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Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

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martes, 27 de noviembre de 2007

Los grandes temas de la Fe según San Pablo (II) / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

La Iglesia (Ef 2,19-22; Ef 4,1-16; 1Co 12; Hch 13):

 La Comunidad Cristiana de Efeso (Ef. 2,19-22): está llamada a ser Santa (Ef. 4,1) y fundamentada en los Apóstoles y en el grupo de profetas- Es el Espíritu Santo que derrama sus dones y el amor de Dios a toda la Comunidad que está configurada a imitación de Cristo (Ef. 4,17-24) y de María como Santa e Inmaculada (Ef. 5,21-32)

 El grupo de los profetas: No son de ningún clan familiar, han recibido este don en el Bautismo, al encontrase el bautizado abierto al don de Dios (Ef. 4,8; Hch. 19,1-6)

Los dones son concedidos por Cristo mediante su Espíritu a la Iglesia para su organización y santificación y el don de profecía consiste en hablar bajo la inspiración de Dios, sobre cosas pasadas, presentes o futuras, no consiste en dar visiones de catrástofes, de finales del mundo, sino consolidar, edificar a la Comunidad Cristiana, para que sea fiel a Cristo. El Apóstol Pablo prefiere que todo cristiano tenga el don de Profecía para que al Iglesia sea verdaderamente fiel al Señor. Canalizan la gracia de Cristo por medio de la Oración (Sacramentales).

En el grupo, cada uno tiene su función

En un grupo humano bien conjuntado, cada miembro tiene una función propia en relación con los otros. No es un número más. Todos necesitan de todos. Cada uno tiene su papel y en él sirve a los demás. Sin embargo, cuando cada cual se busca a sí mismo y no pone sus cualidades al servicio de los otros, sino que prescinde de ellos, el grupo se divide, se deteriora o desaparece.

En la comunidad de fe cada miembro tiene su función: Cristo es la cabeza y nosotros somos su cuerpo y cada miembro tiene su función dentro de la Iglesia de cara la Misión.

La Iglesia vive su fe en forma comunitaria, a veces en comunidades humanas pequeñas y siempre en comunión con la Iglesia universal. En la comunidad eclesial, como en un cuerpo, cada miembro tiene una función particular y propia, necesaria para el conjunto: "El cuerpo tiene muchos miembros, no uno solo. Si el pie dijera: no soy mano, luego no formo parte del cuerpo, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el oído dijera: no soy ojo, luego no formo parte del cuerpo, ¿dejaría por eso de ser parte del cuerpo? Si el cuerpo entero fuera ojo, ¿cómo oiría? Si el cuerpo entero fuera oído, ¿cómo olería? Pues bien, Dios distribuyó el cuerpo y cada uno de los miembros como él quiso. Si todos fueran un mismo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Los miembros son muchos, es verdad, pero el cuerpo es uno solo. El ojo no puede decir a la mano: no te necesito, y la cabeza no puede decir a los pies: no os necesito" (1 Co 12, 14-21).

Comunidad y carismas

En la comunidad de Corinto, la acción del Espíritu, Don de Dios por excelencia, había suscitado una abundante profusión de dones (carismas), que manifestaban la vitalidad de la Iglesia. Sin embargo, la actitud individual y exhibicionista de algunos miembros traía el peligro de sembrar la anarquía en la comunidad. Esto motiva la intervención de San Pablo en su primera carta a los Corintios (12-14).

Todo carisma procede del Espíritu

Ante este problema, San Pablo da unos criterios que tienen valor permanente. En primer lugar, recuerda que todo carisma procede del Espíritu, como de su fuente: "Hay diversidad de dones, pero un mismo Espíritu: hay diversidad de ministerios, pero un mismo Señor; y hay diversidad de funciones, pero un mismo Dios que obra todo en todos. En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común. Y así uno recibe del Espíritu el hablar con sabiduría; otro, el hablar con inteligencia, según el mismo Espíritu. Hay quien por el mismo Espíritu recibe el don de la fe; y otro, por el mismo Espíritu, don de curar. A éste le han concedido hacer milagros; a aquél, profetizar. A otro, distinguir los buenos y malos espíritus. A uno la diversidad de lenguas; a otro, el don de interpretarlas. El mismo y único Espíritu obra todo esto, repartiendo a cada uno en particular como a él le parece." (1 Co 12, 4-11.)

Para el bien de la comunidad

Los carismas no se dan para poder etiquetarlos, catalogarlos, evaluarlos como un haber del que se tiene asegurada la posesión celosa. No se dan para uno mismo, sino para los demás: "En cada uno se manifiesta el Espíritu para el bien común" (1 Co 12, 7; cfr. 14, 12).

La importancia del carisma en relación con el servicio que presta

La importancia del carisma se establece según el servicio que presta a la comunidad. Así, por ejemplo, Pablo, supuesta la caridad, muestra especial preferencia por la profecía, proclamación de la Palabra de Dios: "Esmeraos en el amor mutuo; ambicionad también los dones del Espíritu, sobre todo el de profetizar. Mirad, el que habla en lenguas extrañas no habla a los hombres, sino a Dios, ya que nadie lo entiende; llevado del Espíritu dice cosas misteriosas. En cambio, el que profetiza habla a los hombres, construyendo, exhortando y animando. El que habla en lenguaje extraño se construye él solo, mientras que el que profetiza, construye la iglesia" (1 Co 14, 1-4)

La caridad supera a todos los carismas

El más alto de los dones comunicados por el Espíritu es el amor cristiano, la caridad. No se trata de una primacía relativa entre distintos dones que tienen todos ellos un determinado valor. Es la primacía de lo absoluto. Ese amor es el que hace que cualquier otro don, carisma, vocación, actividad o compromiso, tenga valor o sea nada: "Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden. Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber; podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no' soy nada. Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve. El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita, no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca. ¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará" (1 Co 13, 1-8).

El carisma es fruto de la vida de fe

El carisma es fruto de la vida de fe: nace cuando un miembro determinado de la Iglesia acoge la acción del Espíritu. "El Espíritu habita en la Iglesia y en el corazón de los fieles como en un templo (Cfr. 1 Co 3, 16; 6, 19), y en ellos ora y da testimonio de su adopción como hijos (Cfr. Ga 4, 6; Rin 8, 15-16.26). Guía la Iglesia a toda la verdad (Cfr. In 16, 13), la unifica en comunión y ministerio, la provee y gobierna con diversos dones jerárquicos y carismáticos y la embellece con sus frutos (Cfr. Ef 4, 11-12; 1 Co 12, 4; Ga 5, 22). Con la fuerza del Evangelio rejuvenece la Iglesia, la renueva incesantemente y la conduce a la unión consumada con su esposo" (LG 4). Los carismas, "tanto los extraordinarios como los más comunes y difundidos, deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia" (LG 12).

Acción carismática del Espíritu en la Iglesia

Los Santos Padres recogen, de muchas maneras, la acción carismática del Espíritu Santo en la Iglesia. Así San Ireneo, que relaciona la presencia eficaz del Espíritu con la maternidad de la Iglesia, comunidad de gracia: "Donde está la Iglesia, allí está el Espíritu de Dios y donde está el Espíritu de Dios allí está la Iglesia y la Comunidad de gracia. El Espíritu es la verdad. Por eso no participan de El quienes no son alimentados al pecho de la madre ni reciben nada de la pura fuente que mana del Cuerpo de Cristo" (S. Ireneo).

Diversidad de carismas

La vitalidad de la Iglesia se manifiesta en la plenitud de sus carismas. Donde el Espíritu actúa, brota la vida de fe en una constante actividad creadora. La Escritura no pretende darnos ,una enumeración exhaustiva de los carismas, aunque se refiere a ellos repetidamente (1 Co 12, 8 ss, 28 ss; Rm 12, 6 ss; Ef 4, 11; cfr. 1 P 4, 11). Sin embargo, es posible reconocer su diversidad a través de los diferentes servicios surgidos en el seno de la comunidad. Así ciertos carismas se refieren a distintos ministerios: apóstoles, profetas, doctores, evangelistas, pastores (1 Co 12, 28; Ef 4, 11). Otros se refieren a diversas actividades útiles a la comunidad: servicio, exhortación, obras de misericordia... Existen también carismas extraordinarios. El Nuevo Testamento atestigua su presencia llamativa en los comienzos de la Iglesia: expulsiones de demonios, curaciones, hablar en lenguas...

domingo, 25 de noviembre de 2007

La “CHRISTIFIDELIS LAICI” de Juan Pablo II / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM


La exhortación Apostólica del 30 de Diciembre de 1988 nace como fruto del Sínodo de 1987 sobre los laicos, sitúa a los laicos como trabajadores de la Viña del Señor y su misión en este mundo secularizado trabajando en comunión y con corresponsabilidad con los clérigos para anunciar a Cristo en todos los ámbitos de la sociedad.

La exhortación especial a los movimientos laicales que se congregan a modo de comunidad para desarrollar su misión como laicos en esta sociedad.

Características de las nuevas asociaciones y criterios de eclesialidad

– Laicales: La pertenencia al movimiento no se da en virtud de un estado religioso propio (como se da en las órdenes) o por medio de un sacramento (como el presbiterado) sino que sus miembros son laicos, partícipes de la misión de Cristo por el bautismo. De allí la índole secular, propia de estas nuevas comunidades.

– Comunitarias: También los cristianos consagrados y ordenados pueden ser miembros de estas nuevas realidades eclesiales porque, aunque la nota secular es propia de los laicos, no lo es exclusivamente; se trata de una dimensión de toda la Iglesia. Esto enriquece y promueve la comunión eclesial recreando los vínculos y las relaciones entre sus miembros.

– Misioneras: Como carismas al servicio de la Iglesia, los nuevos movimientos participan del llamado a la evangelización (Christifideles laici, 29).

– Ecuménicas: Trabajan por la unidad, sobretodo desde la oración común interconfesional y el ecumenismo de la vida, implicándose en acciones en favor del hombre y la sociedad. Algunas asociaciones explicitan su preocupación ecuménica en los programas y estatutos.

Al hablar de criterios de eclesialidad nos referimos al reconocimiento por parte de la autoridad eclesiástica. No entraremos en el debate sobre la necesidad de una "autentificación oficial" y sobre quién deba ejercer ese derecho; simplemente recogemos aportes y opiniones de teólogos y representantes jerárquicos al respecto. M. González Muñana entiende que el discernimiento corresponde hacerlo a toda la Iglesia, por ser templo del Espíritu, pero reconoce que es tarea propia del ministerio apostólico, que debe emitir un juicio decisorio, tanto sobre la autenticidad como sobre el ejercicio de los carismas. Para el cardenal C. Martini, este discernimiento significa no sólo "evaluación y juicio, sino también acompañamiento con miras a una inserción cordial y orgánica en el conjunto de la actividad formativa y misionera de la Iglesia, y requiere un cierto tiempo y buena voluntad recíproca".

La exhortación apostólica Christifideles laici, en el contexto del capítulo II titulado "La participación de los fieles laicos en la vida de la Iglesia-Comunión", da una serie de criterios fundamentales para el reconocimiento y discernimiento de todo tipo de asociaciones laicales de fieles: el primado que se da a la vocación de cada cristiano a la santidad; la responsabilidad de confesar la fe católica; el testimonio de una comunión firme y convencida con el papa y el obispo, y las demás formas de apostolado en la Iglesia; la conformidad y la participación en el fin apostólico de la Iglesia; el comprometerse en una presencia en la sociedad humana al servicio de la dignidad integral del hombre (Christifideles laici, 30).
Los movimientos en el decir magisterial

El magisterio referido a los nuevos movimientos está casi exclusivamente ligado a la figura de Juan Pablo II. Sólo últimamente (1999) el tema fue tratado por algunos obispos, respondiendo a una invitación del Consejo Pontificio para los Laicos.

En 1981 se realizó un primer congreso internacional de movimientos en Roma, donde el Papa señaló que "la Iglesia misma es un movimiento". Un segundo encuentro se desarrolló en el "87; en esta ocasión Juan Pablo II afirmó que: "El gran florecimiento de estos movimientos y las manifestaciones de energía y de vitalidad eclesial que los caracterizan han de considerarse ciertamente como uno de los frutos más bellos de la amplia y profunda renovación espiritual, promovida por el último concilio".

En la exhortación apostólica Christifideles Laici sigue esta línea de reconocimiento al decir que "en estos últimos años, el fenómeno asociativo laical se ha caracterizado por una particular variedad y vivacidad" (29). Tras reconocer que el asociacionismo laical es una constante en la historia de la Iglesia señalará que, sin embargo, hoy se observa un nuevo impulso haciendo surgir y difundirse múltiples formas nuevas.

En la Vigilia de Pentecostés de 1996 confirma esta línea de reconocimiento de la realidad asociativa en surgimiento, y solicita la organización de un encuentro de todos los movimientos con el Papa durante la vigilia de Pentecostés de 1998, en el marco de la celebración del Jubileo en el año dedicado al Espíritu Santo. Este acontecimiento, de connotaciones profundas y sugerentes, ha supuesto una especie de reconocimiento por parte del pontífice.

En los años siguientes los movimientos se reunieron para dar continuidad a lo vivido en el 98. Tales encuentros fueron: en Speyer en 1999, en Madrid en el 2000 y en el 2001 para pensar la programación pastoral en los inicios del nuevo milenio a la luz de la Carta Apostólica Novo Milennio Ineunte.

