Elige tu idioma

Bienvenido a Escuchar y a Dar

Este blog, no pretende ser un diario de sus autores. Deseamos que sea algo vivo y comunitario. Queremos mostrar cómo Dios alimenta y hace crecer su Reino en todo el mundo.

Aquí encontrarás textos de todo tipo de sensibilidades y movimientos de la Iglesia Católica. Tampoco estamos cerrados a compartir la creencia en el Dios único Creador de forma ecuménica. Más que debatir y polemizar queremos Escuchar la voluntad de Dios y Dar a los demás, sabiendo que todos formamos un sólo cuerpo.

La evangelización debe estar centrada en impulsar a las personas a tener una experiencia real del Amor de Dios. Por eso pedimos a cualquiera que visite esta página haga propuestas de textos, testimonios, actos, webs, blogs... Mientras todo esté hecho en el respeto del Amor del Evangelio y la comunión que siempre suscita el Espíritu Santo, todo será públicado. Podéís usar los comentarios pero para aparecer como texto central enviad vuestras propuestas al correo electrónico:

escucharlavoz@yahoo.es

Oremos todos para que la sabiduría de Jesús Resucitado presida estas páginas y nos bendiga abundamente.

Página web de Escuchar la Voz del Señor

Página web de Escuchar la Voz del Señor
Haz clic sobre la imagen para verla
Mostrando las entradas para la consulta Madre Elvira ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta Madre Elvira ordenadas por fecha. Ordenar por relevancia Mostrar todas las entradas

martes, 13 de noviembre de 2007

Aprender a no tener miedo de la verdad / Autora: Madre Elvira, fundadora de la Comunidad Cenáculo


Debemos recibir cualquier situación que nos toque en la vida sabiendo que Jesús está vivo y que nos ayuda a enfrentarla. Decirle: “Señor, ocupáte vos.”

Jesús nos llama a cada uno por nuestro nombre, nos pregunta qué necesitamos, qué es lo que queremos que Él haga por nosotros. Frente a esta pregunta de Jesús no sabemos qué contestar si nos falta la oración. Así, el momento de la humillación, de la marginación, del sufrimiento, de la crítica negativa, es el momento de saber vivir la fe.

Los demás son libres de amarnos o de odiarnos, de hablar bien o criticarnos. Nosotros también somos libres de perdonar, de quedarnos callados, de no buscar justificarnos. Al tener la fe nosotros creemos que esa situación va a terminar bien en la fe.

Una chica que hacía varios años que estaba en la Comunidad, me escribió una carta donde decía que luego de haber hecho el camino de la Comunidad sentía la necesidad de pedirme que la envíe donde yo quiera (nosotros tenemos muchas casas en el mundo) para hacer el bien a los demás, y agregaba: “esto te lo pido en la fe”.

No me pedía que la mande a tal o cual casa donde seguro que la iba a pasar bien con los amigos –por esto los cambio de lugar cada cierto tiempo . Tampoco porque yo soy Elvira, sino “en la fe, donde quieras mandarme yo voy a estar bien.” Ni por gusto ni por ambición: en la fe. Vivir la vida en la fe es el fundamento de la vida cristiana. Es la fuerza para levantarse cada mañana, lo que enseña a perdonar, a reconciliarse.

Sin embargo, a veces no estamos listos para reconocer que la fe es Cristo resucitado. No es un concepto ni una teoría ni un regalo que viene del cielo. Es Jesús resucitado, una persona, si nos atrevemos a vivir en la fe sentimos esa presencia de Jesús, y se ilumina la verdad en cada situación.

Tenemos unos jóvenes que están en Rusia –esto siempre lo cuento porque me hace bien a mí. Se habían quedado casi sin comida y justo habían entrado tres chicos nuevos. Cuando recién entran, sin la droga y sin el cigarrillo, tienen un hambre… En un momento el responsable me dijo que tenían sólo papas: papas al desayuno, papas al almuerzo, papas a la cena. En un momento decidieron hacer una novena, por la noche, frente a Jesús Eucaristía. Al llegar el día noveno estaba convencido de que ese día se le iba a llenar la despensa, pero, en cambio, no llegó nada…

Después el Señor da todo lo que uno necesita, pero no cuando nosotros queremos. Hay que tener la fe de seguir creyendo aún cuando no entendemos, no veamos ni sepamos. Pero creemos en un Dios que es fiel y ama a sus criaturas, que se sacrificó a sí mismo para mostrarnos su amor y la resurrección que luego vendrá para cada uno: primero para Jesús, pero luego para cada uno de nosotros.

