ir a uno de estos ginecólogos pero que no pueden porque los que hay están colapsados.

En esta línea, añadió que en España, la gente "no sólo le pasa" esto con el ginecólogo sino también con otras especialidades delicadas como son los psiquiatras y los médicos que atienden a pacientes con enfermedades terminales. "La gente llega un momento que quiere saber y esto es propio de las sociedades occidentales: saber con quién te juegas los cuartos. Entre el paciente y el médico hay un contrato verbal o no verbal pero la gente espera que el médico le diga cómo va jugar en ese caso, qué ética va a aplicar", explicó.

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Fuente: Fundación vida

Dios habla a cada uno en la Escritura, explica Benedicto XVI

Al recordar la figura de san Jerónimo

(ZENIT.org).- Dios habla a cada uno personalmente a través de la Biblia, asegura Benedicto XVI.

Así lo explicó a unos 40 mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro para participar en la audiencia general de este miércoles en la que presentó la figura de san Jerónimo (347-419/420), uno de los más grandes exegetas de la historia, quien tradujo del griego y el hebreo al latín la Biblia.

Según el Papa, Jerónimo enseña a los cristianos de hoy a «amar la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura».

«Ignorar las escrituras es ignorar a Cristo», decía el biblista. «Por ello es importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la Palabra de Dios, que se nos entrega en la Sagrada Escritura».

Este diálogo con ella debe tener siempre dos dimensiones, aclaró el obispo de Roma.

«Por una parte, tiene que darse un diálogo realmente personal, pues Dios habla con cada uno de nosotros a través de la Sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno».

«No tenemos que leer la Sagrada Escritura como una palabra del pasado, sino como Palabra de Dios que se nos dirige también a nosotros y tratar de entender lo que nos quiere decir el Señor», recomendó el Papa.

Para no caer en el individualismo, aseguró, «tenemos que tener presente que la Palabra de Dios se nos da precisamente para edificar comunión, para unirnos en la verdad de nuestro camino hacia Dios».

«Por tanto, a pesar de que siempre es una palabra personal, es también una Palabra que edifica la comunidad, que edifica a la Iglesia. Por ello tenemos que leerla en comunión con la Iglesia viva», indicó.

Según el Santo Padre, «el lugar privilegiado de la lectura y de la escucha de la Palabra de Dios es la liturgia, en la que al celebrar la Palabra y al hacer presente en el Sacramento el Cuerpo de Cristo, actualizamos la Palabra en nuestra vida y la hacemos presente entre nosotros».

Por último, Benedicto XVI aclaró que «no tenemos que olvidar nunca que la Palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y se van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo».

«La Palabra de Dios, por el contrario, es Palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Al llevar en nosotros la Palabra de Dios, llevamos por tanto en nosotros la vida eterna».

Por eso concluyó con una frase de san Jerónimo: «Tratemos de aprender en la tierra esas verdades cuya consistencia permanecerá también en el tiempo».

jueves, 8 de noviembre de 2007

Si somos capaces de volvernos niños...¡seremos santos! / Autora. Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo

Hoy es una fiesta muy importante porque nos unimos con el corazón lleno de fe y de alegría a numerosos hombres y mujeres que han dejado una huella de luz y de amor en la Iglesia y en la historia.

Por definición, los santos son las personas más libres: libres del enojo, de la pereza, del “no me importa”, de ponerse nerviosos, libres. Los santos son modelos de libertad en el perdón, en el amor, en el recomenzar siempre, en el creer, en el vivir libres de toda esclavitud. Ellos no tienen que obedecer. Si al igual que los santos aprendiéramos a hacer las cosas no por deber sino por amor, no seríamos más esclavos de nada ni de nadie. A todos nos puede pasar que perdemos la paciencia, la paz, tenemos contratiempos… esas son las ocasiones para conocernos, para volvernos santos, para superar nuestras pequeñas y grandes esclavitudes.

Los santos han demostrado una extraordinaria libertad interior, especialmente frente a la prueba y a la tribulación. Jesús, nos ha mostrado concretamente la santidad de Dios: en su vida solo ha amado, consolado, sanado, liberado del mal. Si bien nunca había hecho nada malo, en la hora de Getsemaní también Él realiza un grandioso acto de libertad y de confianza al abandonarse en los brazos del Padre. También nosotros podemos hacernos santos abandonándonos al Padre, respondiendo a su voluntad, como lo ha hecho Jesús y decidirnos por su escuela de santidad: todos podemos aprender a vivir bien y con amor nuestra cotidianidad, hacer bien nuestro trabajo y entonces, nuestras manos se volverán instrumentos concretos de los gestos de santidad.

La santidad se conquista con lo que hacemos, no es algo abstracto.

Si estás haciendo la limpieza, si estás manejando el auto, tu corazón debe conducir tus manos: no hay nada, ni siquiera el latido de nuestro corazón que no pueda volverse un acto concreto de santidad.

El Señor se complace con las pequeñas cosas, pequeñas cosas. La santidad no es algo extraordinario, sino que es algo extraordinario en lo ordinario, es hacer las pequeñas cosas con la libertad del Amor.

Los santos siempre son nuestros modelos: me conmueve el ejemplo de santidad de Juan Pablo II, el coraje, la dignidad con que enfrentó la enfermedad en los últimos años de su vida. Pensemos en Santa Teresita cuando estaba muy cansada, enferma de tuberculosis y para ella caminar se había vuelto casi un martirio: caminando por el pasillo del convento pensaba “Jesús te ofrezco este paso por algún misionero que seguramente está más cansado que yo”. También ella en el dolor y en la tribulación había buscado una motivación. Del mismo modo, también nosotros cuando pensamos que no podemos más y sin embargo por un acto de voluntad superamos ese momento de cansancio, de apuro, de nerviosismo, nos educamos hacia la santidad.

Estas pequeñas, grandes cosas serán nuestra santidad cotidiana: cuando sacrificamos aunque sea un minuto de nuestro tiempo para acoger a alguien con una palabra, con un gesto, con una sonrisa, entonces habremos crecido en santidad y esto nos hará infinitamente felices.

La santidad está verdaderamente al alcance de todos si antes de reaccionar conectamos la mente con el corazón.

Jesús ha dicho: “Para entrar en el Reino de Dios tienen que volverse como niños”; pongámonos por lo tanto, en la escuela de los pequeños para volvernos santos, aprendamos de ellos la sabiduría de la Santidad.

Hace un tiempo pensábamos que los Santos sólo eran los que estaban en los altares, ahora creemos que los verdaderos santos son los niños, así que si somos capaces de volvernos niños… ¡seremos santos!

Muerte y Vida / Autor: P. Jesús Higueras

Acercándose algunos de los saduceos, esos que sostienen que no hay resurrección, le preguntaron:
"Maestro, Moisés nos dejó escrito que si muere el hermano de alguno, que estaba casado y no tenía hijos, que su hermano tome a la mujer para dar descendencia a su hermano. Eran siete hermanos; habiendo tomado mujer el primero, murió sin hijos;
y la tomó el segundo, luego el tercero; del mismo modo los siete murieron también sin dejar hijos. Finalmente, también murió la mujer. Esta, pues, ¿de cuál de ellos será mujer en la resurrección? Porque los siete la tuvieron por mujer." Jesús les dijo: "Los hijos de este mundo toman mujer o marido; pero los que alcancen a ser dignos de tener parte en aquel mundo y en la resurrección de entre los muertos, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, ni pueden ya morir, porque son como ángeles, y son hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección. Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor = el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. = No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven."