Los movimientos han sido acompañados y alentados llamativamente por Juan Pablo II. Como la realidad misma de estas nuevos grupos, también la posición del Papa frente a esta realidad ha generado actitudes diversas. Hay quienes entienden con él que son los protagonistas de la nueva evangelización a la que el Papa impulsa. Otros, en cambio, los han señalado, tomando una imagen medieval, como los "ejércitos del Papa", de los que se sirve para instaurar un "proceso de restauración" de clara línea "conservadora" en la Iglesia.

Riesgos y límites

No podemos negar las tensiones y conflictos que el surgimiento de los nuevos movimientos ha ocasionado en la Iglesia. Estos son apasionadamente defendidos por unos, y criticados por otros. Todos son conscientes de las incomprensiones. Aún se está ensayando un diálogo de encuentro y clarificación. M. González Muñana señala que "hay que dar tiempo al tiempo, ante un fenómeno que por su muy corta historia no es fácil adoptar posicionamientos definitivos e inalterables". Los mismos fundadores de los movimientos han leído esta realidad como un proceso de crecimiento y madurez. En expresión de L. Giussani –fundador de Comunión y Liberación–, sucede "como cuando en una casa nace un niño no esperado, no previsto, que forzosamente es un desbarajuste para toda la organización familiar", o como la presencia de un adolescente en casa, que crea problemas porque aporta la novedad de una nueva personalidad en la familia, en el decir de Andrea Riccardi –iniciador de la Comunidad de San Egidio.

Sobre todo en el contexto europeo la mayoría de los nuevos miembros de estas asociaciones no tienen vinculación previa al cuerpo eclesial. De aquí la fascinación de estas realidades que se abren al encuentro con personas que quizá nunca hubiesen tomado contacto con la Iglesia si no es por el modo nuevo que les ofrecen los movimientos. Pero de aquí mismo también su límite, pues para ellos el movimiento se convierte en su única experiencia eclesial. Esto puede resultar en la absolutización del modo propio de ser y considerarse Iglesia y convertirse en riesgo de sectarismo y narcisismo.

El resurgir de la experiencia comunitaria puede degenerar en comunitarismo; esto es, desequilibrio en la relación entre personalización y comunitariedad. En algunos casos se advierte el peligro de llegar a la dictadura del grupo o la del líder, y con ella la consiguiente anulación de los individuos, lo que sucede cuando estos quedan limitados en su libertad por el exceso de control, o cuando es suplantada su personalidad por la del grupo.

Por tratarse de experiencias trasladadas de lugar a lugar, el arraigo local y el diálogo con la cultura se observa deficiente. Muchas veces la sensibilidad popular se resiste a una forma "importada" que parece imponerse, más que iluminar la realidad del propio lugar. Al mismo tiempo este límite, en su carga positiva y bien planteado, puede leerse como desafío a integrar experiencias diversas, convirtiéndose así en riqueza para todos.

A las dificultades señaladas, se suma el conflicto de la vinculación con la Iglesia local y las parroquias. Este es, quizás, uno de los puntos neurálgicos en el tema de los movimientos porque refiere a la tensión Iglesia universal-Iglesia local, y conlleva entonces una determinada visión eclesiológica. No nos es posible desarrollar aquí el tema, pero daremos brevemente algunas pistas sobre el estado de la cuestión.

Algunos han señalado que los movimientos podrían tener la tentación de saltar sobre la Iglesia local, dada su dimensión internacional y su visión universalista. Aquí la pregunta es: ¿qué significa una dimensión internacional? ¿qué visión universalista eclesial es válida, si ignora la realidad local? ¿dónde está la Iglesia universal si no en la Iglesia de cada lugar? Hay quienes entienden estas nuevas formas eclesiales como realidades supradiocesanas y legitiman la apelación directa al Papa, en cuanto impulsor de los movimientos. Una posición más dialogal invita a considerar los nuevos movimientos como instancias transdiocesanas en la organización eclesial, que si bien no dependen directamente de la realidad local, han de actuarse en íntima vinculación con la Iglesia en tal lugar. Podemos considerar los nuevos movimientos como un signo de profecía en la Iglesia y para las iglesias. Pero no basta que se integren genéricamente a la misión de la Iglesia, pues sería una abstracción pasar al nivel de la Iglesia universal si no es desde y en la iglesia local.

La pregunta sobre la relación de los movimientos con la Iglesia local deriva enseguida en la cuestión parroquial. Para algunos la parroquia carece, en estos últimos tiempos, de la dinámica vital para expresar con nitidez y transparencia la pertenencia eclesial. Descreídos de la capacidad para ser una auténtica comunidad, estiman que debería ser suplantada o complementada por estructuras alternativas (movimientos y asociaciones). Sin embargo, sin negar la crisis por la que atraviesan las parroquias, otros afirman que es el lugar fundamental de pertenencia e inserción eclesial. Señalan entonces que el ámbito parroquial es insustituible, pero no excluyente; y que debe co-existir con otras realidades eclesiales.

Estamos de acuerdo y confirmamos la importancia y necesidad de todas las formas de vida eclesial, pero señalamos aún la dificultad de armonizarlas en comunión. Hoy todavía no queda claro el modo como estas vinculaciones se desarrollan y realizan en la Iglesia. Es preciso ensayar propuestas de solución en la articulación de los movimientos en la Iglesia local y señalar actitudes y comportamientos a poner en práctica en la convivencia de las asociaciones con las parroquias en la comunidad diocesana.

Esta nueva realidad eclesial, como son los movimientos, nos remite y sitúa en la etapa post-conciliar. Y nos confirma que aún estamos transitando las líneas eclesiológicas inicialmente. El surgimiento de grupos y comunidades laicales concreta en cierto sentido la nueva orientación teológica sobre el lugar del laico en la Iglesia, la conciencia de su vocación y misión y el reconocimiento de la universal llamada a la santidad. Habrá que verificar también con el Concilio la recuperación de la importancia de la Iglesia local y su valor, para que la universalidad no signifique centralización sino verdaderamente catolicidad, es decir, comunión de todos.

miércoles, 21 de noviembre de 2007

Los grandes temas de la Fe según San Pablo (I) / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

1. Del Dios Padre Creador al Dios Comunidad Trinitaria: San Pablo cuando hace referencia a la humanidad del Hijo de Dios, trata a Dios como Padre de Nuestro Señor Jesucristo (Ef. 1,3) y Creador (Ef.1,4), al escogernos como hijos suyos, se ha hecho Padre de todos, que está por encima de todos y que actúa en todos (Ef. 4,6)

Cuando San Pablo nos habla de la naturaleza divina de Jesús nos afirma que es Dios: Jesús tiene el nombre que está por encima de todo nombre (Flp 2,6.10-11) y ese nombre es el Nombre de Dios, si el nombre para un judío indica la identidad de la persona y su misión estamos diciendo que Jesús es Dios que ha venido a Salvarnos (Is 35,4c; Cfr. 2Pe 1,1)

Sin duda el saludo inicial de la Eucaristía es el Credo de San Pablo en el Dios Trinitario: La gracia de Nuestro Señor JC, el amor del Padre y la comunión del Espíritu Santo esté con todos vosotros (2Co 13,13)

2. Jesucristo: Es el centro de toda la predicación paulina: Su predicación es ante todo el «kerigma» apostólico, Hch 2,22ss, proclamación de Cristo crucificado y resucitado conforme a las Escrituras, 1Co 2,2; 15,3-4; Ga 3,1. «Su» evangelio, Rm 2,16; 16,25, no es cosa suya; es el evangelio de la fe común, Ga 1,6-9; Ga 2,2; Col 1,5-7, sólo que con una aplicación especial a la conversión de los gentiles, Ga 1 16; 2 7-9, en la línea universalista inaugurada en Antioquía. Pablo se siente solidario de las tradiciones apostólicas; las cita cuando se le presenta la ocasión, 1Co 11,23-25; 15,3-7, las supone siempre, y ciertamente les debe mucho. Parece no haber visto en vida a Cristo, ver 2Co 5,16ss, pero conoce sus enseñanzas, 1Co 7 10s; 9 14. Además, es también un testigo directo, y su irresistible convicción se apoya en una experiencia personal: porque también él ha «visto» a Cristo, 1Co 9,1; 15,8. Ha sido favorecido con revelaciones y éxtasis, 2Co 12,1-4. Lo que ha recibido de la tradición, puede también atribuirlo y con entera verdad a las comunicaciones directas del Señor, Ga 1,12; 1Co 11,23.

Se ha querido atribuir estos fenómenos místicos a un temperamento exaltado y enfermizo. Pero sin fundamento alguno. La enfermedad que le detuvo en Galacia, Ga 4,13-15, sólo parece haber sido un ataque de paludismo; y «el aguijón de la carne», 2Co 12,7, pudo ser muy bien la oposición en el seno de sus comunidades. No era hombre imaginativo, a juzgar por las imágenes que emplea, pocas y corrientes: el estadio, 1Co 9,24-27; Flp 3 ,2-14; 2Tm 4,7s, el mar, Ef 4 14, la agricultura, 1Co 3 6-8, y la construcción, 1Co 3 10-17; Rm 15 20; Ef 2,20-22, dos temas que fácilmente asocia y combina, 1Co 3,9; Col 2,7; Ef 3,17; ver Col 2 ,9; Ef 4,16. Es más bien un cerebral. A un corazón ardiente se une en él una inteligencia lúcida, lógica, exigente, solícita por exponer la fe según las necesidades de sus oyentes. A esto se deben las admirables exposiciones teológicas de que rodea al Kerigma según las circunstancias. Cierto que esa lógica no es la nuestra. Pablo argumenta en ocasiones como rabino, según los métodos exegéticos recibidos de su ambiente y de su educación (por ejemplo, Ga 3,16; 4,21-31).Pero su genio hace saltar los límites de aquella herencia tradicional, y hace pasar una doctrina profunda a través de canales un tanto anticuados para nosotros.

Por otra parte, este semita también posee una cultura griega aceptable, recibida quizá desde su infancia en Tarso, enriquecida por reiterados contactos con el mundo grecorromano. Esta influencia se refleja en su modo de pensar lo mismo que en su lenguaje y en su estilo. Cita autores clásicos si la ocasión se presenta, 1Co 15 3, y conoce ciertamente la filosofía popular basada en el estoicismo. Debe a la «diatriba» cínico-estoica su estilo de razonamiento riguroso por medio de breves preguntas y respuestas, Rm 3,1-9.27-31, o sus amplificaciones por acumulación retórica, 2Co 6 4-10; y cuando por el contrario emplea frases largas y recargadas, donde las proposiciones se empujan en oleadas sucesivas, Ef 1,3-14; Col 1,9-20, puede también tener sus modelos en la literatura religiosa helenista. Maneja corrientemente el griego con pocos semitismos. Es el griego de su tiempo, la «koiné» elegante, pero sin pretensiones aticistas. Pues desprecia la afectación de la elocuencia humana y sólo quiere atribuir su fuerza de persuasión al poder de la Palabra de fe confirmada por los signos del Espíritu, 1Ts 1,5; 1Co 2,4s; 2Co 11,6; Rm 15,18.Incluso, a veces, su expresión es incorrecta e incompleta, 1Co 9,15, pues el molde del lenguaje resulta incapaz de contener la presión de un pensamiento demasiado rico o de emociones demasiado vivas.

Salvo raras excepciones, Flm 19, dicta, Rm 16,22, en la forma acostumbrada por los antiguos, contentándose con escribir el saludo final, 2Ts 3,17; Ga 6,11; 1Co 16, 21; Col 4 18; y si bien algunos fragmentos parecen fruto de una redacción largamente meditada, muchos otros producen la impresión de un primer impulso espontáneo y sin retoques. A pesar de estos defectos, o quizá precisamente por ellos, este estilo fogoso es de una densidad extraordinaria. Un pensamiento tan elevado, expresado de manera tan ardorosa, ofrece al lector más de una dificultad (2 P 3,16); pero también le ofrece textos cuyo vigor religioso y aun literario no tienen quizá igual en la historia de los epistolarios humanos.

San Pablo nos presenta a Jesús como el Hijo engendrado por Dios antes de toda la Creación (Col 1,15), que se hizo hombre para salvarnos, siendo mediador entre Dios y los hombres. Nos invita que seamos imitadores de Cristo, nos dejemos formatear por su Santo Espíritu para vivir la verdadera vida y libertad de los hijos de Dios.

La Carta a los hebreos nos presenta a un Cristo Sacerdote-Victima, su sacerdocio supera a los del Antiguo Testamento y es víctima propicia para el perdón de nuestros pecados, como Cordero siendo una vez y para siempre, no se repite dicho sacrificio. Los cristianos al estar configurados con Cristo como sacerdotes, profetas y reyes participamos de este sacerdocio de Jesús.

3. La Maternidad divina de María (Ga 4,4s): En el capítulo que San Pablo nos habla de la libertad de los hijos adoptivos de Dios nos hace un breve resumen de la Salvación, presentando a María como “la Mujer”.

San Pablo nos dice que Dios envió a su Hijo, nacido de mujer. En este momento Maria se convierte en la madre del Hijo de Dios que se hizo hombre.

martes, 20 de noviembre de 2007

La exhortación apostólica "Evangelii Nuntiandi" de Pablo VI / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Nace como fruto del Sínodo de Obispos de 1974 sobre la Evangelización:

Evangelizar es un derecho y un deber de todo cristiano. ¿Pero qué implica en el mundo moderno?, ¿cuáles son los problemas que debería atender?