Hoy no es igual que ayer ni a mañana, porque dentro nuestro está la novedad perenne de la belleza de Dios, aceptemos esta fantasía, cambiemos la cara: nuestro Dios es la fuente del Amor, Amor que se hace vida, regalo…y nosotros ¡siempre con la misma cara! No seamos egoístas, Él nos entrega todo, solamente tenemos que abrir la puerta y recibirlo. Recibimos apenas una miguita de todo lo que quiere darnos y luego nos preguntamos porqué somos tan pobres.

Sí, Él quiso darnos todo el amor, la alegría, la misericordia, la amistad. Cuando rezamos, hablamos con un amigo, omnipotente. Tenemos que pedirle en la intimidad y no sólo con la boca, comunicar la boca con los sentimientos.

Yo les digo a los chicos que el primer escalón de la oración es pensar lo que dicen y no ir a dar una vuelta con la cabeza, con la memoria, con la imaginación (¡que se hace unos viajes…!) No se puede rezar y estar viajando con la cabeza, eso no es fe, es una burla. En la Comunidad, siempre les decimos a los jóvenes que tienen que ser coherentes entre lo que se dice y lo que se hace.

También se lo enseñamos a los niños, acabamos de llegar de Brasil donde tenemos las misiones con muchos chicos de la calle, y a los niños les enseñamos que en la mesa se come y se come bien, cuando llega el momento de jugar, se juega bien, y que hay otro ambiente donde se reza y otro donde se va a dormir. Cada cosa hay que hacerla bien, en su lugar, para formarlos en el respeto hacia cada cosa que hacen.

El segundo escalón de la oración es hacer bajar la palabra pensada, que descienda al corazón, para poder vivirla. Sumergirse en la oración que estamos haciendo. Por ejemplo, medito sobre el misterio del Bautismo de Jesús por san Juan Bautista. Con ese gesto Jesús se mezcla con nosotros los pecadores y se hace bautizar. No tuvo vergüenza de las críticas de quienes lo podían estar mirando y murmurando…porque de Jesús también dijeron muchas cosas feas.

Nuestra oración tiene un valor concreto, real. Jesús dijo que rezáramos siempre, lo que significa estar siempre en gracia de Dios: cuando mirás, rezás; cuando trabajás, rezás: rezar es lo que nos da una gran fuerza y esperanza. Cuando tengamos un problema, vayamos a decírselo a Jesús, y estemos seguros de que nos ha escuchado, aunque, como en el caso de los chicos de Rusia, no te responda en seguida. A veces nos toca esperar para madurar y crecer en la fe. Jesús sabe cuándo y cómo tiene que hacerlo. Eso es la fe: creer en Jesús, no pretender, exigirle.

Ustedes vinieron a ver unos chicos que antes no rezaban, nos llamamos a nosotros mismos la Comunidad Cenacolo de “pecadores públicos”, porque todos lo saben, sabemos muy bien quiénes somos nosotros –probablemente ustedes también son pecadores pero más “camuflados.” Ya todos saben que el drogadicto es un mentiroso, son egoístas, prepotentes, ladrones, muy mentirosos y son todos pecados. ¿Qué vamos a hacer? ¿Lo vamos a esconder? Si justamente esto es lo que nos hace ricos en misericordia.

El que esconde su propio pecado y quiere aparentar lo que no es, es un falso, no puede recibir la misericordia de Dios si se justifica “yo no fui”, “yo no estaba”. Es mejor callarse. La tristeza viene de la indiferencia, ¿a quién le rezamos si cuando entramos a Misa estamos con trompa y cuando salimos tenemos más trompa aún? La presencia de Jesús nos garantiza la fe, entremos en la fe.

(¡Cómo se ríen cuando los reto…! La miro a la Virgen que está allí atrás y siento como que me dice: “Dale, Elvira, aflojá un poco.”)

La fe es que ustedes vinieron porque vieron el cambio, el milagro del corazón de los jóvenes que se va transformando de la tristeza a la alegría, de la violencia a la paz, de la bronca al servicio, porque se ayudan entre ellos. Es pura fe en aquel que nos salvó y nos sigue salvando cada día. Esa es nuestra fuerza. Sí, sí, también está sor Elvira…pero desde el primer día les dijimos a los chicos: la oración y el sacrificio.

No tuvimos miedo de que se escaparan porque no les dábamos cinco cigarrillos por día; no tuvimos miedo de decirles que se tenían que levantar temprano, que disfrutar de la vida es levantarse a las seis, y empezar el día rezando el Rosario. Nosotros les hicimos esta propuesta, que es la verdadera: la oración les indica el camino para vivir cada día, ilumina, da claridad, para saber qué hacer con tu vida, con la oración ya no te puedes mentir. Al dejar de mentirse a uno mismo, tampoco se le miente a los demás.