Lc 20, 27-38

Quién de nosotros en estos días, no ha tenido un recuerdo especial para sus personas queridas que ya marcharon y que pasaron por ese trance que llamamos “muerte”. La muerte que nos llena a todos siempre de pena y de dolor, aunque tengamos fe, porque la fe no quita el dolor tras la separación de las personas amadas.

Sin embargo hay que decir que la muerte es ficticia. Siendo una realidad corporal, no es una realidad que afecta a toda la dimensión del hombre. Eso es lo que intenta Jesús explicar en el Evangelio de este domingo, cuando le hacen una trampa e intentan que cuente eso de la muerte, que cuente cómo va a ser el más allá. Y Jesús responde que la muerte no es un concepto que entre en la mente de Dios, porque nuestro Dios no es un Dios de los muertos, sino de los vivos.

Para todos aquellos para los que el ser humano es sólo corporalidad, evidentemente la muerte es el final. Sin embargo, para aquellos que afirmamos que el ser humano es persona, que tiene una dimensión muy profunda más allá del cuerpo y de la mente, eso que San Pablo denominaba el espíritu, el alma, sabemos que ese alma no puede ser destruido por nada ni por nadie. Y sabemos que en ese alma se asienta, como cuando se queda en un santuario, la misma Trinidad.

Por eso, en estos días en los que recordamos a nuestras personas amadas, tenemos que repetirnos: “Aunque ya no te vea, aunque ya no te oiga, aunque ya no te toque ni te abrace, aunque ya no te disfrute corporalmente, tú estas vivo. No solamente estás vivo en mi recuerdo, en mi corazón, en mis afectos, sino que tú realmente con independencia de mí, estás vivo”.

¡Cuántas son las frases y las alusiones que Jesucristo en el Evangelio hace a la vida eterna!... Y si aceptamos a Jesús de Nazaret, no tenemos que aceptarlo solamente como el fundador de una ética encantadora que nos dice cuatro cosas para que seamos buenos, sino también como el Salvador de la humanidad, que viene a remediar todas las tragedias del hombre, y especialmente, ese resumen de tragedias que es la muerte de alguien amado. Por eso, Cristo, claro que es Salvador de la muerte, y por eso, en Cristo, todas las muertes quedan resueltas y transformadas en vida, porque creemos que nuestros seres amados están en Dios. Por eso, claro que vamos a los cementerios, ofrecemos la Santa Misa y rezamos con especial intensidad por nuestras personas amadas, porque están vivas y queremos comunicarnos con ellas, porque queremos provocar la comunión plena con ellas. Una comunión, que ni la muerte siquiera es capaz de romper, porque en estos días les decimos casi a gritos que os seguimos recordando y amando, que seguís formando una parte esencial de nuestra vida, y que a través de ese puente que es Cristo y a través de la Eucaristía, que es esa señal y esa realidad de Dios encarnada, podemos encontrarnos con vosotros.

También tenemos que pedirle a Jesús, que nos enseñe a vivir en esa nueva dimensión a la que tan poca gente se asoma que es la dimensión espiritual, aunque a veces estamos tan perdidos y tan distraídos con los sentidos, que nos olvidamos de la dimensión espiritual, a través de la cual, sí se puede establecer una verdadera comunión con las personas amadas.

Sinceridad y Discreción, ayudas en la comunicación / Autora: Victoria Cardona

La mayoría de problemas del día a día de la convivencia familiar se resolverían, si nos esforzáramos por tener una buena comunicación con nuestros hijos. Hay muchas formas de hacerlo. Se puede hacer con un gesto, se puede hacer con una mirada de complicidad, se puede hacer con la palabra, escuchando música, leyendo, haciendo deporte...También nos podemos comunicar silenciosamente. Sólo contemplando unos padres junto a la cama de un hijo enfermo, mimándolo o dándole la mano vemos el máximo de comunicación. El silencio se hace necesario por el reposo de su hijo, pero la comunicación no falta. Ya se ve que para comunicarse no se necesitan palabras, sino que se necesita afecto y que haya un clima de confianza.

Hay muchas virtudes que nos pueden ser útiles para ayudar a la comunicación, con el clima de confianza adecuado, que favorece el diálogo, base de la comunicación, pero yo destacaría dos: la sinceridad y la discreción.

1.- La palabra sinceridad deriva del latino "sine cera" (sin cera) refiriéndose a los ungüentos que utilizaban las mujeres romanas para disimular sus arrugas. "Sinceridad es decir siempre con claridad lo que se hace, lo que se piensa, lo que se vive". Nuestros hijos tienen de ver que nosotros somos sinceros siempre. Por esto debemos reflexionar y preguntarnos: ¿Cuántas veces hemos dejado incompleta una promesa o una reprimenda que habíamos anunciado a nuestros hijos? o ¿cuántas veces hemos asustado a los pequeños diciendo "que viene el hombre del saco" y lógicamente aún lo esperan?...O otras medias verdades, que no dejan de ser mentiras que malogran la confianza.

Nuestra sinceridad debe ser ejemplar, la verdad tiene que ser objetiva, clara. Por ejemplo, si nos equivocamos, pedimos perdón y lo reconocemos; esto es más educativo para el hijo que muchos sermones y consejos repetitivos. A veces los hijos no son lo suficiente sinceros con nosotros por no quedar mal o porque tienen miedo de que tengamos una reacción desmesuradamente enfadada con lo que nos dicen.

Sobre todo en la adolescencia tenemos que ser pacientes y estar preparados para que nos expliquen lo más impensable sin perder los nervios. Lo que es más importante siempre es que los hijos nos digan la verdad, aunque del susto recibido nos quedáramos sin aliento. Con todos los datos reales del problema, no nos equivocaremos a la hora de buscar soluciones y reforzaremos la confianza mutua.

2.-Vivir la discreción es fundamental. Los padres debemos profundizar en esta virtud, que no es frecuente en el ambiente actual. La discreción está definida como: "reserva en las acciones y en las palabras, reserva del que no hace sino aquello que conviene hacer, de quien no dice sino aquello que conviene decir, que sabe callar aquello que le ha estado confiado."

Muchos hijos se quejan de que sus padres, o bien para vanagloriarse, o bien para quejarse explican las confidencias que ellos les han hecho. Ya se ve que este sería un defecto que influiría en la confianza que nos habrían dado los hijos, nada más y nada menos sería "ventilar" sus emociones.

Con la virtud de la discreción nace el discernimiento, para saber cuando es prudente preguntar, o cuando hace falta esperar para hacerlo, puesto que hace falta respetar la intimidad del hijo y tener paciencia para recibir la confidencia. También distinguir el momento en que es conveniente dar el consejo oportuno. Pienso que cuando un niño pequeño tiene una pataleta, ¿verdad que es muy difícil corregirlo sí nos ponemos a gritar como él y perdemos los nervios? Con los hijos mayores tenemos que hacer lo mismo, es sencillamente pasar por alto el momento de ofuscación y buscar el tiempo para dialogar con calma y serenidad. Una persona discreta no impone, no coacciona sino que observa y ayuda a mejorar reconociendo que ella también tiene defectos; por lo tanto, no se sobresalta por nada, y, con esta comprensión anima a su hijo a la sinceridad.

Al mismo tiempo los hijos no comprenden ni las ironías ni las bromas sobre sus "cosas", les hemos de saber atender con todo respeto y cariño, comprendiendo que para lo que les sucede tiene importancia para ellos, por lo tanto no conviene burlarse de nada de lo que nos explican.