Un mensaje que afecta a toda la vida

La evangelización no sería completa si no tuviera en cuenta la interpelación recíproca que en el curso de los tiempos se establece entre el Evangelio y la vida concreta, personal y social, del hombre. Precisamente por esto la evangelización lleva consigo un mensaje explícito, adaptado a las diversas situaciones y constantemente actualizado, sobre los derechos y deberes de toda persona humana, sobre la vida familiar sin la cual apenas es posible el progreso personal, sobre la vida comunitaria de la sociedad, sobre la vida internacional, la paz, la justicia, el desarrollo; un mensaje, especialmente vigoroso en nuestros días, sobre la liberación.

Un mensaje de liberación

Es bien sabido en qué términos hablaron durante el reciente Sínodo numerosos obispos de todos los continentes y, sobre todo, los obispos del Tercer Mundo, con un acento pastoral en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que forman tales pueblos. Pueblos, ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales y, especialmente, en los intercambios comerciales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural, a veces tan cruel como el político, etc. La Iglesia, repiten los obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos; el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización.

En conexión necesaria con la promoción humana

Entre evangelización y promoción humana (desarrollo, liberación) existen efectivamente lazos muy fuertes. Vínculos de orden antropológico, porque el hombre que hay que evangelizar no es un ser abstracto, sino un ser sujeto a los problemas sociales y económicos. Lazos de orden teológico, ya que no se puede disociar el plan de la creación del plan de la redención que llega hasta situaciones muy concretas de injusticia, a la que hay que combatir y de justicia que hay que restaurar.

Vínculos de orden eminentemente evangélico como es el de la caridad: en efecto, ¿cómo proclamar el mandamiento nuevo sin promover, mediante la justicia y la paz, el verdadero, el auténtico crecimiento del hombre? Nos mismos lo indicamos, al recordar que no es posible aceptar "que la obra de evangelización pueda o deba olvidar las cuestiones extremadamente graves, tan agitadas hoy día, que atañen a la justicia, a la liberación, al desarrollo y a la paz en el mundo. Si esto ocurriera, sería ignorar la doctrina del Evangelio acerca del amor hacia el prójimo que sufre o padece necesidad".

Pues bien, las mismas voces que con celo, inteligencia y valentía abordaron durante el Sínodo este tema acuciante, adelantaron, con gran complacencia por nuestra parte, los principios iluminadores para comprender mejor la importancia y el sentido profundo de la liberación tal y como la ha anunciado y realizado Jesús de Nazaret y la predica la Iglesia.

Sin reducciones ni ambigüedades

No hay por qué ocultar, en efecto, que muchos cristianos generosos, sensibles a las cuestiones dramáticas que lleva consigo el problema de la liberación, al querer comprometer a la Iglesia en el esfuerzo de liberación han sentido con frecuencia la tentación de reducir su misión a las dimensiones de un proyecto puramente temporal; de reducir sus objetivos, a una perspectiva antropocéntrica; la salvación, de la cual ella es mensajera y sacramento, a un bienestar material; su actividad -olvidando toda preocupación espiritual y religiosa- a iniciativas de orden político o social. Si esto fuera así, la Iglesia perdería su significación más profunda.

Su mensaje de liberación no tendría ninguna originalidad y se prestaría a ser acaparado y manipulado por los sistemas ideológicos y los partidos políticos. No tendría autoridad para anunciar, de parte de Dios, la liberación. Por eso quisimos subrayar en la misma alocución de la apertura del Sínodo "la necesidad de reafirmar claramente la finalidad específicamente religiosa de la evangelización. Esta última perdería su razón de ser si se desviara del eje religioso que la dirige: ante todo el reino de Dios, en su sentido plenamente teológico".

La liberación evangélica...

Acerca de la liberación que la evangelización anuncia y se esfuerza por poner en práctica, más bien hay que decir: ”no puede reducirse a la simple y estrecha dimensión económica, política, social o cultural, sino que debe abarcar al hombre entero, en todas sus dimensiones, incluida su apertura al Absoluto, que es Dios; va por tanto unida a una cierta concepción del hombre, a un antropología que no puede nunca sacrificarse a las exigencias de una estrategia cualquiera, de una praxis o de un éxito a corto plazo”.

... centrada en el reino de Dios...

Por eso, al predicar la liberación y al asociarse a aquellos que actúan y sufren por ella, la Iglesia no admite el circunscribir su misión al solo terreno religioso, desinteresándose de los problemas temporales del hombre; sino que reafirma la primacía de su vocación espiritual, rechaza la substitución del anuncio del reino por la proclamación de las liberaciones humanas, y proclama también que su contribución a la liberación no sería completa si descuidara anunciar la salvación en Jesucristo.

... en una visión evangélica del hombre...

La Iglesia asocia, pero no identifica nunca, liberación humana y salvación en Jesucristo, porque sabe por revelación, por experiencia histórica y por reflexión de fe, que no toda noción de liberación es necesariamente coherente y compatible con una visión evangélica del hombre, de las cosas y de los acontecimientos; que no es suficiente instaurar la liberación, crear el bienestar y el desarrollo para que llegue el reino de Dios.

Es más, la Iglesia está plenamente convencida de que toda liberación temporal, toda liberación política -por más que ésta se esfuerce en encontrar su justificación en tal o cual página del Antiguo o del Nuevo Testamento; por más que acuda, para sus postulados ideológicos y sus normas de acción, a la autoridad de los datos y conclusiones teológicas; por más que pretenda ser la teología de hoy- lleva dentro de sí misma el germen de su propia negación y decae del ideal que ella misma se propone, desde el momento en que sus motivaciones profundas no son las de la justicia en la caridad, la fuerza interior que la mueve no entraña una dimensión verdaderamente espiritual y su objetivo final no es la salvación y la felicidad en Dios.

... que exige una necesaria conversión

La Iglesia considera ciertamente importante y urgente la edificación de estructuras más humanas, más justas, más respetuosas de los derechos de la persona, menos opresivas y menos avasalladoras; pero es consciente de que aun las mejores estructuras, los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones inhumanas del hombre no son saneadas si no hay una conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen.

Exclusión de la violencia

La Iglesia no puede aceptar la violencia, sobre todo la fuerza de las armas -incontrolable cuando se desata- ni la muerte de quienquiera que sea, como camino de liberación, porque sabe que la violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y de esclavitud, a veces más graves que aquellas de las que se pretende liberar. "Os exhortamos a no poner vuestra confianza en la violencia ni en la revolución; esta actitud es contraria al espíritu cristiano e incluso puede retardar, en vez de favorecer, la elevación social a la que legítimamente aspiráis". "Debemos decir y reafirmar que la violencia no es ni cristiana ni evangélica, y que los cambios bruscos o violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo".

Contribución específica de la Iglesia

Dicho esto, nos alegramos de que la Iglesia tome una conciencia cada vez más viva de la propia forma, esencialmente evangélica, de colaborar a la liberación de los hombres. Y ¿qué hace? Trata de suscitar cada vez más numerosos cristianos que se dediquen a la liberación de los demás. A estos cristianos "liberadores" les da una inspiración de fe, una motivación de amor fraterno, una doctrina social a la que el verdadero cristiano no sólo debe prestar atención, sino que debe ponerla como base de su prudencia y de su experiencia para traducirla concretamente en categorías de acción, de participación y de compromiso. Todo ello, sin que se confunda con actitudes tácticas ni con el servicio a un sistema político, debe caracterizar la acción del cristiano comprometido. La Iglesia se esfuerza por inserir siempre la lucha cristiana por la liberación en el designio global de salvación que ella misma anuncia.

Todo lo que acabamos de recordar aquí se trató más de una vez en los debates del Sínodo. También Nos quisimos consagrar a este tema algunas palabras de esclarecimiento en la alocución que dirigimos a los padres al final de la Asamblea.

Esperamos que todas estas consideraciones puedan ayudar a evitar la ambigüedad que reviste frecuentemente la palabra "liberación" en las ideologías, los sistemas o los grupos políticos. La liberación que proclama y prepara la evangelización es la que Cristo mismo ha anunciado y dado al hombre con su sacrificio.

martes, 13 de noviembre de 2007

‘San Pablo de “perseguidor y violento” a ‘ejemplo máximo de paciencia’” / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

La paciencia es la victoria de la razón sobre el instinto y de la fe sobre la razón.

La paciencia es la “virtud de los fuertes”, como se ve en las cartas de San Pablo.

El camino oscuro de la vida, requiere a menudo, inevitablemente, el ejercicio fatigoso y largo de la paciencia. Sin la fuerza de la paciencia el hombre no puede alcanzar la paz interior, sobretodo cuando es atacado por el sufrimiento, marginado por la incomprensión, humillado por la injusticia, o simplemente cuando “el día va cayendo y se alargan las sombras de la tarde”.

En estas situaciones no basta una paciencia capaz sólo de dominar la ira, desencadenada por un imprevisto desagradable, o sea simplemente autocontrol, fruto de un cálculo racional en la elección de la respuesta más oportuna para dar urgentemente ante el indescifrable cuestionario de una circunstancia penosa, se necesita la virtud de la paciencia.

La “paciencia” en el sentido de perseverancia, constancia, fortaleza, longanimidad, magnanimidad y tolerancia, es parte del ajuar cristiano.

San Pablo resalta el vínculo entre la paciencia y las 3 virtudes teologales: fe, esperanza y caridad cuando exhorta a los Romanos a estar “con la alegría de la esperanza; pacientes en la tribulación; perseverantes en la oración”; nos gloriamos hasta en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación engendra la paciencia; la paciencia virtud probada; la virtud probada, esperanza”.

La paciencia de Pablo nace de la fe que desemboca en la esperanza…”Esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia”. Sin la esperanza la fe muere y sin la fe, la esperanza se esfuma.

Sólo con la paciencia que nace de la fe, la esperanza y la caridad, se puede dar un significado salvífico a los acontecimientos particulares de la vida, que no son el absurdo resultado de un destino ciego, sino la admirable ejecución de un providencial plan Divino.

De aquí nace la visión optimista de la historia que permite al hombre paciente vivir en la seguridad que el mal está destinado a desaparecer, aunque ninguno sepa cuando ni como, que toda esta situación angustiante tendrá un final feliz y que el futuro será mejor que el presente, porque “todo ocurre para el bien de los que aman a Dios”, como recuerda San Pablo.

La paciencia de Dios y la impaciencia del hombre encuentran una espléndida ilustración en la célebre parábola del hijo pródigo…En la parábola del siervo despiadado, a la impaciencia del hombre hace contraste la benévola paciencia de Dios.
Quien no sabe esperar no tiene la capacidad de soportar. En la última noche transcurrida con los apóstoles Jesús les dice: “Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en las pruebas”; por esto les asegura que son dignos de entrar en el Reino. Y añade: “Con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
“El sufrimiento produce paciencia, la paciencia una virtud probada”.

La paciencia heroica de Pablo emerge en las muchas pruebas y numerosos sufrimientos que ha padecido durante su vida, como se puede ver en las diversas enumeraciones presentes en sus cartas.

La página más célebre es aquella acerca de la defensa, persuasiva y agresiva, de la autenticidad y legitimidad de su apostolado y del ataque, decidido y a menudo sarcástico, contra aquellos que ponen en discusión su misión de apostolado justamente a causa de sus sufrimientos, de su débil aspecto físico, de la falta de poder carismático y de su empeño por predicar el Evangelio gratuitamente.

El verdadero título de gloria es la propia debilidad, porque ella manifiesta de manera evidente, que el éxito en el apostolado no se puede atribuir a uno mismo, sino solamente a Cristo.

Pablo presenta su debilidad como único título que lo hace superior a sus adversarios: “Si hay que gloriarse, en mi flaqueza me gloriaré. Él Dios y Padre del Señor Jesús, ¡Bendito sea por todos los siglos!, sabe que no miento…Cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte…

Él desarrolla su ministerio “con mucha paciencia en tribulaciones, necesidades, angustias, en azotes, cárceles, sediciones; en fatigas, desvelos, ayunos; en pureza, ciencia, paciencia, bondad; en el Espíritu Santo, en caridad sincera, en la palabra verdad, en el poder de Dios; mediante las armas de la justicia: las de la derecha y las de la izquierda; en gloria e ignominia, en calumnia y en buena fama”.

La serenidad de su espíritu y su paciencia estaban siempre amenazadas por pruebas durísimas, pero él encuentra su fuerza en el amor que tiene por Jesús: “Todo lo puedo en Aquél que me conforta”.

“Les ruego no se desanimen a causa de las tribulaciones que por ustedes padezco”, e indica la finalidad: “Pues ellas son vuestra gloria”, es decir, son para su beneficio y santificación. Y eleva una emocionante acción de gracias a Dios: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de las misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios. Pues así como abunda en nosotros los sufrimientos de Cristo, igualmente abunda también por Cristo nuestra consolación. Si somos atribulados, lo somos para consuelo y salvación vuestra; si somos consolados, lo somos para el consuelo vuestro, que les hace soportar con paciencia los mismos sufrimientos que también nosotros soportamos.

El verdadero pastor no se deja vencer por las desilusiones, no se pierde ante los fracasos del primer momento, sino que tiene la fuerza de ánimo y la paciencia de recomenzar desde el inicio con confianza.

El apóstol pone la paciencia como la primera cualidad del amor cristiano: “La caridad es paciente, es servicial, la caridad no es envidiosa, no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa, no busca su interés, no se irrita, no toma cuenta del mal; no se alegra de la injusticia, se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta”.

“No te dejes vencer por el mal, antes bien, vence el mal con el bien…El Dios de la paciencia y del consuelo les conceda tener los unos para con los otros los mismos sentimientos, según Cristo Jesús”.