En un diálogo que tuve con adolescentes de 13, 14 años, sobre la droga, yo les preguntaba cómo es lo de la mentira porque no se nace mentiroso, ¿quién les enseña a los hijos, a los drogadictos a mentir? Se levantó un chico de 12 años y contestó: “Lo aprendimos en casa, de papá y mamá.” Y es una gran verdad. No tenemos respeto por nuestros hijos. Por ahí nos llaman por teléfono para invitarnos a cenar, y muy cortésmente le respondemos que gracias pero que tenemos un compromiso previo. Cuando colgamos, le decimos al hijo que está mirando: “¡qué pesada que es ésta!” Aunque no hablemos, aunque sólo sea un gesto de la cara, los chicos aprenden solos.

Te parece algo normal, pero no es normal. Si por dentro no estás luminoso, estás en la oscuridad, y cuando uno está en la oscuridad siempre se tropieza. Nuestra lucha es para vivir en la luz.

En la Comunidad el trabajo más duro es enseñarles a no tener miedo de la verdad. Un chico me decía: “Yo no tengo miedo de la verdad, sino de las consecuencias de la verdad, si digo la verdad, el hermano me manda a hacer un pozo…” Tienen que amarse a sí mismos evitando la falsedad. Aunque uno termine en la cárcel, tiene que decir la verdad, porque así es fiel a sí mismo, se mantiene digno. Se lo ensañamos a los jóvenes porque en este mundo pagano, tan falso, está todo muy tergiversado: papá y mamá son capaces de vivir juntos durante 40 años y no conocerse, en el sufrimiento, en todo lo que él o ella se han “tragado” y el otro ni se dio cuenta.

Nosotros se lo propusimos a los drogadictos porque sabíamos que ellos son los “profesionales” de la mentira. Apenas entran les decimos que dentro de la Comunidad no tienen que tener miedo de decir la verdad ya que las mentiras las decimos porque tenemos miedo a los otros, a sus juicios, a las consecuencias de la verdad.

No tenemos que tener miedo. Recuerdo que Juan Pablo II tantas veces nos lo dijo: “¡No tengan miedo!”. El miedo a la verdad nos altera, nos cambia, impide la comunicación, no hablamos para no equivocarnos, les damos distintas versiones a distintas personas… ¡Cómo hacen los chicos para volver a confiar en esos padres si en seguida se dieron cuenta de la mentira y el miedo!

Esta es nuestra propuesta, los jóvenes nos lo han pedido; ellos querían el sacrificio, la verdad, el trabajo, la oración. Como ven, aquí hay 30 jóvenes, no hay puerta cerrada con llave, y ellos no se van. Entonces, no tengan miedo de hacerles propuestas serias a sus hijos, ni de decirles que no cuando hay que decirles que no. Ellos dicen “pero total, todos lo hacen…” No, vos no sos “todos”, vos sos importante para mí.

Todas estas cosas ustedes ya las saben, solamente que hay poca gente que nos las recuerda. Esta tarde hicimos un poco de memoria acerca de nuestros fracasos pero creemos y seguiremos creyendo que todo es posible para el que cree. Todo puede cambiar para mejor, la alegría, la esperanza existen, están vivas.

Ustedes vinieron hoy porque sabían que una sonrisa se les iba a escapar. Los sacerdotes son los primeros que sobre el altar tienen que dar la homilía de la sonrisa, sin miedo.

Ustedes ya saben todo esto que les digo, yo tengo las mismas dificultades que ustedes, lo que pasa es que las vivo con alegría, con respeto hacia los demás. Para qué vamos a ocultar las cosas lindas de la vida: se puede vivir sin quejarse, ayudando, acompañando, y eso todos lo podemos hacer en vez de pensar nada más que en nosotros mismos: si estoy cansado, enfermo, si me duele algo.

Ahora vamos todos a cantar y a bailar una canción que tiene una sola frase: “Jesús me ama.”

jueves, 8 de noviembre de 2007

Si somos capaces de volvernos niños...¡seremos santos! / Autora. Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo

Hoy es una fiesta muy importante porque nos unimos con el corazón lleno de fe y de alegría a numerosos hombres y mujeres que han dejado una huella de luz y de amor en la Iglesia y en la historia.

Por definición, los santos son las personas más libres: libres del enojo, de la pereza, del “no me importa”, de ponerse nerviosos, libres. Los santos son modelos de libertad en el perdón, en el amor, en el recomenzar siempre, en el creer, en el vivir libres de toda esclavitud. Ellos no tienen que obedecer. Si al igual que los santos aprendiéramos a hacer las cosas no por deber sino por amor, no seríamos más esclavos de nada ni de nadie. A todos nos puede pasar que perdemos la paciencia, la paz, tenemos contratiempos… esas son las ocasiones para conocernos, para volvernos santos, para superar nuestras pequeñas y grandes esclavitudes.