Para concluir, podríamos decir que el objetivo de procurar fijarnos en la sinceridad y la discreción, es ayudar a que haya el clima de confianza adecuada que haga de los padres buenos amigos de los hijos, a quienes los hijos pueden explicar sus ideales, sus problemas, sus alegrías. Empecemos a interesarnos por lo que les preocupa cuando son pequeños y así fundamentaremos la sinceridad y la confianza en su adolescencia, etapa que habrá de prever.

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Fuente: Mujer Nueva

Él saca de cada uno lo mejor que tiene / Autor: P. Fintan Kelly

“Jesucristo es y seguirá siendo piedra de escándalo por su caudal precioso de ideas y perspectivas que, en choque con las tendencias bajas del hombre, ha querido elevarle, ennoblecerle y hacerle consciente de lo auténticamente importante y trascendente de su existencia.”

“Dime con quien andas y te diré quien eres.” Este dicho popular tiene mucha sabiduría. No hay nada que echa a perder tanto a un joven como un mal compañero, y al contrario, no hay nada que lo construya más como un amigo verdadero y auténtico. Con demasiada frecuencia un chico saca lo peor de una chica y viceversa. Podemos decir con toda certeza que Cristo sacó de todos los que le siguieron lo mejor que tenían.

Pensemos en el caso de Simón Pedro, el pescador de Galilea. Si no fuese por Cristo, ése hubiera pasado toda la vida entre sus labores, sin demasiada trascendencia, en el lago de Galilea. Desde que Cristo lo llamó se convirtió en “pescador de hombres.”

Es el caso también de Leví, o Mateo, el publicano. No hay duda de que ganaba un buen dinero, siendo colaborador de los romanos en ese oficio tan remunerativo, pero odiado por los judíos. Mateo descubrió en Cristo la verdadera riqueza y lo siguió con presteza. El ha marcado la historia, no sólo como un gran Apóstol, sino también como un gran Evangelista.

El caso de Judas Iscariote es dramático. El Señor trató de formarlo, de llevarlo al arrepentimiento, incluso llamándolo “amigo” en el momento mismo de la traición. Aunque Cristo ofrezca toda su gracia a una persona, si ésta no quiere colaborar con ella, no le aprovecha nada. Es el caso triste de Judas que pasó a la historia como “el traidor” y paradigma de toda persona de ese tipo.

Cristo no sólo sacó lo mejor de las personas en su día, sino sigue haciéndolo el día de hoy. Hay miles de personas que han encontrado en Cristo el modelo de su vida, la guía, el mejor maestro.

“Él es mi único amor, mi máxima ilusión, mi luz, mi camino, mi ejemplo, mi todo...quisiera que ustedes disfrutaran de esa dicha inefable de amar lo que Él ama, sentir como Él siente, pensar con sus criterios... y que gozaran de la dicha inefable de su hermosura sobrenatural, humana, moral...”

Si comparamos los resultados que producen los líderes modernos y el gran Líder, Cristo, en los hombres, no nos queda lugar a duda de que Él es el mejor. Muchos líderes cinematográficos, deportistas, intelectuales... van dejando a la humanidad cada vez más pobre. Se tiene la tentación de optar por estos ídolos modernos que destruyen a la persona humana en su dignidad. Cristo es el Líder que mejor eleva al hombre, pues cada vez que se le sigue más de cerca, uno es más hombre.

Cristo nos enseña a pensar correctamente, usando nuestra propia razón y a no dejarnos lavar el cerebro por cualquier “profeta” que aparece por allí. Él nos exige tener fuerza de voluntad y a no ser volubles, dejándonos llevar de remolque por nuestros constantes cambios de ánimo. Cristo nos pide desarrollar nuestro sentimientos, pero sin dejarnos llevar por el sentimentalismo.

Pilato dijo a la multitud “¡Aquí está el hombre!”, refiriéndose a Cristo azotado y coronado de espinas. Todos los hombres tenemos que mirar a este Hombre para conocer la medida del hombre. Si no nos asemejamos a Él, no habrá valido la pena vivir.

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Fuente: Catholic.net

Crónicas desde el cielo / Autor: P. Fernando Pascual

Los ángeles acaban de reunirse para “pasar la tarde”. Van a hablar sobre lo que ocurre en la Tierra, quieren repasar las noticias de los últimos años terrícolas.

-Las noticias que llegan del mundo humano son descorazonadoras: guerras, hambres, abortos, infanticidios, abandono de ancianos, congelación y uso de embriones como si fuesen animales de laboratorio...

-¿No será que los hombres quieren cometer una especie de “suicidio colectivo”?

-Bueno, bueno, no hay que ser tan pesimistas. También hay cosas buenas. Acabo de encontrarme con una familia “extraña”: los esposos se quieren, se respetan, y son fieles a su matrimonio. Han acogido los 10 hijos que Dios les ha ofrecido, los educan con cariño (que vale mucho más que el dinero), y viven con una alegría envidiable.

-Pero te olvidas que muchos a su alrededor están criticándoles por su modo de ser “generosos”. Los familiares y amigos dicen que son irresponsables, que no saben en qué mundo viven, que hay que pensar en la carrera de los hijos, que luego habrá problemas de drogas en los más pequeños, etc.

-No hay que escuchar todo lo que dicen los demás. De lo contrario, nadie podría hacer casi nada: siempre vas a encontrar quien te señale con el dedo. Lo principal es el amor. Si dos esposos se aman y quieren amar los hijos que Dios les permita tener, ¿por qué esa envidia o esa incomprensión que viene de quienes ven cada hijo más como un problema que como una alegría inmensa para sus padres, para el mundo y para el cielo?

-También he escuchado que hay médicos que se niegan a hacer abortos, y otros que buscan maneras para ayudar a no abortar a las chicas o a las señoras que sienten una presión muy fuerte para eliminar al hijo más necesitado de ayuda.

-¿Ves cómo hay cosas buenas allá abajo? Bueno, pido perdón al ángel guardián, pues en el mundo del espíritu no hay arriba y abajo, pero nos entendemos. Lo que importa es mirar a los corazones, y ver que el bien, aunque no aparezca en la televisión, está mucho más activo de lo que se piensa.

-Aunque luego te critiquen. Me impresionaron mucho esas personas, algunos simples niños, que buscaron maneras para llevarle agua a una pobre señora que estaba agonizando porque le quitaron los tubos de alimentos y de hidratación. Se llamaba Terri y murió el 31 de marzo de 2005, según el calendario de la Tierra. Los policías, claro, tenían que cumplir con su deber, y prefirieron arrestar a estos valientes antes que poner en peligro su carrera. Lo triste es cuando casi todos piensan como los policías: entonces se acabaron los héroes, y las injusticias continúan por años interminables.

-Héroes los habrá siempre. Acaban de contarme de nuevo la vida del P. Maximiliano Kolbe. Hombres y mujeres como él hacen hermosa la Tierra. Aunque a nosotros nos parezca a veces que todo va de mal en peor.

-Bueno, creo que tenemos que terminar nuestra tertulia de hoy. Acabo de saber que mientras moría aquella señora, Terri (que es una abreviación de Teresa), en un rincón de Europa una señora médica, casada con un médico, daba a luz a su séptima hija, y la van a bautizar con el nombre de Teresa. Será coincidencia, pero frente a quienes buscan la muerte de sus semejantes otros acogen con alegría y generosidad (que a veces implica sacrificios) el nacimiento de nuevos hijos, que algún día también vendrán por acá, a la Casa del Padre.