La propuesta cristiana está fundada en la fe en Dios, pero también en la relación humilde y caritativa hacia los hermanos. La convivencia requiere capacidad de relación con las personas de todo estrato, formación y educación. No es fácil que los ánimos coincidan al unísono, hay que saber esperar, comprender. A los Tesalonicenses Pablo les recomienda: “ser pacientes con todos”, pero en particular con los indisciplinados, con los pusilánimes, con los débiles y también, con aquellos que han sido causa de sufrimiento.

“El Señor dirija vuestros corazones en el amor de Dios y en la paciencia de Cristo”.

La paz es la nota distintiva que caracteriza el estado de ánimo del cristiano, inclusive en las situaciones más tristes.

La paz es la prueba de que sus almas se han configurado en la mansedumbre, tolerancia y paciencia.

En la carta a los Efesios, Pablo repite: “Les exhorto a que vivan de una manera digna la vocación con que han sido llamados, con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándose unos a otros por amor, poniendo empeño en conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz. Un solo Cuerpo y un solo Espíritu, como una es la esperanza a la que han sido llamados”.

Pablo exhorta a preparar el camino de la paciencia, requerida por la vocación cristiana: “Toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad, desaparezca entre ustedes. Sean más bien buenos entre ustedes, entrañables, perdonándose mutuamente como les perdonó Dios en Cristo”. Y añade: “No se ponga el sol mientras estén airados”. La ira es signo de impaciencia.

La paciencia es por lo tanto necesaria para afrontar las contrariedades de la vida, pero es aún más indispensable para vivir cristianamente en el propio contexto existencial, para conservar la paz, la unidad entre los fieles.

“Si tenemos paciencia, con Él reinaremos”. He aquí la recomendación que le brota del corazón: “Huye de las pasiones juveniles”, entre las cuales tiene un puesto importante la irritabilidad; “busca la justicia, la fe, la caridad, la paz junto a aquellos que invocan al Señor con corazón puro; evita las discusiones necias y estúpidas; tú sabes bien que engendran altercados. Y a un siervo del Señor no le conviene altercar, sino ser amable con todos, pronto a enseñar, sufrido, y que corrija con mansedumbre a los adversarios, por si Dios les otorga la conversión que les haga conocer plenamente la verdad”.

“Necesitáis paciencia en el sufrimiento para cumplir la voluntad de Dios y conseguir así lo prometido”. Los pone en guardia ante la infidelidad, ante la flojera y los exhorta a ser “imitadores de aquello que con la fe y la perseverancia se hicieron herederos de las promesas”. No es suficiente con haber comenzado bien, se necesita continuar por el buen camino, resistiendo a todas las seducciones contrarias.

Pablo apela al ejemplo de Abraham que consiguió la promesa, porque supo esperar con paciencia y tuvo fe, esperando contra toda esperanza, creyó firmemente en la promesa del Señor de darle una descendencia, a pesar de su avanzada edad, la vejez y la esterilidad de Sara.

Tener paciencia es esperar hasta el día en que se manifestará el plan de Dios. La paciencia es la virtud por excelencia del cristiano, porque lo sostiene en su arduo camino, en el cual no se ve la meta y no se pueden prever las dificultades. Creer es fiarse completamente de Dios, como hizo Abraham que “partió sin saber a dónde iba”.

Abraham se hizo grande, “en relación a su espera”, es decir, a su paciencia. “Uno se hace grande al esperar lo posible, otro con la espera de los eterno; pero el que espera lo imposible es el más grande de todos”.

lunes, 12 de noviembre de 2007

Las Misiones Populares / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Las Misiones Populares no son un invento de San Vicente de Paúl, ni de San Antonio Maria Claret, ni de cualquier fundador de Orden religiosa o instituto misionero, a lo largo de toda la historia de la Iglesia se han realizado, como por ejemplo: San Vicente Ferrer que misionó todo el Reino de Valencia.

Tanto a San Vicente de Paúl como a San Antonio Maria Claret hay un factor exterior que les motiva en organizar una serie de Misiones Populares o Santas Misiones, ya que el Pueblo estaba desatendido en el orden temporal y en el orden espiritual y si tenía que cubrir las dos cosas, ya que la disciplina eclesiástica de estas épocas consideraba que “es necesario saber el misterio de la Santísima Trinidad y de la Encarnación para salvarse”, entonces se creía que estaban condenados al infierno por culpa de una dejadez de la Iglesia.

Las Misiones Populares, según nos recuerda el historiador vasco y sacerdote paúl Mitxel Olabuenaga , ha influido en la vida de la gente y en el desarrollo de la Sociedad. San Vicente crea en cada misión la asociación de las caridades en cada Parroquia para atender las necesidades de los pobres, durante el franquismo sirvió como canal para distribuir la ayuda de Cáritas americana y otras ayudas internacionales que recibía España con escasez o como anécdota del siglo XIX: en un pueblo de Mallorca llamaron la atención a un señor por no dejar de leer libros prohibidos en dos misiones que se distanciaba una de la otra un año.

Los predicadores carecían de creatividad, ya que se regían con un manual del misionero que contenía lo que tenía que decir y lo que tenía que hacer para llamar a todos los habitantes del pueblo a la conversión.

Con el Vaticano II, el sentir de la Iglesia cambia y a partir de 1975, las misiones dadas por los paúles cambian de dirección para potenciar más algunos puntos del plan pastoral parroquial o darle a la Parroquia una dimensión misioneras con la creación de las Comunidades Familiares de Caridad, que en otros sitios se llaman grupos de Misión o Asambleas Familiares Cristianas, siendo la Parroquia la Gran Comunidad de estas pequeñas Comunidades o la Gran Asamblea de estas pequeñas Asambleas.

Estos grupos es un puente de unión entre los alejados y la Parroquia ; la gente redescubre su parroquia y se dedican al servicio de ella. El CPT #15 pide que hagan Misiones Populares Renovadas y esto nos implica que vayamos con espíritu creativo para dar una respuesta a los nuevos retos que la sociedad nos presenta cada día y la Iglesia tiene la dolcísima obligación de dar una respuesta desde la fe a estos retos (GS1)

jueves, 8 de noviembre de 2007

Biografía del Apóstol Pablo / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Con motivo del año jubilar de San Pablo la Parròquia de Sant Narcís de Barcelona celebra desde ayer una serie de Catequesis semanales sobre el apóstol convertido camino de Damasco, su mensaje y visión del cristianismo. Iniciamos la publicación de las sesiones catequeticas para que den frutos de conversión
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(Saulo de Tarso) Apóstol del cristianismo que él transformó en religión universal (Tarso, Cilicia, hacía el año 8 - Roma, hacia el año 68). Era hijo de judíos fariseos de cultura helenística y con ciudadanía romana. Fue contemporáneo de Jesucristo e incluso estuvo en Jerusalén en la misma época que él, aunque probablemente no se conocieron.

Pablo tenía una sólida formación teológica, filosófica, jurídica, mercantil y lingüística (hablaba griego, latín, hebreo y arameo). Participó en las primeras persecuciones contra los cristianos. Pero durante un viaje a Damasco, poco después de la crucifixión de Jesucristo, se convirtió a la nueva fe, que por entonces era considerada una secta herética del judaísmo (según su propio relato, fue el mismo Jesús el que se le apareció).

Desde entonces San Pablo se convirtió en el más ardiente propagandista del cristianismo, que contribuyó a extender más allá del pueblo judío, entre los gentiles: viajó como misionero por Grecia, Asia Menor, Siria y Palestina; y escribió cartas a diversos pueblos del entorno mediterráneo.

Los escritos de San Pablo adaptaron el mensaje de Jesús a la cultura helenística imperante en el mundo mediterráneo, facilitando su extensión fuera del ámbito cultural hebreo en donde había nacido. Al mismo tiempo, esos escritos constituyen una de las primeras interpretaciones del mensaje de Jesús, razón por la que contribuyeron de manera decisiva al desarrollo teológico del cristianismo.

martes, 6 de noviembre de 2007

EL Decreto “Missiones ad Gentes” / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

La misión "Ad gentes"

Una manera de vivir todas las vocaciones específicas: todo cristiano, donde quiera que se encuentre, ha de buscar ante todo promover la evangelización

La Misión "Ad Gentes" es una manera de vivir todas las vocaciones específicas, respondiendo al envío de Jesús a sus discípulos antes de subir a los cielos; de esta manera, todo cristiano, donde quiera que se encuentre, ha de buscar ante todo promover la evangelización.

La Misión "Ad Gentes" es un trabajo específicamente consagrado a la evangelización, en los pueblos que aún no conocen a Dios.

Se deriva de la Misión de la Iglesia

La misión de la Iglesia es revelar a Jesucristo y su Evangelio a los que no los conocen: he ahí el programa fundamental de la Iglesia que desde la mañana de Pentecostés, ha asumido, como recibido de su Fundador.

Todo el Nuevo Testamento, y de manera especial los Hechos de los Apóstoles, testimonian el momento privilegiado, y en cierta manera ejemplar, de este esfuerzo misionero que se realizará después en toda la historia de la Iglesia.

La Iglesia lleva a efecto este primer anuncio de Jesucristo mediante una actividad compleja y diversificada, que a veces se designa con el nombre de "preevangelización", pero muy bien podría llamarse evangelización, aunque en un estado inicial y ciertamente incompleto.

Cuenta con una gama casi infinita de medios, por supuesto, pero también el arte, los intentos científicos, la investigación filosófica, el recurso legítimo a los sentimientos del corazón del hombre podrían colocarse en el ámbito de esta finalidad.

La evangelización se realiza como Cristo la llevó a cabo durante el tiempo de su predicación, como los Doce en la mañana de Pentecostés. La Iglesia tiene también ante sí una inmensa muchedumbre humana que necesita del Evangelio y tiene derecho al mismo, pues Dios "quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad".

Sensible a su deber de predicar la salvación a todos, sabiendo que el mensaje evangélico no esta reservado a un pequeño grupo de iniciados, de privilegiados o elegidos, sino que está destinado a todos, la Iglesia hace suya la angustia de Cristo ante las multitudes errantes y abandonadas "como ovejas sin pastor" y repite con frecuencia su palabra: "Tengo compasión de la muchedumbre" (Mt 9,36).

Pero también es consciente de que, por medio de una eficaz predicación evangélica, debe dirigir su mensaje al corazón de las masas, a las comunidades de fíeles, cuya acción puede y debe llegar a los demás.

¿Quiénes tiene la misión de Evangelizar y que consecuencias trae para la vida de la Iglesia?

La Iglesia se construye si hay hombres que proclaman en el mundo el evangelio de salvación, lo hacen por mandato, en nombre y con la gracia de Cristo Salvador. "¿Cómo predicarán sí no son enviados?" Escribiría el que fue sin duda uno de los más grandes evangelizadores. Nadie puede hacerlo, sin haber sido enviado.

¿Quién tiene pues la misión de evangelizar?

El Concilio Vaticano II ha dado una respuesta clara; " incumbe a la Iglesia por mandato divino ir por todo el mundo y anunciar el Evangelio a toda creatura". Y en otro texto afirma: "La Iglesia entera es misionera, la obra de evangelización es un deber fundamental del Pueblo de Dios".

Hemos recordado anteriormente esta vinculación íntima entre la Iglesia y la evangelización. Cuando la iglesia anuncia el Reino de Dios y lo construye, ella se implanta en el corazón del mundo como signo e instrumento de ese reino que está presente y que viene. El Concilio ha recogido, porque son muy significativas, estas palabras de San Agustín sobre la acción misionera de los Doce: "predicando la palabra de la verdad, engendraron las Iglesias".

¿Qué es la Misión Ad Gentes?

La Misión Ad Gentes es una vocación que tiene una específica referencia a la fundación de Iglesias nuevas. Pero ésta no es una vocación diversa al lado de las tres precedentes. Tanto los laicos, como los religiosos, como los ministros ordenados pueden ser llamados a la misión "Ad Gentes", de manera que la condición misionera se convierte en un modo concreto de vivir cada una de las tres vocaciones específicas.

¿Quiénes realizan actividades Misioneras Ad Gentes y por qué?

La Iglesia realiza la Misión Ad Gentes aunque a todo discípulo de Cristo incumbe la tarea de propagar la fe según su condición, Cristo Señor, de entre los discípulos, llama siempre a los que quiere, para que le acompañen y para enviarlos a predicar a las gentes. Por lo cual, por medio del Espíritu Santo, que distribuye los carismas según quiere para común utilidad, inspira la vocación misionera en el corazón de cada uno y suscita al mismo tiempo en la Iglesia institutos que tomen como misión propia el deber de la evangelización, que pertenece a toda la Iglesia.

Porque son sellados con vocación especial quienes, dotados del conveniente carácter natural e idóneos por sus disposiciones y talento, están dispuestos a emprender la obra misional, sean nativos del lugar o extranjeros: sacerdotes, religiosos, laicos. Enviados por la autoridad legítima, se dirigen por fe y obediencia a los que están alejados de Cristo, segregados por la obra a que han sido llamados, como ministros del Evangelio, para que la población de los gentiles sea acepta y santificada por el Espíritu Santo (Rom 15,16).

A) MISION UNIVERSAL DE LA IGLESIA

Cristo vino a salvamos y esto lo realizó por medio de su muerte y resurrección; sin embargo, antes de subir al cielo, encomendó a los Apóstoles que transmitieran y anunciaran esta salvación (Mt 28, 16-20). De esta manera la misión de la Iglesia no es diferente a la Misión de Cristo, sino su continuación, mas aún, la Iglesia es Sacramento universal de salvación, como dice la Constitución Dogmática Lumen Gentium.

De esta manera, todo bautizado participa de esta misión de transmitir el Evangelio, razón de ser de toda vocación cristiana y específica, y debe comprometerse en la labor misionera de la Iglesia.