Los santos han demostrado una extraordinaria libertad interior, especialmente frente a la prueba y a la tribulación. Jesús, nos ha mostrado concretamente la santidad de Dios: en su vida solo ha amado, consolado, sanado, liberado del mal. Si bien nunca había hecho nada malo, en la hora de Getsemaní también Él realiza un grandioso acto de libertad y de confianza al abandonarse en los brazos del Padre. También nosotros podemos hacernos santos abandonándonos al Padre, respondiendo a su voluntad, como lo ha hecho Jesús y decidirnos por su escuela de santidad: todos podemos aprender a vivir bien y con amor nuestra cotidianidad, hacer bien nuestro trabajo y entonces, nuestras manos se volverán instrumentos concretos de los gestos de santidad.

La santidad se conquista con lo que hacemos, no es algo abstracto.

Si estás haciendo la limpieza, si estás manejando el auto, tu corazón debe conducir tus manos: no hay nada, ni siquiera el latido de nuestro corazón que no pueda volverse un acto concreto de santidad.

El Señor se complace con las pequeñas cosas, pequeñas cosas. La santidad no es algo extraordinario, sino que es algo extraordinario en lo ordinario, es hacer las pequeñas cosas con la libertad del Amor.

Los santos siempre son nuestros modelos: me conmueve el ejemplo de santidad de Juan Pablo II, el coraje, la dignidad con que enfrentó la enfermedad en los últimos años de su vida. Pensemos en Santa Teresita cuando estaba muy cansada, enferma de tuberculosis y para ella caminar se había vuelto casi un martirio: caminando por el pasillo del convento pensaba “Jesús te ofrezco este paso por algún misionero que seguramente está más cansado que yo”. También ella en el dolor y en la tribulación había buscado una motivación. Del mismo modo, también nosotros cuando pensamos que no podemos más y sin embargo por un acto de voluntad superamos ese momento de cansancio, de apuro, de nerviosismo, nos educamos hacia la santidad.

Estas pequeñas, grandes cosas serán nuestra santidad cotidiana: cuando sacrificamos aunque sea un minuto de nuestro tiempo para acoger a alguien con una palabra, con un gesto, con una sonrisa, entonces habremos crecido en santidad y esto nos hará infinitamente felices.

La santidad está verdaderamente al alcance de todos si antes de reaccionar conectamos la mente con el corazón.

Jesús ha dicho: “Para entrar en el Reino de Dios tienen que volverse como niños”; pongámonos por lo tanto, en la escuela de los pequeños para volvernos santos, aprendamos de ellos la sabiduría de la Santidad.

Hace un tiempo pensábamos que los Santos sólo eran los que estaban en los altares, ahora creemos que los verdaderos santos son los niños, así que si somos capaces de volvernos niños… ¡seremos santos!

martes, 23 de octubre de 2007

La vida es un don de Dios / Autora: Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo

Nuestra vida no es una invención cualquiera: es una invención de Dios, que tuvo tanta confianza en nosotros como para hacernos el regalo de poner en nuestras manos la vida, la existencia, con todos los “accesorios”, de manera que la podamos vivir bien.

Quizás nosotros todavía no hemos reflexionado sobre esta iniciativa de Dios y algunas veces pensamos que hemos nacido así porque lo han querido nuestros padres o por casualidad, por motivos sólo humanos y naturales.

Ante todo debemos convencernos de que Dios nos ha querido dar un gran don, a todos y a cada uno: el don de la vida. Es un don para descubrir, acoger, proteger, amar. Si no descubrimos esto en nosotros, no sabremos acoger y defender la vida de los demás, de nuestros hijos, de aquellos que decimos amar. Si no pruebas un buen vino añejo, ¿ cómo puedes insistir para que otro lo guste?

Debemos creer que la vida no es una casualidad, que no es nuestra. ¡Decir que uno es dueño de la vida es una solemne mentira! La vida es un don de Dios, nace del corazón de Dios que es Amor. Y es un regalo que debemos comenzar a desenvolver, como cuando nos regalan un paquete y deseamos abrirlo para curiosear, para mirar dentro, encontrar el regalo, que es seguramente motivo de alegría. Este camino no lo puede hacer nadie por nosotros.

La vida no tiene semáforos rojos, si te detienes, retrocedes. La vida no nace solo del encuentro de un espermatozoide y un óvulo o de una “historia” de amor entre papá y mamá. Nace de aquel único manantial de amor que es Dios, que es fuente de vida, y que nos ha hecho el don de ser colaboradores de Él para dar la vida.

