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viernes, 9 de noviembre de 2007

Dios habla a cada uno en la Escritura, explica Benedicto XVI

Al recordar la figura de san Jerónimo

(ZENIT.org).- Dios habla a cada uno personalmente a través de la Biblia, asegura Benedicto XVI.

Así lo explicó a unos 40 mil peregrinos congregados en la plaza de San Pedro para participar en la audiencia general de este miércoles en la que presentó la figura de san Jerónimo (347-419/420), uno de los más grandes exegetas de la historia, quien tradujo del griego y el hebreo al latín la Biblia.

Según el Papa, Jerónimo enseña a los cristianos de hoy a «amar la Palabra de Dios en la Sagrada Escritura».

«Ignorar las escrituras es ignorar a Cristo», decía el biblista. «Por ello es importante que todo cristiano viva en contacto y en diálogo personal con la Palabra de Dios, que se nos entrega en la Sagrada Escritura».

Este diálogo con ella debe tener siempre dos dimensiones, aclaró el obispo de Roma.

«Por una parte, tiene que darse un diálogo realmente personal, pues Dios habla con cada uno de nosotros a través de la Sagrada Escritura y tiene un mensaje para cada uno».

«No tenemos que leer la Sagrada Escritura como una palabra del pasado, sino como Palabra de Dios que se nos dirige también a nosotros y tratar de entender lo que nos quiere decir el Señor», recomendó el Papa.

Para no caer en el individualismo, aseguró, «tenemos que tener presente que la Palabra de Dios se nos da precisamente para edificar comunión, para unirnos en la verdad de nuestro camino hacia Dios».

«Por tanto, a pesar de que siempre es una palabra personal, es también una Palabra que edifica la comunidad, que edifica a la Iglesia. Por ello tenemos que leerla en comunión con la Iglesia viva», indicó.

Según el Santo Padre, «el lugar privilegiado de la lectura y de la escucha de la Palabra de Dios es la liturgia, en la que al celebrar la Palabra y al hacer presente en el Sacramento el Cuerpo de Cristo, actualizamos la Palabra en nuestra vida y la hacemos presente entre nosotros».

Por último, Benedicto XVI aclaró que «no tenemos que olvidar nunca que la Palabra de Dios trasciende los tiempos. Las opiniones humanas vienen y se van. Lo que hoy es modernísimo, mañana será viejísimo».

«La Palabra de Dios, por el contrario, es Palabra de vida eterna, lleva en sí la eternidad, lo que vale para siempre. Al llevar en nosotros la Palabra de Dios, llevamos por tanto en nosotros la vida eterna».

Por eso concluyó con una frase de san Jerónimo: «Tratemos de aprender en la tierra esas verdades cuya consistencia permanecerá también en el tiempo».

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