-Como siempre digo, los hombres no son tan malos. Si dejásemos que la prensa reservase un 10 por ciento de espacio para buenas noticias, para presentar la generosidad de los que aman la vida de sus semejantes, la gente sería menos pesimista y más dispuesta a hacer el bien.

El ángel guardián toca la campana. Llega la hora de volver cada uno a sus trabajos. El planeta Tierra gira, las nubes pasean de un lado para otro, y una niña recién nacida puede sentir la caricia de dos padres y seis hermanos que la miran con esa alegría de quienes saben lo hermoso que es la vida enamorada.

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Fuente: Catholic.net

Biografía del Apóstol Pablo / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Con motivo del año jubilar de San Pablo la Parròquia de Sant Narcís de Barcelona celebra desde ayer una serie de Catequesis semanales sobre el apóstol convertido camino de Damasco, su mensaje y visión del cristianismo. Iniciamos la publicación de las sesiones catequeticas para que den frutos de conversión
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(Saulo de Tarso) Apóstol del cristianismo que él transformó en religión universal (Tarso, Cilicia, hacía el año 8 - Roma, hacia el año 68). Era hijo de judíos fariseos de cultura helenística y con ciudadanía romana. Fue contemporáneo de Jesucristo e incluso estuvo en Jerusalén en la misma época que él, aunque probablemente no se conocieron.

Pablo tenía una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo). Participó en las primeras persecuciones contra los cristianos. Pero durante un viaje a Damasco, poco después de la crucifixión de Jesucristo, se convirtió a la nueva fe, que por entonces era considerada una secta herética del judaísmo (según su propio relato, fue el mismo Jesús el que se le apareció).

Desde entonces San Pablo se convirtió en el más ardiente propagandista del cristianismo, que contribuyó a extender más allá del pueblo judío, entre los gentiles: viajó como misionero por Grecia, Asia Menor, Siria y Palestina; y escribió cartas a diversos pueblos del entorno mediterráneo.

Los escritos de San Pablo adaptaron el mensaje de Jesús a la cultura helenística imperante en el mundo mediterráneo, facilitando su extensión fuera del ámbito cultural hebreo en donde había nacido. Al mismo tiempo, esos escritos constituyen una de las primeras interpretaciones del mensaje de Jesús, razón por la que contribuyeron de manera decisiva al desarrollo teológico del cristianismo.

Dios te ama a ti, te ha creado / Autor: P. Juan Carlos Ortega Rodriguez

Vino a Roma una amiga de la familia. Este beso es de parte de tus padres. Y me han dicho que si necesitas algo me lo digas para comprártelo. El amor no se detiene a causa de las distancias y cuando tiene una oportunidad trata de manifestarlo de algún modo, incluso con emisarios. Mientras contemplaba y escuchaba a mi paisana, entendí perfectamente que mis papás me decían: te queremos mucho y nos preocupamos de ti.

Algo parecido ocurre con Dios y el amor que Él tiene por los hombres. No sé si lo habías pensado alguna vez. Por eso te lo digo: tú y tu vida, es un esfuerzo de amor por parte de Dios. El Señor quiere amar y por eso te ha creado a ti. Pero, ¡atentos! En ti, el amor de Dios se expresa en un doble sentido. Porque Dios te ama a ti, te ha creado. Pero a la vez, porque Dios quiere amar a otros, te ha creado a ti, tal como eres, para que tú les lleves el amor que Él les tiene.

Esto es lo que Juan Pablo II decía: "Movido por el principio de haber sido creado a imagen de Dios, hombre y mujer, el creyente puede reconocer el misterio del rostro trinitario de Dios, que lo crea poniendo en él el sello de su realidad de amor y comunión" (31 de mayo 2001). Vamos a explicar estas palabras del Papa.

¿Cómo es Dios? Dios es "amor y comunión". Para que se pueda amar es necesario que exista algo que sea amado, algo diverso del que ama.

¿Correcto? Pero, a la vez, el amor crea unión entre el amante y el amado. Es decir, para amar se requiere ser diverso de otro y, al mismo tiempo, el amor busca la unión. En realidad esto es lo que llamamos el misterio de la Santísima Trinidad: siendo tres personas son, por el amor, una sola realidad.

La siguiente pregunta que se debe responder es ¿cómo eres tú? Si tú has sido creado para expresar el amor de Dios, y para amar es necesario ser diverso de lo que se ama, resulta que tú has sido creado diverso, diverso de todos. Pero la principal diversidad es ser "hombre y mujer". Es cierto que tú, si eres varón, eres diverso también de cualquier otro hombre, pero sobre todo eres diferente de cualquier mujer. Lo mismo se aplica a la mujer: cada una de ellas, aunque diversas entre sí, son más diferentes respecto de cualquier hombre.

Todavía está en boga una cierta tendencia a la igualdad entre hombres y mujeres. Es cierto que la igualdad es un valor que se debe defender, pero la verdadera riqueza humana consiste en ser diversos.

Si todos fuéramos iguales, ¿qué podría yo dar al otro y que podría recibir de él? En cambio con la riqueza de las diferencias siempre tengo algo que dar y algo que recibir. Por lo mismo es la diversidad lo que ofrece una dignidad y un valor a cada persona: ¿de qué serviría yo si no tengo nada que dar al otro? y ¿qué valor tendrían los demás si no tienen nada que darme? Por ello, nos decía el Papa "cuando se pierde de vista el principio de la creación del hombre como varón y mujer, se ofusca la singular dignidad de la persona humana y se abre el camino a una amenazadora cultura de la muerte". Si el otro no tiene nada que ofrecerme ¿para qué le voy a mantener en vida?

Decíamos que tú eres un esfuerzo de amor por parte de Dios. Por ello te ha creado diverso de los demás, y es en "la experiencia del amor rectamente entendido (entre hombre y mujer) que cada ser humano está llamado a tomar conciencia de los factores constitutivos de la propia humanidad: razón, cariño, libertad". ¿Qué quiere decir el Papa con estas palabras?

Él vuelve a afirmar que sólo en el matrimonio entre un hombre y una mujer se puede realizar la dignidad plena del ser humano. En efecto, la unión matrimonial no es simplemente una unión pasional. Se contrae matrimonio después de una recto conocimiento de las diferencias del uno y del otro. No es la pasión sino la razón quien descubre lo que uno puede dar y puede recibir del otro. No es la pasión lo que mueve a hacer el amor, sino el amor lo que busca el cariño y el afecto tal como el otro lo necesita y a recibirlo tal como el otro sabe darlo. La duración del amor no depende de la pasión y del egoísmo, sino de la libertad que ha optado por la persona amada por encima de cualquier otra persona y circunstancia.

Recuérdalo muy bien: tú eres un esfuerzo de amor por parte de Dios. Y donde primero lo tienes que vivir es en tu vida personal, matrimonial, familiar. Ama a los demás como Dios los ama.

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Fuente: Catholic.net

Nuestro gusto es servirles / Autor: Jaime Nubiola

Hace unas pocas semanas en un pequeño y acogedor restaurante de Bogotá, al despedirme de la encargada agradeciéndole lo bien que nos habían atendido, llamó mi atención su respuesta: "Nuestro gusto es servirles", me dijo con una sonrisa amable. Lo decía con un tono tan verdadero que persuadía de que no se trataba de una mera frase hecha, sino que –como habíamos podido comprobar– quienes llevaban aquel restaurante disfrutaban realmente si conseguían que sus clientes estuvieran a gusto. Dándole vueltas en mi cabeza a aquella frase, caí en la cuenta de que en nuestro país no está de moda la palabra "servicio", aunque a todos nos encante –como me pasó a mí en aquel restaurancito al pie de los cerros de Bogotá– encontrarnos con personas serviciales.