Todos amamos la vida por lo que vemos, sentimos y tocamos, pero la vida no nos pertenece, es de Otro, nosotros somos de Alguien que se ocupa de nosotros y quiere que descubramos el gusto de la vida, porque sabe que sólo así seremos verdaderamente felices. Toda vida sin Dios es una vida falsa, en la oscuridad, sin sabor, sin calor, sin amor. Por esto ha nacido la Comunidad: para que tantos jóvenes descarriados y solos pudiesen reencontrar el corazón de la vida. Cada día que estos jóvenes pasan en la Comunidad, es un milagro del amor de Dios.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Descubrir nuestra vida, vivirla en plenitud y donarla con Amor y por Amor / Autora: Madre Elvira, Comunidad Cenáculo

La primera vocación del misionero es “repetir” a Jesús. Él ha sido el verdadero, el gran misionero del Padre: se ha molestado, ha dejado su naturaleza divina y se revistió de nuestra pobre naturaleza humana sufriendo exactamente igual a nosotros el sueño, el hambre, la persecución, las humillaciones…

Jesús de Nazaret es la fuente del Amor y la Vida en que nosotros creemos. Él se ha entregado por nosotros con libertad, con alegría, con coraje, con mucho Amor. Gracias a Él nosotros ahora nos podemos alimentar con su vida para entregar la nuestra a todos los que nos encontremos.

Todos estamos llamados a vivir la misión, el fascinante viaje de salir de nosotros mismos, de darse uno mismo por Amor. Hay quienes piensan que ser misioneros es partir hacia tierras lejanas para ayudar a los más pobres. En realidad, si lo vemos así es sólo una excusa; nos mentimos a nosotros mismos y a los demás; permanecemos en el mismo lugar, encerrados en nuestros egoísmos, en nuestros miedos, en nuestros pensamientos. Entonces hacemos el bien sólo si tenemos a cambio una gratificación personal, pero esto es un gran fracaso, estamos desvalorizando todos los dones que Dios nos ha dado, disminuye nuestra humanidad.

En cambio, ayudemos a nuestro prójimo preocupándonos no solo de lo que hacemos, sino sobretodo de lo que somos. Ser misioneros significa entrar en nosotros mismos, descubrir nuestra vida, vivirla en plenitud y donarla con Amor y por Amor. Entregarla con ternura, con paciencia, con alegría, con coraje, con entusiasmo y con la certeza en el corazón de que así encontraremos otras vidas plenas, cien, mil… porque lo ha prometido Jesús.

El hombre no es capaz de este amor gratuito y desinteresado sólo contando con sus propias fuerzas, por eso que ser verdaderos misioneros significa “tener callos en las rodillas”, poner en el centro de la propia existencia la oración, el diálogo con Jesús.

Queremos ser misioneros que se confían ellos y sus obras a la Virgen María : Ella ha sabido formar y educar , amar y servir, proteger y defender a Su Hijo Jesús, el primero y verdadero Misionero. A Ella, Reina de las Misiones, le pedimos que interceda por nuestra Madre Iglesia y por su misión universal en el mundo de hoy.

miércoles, 3 de octubre de 2007

La verdadera libertad deriva de la verdad / Autora: Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo

Toma tu vida entre tus manos y date cuenta de que es un don precioso, importante. Nuestra vida debemos vivirla con plenitud dentro de nosotros. Hay algo grande en nosotros que no podemos imaginar.

Comenzamos agradeciendo sin rabia por nuestra vida. El rencor, la ansiedad y los miedos, no le hacen bien a nuestra vida. Aprendamos a hacer análisis muy simples, como hacemos con los chicos y las chicas, a reconocer por los frutos que árbol somos.

Una chica vino a decirme que estaba muy agitada; entonces le pregunté en qué había estado pensando una hora antes, qué había visto, qué es lo que la había turbado para cambiar de humor. Algunas veces somos como el tiempo, porque estamos sumergidos en la naturaleza, somos de naturaleza frágil. No debemos asombrarnos porque cambiemos de humor. Ni nosotros ni otra persona tiene la culpa. No debemos culpar a nadie: es un momento de fragilidad que debemos aceptar y superar. Pero debemos reflexionar porque esto nos pone en la condición de conocernos y de aceptarnos, para luego finalmente amarnos así como somos.

Debemos estar siempre dispuestos a una vida de libertad, porque la verdadera libertad deriva de la verdad. Este es nuestro objetivo: descubrir que sólo en la verdad se puede sentir y vivir la libertad. Esto es lo que nosotros enseñamos a los chicos que siempre se han escondido, siempre han mentido.