En pocas palabras "La Iglesia Peregrinante es, por su propia naturaleza, misionera, puesto que tiene su origen en la misión del Hijo y la misión del Espíritu Santo según el plan de Dios Padre". (A.G. 2) El fin último de la misión no es otro que hacer participar a los hombres en la comunión que existe entre el Padre y el Hijo. En su Espíritu de amor. (Cfr. Cat. IC. 850).

B) MISSIONES AD GENTES

Ahora bien, aunque la misión es tarea de todo bautizado, sin embargo hay personas que consagran su vida a las misiones "Ad Gentes", cuyo fin específico es la fundación de nuevas Iglesias. A estas fundaciones se les llama comúnmente MISIONES. En ellas los heraldos del evangelio, enviados por la Iglesia y yendo por todo el mundo, realizan el encargo de predicar el Evangelio y de implantar la Iglesia entre los pueblos o grupos que todavía no conocen a Cristo.

La actividad misionera Ad Gentes se diferencia de la actividad pastoral que hay que desarrollar con los fieles, por los medios que hay que usar para conseguir la unidad de los cristianos.

Las Misiones son el envío que la Iglesia hace de sus misioneros con la específica tarea de predicar a Cristo donde todavía no lo conocen y de implantar la Iglesia donde todavía no ha sido fundada (A.G. 23,6).

Es evidente que sin misioneros no hay misiones, como también es evidente que la Iglesia no los puede enviar si no los tiene.

C) MISIONEROS AD GENTES

Como las misiones son un medio para realizar cualquier vocación específica los misioneros pueden ser:

1) Laicos:

Jóvenes, matrimonios y profesionistas que, de acuerdo con la Jerarquía Eclesiástica, mediante su testimonio personal, colaboran en la implantación del Reino. Unidos a los consagrados ejercen desinteresadamente sus servicios profesionales o algún ministerio eclesial en las misiones. A ellos se suman también los Laicos Consagrados, que integran los Institutos Seculares.


2) Religiosas y Religiosos:


Son personas que consagran su vida en Institutos que tienen como parte de su trabajo o como carisma específico la dimensión misionera.

3) Sacerdotes Religiosos:

Son los hombres que han recibido de Dios el ministerio sacerdotal dentro de un Instituto Misionero, que viviendo y trabajando en forma comunitaria el espíritu de las Bienaventuranzas y regidos por unas constituciones trabajan con la finalidad de que Cristo llegue a ser conocido por todos los hombres.

4) Sacerdotes Diocesanos:

Son aquellos que, formados y ordenados en el seno de la Iglesia particular, al sentir la invitación de Dios a colaborar en la implantación del Reino en campos de misión, manifiestan sus deseos al Obispo y él a su vez los apoya, ayudándolos a relacionarse con un Instituto misionero que a su vez los envía en nombre de la Iglesia a un lugar, para que realicen la misión que les ha sido encomendada. A estos se les llama comúnmente misioneros "Fidei donum" (don de fe).

En la Iglesia tenemos un día especial para orar y comprometemos con las misiones ad gentes, el DOMUND (Domingo Mundial de las Misiones, que se celebra el 3er. domingo de octubre).

martes, 30 de octubre de 2007

La Constitución Dogmática “Gaudium et Spes” / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM















Es el documento que marca la base de los contenidos de la actual Doctrina Social de la Iglesia y por lo tanto leído en clave de misión nos viene a decir como la Evangelización llega a transformar la estructura de la sociedad, haciendo de la persona una promoción espiritual y humana. El esquema que señalo a continuación es tipo de revisión de vida.

VER.

* Los cambios tecnológicos han ocasionado cambios sociales. Han afectado a todo el mundo, individuos, familias, comunidades y naciones.

* Los conflictos se han recrudecido: riqueza acumulada en pocos y miseria en muchos; además de libertad y esclavitud psicológica.

* Resultados buenos y malos. Crece la convicción de que la humanidad es capaz de status en orden político conforme a la dignidad humana. Hasta ahora los cambios tecnológicos han propiciado la interdependencia, pero no han alentado las relaciones personales.

* Surge un nuevo humanismo en el que la empresa se define por sus responsabilidades ante el mundo. Hay peligro de que el cristiano dependa de los descubrimientos modernos y de buscar las realidades superiores.

JUZGAR.

I. La Iglesia: en el mundo experimenta la misma situación terrena; signo de los tiempos.

* La naturaleza humana se refleja en la historia, la ciencia y la cultura. La Iglesia puede recibir ayuda del mundo moderno para preparar el terreno al Evangelio.

* La Iglesia no está ligada a ningún sistema político, económico o social.

* La iglesia necesita purificarse constantemente.

* Su misión (salvadora y escatológica) empieza en este mundo. Por ello se preocupa y juzga las realidades terrenas.

II. Principios de reflexión:

* Sobre la dignidad humana.

a. El ser humano es creado a imagen de Dios (libre e inteligente); es sociable; experimenta en si mismo la división por el bien y el mal; su dignidad está en su libertad, para seguir su recta conciencia.

b. Ante el ateísmo, obstaculiza la liberación de la persona, pero el conocimiento de Dios no es contra la dignidad humana.

* Sobre la sociabilidad humana:

a. El perfeccionamiento del individuo y de la sociedad depende del esfuerzo de cada uno. El bien común se logra con la cooperación de todos. La Escritura prescribe el amor al prójimo. El amor es activo. Jesús nos llamó hijos de Dios para que nos amaramos como hermanos.

b. El mundo, en su realidad terrena, ha de ser envuelto en el espíritu cristiano que se muestra a través del ejemplo.

* Sobre el matrimonio y la familia:

a. Las familias son la base de la sociedad. De la estabilidad de las familias depende la salud de los individuos y de la sociedad.

b. El matrimonio tiene como destino: al procreación y la educación de los hijos; la ayuda y la comunidad de vida. Destruyen el matrimonio: el divorcio, el amor libre, el egoísmo, la poligamia, la idolatría del placer, ciertas condiciones socioeconómicas, políticas y la sobrepoblación.

c. La vida humana debe cuidarse desde el momento de la concepción, como algo sagrado.

* Sobre el desarrollo cultural:

a. La cultura ha de desarrollarse propiciando el crecimiento integral de la persona.

b. Dios habla para las diversas culturas.

c. La Iglesia ha de difundir el Evangelio mediante las diversas culturas.

d. La cultura necesita libertad para desarrollarse.

e. Todo ser humano tiene derecho a la cultura, al pensamiento y a su expresión. Las mujeres han de participar en la vida cultural.

* Sobre la actividad socioeconómica:

a. La persona humana es el origen, centro, y fin de toda la vida socioeconómica.

b. La justicia va contra las injusticias económicas actuales.

c. El trabajo humano es superior los otros factores y recursos de la vida económica. Por eso la actividad económica en detrimento del trabajador es errónea e inhumana.

d. Los trabajadores tienen derecho a participar de alguna manera en el funcionamiento y administración de la empresa.

e. Dios establece el destino universal de los bienes y la propiedad privada es un medio para que ese destino se realice. Por ello todos tienen derecho a los bienes que satisfagan sus necesidades personales y familiares.

f. El empleo es un camino para la recta distribución de los bienes.

g. Las autoridades públicas han de velar que no exista un mal uso de la propiedad privada y su función social.


* Sobre la paz:

a. La paz se basa en el amor, la armonía, la confianza y la justicia.

b. Las armas modernas ponen a la humanidad en situación crítica.


III. JUICIO: Hay que eliminar las causas de las injustas condiciones que afectan la dignidad de los hombres, de sus familias, de su desarrollo cultural y de una humana actividad socioeconómica.

ACTUAR:

I. La Iglesia exhorte a todos a mejorar el mundo (templo de Dios) alentando a la conversión del corazón. Los cristianos como individuos deben comprometerse a actuar por la evangelización del mundo, para que sea más humano.

II. Foméntese la paternidad responsable.

III. Que el pensamiento cristiano se exprese en términos asequibles a la cultura de los pueblos.

IV. Promover el desarrollo integral de la persona humana.

V. El progreso tecnológico debe adaptarse a la persona integral.

VI. Exigir una auténtica participación de los bienes.

VII. Apoyarse en la no violencia y respetar la objeción de conciencia.

VIII. Aunque se permita la defensa en sí, deben evitarse las guerras de conquista. Cese la carrera armamentista.

IX Crear las condiciones para una cooperación ecuménica en mira a la Justicia.

X La Iglesia esté atenta contra la injusticia

lunes, 22 de octubre de 2007

La Constitución dogmática “LUMEN GENTIUM” / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM


INTRODUCCIÓN.

En la Constitución Lumen Gentuim, la Iglesia se ha propuesto declarar con toda precisión a sus fieles y a todo el mundo su naturaleza y su misión universal. En este breve informe, se abordará este documento magisterial desde una visión global, entregando algunos elementos de su estructura que nos ayuden para que el acercamiento a él, sea lo más sencillo posible y a su vez se compartirán algunos comentarios a algunos números que nos hablan del concepto de Santidad que nos aporta este concilio.

Siento que antes de acercarnos al documento propiamente y antes de seguir en la lectura de este comentario, es muy necesario realizar una mirada retrospectiva en la historia de nuestra Iglesia. Situarnos en todo el ambiente que rodeó la realización del Concilio Vaticano II, los conceptos que hasta ese momento se manejaban en nuestro lenguaje, en nuestra enseñanza y en nuestra vida de cristianos. Sin hacer este recorrido previo por la historia, no se podrán reconocer los aportes del este Concilio en el pensamiento de la Iglesia, ya que será muy probable, que para las generaciones post-conciliares, este documento, y otros más, no signifiquen aportes sustanciales a nuestras vidas y conocimientos.

Como un breve anticipo, y con esto fundamento el enfoque de esta reflexión, lo que me llamó la atención del documento en cuestión, fue el gran cambio de visión en el concepto y la vivencia de la Santidad, vista ahora, no como algo distante, inalcanzable, sino como algo mucho más cercano, que lo vivimos en nuestra práctica del amor cotidiano, como se acercó a la realidad algo que parecía tan ajeno a ella.

Reconociendo de antemano lo complejo y árido que puede llegar a ser la lectura de la L.G., creo poder hacer un pequeño aporte para que esta lectura pueda hacerse un poco más accesible y cercana.

BREVE RESEÑA Y ESTRUCTURA DEL DOCUMENTO.

El Concilio Vaticano II se desarrolló entre los años 1962 y 1965 y el documento de la Lumen Gentium se elaboró entre la primera y la tercera sesión. Juan XXIII, al convocar al Concilio pidió propuestas de temas. Uno de ellas fue un documento sobre la Iglesia.

La forma de trabajo era reunirse cada año desde el 08 de septiembre al 08 de diciembre. Una comisión presentaba los documentos que eran estudiados por los padres conciliares.

Luego de varias propuestas, el día 24 de noviembre de 1964, este documento magisterial (L.G.) fue aprobado casi por unanimidad.

Para obtener una visión general de este documento, podemos decir que, a lo largo de sus 8 primeros capítulos se pretende dar respuesta a la Naturaleza y la Finalidad de la Iglesia. Luego, se le adhieren dos decretos más, uno sobre el Ecumenismo y otro sobre las Iglesias Orientales, los cuales le dan la integridad necesaria para ser “Luz para los Pueblos”.

ALGUNOS CONCEPTOS IMPORTANTES.

De una forma muy global intentaré dar una definición de algunos términos que están presentes en la L.G. que me llamaron la atención, y que algunos a simple vista, no están explícitamente graficados en él.

Misterio. (Manifestación progresiva)

.En el contexto bíblico, la palabra Misterio se entiende como el plan salvador de Dios, preparado desde toda la eternidad, el cual se resume en Cristo encarnado que en su Cuerpo y en su Cruz reúne todo, manifestando el amor de Dios y la reconciliación de toda la humanidad.

Eclesiológicamente le podemos llamar a la Iglesia Misterio, porque es el lugar donde se manifiesta, se revela a la humanidad el plan de salvación de Dios. Lo característico de este misterio, no es lo oculto, sino lo propio de una verdad que revela progresivamente, con el paso del tiempo y de las experiencias, es algo que solo podemos entender retrospectivamente. Este misterio quiere acentuarnos que el plan salvador de Dios no es inmediato, no lo podemos comprender rápidamente, reconocemos su paso por nuestras vidas, pero no son más que eso, pasos, marcas, que nos invitan a estar atentos a una nueva manifestación. La L.G. describe a la Iglesia-Misterio, como la concretación del plan de Salvación.

Sacramento. (Signo, instrumento, medio eficaz)

La Iglesia es en Cristo como un Sacramental. La Iglesia en Cristo ilumina y en Cristo es Sacramento. Señala y concreta la unión de Dios con los hombres y de los hombres entre sí.

Para entender esto, debemos tener en cuenta lo siguiente: El Primer Sacramento en la Iglesia es Cristo, pero para que Cristo se manifieste, necesita de la Iglesia, por ende, la Iglesia es un medio necesario, no es un fin. El único fin es manifestar el reino de Cristo.

Decir que la Iglesia es como un Sacramento, es reconocer que la Iglesia es signo o instrumento de comunión entre Dios y los hombres.

Comunión. (Participación de algo en común.)La Iglesia es Sacramento de comunión. Es el espacio donde nos sentimos congregados bajo un mismo Espíritu, reconociendo nuestras diferencias. Es una unión especial en donde cada uno aporta desde su propia realidad y experiencia, así como la imagen de la Vid y los sarmientos, todos estamos unidos por un mismo tronco (Cristo), pero somos distintas ramas (nosotros). Es Unidad, no Uniformidad.