Hasta no hace mucho la gente mayor –al menos en las zonas rurales– respondía a la pregunta de "¿quién es?" por el interfono del portero automático con un sonoro "servidor" o "servidora", sin que advirtieran en el empleo de aquella expresión nada peyorativo, sino más bien el resultado de una buena educación, unos buenos modales. Hoy en día me parece que se contesta casi universalmente al interfono con un estentóreo "yoooo". Un pequeño cambio semántico que quizá refleja un giro importante en el foco de la atención.

Cuando a principios de los ochenta la British Airways quería relanzar su actividad, el consejo de administración contrató para dirigir la compañía a Colin Marshall, procedente de Sears, precisamente porque, aunque no tenía experiencia en el negocio aéreo, sostenía que la clave estaba en el servicio. De hecho, fue él quien acuñó aquel hermoso lema de la British Airways, To fly, to serve, "Volar para servir", ahora ya en desuso. En este mismo sentido, me pasaba ayer un colega unas sabias declaraciones del ex presidente de Hewlett Packard en España, Juan Soto, encabezadas por el titular –extraído de sus palabras– "Liderar es querer servir", que es una versión más general de aquel antiguo lema de la compañía aérea.

El servicio es cosa de todos

Me parece que la palabra "servicio" no está ya en boga, porque el servicio ha sido malentendido como servilismo, como aquella actitud pasiva y complaciente del esclavo, del siervo de la gleba, manipulado despóticamente por su amo. "Más vale morir de pie que vivir de rodillas", repite por doquier el grito revolucionario. Sin embargo, la igual dignidad de todos los ciudadanos, la igualdad ante la ley de todos los españoles –que, por supuesto, son valores democráticos inalienables– no tienen relación ninguna con la necesidad de que en nuestras organizaciones sociales y empresariales y, muy en particular, en la vida familiar, nos sirvamos unos a otros. Las comunidades humanas sólo funcionan bien, sólo logran su fin, cuando cada uno, comenzando por los que están más arriba, pone lo propio, lo personal, al servicio de la comunidad, al servicio de quienes de ellos dependen o de quienes simplemente están a su lado.

No se trata de pedir a todos el heroísmo de la Madre Teresa de Calcuta, pero sí que ha de poder exigírsenos a cada uno el buen ejercicio de nuestro trabajo, con eficiencia y buenos modales, con una sonrisa amable para todos. A fin de cuentas, el servirse unos a otros es una traducción práctica del mandamiento cristiano del amor, pero es también la condición vital del desarrollo de una genuina sociedad democrática. Sólo puede una sociedad florecer si sus miembros en sus diferentes ámbitos y funciones se sirven unos a otros. Basta con pensar en la propia comunidad de vecinos para persuadirse de que esto es así. Cuando en una cuestión debatida un vecino aporta lealmente su experiencia profesional suele ser fácil que se adopte pronto una decisión satisfactoria. Si, en cambio, los vecinos rehúyen comprometerse en la gestión del bien común, los problemas fácilmente se eternizan y las relaciones personales con frecuencia se deterioran.

En el ámbito familiar

Para un profesor universitario resulta fácil entender la importancia del servicio, pues nuestro trabajo tiene tradicionalmente "tres patas": docencia, investigación y servicio. Por servicio se entienden todas aquellas tareas que no son docencia ni investigación y que ocupan a menudo tantas horas de nuestra jornada. Van desde la participación en órganos de gobierno y comités de todo tipo, hasta la evaluación del trabajo de nuestros colegas y el servicio a la comunidad extrauniversitaria, pasando por todas aquellas tareas que quizá parecen menores y que consisten básicamente en ayudar y acompañar a unos y a otros.

La actitud permanente de servicio es todavía más esencial en las familias. Realmente una familia es aquel ámbito en el que sus miembros se sirven unos a otros sin reclamar nada a cambio; es un espacio en el que lo natural, lo normal, es servir. Las familias en las que marido y mujer, padres, hijos y abuelos, se sirven unos a otros crecen indefectiblemente. Habrá altibajos e incluso conflictos, pero la cohesión que crea el mutuo servicio es difícilmente destructible.

Sin embargo, el punto que quería destacar es que al servicio realizado ha de corresponder siempre la expresión de un agradecimiento verdadero: no basta con el simple pago de la cantidad convenida, ni siquiera aunque vaya acompañado de una buena propina. Hemos de aprender a regalarnos unos a otros siempre la gratitud por el servicio prestado, pero todavía es mejor –como hacía la encargada de aquel restaurante de Bogotá– descubrir que realmente nuestro gusto es servir a los demás.

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Fuente: Fluvium.org

miércoles, 7 de noviembre de 2007

“¿Y que tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?” / Autor: P Gustavo E Jamut, Oblato de la Virgen María

LO QUE NOS ROBA LA PAZ

Reflexionemos el siguiente relato:

Un muchacho estaba tratando de levantar una roca, su papá estaba viendo al pequeño tratando de mover la piedra, el papá lo escuchó gruñendo y haciendo fuerza tratando de hacer rodar la piedra. Él le preguntó al hijo “¿Estás usando todas tus fuerzas?” El niño respondió “Si papá estoy usando todas mis fuerzas” El papá le dijo “no lo estás haciendo” el niño insistió “si lo hago” El papá le dijo “no lo estas haciendo porque no me has pedido que te ayude”

Lo que el padre le quiso decir es: Hijo, yo soy tu fuerza, soy tu padre, pide mi ayuda.

Muchas veces nos faltan las fuerzas y la paz porque lo que estamos haciendo, aun siendo obras muy buenas, no es la voluntad de Dios.

A veces tenemos un problema que tratamos de resolver y pensamos que utilizamos toda nuestra fortaleza, pero tenemos un Padre Celestial que está listo para intervenir y ayudarnos, Él sólo espera que se lo pidamos.

De lo reflexionado anteriormente. Muchos que cobijan pensamientos irreales, terminan también dando espacio a los pensamientos que se rebelan a la voluntad de Dios.

Algunos ejemplos:

- Una mujer sabe que debe perdonar, Dios le habla de diferentes modos a fin de que se decida a hacerlo, pero hace que no escucha y sigue perdiendo su energía y la paz con pensamientos de enojo, rencor o venganza.

- Un hombre casado está demasiado a gusto con una compañera del trabajo, Dios le viene haciendo saber que debe tomar distancia, sin embargo él se miente a si mismo diciendo: “es tan solo una amistad”, y se va involucrando afectivamente cada vez más… Sin embargo, no llega a comprender porque está nervioso.

- Un muchacho tiene un grupo de amigos que no le ayudan a mejorar como persona y le alejan de Dios. El lo sabe. Sus padres se lo han hecho notar, también otros amigos, pero el no quiere oír hablar del tema. El resultado es que con el tiempo termina alejado de Dios y viviendo antivalores con los cuales antes estaba en contra.

-Un hombre se queda con algunos pesos que no son suyos; una mujer habla demasiado y cae con frecuencia en la crítica; una joven que desearía hacer la voluntad de Dios va pasando ciertos límites en las muestras de afecto en su noviazgo… la lista seria larguísima. A todos ellos Dios les habla, pues quiere bendecirlos con un aumento de su paz. Pero no todos tienen interés en oír lo que Dios tiene para decirles, especialmente si eso implica realizar cambios significativos en algún área de la propia vida.