Las mentiras las decían antes de drogarse y ustedes, padres, nunca se dieron cuenta porque eran como ellos. Hablaban muy libremente, por teléfono o personalmente, haciendo comentarios de otras personas… después esa persona llega a casa y le sonríes, la abrazas, ¡pero si hace poco la has criticado! Y tus hijos han escuchado todo, y te juzgan. Estas cosas desvían, perturban la mente y el corazón de los jóvenes porque son más sensibles que nosotros, están mucho más atentos a la parte interior, a la verdad.
Después se acostumbraban a todo esto y comienzan ellos también a mentir a sus padres. Ahora les estoy diciendo estas cosas, queridos chicos, y se los estoy diciendo delante de sus padres porque también ustedes mañana serán padres, y aquello que han sufrido cuando eran pequeños , no lo deben repetir otra vez para no hacer sufrir sus niños…

Los hijos deben encontrar unos padres distintos de cuando los han dejado. Nosotros no queremos su dinero porque sus hijos no tienen necesidad de dinero sino de vida transparente, leal, buena. Entonces cuando regresen a casa comprenden que la Comunidad no los ha engañado. La confianza final de los hijos está en ustedes ,padres, y no en nosotros.

La Comunidad les pide que recen, que tomen el Rosario en la mano, que lean la Biblia, que se acerquen a los Sacramentos… Todo esto nunca lo hemos hecho y entonces nuestros jóvenes no han creído en nosotros y se han ido alejando.
Pensamos que el cuerpo se debe mantener bien y comemos tres veces al día, ¿ por qué entonces tenemos miedo de rezar al menos una vez al día? Es una injusticia que le haces a tu vida.

Yo agradezco al Espíritu Santo que me ha inspirado para decir que no al dinero de las instituciones gubernamentales, porque la vida vale más que todos los millones que existen.

Queridos padres, deben dedicarse a hacer lo que les decimos, no basta solo ir al grupo, sino que deben obedecer a la Virgen que nos pide la oración, como hemos hecho nosotros.

Luego aprenderemos que no basta sólo con hablar a nuestros jóvenes, sino que hay que vivir lo que les decimos a ellos que deben hacer. Primero vivamos nosotros y ellos aprenden a vivir mirándonos. Y si tienen grandes heridas que no les permiten aceptar lo que la Comunidad vive en estos días, por favor vayan a confesarse, porque tenemos necesidad de liberarnos la conciencia. Es dentro de nosotros que se desarrolla toda la historia de la vida, no en la apariencia, la imagen, el maquillaje. Las cosas externas han engañado a todos y hay algunos que continúan engañándose.

Si hay alguien que tiene el corazón herido y triste y quizás se siente forzado porque la esposa lo ha traído a toda costa, sepa ese papá que está aquí, como cada uno de nosotros, porque ha sido invitado por la Virgen que está aquí en medio de nosotros y quiere sanar en estos días nuestro corazón.

jueves, 27 de septiembre de 2007

La confesión viene del cielo / Autora: Madre Elvira, fundadora Comunidad Cenáculo

¡¡Qué hermoso cantar, danzar, sonreír, amar, abrazar la vida!! Cada uno de nosotros posee este gran don de la vida que nos reúne. Es el don de Dios. Por eso estamos bien juntos, porque queremos reconocer que hemos sido pensados, amados, queridos por el único Dios. No vengan a decirme: "A mí me hicieron mi madre y mi padre". ¿Y a tu padre y tu madre quién los ha hecho?

Tengamos el coraje de creer lo que vemos, lo que somos, de otro modo estamos siempre afuera de la vida. Es importante tomar en cuenta nuestra vida, porque es lo primero que vemos, que tocamos, que experimentamos, que amamos y odiamos.

Nosotros vivimos contemplando con alegría y estupor cómo renace frente a nuestros ojos la vida de sus hijos desesperados, adictos. Al ver que se volvían más buenos que nosotros, hemos dicho:“Esta vida no viene de la carne, viene del amor, viene de Dios; y algunas veces la maltratamos". Entonces debemos reconciliarnos con nuestra vida, queremos pedirlo hoy que es una celebración especial para el pueblo cristiano, es el día de María, la madre de Jesús, nuestra Madre. (Día sábado)

Cuando vinimos a esta colina por primera vez, lo primero que vimos fue a la Virgen, la hemos invitado y la hemos llevado a casa: ha sido el primer huésped, ha sido querida, abrazada junto a nosotros. Gracias a eso ustedes están aquí hoy, porque hemos invitado a María a nuestra casa.

Cuando hay divergencias en la familia es porque aún no han recibido a la Virgen, como lo hizo Juan debajo de la Cruz.
Reflexionemos un poco en el poder infinito, sin fin, que tiene la Madre de Dios, que es Madre nuestra.

Esta pequeña y simple criatura que se llama María es nuestra Madre y si no está ella no hay nada, no hay dónde hacer pie, sólo caemos.

La propuesta que hicimos desde el comienzo, que continúa y continuará para siempre en nuestra Comunidad, es que el primer momento del día sea para Ella, en Ella, con Ella: el Santo Rosario. Invitemos a María a nuestras casas. Miren que Dios es humilde: pasa a través de Ella. ¡También Él pasa por ella! ¡Y si intercede María, el milagro está hecho! Y hemos visto estos milagros, los estamos contemplando… Por lo tanto, no les decimos palabras, les mostramos los hechos. No queremos enseñarles algo sino mostrarles la vida.