El documento nos aporta las siguientes ideas: Comunión de los fieles: entiende como algo fundamental en la Iglesia la igualdad de todos por medio del Bautismo, por él nos integramos todos a la misma Iglesia y dentro de ella compartimos todos la misma unión en Cristo.

Comunión de las Iglesias: se acentúa la aceptación y la comunión con otras Iglesias particulares (cristianas) por la unión Universal (que no es unión Plena).

Comunión de la Jerarquía: por el ministerio cetrino nos mantenemos todos los miembros de la Iglesia en Unidad. Es el reconocer que necesitamos de alguien concreto que nos guíe, oriente y pastoree.

Comunión Abierta: es la invitación a dialogar y relacionarnos con el mundo, desde el amor y la solidaridad. Es aceptar la invitación de ser signos del reino para todo el mundo, no es para un grupo selecto.

SANTIDAD SEGÚN LA L.G.
.
El capítulo quinto del documento, hace un análisis exclusivo al tema de la santidad y sus diversos, el cual me parece personalmente interesante destacar. Comienza este capítulo, entregándonos a groso modo la idea de que todos estamos llamados a ser Santos. Ser Santos como Cristo fue Santo, no significa solamente ser devoto, religioso, piadoso o rigorista, es mucho más que simples actos externos. Es una actitud de vida. Es una llamado que Dios nos hace (vocación) y es con nuestra vida concreta y cotidiana que nosotros le respondemos. En este mismo número el documento pone las bases de la existencia de la Santidad en la Iglesia Católica, que aunque el concepto católico no aparece explícitamente en este número, lo podemos interpretar debido a la explicación de la santidad en su sentido Universal, tanto dentro de la jerarquía de la Iglesia, como en el mundo de los fieles, ya que en ellos el Espíritu Santo se manifiesta depositando semillas y recogiendo frutos de caridad

Posteriormente el documento nos quiere aclarar más detalladamente y con una explicación muy lógica el origen y el por qué de esta invitación a ser Santos. Nos pone nuevamente como referente a Cristo, el Maestro y Modelo de Perfección. Es decir, nosotros debemos seguir a Cristo en sus enseñanzas y en sus obras, debemos no solamente hacer lo que Cristo hizo, sino también, como lo Él lo hizo. El por qué de esta invitación, se radica en el Bautismo, es en este Sacramento que compartimos la Naturaleza de Divina, y es por esto que debemos cuidar y potenciar este gran regalo a lo largo de nuestra vida.

Es desde este número 40 como se fundamenta el número siguiente, que nos habla de los diversos estados de vida en que se puede ejercitar esta vocación a la Santidad. En este número se va describiendo gráficamente, como los obispos, los presbíteros, los diáconos, los clérigos, los cónyuges, los solteros, los enfermos y pobres, pueden alcanzar a vivir la Santidad desde sus diversas realidades. Me llama profundamente la atención como se integra y se describe la vivencia de la santidad para los laicos. Creo que este ha sido uno de los grandes pasos que se ha dado en el pensamiento de nuestra Iglesia, por ende, ha sido uno de los grandes aportes de este Concilio Vaticano II, ya que en otros documentos, también se resalta fuertemente la presencia y participación activa de los laicos en la Iglesia[ En este número solo les quiero compartir una simple percepción. Siento que aún existe una buena cuota de clericalismo en nuestro medio, el cual dificulta una mayor integración y participación activa de los laicos en nuestra Iglesia, aunque en muchas ocasiones esta es una responsabilidad compartida, entre nuestra jerarquía y el pueblo de Dios, ya que a ellos, en ciertas ocasiones se les brindan los espacios y no los han sabido resguardar y aprovechar. Este mismo capítulo culmina, con un tono de reconocimiento y también de exhortación, sobre la vivencia de la caridad, dirigida explícitamente a quienes la han querido vivir de una forma más radical abrazando como horizonte de su vida los Consejos Evangélicos. Es una bonita ilustración sobre la esencia de la vivencia del Amor, resumida en los tres ámbitos que abarcan nuestra integridad de personas.

CONCLUSIÓN.

Son tres las ideas que me quedan después de elaborar este informe con respecto a la santidad. La primera es como nosotros a pesar de nuestra humanidad frágil, vulnerable, pecadora, estamos siendo cooperadores de la voluntad de Dios y de la construcción de su reino. El pensar esto, ser cooperadores de Dios, me evoca fuertemente uno de los principios de nuestra espiritualidad franciscana, el ser Instrumentos de su bondad, de su justicia, de su misericordia, de su consuelo.

Lo segundo es que siento que la Santidad es una invitación concreta que Dios nos hace para ser mejores personas, para relacionarnos de mejor forma, para llevar a cabo una forma distinta nuestro diario vivir. El Señor nos dice: “Ámense los unos a los otros, como yo los he amado” (Jn. 15,12). Esta invitación nos propone el vivir la Compasión, la Misericordia y la Humildad.

Somos Humildes cuando nos aceptamos ser pobres, limitados, frágiles, carentes y no lo somos, cuando pensamos ser alguien superior, ya sea por nuestra condición social, económica, política, cultural o religiosa.; cuando nos juzgamos mejores que los demás. Somos misericordiosos cuando hemos vivenciado profundamente la misericordia que proviene de Dios hacia nosotros, al descubrirnos pobres y débiles y no lo somos cuando dejamos reinar en nosotros los prejuicios, la indiferencia, el pesimismo. Somos compasivos cuando somos capaces de acercarnos con sincero corazón al que sufre, al necesitado, al enfermo, y no lo somos cuando aislamos a nuestros hermanos, cuando los dejamos solos en sus dificultades, cuando no nos interesa lo que le pasa, lo que siente, lo que vive.

Lo tercero que pienso es, que la santidad al ser una invitación de Dios, es una invitación que no se piensa, ni se vive en un pasado o un futuro, solo le pertenece al presente. Es decir, Dios nos invita a ser Santo como Él es Santo, nos invita a amarnos mutuamente, pero en nuestro tiempo, en una realidad concreta y específica. En muchas ocasiones nosotros pensamos que podríamos haber logrado la Santidad en tiempos pretéritos, cuando existían otras formas de vida religiosa y consagrada, cuando eran otros los parámetros y las inquietudes de la época y no reconocemos que Dios se encarnó en un tiempo concreto y que su palabra se hace actual en nuestra realidad. También solemos creer que seremos Santos cuando seamos mayores, cuando tengamos más tiempo para rezar, cuando vivamos más tranquilos, sin las actividades cotidianas. En ambas aspiraciones siento que perdemos el horizonte. La Santidad como tal, es una invitación de Dios para vivirla ahora, en el presente, con la conciencia que Dios nos ama por sobre todas las cosas y sin condiciones, nos ama con nuestras imperfecciones, debilidades, limitaciones, flaquezas y nos invita a amar con toda esta realidad, nos invita a hacer el bien hoy día, no ayer ni mañana, nos promueve a servir ahora y a amar ahora, en el presente, a pesar de nuestras limitaciones, ya que estas son parte de la humanidad, de la Iglesia y de la condición de discípulo, que sigue a su maestro para aprender, para mejorar, para crecer.

En síntesis, la Santidad para mí, no es algo que se alcanza al final de nuestra vida, por nuestros propios méritos. No es el resultado de la suma de los buenos actos realizados en la vida, es mucho más desafiante que una simple meta a alcanzar. La Santidad es una invitación constante, un proceso de descubrimiento del amor de Dios en nuestra vida. La Santidad es una forma de vida, a la que todos estamos llamados y que debemos seguir.

Por último, me gustaría terminar con las mismas palabras que utiliza el documento para cerrar el número 42: “Todos los fieles cristianos, en cualquier condición de vida, de oficio de circunstancias, y precisamente por medio de todo eso, se podrán santificar de día en día, con tal de recibirlo todo con fe de la mano del Padre Celestial, con tal de cooperar con la voluntad divina, manifestando a todos incluso en una servidumbre temporal, la caridad con que Dios amó al mundo”.

domingo, 7 de octubre de 2007

La misión de la Renovación Carismática Católica / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

Como grupo eclesial tiene que estar enmarcada en el sentir de la Iglesia local o regional tal como lo determina el sínodo de obispos o Concilios Provinciales y el plan diocesano, de acuerdo con la naturaleza y carismas del grupo. La descripción que voy a dar está enmarcada en el ámbito de Catalunya y por lo tanto citaré del Concilio Provincial de la Tarraconense (CPT) de 1995

La Misión específica de los carismáticos tiene dos vertientes, una Ad intra de la Comunidad que celebra la Eucaristía como grupo profético ya que los dones son concedidos por Cristo mediante su Espíritu a la Iglesia para su organización y santificación y el don de profecía consiste en hablar bajo la inspiración de Dios, sobre cosas pasadas, presentes o futuras, no consiste en dar visiones de catrástofes, de finales del mundo, sino consolidar, edificar a la Comunidad Cristiana, para que sea fiel a Cristo. El Apóstol Pablo prefiere que todo cristiano tenga el don de Profecía para que al Iglesia sea verdaderamente fiel al Señor. Canalizan la gracia de Cristo por medio de la Oración (Sacramentales), es la que está más extendida en Catalunya pidiendo permiso al párroco o al sacerdote responsable de una iglesia de culto para hacer un grupo carismático.

Y la otra Ad Populum (Popular) debidamente actualizada de mucha tradición y fruto en nuestro pueblo (CPT 15) anunciando con poder que Cristo Vive y despertando en los cristianos los dones que en su día les fueron dados por el Sacramento de la Confirmación, creando pequeñas Comunidades eclesiales de Oración (CPT 19) con sus alabanzas, tiempos de silencio, y compartiendo la Palabra de Dios, después del anuncio del Kerigma. Estas Comunidades reciben el nombre de Células Carismáticas o Grupos de Compartir como faros o luces de la Buena Noticia de la Salvación.

Estas Células son centros misionales, o punto de encuentro entre la Parroquia y los Alejados, principalmente de los enfermos (CPT 24) que no han recibido todavía la visita del sacerdote y que se reúnen una vez a la semana en las casas y un Sábado o un Domingo en la Parroquia formando una gran Asamblea festiva desembocando en la Eucaristía dominical, poco a poco van cogiendo su sentido de pertenencia de Iglesia e irán trabajando en diferentes campos de la Parroquia o en las nuevas realidades que han ido surgiendo en la Misión.

La Escuela de Formación de Servidores de la RCC es una gran herramienta para la formación de estos servidores o animadores de las Células Carismáticas.

Seria Conveniente que el Consejo Regional o Nacional de la RCC elaborase un plan de Misión Popular Carismática, que su fase preparatoria tenga que empieza con el permiso del párroco y su consejo, la elaboración de un censo como paso previo a un estudio sociológico para saber la realidad social que la Parroquia debería estar presente, buscar las casas para los grupos y como se hace el anuncio del Kerigma y se organizan los grupos abarcando todos los sectores de la demarcación parroquial.

El Consejo tendría que tener presente en el plan que hay que avisar al Obispo que se va hacer una Misión Popular Carismática y invitarlo a que presidiese la Misa de Envío del grupo principal, de los servidores de las Células, del párroco y de dueños de casa; la Misa de clausura o de Continuidad tendría que estar presidida por el párroco.

En esta Misa de Clausura, los grupos dan su respuesta de que si desean continuar o no reuniéndose para orar en las casas.

Sería preciso elaborar unas enseñanzas para este tiempo fuerte y para la postmisión, mientras tanto se les enseñan como elaborar una enseñanza.

Resumiendo: La Iglesia que se perfila del Siglo XXI es el Pueblo de Dios, que cuya autoridad está al servicio del Pueblo (LG), que guarda y medita la Palabra que le ha sido dada y la da a conocer (DV). Esta Palabra es viva y eficaz, alimentando al Pueblo de Dios en la liturgia, celebrando la salvación (SC) y comparte los gozos y los dolores de la humanidad de hoy (GS), dando desde la fe sentido a su vida.

Es una Iglesia que tiene dos canales donde Cristo derrama su gracia para el bien de la Comunidad Cristiana y su propia edificación (La jerarquía y los grupos carismáticos), reavivando los otros dones y carismas de los otros grupos parroquiales, religiosos o diocesanos de cara a la Evangelización.

miércoles, 3 de octubre de 2007

La Iglesia del siglo XXI: ¿Es carismática? / Autor: Hº Jaime Ruiz Castro CM

1.INTRODUCCIÓN:

En la década de los 60 del siglo pasado, el Espíritu Santo suscita a la Iglesia que vuelva a sus orígenes, en el ámbito institucional sería el Concilio Vaticano II (1962-1965) que definió a la Iglesia como Pueblo de Dios y reconfiguró a la Iglesia con las características esenciales de las Comunidades Cristianas primitivas y una vez finalizado el Concilio, surgió en 1967 cuando unos pocos estudiantes de la Universidad de Duquesne (Pittsburgh, Pennsylvania – Estados Unidos), durante un retiro meditaron sobre la experiencia de Pentecostés en los Hechos de los Apóstoles. Entonces oraron para ocurra lo mismo entre ellos. Experimentaron la efusión del Espíritu Santo y la manifestación de dones carismáticos. La experiencia pronto se propagó por el mundo entero. Más de cien millones de católicos participan de la espiritualidad de la Renovación Carismática Católica (RCC) actualmente.

La RCC junto con la reciente recuperación del catecumenado de adultos, hace que la Iglesia en el siglo XXI se asemeje más a sus orígenes.