A veces he oído algunas afirmaciones que nos ayudarán a comprender lo que quiero decir: “Se lo que dice Dios pero esto es lo que yo quiero hacer”.

En este mismo sentido, hay personas que sin decirlo explícitamente, actúan siguiendo esta línea de pensamiento: “Quiero que tal persona haga lo que yo quiero en el momento que quiero y del modo en que lo quiero”. O “Que Dios haga mi voluntad”

Este modo rebelde de pensar hace que uno se ponga en el lugar de Dios, haciéndose una fe y una moral al propio gusto.

Lamentablemente también en la Iglesia hay personas que predican, cantan y sirven, pero no tienen los oídos abiertos a lo que Dios les quiere decir.

O cuando el Señor les pide algún servicio a través de la comunidad, ponen mil excusas haciendo la tarea que a ellos les gusta y no la que Dios a través de la comunidad les pide.

Permítame decirle que todo servicio, si no viene de la voluntad de Dios, y si no se lleva adelante con un corazón semejante al de María, dispuesto a hacer todo lo que pida el Señor con prontitud, no permitirá que tengamos paz y autentico gozo.

Si no buscamos la gracia de ser dóciles a lo que Dios nos pida, pacientes y obedientes, podremos vernos grandiosos por fuera pero en nuestro interior no hallaremos la paz.

Dios no nos da mandamientos para cuestionarlos, sino para obedecerlos.

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Fuente: RUAJ Boletín de la Renovación Carismática Católica
PARROQUIA SAN ROQUE-
Plaza 1136 - Buenos Aires - Argentina

martes, 6 de noviembre de 2007

Carta a Jesús (Escribo temblando) / Autor: Albino Luciani












Querido Jesús,

He sido objeto de algunas críticas. "Es obispo, es cardenal - dicen - ha trabajado agotadoramente escribiendo cartas en todas direcciones: a M. Twain, a Péguy, a Casella, a Penélope, a Dickens, a Marlowe, a Goldoni y a no sé cuántos más. ¡Y ni una sola línea a Jesucristo!"

Tú lo sabes. Yo me esfuerzo por mantener contigo un diálogo continuo. Pero traducido en carta me resulta difícil: son cosas personales. ¡Y tan insignificantes! Además, ¿qué voy a escribirte a Ti, de Ti, después de tantos libros como se han escrito sobre Ti?

Por otra parte, tenemos el Evangelio. Como el rayo supera cualquier fuego, y el radio todos los demás metales; como un misil supera en velocidad la flecha del pobre salvaje, así el Evangelio supera todos los libros.

No obstante, he aquí mi carta. La escribo temblando, sintiéndome como un pobre sordomudo que hace enormes esfuerzos para hacerse entender, y con el mismo estado de ánimo que Jeremías, cuando, enviado a predicar, te decía, lleno de repugnancia: "¡No soy nada más que un niño, Señor, y no sé hablar!"

***

Pilato, al presentarte al pueblo, dijo: ¡He aquí al Hombre! Creía conocerte, pero no conocía siquiera una sola brizna de tu corazón, cuya ternura y misericordia mostraste cien veces de cien maneras diferentes.

Tu madre. Pendiente de la cruz, no quisiste marchar de este mundo sin darle un segundo hijo que cuidase de ella, y dijiste a Juan: He aquí a tu madre.

Los apóstoles. Vivías día y noche con ellos, tratándolos como verdaderos amigos, soportando sus defectos. Los instruiste con paciencia inagotable. La madre de dos de ellos te pide un puesto privilegiado para sus hijos y Tú le respondes: "A mi lado no han de buscarse honores, sino sufrimientos". También los otros anhelan los primeros puestos y Tú les enseñas: "Hay que hacerse pequeños, ponerse en el último lugar, servir".

En el Cenáculo los pusiste en guardia: "¡Tendréis miedo y huiréis!". Protestan. El primero y el que más, Pedro, quien luego te negaría tres veces. Tú perdonas a Pedro y le dices tres veces: Apacienta mis ovejas.

En cuanto a los demás apóstoles, tu perdón resplandece sobre todo en el capítulo 21 de Juan. Pasan toda la noche en la barca. Antes de clarear el día, Tú, el Resucitado, estás a la orilla del lago. Y les haces de cocinero, de sirviente, encendiendo el fuego, cocinando y preparándoles pescado asado y pan.

Los pecadores. Tú eres el pastor que va en busca de la oveja descarriada y se alegra al encontrarla y lo celebra cuando la devuelve al redil. Tú eres aquel padre bueno que, cuando regresa el hijo pródigo, se le arroja al cuello y lo abraza durante largo tiempo. Escena repetida en todas las páginas del Evangelio: Tú te acercas a los pecadores y pecadoras, comes con ellos, te invitas Tú mismo, si ellos no se atreven a invitarte. Das la impresión - es la que yo tengo - de preocuparte más de los sufrimientos que el pecado causa a los pecadores que de la ofensa que hace a Dios. Infundiéndoles la esperanza del perdón, parece que les dices: "¡Ni siquiera os imagináis la alegría que me produce vuestra conversión!"

Adeás del corazón, brilla en Ti la inteligencia práctica.

Apuntabas siempre al interior del hombre. Los fariseos tenían la cara demacrada a causa de los prolongados ayunos religiosos y Tú manifestaste: "No me gustan esos rostros. El corazón de estos hombres está lejos de Dios. Los impulsos nacen del interior y, por ello, el corazón sirve de módulo para juzgar a los hombres. Dentro del corazón humano salen los malos pensamientos: liviandades, latrocinios, asesinatos, adulterios, codicias, orgullo, vanidad".

Tenías horror a las palabras inútiles: Sea vuestro hablar: sí, sí, no, no; todo lo que pasa de esto procede del mal. Cuando oréis, no multipliquéis las palabras.

Querías hechos reales y moderación: Si ayunas, lávate la cara y perfúmate la cabeza. Cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha. Al leproso cuando le ordenaste: No lo digas a nadie. A los padres de la muchacha resucitada les mandaste enérgicamente que no fueran anunciando a bombo y platillo el milagro ocurrido. Solías decir: Yo no busco mi gloria. Mi comida es hacer la voluntad de mi Padre.

En la cruz, antes de morir, dijiste: Todo está cumplido. Pero siempre te cuidaste de que las cosas no se hicieran a medias. Cuando los apóstoles te sugirieron: La gente nos sigue hace tiempo; enviémosla a su casa para que coman, Tú respondiste: No, démosle nosotros de comer. Cuando terminaron de comer los panes y los peces milagrosamente multiplicados, añadiste: Recoged las sobras; no está bien que se pierdan.

Querías que, al hacer el bien, se cuidaran hasta los menores detalles. Al resucitar a la hija de Jairo, aconsejaste: Ahora, dadle de comer. La gente proclamaba de Ti: ¡Ha hecho bien todas las cosas!

***

¡Qué resplandor de inteligencia brotaba de tu predicación! Tus adversarios enviaron desde el templo de Jerusalén guardias para detenerte y estos volvieron con las manos vacías. "¿Por qué no lo habéis detenido?" Los guardias respondieron: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como él! Hechizabas a la gente, la cual afirmó de Ti desde los primeros días: ¡Este sí que habla con autoridad! ¡Lo contrario de lo que hacen los escribas!

¡Pobres escribas! Encadenados a los 634 preceptos de la Ley, andaban diciendo que el mismo Dios dedicaba cada día un rato al estudio de la Ley y, desde el Cielo, pasaba revista a las opiniones de los escribas para estar al corriente de sus progresos.