Nuestra historia es hermosa porque es concreta, es real, es con los pies en la tierra, es de un loco amor, de sudor, de fidelidad, de sacrificio, un amor de alegría, de canto y baile.

Acérquense a María. Ella, que se acerca a nosotros con delicadeza, como un soplo, hoy te dice que es el día de la infinita Misericordia de Dios. Ella nos dice en el corazón lo que tenemos que decir durante la confesión. Nos dice que no tengamos miedo de decir lo que nunca hemos dicho, para que no quede adentro como una sombra que no nos permite vivir la alegría, que no nos permite ver el sol ni el esplendor de la vida. Hay tantos sacerdotes disponibles para acoger nuestra pobreza, nuestros pecados, nuestras heridas, que si no las confesamos, las alteramos y nuestra vida se vuelve falsedad. ¿Por qué nos hace falsos? ¿Por qué debemos ponernos la máscara? Porque no aceptamos ese pecado, esa situación, aquel encuentro, la violencia… Ese pecado que quieres esconder, te hace comportar de un modo falso y ya no eres más tú mismo. Ahora es el momento, vayamos al confesionario con simplicidad.

Les doy un consejo y se lo doy también a los sacerdotes: dejen que los penitentes puedan hablar con Jesús más que con ustedes. Porque nosotros vamos a la confesión para hablar con Jesús. Generalmente les digo a los chicos y a las chicas que se confiesen con los ojos cerrados: estamos hablando a Jesús, el Redentor y la Madre están a nuestro lado y no necesitamos hacer un diálogo, un coloquio. Si también el sacerdote cierra sus ojos, el penitente es más libre para hacer salir el pecado desde adentro, no de la boca. Mírate dentro, Jesús quiere sanar todo y sacar la raíz. La confesión es extraordinaria, algo grandioso, es una liberación, como si nuestro corazón estuviera encadenado hasta que dices lo que has hecho.

Jesús le dijo a Pedro que había que perdonar siempre. El arrepentimiento nace de adentro. Cuando uno se enfrenta con su pecado, lo mira de frente, ya no asusta más, pero disgusta: qué mala que fui en tal situación, hice las cosas por interés, he engañado a mucha gente, he preferido el dinero… Para arrepentirnos debemos saber primero quiénes somos por dentro.

La confesión es algo que no viene de la tierra, sino que viene del cielo, de Dios. Él se ha hecho Misericordia por nosotros, es la Misericordia total para nosotros. Al encuentro con la Misericordia de Dios debemos ir arrepentidos. Debemos decirnos: "… al menos te has arrepentido por un momento de haber engañado, de haber traicionado a tu esposa y regresar a casa con mala cara para hacerte compadecer ¡y tienes dentro una confusión!" Debemos retomar interiormente todos los momentos oscuros que hemos realizado, por el egoísmo, por la pasión, por el placer, por la ambición, por el poder. Alguna vez hemos pisoteado a nuestros hermanos. Esto es el mal, son cadenas, y ahora ha llegado el momento de la liberación, finalmente podemos abrir los brazos, reír y bromear en la verdad, sin máscaras. Intentamos llevar adelante el "personaje" porque creemos que sino los otros no nos respetan. ¡Pero en realidad es porque no te respetas tú! Porque no te amas, no te aprecias.

Miren que la cosa más bonita del mundo es hacer una confesión comenzando por las cosas más pequeñas.

¡La vida es bella, cuando la conocemos! La vida es bella: miles de colores, el sol cotidiano, ternura sin fin y algunas veces lágrimas, pero son lágrimas que se pueden derramar con gozo en el corazón, con la sonrisa en los labios. Lo que nos toque vivir podemos recibirlo con una sonrisa, siempre, y la vida es una continua novedad, los días nunca son iguales.

A medida que voy envejeciendo veo que las arrugas son ventanas luminosas que permiten que entre el sol en casa.

Tenemos que volvernos como niños, ya que ellos entrarán en el Reino, el Reino que comienza hoy. Hoy es el Reino, hoy podemos entrar en el espacio infinito del abrazo sin fin de Dios.

Dios ha querido mostrarse y entonces ha hecho que María a través del Espíritu Santo, haya concebido. Jesús ha comenzado como cualquier niño, en el útero de la Virgen. Luego nació en Belén y ha crecido con sus padres. Jesús ha vivido la familia, ha vivido el trabajo, la obediencia. Cuando se volvió grande le dijo a su madre que era hora de irse de casa.
Piensen cuántos jóvenes, cuando enfrentan esa situación con la mamá, ellas no los dejan irse. Jesús salió de casa, no ha tenido miedo de dejar a la Virgen sola. Era su momento, ya era un hombre.