La RCC cuenta con los servicios del (ICCRS) – International Catholic Charismatic Renewal Services - [Servicios de la Renovación Carismática Católica Internacional –SRCCI-] y es reconocido por el Consejo Pontificio para los Laicos.

En mayo de 1975, la Renovación Carismática celebró su conferencia en Roma. S.S. Pablo VI, y el 19 de mayo de este mismo año –Lunes de Pentecostés, en la cual se celebró la Misa votiva del Espíritu Santo-, exhortó a los participantes a continuar sus esfuerzos de renovación y a continuar fieles a la Iglesia: “"Este deseo auténtico de situaros en la Iglesia es un signo auténtico de la acción del Espíritu Santo... ¿Como no va a ser esta "renovación espiritual" una oportunidad para la Iglesia y el mundo? Y como, en ese caso no tomar todos los medios para asegurar que permanezca de este modo...”

El Papa Pablo VI permitió al Cardenal Suennens celebrar la Santa Misa en el altar mayor de San Pedro en el Vaticano, sobre los restos mortales de San Pedro y San Pablo, para la conferencia de la Renovación Carismática. Al final de la misa, concurrida por unos 10000 miembros de la Renovación, se impartió esta profecía que debemos hoy recordar: “Porque yo los amo, quiero mostrarles lo que estoy haciendo en el mundo hoy. Quiero prepararles para lo que ha de venir. Días de oscuridad vendrán sobre el mundo, días de tribulación... Edificios que hoy están en pie, no lo estarán más. Seguridades que están allí para mi pueblo, ya no lo estarán más. Quiero que estén preparados, pueblo mío, para conocerme solo a MÍ, para llenarse solo de Mí y tenerme de una forma más profunda que nunca.

Yo los guiaré hacia el desierto... Yo los despojaré de todo de lo que hoy dependen, para que dependan solamente de Mí. Viene un tiempo de oscuridad sobre el mundo, pero un tiempo de gloria viene para mi Iglesia, un tiempo de Gloria viene para mi pueblo. Yo derramaré sobre ustedes todos los dones de mi Espíritu, Yo los prepararé para el combate espiritual; Yo los preparare para un tiempo de evangelización como el mundo nunca ha visto antes ... Y cuando no tengan nada sino a Mi, lo tendrán todo: Tierra, campos, hogares y hermano y hermanas, amor, felicidad y paz como nunca antes. Estén alertas pueblo mío, Yo quiero prepararlos...

Les hablo a ustedes del amanecer de una nueva era para mí Iglesia. Les hablo de un día como nunca antes se ha visto... Prepárense para la acción que hoy empieza, porque las cosas que hoy ven alrededor suyo cambiarán; la batalla que hoy deben comenzar es diferente, es nueva. Necesitan de mi sabiduría que todavía no la tienen. Necesitan el poder de mi Santo Espíritu, en una forma que hasta ahora no han poseído, necesitan comprender Mi voluntad y las maneras cómo yo actúo, que ustedes todavía no comprenden. Abran sus ojos, abran sus corazones para prepararse para Mí y para el día que hoy he comenzado.

Mi Iglesia será diferente; mi pueblo será diferente; dificultades y tribulaciones vendrán sobre ustedes. Las comodidades que hoy conocen estarán lejos de ustedes, pero la comodidad que ustedes tendrán es el consuelo de mi Santo Espíritu. Enviarán por ustedes para quitarles la vida, pero Yo les sostendré. Vengan a Mí. Júntense, únanse a mí alrededor, Prepárense, porque yo proclamo un nuevo día de victoria y de triunfo para su Dios. Miren, ya ha comenzado.

Yo renovaré mi Iglesia. Yo renovaré a mi pueblo; Yo haré de mi pueblo uno. Les llamo a alejarse de los placeres del mundo. Les llamo a alejarse de los deseos del mundo. Les llamo a alejarse de buscar la aprobación del mundo en sus vidas. Quiero transformar sus vidas... Tengo una palabra para mi Iglesia. Estoy haciendo resonar mi llamado. Estoy formando un poderoso ejército... Mi poder está sobre ellos. Ellos seguirán a mis pastores escogidos... Sean los pastores como yo los he mandado ser... Estoy renovando a mi pueblo. Renovaré mi Iglesia. Liberaré el mundo.

Sepan que Yo, soy su Dios; traje a Pedro y a Pablo a Roma para testimoniar mi gloria. Yo los he escogido a ustedes también y los he traído a Roma para ser testigos de mi gloria, confirmada hoy por su Pastor. Id a sanar las naciones. Sabed que yo estoy con ustedes; y aunque tengan que pasar tribulaciones y pruebas, Yo estaré con ustedes, hasta el final. Les estoy preparando un lugar en la gloria. Mírenme a Mí., Yo les liberaré del poder del maligno. Yo estoy con ustedes hoy, todos los, días, hasta la consumación de los tiempos.

Han conocido la verdad estos días. Han experimentado la verdad estos días. Está claro para ustedes en este momento lo que es la verdad. Es la verdad de mi Reino, mi Reino que prevalecerá... Quiero que tomen esa verdad, que descansen en esa verdad, que crean en esa verdad, que no la comprometan, que no la pierdan en confusión, que no sean tímidos acerca de ella, sino que la sostengan simplemente, en amor, pero que se mantengan firmemente enraizados en la verdad como piedras fundamentales sobre las cuales mi Iglesia pueda tener nueva vida y nuevo poder.”


El Papa Juan Pablo II, hablándole a un grupo de líderes internacionales de la renovación, el 11 de diciembre de 1979, les dijo: "Estoy convencido que este movimiento es un componente muy importante en toda la renovación de la Iglesia.” El les dijo que desde sus once años hace una oración diaria al Espíritu Santo y añadió: “Esta fue mi propia iniciación espiritual, así que entiendo todos estos carismas. Son todos parte de la riqueza del Señor. Estoy convencido que este movimiento es una señal de su acción”

A nadie le puede quedar duda sobre el lugar que tiene en la Iglesia a la Renovación Carismática después del Congreso mundial de Movimientos Eclesiales celebrado del 27 al 29 de mayo de 1998. Dicho congreso fue promovido oficialmente por el Pontificio Consejo para los Laicos quien formalmente invitó a la Renovación Carismática Católica. Fue un representante de la renovación carismática quién presentó al Santo Padre en nombre de todos los movimientos, los votos de fidelidad a Su Santidad y a la Iglesia.

El Papa Juan Pablo II dijo sobre la RCC el 29 Mayo, 2004: “Gracias al movimiento carismático, muchos cristianos, hombres y mujeres, jóvenes y adultos, han redescubierto Pentecostés como realidad viva y presente en su existencia cotidiana” y “deseo que la espiritualidad de Pentecostés se difunda en la Iglesia, como empuje renovado de oración, de santidad, de comunión y de anuncio”

El Papa alentó la iniciativa denominada «Zarza ardiente», promovida por la Renovación en el Espíritu, que como él ilustró, es “una adoración incesante, día y noche, ante el santísimo Sacramento; una invitación a los fieles a ‘regresar al Cenáculo’”.

Su objetivo, según el Papa, es que los bautizados, “unidos en la contemplación del Misterio eucarístico, intercedan por la unidad plena de los cristianos y por la conversión de los pecadores”. “Deseo de corazón que esta iniciativa les lleve a muchos a redescubrir los dones del Espíritu, que en Pentecostés tienen su manantial”

“Entre nosotros, con las manos elevadas, está orando la Virgen, Madre de Cristo y de la Iglesia. Imploremos junto a ella y acojamos el don del Espíritu Santo, luz de verdad, fuerza de auténtica paz”

El Cardenal José Ratzinger, Prefecto para la Congregación para la Doctrina de la Fe, en su presentación del libro del Cardenal Suennens sobre la RCC, reconoció el bien que ocurre en la RCC y presentó algunas cautelas: “En el corazón de un mundo inmerso en un escepticismo racionalista, de repente surge una nueva experiencia del Espíritu Santo. Y desde entonces ha asumido una la expansión de un movimiento mundial de renovación. Lo que el Nuevo Testamento nos dice sobre los carismas -que fueron vistos como signos visibles del advenimiento del Espíritu- no es solo historia antigua, ya terminada, sino que una vez mas se esta siendo extremadamente actual”.

Hablando del tema del libro, Renovación y el Poder de las Tinieblas, dice: “¿Cual es la relación entre experiencia personal y la fe común de la Iglesia? Ambos factores son importantes: la fe dogmática sin el apoyo de la experiencia personal permanece vacía; la sola experiencia, sin relación a la fe de la Iglesia permanece ciega”.

Finalmente, el exhorta a quienes lean el libro, a poner atención a la doble petición del autor “... a los responsables del ministerio eclesiástico - desde el sacerdote parroquial hasta los obispos- no dejar que la Renovación les pase sino que le den una completa bienvenida; y por la otra parte... a los miembros de la Renovación que atesoren y mantengan su vínculo con toda la Iglesia y con los carismas de sus pastores”. -Renovación y Poder de las Tinieblas, León Cardenal Suennens.

Dicho esto, podemos afirmar que la RCC no es un grupo más de la Iglesia Universal, o de la Diócesis o de la Parroquia y hay que resituarla en su sitio y redescubrir su función vital vocación y misión que tiene dentro de la Comunidad Cristiana como uno de los fundamentos de ella (Cf. Ef. 2,19-22).

El Cristiano es carismático por naturaleza , recibe el don de profecía en el sacramento del bautismo y reforzado en la Confirmación al recibir los 6 dones restantes. En un grupo carismático se le abre la ocasión de vivirlo con autenticidad, porque la RCC contribuye a la vida de la Iglesia, a través de del testimonio fiel de la presencia y la acción del Espíritu Santo ha ayudado a muchas personas a redescubrir la belleza de la gracia que se les dio en el Bautismo, entrada a la vida en el Espíritu., según afirma Juan Pablo II en el 35 aniversario de la RCC en Roma el 10 de Noviembre del 2002.

Juan Pablo II indica la necesidad de abrir los corazones y las mentes a las necesidades de la humanidad afligida por una “crisis de sentido”. Ante esta situación, subraya la urgencia de una “evangelización de la cultura para hacer que la vida esté marcada por la esperanza y no por el miedo o el escepticismo”

Por este motivo, el sucesor de Pedro alienta a los “carismáticos” a ser “signos vivientes de esperanza, faros de la Buena Noticia de Cristo para los hombres y las mujeres de nuestro tiempo”. Lo que significa, añade, ser “auténticos testigos” en “cordial unión con los sucesores de los apóstoles”, los obispos, y de esa verdad que tanto necesita hoy el mundo. Las comunidades carismáticas, concluye el Papa, tienen también el gran desafío que el nuevo milenio plantea a la Iglesia: ser “la casa y la escuela de la comunión”

2. La función de la RCC en la Comunidad Cristiana:

Canalizar la gracia en el Seno de la Comunidad Cristiana para la edificación de dicha Comunidad, poniendo los dones recibidos al servicio de la Comunidad.

3. Las cinco notas de la RCC:

Trinitaria: Alabamos al Padre por medio del Hijo en el Espíritu Santo.

Cristológica: Como miembro del Cuerpo Místico de Cristo es uno de los brazos junto con la jerarquía donde Cristo derrama su gracia al Pueblo de Dios.

Mariana: Tiene algunas actitudes de la Virgen Maria que las imita. La tradición eclesial de los Padres de la Iglesia que la Iglesia Luterana también heredó y así lo recoge el apóstol Juan en Apocalipsis 12 ha visto a María como modelo de la Iglesia y el mismo Apóstol Pablo nos dice: “Sed mis imitadores como yo lo soy de Cristo” (1Co 11,1) y el autor de los Hebreos nos dice: “Acordaos de vuestros guías, que os anunciaron la palabra de Dios y, considerando el desenlace de su vida, imitad su fe. Jesucristo es el mismo, ayer, hoy y por los siglos. No os dejéis seducir por doctrinas diversas y extrañas” (Heb 13,7-9). Por lo tanto lo que vamos a ver aquellas actitudes de Maria de Nazaret que debemos de imitar o que la RCC la imita. Para comprender la Renovación en el Espíritu, hay que asomarse a la experiencia de los Apóstoles en Pentecostés. El Cenáculo es el lugar donde los cristianos se dejan transformar por la oración, en torno a María, para acoger al Espíritu. Y es también el lugar de donde salen para llevar "hasta los confines de la tierra" el fuego de Pentecostés. La misión de la Renovación Carismática es hacer presente hoy en el mundo la experiencia de Pentecostés. Confirma así su vocación de servicio a la Iglesia, que fue enriquecida con los carismas del Espíritu desde su nacimiento en el Cenáculo.

A) La RCC como María es “la llena de gracia” (Lc 1,28): En términos paulinos es Santa e Inmaculada (Ef. 5,26) Dios ha colmado y continúa colmando a la RCC de sus dones, de la gracia del Espíritu para edificar la Iglesia.

B) La RCC como María es orante: Adora al Padre en espíritu y en verdad, con sencillez de corazón y con su Magnificat alaba y celebra ese Dios que nos salva dándole gracias y bendiciéndolo por todo lo que ha hecho a favor de su Pueblo.

C) La RCC como Maria guarda la Palabra de Dios poniéndola en práctica (Lc 2,19.51; 11,28), no se la queda para si misma, ya que se nutre de ella, verifica el signo que le ha sido dado y sale anunciarla, entonces resuena en nuestros corazones aquella bienaventuranza de Isabel: “¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!” (Lc 1,45)

D) La RCC como Maria es oferente: Ofrecemos a Jesucristo que es nuestro aval de Salvación.