Tu, por el contrario: Habéis oído que se dijo... Yo, en cambio, os digo... Reivindicabas el derecho y el poder de perfeccionar la Ley como Señor de la Ley. Con extraordinario coraje afirmaste: Soy mayor que el templo de Salomón; el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.

Y no te cansabas nunca de enseñar en las sinagogas, en el templo, sentado en las plazas o sobre el campo, por los caminos, en las casas e incluso durante la comida.

***

Hoy todo el mundo pide diálogo, diálogo. He contado tus diálogos en el Evangelio. Son 86: 37 con los discípulos, 22 con gentes del pueblo y 27 con tus adversarios. La pedagogía actual exige la actividad común en torno a los centros de interés. Cuando el Bautista envió, desde la cárcel, a sus discípulos para que te preguntaran quién eras, no perdiste el tiempo en palabrerías. Curaste milagrosamente a todos los enfermos presentes y dijiste a los enviados: Id y decidle a Juan lo que habéis visto y oído.

Para los judíos de tu tiempo, Salomón, David y Jonás representaban lo que para nosotros son Dante, Garibaldi y Mazzini. Tú hablabas continuamente de David, Salomón, Jonás y otros personajes populares. Y siempre con valentía.

El día en que enseñaste: Bienaventurados los pobres, bienaventurados los perseguidos, yo no estaba allí. Si hubiera estado junto a Ti, te hubiera susurrado al oído: "Por favor, cambia, Señor, tu discurso, si quieres que alguien te siga. ¿No ves que todos aspiran a las riquezas y a las comodidades? Catón prometió a sus soldados los higos de África, y César las riquezas de la Galia y, bien o mal, encontraron seguidores. Tú prometes pobreza, persecuciones. ¿Quién quieres que te siga?" Impertérrito, continúas y te oigo decir: Yo soy el grano de trigo que debe morir antes de fructificar. Es preciso que yo sea levantado sobre una cruz; desde ella atraeré a mí el mundo entero.

Ya se cumplió esta profecía: Te levantaron sobre la cruz. Tú la aprovechaste para extender los brazos y atraerte a la gente. ¿Quién podrá contar los hombres que han llegado hasta el pie de la cruz, para arrojarse en tus brazos?

***

Ante este espectáculo de las multitudes que, desde todas partes del mundo y durante tantos siglos, acuden incesantemente al crucificado, surge la pregunta: ¿Se trata solamente de un hombre extraordinario y bienhechor o de un Dios? Tú mismo diste la respuesta, y quien no tiene los ojos cegados por los prejuicios, sino ávidos de luz, la acepta.

Cuando Pedro proclamó: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Tú no sólo aceptaste su confesión, sino también la premiaste. Siempre reivindicaste para Ti lo que los judíos consideraban exclusivo de Dios. A pesar de su escándalo, perdonaste los pecados, te manifestaste Señor del Sábado, enseñabas con suprema autoridad, y declaraste ser igual al Padre.

Muchas veces trataron de apedrearte como blasfemo, porque decías ser Dios. Finalmente, cuando te prendieron y te llevaron ante el Sanedrín, el sumo sacerdote te preguntó solemnemente: ¿Eres o no eres el Hijo de Dios? Tú respondiste: Lo soy. Y me veréis sentado a la diestra del Padre. Y aceptaste la muerte antes que retractar esta afirmación y negar tu esencia divina.

Estoy acabando de escribir esta carta. Nunca me he sentido tan descontento al escribir como en esta ocasión. Me parece que he omitido la mayoría de las cosas que podían decirse de Ti y que he dicho mal lo que debía haber dicho mucho mejor. Sólo me consuela esto: lo importante no es que uno escriba sobre Cristo, sino que muchos amen e imiten a Cristo.

Y, afortunadamente - a pesar de todo -, esto sigue ocurriendo también hoy.

Mayo 1974

Son muchas las leyes democráticas que reclaman objeción de conciencia

Habla Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân

(ZENIT.org).- «Los casos de aborto y de eutanasia no son los únicos que reclaman la objeción de conciencia», advierte Stefano Fontana, director del Observatorio Internacional Cardenal Van Thuân (www.vanthuanobservatory.org), foco de promoción de la doctrina social de la Iglesia.

Convierte en altavoz de esta alarma el último boletín del Observatorio, del pasado viernes, publicando un comentario bajo el titulo «La objeción de conciencia es un problema político. Sociedad democrática, relativismo y objeción de conciencia».

«El relativismo que guía frecuente la legislación en los países occidentales sitúa al cristiano ante nuevos problemas de conciencia --constata--. Es el caso de leyes que legalizan el aborto o la eutanasia».

Recuerda que Juan Pablo II indicó que «leyes de este tipo no sólo no crean ninguna obligación de conciencia, sino que, por el contrario, establecen una grave y precisa obligación de oponerse a ellas mediante la objeción de conciencia («Evangelium vitae», 73).

Pero estos casos «no son ya los únicos que reclaman la objeción de conciencia», apunta Fontana, aludiendo al reciente discurso en el que Benedicto XVI ha subrayado «la obligación de la objeción de conciencia para los farmacéuticos».

«Pensemos en una enfermera que trabaja en un hospital en el que se practican abortos», o en «los funcionarios de un municipio donde se registran uniones civiles de personas del mismo sexo», o «en un empleado de un laboratorio en el que se realizan selecciones de embriones humanos», o los trabajadores de «editoriales o televisiones que producen material pornográfico», o «en muchos abogados o jueces que ya se encuentran a menudo ante situaciones límite», ejemplifica el director del citado Observatorio Internacional.

Así que «la objeción de conciencia ya es un problema político», considera.

De ahí que sea necesario, en su opinión, «emprender una profunda reflexión sobre la objeción de conciencia en política, vista como "resistencia", pero también como "renovación", esto es, como un empeño no sólo negativo, sino también positivo y propositivo».

Denuncia Stefano Fontana que, al mismo ritmo que se «amplían los casos en los que se está llamado a la objeción de conciencia, se asiste también a frecuentes negaciones de este derecho».
«Ambas cosas se deben al relativismo, el cual muestra así su íntima contradicción», sintetiza.

Y es que el relativismo --explica-- «propone una libertad de conciencia casi total, pero si un funcionario municipal rechazara registrar a una pareja homosexual, ese mismo relativismo se lo impediría»: «denunciaría esa libertad de conciencia como imposición y violencia hacia la libertad de conciencia».

Se trata «de uno de los aspectos más sutiles de la "dictadura del relativismo"», concluye.

EL Decreto “Missiones ad Gentes” / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

La misión "Ad gentes"

Una manera de vivir todas las vocaciones específicas: todo cristiano, donde quiera que se encuentre, ha de buscar ante todo promover la evangelización

La Misión "Ad Gentes" es una manera de vivir todas las vocaciones específicas, respondiendo al envío de Jesús a sus discípulos antes de subir a los cielos; de esta manera, todo cristiano, donde quiera que se encuentre, ha de buscar ante todo promover la evangelización.

La Misión "Ad Gentes" es un trabajo específicamente consagrado a la evangelización, en los pueblos que aún no conocen a Dios.

Se deriva de la Misión de la Iglesia

La misión de la Iglesia es revelar a Jesucristo y su Evangelio a los que no los conocen: he ahí el programa fundamental de la Iglesia que desde la mañana de Pentecostés, ha asumido, como recibido de su Fundador.

Todo el Nuevo Testamento, y de manera especial los Hechos de los Apóstoles, testimonian el momento privilegiado, y en cierta manera ejemplar, de este esfuerzo misionero que se realizará después en toda la historia de la Iglesia.