Los chicos y las chicas, sus hijos, si los han educado bien y formado en la honestidad, en la verdad, la comprensión, el perdón, en la fe, ¿por qué tienen que tener miedo? Serán luces que van y llevan la paz.

Regresemos al momento potente y extraordinario que es la absolución de nuestros pecados.Nosotros no les decimos sólo palabras. Sepan que no queremos amaestrar a nadie ni predicar. Las cosas primero nos las decimos y las hacemos nosotros mismos. Se las queremos hacer ver a los jóvenes. Los jóvenes hoy no escuchan más: puedes hacerle un lindo sermón, pero ellos piensan en otra cosa. Te siente, pero no te escucha, porque las cosas que le dices no las haces. Cuando hay incoherencia es una humillación para quien escucha. ¡Esto vale también para los niños! Cuando tienen cinco o seis años pueden dejar de hacer los "sermones", porque se los educa con la potente voz de tus gestos, de tus elecciones.¡Vivamos bien este momento! Sepan que estas cosas las tenemos dentro. No queremos enseñar nada a nadie, sino mostrarles la vida y han venido por esto, porque lo que les decimos lo vivimos.

jueves, 16 de agosto de 2007

Testimonio de Kitty de la Comunidad Cenáculo: Eucaristía, enfermedad y amor eterno


Foto: Kitty y Lele (Italia)





Te agradezco Señor Jesús por el don de la Eucaristía que nos ofreces gratuitamente en cada momento y en todas partes del mundo. No es simple describir con palabras lo que he vivido y lo que vivo gracias a la Eucaristía, un don tan grande y fuerte que no cabe en un escrito.
Los diecinueve años de enfermedad de “Lele”, mi esposo, no hubiesen sido soportables por las dos niñas ni por mí sino hubiese sido por la referencia primaria y central a la Eucaristía. Una resonancia magnética: “esclerosis múltiple difusa”; por un lado todas las gravísimas dificultades cotidianas, con el aumento de los dolores físicos y morales, y por otro lado las ganas de luchar, de vencer y de hacer callar este gran dolor… de la desesperación a la Esperanza…
Así hemos dado vuelta la página y hemos tratado de vivir lo mejor posible cada minuto, cada hora, cada día pensando sólo en el momento presente.
La Palabra de Dios abierta en la habitación, cerca de su cama, para escuchar y acoger al Señor que nos guía; la oración del Santo Rosario que nos hace experimentar la cercanía y la ternura de María; el Espíritu Santo que nos da fuerza, esperanza, coraje y hasta la alegría de vivir con “incertidumbre” sobre el futuro, porque el amor de Dios es “real”… y sobre todo la posibilidad de llevar a casa la Eucaristía todos los días, por muchos meses, para mí y para mi esposo: un recurso excepcional, una medicina eficaz que ha sanado tantas heridas en nuestros corazones lacerados.
Nuestra casa se trasformó así en una casa de alegría y de paz. Muchos amigos nuevos que con simplicidad nos dan una mano: chofer, médicos, cocineros, sacerdotes… y luego el grupo de oración semanal, con quienes seguimos rezando luego de quince años.
El encuentro con Madre Elvira y con la Comunidad Cenáculo me hace descubrir que muchos chicos, que antes estaban desesperados y heridos, se levantan por la noche y se ponen de rodillas frente a Jesús Eucaristía. Entiendo que también yo puedo estar unida a ellos en la adoración al mismo Jesucristo que contemplo en el cuerpo sufriente de Lele, mi marido, y desde aquel momento en adelante todos los miedos del sufrimiento lentamente desaparecen.
Ahora Lele se fue a la vida eterna, cuando nos dejó estábamos todas abrazadas con él en un único abrazo, unidos juntos por aquel Pan recién recibido por los cuatro.
Desde aquel día en adelante me conmoví cada vez más por el hecho de que un Dios que es Padre, Hijo y Espíritu Santo se humille tanto como para volverse un pequeño pedazo de pan, para que cualquiera pueda alimentarse de Él y sumergirse en Él que es el Amor. Todavía hoy le pido a Jesús “no olvidar sus muchos beneficios” sino “gustar y ver qué bueno es el Señor”.
Estar de rodillas delante de la Eucaristía es el modo mejor para preparar el corazón para recibir a Aquel que viene en la celebración de la Santa Misa. En realidad es Él, es Jesús que una vez más me quiere dar la alegría, me indica el camino de la felicidad, me pide que me deje amar y que reciba y acepte este don gratuito que va más allá de mi pecado y de mi superficialidad.
No renuncio más a Él, no nos dejemos engañar más por falsos sueños que desvían nuestra vida y nos impiden desear a Aquel que nos transforma para volvernos “luz del mundo y sal de la tierra”. Gracias.