E) La RCC como Maria es Medianera de todas las gracias: El Apóstol Pablo nos dice que el único mediador entre Dios y los hombres es Cristo (1Tim 2,5). Pero uno de los canales de mediación que tiene Cristo es a través de la Comunidad Cristiana y de sus miembros, tal como afirma el Apóstol: “Para mí, mi vida es Cristo” (Flp 1,21), de tal manera que “Ya no soy el que vive, es Cristo que vive en mí” (Gal 2,20). El cristiano sigue a Cristo en Comunidad y es la Iglesia, como cuerpo de Cristo, que media por él y lo vincula a Cristo y como carismáticos somos los mediadores de la Gracia de Dios para el bien y la edificación de la Iglesia, es Cristo que nos utiliza como canal y derrama su santo Espíritu.

Eclesial: la Renovación como grupo eclesial es la Iglesia en movimiento, donde Cristo mediante su Espíritu derrocha gracias en abundancia a favor de su Pueblo, cumpliéndose lo que dijo el profeta Joel: “Derramaré mi Espíritu sobre todo mortal y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros jóvenes verán visiones y vuestros ancianos soñarán sueños. Y también sobre mis siervos y sobre mis siervas derramaré mi Espíritu. Haré prodigios arriba en el cielo y signos abajo en la tierra. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes de que llegue el Día grande del Señor. Y todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Hch 2,17-21).

Ecuménica: Por motivos de conflictos internos y alguno de ellos era promovidos por problemas estructurales que agobian a la Iglesia en avanzar en una reforma, la Iglesia de Cristo se fue fracturando y en el seno del protestantismo, también se llegó a fracturar a causa de los intereses propios de los pastores y su línea de interpretar las Escrituras, de tal manera que un Evangélico Bautista se diferencia de un Evangélico Pentecostal, en que los Bautistas creen los dones del Espíritu se dieron en el siglo I y dejó Dios de darlos a la Iglesia y el Pentecostal afirma que se ha dado en todo tiempo de la Cristiandad y sobretodo en estos últimos días.

En el Siglo XIX aparece lo que se llama el movimiento ecuménico: Los protestantes se dan cuenta que les une en la Fe en el Dios Trinitario y Cristo que es el único mediador entre Dios y los hombres es el Salvador. La Iglesia Católica con Pío XII se suma al carro ecuménico para trabajar por dos objetivos que los presenta el Apóstol Pablo y el mismo Cristo: “lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la plena madurez de Cristo” (Ef 4,13) y “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros.” (Jn 17,11)

Hemos dicho que la RCC es la Iglesia Católica en movimiento y participa de este ecumenismo al poder convocar o participar en encuentros de oración interconfesionales cristianas carismáticas, respectando la identidad de origen de cada uno y sin ánimos de hacer proselitismo, o que un carismático que viva en un sitio que no hay Iglesia Católica pueda participar en un grupo carismático de otra confesión cristiana ya que lo que prima es alimentarse de la Oración, de alimentarse de su Palabra y de poder alabar al Señor según establece los acuerdos ecuménicos.

4. Algunas objeciones para no tener un grupo carismático:

La gente suele creer realidades metahistóricas, son capaces de creer que una persona difunta haya hecho un milagro y la Iglesia la reconozca como Santa, que está en la presencia de Dios y sin embargo no pueden admitir que el milagro lo haga un cristiano, por su naturaleza pecadora. En realidad no son ni el Santo y ni el Carismático que han hecho el milagro, tal como dijimos en el apartado de las mediaciones, es Cristo que canaliza su gracia en aquella persona.

Basándonos en esta objeción sería discutible toda la teología sacramental, ya que el ministro es un pecador y por eso no se van a confesar, también les costaría en creer que un sacerdote que esté en pecado mortal pueda consagrar con el poder del Espíritu el pan y el vino para que se convierta en el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Ponemos en cuestión la idoneidad de la persona, cuando la gracia está por encima de que la persona sea digna o no.

Algunos tienden a equiparar la liturgia carismática con otras liturgias “sanadoras” con ritos similares y que no son reconocidos por la Iglesia, tratando al que ora de brujo, hechicero, estas son unas palabras suaves comparadas con las que le dijeron a Jesús (Mc 3, 20-30) o de tratar como dioses a los oradores (Hch 14,11)

Otros atribuyen que la sanación es un efecto psicológico de la persona, que se encuentra bien y luego se encuentra mal o peor que antes. Todo esto es el enemigo que pretende destruir y dividir a la Iglesia y para el carismático le debe fortalecer.

Tal como pasa en otros grupos que hay laicos que contribuyen a la edificación de la Comunidad Cristiana, para algunos sacerdotes llega a ser un estorbo que un catequista y en el caso de los carismáticos un profeta contribuya a ello, siendo una gran ayuda para el presbítero trabajando y cooperando en Comunión y en caridad fraterna. Quizás sea, y esto hay que evitarlo para no romper la comunión, que el laico coja posturas que se clericalize anulando la autoridad del presbítero responsable.

5. Todo cristiano es carismático:

Tal como hemos visto en la parte bíblica que en las comunidades Cristianas primitivas el neófito tiene algunos poderes o dones que el Espíritu Santo le ha concedido y los dones son para la edificación de la Comunidad Cristiana, muchos afirman que es una cosa pasajera, que solamente se dio en aquel tiempo y nada más. Pero hay algún detalle en los Sacramentos de Iniciación Cristiana que confirma que no es una cosa pasajera y lo vemos cuando el cristiano es Confirmado:
El Concilio Vaticano II dice: "por el sacramento de la Confirmación se vinculan (los cristianos) más estrechamente a la Iglesia, se enriquecen con una fuerza especial del Espíritu Santo y con ello quedan obligados más estrictamente a difundir y defender la fe como verdaderos testigos de Cristo, por la palabra juntamente con las obras" (LG 11)

Lo primero que conviene reafirmar es que el sacramento por el cual recibimos el Espíritu Santo, el Sacramento del Espíritu, es el Bautismo. Con él nacemos espiritualmente y nos hacemos partícipes de la vida de la Santísima Trinidad y comenzamos a vivir una vida sobrenatural, la vida en el Espíritu. La Confirmación es el robustecimiento de la Gracia Bautismal. Es un crecimiento espiritual, en este sacramento se van a renovar las promesas del Bautismo que otros hicieron por nosotros si es que se recibió al poco tiempo de nacer. Su fin es perfeccionar lo que el Bautismo comenzó en nosotros.

Lo que caracteriza el símbolo de la Confirmación es la imposición de manos y la unción con el crisma. Esta unción ilustra el nombre de cristiano que significa "ungido" y que tiene origen en el nombre de Cristo, al que Dios ungió con el Espíritu Santo.

En una de las moniciones explicativas a la oración de imposición de manos hay una alusión a elementos propios de los carismáticos en el confirmando, esta monición reza así: “El día de Pentecostés, los Apóstoles recibieron una presencia muy especial del Espíritu Santo. Los Obispos, sus continuadores, transmite desde entonces el Espíritu Santo como un don personal por medio del sacramento de la Confirmación, que ahora va a comenzar con la imposición de manos del Obispo. La imposición de manos es uno de los gestos que aparecen habitualmente en la historia de la salvación y en la liturgia para indicar la transmisión de un poder o de una fuerza o unos derechos”

Imposición de manos:

En este sentido se puede decir que en la Confirmación el obispo, en nombre de la Iglesia, bendice a los bautizados para que el Espíritu Santo los fortalezca y lleve a plenitud la gracia del Bautismo, los haga testigos de Cristo en el mundo extendiendo y defendiendo la fe con sus palabras y sus obras. Con la imposición de manos se hace la inserción plena de las personas bautizadas en la comunidad apostólica, esta inserción es una verdadera participación en el profetismo de Cristo, que los cristianos tendrán que realizar asumiendo, anunciando y confesando la fe en Cristo, testimoniando con palabras y obras, la verdad evangélica, a través del espacio y del tiempo y siendo fermento de santidad en el mundo.

Unción con el Crisma:

En el Antiguo Testamento tiene una significación importante el gesto de ungir a los reyes (1Sam 10,1; 16,13; 1 Re 1,39). Mediante la unción, se otorgaba al rey el poder para ejercer su función que estaba estrechamente relacionada con la defensa de la justicia. Que consistía especialmente en la defensa de los pobres y desvalidos, los huérfanos y las viudas, es decir, de los que por si mismos no podían defenderse.
Para el Nuevo Testamento. Jesús es el Ungido por excelencia. Así lo manifiesta el evangelio de Lucas al narrar el suceso acaecido en la sinagoga de Nazaret, donde se lee el texto del profeta Isaías haciendo referencia a Jesús.

"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres, me ha enviado a proclamar la liberación de los cautivos a dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y a proclamar el año de gracia del Señor" (Lc 4, 18-19)

El cristiano, al recibir la Confirmación, queda ungido y enviado para la misión de anunciar la fe, testimoniar la verdad, comprometerse en la implantación en el mundo de la justicia, la libertad y la paz, para ser fermento de santidad y edificar la iglesia por medio de sus carismas y servicios de caridad.

La Confirmación, como el Bautismo, se da una sola vez en la vida, porque imprime en el alma una marca indeleble, el carácter que es el signo de que Jesucristo ha marcado al cristiano con el sello de su Espíritu, revistiéndolo de la fuerza de lo alto para que sea su testigo. Cristo mismo se declara marcado con el sello de su Padre (Jn 6,27). El cristiano también está marcado con un sello, este sello marca la pertenencia total a Cristo, la puesta a su servicio para siempre.

Efectos de la Confirmación

El mayor efecto del sacramento de la Confirmación es la efusión plena del Espíritu Santo, y sus siete dones: Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Ciencia, Piedad, Fortaleza y Temor de Dios, como fue concedida a los apóstoles el día de Pentecostés.

Si el Bautismo hace al cristiano Hijo de Dios, la Confirmación le enriquece con una fuerza nueva y singular del Espíritu Santo, que le hace capaz de dar testimonio de su existencia y de irradiar la fe que la presencia y acción de Dios ha creado y mantiene en él.

Si el Bautismo une al cristiano con Jesucristo, la Confirmación le hace testigo del Señor en plenitud, activando y profundizando continuamente la nueva vida que reside en él.

Si el Bautismo llena al cristiano con los dones del Espíritu Santo y le ha incorporado a la Iglesia, la Confirmación, le estimula para hacer fructificar en el servicio esos dones recibidos y para estar plenamente unido a toda la Iglesia en su consagración y misión.

Dones del Espíritu Santo

Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu, estos dones son:

Sabiduría: Nos da la capacidad especial para juzgar las cosas humanas según la medida de Dios. Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades de este mundo; nadie mejor que él es capaz de apreciar los valores auténticos de la creación, mirándolos con los mismos ojos de Dios.

Ciencia: El hombre iluminado por el don de la ciencia, conoce el verdadero valor de las criaturas en su relación con el Creador. Y no estima las criaturas más de lo que valen y no pone en ellas, sino en Dios, el fin de su propia vida.

Consejo: Este don actúa como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriéndole lo que es lícito, lo que corresponde, lo que conviene más al alma. El cristiano ayudado con este don, penetra en el verdadero sentido de los valores evangélicos, en especial de los que manifiesta el sermón de la montaña

Piedad: Mediante éste don, el Espíritu sana nuestro corazón de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos. El don de la piedad orienta y alimenta la necesidad de recurrir a Dios para obtener gracia ayuda y perdón. Además extingue en el corazón aquellos focos de tensión y de división como son la amargura, la cólera, la impaciencia, y lo alimenta con sentimientos de comprensión, de tolerancia, de perdón.

Temor de Dios: Con este don, el Espíritu Santo infunde en el alma sobre todo el temor filial, que es el amor a Dios, el alma se preocupa entonces de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de permanecer y de crecer en la caridad.

Entendimiento: Mediante este don el Espíritu Santo, que "escruta las profundidades de Dios" (1 Cor 2,10), comunica al creyente una chispa de esa capacidad penetrante que le abre el corazón a la gozosa percepción del designio amoroso de Dios, al mismo tiempo hace también más límpida y penetrante la mirada sobre las cosas humanas. Gracias a ella se ven mejor los numerosos signos de Dios que están inscritos en la creación.

Fortaleza: el don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma en las habituales condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios, en el soportar ofensas y ataques injustos; en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la honradez. Es decir, tenemos que invocar del Espíritu Santo el don de la fortaleza para permanecer firmes y decididos en el camino del bien. Entonces podremos repetir con San Pablo: "Me complazco en mis flaquezas, en las injurias, en las necesidades, en las persecuciones y las angustias sufridas por Cristo; pues, cuando estoy débil, entonces es cuando soy fuerte" (2Cor 12,10).

Si con la Imposición de manos hemos recibido los 7 dones, el cristiano tiene que estar en un lugar propicio para activarlos en función de su propia edificación y la de la Comunidad Cristiana. Una Comunidad Cristiana abierta al Espíritu Santo, reaviva, redimensiona y vive con más autenticidad los otros carismas u opciones de vida Cristiana que están al servicio de la Iglesia y de la Evangelización.

Si la Comunidad Cristiana tiene su opción preferencial por los pobres y el Papa Juan Pablo II en su exhortación apostólica “Ecclesia in Europa” del 28 de Junio del 2003 en su apartado: “Dar esperanza a los Pobres” (Cf. EiE 86-89), sitúa a los enfermos como pobres, la enfermedad es una clase de pobreza, la RCC tiene su campo de misión en este sector y tiene que ser estimulada para que continúe su misión entre los enfermos y podría dar una gran vitalidad a la Pastoral de Enfermos en su equipo de visitadores de enfermos.