La Iglesia lleva a efecto este primer anuncio de Jesucristo mediante una actividad compleja y diversificada, que a veces se designa con el nombre de "preevangelización", pero muy bien podría llamarse evangelización, aunque en un estado inicial y ciertamente incompleto.

Cuenta con una gama casi infinita de medios, por supuesto, pero también el arte, los intentos científicos, la investigación filosófica, el recurso legítimo a los sentimientos del corazón del hombre podrían colocarse en el ámbito de esta finalidad.

La evangelización se realiza como Cristo la llevó a cabo durante el tiempo de su predicación, como los Doce en la mañana de Pentecostés. La Iglesia tiene también ante sí una inmensa muchedumbre humana que necesita del Evangelio y tiene derecho al mismo, pues Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad".

Sensible a su deber de predicar la salvación a todos, sabiendo que el mensaje evangélico no esta reservado a un pequeño grupo de iniciados, de privilegiados o elegidos, sino que está destinado a todos, la Iglesia hace suya la angustia de Cristo ante las multitudes errantes y abandonadas "como ovejas sin pastor" y repite con frecuencia su palabra: "Tengo compasión de la muchedumbre" (Mt 9,36).

Pero también es consciente de que, por medio de una eficaz predicación evangélica, debe dirigir su mensaje al corazón de las masas, a las comunidades de fíeles, cuya acción puede y debe llegar a los demás.

¿Quiénes tiene la misión de Evangelizar y que consecuencias trae para la vida de la Iglesia?

La Iglesia se construye si hay hombres que proclaman en el mundo el evangelio de salvación, lo hacen por mandato, en nombre y con la gracia de Cristo Salvador. "¿Cómo predicarán sí no son enviados?" Escribiría el que fue sin duda uno de los más grandes evangelizadores. Nadie puede hacerlo, sin haber sido enviado.

¿Quién tiene pues la misión de evangelizar?

El Concilio Vaticano II ha dado una respuesta clara; " incumbe a la Iglesia por mandato divino ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda creatura". Y en otro texto afirma: "La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios".

Hemos recordado anteriormente esta vinculación íntima entre la Iglesia y la evangelización. Cuando la iglesia anuncia el Reino de Dios y lo construye, ella se implanta en el corazón del mundo como signo e instrumento de ese reino que está presente y que viene. El Concilio ha recogido, porque son muy significativas, estas palabras de San Agustín sobre la acción misionera de los Doce: "predicando la palabra de la verdad, engendraron las Iglesias".

¿Qué es la Misión Ad Gentes?

La Misión Ad Gentes es una vocación que tiene una específica referencia a la fundación de Iglesias nuevas. Pero ésta no es una vocación diversa al lado de las tres precedentes. Tanto los laicos, como los religiosos, como los ministros ordenados pueden ser llamados a la misión "Ad Gentes", de manera que la condición misionera se convierte en un modo concreto de vivir cada una de las tres vocaciones específicas.

¿Quiénes realizan actividades Misioneras Ad Gentes y por qué?

La Iglesia realiza la Misión Ad Gentes aunque a todo discípulo de Cristo incumbe la tarea de propagar la fe según su condición, Cristo Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que quiere, para que le acompañen y para enviarlos a predicar a las gentes. Por lo cual, por medio del Espíritu Santo, que distribuye los carismas según quiere para común utilidad, inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno y suscita al mismo tiempo en la Iglesia institutos que tomen como misión propia el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia.

Porque son sellados con vocación especial quienes, dotados del conveniente carácter natural e idóneos por sus disposiciones y talento, están dispuestos a emprender la obra misional, sean nativos del lugar o extranjeros: sacerdotes, religiosos, laicos. Enviados por la autoridad legítima, se dirigen por fe y obediencia a los que están alejados de Cristo, segregados por la obra a que han sido llamados, como ministros del Evangelio, para que la población de los gentiles sea acepta y santificada por el Espíritu Santo (Rom 15,16).

A) MISION UNIVERSAL DE LA IGLESIA

Cristo vino a salvamos y esto lo realizó por medio de su muerte y resurrección; sin embargo, antes de subir al cielo, encomendó a los Apóstoles que transmitieran y anunciaran esta salvación (Mt 28, 16-20). De esta manera la misión de la Iglesia no es diferente a la Misión de Cristo, sino su continuación, mas aún, la Iglesia es Sacramento universal de salvación, como dice la Constitución Dogmática Lumen Gentium.

De esta manera, todo bautizado participa de esta misión de transmitir el Evangelio, razón de ser de toda vocación cristiana y específica, y debe comprometerse en la labor misionera de la Iglesia.

En pocas palabras "La Iglesia Peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre". (A.G. 2) El fin último de la misión no es otro que hacer participar a los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo. En su Espíritu de amor. (Cfr. Cat. IC. 850).

B) MISSIONES AD GENTES

Ahora bien, aunque la misión es tarea de todo bautizado, sin embargo hay personas que consagran su vida a las misiones "Ad Gentes", cuyo fin específico es la fundación de nuevas Iglesias. A estas fundaciones se les llama comúnmente MISIONES. En ellas los heraldos del evangelio, enviados por la Iglesia y yendo por todo el mundo, realizan el encargo de predicar el Evangelio y de implantar la Iglesia entre los pueblos o grupos que todavía no conocen a Cristo.

La actividad misionera Ad Gentes se diferencia de la actividad pastoral que hay que desarrollar con los fieles, por los medios que hay que usar para conseguir la unidad de los cristianos.

Las Misiones son el envío que la Iglesia hace de sus misioneros con la específica tarea de predicar a Cristo donde todavía no lo conocen y de implantar la Iglesia donde todavía no ha sido fundada (A.G. 23,6).

Es evidente que sin misioneros no hay misiones, como también es evidente que la Iglesia no los puede enviar si no los tiene.

C) MISIONEROS AD GENTES

Como las misiones son un medio para realizar cualquier vocación específica los misioneros pueden ser:

1) Laicos:

Jóvenes, matrimonios y profesionistas que, de acuerdo con la Jerarquía Eclesiástica, mediante su testimonio personal, colaboran en la implantación del Reino. Unidos a los consagrados ejercen desinteresadamente sus servicios profesionales o algún ministerio eclesial en las misiones. A ellos se suman también los Laicos Consagrados, que integran los Institutos Seculares.


2) Religiosas y Religiosos:


Son personas que consagran su vida en Institutos que tienen como parte de su trabajo o como carisma específico la dimensión misionera.

3) Sacerdotes Religiosos:

Son los hombres que han recibido de Dios el ministerio sacerdotal dentro de un Instituto Misionero, que viviendo y trabajando en forma comunitaria el espíritu de las Bienaventuranzas y regidos por unas constituciones trabajan con la finalidad de que Cristo llegue a ser conocido por todos los hombres.

4) Sacerdotes Diocesanos:

Son aquellos que, formados y ordenados en el seno de la Iglesia particular, al sentir la invitación de Dios a colaborar en la implantación del Reino en campos de misión, manifiestan sus deseos al Obispo y él a su vez los apoya, ayudándolos a relacionarse con un Instituto misionero que a su vez los envía en nombre de la Iglesia a un lugar, para que realicen la misión que les ha sido encomendada. A estos se les llama comúnmente misioneros "Fidei donum" (don de fe).

En la Iglesia tenemos un día especial para orar y comprometemos con las misiones ad gentes, el DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones, que se celebra el 3er. domingo de octubre).